13 siluetas de cuerpos desnudos en la inferior. En la esquina derecha un “jacuzzi” y al fondo los baños y las duchas. Tomamos un par de sillas y nos sentamos cerca de una de las mesas. Comenzamos a hablar para no llamar la atención, íbamos observando con detalle la situación. Una pareja se acercó a la mesa. “La pillé”, y efectivamente me descubrió poniendo la cerveza en su mesa. Era hora de romper el hielo. Nos presentamos y la conversación inició. − ¿Ustedes vienen mucho? −preguntamos. −Es la tercera vez que venimos. Nos gusta el lugar, pero no participamos; somos una pareja estable. Llevamos 7 años viviendo juntos y tenemos un hijo de dos años. −Esta es la primera vez que venimos. Teníamos mucha curiosidad, este es el tipo de lugares que hay que conocer antes de morir. “Mami, pon la webcam y enséñame alguito, aunque sea de lejitos. Mami, pon la webcam que me tienes mal y haciendo cerebrito”. Las mujeres iban y venían, algunas entaconadas y la mayoría descalzas. Nos explicaron qué había en el segundo piso y nos insinuaron que, siendo la primera vez, no era muy conveniente subir solas, seguramente nos acecharían. Era la desinhibición de sala voyerista lo que nos esperaba arriba. En el centro del primer piso, una tarima redonda roja y negra hacia de escenario de la rumba. Las mujeres se subieron y empezaron a bailar, los hombres haciendo un círculo en la parte de abajo las tocaban y las incitaban a hacerlo con más sensualidad. “Mai’, yo sé lo que tú quieres. Un ritmon de fornaris que tire algo con el kapuni. Empezó el party. Tú quieres. Que se te note ese escote, que syko no es un come mierda y con la música se bote. Tú quieres, tu wiskysito con tónica y un poco de limón pa’ que después te pongas biónica. Quieres, una pastilla maravilla que prendan una varilla pa’ coger la caramilla”. Unos observaban en silencio la escena y otros aprovechaban para tocarse. Tres de las cinco mujeres que bailaban se pasaban una bolsa de plástico, sacaban una pastilla y seguían con el baile, no se alcanzaba a ver el color desde donde estábamos sentadas. Nos dirigimos a la zona de fumadores y descansamos un rato. La pareja nos invitó al segundo piso y aceptamos subir. Se conservaban los colores del nivel anterior pero las personas estaban más desinhibidas. Tenían sexo por todas partes, parejas y grupos contra las paredes y sobre los muebles, sincronizados con la música. Sabían exactamente qué hacer. En el fondo, una película porno diferente a la del primer piso, una pareja esta vez. Se escuchaban los gemidos en todos los timbres de voz y pocos conservaban la toalla. Llegamos a la habitación. Una cama doble y cinco personas en la cama. Tres hombres y dos mujeres, uno de ellos las acariciaba mientras los otros dos las penetraban. “En mi casa hay una fuga de gas y de agua, qué tu quieres ver chica mala, quieres ver gas o ver gotas”. La banda sonora era perfecta para la escena, las letras “reguetoneras” se acomodaban a lo que pasaba en los rincones del club, como una especie de voz en “off”. La habitación tenía puerta, pero estaba abierta al público. Una pareja bailaba “reggaeton” contra la pared mientras observaba la cama. Una especie de olor a vómito se sentía por ratos en el ambiente. No sabíamos qué hacer. Nos concentramos en la cama y la pareja con la que subimos empezó a besarse al otro extremo de dónde estábamos. Se acercaron y la mujer nos dijo: −Se tienen que quitar la toalla porque si se dan cuenta que son novatas se van a aprovechar. La siguiente sensación fue su mano recorriendo la espalda de una de nosotras. Todo era muy confuso. Entraron tres personas más. Una mujer arrojó a una de nosotras a la cama, mientras la otra, inmóvil, se armaba de valor para decirle que no siguiera tocándola. Es como caer en un agujero, no se siente el fondo y es difícil reaccionar rápidamente, al principio es algo natural dejarse llevar, hasta que es imposible no percatarse de lo qué se está haciendo y dónde. Mientras una se paraba de la cama, la otra rechazaba a los hombres que se le acercaban. Después de un “piensa rápido” siguió un “solo venimos a observar, es nuestra primera vez”, nos tomamos de la mano, nos besamos y dejamos de ser el centro de atención. Definitivamente volvimos a la zona de fumadores. Este fue el mejor cigarrillo de la noche y el que se consumió más rápido. La mayoría de las parejas usó la frase de ser una pareja estable, que era la segunda o tercera vez que iban pero que no habían hecho nada. Ya habíamos aprendido del error, les seguíamos el juego y huíamos después de conversar un rato. El hombre que nos recibió en la barra, al entrar, nos preguntó cómo íbamos, era un secreto a voces que éramos novatas. −Es la noche de parejas y es la noche en la que más gente viene. −Nosotras pensamos que por ser miércoles casi no venía nadie. −Es por el cover, las mujeres no pagan. Y la noche de solos y solas que son lunes y martes, tampoco. Son los días que más se llena esto. Los jueves son de tríos y los viernes y sábados fiestas temáticas, por lo general. Los domingos son los días del Club de la Masturbación. − ¿Y cómo se han sentido? −Es difícil al principio porque solo venimos a mirar y es incómodo decir tantas veces que no queremos hacer nada hoy.
“Solo aprovéchame, hazme el amor que es lo que quiero. Aprovéchame, pero no te enamores que no quiero compromiso”. Se acaba el cigarrillo y decidimos entrar por tercera vez al baño. Empaques de condones en el suelo y gente entrando y saliendo. Entramos al sauna y estaba solo. Las luces se colaban entre el vapor. Una pareja entró. Empezamos a hablar entre nosotras, se sentía la tensión. Otra propuesta, nos pareció imposible entrar allí y salir sin al menos una propuesta. La mujer empezó a observarnos y efectivamente empezó a susurrarnos cosas. Después del momento incómodo teníamos la excusa. “Es nuestra primera vez y venimos solo a observar”. Todos bajaban la guardia y se disminuía la tensión sexual, esta no fue la excepción. − ¿Ustedes son esposos? −preguntamos. −Somos amigos chéveres. Ella es mi empleada y yo soy el mejor amigo del esposo de ella¬. −¿Hace cuánto vienen al club? −Es la tercera vez que vamos a un club swinger y la primera vez que venimos a éste. La pareja salió y entró uno de los hombres que estaba en la cama de la sala voyerista. Se sentó muy cerca y empezó nuevamente la conquista. Era periodista y ya había desistido de la idea de hacer algo sobre los swinger para el periódico en el que trabajaba. Después de una conversación de quince minutos, en la que nos resumió su vida, nos preguntó dónde vivíamos, a lo que respondimos que cerca de allí. Se ofreció a llevarnos y aceptamos después de que nos insistiera. Nos fumamos un cigarrillo. Era la hora de salir. Faltaba media hora para cerrar. Nos vestimos en tiempo récord y pagamos las cuatro cervezas que nos tomamos mientras estuvimos ahí. −Vuelvan pronto −nos dijeron los dos de la barra y el de la entrada, mientras que en la zona de fumadores seis personas intercambiaban números. Dos prepagos ofrecieron sus tarjetas y se despidieron con apasionados besos en la boca. Es una práctica común, los hombres no pueden entrar solos y contratan prostitutas. Suele suceder que lo que intercambien sean prostitutas. Una fila de taxis esperaba afuera. Subimos a uno. −¿Vienen mucho? −nos preguntó el taxista. −Estábamos haciendo un trabajo −nos salimos del papel que interpretamos por casi tres horas. −Ahí viene mucha gente a hacer investigaciones. Si necesitan conocer o saber algo, pueden decirme. Yo soy swinger hace dos años. Mirándonos con frecuencia por el retrovisor, en el camino nos habló del “Gangbang”, orgía en la que una mujer mantiene relaciones sexuales con tres o más hombres; de la “Lluvia Dorada”, en la que a la pareja se le orina el rostro, el cuerpo, en ocasiones, incluye beberla; del “Glory Hole”, un agujero en la pared en el que los hombres van introduciendo el pene para que desde el otro lado les den sexo oral; y otras prácticas sexuales que había conocido y experimentado en los clubes swinger de Medellín y Bello. −Yo he ido a todos. En Medellín hay cuatro y en Bello hay uno muy bueno. Incluso me tocó una vez en La Piscina presenciar una escena, bajo cuerda porque está prohibido, de sexo entre dos hombres, entre mujeres sí está permitido. Muchas veces salen parejas muy calientes y me preguntan si pueden seguir cogiendo en la parte de atrás del carro, obviamente siempre acepto. Y en algunas veces me invitan a participar. El viaje terminó con una invitación y una tarjeta. “Si quieren saber algo más, vamos a uno que queda en el barrio Colombia”, y oficialmente nos hizo entrega de una tarjeta negra con letras fucsia que decía Dream Swinger Bar. Quedamos de llamarlo si hacía falta información. Salimos del juego de álter egos. Los seres humanos asumimos roles de acuerdo al lugar en el que estamos. El mundo es un escenario y todos somos actores.
Lo swinger “Swinger” o “swinging” viene del inglés, significa «desinhibido»; de swing, «oscilar, columpiar». Se refiere al comportamiento que reconoce y acepta la ampliación del horizonte sexual en pareja, e incluye un amplio rango de actividades eróticas y sexuales realizadas entre dos o más personas. Típicamente, estas actividades ocurren cuando una pareja, casada o de otra forma comprometida, se involucra con una pareja similar o un individuo soltero.
Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia