20 Vivencia
El vueltiao: De la China Fotografías: Pompilio Peña
a Tuchín
El Gobierno comenzó una cruzada para decomisar el sombrero chino fabricado con fibra sintética que se está comercializando como el legítimo vueltiao. Mientras, en Tuchín, cuna de este símbolo nacional, a 127 kilómetros al norte de Montería, es incierto el futuro de sus artesanías. ¿Qué sigue para este municipio?
Pompilio Peña Montoya pompilio_020884@yahoo.com
E
n Tuchín, muchos afirman que hay un comerciante desleal; otros no lo creen así. Tiene su almacén en la calle frente a la parroquia y su nombre es Elkin Aristizábal Ramírez. Es un paisa con tan acertado tino en los negocios que ningún tuchinero logra imitar: vende los accesorios más elaborados en caña flecha, desde sombreros hasta carteras, y tiene clientes en tres departamentos. El negocio no podía ser más redondo: se surte en el corazón del vueltiao, donde está uno de los grupos artesanales más importantes del país: los zenúes. Aristizábal, el ‘Cachaco’, en sus diez años de comerciante de artesanías, se creó una pequeña fama en Tuchín. Su almacén era (y es) el mejor del pueblo. Vendía sin problemas. Hasta la mañana del 17 de enero de 2013, cuando 20 guardias indígenas zenúes irrumpieron en su local y le confiscaron 130 de los 516 sombreros chinos que hallaron en este poblado y en San Andrés de Sotavento. Dos semanas atrás había estallado el escándalo de que en el país, desde hacía un año, se comercializaba una vulgar imitación del vueltiao sinuano. Aristizábal no se opuso. Sabía que ese momento llegaría (pero no tan pronto) y se lo hizo saber a los periodistas de todo el país que lo habían asediado durante una semana. Así que cuando vio el tumulto de guardias escoltados por ocho policías y una romería de curiosos que se apostaron a lado y lado de la calle, supo que había perdido la inversión de hacía unos días. El ‘Cachaco’ apenas lo sospecha, pero en Tuchín creen que hace un año trajo al pueblo una tragedia, una que vieron crecer sin declarar una palabra en su contra. Así es la naturaleza del indígena zenú: perspicaz, y antes que cargar con un conflicto declarado, prefiere el silencio. Hasta hace unas semanas, cuando luego de una reunión tardía de líderes de los cabildos con el Cacique Mayor, Eder Espitia Estrada, y el alcalde, Eligio Antonio Pestana, decidieron barrer con todos los sombreros impostores: la prenda que estaba haciendo tambalear su economía, además de burlarse de una tradición milenaria. Los artesanos leales a su cultura veían cómo acudían comerciantes de Córdoba, Sucre y Antioquia donde el ‘Cachaco’, para surtirse del polémico sombrero. No importaba si era temporada alta o no, en las playas de Coveñas, así como en las de San Bernardo del Viento y Arboletes, la prenda farsante se ofrecía como legítima. Elkin vendía el sombrero al por mayor a 6 y 5 mil pesos. En las playas, este valor se triplicaba. Y esto a pesar de que el ministro de Comercio, Industria y Turismo, Sergio DíazGranados, había prohibido el 11 de enero su comercialización tras la ola de reclamos que le llegó al revelarse la noticia de que al país estaba entrando un sombrero de origen chino, de estéril fibra sintética, que imitaba un símbolo nacional. Lo peor es que sigue una duda sin resolver: ¿Por qué ingresaron al país casi un millón de imitaciones si existen leyes que protegen el vueltiao? Aristizábal, en temporada baja, afirma él, vendía unos 200 sombreros chinos y unos 400 originales quincenalmente. En diciembre de 2012, vendió más de 700 chiviados y la misma cantidad de legítimos. Por esto, Aristizábal tenía dividida a la comunidad: la rentabilidad de la prenda impostora era tan buena, que una gran parte de artesanos del mismo Tuchín, cuyas ventas se estaban yendo al piso, no vieron otra alternativa que surtirse de la prenda farsante.
“Chinos jodidos”
El maestro en tejido, Medardo de Jesús Suárez, tiene 74 años y ha viajado, entre otros países, por España, Alemania, Italia, Japón y Rusia promocionando el vueltiao. De hecho, le confeccionó uno a Bill Clinton. En los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, le pidieron 600 sombreros y se disparó su fama, y la de su resguardo indígena
No. 63 Febrero de 2013
Tuchín, conformado por 63 cabildos, unos 36 mil habitantes. El 80 por ciento de las familias subsiste de las artesanías: sombreros, pulseras, collares, anillos, pendientes, carteras, cestas… Todo lo que se pueda tejer con caña flecha. En 2004, el vueltiao fue elevado a Símbolo Nacional por el Congreso de la República. Entonces, el casco urbano de Tuchín era lo que es ahora: un par de calles (donde abundan los puestos de fritos, las cantinas y los juegos de azar), que se encuentran en la iglesia La Inmaculada Concepción, una estructura en cal donde caben doscientos feligreses, con un campanario mudo. No hay alcantarillado y el agua llega día por medio. “Eran buenos tiempos, todos estábamos vendiendo –dice pensativo Medardo–, ahora, al abandono en que nos tiene el Gobierno, se suma que nos metieron el chino”. Y no es para menos. Entre el 4 y el 7 de enero se realizó allí el XVII Festival de la Artesanía y el Sombrero Fino Vueltiao, toda una expectativa: todo un fracaso. Marcial Montalvo Solano, organizador del evento y presidente de Fundarte, organización que agremia a los artesanos, afirma que esto se debió a la falta de atención del Estado, y de los dirigentes del departamento que se jactan de decir que buscan recursos para el progreso y la cultura. El alcalde de Tuchín, Eligio Antonio Pestana, puso un poco de dinero. El Festival pasó desapercibido, como el año pasado y el antepasado. Al final, los 38 artesanos expositores no alcanzaron a vender la mitad de su mercancía. Todo volvió a los sacos. Los clientes potenciales no aparecieron. Según Medardo, si los chinos hubieran logrado imitar las ‘pintas’ de la copa del sombrero, las figuras que caracterizan, (digamos, el 21, es decir, cuyo tejido se realiza con 21 pares de fibras), “nos hubieran arruinado. ¡Ah, chinos jodidos!”. Tradición manchada de sangre El vueltiao cobró más fama de la que ya tenía por Miguel el ‘Happy’ Lora, el boxeador monteriano que colmó de gloria el deporte nacional al ser Campeón Mundial en la categoría Gallo del Consejo Mundial de Boxeo, entre 1985 y 1988. El ‘Happy’ llegaba al cuadrilátero con su vueltiao y tras la victoria, en hombros, lo primero que hacía era calárselo de nuevo. El vueltiao no fue solo, entonces, típico de la sabana cordobesa y sucreña. De la protección contra el plomizo sol del Caribe pasó a convertirse en una identidad nacional. Entonces dejó de ser para ‘corronchos’, como le dicen despectivamente a la gente del campo. De los indígenas, el sombrero pasó a ser utilizado por los políticos y hacendados: llevarlo era estamparse una identidad.