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Bibliotecarios municipales ¿profesión valorada?

Teresa Castellano Cuesta

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Ser bibliotecario público municipal es una profesión que requiere conocimiento académico y técnico, dedicación, esfuerzo y amor por lo que se hace. Son muy pocas las personas que reconocen esta labor como servicio básico y fundamental, cuya finalidad es beneficiar a toda la comunidad.

Los bibliotecarios son profesionales que dedican la mayor parte de su tiempo de trabajo a orientar a los usuarios para que puedan encontrar la información que necesitan en un momento determinado; son personas que trabajan con y para la comunidad, la acercan a la información y al conocimiento, la llevan a conocer culturas, le brindan espacios para el libre esparcimiento, etc. Sin embargo, el bibliotecario municipal necesita ser reconocido y valorado, no solo por su labor, sino por su aporte al desarrollo de la comunidad; este desfase en su valoración suele venir dado especialmente por parte de la Administración, ya que el público sí es conocedor de su trabajo y, en términos generales, no solo lo reconoce, sino que hasta agradece su dedicación, cosa que los elogia como ciudadanos. El apoyo de los dirigentes políticos, frente a la labor del bibliotecario, ya es otra cuestión, con lo cual tampoco se propicia que la comunidad valore mucho más, si cabe, las bibliotecas, la información, el conocimiento y la cultura como uno de los ejes principales de la sociedad y como opción de crecimiento.

Los bibliotecarios constituyen un gremio amplio y se encuentran agrupados en asociaciones profesionales. En Andalucía contamos con la AAB (Asociación Andaluza de Bibliotecarios) que lleva años luchando por mejorar sus condiciones de trabajo, exigir sus derechos profesionales y vigilar para que las administraciones cumplan con sus obligaciones con respecto a estos profesionales. Sin embargo, esto no ha sido suficiente; los bibliotecarios esperan que se continúe con el desarrollo de estrategias para lograr dignificar su profesión.

Así mismo, es necesaria una reglamentación del cuerpo bibliotecario y la sensibilización de gobernantes y alcaldes frente al trabajo social de las bibliotecas y, todo ello, pese a que, en Andalucía, la implantación de estos centros comenzó a principios de los años ochenta, con la llegada de la democracia. En esos momentos, se construyeron numerosas bibliotecas municipales y se consiguió acercar los libros a los municipios de más de cinco mil habitantes. En esos años, y a pesar del esfuerzo de las administraciones locales, muchas bibliotecas 1 de 1 tenían una presencia casi testimonial, pues eran simples salas de estudio, con escasísimos recursos, tanto en material bibliográfico, como en personal. En muchos casos, el encargado no tenía la formación técnica deseable para llevar la gestión de estas bibliotecas; hallábamos a auxiliares administrativos, personal subalterno, maestros y hasta guardias municipales, al frente de estos centros.

Estamos hablando de hace casi cuarenta años. La situación ha ido cambiando, afortunadamente, aunque no todo lo que debiera. A día de hoy, y en poblaciones de más de 15.000 habitantes, hallamos a profesionales especializados en la materia al frente de las bibliotecas, amén de los ambivalentes, que gestionan bibliotecas y archivos. Son personas con estudios universitarios, licenciados en Historia, Filología, Documentación, o bien diplomados en Biblioteconomía. Aún, a pesar de esa mejora de la que hablamos, la situación del personal de las bibliotecas municipales sigue siendo bastante deficiente, a pesar de que hasta el Defensor del

Pueblo Andaluz realizó un informe sobre el tema, hace ya algunos años, en el que decía: “… el servicio de biblioteca municipal es posiblemente uno de los servicios públicos en que mayor peso específico tienen los aspectos relacionados con el personal. Hasta tal punto es así, que podríamos decir que la calidad del servicio que prestan muchas bibliotecas municipales depende en buena medida de las condiciones, aptitudes y actitudes del personal que las dirige”. precisamente, de esa falta de valoración por parte de alcaldes y concejales y una total hipocresía, puesto que en el momento de su contratación exigieron licenciados, para posteriormente asignarle categorías de auxiliares. Este modo de proceder sería impensable con otros profesionales de la Administración, tales como secretarios, interventores, asesores jurídicos, jefes de prensa, arquitectos, etc.

En este informe, el Defensor del Pueblo sacó a la luz la precariedad en la que se hallaban los profesionales bibliotecarios andaluces y la falta de valoración por parte de la Administración, y pedía encarecidamente que la situación se solventara. Este informe se elaboró en el año 2000 y, a día de hoy, aún queda un largo camino por recorrer. Las bibliotecas municipales siguen escasas de recursos para la compra de material bibliográfico y organización de actividades, sujetas a alguna subvención de carácter puntual por parte de la Administración autonómica; siguen cortas de personal, con plantillas muy reducidas, de forma que ante la falta del bibliotecario, por enfermedad, vacaciones, etc., o bien el servicio se tiene que cerrar o se recurre a contrataciones esperpénticas, con lo que el centro está abierto, pero con los servicios bibliotecarios cerrados y convertidas en meras salas de estudio.

En muchos casos, continúa la inestabilidad laboral, aunque el origen radica en la falta de reconocimiento laboral y profesional por parte de la Administración. Actualmente, vemos pueblos grandes, con cierta prestancia y peso a nivel provincial, y con bibliotecarios que ostentan una categoría profesional muy por debajo de las funciones que realizan, lo cual denota y nos habla, Todo esto nos habla de la falta de valoración del personal bibliotecario por parte de la propia Administración, de la arbitrariedad y, a veces, excesiva injerencia en la gestión técnica. La dificultad del camino hacia el reconocimiento profesional de los bibliotecarios es evidente; factores tales como la doble dependencia administrativa, la escasez de recursos económicos municipales, pero, sobre todo, el desconocimiento del valor de las bibliotecas en el desarrollo de la sociedad, están en el origen del problema.

Esperemos que la situación vaya cambiando, aunque los que tenemos cierta edad y formamos parte de las plantillas bibliotecarias, quizá no lo veamos, porque, como se suele decir, “para muestra, un botón”.