Mnemósyne digital nº 21 2018

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MNEMÓSYNE DIGITAL REVISTA DEL FESTIVAL INTERNACIONAL DEL CUENTO

NÚMERO 21

2018

LOS SILOS

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PRESENTACIÓN CRÓNICAS Y REPORTAJES María Mayor López, Adriana Rodríguez Martín, Carla Rivero, Paula Mª Peña Suárez, Sara Toj Pérez, Nayra R. González Palabras prisioneras Samuel López, Alba Marichal, Daniel Martín, Iballa Jorge, Laura Martín, Carolina Méndez Un terror concienciador Nayra Villanueva, Yanira Rodríguez, Andrea San Juan, Salima Said, Anabel Sánchez Feria del libro: la magia llegó a Los Silos

ENTREVISTAS Deborah Barroso Quintana, Irene Cartaya Expósito, Andrea Díaz Mora, Noelia Guerra Fumero, Leila Halil Rodríguez Noemí Villamuza / Sergio Andricaín Javier Alejandro Arriaga Bonilla, Rubén Montelongo Perdomo, Huhazer Pestano Martín, Alexandre Rodríguez Santana, Álvaro Tortú Hernández Ana Sofía Paiva / Antonio Malpica Yusef Amaioua, Víctor Cabrera Jorge, Laura Cabreara Sanabria, Pablo González Delgado, Mario González Suárez Pedro Mario López / Benita Prieto Nahuel Beau, Cristian Acosta, Beatriz Fernández, Julián Darias, Sofía Estrada Iñaki Carretero / Carmen Luz Baso Lorenzo Ariadna Martínez Miranda, María Del Pilar Pereira, Alba Quintana Suárez Fanuel Hanán / Carles García

ESTUDIOS Y REFLEXIONES Andrés González Novoa Didáctica de los cuentos Judith Iglesias Navarro El teatro como herramienta terapéutica

CREACIÓN Ciro R. Niebla Relatos y microrrelatos

RESEÑA Estíbaliz de la Cruz Navarro Voces del malpaís. Leyendas canarias

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DIRECCIÓN: Ernesto J. Rodríguez Abad Benigno León Felipe SECRETARÍA DE REDACCIÓN: Andrés González Novoa Daniel Pinelo Casas COORDINACIÓN EDITORIAL: Cayetano Cordovés Dorta CONSEJO DE REDACCIÓN: Rosalía Arteaga Serrano (Ecuador) Benita Prieto (Brasil) Celso Sisto (Brasil) Pépito Mateo (Francia) Marc Laberge (Canadá) Liliana Cinetto (Argentina) Luis San Vicente (México) Juan Madrigal (Costa Rica) Elvira Novell Iglesias (Barcelona, España) Pep Bruno (Guadalajara, España) Carles García Domingo (La Rioja, España) Omaira Afonso Hernández (Tenerife, España) Luis Alzola Fariña (Tenerife, España) Juan Jesús Pérez García (Tenerife, España) ILUSTRACIÓN CUBIERTA: Nareme Melián EDITOR: Asociación Cultural para el Desarrollo y Fomento de la Lectura y el Cuento - Los Silos ISSN: 1578-181X

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PRESENTACIÓN

EL DESPERTAR

Las palabras dormían. El libro permanecía cerrado. La voz estaba en silencio. No había nadie al otro lado. Las palabras dormían. No servía de nada tratar de escuchar. No existía una manera de desencantarlas. Era un hechizo. Cuando surgió la voz todo se transformó. Tenía matices, sueños encerrados, colores que nadie había visto, olores nunca descritos, suspiros, silencios… La voz transformaba las palabras en bolas de fuego que hacían reír, soñar, llorar, pensar, sentir… Y los que escuchaban entonces podían inventar un mundo propio. Cada uno iba construyendo un imaginario renovado. La gente volvía a hablar, las palabras pasaban de una boca a otra, se convertían en nuevas, se teñían de matices no vistos. Entonces las gentes empezaron entender que la palabra artística llegaba muy adentro, se instalaba y salía reforzada, transformada. Las palabras despertaron. Los libros se agitaron con el viento. Silencios y sonidos formaron ritmos nuevos. Las palabras despertaron. Se desperezaron alocadas en el aire. Vagaron, se deslizaron por toboganes de aire. Se revolvieron en las ráfagas del viento. Aterrizaron mansas. Las palabras fueron magia. E. R. A.

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CRÓNICAS Y REPORTAJES

PALABRAS PRISIONERAS Volaron sobre 59 kilómetros de carreteras de barrancos, verdes y costas rociadas por la sal. El mar, ya lejos, trazaba el sendero entre un municipio lejano y anciano llamado San Cristóbal de La Laguna, donde la lluvia se encharca en los pies de los críos, hasta un pueblo chiquito, recién nacido, llamado Los Silos. Duendes, hadas y faunos contaban cuentos a los vecinos a la vez que las harimaguadas susurraban hechizos sobre las acequias de barro. Mientras, unas jóvenes, perdidas, encontraban entre relatos y libretas historias que alumbrar. Llegaron y se adentraron en sus calles, se sentaron alrededor de un molino de agua que borboteaba en la plaza y, cautivadas por el ir y venir de los niños que por ahí correteaban, soñaron con palabras. La fantasía narraba aquella tarde, se decía, pues no hay más que ver a esos árboles que, aún, recitan.

Estas crónicas, reportajes y entrevistas han sido realizadas por alumnos de 2º curso del Grado en Periodismo como prácticas de la asignatura Literatura y periodismo.

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ERNESTO R. ABAD: «SIN ILUSIÓN NO PUEDES HACER QUE ALGO VALGA LA PENA» MARÍA MAYOR LÓPEZ Nos encontramos en el Festival Internacional del Cuento de Los Silos, del cual Ernesto Rodríguez Abad es fundador y director. Además, dirige la Asociación Cultural para el Desarrollo y Fomento de la Lectura y el Cuento. Previo al comienzo del acto de «Palabras Prisioneras» el director se sienta a reflexionar sobre el papel que posee el evento para el pueblo. El festival lleva realizándose desde el año 1996, ¿cómo se fundó y cuál ha sido su recorrido? ¿Y sus expectativas de futuro? Se fundó porque pienso que todos los seres humanos tenemos un compromiso con la sociedad, con la vida y con los lugares. Yo nací aquí, aquí crecí (en Los Silos) y aquí me formé en un montón de cosas, y me puse en contacto con la literatura por primera vez con maestros maravillosos que tuve en mi casa. En un momento pensé que tenía que remitir algo de lo que esto me había dado en el lugar donde yo había nacido, donde yo había crecido. Nunca pensé en llegar a lo que hemos llegado, sí tenía aspiraciones de algo serio, profesional. Que la literatura y los cuentos susciten ese interés te da un poco de esperanzas para la sociedad. Que la gente se mueva kilómetros, pelee por una entrada un poquito para un recital de poesía, o ver que personas que no tienen una gran formación académica salen emocionados de un recital de poesía es algo tan complejo y complicado… Mi gran ilusión es crear la Casa del Cuento. Llevo diez años de promesas de políticos que nunca se acaban de hacer realidad. Ya hay una casa comprada pero no está adaptada. Es como un bucle que está ahí y que estamos dando vueltas siempre a lo mismo. Esa es mi ilusión, tener una casa, un lugar donde estemos yo y el equipo que me rodea; porque solo no se hace. Así podremos imaginar y luchar de verdad por esta gran empresa que es este festival, el cual conlleva muchísimo trabajo. ¿Sientes la misma ilusión de hacerlo que como cuando empezaste? Si perdiese la ilusión por hacer el festival empezaría a pensar que debo comenzar a dejarlo, a pensar que otros deben continuarlo. Sin ilusión no puedes hacer que algo valga la pena y yo pienso que está inacabado todavía. Cuando llegue a culminar todo lo que yo quiero de esto a lo mejor empiezo a sentir que pierdo la ilusión de subirme a un escenario y narrar y recitar. ¿Cuál es el proceso de selección de los cuentistas? Al principio era difícil conseguir que viniesen los cuentistas, ahora tengo incluso que decir que no a la gente y que esperen a otro año. Hay personas a las que les he tenido 6


que decir que espere al 2019 o al 2020 debido a que hay muchos que piden y desean venir. En el proceso de selección voy buscando y mirando qué conviene. Si es hacer una oferta muy apropiada para bebés, para familias… No todos sabemos hacer lo mismo. Buscamos la diversidad, voy buscando y configurando un programa donde haya de todo, pero sobre todo estoy todo el día tratando de mirar. ¿Por qué Los Silos? La respuesta es muy sencilla: porque soy de aquí. Quise hacer algo por mi pueblo. Y también es por una cuestión de ideología, estoy cansado de que las ciudades capitalinas miren a los pueblos con cierto aire de superioridad. Incluso, se nota en los políticos cuando vas a pedir dinero, ya que no es lo mismo subvencionar un acontecimiento en Santa Cruz o en La Laguna, La Orotava o en el Puerto de la Cruz, o en alguna ciudad importante en el sur, de donde pueden sacar muchos votos, que en un pueblo como este que es uno de los más pequeños de la isla. Hay algo de ideología en eso y, por ello, hay que luchar. No todas las ofertas culturales interesantes son en las metrópolis y es necesario que se salga del centro y se visiten a otros sitios. ¿Cuando se empezó a realizar el proyecto hubo problemas para poderlo llevar a cabo? ¿La gente lo acogió? Los vecinos no creyeron en el proyecto hasta que no vieron que venía más público. Aquí hay espectadores que han venido incluso de Argentina, aunque parezca mentira, no a actuar sino a ver el Festival porque suscita un interés muy grande. Así se empezó a ver que esto era importante y poco a poco he ido involucrando a los del pueblo en distintas facetas. Además, se ha visto que esto revitaliza económicamente al pueblo. ¿Te dicen sus opiniones del festival? Hay quien te lo verbaliza y te lo agradece y te hacen críticas constructivas. Es decir, hay que escuchar, no someterte, tener una línea de actuación y de cómo construir, escuchar mucho y no decidirte a la primera según lo que dicen; pero sí reflexionar sobre lo que te llega y que no caiga en cajón roto. ¿Cuáles son las emociones que te suscita el festival de este año? Este es un año complicado por cosas personales, pero estoy muy contento. Hay un apoyo del público muy importante, y ayer tuvo una afluencia tremenda que influye en la calidad de los espectáculos y las sensaciones que me llegan de los visitantes. Los escucho mucho y siento cómo palpitan. Entonces, al oírlos te hace tomar el pulso. Yo creo que este año va bastante bien. Algo como este festival se convierte en parte de tu vida, no logras desprenderte de él fácilmente: forma parte de tu manera de ver el mundo, lo bueno es que somos un gran equipo y que sin toda la gente que tengo alrededor sería imposible.

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ANDRÉS GONZÁLEZ NOVOA: «NATURALICEMOS LA CONVIVENCIA ENTRE DIFERENTES» ADRIANA RODRÍGUEZ MARTÍN

Andrés González Novoa es un narrador y pedagogo enamorado de su profesión. Lleva participando 20 años en el Festival Internacional del Cuento de Los Silos. El pasado 7 de diciembre compartió un ratito de su tiempo narrándonos historias y explicándonos cuán importante es la educación y la cultura para todas las personas. En un inicio, nos pidió que lo tuteáramos, pero tratándose de la figura que es y de su calidad humanística, se nos hizo casi imposible. Creemos que esta entrevista no es digna de romancearla, ya que a un autor como este es mejor dejar que sus palabras, directas y sin transformaciones, lleguen al público del mismo modo que lo hizo en nosotras. ¿Cuál es su labor dentro del Festival Internacional del Cuento de Los Silos? ¿Qué cargo ocupa en su realización? No tengo cargo. Yo, desde hace 20 años, cuando Ernesto me invitó como becario inicialmente, lo que hago es ponerme al servicio del Festival en lo que él y el resto del equipo consideren. Sabemos el gran prestigio de este evento. ¿Cuándo empiezan a organizar las actuaciones y las ponencias que se desarrollan en él? Es decir, ¿cuándo comienza el trabajo duro de organización? Si te confieso la verdad, inmediatamente a que termina el festival. Podría incluso anticiparme a decir que Ernesto, a día de hoy, ya está pensando de qué va ir el próximo festival y en quién va a traer y está pensando en qué tipo de travesuras vamos a protagonizar. Es decir, pasamos ya todo el año trabajando en el evento. Centrándonos ahora en el tema, ¿de qué cuestiones se ocupa en el taller de Palabras prisioneras? Básicamente, de crear un espacio para la comunicación entre personas. La idea que me trasmite Ernesto, y que yo vengo desarrollando por otro lado, era la de dinamizar la institución penitenciaria a través de la cultura. Y siendo una de nuestras pasiones la literatura y las palabras, empezamos después de varios intentos entre el teatro, las artes plásticas, centrándonos en la narrativa por su limpieza y porque se convirtió en un vehículo maravilloso para que las personas recuperen la autoestima y la confianza. ¿Cuándo surge la idea de implicar a internos del Centro penitenciario Tenerife II en este festival? Yo creo que esto se lo debemos a Ernesto. Ernesto es la persona más generosa que he conocido y siempre que encuentra una oportunidad de poner el Festival al servicio de las personas, la aprovecha. Ernesto lleva muchos años trabajando en la institución penitenciaria, yo me sumo un poquito más tarde y es él quien propone la posibilidad de, 8


no solo ir nosotros a trabajar en la institución penitenciaria, sino de invitar a los penados a que puedan compartir con nosotros el festival y a participar de él. En resumidas cuentas, la idea y la promoción (perdona la redundancia) la propone Ernesto. ¿Qué crees que significa para ellos? Yo no sé lo que piensan cuando se suben al escenario, sé lo que pasa después y es que esto se convierte en un momento memorable. En el fondo, si miras tu vida o la de cualquiera, cuando llegas a tener 70, 80, 90 años, lo único que te vas a llevar a la tumba son momentos memorables. Ya lo decían grandes poetas, al final nos quedamos con esos instantes. Nuestra obligación moral y nuestra vocación profesional tiene que ver con ofrecerle a las personas momentos que le sirvan para enfrentarse a las tempestades de la vida. De eso trata Palabras prisioneras. Con Cuentos Sin Fronteras vemos que se intenta llegar a las personas que no son el público habitual de esta celebración. ¿Cree que la literatura desarrollará en ellos nuevas conductas o unas mejores habilidades para el aprendizaje? ¿Cómo te llamas? Adriana. Adriana, creo que nos hará mejores personas a nosotros. Creo que hablar de Cuentos sin Fronteras tiene que ver, porque Ernesto y yo estamos convencidos desde hace mucho tiempo, de que trabajamos por, para y con personas. Mi profesión, la pedagogía, tiene una vocación muy clara de destrucción de etiquetas, de aniquilación de prejuicios. Trabajo con personas. Porque, además, como pedagogo, soy la última línea de defensa del derecho de la educación universal. Creo que todas las personas tienen derecho a la educación, todas las personas tienen derecho a la cultura y no hay ningún eximente, ninguna etiqueta, ningún prejuicio. De esa índole creo que este tipo de eventos no buscan únicamente que la persona que se siente marginada se encuentre mejor, que también, sino, sobre todo, el hecho de que naturalicemos la convivencia entre diferentes y que empecemos a entender que el mundo precisa de tantos colores. Lo otro siempre ha conducido a la historia a los 9


fascismos. Sabemos que ha participado en más festivales relacionados con la literatura como, por ejemplo, en Verano de cuento, en El Sauzal. ¿Cree que este tipo de iniciativas acercarán aún más la literatura a las personas? Es nuestra vocación. Nuestro empeño es que la cultura llegue a todo el mundo. Y dirán «¿por qué?». Pues por una historia muy sencilla que leí hace tiempo del editor de Dickens. No sé si conocen esta historia, pero imagínense el Londres del siglo XVIII, en la que miles de niños mueren de frío y de hambre en las calles y, de repente… Quiero que se imaginen ese Londres con la niebla de la mañana. Y suena la sirena del barco que viene de Manchester, el vapor, que atraca en el muelle y se escucha la pasarela de madera que cae sobre el muelle y unos pasos. De repente, entre la niebla, entre los callejones, empiezan a aparecer niños y niñas harapientos, todos pegados, como una gran hilera de miles de almas que siguen a ese señor como los niños a Hamelín. Y, de repente, ese señor que ya conoce el ritual, rompe el paquete que lleva en sus manos y saca un facsímil y comienza a leer mientras camina dirigido hacia la librería. Y esas palabras que escuchan los primeros niños y niñas son susurrados a los niños que vienen detrás y así se crea una gran historia que va corriendo por todo Londres. El señor está leyendo el capítulo XIX de Oliver Twist. Y esas niñas y esos niños no sienten ni menos frío ni menos hambre, pero compartiendo las historias del pobre vagabundo sienten esperanza. Decía Lorca hace mucho tiempo que, si tuviese que pedir, mendigar en la calle, no pediría un pan, pediría medio pan y un libro. Yo creo que de eso se trata lo que hacemos. Cuando usted narra, ¿crea un personaje aparte de sí mismo? No, es diferente. Yo vengo del mundo teatral, por lo tanto, me pasé muchos años justamente haciendo todo el trabajo actoral, creando un personaje, trasladando mis emociones y las tensiones al personaje, de conocer y comprender los pensamientos, pero no. Lo dije en la introducción de hoy de Palabras prisioneras. En la narración lo que he aprendido, tanto en el mundo árabe como en el oriental, tanto Japón como en Marruecos, como América Latina, es el arte de la desaparición. Para mí, el gran objetivo cuando cuento una historia es que se olviden de mí y solo se acuerden de la historia. El mejor piropo que me han echado alguna vez es: «Escuche tal cuento en tal plaza, me emocionó» y que no se acuerden de mí ni de mi nombre. Me pongo al servicio de la historia. Creo que cuando narro lo que intento, sencillamente, es poner mi cuerpo y mi voz de la forma más neutral, sencilla y ajustada al servicio de la palabra, de la historia, y que sea la historia la que salga y que sea esta la que llegue a los oídos del público.

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PALABRAS SIN CADENAS CARLA RIVERO Desde hace unos veintiún años, habita entre palmeras y plataneras un valle cercano al mar en el que se mece la fantasía de los cuentos. Allá, en el norte, tocando el extremo occidental de la isla de Tenerife, se celebra el Festival Internacional del Cuento de Los Silos, que obedece a los designios de los sueños durante cuatro días plagados de cuentistas, escritores, narradores y oídos ávidos de volar un poco más. El recorrido comienza paseando alrededor del ogro e hipogrifo gigantes que custodian la entrada del casco antiguo, donde más tarde, en su interior, se leerán historietas a los más pequeños. Adelante, precedido por un pasillo de duendes artesanos que colocan sus puestos a un lado de la calle para vender con ropajes coloridos lo que han hecho con sus propias manos, se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de la Luz, blanca e impoluta, que se erige frente al antiguo convento de San Sebastián. En su interior, se ubica un patio de recitales que huele a madera, próxima a la plaza bulliciosa y al Ayuntamiento, que vigila atento a la chiquillería que viene y va. Bajo el molino de agua se iluminan los jardines en un jueves de viento frío y cielos abiertos, y sobre el escenario recita un cuentista que habla sobre un león que no sabe leer ni escribir y que está enamorado, para su calamidad, de una leona culta a la que desea mandar una carta de amor. Llega la hora del almuerzo y los actos se quedan quietos entre las guirnaldas que van de farola en farola. Por fin, son las 16.00 h y llega el momento esperado: Palabras prisioneras, un acto realizado por los reclusos que se encuentran en el Centro Penitenciario Tenerife II y que tendrá lugar en el salón de actos del Centro de Salud. Los internos se preparan para el acto, visten de calle y se convierten en los artistas expresos de la velada. Andrés González Novoa, uno de los profesionales encargados de llevar a cabo este taller junto a Ernesto R. Abad, les interpela minutos antes: «No les voy a pedir lo que ni siquiera le pediría a un profesional. No somos perfectos. No somos robots. La perfección ha sido un producto plástico inventado por Hollywood, así que vengan aquí y disfruten». Asienten y sacan las hojas, escritas a mano o a máquina, dadas por 11


compañeros que no pudieron venir y suyas para el momento crucial. Las cortinas negras y los asientos que se ubican en la sala en forma de embudo están preparados para acoger al recital y, poco a poco, ocupan su lugar quienes se encontraban hasta hace apenas unos instantes haciendo cola en la puerta del edificio. La marea se confunde con las dos primeras filas, donde ya estaban sentados los compañeros. Se llena y los rostros escalan entre generaciones: pequeños, grandes, jóvenes, arrugados o no, se quitan los abrigos que dejan sobre sus regazos y se acomodan para la hora viniente. Habla Ernesto R. Abad, director y fundador de las jornadas, y lo siguen las palabras de Sergio Andricaín, escritor cubano, quien lee un cuento sobre aquel unicornio, tal vez ya no tan azul como el de Silvio, a quien en el recuerdo llevará. Le escribe a ese amigo que es aún un niño, a ese que conserva la inocencia de los años, ya que, como sabemos, «los adultos ya están hechos». Novoa les despide con unas últimas palabras, muy breves y sentidas, «sois vosotros y vosotras los que me habéis hecho libre». Libres para expresarse. Como ocurre con estos catorce relatos que han sido escritos en el encierro que una mala decisión, una tragedia llevó, o, como dice uno de los participantes, «por no saber decir NO». Hechos que recuerdan que nadie está libre de pecado, que, de alguna forma, ellos podrían ser cualquiera de los presentes. Las voces se suceden, una cuenta su travesía desde el Puerto de Colón hasta La Palma y esboza a la Isla Bonita «impregnada de polvo al amanecer» gracias a Los Indianos y sus fiestas, recuerda que se convirtió en la aventura de una barquilla que partió aquella mañana lejana. Otras manos le escriben una epístola a su hija, que le perdone pide el padre; y otro es el que rememora el nacimiento de su pequeña más allá de Los Gigantes, en una madrugada temblorosa que aún siente. Resuena el barranco de Dos Aguas en las palabras de la infancia que dibuja uno de los prisioneros, de cómo su cauce resonaba y «te arrastraba con la fuerza de los titanes». Recitan voces temblorosas, a las que les cuesta pronunciar. Están nerviosas, y, a un mismo tiempo, denotan una preparación somera. Algunos se presentan, otros no, llegan, saludan y dan las “gracias” al bajar del escenario. Entran en orden mientras Novoa los escucha sentado en la escalerilla, y vuelven a ser parte de la comunidad dentro de estas cuatro paredes. La velada va llegando a su fin, los aplausos se suceden generosos y cálidos, y se acercan a recoger con cariño los relatos regalados. Han dado sus historias personales, de vivencias e imaginaciones, sensaciones, pérdidas y de agua. En el adjetivo, el sustantivo, la construcción sintáctica vuelve a encontrar la brisa del mar sobre su cara, tal y como lo demuestran los lugares geográficos específicos que detallan.

Y se suben en tropa a la tarima, se inclinan ante los aplausos, y sonríen. Es la maravilla de la liberación de las palabras.

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UN PASO MÁS HACIA LA LIBERTAD PAULA Mª PEÑA SUÁREZ El evento Palabras prisioneras se celebró este miércoles, 7 de diciembre, con motivo del XXII Festival Internacional del Cuento de Los Silos. El acto tuvo lugar en el salón de actos del Centro de Salud de este municipio a las 16.00 h. El salón acogió a un gran número de personas como cada año, ya que la entrada era libre. Este proyecto tiene como objetivo recoger la experiencia literaria con internos del Centro Penitenciario de Tenerife II. En concreto, este año estuvieron presentes en el acto trece internos de la cárcel tinerfeña. Esta apuesta personal de Ernesto Rodríguez Abad, director del festival, tiene ya tres años de experiencia. Esta iniciativa nace a partir de los talleres de escritura narrativa que el literato imparte en la cárcel desde hace varios años. A cargo de este proyecto se encuentra además el pedagogo Andrés González Novoa, junto a todo el profesorado del centro penitenciario. Novoa quiso dedicar unas palabras a los internos, antes de que empezaran a recitar: «A lo largo de este tiempo, sois vosotros y vosotras los que a mí me habéis hecho libre». Por otro lado, Ernesto Abad manifestaba lo siguiente: «Para mí lo importante de trabajar en la prisión no es llegar a trabajar la calidad literaria, ni a descubrir un gran escritor o escritora, sino a trabajar emociones, a que ellos puedan sentir que tienen voz. Le ofrecemos una libertad para escribir y eso les llega mucho». A partir de las nociones que adquieren en estos talleres sobre cómo escribir y cómo narrar, los internos plasman su propia historia. De esta forma, crean y ponen voz a sus inquietudes en forma de cuento o poema. La mayoría de ellos encontraron la inspiración en las vivencias del día a día y en sus propias reflexiones. Como invitado especial, este año contaban con la participación del escritor y periodista cubano Sergio Andricaín. Su fundación Cuatrogatos es uno de los blogs de literatura infantil y juvenil más importante en estos momentos a nivel internacional. Además, el escritor le otorga un poder terapéutico a la palabra, ya que a nivel personal le ha ayudado mucho al igual que la lectura: «Me hizo creer, entender mi realidad». Para finalizar su discurso, Andricaín recitó La pradera de los unicornios, uno de los poemas de su libro infantil Libro secreto de los duendes. Por otro lado, es importante señalar que no todos los internos que participan en el taller pueden posteriormente recitar en Palabras prisioneras. Esto se debe a que el Ministerio de Interior es la entidad que concede los permisos para la participación en el acto. Lucía, Del cielo al infierno o Una madre, un hijo son algunos de los títulos de los poemas y cuentos que han recitado los presos y que han estado trabajando a lo largo de 13


estos casi dos años de taller. Algunos de ellos fueron narrados en boca de sus protagonistas. Sin embargo, otros lo fueron por representantes que acudieron al acto en nombre de aquellos presos que no obtuvieron el permiso para presentarse o que ya están en libertad. Al concluir el acto, todos los internos se mostraron especialmente agradecidos por la acogida que habían tenido. «Lo más emotivo del día ha sido cuando todo el mundo se ha levantado y ha aplaudido. Ha merecido la pena venir», decía uno de ellos conmovido. «No nos esperábamos que hubiera tanto público», comentaba una interna. Los internos afirman que ha sido un proceso costoso para llegar hasta ahí, pero que lo han disfrutado mucho. «Te vas soltando y soltando y vas creyendo más en uno mismo. Al principio no te vez capaz de hacer lo que hemos hecho en el día de hoy». Además, manifestaron sus ganas de seguir escribiendo a partir de ahora. «La lectura para nosotros es muy poderosa porque nos hace salir de donde estamos a través de la imaginación de y de la fantasía de los libros». También agradecen todo el apoyo recibido por parte de los profesores y de la trabajadora social del centro, quienes les han brindado esta oportunidad de formarse. Una ocasión que aprovecha uno de los participantes para «poder decirles a jóvenes que han estado aquí nuestras vivencias para que a lo mejor alguno de ellos no cometa el error que nosotros hemos cometido». Asimismo, se suma uno de sus compañeros que, agradecido, añade: «El tener la oportunidad de salir, que sea un día diferente para nosotros. Romper con la rutina». Al final de la entrevista, uno de los internos quiso añadir que «muchas veces las personas se hacen una idea estereotipada de lo que es una persona que está presa. Quizás por desconocimiento, pero entrar en prisión le puede pasar a cualquiera y está claro que te cambia la vida totalmente». Por esta razón, para ellos es realmente gratificante que la gente los acepte y que quieran compartir esos momentos con ellos. Este proyecto, que dentro del festival ya es un clásico, no deja indiferente a nadie. Pues año tras año escritores, vecinos y amigos siguen acudiendo al acto y emocionándose con los testimonios de vida que allí se presentan.

«La lectura para nosotros es muy poderosa porque nos hace salir de donde estamos a través de la imaginación y de la fantasía de los libros»

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LAS HISTORIAS CURAN SARA TOJ PÉREZ Tras una larga espera, Mohamed Hammú llega a nuestra entrevista. En uno de los despachos del Ayuntamiento del municipio de Los Silos, en Tenerife, comienza nuestra charla. Le ofrecemos una silla, pero él prefiere sentarse en lo que parece un asiento anexo a una ventana, típica de las casas con varios años de antigüedad. Con una gran sonrisa, nos pide disculpas por haber llegado tarde a nuestra cita. Como se suele decir, no podemos empezar una casa por el tejado. Así que lo primero que quiero saber es cómo nuestro protagonista terminó dedicándose a su oficio: narrador de historias. «Por una casualidad». Pronto, Hammú rectifica. Y es que, en África, dicen que las casualidades no existen, sino que tienen una razón. A esto lo llaman Maktub, «lo que estaba escrito». Estaba predestinado que nuestro protagonista dejara en un segundo plano la traducción y la interpretación y se dedicara a la narración. La insistencia de unos amigos que necesitaban un narrador fue el origen de todo. Los diez días que había pensado dedicar a narrar historias se convirtieron en veintisiete años. Aquello que comenzó como una afición es ahora su oficio. ¿Las primeras veces que narró historias? «Con mucho respeto. Respeto no por el miedo escénico, sino porque era mi tradición y no quería, como traductor, ser un traidor de la tradición». La mayoría de las historias que cuenta las ha conocido gracias a las mujeres, pues «no existen hombres con la paciencia de transmitir». Aquellas historias que, sobre todo las ancianas, le transmitían no eran simples cuentos, no eran historias que servían para entretener. Tenían muchísimos valores. Por eso, como Hammú respeta tanto esta tradición y cultura, hace todo lo posible para que lo que comunica sea transparente. Él no comunica historias para divertir ni para que lo recuerden por ello; quiere que sean el origen de una reflexión, de un aprendizaje. «A veces, la gente no se acuerda de quién contó la historia, pero sí se acuerda de la historia». Todas estas narraciones funcionan igual en los diferentes lugares del mundo. De ahí nace Cuentos sin fronteras. El narrador empieza a trabajar en este proyecto desde la globalización. Para él, es una gran oportunidad, pues se puede llegar a muchos más lugares. Además, el objetivo principal es trabajar con zonas poco cercanas a las ciudades para devolver a sus historias al punto de origen: los pueblos. Entonces, ¿por qué Cuentos sin fronteras? «Porque nunca he creído que los cuentos son de un lugar en concreto». Mucha razón tiene en sus palabras. Cuando Hammú contó una vez cuentos bereberes en los Andes, los oyentes le dijeron que esos no eran cuentos de África, sino de allí. De esta forma, nuestro protagonista se dio cuenta de que existe una grandísima cantidad de paralelismos y similitudes entre todos nosotros. Las historias no 15


tienen fronteras y no importa dónde se cuenten, el idioma o la cultura, porque los humanos las entenderemos.

«A veces, la gente no recuerda quién contó la historia, pero se sigue acordando de ella» Por todo ello, Cuentos sin fronteras va dirigido a todos los públicos. En Occidente se clasifica mucho a las personas, ya sea según las edades, el nivel educativo. Esto, según nos cuenta, no existe en África. «Allí es el ser humano el que me está escuchando y ya está. Si tiene 7 años, pues tiene 7 años. Si tiene 90, pues 90». No es partidario de transformar las historias para que, por ejemplo, el que tiene 7 años entienda la historia igual que el que tiene 90. Cree que así la historia perdería su esencia. Hammú participó en el acto de Cuentos sin fronteras el pasado martes 5 de diciembre en el Festival del Cuento de Los Silos. Por eso, quisimos conocer cómo había sido la experiencia. Para él fue un acto hermoso. El público no le aplaudió, sino que se acercó a él y lo abrazó. «Cuando se trata con personas con cierta discapacidad, se baja el nivel de desarrollo, y creo que es muy peligroso porque a lo mejor no entienden una cosa, pero las emociones sí las pueden recibir bien». El narrador cree que cuando cuenta historias a personas con algún tipo de discapacidad, lo que realmente le transmite son emociones, lo más importante para él. A menudo trabaja con niños gitanos, los cuales cuentan con diversas carencias, sobre todo, afectivas: «Son niños que no están pidiendo más que atención. Además, esa historia que les estás contando les está haciendo que viajen a un universo que no es factible en su entorno. Es lo más maravilloso que puede suceder». Nuestro protagonista se despide de nosotras. Mi compañera y yo le damos las gracias, una vez más, por habernos regalado unos minutos de su tiempo. Su sabiduría y sus reflexiones han removido nuestros sentimientos. «Las historias no son efímeras, nosotros sí. Nosotros somos unos pasajeros. Estamos aquí de paso y ya está. Pero las historias no. Hay historias que yo cuento que tienen más de cuatro siglos y siguen contándose. Ese es el gran misterio: ¿por qué no han desaparecido? ¿Por qué? Porque es la esencia. Sin embargo, de quién la contaba no se acuerda nadie».

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DEL CIELO AL INFIERNO NAYRA R. GONZÁLEZ De la mano del director y fundador del Festival Internacional del Cuento de Los Silos, Ernesto Rodríguez Abad, y bajo la que Gabriel García Márquez considera la profesión más bonita del mundo, como es el periodismo, me he introducido y dejado llevar en un acto que sin duda me ha dado alas para poder volar.

¿Y si la vida te pone a prueba y tú eliges el camino equivocado? Debes saber que nunca es tarde para aprender a bailar sobre la lluvia, nunca es tarde para recibir el abrazo de una hija o de una madre, nunca es tarde para volver al cielo y coger los mandos de ese avión al que llamamos vida, pero sobre todo nunca es tarde para quien sabe esperar. Detrás de cada historia que he escuchado veo una mirada sincera, un padre arrepentido, un escritor al que no han sabido sacar su potencial. Veo una niña soñadora a la que la vida no le ha ido bien, veo a una madre, una hija y una mujer. Veo a los más revolucionarios, a unos luchadores, pero sobre todo cuando cierro los ojos y escucho, escucho palabras sinceras. Y sin dejar de ser sinceros, debo reconocer que de camino a este acto los nervios y la ignorancia eran los protagonistas de mi ser. Puestos a reconocer, he de decir que en mi cabeza solo había prejuicios, que ignoraba lo que podría significar la palabra libertad hasta que, de la mano de los internos del Centro Penitenciario Tenerife II descubrí, lo que no era.

Un acto que les ha dado a los internos la libertad que tanto añoran, dejando presos de sus palabras al público asistente Por mi parte, solo queda añadir que no te fíes de todos aquellos que te hablen de este mundo sin llevar en sus ojos alguna que otra lágrima, no escuches a esos otros que cogen el mundo por montera y se creen que encima de ellos solo hay estrellas. Párate a 17


escuchar a los que reconocen sus errores, a los que la desesperación les jugó una mala pasada o a los que la ambición les impidió tocar la luna; estos son los que te van a contar cómo es la vida, sigue solo a esos, a los que tienen más cosas por enseñarte de las que tú te podías imaginar.

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UN TERROR CONCIENCIADOR SAMUEL LÓPEZ ALBA MARICHAL DANIEL MARTÍN IBALLA JORGE LAURA MARTÍN CAROLINA MÉNDEZ

Con el frío del invierno, el Festival Internacional del Cuento de Los Silos, como cada diciembre, aterriza en el municipio norteño que le da nombre. Las calles empedradas del casco se llenan de color, ruido e historias durante cinco días mágicos. Los más pequeños corretean en la plaza de la Luz, girando y girando alrededor del quiosco central. Los balcones se convierten en protagonistas y, las voces, llegadas de distintas partes del mundo, llenan con palabras los salones que antes habían estado vacíos. El murmullo de la gente y los cuentos nutre la ilusión de un pueblo que los espera impaciente. Cuando cae la noche, solo algunos valientes y curiosos merodean aún por la placeta de la Constitución, muy cercana a la anterior, que durante el día había estado llena de historias. La noche es el espacio donde el terror se hace arte; el arte, cuento; y el discurrir tiene como escenario un espacio único. En una de esas transitadas calles se encuentra Ernesto Rodríguez Abad, director del festival. Confiesa que nunca ve los espectáculos y que los vigila desde fuera. Este año espera más que nunca las reacciones del público porque sabe que la temática elegida ha sido muy arriesgada. «Estoy cansado de la idea de que el miedo se tiene solo a los muertos. Yo no le tengo miedo a los muertos. Creo que sí hay verdaderos miedos, como el miedo social o el miedo a lo que le puede pasar a nuestra tierra si la destruimos.» Este miedo social le ha llevado a escoger la contaminación producida por el plástico como temática de ArteTerror. «Tengo miedo a que el plástico nos invada, a que se destruya la naturaleza, a que de verdad venga una ola de plástico y nos destruya. Y eso causa miedo a la sociedad, un miedo más psicológico, un miedo que te obliga a reflexionar el día siguiente». El grupo esperaba impaciente su turno. Las campanas de la iglesia de la Luz comenzaron a sonar. Eran las doce, había llegado el momento. Se adentraron en la casa, un lugar que los mantuvo en alerta continua. «Uno, dos, tres, cuatro…, uno, dos, tres, cuatro…, uno, dos, tres, cuatro, cinco…,» repetía cíclicamente aquel joven acercándose cada vez más al grupo. De repente, una voz lo interrumpió. El público sobresaltado vislumbró algo que se habría paso entre la nada: un cuerpo amorfo y atrapado que les hablaba. La voz, que antes fue como ellos, les advirtió de lo ocurrido. Recordó entre sollozos aquella ola de basura que cubrió el mundo y que acabó con todo, aquella ola que lo dejó atrapado. El diálogo entre los dos 19


personajes se volvió más tenso y la voz les advirtió que se alejaran de aquel joven que los observaba con la mirada perdida, y que al mismo tiempo los invitaba a abandonar la casa. Entonces, salieron. Mientras tanto, alguien ya aguardaba impaciente en su puesto. Agustín Henríquez, regidor del ArteTerror, es la espina dorsal del espectáculo en el que se adentraría ese tumulto de gente. Nos cuenta que la primera idea del espectáculo surge al acabar el festival anterior, en diciembre del año pasado. «El texto está finalizado antes de verano, en la época de mayo-junio. Se da una revisión, se planifica todo a nivel teórico y ya se les pasa a los actores». ArteTerror es de las funciones con mayor número de pases del festival, y Henríquez admite que la presión y la responsabilidad siempre están presentes. «Ernesto siempre dice que en el teatro es tan importante el actor, como el utillero, como la gente que viene a verlo; entonces, por volumen tienes la responsabilidad de que salga bien. Creemos que sí, que hay presión. Es un aliciente, nos ayuda». Este año, el espectáculo ha sufrido un giro bastante importante respecto a otros años. «Quizá nos diferenciamos un poco del terror clásico en que esto no es la Casa del Miedo. Hay algunos sustos puntuales… pero la base es el texto. Es lo más importante y lo que queremos potenciar». Caminaron hasta el final de la calle El Olivo y, poco a poco, se fueron alejando del casco del municipio. La luz fue disminuyendo en el trayecto hasta que la oscuridad invadió a los asistentes que tuvieron que continuar el camino ascendente entre plataneras. Tras unos minutos andando, la luz de la luna dibujó cuatro siluetas en la lejanía. Eran los timoneros. Detrás de ellos, se distinguía una cuadra con la fachada blanca presidida por un gran portón verdoso. Cada uno de los timoneros portaba una cuerda con la que invitaron al público a enredarse. Los hilos los separaron en cuatros grupos mientras que aquellos personajes parafraseaban a Lorca. «Para buscar mi infancia, ¡Dios mío!, comí naranjas podridas, papeles viejos, palomares vacíos». Tiraron de la cuerda, los acercaron al portón y los introdujeron en el último escenario. Miles de botellas conformaban varios nichos de plástico que, a su vez, dibujaban un semicírculo. Entre la incertidumbre, el desconcierto y la curiosidad de los espectadores, los timoneros dirigieron a sus invitados a estos nichos donde los espectadores serán los que caben sus propias tumbas. Los timoneros se quitaron la capa y el sonido de sus ropajes de plástico introdujo a los espectadores en situación. Comenzó a sonar una flauta, sus notas musicales y las risas intrigantes de los intérpretes se adueñaron del ambiente. El espacio era único; en una zona más elevada se situaba la cantante y flautista, y, al lado de esta, un enmascarado controlaba el juego de luces y las proyecciones visuales que se iban sucediendo y que aportaba un carácter funesto al ambiente. Las luces tenues y la música de misterio ponían al público en tensión desde que entraban. Josimar López, técnico de sonido y luces, era el encargado de esta tarea que ayudaba a trasmitir miedo a los espectadores. López se mostraba alegre de formar parte una vez más de este espectáculo, a pesar de confesar que su tarea era complicada. «La experiencia es buena. Una experiencia bonita ya que el montaje es difícil, muy sincronizado todo, pero bien, la verdad.» Además, asegura que este año es un buen cuento por la temática y la forma en la que se trata, «…ha sido más teatralizado, más en formato abierto, que ha estado, desde mi punto, de vista bastante bien». El técnico durante la obra no pierde ningún detalle para poder desarrollar bien su función. «Nosotros, los técnicos, vamos siguiendo un guion y nos ceñimos a él, en el que ya está todo en escenas grabado, y vamos pasando escenas y se va ejecutando la cadena de luces. Y en sonido… pues, si lo hacemos manual, también, siguiendo el guion; no está 20


en timeline de tiempo, pero sí que vamos con el guion en mano». «¿Están cómodos? En un instante acaba todo. Luego, nada. Seremos pastos de nuestros sueños, pesadillas, una alfombra azul de ratas muertas…», comenzó imponente una voz de extraña procedencia. «Ya no pueden moverse. No pueden levantarse ni salir. Este es el mundo que han creado». Tras la voz, el maestro de ceremonias, que había permanecido expectante ante la entrada de sus invitados, tomó la palabra y les aseguró que serían sus timoneros quienes los guiarían en este viaje en el que «no habrá nueva noche, ni estrellas». El ambiente se desarrolló entre el temor de la historia y los sustos. Uno de los timoneros con la sonrisa entre dientes, exaltó: «Cada uno en su nicho, dóciles, oliendo su propia basura». Los timoneros advirtieron a los asistentes de la «ola de plásticos sucios y putrefactos» que los cubrirá. «La basura nos sepulta, se queda adherida a la piel». La crítica a la sociedad por la contaminación del plástico se entremezcló con narraciones de los timoneros en las que reflejaban sus más profundas pesadillas. Las historias de terror envolvieron a los invitados. Los asistentes hicieron propias sus pesadillas. Una de nuestras guías, vestida con atuendo de plástico, nos narró una de ellas. «…la noté en la punta del pie, era pequeña como aquella araña que había tragado hace años. Subió por todo mi cuerpo, la notaba por mis extremidades; la sensación era clara, no podía moverme». El público se estremecía ante el relato y aguardaba expectante la aparición del arácnido. Buscaban sobresaltos, que floreciera el terror en sus pieles. Pero el cometido de los timoneros no era ese, su objetivo era la transmisión de un mensaje concienciador mediante un mundo onírico, surrealista. Una de las piezas clave para transmitir el relato son los actores, ya que son los encargados de reproducir y transmitir la historia y los sentimientos que se narran en ella. Anna Larat-Lini, una de las actrices protagonistas este espectáculo, explica que la temática está pensada para causar un miedo diferente. «La historia causa un terror más psicológico, hay que dejarse llevar por ese mundo onírico y surrealista, a lo mejor mientras ocurre no te enteras de todo, pero después vas haciendo un hilo de lo que has visto. Es el tipo de teatro que más me gusta». «Mi papel es el mismo que el de mis otros compañeros, somos cuatro timoneros, como una guía para la gente, para ayudarlos a entender y percibir las cosas que ocurren en su subconsciente y que ellos no se atreven o no llegan a ver. Estamos aquí, en esta zona que es como una recepción con el maestro de esta ceremonia que celebra una gran fiesta». Los timoneros tendieron un velo de plástico delante de cada nicho, dejando atrapado a los asistentes dentro de su sepulcro. «Abran la puerta» gritó una de las timoneras. Transcurrido un tiempo, volvieron a levantar el velo y los invitaron a levantarse. Desde lo alto del escenario, la voz de la joven, que antes había tocado la flauta, comenzó a 21


deleitar al público con Lascia Ch'io Pianga. Abandonaron aquel espacio y caminaron serenos hasta su destino. Un destino lejos de la ignorancia y una vida banal, concienciando sobre la ola de basura que un día podría sepultarlos de forma drástica. Los asistentes de Arteterror son en gran parte residentes del norte de Tenerife. Muchos de ellos ya han acudido a este festival en años anteriores. Una parte del público coincide en una falta de «miedo» o «sustos» en el espectáculo; y afirman que «al salir de la nave esperaban algo más. Falta un final que cierre o un poco más de terror». Sin embargo, toda la audiencia entrevistada coincidía en la sorpresa al ver el lugar en el que se desarrolla la acción. Muchos han afirmado que «el escenario está muy trabajado». Del mismo modo, los asistentes han comentado el buen trabajo de los actores, «estaban muy metidos en su papel». Como hemos dicho anteriormente, Rodríguez Abad, director del festival y de este espectáculo, apuesta por un terror más psicológico, orientado hacia el teatro. Arteterror rompe con los esquemas del «clásico miedo de circo». La intención última del espectáculo es hacer pensar al espectador. Esta obra va dirigida hacia la reflexión y no al miedo clásico que demandan algunos de los espectadores. Acabado el pase, otro grupo se aproximaba al comienzo, aún sin conocer el monstruo que ellos mismos estaban alimentando.

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FERIA DEL LIBRO: LA MAGIA LLEGÓ A LOS SILOS NAYRA VILLANUEVA YANIRA RODRÍGUEZ ANDREA SAN JUAN SALIMA SAID ANABEL SÁNCHEZ

Este pueblo lleno de encanto acogió del 5 al 9 de diciembre la XXII edición del Festival Internacional del Cuento. Entre las múltiples actividades de las que se pudo disfrutar durante estos cuatro días, la feria del libro fue una de las piezas fundamentales. El antiguo convento de San Sebastián fue la sala de reunión donde se juntaron todos los libros donados por las tantas librerías existentes en la isla; cada una, con su sello. Además, alumnos en prácticas de la Universidad de La Laguna apoyaron la feria a través de talleres lúdicos con los más pequeños. Omaira Afonso, trabajadora de la Biblioteca Municipal Adrián Alemán de Armas de La Laguna, nos adentra un poco más a este pequeño rincón que a su vez se vuelve tan grande. Comenzó en el Festival de Los Silos desde la taquilla. Ese fue su primer trabajo allí. Aproximadamente, cinco años después, se convirtió en la coordinadora de la feria del libro, por su cercanía a las bibliotecas y la literatura infantil. Su enorme pasión por los libros es lo que la llevó a enamorarse de este festival. El ambiente, la gente, y ese ir y venir de cuentos la enamoró por completo. «La feria del libro puede llegar a ser uno de los puntos fuertes de este festival, ya que se ha convertido en un espacio de reunión», afirmó Omaira. En este espacio, los niños y padres comparten lecturas. La gente se reúne dentro de la feria a hojear y a encontrarse con historias fuera de la actividad que hay de cuentacuentos, talleres, ponencias, presentaciones de libros, etc. Además, la librera declaró que, al fin y al cabo, cuando un contador narra una historia, llega desde él, pero las personas que acuden a esta feria son ellas mismas las que buscan los libros y se encuentran con las historias de manera autónoma. Pese a que, para Omaira, el Festival del Cuento seguiría existiendo sin la feria del libro debido a que la tradición oral sigue siendo el origen de todos los cuentos, considera que la ilustración y el papel de los ilustradores sigue siendo una pieza clave en el festival. Aparte de los miles de libros que pasan por la feria, el Festival del Cuento ofrece talleres, cuentacuentos, presentaciones de libros, mesas redondas, y espectáculos tan alucinantes como el ArteTerror. El miércoles, día 6, transcurrió con fuerza, segundo día de festival y festividad nacional. Entre las numerosas actividades a las que pudieron acudir los asistentes, destaca el taller de Poesía visual de Noemí Villamuza. Este tuvo lugar a las 12:00 h la sala de Historia del antiguo convento de San Sebastián. Noemí Villamuza, ilustradora palentina de libros infantiles, acudía por primera vez al Festival del Cuento de Los Silos. Villamuza, cuya especialidad siempre ha sido el diseño gráfico, nos relataba que ya conocía este evento. Todo ello, gracias a dos amigas de Barcelona, una maestra y otra cuentacuentos, que le hablaron mucho de Los Silos. Este año, la palentina ha acudido al festival en calidad de ilustradora, así como para presentar el libro El príncipe durmiente. Como nos adelantaba la ilustradora, esta obra está ambientada en una muchacha que 23


espera desconsoladamente a que despierte de un sueño profundo su príncipe durmiente. Una vez despierto, la luna lo atrapa sin que la pequeña se dé cuenta… Noemí Villamuza empleó toda su creatividad para representar esta historia al detalle, una labor bastante complicada que no deja indiferente a nadie. Además, afirmó que quiso dedicarse a los cuentos infantiles gracias a uno de sus profesores de Bellas Artes. Por otro lado, su elección se vio influenciada por descender de una familia donde había muchos niños, un aspecto fundamental que la llevó a dedicarse al mundo del cuento. Hoy en día, Noemí Villamuza es una ilustradora muy reconocida. La jornada continuó con la presentación del libro La tinta oscura y otros relatos de terror. Con la participación de su autor, Ernesto Rodríguez Abad; su ilustrador, Luis San Vicent; y Fanuel Hanán como moderador. Se celebró en el antiguo Convento de San Sebastián, precisamente en el «incón de lectura que acoge la feria del libro, donde adultos y pequeños pueden compartir momentos mágicos adentrándose en uno de los tantos libros que allí se encuentran. El venezolano Fanuel Hanán comenzó la presentación del libro conformado por seis relatos de terror que recogen las pesadillas y miedos más comunes entre nosotros. Sus intervenciones a lo largo de la conversación se basaron en preguntas dirigidas tanto al autor como al ilustrador a modo de entrevista. Lanzó su primera pregunta a Ernesto Rguez. Abad: «¿Cómo surge la idea de La tinta oscura?» «Comencé recopilando los textos de mis noches de terror del festival. Al principio decía que escribía terror porque era lo que a la gente le gustaba, pero después fui sincero conmigo mismo y admití que me encanta el terror… Y si me encanta, ¿por qué no voy a hacerlo? Así fue como redacté de una forma más literaria esas historias que hoy dan lugar a este libro», afirmó el escritor y cerebro de este festival. Añadió un agradecimiento al ilustrador que da vida a sus obras y con quien demuestra tener muy buena relación. Terminó su primera intervención contagiando la risa a los asistentes al admitir que había relatos que no había querido volver a leer por el miedo que transmitían.

Ernesto Rodríguez Abad: «He trabajado muchísimo el terror y poco a poco me he dado cuenta de que quiero hacer un terror más psicológico, de las fobias…» El moderador se dirigió hacia Luis San Vicente y le preguntó: «¿Cómo se elige una sola ilustración que sea capaz de representar todo un universo?» Para crear ilustraciones, Luis contó que lee los relatos con la mente completamente en blanco. El reto para él era reflejar en una imagen un avance del contenido de los cuentos sin contar la historia. A modo de anécdota, comenta que para conseguir enganchar con las imágenes al lector ilustró de la forma más realista y asquerosa las cucarachas protagonistas de uno de los relatos. Mostró al público las imágenes, que causaron muecas y caras de asco en las primeras filas.

Luis San Vicente: «Hay pinceladas de la tradición mexicana en mis ilustraciones. Es de dónde vengo, y tengo mentalizada la representación de la muerte». Posteriormente, Fanuel Hanán leyó la sinopsis de La tinta oscura y otros relatos de terror, obra que se sitúa entre los diez libros más vendidos de Canarias. Planteó más 24


preguntas sobre la redacción e ilustración del libro que los creadores respondieron con muchas ganas e ilusión. El público escuchaba atentamente, en ocasiones horrorizado por las explicaciones grotescas y tenebrosas que daban Ernesto R. Abad y Luis San Vicente, siempre desde el humor. Para concluir, el moderador dio las gracias a sus invitados y se despidió del público, quienes habían abrazado la jornada con calidez. Ernesto R. Abad firmó algunos ejemplares con simpatía. La gente se levantó, era media tarde y aún quedaba mucho por hacer en el mágico Festival Internacional del Cuento de Los Silos. A las 17:00 h continuó el hechizo con otro taller. Esta vez, Garabatos para principiantes, impartido por el ilustrador mexicano Luis San Vicente. Los más pequeños pudieron disfrutar junto a sus padres de la creatividad, teniendo como objetivo la creación de un pequeño cuento ilustrado. La diversión estuvo asegurada. Luis San Vicente es ilustrador y diseñador gráfico. Cuando era joven comenzó los estudios de Arquitectura, pero enseguida se dio cuenta de que eso no era lo suyo y decidió comenzar de cero en Bellas Artes. Allí conoció al hijo de Enrique Martínez, un famoso ilustrador cubano, responsable de introducir a San Vicente en el mundo de la ilustración. Desde hace diecisiete años trabaja a tiempo completo en el periódico más grande de México: Reforma. Además, Luis San Vicente cuenta con más de treinta libros ilustrados, así como ilustraciones para revistas, libros, periódicos y cortos animados para televisión y cine. Como ponente de talleres y conferencias, llega un año más al Festival Internacional del Cuento de Los Silos. «Llegué a este festival por casualidad. Es la tercera vez que vengo. La primera fue porque un narrador mexicano muy bueno, Emilio Lome, iba a publicar un texto en Diego Pun Ediciones, la editorial de aquí, de Los Silos, y de alguna manera puso la condición de que para publicar ese libro debía ser yo quien lo ilustrase. A partir de ahí, comencé a entablar química con Ernesto y le trabajé varios libros como El pirata Malodor. Fue ese mismo año cuando me pidieron realizar la imagen del festival y, como regalo, él mismo me invitó. Eso fue hace siete años, la segunda vez que vine fue hace dos», afirmó el ilustrador mexicano a la pregunta de cómo llegó a este festival en la punta más recóndita de la isla. Además, no duda en afirmar lo especial que es este festival como para recorrerse tantos kilómetros. Pese a que ha estado presente en multitud de festivales, el de Los Silos lo cataloga como «muy humano». Y es que, para él, el espectáculo mayor es poder estar todos juntos, al mismo nivel, hablando el mismo idioma, unidos por un mismo sentimiento. La tarde había caído, pero Los Silos estaba dispuesto a seguir de fiesta. Y así fue como se desarrolló una mesa redonda en honor al centenario de Gloria Fuertes: Gloria Fuertes, poeta de guardia. Este encuentro fue moderado por Benigno León, profesor de literatura de la Universidad de La Laguna (ULL), y en él intervinieron otros cuatro participantes. En la mesa redonda se contó con Izaskun Legarza, procedente de la isla en la que se llevó a cabo este festival; Elvira Novell y Noemí Villamuza, barcelonesa y palentina; y Sergio Andricaín, quien se trasladó desde EE. UU. La primera fue presentada como fundadora y propietaria de la Librería de Mujeres de Santa Cruz de Tenerife, la cual se define por ser un espacio dinámico y reivindicativo de los derechos de la mujer. A través de él se trata de potenciar la literatura escrita por mujeres. Por ello, Legarza dio una visión de la escritora en la que se refleja cómo estuvo adelantada a su tiempo en diversos aspectos. 25


Además, Novell es especialista en literatura infantil y trató de reflejar la importancia de la literatura adulta de Fuertes. Por otro lado, el estadounidense es un periodista polifacético, que además de dedicarse a su oficio principal, es editor, escritor y crítico. Finalmente, la última conferenciante fue una ilustradora del libro de Gloria Fuertes, entre otros muchos.

Legarza: «La obra a la infancia de Gloria Fueres es algo fundamental» Tras la presentación de cada uno de los ponentes, Legarza inauguró la ponencia y señaló que la escritora «es una poeta reivindicable por su obra literaria y por su acción personal». Fue una mujer que siempre escribió para los más pequeños, donde hablaba de los derechos infantiles; siempre enumeraba ambos géneros. De este modo, reflejó su aspecto feminista y, tal y como señala la librera, su visión de la literatura infantil como algo serio e importante. Además, aseguró que «su obra a la infancia es algo fundamental, ya que no percibe a los niños y niñas como lectores sin criterio».

Villamuza: «Gloria dejó escrito que todo lo que le habían aportado los niños, volviera a ellos» Posteriormente, intervino Noemí Villamuza, quien recordó cómo la escritora narraba la cabalgata de Reyes. «Me transportaba de Palencia a Madrid», manifestó. Esto se debe a la mezcla que realizaba de su poesía con la realidad visual del desfile, inventando incluso cosas que no estaban en él. Asimismo, la ilustradora la definió como una Gloria llena de alegrías, reivindicaciones y con una dignidad y pena que siempre terminaban en un taconeo. «A pesar de que sus poemas tuvieran como protagonista la pena, en el último verso siempre te hacía sonreír», explicó. Además, Villamuza destacó que ilustrar poesía es un pecado, especialmente ilustrar a Gloria adulta y reflejar el toque de felicidad y amargura propio de sus obras. Para conseguirlo, la ilustradora recurrió a la rebeldía característica de la escritora y la representó retratada fuera del marco en la portada de Geografía humana y otros poemas, obra para la que trabajó. Por otro lado, Gloria Fuertes, que siempre se dedicó a los niños y niñas, antes de fallecer manifestó su interés en destinar todos los derechos de autor a centros de cultura, orfanatos, etc. «Gloria dejó escrito que todo lo que le habían aportado los niños volviera a ellos», añadió la ponente.

Andricaín: «Gloria Fuertes es una persona inclasificable» A Villamuza le siguió Sergio Andricaín, quien aseguró no ser un experto en Gloria Fuertes, pero que su primer contacto con la escritora fue a través de poemas en revistas, piezas dramáticas, letras de canciones o guiones infantiles que realizó para la televisión, los cuales gozaban de popularidad. El polifacético crítico destacó la capacidad de narrar con belleza la realidad que tenía Fuertes, sin dejar de ser crítica con esa realidad. «Su condición como mujer fue una razón de ser autora crítica en su espacio», aseguró. Sin embargo, tal y como la define el también periodista, Gloria Fuertes es una persona inclasificable.

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Novell: «Siempre que leo sus poemas me entran ganas de hacer mil cosas» Para finalizar la mesa redonda, Elvira Novell señaló las numerosas cualidades propias de la escritora, vivencias personales y sus grandes metas. A Fuertes le manaba la poesía desde muy pequeña, a pesar de que a sus padres no les gustaba la idea. Sin embargo, tal y como señaló Novell, el libro de adulos se conoce poco. «El libro de adultos lo es todo. Reúne muchos géneros», explicó. Del mismo modo, la barcelonesa manifestó su impregnación y aseguró que «siempre que lee sus poemas le entran ganas de hacer mil cosas». A su vez, su libertad tan característica le brindó el ser una gran adelantada a su tiempo. «Manifestó la importancia de salvar el planeta cuando a nadie se le ocurría que eso fuera un tema de relevancia en los años 70», aclaró la lectora. Por otra parte, Fuertes y su feminismo alcanzaron grandes metas. Antes de los años 60, las mujeres no participaban en tertulias. Por ello, crea, junto con otras compañeras, Versos con faldas, tertulia literaria exclusivamente para mujeres. «A partir de ahí se abre la presencia de mujeres en el resto de tertulias literarias», concluyó. Aún quedaba día y las calles parecían no querer irse a dormir, pero ya era hora. La feria del libro cerraba sus puertas dejando dentro un mundo que al día siguiente volvería a cobrar vida. «Magia», «ilusión», «increíble», «alegría», «única», «experiencia», «locura», «impresionante», «imaginación», «fantasía», «creativa», «necesaria» e «interesante», fueron algunas de las palabras con las que los visitantes definieron la feria del libro. El capítulo continuará… Yanira Rodríguez Andrea San Juan Anabel Sánchez Salima Said SEGUNDO DE PERIODISMO

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ENTREVISTAS

NOEMÍ VILLAMUZA DEBORAH BARROSO QUINTANA IRENE CARTAYA EXPÓSITO ANDREA DÍAZ MORA NOELIA GUERRA FUMERO LEILA HALIL RODRÍGUEZ

Noemí Villamuza y sus dibujos. Bueno, más que dibujos, ilustraciones profesionales que han recorrido ya gran parte del mundo. Se trata de una joven de Palencia que dio el salto a una gran ciudad, Barcelona, donde desarrolló y continúa desarrollando su faceta como profesional de las ilustraciones. Con el paso del tiempo, ha acabado visitando el Festival Internacional de Cuento de Los Silos, en Tenerife. Con un pasado mágico, un presente apasionante y un futuro prometedor, Villamuza nos confiesa los secretos de su vida y sus próximos proyectos. En primer lugar, muchas gracias por concedernos este ratito que seguro que será agradable. Queremos empezar un poco «a saco», como quien dice, preguntándote sobre una afirmación que haces en tu página web oficial sobre un recuerdo que tienes grabado en tu mente sobre tu infancia, en el que aparecen tus hermanas dibujadas a lápiz. ¿En qué momento te diste cuenta de que el dibujo iba a formar parte de tu vida profesional? Bueno, yo me di cuenta tarde ya, o sea, tarde… En aquel ámbito infantil era como un recurso, simplemente. Yo disfrutaba dibujando porque era una manera de entretenerme, me di cuenta de que ellas se quedaban como muy encandiladas. Era una manera de tenerlas más tranquilas, retratarlas: «Ven aquí, siéntate». Entonces se iban sentando en una sillita de mimbre que teníamos y las iba dibujando y, entonces, se quedaban quietas, mirándome fijamente, como si hiciera una cosa importantísima. Unos minutos duraba; luego, ya otra vez jaleo. Con los años me di cuenta de que era un punto de partida, retratarlas era como un ejercicio de estilo. Ver los gestos, las caras, las formas que tienen las facciones, era un campo de entreno para el dibujo. Darme cuenta de que iba a ser mi profesión... Creo que fue después de pasar por pintura, escultura, fotografía, historia del arte, dibujo técnico y darme cuenta de que todo eso no me interesaba nada. O sea, me interesaba, pero era como los alrededores de lo que quería. Yo ya estaba estudiando Bellas Artes, que era lo más afín a mi carácter y a mi forma de ser, pero no quería ser ni pintora, ni escultora, ni historiadora del arte… Todas esas materias tienen un hilo conductor que es el dibujo: antes de hacer un cuadro, hay que hacer un dibujo; muchos fotógrafos antes de tirar la foto ya tienen su apunte de una zona en la que van a trabajar o de un campo de trabajo; para estudiar historia del 28


arte también hacíamos dibujos para saber si era un arco gótico; en arquitectura hay dibujos... Para todo hay dibujos. A mí esa alma era lo que más me tiraba y yo recuerdo que disfrutaba con dibujo artístico, pero, ¿cómo se aplicaba al mundo laboral? No lo entendía bien, pero sí que sabía que existían los cómics y que había libros ilustrados, muchos menos que ahora porque hablo de hace 25 o 30 años. Hace mucho tiempo, entonces... Sí, para vosotras sí, la verdad… Porque yo me licencié en el año 95 y en el año 93 tuve un profesor de ilustración por primera vez y fue como: «Ah vale, ilustrar. ¡Ilustrar!» ¡Ilustrar era la palabra! También nos hemos dado cuenta de que en tus obras predomina mucho lo que es el lápiz, el dibujo en blanco y negro... Creemos que puede derivar de una publicación del 2005 que fue Libro de las Nanas. ¡Míralas, qué investigadoras! Sí, sí, porque claro, vosotras sois estudiantes de periodismo, no de temas artísticos, pero habéis hecho vuestras pesquisas. Evidentemente, teníamos que venir con conocimiento de causa y nos llamó la atención eso, que a partir de ese momento el color queda apartado y llega el predominio del lápiz. ¿Por qué el lápiz? ¿Por qué solo un material que es tan sencillo? No sé, estos son los azares de la vida, igual era mi destino o igual ha sido un tema de comodidad, pero el lápiz es como una extensión de mí, es algo que me acompaña desde niña… Bueno a todos los críos, ¿no? Todos los niños tienen lápices de colores, rotuladores… Hubo un momento en el que pude haber elegido trabajar con una herramienta más de cómic, más de línea gruesa, línea clara, plumillas, pinceles, pero las técnicas húmedas no me iban, me gustaba el trazo del lápiz. De hecho, los primeros proyectos que hacía con intención de ser profesional no eran a lápiz, tenían rotulador, o sea, todo lo que hacía a lápiz lo tapaba con línea gruesa, porque era como algo desnudo. Yo no recuerdo ni en qué momento ni quién me dijo: «¿Por qué no pruebas a presentar esto como arte final, como trabajo definitivo?» En aquel momento yo no tenía ordenador todavía y lo que hacía para poder dar color al lápiz era fotocopiar láminas de acetato como las que se usaban para proyección y, por un lado, hacía la fotocopia del dibujo en transparencia de plástico y, por la parte de detrás, le daba color como se hacía en animación antiguamente. Era la manera de mantener el lápiz y, claro, había que pintar y si no quedaba bien había que raspar y luego ponerlo sobre un folio blanco para que se viera bien todo, y era una locura, pero el resultado era muy bonito. A los pocos meses puede tener mi primer ordenador, con mi primer sueldito de hacer libros de texto, que es una buena escuela y machacona. Con mi ordenador descubrí una cosa que era escanear un dibujo y darle color a ordenador. Ahí ya puedes probar, borrar y repetir. Yo creo que esa fórmula me iba tan bien que me acompaña hasta hoy y el momento del Libro de las Nanas fue una bifurcación de mi camino porque yo venía haciendo libro infantil a todo color en teoría (porque los niños tienen una oferta enorme de propuestas plásticas) pero en aquel momento era hacer libros para niños que eran con una colecciones y temáticas determinadas: ternura, color, dulzura, miedo, maternidad… Y aparece en mi vida un editor que se llama Vicente Ferrer, que es el editor de Media Vaca, que me propone hacer un proyecto que para mí era un reto y algo muy prometedor que me daba vértigo: ilustrar un catálogo de nanas de canciones de cuna históricas 29


maravillosas de Lorca, de Gabriela Mistral, de Celaya, de Goytisolo, de Gloria Fuertes… Tenían una gran carga emocional, pues eran muy duros: estamos hablando de personas que han vivido guerras y posguerras, que sí, le cantan al niño una nana, pero de trasfondo hay cosas terribles. Yo empezaba a ilustrar y en ese tiempo tenía resaca de Tim Burton y Pesadilla antes de Navidad, y venía de una fascinación por lo siniestro: tenía unos dibujos con unos niñitos calavera que jugaban con un perrito calavera y se les caía la cabeza… Eso acabó en una publicación súper underground en un fanzine en Barcelona y este editor la vio y me dijo: «He visto una cosa tuya como en blanco y negro, oscura, como hecha con mala leche, que es una cosa que no he visto en las publicaciones infantiles». Y el tío, en realidad estaba destapando una parte de mí que yo no había explorado y eso es súper interesante. Yo siempre se lo cuento a los estudiantes porque es como si alguien te sacudiera y te dijera que puedes tomar un camino, pero sin abandonar el otro. Tardamos 3 años, que eso hoy en día no sucede porque no es viable económicamente, pero hay proyectos editoriales que funcionan así: las cosas se van haciendo, se va investigando, se van consiguiendo los derechos de los poemas porque algunas nanas pertenecían a fundaciones, otras a familias o particulares… Hubo que hacer un montón de negociaciones para poder sacar ese libro y, claro, el libro ha resultado ser en mi vida profesional un referente para que mucha gente me diga que quiere hacer algo tipo Libro de las Nanas o que han pensado algo con la atmósfera del Libro de las Nanas. Fue una apuesta muy fuerte. En aquel momento, esa colección, que ahora es como una colección de culto y que ha tenido mogollón de premios en todas las ferias, era muy extraña. Media Vaca era como muy marciana. Nadie entendía que hicieran libros imitando las ediciones antiguas, con prólogos muy extensos… Eran libros que contenían documentación aparte de ilustración. Hoy en día, muy pocas editoriales se plantean hacer un libro de nanas que incluyan una conferencia que dio Lorca sobre la historia de las nanas… y eso es una belleza. Muchos tienen el libro en casa y no se han parado a leerla, y la conferencia explica las diferencias de la voz de una mujer gallega leyendo una nana, de cómo era la mujer granadina o madrileña, de cómo era la abuela canaria… Habla de todas las nanas y de sus tradiciones y es precioso. Creo que aprendí tanto y sufrí tanto haciendo ese libro que luego me sirvió para tener un camino. No ha sido un superventas, pero sí que ha sido un gran referente para estudiantes de ilustración, para editores, para mí, para escritores… Y sí, libro que iba a ser en dos tintas, pero yo no encontraba una tinta que quedara bien porque era todo muy nocturno, muy oscuro y muy duro, ya que en libro había mucha muerte, mucha hambruna, mucha dureza… Y yo le decía a Vicente que tenía que ser solo en blanco y negro: «¿Y si dejamos el lápiz así, pelado? Sin más…» Y él apostó por ello. Gracias a eso, algo que parecía como incompleto o pobre, luego tuvo valor por sí mismo. Novelas gráficas que he hecho con la editorial Nórdica como El Festín de Babette y El capote, de Nikolái Gógol, son así, solo es lápiz. Es que realmente el resultado final es tan perfecto que a veces el color tampoco es necesario... Quizás porque el dibujo es muy perfeccionista y parece que ya tiene todo. Yo tengo un par de amigos ilustradores que me odian un poco porque tienen procesos de trabajo muy elaborados y me dicen que tengo suerte, que me llevo un par de lápices y unos folios a cualquier lado y lo escaneo y lo envío y listo, y ellos ahí con los pinceles, el wash, la capa, otra capa, el spray, la lámina en lienzo… Claro, a mí me da mucha envidia también. De hecho, ahora estoy intentando tirar por ahí porque también llevo 20 años con la línea y el lápiz y el trazo y es muy bonito, pero 30


cuando tienes un trabajo así, que es tan flexible y creativo, si no intentas buscar algo nuevo acabas quemándote. Claro, buscar nuevas vías para seguir trabajando. Si lo haces muchos años es muy lindo, pero también te tienes que dar cuenta de que si solo ofreces esto solo te van a pedir esto y tienes como que renovar la carta del restaurante, ofrecer cosas nuevas para que la gente se atreva. Bueno, principalmente se te reconoce por ser ilustradora de cuentos y libros infantiles, pero también tienes publicaciones que son para un público que es más mayor. ¿Cómo empiezas a publicar ilustraciones que sonara a un público más adulto? ¿Por una cuestión de mercado o por tocar un campo nuevo? El Libro de las Nanas fue el puente. Vicente logró hacer un producto, crear un tipo de género que tenía misterio, tenía cierta ternura, tenía una magia, pero tenía la austeridad del blanco y negro. Algo que podía coger todo el mundo, ¿no? Claro. Es muy sorprendente que a una amiga que va a ser mamá se le regale el Libro de las Nanas… «Ups, son poemas muy duros». Es historia de España a través de nanas, no son nanas de dulzura ni contiene un CD con campanillas. Es historia de la literatura a través de las nanas. El libro sirvió para que un editor que empezaba su carrera y que tiene mi edad, además, que se llama Diego Moreno, tras acabar de inaugurar su sello editorial (Nórdica Libros), y sacara su primera novela ilustrada para adultos (El festín de Babette), me dijera que su referencia era el Libro de las Nanas y que quería renovar clásicos de la novela y ponerles ilustración. El blanco y negro es elegante, apetitoso y algo austero, además de más económico. Claro, al imprimir va todo en la misma tinta, tanto ilustración como texto. Y así empecé, fue como casualidad y los editores me fueron llevando. Al principio pensaba «qué respeto ilustrar para adultos», pero al final es el mismo respeto. En realidad, el respeto es para ti si dibujas con toda tu excelencia y todo tu cuidado. A lo mejor puedes cambiar, por ejemplo, en El capote, de Nikolái Gógol, que es un cuento ruso que transcurre en San Petersburgo y hace mucho frío y hay un fantasma y muerte, hay imágenes un poco más crudas que son para un lenguaje más adulto, pero yo no dibujo nunca nada súper macabro ni visceral. Entonces, lo puede coger un niño y un grande y tiene una lectura bastante asequible. Además, en tu currículum se observa que has realizado carteles para promocionar, por ejemplo, el Día Internacional del Libro Infantil en 2010 y también para dar a conocer la Fundación Theodora, que es para niños que están en una situación complicada. Esta pregunta es quizás algo más personal: si tuvieras la oportunidad ahora mismo de elegir una causa o alguna fundación para ilustrar y dar a conocer ¿con cuál te quedarías? Hay tantas cosas… Yo creo que por mi vínculo con el mundo infantil buscaría alguna organización que trabaje con niños en una situación de pobreza o de injusticia. La vida te va llevando. Conocí hace poco, a través del colegio de mis hijos, a una madre que tiene a su niño con el mío de 4 años en la misma clase. Resulta que ese niño tiene una hermanita bebé que nació con cáncer. Sabes que eso existe, pero ni te lo planteas y, de repente tener tan cerca un caso así, un pequeño ser humano que nace ya sabiendo que va 31


a fallecer, es muy duro. Esta madre nos dio una lección a toda la comunidad de padres porque nos decía que tiene una bebé que está enferma y la suerte de tener ayuda para cuidarla. No sé muy bien, creo que al llegar al año falleció, pero esta bebé pudo estar y morir con dignidad en su casa, con su hermanito y sus padres. Detrás había una fundación que cubre lo que cuesta tener un equipo medicalizado y unos profesionales que van a domicilio, porque no es justo que los niños pequeñitos tengan que estar en un hospital viviendo y que los padres se vean obligados a ir a un hospital. Claro, esta realidad te es ajena totalmente y cuando supe esto pensé: «Me encantaría ayudar a esta familia y, sobre todo, a esta fundación». Entonces esta madre, cuando falleció su bebé, dijo: «Bueno, he tenido la fortuna de poder ser una de esas familias...». Perdonad el tono, que ha cambiado un poco, pero es que es la manera en la que yo digo: «Qué bien que con mis dibujos puedo ayudar». Hace poco ha salido en prensa y en televisión, porque ella quería difundir esta asociación, es decir, dar las gracias porque su pequeña Valentina ha podido estar atendida y tener calidad durante el tiempo que vivió. Ahora que está un poco más presente yo he podido hablar con ella, conocerla. Entonces, no sé cómo, nos pusieron en contacto y yo me ofrecí a cederle dos dibujos a la fundación con la única condición de que pusieran que pertenecían al Libro de Las Nanas. Y al final hemos utilizado varias ilustraciones de varios libros porque dan más visibilidad y son como una metáfora. No es que yo haya hecho ninguna campaña para ellos, pero tenían un reto de crowdfunding para conseguir fondos,y me pareció una causa fantástica. Solo de pensar que con una ilustración puede haber más gente que se asome a esta página para hacer un donativo… Con la Fundación Teodora, bien, porque pude recorrerme varias plantas de la Vall d’Hebron, en Barcelona, y ver cómo funcionaban esos payasos que están formados en enfermería y psicología para poder entrar en las salas y hablar con los niños. Además, se saben dirigir a ellos tanto si son niños musulmanes como si son nórdicos; conocen los códigos y saben cómo hay que tratarlos, y estuvo guapísimo. Y me llevaron a verlo y claro, por supuesto que les iba a hacer una portada. Lo que pasa es que también tienes que aprender a gestionar tu energía, porque si al final das y das y das… Ser ilustrador se convierte en un pozo sin fondo, porque en los colegios los profesores te dicen: «¿qué te cuesta? Haznos un dibujito». Empiezas a hacer cosas y dejas de estar en el estudio trabajando en tu proyecto porque estás haciendo obra social. Pero también es bonito tener ese fondo de solidaridad tras tu trabajo… Sí, claro, es como una energía que te revierte porque te das cuenta de que te agradecen lo que haces. Cambiando totalmente de tema, has tenido la posibilidad de publicar fuera de nuestro país, en lugares como Estados Unidos o Japón, y nos gustaría saber si cuando estabas estudiando Bellas Artes realmente te planteaste una meta o fue una casualidad. No sé, yo podía haberme hecho mis fantasías, pero yo es que creo que ni sabía por dónde iban los tiros. Era una estudiante tan mala, tan desastre, estaba tan dispersa... Siempre iba rozando el 4’5 o 5 como para apurar; dibujaba en las mesas, los pupitres, en los baños… En todas partes estaba con mis cómics, mis dibujos y mis retratos. Llegué a la Universidad y me di cuenta de que podía sacar buenas notas porque lo que estaba haciendo me interesaba y, a medida que avanzaba, iba viendo que posiblemente 32


podría trabajar de diseñadora o algo así, porque no me gustaba la pintura, ni la escultura, ni la fotografía… Entonces parece que la orientación más pragmática era, según la voz de padre y de madre, «te sacas unas oposiciones y das clase de plástica», y era como «no, el mundo de los funcionarios, no». Tenía la sensación de que tenía algo que contar, pero no sabía bien con qué herramienta y, de repente, cuando descubrí el mundo de la ilustración, tampoco pensé que tuviera que salir fuera de mis fronteras, aunque en realidad no he salido todo lo que quisiera. Luego te metes en otras aventuras como ser madre y te das cuenta de que no tienes energía para ponerte a pensar en si quieres publicar en Francia o Italia. La clave está cuando una editorial de aquí decide hacer una publicación fuera y te lo mueven fuera, como fue el caso de los libros que llevé a Corea y a Estados Unidos; es tan bonito pensar que algo que dibujas en tu estudio y que los dibujas para alguien en abstracto, al final acaba en un barrio de Brooklyn... Ese fue el caso de un cuento donde el protagonista era negrito, un libro que se titula De verdad que no podía, simplemente porque me aburría de dibujar a niños blancos. Lo hice de capricho, yo no sabía que luego iba a llegar a la comunidad afroamericana. Y te enseñan a una niñita de allí, de Brooklyn, con el libro y con su madre enorme contándole el cuento y empiezas a ser consciente de la responsabilidad que tienes porque estás llegando a alguien que no es de tu misma cultura. En cuanto a la ambición… Nunca he tenido grandes metas, son más bien oportunidades que te van llegando a medida que los libros cuajan. Creo que ponerse metas es un poco frustrante en ese sentido. Al final todo me parece que consiste en azares, esfuerzos mezclados con encontrar a la persona adecuada. Comentabas ahora que por el hecho de tener familia no has podido viajar tanto como quisieras, pero en tu página personal afirmas que has tenido la oportunidad de viajar mucho. ¿Tienes alguna ciudad o algún lugar que te inspire a la hora de ilustrar o que te evoque algo en concreto? ¡Qué bonita pregunta! ¡Me encanta! Pues creo que me haría un collage ciudad con varias ciudades. Tengo como un antes de Cristo y después de Cristo, es decir, antes de los niños y después de los niños. Mis niños tienen 7 y 4 años, que dan todavía mucha guerra. Estudié en Salamanca y de ahí me fui a Barcelona, entonces el cambio de una ciudad provincia a una ciudad como Barcelona era como: «Oh, estoy en una urbe, y yo vengo de una ciudad más pequeña que Salamanca», porque Palencia es más pequeña. Entonces, al llegar a la nueva ciudad, te relacionas con personas de cualquier lugar. Por cosas de la vida conocí a un grupo de ilustradores argentinos que vivían allí; por medio de ellos conocí a un chico neoyorquino… Se van haciendo como ramas, conocí también a gente de Brasil. Cuando ya llevaba unos años viviendo en Barcelona, libre como el viento porque no tenía pareja, ni niños, ni nada y ya empezaba a ilustrar, me dijeron: «¿Por qué no te vienes a Brasil? Venga, vámonos para allá». Y me fui a Brasil un mes, me llevé trabajo y claro, pude ir con nativos, que eso es maravilloso porque me llevaron por pueblos, y recuerdo uno que es como un referente de esos mágicos, un pueblo de costa del estado de Bahía donde pasé un fin de año, y no he vivido nunca nada tan simple y mágico. Aunque igual Canarias también tienen un poco de esto. Fue un fin de año que vivimos con gente de una aldea que podía ser hasta África por el tipo de animales… Eran dunas y dunas, un río que desembocaba en el mar y una playa blanquísima que por la noche tenía muchísima luz de estrellas, una cosa loquísima como si el cielo estuviera explotado de estrellas, y en el agua… Tú ibas pisando 33


descalzo el agua e iban apareciendo crustáceos de luz. Lo primero que pensé fue: «Me han drogado, esto no es normal». Pero no, era típico de la zona porque hace una reacción el compuesto químico del agua del río que se mezcla con el mar y aparecen unos bichitos que son como luciérnagas, pero de agua. ¿Hay algún fin de año más bonito que estar en una playa bajo cocoteros, con sardinas y cerveza? No había nada más en el pueblo. Ya te digo, era todo muy simple. Nos enteramos de que era fin de año porque alguien pegó un grito, nadie llevaba móviles en aquel momento sobre el año 2001. Estábamos como incomunicados entre los nativos de aquel pueblo… Y eso no es que figure tal cual en mis cuentos, pero sí que hay cosas como metáforas de lo que viví allí que están. También tengo en cuenta algunos parques de Berlín, un viaje que pude hacer por conocer a gente alemana. Es como que, si te vas a una ciudad grande, de repente tienes embajadores que te hacen conocer más y más. Y claro que hay referentes, ya sea un sitio o una arquitectura de una casa de un pueblecito de Alemania que se te queda y sientes que te sale ese tic cuando dibujas ventanitas de un pueblo… Volviendo a la carrera profesional, en el presente año te encargaste de ilustrar a Gloria Fuertes en el centenario de su nacimiento, y estamos hablando de una de las grandes de la literatura. En el momento en el que ya estabas trabajando en ese proyecto, ¿cómo te sentiste? Cuando me dieron por primera vez la noticia de que iba a ilustrar una recopilación poética de Gloria Fuertes, pensé: «Qué regalazo». Me lo encargó Diego Moreno, que es el editor del que os hablaba, que hace novela ilustrada. Ya somos colegas, llevamos 12 años trabajando juntos, he hecho varias ilustraciones para varios libros ilustrados, pero esto era otra cosa, me daba más respeto, era como más solemne. A la vez sentía que era todo un privilegio. Y pensaba: «Vaya, he llegado a un lugar, soy importante, estoy ilustrando a Gloria Fuertes». En ese momento sentí que ya me había hecho mayor, que ya tenía como un estatus. De todas maneras, ilustrar poesía me parece terrible, la poesía no hace falta ilustrarla. Pero bueno, ya que toca ilustrarla, que sea la de Gloria Fuertes que ha sido de mis alimentos infantiles… Porque claro, que puedas en tu vida de adulta homenajear a alguien que ha estado presente en tu vida infantil, es como cerrar un círculo. En la fase final del libro me imaginaba a Gloria sentada a mi lado. Como tenía mucho trabajo durante el día, a partir de las 10 de la noche, cuando la casa queda en silencio, iba a mi estudio y me sentaba, y había como una silla imaginaria a mi lado. Venía Gloria, se sentaba con la intención de poder mirar y saber cómo lo hacía… Fue una sensación de compañía, complicidad, o yo quería pensar eso, que igual le gustaba lo que estaba haciendo. Siguiendo con el ámbito profesional, nos peguntábamos a medida que preparamos la entrevista cuál es la relación que hay entre el ilustrador y el autor, si es un trabajo más individual o si tienes que amoldar tu manera de trabajar a cómo es el autor o es un trabajo tuyo con la obra en sí. Yo creo que lo mejor del mundo es no conocer al escritor. Puede sonar un poco borde, pero cuando recibes un texto y lo lees libremente sin prejuicio, no sabes quién lo ha escrito, aunque a veces son personas que ya tienen un nombre hecho, un nivel, los has visto y no pasa nada, pero lo más bonito es cuando no sabes de dónde te viene y no te puedes situar. No sabes si es un best seller o un novato. Digamos que no está contaminado de ideas previas… 34


Exacto, sí. Entonces lo lees y si puedes lo haces tuyo, lo reflexionas, lo reposas, lo vuelves a mirar. Y es como «vale, lo voy a llevar por aquí». La otra persona ha hecho como el ejercicio de generosidad de escribir y decir toma, o que sea el editor, que muchas veces es el propio editor el que asigna en texto a un ilustrador… Me parece genial desconocer al autor, porque salvo en los casos en los que se tiene mucha amistad y complicidad con el escritor y, también, por tener esa confianza, no te da la brasa, es fantástico. Ahora, desde que el autor decide meter mano en el sentido de empezar a decirte «mira, es que al personaje me lo imagino pelirrojo», «me inspiré en mi sobrino, aquí tienes la foto», «luego, el perrito es un fox terrier» y cosas similares… Como si te cortan las alas… Claro… Aunque parezca que sea sensible por estas cosas, no es eso, es simplemente que ya te determinan. Se convierte en un trabajo al dictado. Y ya te empiezas a sentir observado y que la cosa no fluye. Y ya no os digo los que quieren, a mitad de proceso, ver lo que estás haciendo y opinar, y decidir si les parece bien o no. Que yo os digo con sinceridad, cuando era más joven, pensaba que esta reflexión era de soberbia, pero no, no es por eso. Es porque yo quiero hacer mi proceso creativo hasta el final y que luego, cuando lo veas, vendas la moto, salvo que haga algo muy reverente y me digan que no, que eso no puede ser publicado porque, por ejemplo, sale un niño fumando. Que eso, en realidad, es imposible que pase, salvo que la historia vaya precisamente de eso. Igual que el autor no te enseña el libro a medio escribir. Exacto, pero es que va más allá. El consumidor último de las ilustraciones no es ese señor, es toda esta gente, y ¿qué más da su gusto? Con todos los respetos, ya sé que ha escrito con toda su alma, pero tiene que confiar en que ahora viene un profesional y no va a seguir todo al pie de la letra, he ahí la riqueza que se le da a los niños. Tal vez algo del texto lo matizas en una imagen o tú aportas algo. Es una retroalimentación entre el texto y la imagen, ya que, si se repite lo mismo en una cosa y en la otra, puede llegar a aburrir. Por supuesto, o porque al niño no le estimula o no le inquieta. Tienes que hacer ver al lector que puede salirse del marco. Sí que es cierto que hay tándems de escritores e ilustradores que funcionan muy bien, que se conocen y tienen sagas y trabajan personajes y tienen complicidades, pero a mí me gusta más lo otro. Luego en las ferias conoces a las personas y vale, es así, y luego están esas personas que te empiezan a hablar y a hablar, y a contarte su vida y dices: «con lo que me gustaba lo que escribías». Entonces hay que parar un momento y separar la parte profesional de la personal, como en todo, como cuando eres fan de alguien y te lo tropiezas por la calle y va con cara de por favor, no me molestéis. Y claro, una cosa es el personaje público y otra el ámbito más personal. Hablando de un momento un poco oscuro en la historia reciente de España (con referencia a la crisis económica), nos preguntamos si también en el mundo de la ilustración notaron sus efectos y cuáles fueron sus consecuencias. Lo que notamos la mayoría de ilustradores fue que bajaba el nivel de encargos. Pero, más allá de esto, bajaban las tarifas. Cuando hay menos dinero y menos subvenciones, los tirajes editoriales son más pequeños. Entonces, igual un título que años atrás tenía veinte mil ejemplares de tirada, ahora tiene diez mil. Esto se debe a que también el 35


editor ha sufrido una crisis y tiene que calcular (con mucha más atención) cuánto le va a costar la edición, la distribución y si vale la pena sacar el producto al mercado. Uno se hace más prudente en estos casos. Luego, al haber menos subvenciones, muchos libros ya no se reeditaban. Esto se convirtió en una cadena de acontecimientos y daños colaterales porque tampoco las bibliotecas podían adquirir libros. La crisis hizo que, si un libro no se vendía lo suficiente durante cinco años (¡solo cinco años!), se retiraba. El otro problema es que tampoco hay espacio físico para tener tanto fondo en una librería. Todo va muy rápido y los libros están muy poco tiempo en la parte de novedades, no hay tiempo de hacer actividades con ellos si no es justamente cuando se presentan. Creo que, además, ocurrió un fenómeno paralelo a la crisis editorial que fue el esplendor de las redes sociales. Fue un momento en el que muchísimos jóvenes ilustradores entraban a convivir en el mundo del Facebook o del Instagram con ilustradores que ya estábamos trabajando. Entonces, es el mismo mercado con una variedad de autores inmensa y nuevas maneras de mostrarse y de captar clientes. Aparecieron nuevas maneras de crear producto: ilustradores que trabajan en publicidad, que aplican su producto a complementos (carcasas de móviles, camisetas…), gente que hace animación. Esto significa que tenemos la misma tarta, pero hay muchas más personas que quieren coger su pedazo. Concluimos con la última pregunta, nos gustaría pedirte que nos hablarás de tu nuevo libro y de qué proyectos tienes en mano. Abro el año ilustrando el libro sobre Gloria Fuertes y lo cierro con este libro (lo enseña), El Príncipe Durmiente, que me ha descubierto Los Silos y me descubrió también a Ernesto. Me parece una fortuna de año. Sin embargo, me tomaré un descanso, haré un receso y buscaré otras vías de trabajo. Ahora estoy, por primera vez y después de trabajar durante veinte años con textos de otros autores, con un libro cuyo texto es mío. Voy a confiar y a ponerme en mis propias manos. Quiero desarrollar mi guion y ojalá ya en el 2018 podáis ver alguna cosita. He necesitado trabajar con mucha gente, con muchas formas de escribir para sentirme segura y decir «¡ahora sí!, voy a sacar mi propio libro».

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SERGIO ANDRICAÍN Alberto Manguel dijo en su día que, si se ve forzado a dar consejo a quien quiere escribir, sugiere seis cosas: «1, leer; 2, leer; 3, leer; 4, leer, 5, leer; 6, leer». Y, ¿qué mejor que impulsar la cultura con grandes proyectos que inciten a la lectura desde niños? El escritor cubano, periodista, investigador literario, pero, sobre todo, el apasionado de la edición, Sergio Andricaín, ya ha puesto en marcha este proyecto con la creación de la Fundación Cuatrogatos, en Miami. El objetivo es desarrollar las capacidades creativas, críticas y cívicas de los niños y jóvenes de Miami a través de la literatura, el arte y las distintas formas de conocimiento. Sin duda, el protagonista y creador de esta idea, que se encuentra a nuestro lado, nos explicará la función de la Fundación mucho mejor. Buenas noches, Sergio Andricaín. Muchas gracias por estar aquí y dedicarnos un rato de su tiempo. Antes de adentrarnos en su Fundación, nos gustaría conocerlo un poco. Para empezar, queremos destacar su publicación de 2014: La aventura de la palabra. Esta resume una serie de testimonios sobre autores de la literatura juvenil y para niños y, a través, de sus reflexiones explican sus vínculos con la palabra y la escritura, pero ¿qué es de usted?, ¿cómo comenzó en este mundo y qué le llevó a apasionarse por la escritura y la literatura juvenil? Vamos a empezar hablando por La aventura de la palabra y luego, llegamos a quién soy yo y cómo llegué a vincularme con la literatura juvenil. La aventura de la palabra es un proyecto que tenía en mente. Quería convertir el libro en un puente entre los autores de España y de Portugal, y los autores que escriben en Latinoamérica. La idea era recoger un testimonio de por qué empezaron a leer y a escribir. Recoger el testimonio de las voces más vivas que estaban vigentes, hasta autores noveles, los que empezaban y apuntaban a ser autores importantes. Andricaín deseaba que la historia de esas personas como escritores quedaran plasmadas y no fueran olvidadas: ¿quién les incitó a escribir? ¿por qué dedicar su vida a los libros? Hubo testimonios de todo tipo y que señalaban a diferentes personas: un abuelo o una abuela, padres, madres… Mi parte es orquestar todo, soy como un director de escena. Yo quería que La ventura de la palabra fuera un libro ameno, por lo que usaba testimonios para hacer comparaciones, eso forma parte de la edición: es un trabajo muy bonito porque pones mucho de ti. Lo monté en menos de un mes, porque tenía en la cabeza la idea de lo que quería hacer y me fue muy fácil ordenar el material. Además, cuando tienes una idea y te elogian es muy gratificante. Es uno de los trabajos que más me ha gustado hacer. En términos de periodistas, prefiero editar, me gusta mucho más; pero si hay que escribir, escribo. Me gustó cómo empezó esta entrevista, porque ya les digo, yo trabajé de editor y muchas veces tenía que salir a entrevistar y era gratificante porque convocaban a todos los periodistas para entrevistar alguien y cuando yo entraba era muy halagüeño cuando me decían: «Al fin viene alguien que sabe quién soy yo y lo que hago». Y es bueno lo que ustedes hicieron, averiguaron y buscaron quién soy yo. No se crean que es la práctica, muchos periodistas no hacen eso. Entonces las felicito y las invito a que no se 37


enamoren de lo que hacen. Que sean críticas y se autoediten. Si ahora fuéramos nosotras quienes le pidiéramos su testimonio de cómo comenzó en la lectura, ¿qué nos contaría? Empecé muy chiquito, mi hermana y mis primos iban a la escuela y yo me quedaba en casa, pero también quería ir. Siempre quise leer, porque me resultaba misterioso que hubiera algo así, de papel, con unos garabatos que atrajeran la atención de tanta gente. Quería aprender a leer y mi madre me enseñó y siempre se lo agradeceré. Andricaín afirma que su familia no estaba especialmente dedicada a la lectura. Sin embargo, siempre le incentivaron a que leyera, aunque a veces no tenían dinero para comprarle libros. Solía pedir libros caros. Mi madre miraba el precio y no me daba cuenta y ella me decía: «No, este otro es mejor». No sabía que era por el precio, claro, yo me iba a los más vistosos, con más ilustraciones, con tapa dura…» Me imagino que a partir de ese momento leería muchos libros, ¿tiene alguno que recuerde con especial cariño? Ajá, lo tengo muy claro: La Edad de oro, de José Martí. Fue un libro que leí muy temprano y del que no entendía casi nada, pero fue muy importante para mí, porque sin entender, yo descubrí la belleza de las palabras: eso fue lo que me enamoró, todo lo que no entendía. Yo aprendí el gusto y la musicalidad de las palabras a través de La Edad de oro. Fue el libro que me descubrió la belleza de un texto literario. Entonces, a partir de ahí, podemos hablar de otros libros: los cuentos de Grimm, Perrault, Platero y yo… Cada vez, que podía me iba a leer. Me gustaba mucho leer, era una posibilidad de escaparme y entrar en otros mundos. ¿Cómo nació la idea de la Fundación CuatroGatos? Yo nunca pensé escribir. Soy más lector que escritor. Me gustaría tener mucho tiempo para leer. Siempre leí mucho, pero hubo etapas en las que no; por ejemplo, cuando entré en la secundaria. Me rebelé contra todo y contra la lectura. Sergio Andricaín que vivió rebeldías durante su etapa de adolescencia, pudo recuperar su pasión por la lectura y su amor por las palabras: Conseguí retomar la lectura que me apasionaba», señala. No soy una persona que necesita la escritura para sentirse bien. Escribo cuando tengo ganas y por placer; o sea, no me obligo a escribir porque sí. Para mí lo más importante es la vida: es una aventura y tiene cosas muy bonitas que hay que ir descubriendo. Cuando voy a hablar con los niños, yo no hablo de mis libros, les hablo de estas cosas: la felicidad, cómo han de entender la vida, me siento más cómodo hablando de eso. Hablando de su Fundación, ¿de dónde surge el nombre de Cuatrogatos? La creamos Antonio Rodríguez y yo en el año 2012. Antonio Rodríguez es un novelista cubano, ganador del Premio Alfaguara de Novela 2008 con la obra Chiquita y un gran amigo de Sergio Andricaín quien se siente agradecido con él porque le devolvió la motivación que necesitaba para dedicarse por completo a la literatura juvenil, dejando de lado su trabajo como sociólogo para sumergirse en el mundo de los libros: ese que tanto le apasiona. Ahí, con estos dos amigos y compañeros, empezó Cuatrogatos. 38


Hubo un cambio muy brusco, todo estaba en inglés y ninguno de los dos es bilingüe. Yo hablo como Tarzán o incluso como Chiita, como la mona, pero era el auge de internet y decidimos crear esta revista y subirla a internet. Pero no pudimos mantenerla, pues tenía una periodicidad de cada 3-4 meses. Por lo que los Cuatrogatos se quedaron ahí, dormidos en la red. Aunque nosotros decíamos que habían muerto. Pero en la feria de Guadalajara nos dimos cuenta que había mucha gente que nos leía. Decidimos darle un vuelco y retomar el proyecto. Actualmente es como una plataforma informativa sobre literatura infantil y juvenil. Encuentras artículos, entrevistas de autores, ficción. Hay de todo, además entregamos un premio que consta de un diploma al ganador y un stick que pueden colocar en el libro ganador. El año pasado recibimos más de 1200 libros, que revisa un comité. De ahí sale la idea de los premios de la Fundación Cuatrogatos, que no da nada, pero sí se espera. Entonces, el objetivo del premio es más bien la difusión de los libros. La Fundación trabaja porque hay un problema muy serio: las fronteras no son porosas para los libros y hay muchas restricciones. Entonces, una idea de Cuatrogatos siempre fue, a través de las redes sociales, que no cuestan nada y a las que todo el mundo puede acceder, que todo el mundo supiera lo que se está haciendo en cada lado. Mi biblioteca la he hecho yo. Me entero de la existencia de un libro y trato de conseguirlo. Eso es también el oficio de lectores. Buscamos decirle a la gente: «Mira, deberías leer este libro». Es como un estímulo para que circule la información y ayuda a que los libros se muevan más. ¿Y cuáles son los criterios que tienen a la hora de premiar un libro? ¡Muy buena pregunta! Es total. Nos fijamos en la edición del libro completo, o sea, no es solamente un texto, una imagen o una edición, es un conjunto. Nosotros lo vemos como un objeto cultural que tiene que cumplir estándares muy rigurosos. Para nosotros está muy claro que un libro ilustrado con poco texto no puede tener faltas de ningún tipo. Además, tiene que tener una buena ilustración, que tenga correspondencia con la imagen. Y tiene que estar bien editado. Ahora todo el mundo quiere ser innovador, pero el arte del libro es un arte muy viejo, entonces para innovar tienes que tener muy justificado que lo que estás haciendo es un oficio muy cimentado. Por ejemplo, este año, hay un autor que nos gusta mucho, es muy bueno; mandó dos libros de él. Uno de ellos tenía una excelente historia, los textos nos fascinaron, pero tenía un problema con las ilustraciones: no nos gustaban, nos parecían muy quiche, muy coloridas. En cuanto al otro, la edición era muy chambona. Se quedaron los dos libros de ese autor, que es importante, fuera de la selección. Somos muy exigentes. Pero en las novelas podemos ser un poquitín más flexibles. Nosotros no le pagamos nada a nadie. A los jurados los convocamos, hacen su trabajo gratuitamente, se leen todos aquellos libros, entonces no hay compromiso. Le aplicamos el mismo recelo a todo el mundo, a todos los libros. La verdad que somos muy rigurosos, y yo creo que eso es lo que le ha dado prestigio al premio. Andricaín y Rodríguez mantienen el anonimato de los jueces. Nos explica que es porque no desean que se conviertan en víctimas de reclamaciones por su dictamen. Aprovechando que estamos hablando de ilustraciones, y que creemos que es muy importante… Esta mañana estuvimos con Noemí Villamuza. Sí, la admiraba mucho. No la conocía y para mí fue un regalazo de Los Silos conocerla. 39


Es una artista que se refleja en su obra y yo intuía que era la persona que conocía. Pues aprovechando que hablábamos de ello, sabemos que en su página web hay una parte de ilustraciones. ¿Le gustaría que en algún momento participara en alguna de ellas? ¿Noemí? Claro, tiene que hacerlo, claro. Me encantaría algún día tener un libro ilustrado por ella. ¿Y qué cree que podría significar para su página, qué repercusión podría tener la participación de una persona tan conocida como Noemí? Realmente se sumaría a un grupo de ilustradores muy buenos. Nosotros tenemos una galería de ilustración y creo que es uno de los pocos sitios web de literatura infantil que tiene eso. Le pedimos a los ilustradores que escojan una ilustración que crean que les representa. Es una exposición y pensamos que, uno de los primeros contactos con las artes visuales que tiene un niño, son los libros ilustrados y es como el pórtico a llevarnos a un museo y que entren. Queremos ahora reforzar en el website las reseñas de libros pero, como no pagamos, no le puedo decir a nadie. Pero creemos que el dinero irá apareciendo y esas reseñas son la prioridad. Sin embargo, tenemos claro que tienen que ser escritas con el nivel de exigencia que pedimos en Cuatrogatos. Y hablando ahora de escritura, cuando escribe, ¿se refleja en los personajes de su obra o se basa en alguna experiencia que ha vivido? Hay de todo. A mí me gusta escribir para niños, no escribo para jóvenes. Me gustan los niños, mientras más chiquitos, mejor, porque son desprejuiciados. Tienen una mirada muy limpia de la vida y me siento muy cómodo con ellos, trabajando y escribiendo para ellos. Suelo inspirarme en mi infancia y todo ha de partir de unas estructuras gramaticales, para dejárselas en la cabeza. Además, me gusta poner palabras que sean un reto. Los niños pueden saber su significado por el sentido y, si no, que lo pregunten, que es lo normal porque la vida es una eterna pregunta. Quiero que ellos traten de buscar respuestas. Suelo tardar mucho en terminar mis obras. Sin embargo, hay un libro que salió hace dos años y se llama Dragones en el cielo, que lo intenté escribir lo más rápido posible. Todo fue porque una amiga ilustradora, Nuria Feijó, estaba haciendo un curso y su profesor quería que ilustrara un cuento que no fuera a publicarse. Ella me escribió desde Barcelona y me explicó la situación. Como es muy buena amiga mía quería esforzarme para tratar de ayudarla, así que terminé la historia y la escribí para ella. Por lo general, lo que me gusta de los cuentos es detallarlos. Muchos vienen de la tradición oral (Dragones en el cielo) y tienen una estructura muy clásica, desprovista, escueta y sencilla. Lo que me gusta es empezar a darles color, pero sin salirme de lo que es la historia. En eso se basan mis adaptaciones de cuentos, en ponerles un poquito de color, caracterizar un poco más a los personajes y darles vida. ¿Cómo es la receptividad de los lectores ante sus libros? Yo realmente no me considero escritor y nunca me presento como tal. Pero siempre me llevo sorpresas agradables y las más bonitas vienen de los niños. He recibido, hace poco, una carta de una niña de Ushuaia. Que desde Ushuaia (que es el fin del mundo, el territorio más al sur que existe) te escriba alguien que se leyó un cuento tuyo y que le gustó. ¡Qué regalo! 40


Otra vez me escribieron unos niños de un lugar en Xalapa, México. Fue un regalazo que me escribieran desde allí, un lugar muy violento, con drogas… Es muy gratificante ver la reacción de los niños, aunque a veces también hay adultos que dan sorpresas muy bonitas. El Festival Internacional del Cuento de Los Silos reúne, sin duda, muchos artistas que despiertan la magia de la imaginación a diario. Hemos tenido la oportunidad de compartir un rato con uno de estos creadores, saber cómo piensa y qué le inspira. No solo hemos conocido la gran labor que hace con la Fundación Cuatrogatos, sino que nos hemos nutrido de grandes consejos: autoeditarnos nos facilitará el trabajo, ser críticos con nosotros mismos y disponer de la necesaria documentación antes de enfrentarnos al entrevistado es crucial para evitar quedar como ignorantes. Pero, sin duda, el que más nos ha llegado es que es necesario hablar de cosas de la vida. Sergio Andricaín prefiere esto, antes que leerle libros a los más pequeños: necesitan que alguien les cuente cómo es el mundo al que se enfrentan. La literatura ha visto nacer a numerosas obras, algunas de ellas se convierten en verdaderas obras de arte. Son infinitas, y, sobre todo, diferentes entre sí; sin embargo, hemos descubierto que muchos de esos grandes trabajos vienen dados por la cooperación. Lo hemos vivido con Sergio Andricaín o Noemí Villamuza, al fin y al cabo, todos se conocen y se complementan, convirtiendo la escritura y la ilustración en un trabajo realmente grandioso. Hay libros que nos enganchan desde la primera página, otros que no entendemos hasta la mitad o algunos que no terminan de gustarnos. Novelas que nos hacen llorar, historias que nos hacen reír, cuentos que leemos por puro placer. La cuestión es que por muy diversas que sean las obras, hay algo que los une a todos, que nos llena: las palabras.

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ANA SOFÍA PAIVA JAVIER ALEJANDRO ARRIAGA BONILLA RUBÉN MONTELONGO PERDOMO HUHAZER PESTANO MARTÍN ALEXANDRE RODRÍGUEZ SANTANA ÁLVARO TORTÚ HERNÁNDEZ

Existe un pueblo en Tenerife donde la tradición parece enredarse en el laberinto sencillo de sus calles, en sus oscuros adoquines, en la humildad de sus casas, en la recogida plaza e iglesia del lugar. Un lugar donde la solera se mezcla con la vanguardia en unos días en el que la literatura consigue salir de su biblioteca hacia las esquinas más torcidas, hacia los lugares más aislados. Un lugar donde los cuentos hacen brotar la fantasía: dragones, criaturas de otras dimensiones… A borbotones, gotas de agua cuelgan de los balcones y ondean las banderillas que engalanan la fiesta de la cultura. La gente se reúne alrededor de las mejores voces que despliegan las palabras en abanicos capaces de recoger esa tradición del ambiente, junto a la sensibilidad que mueven las letras y el teatro, la música… Incluso, las aspas del molino son capaces de contarte historias de su balanceo en la noria del día. Allí todos somos iguales, en el pueblo perdido que ha abandonado su silencio. El crepitar de la tarde quema las ventanas y las puertas mientras todas ellas parecen dejarte pasar. Los balcones vivos se abalanzan sobre los visitantes y las horas no hacen sino alimentar la viveza del lugar, de ese lugar cómplice. Y es que ir al municipio de Los Silos en estos días es entrar en un escenario: espejo del alma y de la vida. Las huellas de solemnidad se amontan a la entrada del exconvento de San Sebastián. En su interior, un patio se abre a la luz de las cinco de la tarde y la madera cruje y se retuerce inmóvil, mientras cierto misticismo inunda el edificio paso a paso. En la segunda planta, las habitaciones se disponen a ser descubiertas, a romper sus caras frías. Dentro de ellas, las paredes parecen que aún sostienen conversaciones, el tiempo, vivencias de antaño. Cientos de páginas trepan por la dependencia y también por los ventanales: puertas donde se escucha la ordenada algarabía de las calles y de la gente, alternándose premeditadamente, mordiéndose, agarrándose suavemente, acariciándose… No llueve, pero el festival moja la tierra, da de beber a los puntos más altos y bajos. El molino se ve girando entre manantiales de historias; puede que sea el ocaso dando vueltas hasta morir. Pero aquí estamos, en ese lugar de antaño vanguardista. Más que una entrevista, el encuentro con la narradora lusa Ana Sofía Paiva fue una charla, una conversación que fácilmente aceptaría cualquier fondo y espacio para realizarse. Comprendí de pronto, una vez aniquiladas las distancias, que Paiva podría ser un ejemplo a seguir por muchas razones: su humildad, su carácter, su expresión, su carisma, su sensibilidad, su sabiduría y dinamismo, su poder de atracción e, incluso, de persuasión… Imagino todos estos ingredientes que componen su personalidad sobre un escenario, en la voz y en las manos de la interpretación.

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Nunca es tarde para conocer a esta narradora portuguesa que ve en su profesión un camino vivo y directo para llegar a todos los públicos, sin excepción alguna. ¿Qué significa para usted venir a este festival? Venir aquí es algo especial porque es un evento bastante conocido y bastante sólido. Además, ya han estado otros narradores portugueses y me he reencontrado con narradores internacionales que conocí en otros festivales. En definitiva, es un festival con bastante reputación y es un auténtico lujo poder acudir. ¿Es la primera vez que acude? Sí, aunque hace dos años estuve en un festival en Agüimes (Gran Canaria), pero a Los Silos es la primera vez que vengo. ¿Cuál es la clave para narrar un cuento de forma correcta? Pues no sabría qué contestarte. Trabajo con cuentos de tradición oral, así que hago recopilación e investigación de cuentos de ese estilo. Me enfoco en las versiones que llegan a Portugal. Ser cuentacuentos es un departamento muy específico dentro de la profesión. Me dedico a contar cuentos de autor y cuentos con libros. Pero no podría decir a ciencia cierta qué es necesario para contar cuentos. ¿Pero no cree que para narrar es esencial tener una sensibilidad especial y tener pasión por las letras? Bajo mi punto de vista, lo básico para contar un cuento tradicional es querer compartir su historia, porque la mayoría de las veces esos cuentos son muy densos y eso hace que sean difíciles de comprender. Están muy enraizados en una cultura de la que ya no tenemos referentes, por lo que hay que investigar bastante para saber de qué trata. Todo esto no tendría sentido si no se tiene una pasión enorme para querer compartir una historia. Podemos decir que mi trabajo consiste en una búsqueda incesante de la verdad. ¿De todos los cuentos que ha tenido el honor de narrar ha habido alguno que le haya marcado especialmente? El primero que me viene a la cabeza es uno que encontré cuando trabajaba en el Archivo del Cuento Tradicional Portugués. Estaba transcribiendo la versión de una señora y, mientras, lo hacía sentía una sensación especial. Fue el primer cuento para adultos que tuve la suerte de contar. Se llama María Magdalina y me impactó la forma que tenía la escritora de contarlo, pues consiguió meter dos cuentos dentro de uno. Es una de las historias que a día de hoy sigo contando. ¿Tiene algún referente dentro de la profesión? Sí, nuestro pionero en Portugal, Antonio Fontinha. Aunque él detesta que digamos que es un maestro, es una persona muy importante para mí. Desde hace muchos años sigo su trabajo y me informo sobre su manera de narrar. Lo que más me gusta de él es su 43


devoción para investigar y descubrir textos de otras épocas de la que actualmente apenas quedan referencias. ¿Qué se puede hacer para incitar a los niños a sentirse atraídos por la narración de cuentos? Por fortuna, nunca he tenido problemas para atraer al público joven. Pienso que se debe a que los cuentos que narro son sencillos e impactantes. Tiene imágenes tan fuertes que prácticamente el trabajo se hace solo. También ayuda que he estudiado interpretación, soy actriz, y eso me ha permitido trabajar la voz y la expresión. Sin embargo, si la historia es muy buena pero la interpretación es muy plana, el interés de los niños se reduce considerablemente. Supongo que es muy importante una buena combinación de ambos elementos. Totalmente de acuerdo, pero también ocurre que, si quieres compartir una historia y tú como narrador sabes el poderío que posee, es medianamente sencillo cautivar. Aunque no sepas cómo contarla, es bastante fácil conseguir la atención de los niños. Por ejemplo, conozco el caso de unos abuelos que desconocen técnicas de narración, pero gracias al interés que contienen sus historias consiguen que los niños permanezcan atentos. Además, existen historias que son muy complicadas de interpretar, por lo que exigen un interés narrativo muy grande. Acaba de comentar que, además de narradora, también es actriz. Tal y como se encuentra el mercado laboral actualmente, ¿en cuál de los dos considera que es más complicado abrirse un hueco? En todos los trabajos relacionados con el arte siempre ha sido muy complicado de hacerse un hueco. La narración, el cine, el teatro, la danza, la música… no pondría a uno por encima del otro. Pienso que depende de los gustos del autor. Si te gusta más narrar que actuar, pues te resultará más fácil hacerte un hueco en la narración. Considero que, a pesar de todo, ninguno de esos trabajos es glamuroso; por ello, hay que mantener la humildad. Desde fuera da la sensación de que los cuentos son un género que exclusivamente va destinado a los niños. Sin embargo, realmente esto no es así. Existen cuentos como El Principito que esconden muchos elementos cuya interpretación varía según la edad del lector. ¿Por qué cree que buena parte de la sociedad considera que el público objetivo de los cuentos son únicamente los niños? Personalmente, me gusta escribir para todos los públicos. No me gusta contar solo para niños o para adultos. Lo hago bastante porque así funciona este negocio, pero preferiría hacerlo para todos los públicos. Yo creo que una respuesta posible a tu pregunta es que la sociedad tiende a olvidar la importancia de la infancia en nuestra vida. No hay niños y después adultos, sino que somos la misma persona, pero con capacidades distintas. Creo que los humanos no valoramos nuestras etapas. Hay adultos que deberían recuperar el niño que llevan dentro; además, hay una infancia que está un poco perdida. Hay niños que con 6 o 7 años tienen una percepción del mundo extraña en esas edades. También me gustaría recalcar la idea de la muerte. Nosotros vivimos en una ilusión en la que somos niños, luego adolescentes, luego adultos, luego viejos y, finalmente, morimos. La muerte es algo inevitable. Por ello, para mí contar cuentos es algo abierto a lo que pueden acceder personas de todas las edades. Lo importante es que todos escuchen un cuento y lo valoren como importante o como algo familiar.

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Usted es miembro del Instituto de Estudios de Literatura Tradicional de la Universidad Nueva de Lisboa. ¿En qué consiste su función allí? Es un centro de estudios de la Universidad que hace proyectos sobre la literatura y las tradiciones en diversas áreas. En el pasado, recibía becas de ese instituto para trabajar en el archivo del cuento. Mi función era transcribir y estudiar las versiones de los cuentos. Sin embargo, en los últimos años, debido a la crisis, no he podido recibir la beca que mencioné antes, por lo que ahora soy una investigadora que trabaja de forma prácticamente voluntaria. Cuando haya posibilidades de hacer un nuevo proyecto con una consistencia económica, lo haremos. Mientras tanto, sigo investigando en los proyectos que puede llevar a cabo el Instituto. ¿En algún momento se ha sentido discriminada en su trabajo? Muchas veces no se toma en serio la palabra «trabajo» cuando se refiere al mundo de la cultura: es igual ser actriz o narradora. Te preguntan muchas veces: «¿A qué te dedicas realmente?» Y yo respondo que realmente me dedico a ello y recalco que es un trabajo completamente normal. Pero esta mentalidad está cambiando en la gente a lo largo de los últimos años, porque cuando te discriminan por ello, pensando en qué tu no haces nada por el simple hecho de ser artista, se encuentra a gente que no le encuentra utilidad a lo que realizas. Por ello, hay que continuar haciéndolo para que el público por fin le encuentre una utilidad. Y es útil porque un cuentacuentos tiene la posibilidad de establecer el sosiego, la paz o la tranquilidad que tanto carece en nuestra sociedad. Si tuviera que elegir entre la literatura o el teatro, ¿con cuál se quedaría? La literatura, siempre. ¿Es más sencillo y existen más posibilidades para el poder de la expresión actuar en el teatro que en la narración? Es cierto, pero por mi parte prefiero quedarme con las historias hasta el último día, hasta el fin del mundo. Lo único que quiero es una historia. A mí lo que me salva son las historias, porque sin ellas no sobreviviría, ni tampoco el planeta en el que estamos. ¿Cómo consigue un narrador ese silencio hipnótico en el público, de atención y de concentración en lo que narra? El teatro también puede vivir sin palabras, porque con movimientos se pueden contar historias de miles de formas realmente. Pero no tiene la capacidad de levitar las historias y dejarlas ahí, sin que importe el paso del tiempo. Esto se logra con trabajo y práctica. La experiencia te da muchas claves, y te das cuenta que una de ellas es la de escuchar mucho. Las historias son fascinantes porque logran competir en tu soledad, en tu interior. Las historias, digamos, que no se las lleva el viento, sino que permanecen. ¿En su país, Portugal, el Gobierno realiza alguna medida para fomentar la cultura? 45


Desgraciadamente no, es complicado en todo el mundo. Pero debemos de continuar y resistir, pero una de las principales formas de sobrevivir es intentar no depender nunca de políticas exteriores. Un gran fallo es estar continuamente pendiente de estas cosas, no podemos estar pendientes de que nos den para nosotros dar. Debemos de trabajar y desarrollarnos, y motivarnos no en las posibles políticas exteriores, sino en el seguir haciendo y comprometernos con la cultura. Somos sus guardianes. Tengo función ahora, a las ocho, y tengo una idea de los cuentos que quiero contar, pero lo que me deja más nerviosa es la cita a ciegas que voy a tener con el público, con el contexto, con el lugar... No sabes nunca qué te va a pasar antes de pisar el escenario, pero hay que hacerlo y dar la cara. «Cuento porque escuché y porque hay quienes escuchan. Normalmente, no sé qué cuentos voy a contar, qué cantos voy a cantar. Me preparo para estar a la altura del momento en que estaremos frente a frente, dispuestos a construir un puente de afectos, de memoria y de sentidos, que solo podremos cruzar juntos».

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ANTONIO MALPICA Antonio Malpica es escritor, pero es una de esas voces a las que hay que escuchar. El autor mexicano transmite un sentido en sus palabras idéntico al que vuelca en sus trabajos. Su acento recubierto de serenidad y apego, su talante humilde, la dedicación que le ofrece a cada sílaba… Un amante de tal magnitud de las palabras y de su oficio no podía faltar en este festival. Bajo la luz de las cinco de la tarde y en torno a cuatro jóvenes que arrulla en su conocimiento, Malpica demuestra que el verdadero premio es estar en el giro incesante de esa noria diaria, porque su trabajo es el de conseguir una línea más, un personaje más, día tras otro… «Este es mi trabajo», quiso decir entre muchas comillas. ¿Qué se siente al venir a este evento? Me siento muy afortunado porque mi trabajo aún no se conoce en Europa y, aún así, me han hecho esta invitación. Es genial estar en un evento tan consolidado como este, es la vigésimosegunda edición. Estoy muy contento de haber venido y estoy tratando de disfrutarlo al máximo. ¿Es la primera vez que viene a Tenerife? Sí, y no solo a Tenerife, sino también a Canarias. Aunque sí he estado en otros lugares de España. Por meternos ahora en un ámbito más literario, usted ha destacado por escribir relatos infantiles y juveniles. ¿A qué se debe ese interés por este tipo de literatura? Mi interés comenzó de una forma casi accidental. Yo empecé escribiendo sin ningún tipo de pretensión, simplemente por la satisfacción de contar historias. Mi primera novela, publicada en el año 2000, fue casi como un chiste, porque no había escrito nada parecido anteriormente, pero fue una gran experiencia y conseguí un tercer premio en un concurso. Tras esto, me di cuenta de que dedicarse a los jóvenes era mejor que lo que estaba haciendo anteriormente, que era escribir para adultos, y decidí mantenerme en este género. Por suerte, me ha ido bastante bien. Además, el público al que va dirigido es el más cariñoso del mundo. ¿De dónde obtiene la inspiración para escribir sus obras? Siendo sincero, todavía lo estoy descubriendo (ríe). Mi primera novela fue muy intuitiva y, desde entonces, he intentado escribir de la manera más honesta y hablándole al niño de una manera muy próxima. Trato de no impresionar, como haría si fuera un libro para 47


gente adulta. Durante estos años, lo único que he hecho es escribir con toda honestidad, pero sin perder de vista al lector. Cuando es un niño, trato de no perder de vista que es a él a quien estoy hablando. Pero, cuando hago obras para gente joven, me pasa algo distinto, no me imagino que hay un chico de 15 o 16 años detrás de las páginas porque intento no ser concesivo y pienso que la literatura es una buena puerta de entrada a la edad adulta. Con esta humildad que usted acaba de definir como importante, ¿se puede decir que en la literatura infantil es válido el tópico «con poco se puede decir mucho»? Por supuesto. Una de las fórmulas de la literatura infantil es tratar de no ser muy descriptivo y apostar más por lo narrativo. Esto funciona porque apelas a la imaginación del lector. Una lectura es más eficaz si apuestas por una narración. Por ejemplo, muchas de mis obras no contienen una descripción del protagonista, provocando que la incertidumbre acerca de su aspecto sobrevuele por la mente del lector. A veces con menos, puedes decir más y no ocurre absolutamente nada ¿Se puede vivir económicamente de la literatura? Eventualmente sí; yo vivo dignamente gracias a la literatura, pero no soy rico. Pero está claro que para poder vivir de ella no hay que dejar de escribir, hay que ver la literatura como tu oficio o profesión. Lleva 17 años sacando obras de este tipo dirigida al público joven y tiene numerosos libros como Querido Tigre Quesada o El Impostor entre muchos otros. ¿A cuál de todas las obras que ha escrito en los últimos años le tiene más cariño y más aprecio? Valdría la pena decir sobre lo que acabo de contar que termino una y sigo la otra, trato de no hacer distinción entre una obra u otra en el sentido de que diga que en esta en particular le voy a bajar la exigencia porque vengo de escribir una ya muy gorda. Más bien trato en todas poner el mismo empeño, pues todas en general me producen el mismo cariño y satisfacción ,pero sí es cierto que hay algunas obras que sobresalen por lo especial que se han hecho a lo largo del tiempo. Recién terminé una saga de novelas de terror siendo cinco entregas y, bueno, es un compendio que me llevó 10 años elaborando y cómo no mencionarlo. Generalmente, ¿cuánto tarda en escribir una obra? Es relativo. Depende de lo que quieras escribir y me aprecio como un contador de historia. Si tú ves mi historial y ves todas mis obras, no distinguirías cuál es novela y cuál no. Una obra de aproximadamente 180 páginas me llevaría como unos tres meses. Escribo alrededor de tres a cuatros novelas al año. En 2015 recibió el premio Iberoamericano. ¿Qué premio tiene mayor consideración para usted? El premio Iberoamericano es un reconocimiento a varios años de trabajo, pero también es cierto que, cuando te encanta tu trabajo, no es trabajo. Es un placer sentarse enfrente de la computadora sintiéndote maravillosamente bien. Por ello, este premio me pareció una redundancia, que te premien por hacer lo que a ti te encanta, deberían premiarte por hacer una cosa horrible como ir a la guerra. Yo creo que el principal logro en mi carrera es justo ese y poder decir que ahora sí ya me dedico a las letras y no tengo que hacer otra cosa. Dedicarme significa poder seguir sentándome todos los días a escribir mis historias y que se sigan publicando. Si pudiera pedir algo al futuro, sería seguir 48


publicando y tener el privilegio de vivir de ello que de pronto no es tan fácil. Estudió Ingeniería Informática en México y ahora está involucrado en el mundo de las letras, pudiéndose decir que forma parte del otro polo. ¿Qué lo llevó a no dedicarse tan formalmente a la informática y sí al mundo literario? Principalmente, es la honestidad que todos nos debemos a nosotros mismos, refiriéndome que todos en algún momento de nuestras vidas sentimos la necesidad de enfocar nuestros quehaceres a algo que realmente nos encienda el corazón. Estaba estudiando Ingeniería pero para mí era una ocupación que te tenías que dedicar para ganar dinero y no perder el tiempo. Me inscribí a la carrera de Ingeniería de Computación porque, de alguna manera, tienes que ser pragmático, pero también es cierto que tuve la fortuna a mediados de la carrera de darme cuenta que eso no me encendía por dentro ninguna llama. Yo considero que, si no te dedicas a algo que te apasiona, estás veladamente condenado a ser mediocre, porque vas a estar siempre dedicándote a eso y así tu trabajo se va a volver un martirio. Todos nos debemos a nosotros en identificar algo que te encienda. Supe que me apasionaba totalmente el mundo de las letras porque tuve mucha curiosidad durante mi juventud empezando a escribir teatro. Obviamente, no dejé la Ingeniería porque tenía que seguir estudiando, pero mientras estudiaba también escribía, hasta que la escritura le empieza a ganar a la Ingeniería. ¿Cuál es el objetivo que se propone cuando publica una obra? Pensando en el lector, pues básicamente no dejarle indiferente. Busco causar sensaciones para evitar que mis libros acaben siendo abandonados con facilidad. Desde el principio me propuse a mí mismo no aburrir al lector y, para ello, debo disfrutar con lo que estoy haciendo. Evitar el aburrimiento en el lector es una tarea complicada, pues requiere un esfuerzo creativo y muchas horas de dedicación, ¿Hasta qué punto es importante la creatividad para un escritor? Lo cierto es que ideas e imaginación tenemos todos los seres humanos. Personalmente, le doy más relevancia al esfuerzo y al trabajo que al talento mismo. Cuando te sientas delante del ordenador y lo haces con ese cariño que le tienes a tu imaginación, esta acaba saliendo sola. Yo aprendí a ver en el oficio de la escritura algo que tiene que ser gozoso en todas sus facetas. Desde que se me ocurre una idea, empiezo a trabajar en torno a ella y creo una premisa, luego una sinopsis, luego una sinopsis más larga, luego una escaleta… y todos esos procesos son escritura y tienen que ser gozosos. Mientras vas ideando si matar al dragón, si se casan… todo eso es gozoso. En ese momento en el que el personaje mata al dragón, el escritor se siente como dios porque es el amo de todo lo que está pasando. El escritor es dueño de todo lo que pasa y eso es la cosa más maravillosa de todo. En definitiva, ser creativo no es fácil, pero tampoco hay que martirizarse si no lo eres ya que la imaginación se puede mejorar si la trabajas con 49


frecuencia.

Visitar Los Silos fue mucho más que una simple visita, una simple llegada, un simple destino. El pueblo fue capaz de engullirnos en la encrucijada de sus pocas calles, en el exconvento de San Sebastián, en lo icónico de una iglesia disfrazada de blanco, en el ambiente que controlaba la calma… Nos dimos cuenta de las cuantiosas posibilidades que ofrece la cultura en todas sus facetas. Pudimos ver la literatura, retener las horas, a la música correr en la plaza, al teatro dar luz natural y reflejar mediante la fantasía la realidad. Aparte, la capacidad que posee la cultura para mover a las personas, para reunirlas, y para ello hacen falta pocas puertas y llaves. Conocer a nuestros dos entrevistados, tanto a Ana Sofía Paiva como a Antonio Malpica, fue toda una experiencia. no solo por el hecho de coronar este trabajo, sino por todo lo aprendido acerca de novelas, interpretación, teatro, etc. Pero si hay algo que guardamos enteramente son los valores que nos transmitieron ambos invitados casi sin querer, con una naturalidad aplastante. Sin duda, fue como asistir a una narración e interpretación de Sofía Paiva o habernos deslizado por las letras de Antonio Malpica mientras trabaja en un nuevo libro. Los Silos nos entregó en unas horas la opción de no olvidarnos nunca de que, para escribir o bien para narrar, solo necesitas de ti mismo y de un espacio que te escuche.

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PEDRO MARIO LÓPEZ YUSEF AMAIOUA VÍCTOR CABRERA JORGE LAURA CABRERA SANABRIA PABLO GONZÁLEZ DELGADO MARIO GONZÁLEZ SUÁREZ

«Un cuento tiene que ser direccional, ha de ser como un camino: sorpresa, magia y posibilidad». Latinoamérica se le ha quedado pequeña a este narrador cubano (colombiano de adopción) después de haberla recorrido participando en festivales nacionales e internacionales. Su pasión por contar historias la combina con la docencia en la coordinación del Área de Artística y Cultural de la Universidad de San Buenaventura, en Cali (Colombia). Después de décadas contando cuentos allende los mares, aterriza en el XXII Festival del Cuento de Los Silos por primera vez.

Usted es experto en creatividad y en proceso creativo. ¿Cómo es el proceso creativo de un cuento? Yo creo que los procesos creativos siempre son complejos en la medida en la que están conectados con circunstancias, con caminos elegidos por las personas para expresarse, para conectarse con el mundo en el que viven, con sus profesiones, sus intereses. En el caso de la narración de cuentos, es clave porque la oralidad es un ejercicio de reinversión. Es necesario el proceso creativo porque podría hacerse de una manera muy convencional. De hecho, a lo largo de la vida te encuentras con personas que hacen eso: se aprenden los cuentos de memoria, porque se los han visto a otros, porque lo ha visto en Youtube y lo hacen igualitos, y ahí tampoco hay creatividad. La creatividad no está dada porque sí, sino porque es una búsqueda, y cuando se da esa búsqueda el resultado es un trabajo original; suele ser casi siempre un trabajo potente, un trabajo que cautiva al que escucha y que lo cautiva también a uno, porque es una razón de ser el ejercicio creado. ¿Y usted cómo suele trabajar más? ¿Trabaja escribiendo, se los aprende más o menos y después se los lee o es, sobre todo, de reflexión y de pensar, y luego le va saliendo? No hay una fórmula cerrada. Los cuentos yo no me los aprendo, por lo menos, de memoria. Bueno, es la memoria, pero un tipo de memoria asociativa que me permite apropiarme de la esencia de esa historia. No todos los públicos son iguales, ni las 51


circunstancias son las mismas; eso es lo que hace que una historia sea de una forma o de otra. La narración de cuentos es un ejercicio permanente de búsqueda, de cocreación entre el público que imagina y yo. Esto tiene mucha potencia, mucha fuerza expresiva como comunicación en primera instancia, como lenguaje estético en segunda, como memoria, como cultura… tiene muchas vertientes y todas son muy ricas. ¿Por algo en especial ha preferido dedicarse más a la narración que a la escritura? Sí, pues yo no soy escritor. No todos podemos ser escritores. Digo que yo no soy escritor porque tengo escritos algunos libros. He publicado dos libros, uno de cuentos, otro de poesías, también algunos poemas en antologías internacionales y demás. Pero me he dedicado más a la investigación, el trabajo de la investigación, el terreno de la promoción cultural; o sea, no soy un escritor, he escrito y he publicado, pero no soy un escritor, soy más bien un narrador, no todos los narradores somos necesariamente escritores de tiempo completo. ¿En qué género o tono se siente más cómodo: miedo, humor, drama…? Es complicado. No tengo un género que prefiera por encima de otro. Me encanta que un cuento tenga muchos matices, que dentro de una misma historia el público pueda reír conmigo, pueda conectarse con una atmosfera poética; que si hay llanto, que haya llanto, y que todo esté dentro de una misma historia. Lógicamente, hay historias de amor, de humor, de dolor, donde existe un estilo conductor que va marcando el curso de la narración. Si es una historia de dolor, que no sea una cosa dramática, sino que también sea un momento marcado por la huella de la vida, porque la vida no es plana, en la vida sufrimos, pero a la vez reímos y tenemos muchos más matices que son lo que hace de la vida algo maravilloso. Un cuento tiene que tener también eso: tiene que ser un camino que no es direccional sino todo lo contrario que es sorpresa, que es mágica, que es posibilidad. A la hora de narrar es muy importante la gesticulación y la vocalización para llegar mejor al público. ¿Usted cómo se prepara? Yo en este momento estoy en una onda trascendental, en cuanto a que no me pongo a preocuparme ni a pensar tanto en la cuestión de la no verbalidad, sino que siento que eso fluye. Claro, hay todo un trabajo previo de elaboración de la historia, de ensayos, de considerar los tonos, las pausas, también algo del gesto, pero no profundizo mucho en eso. En mi caso yo tengo un background importante de trabajo corporal, yo soy actor, director de teatro, entonces todo eso también me ayuda a encontrarme en la parte de la no verbalidad de la historia de una forma mucho más cómoda, ya que tengo el respaldo de todo lo otro que he venido trabajando y me parece que ahí se da, pues si el público no fluye conmigo, me cuesta terminar la historia. Un cuento rompe linealidades temporales y yo siento que también quiebra de alguna forma las linealidades espaciales. Si uno siente que se rompen esas linealidades, y tanto el tiempo como el espacio giran en un sentido diferente al cotidiano, entonces todo se va dando de una forma muy especial. Ahí yo siento que fluye de manera especial, no lo podría poner en palabras porque es algo que no cabe en el espacio del sentido de la palabra, es algo que está más allá en otro plano, por eso es trascendental. Es como un viaje que va más allá del tiempo y del espacio. ¿Esta ha sido la razón por lo que no se ha dedicado más al mundo del teatro, la 52


escritura? Pues estoy en todo. Yo creo que la vida no es un camino unidireccional. A veces escribo, soy profesor universitario, eso me absorbe muchísimo tiempo, trabajo con creatividad, con literatura para niños, con asignaturas que tienen que ver con la integración de las artes. En investigación acabo de terminar un doctorado. También hago teatro, dirijo, narro, escribo, canto en la ducha porque más allá no puedo, pero me encanta la música. Creo que, para ser un narrador eficiente, tienes que ser una persona muy conectada con las cosas que hay alrededor de uno, porque todo eso está hablando, está diciendo de la vida de uno, de la gente. ¿Cómo va a contar uno algo a alguien si no está abierto a que la vida y el mundo le cuenten a uno? Todas esas historias que están ahí como en una espacie de energía cuántica nos permiten fluir en una posibilidad de ser voceros del universo. Los narradores, por alguna razón, hemos sido convocados para poner esas voces en el encuentro con los otros. Pero solo somos eso: una especie de conector, una especie de pequeño afluente por el que mucha energía del mundo pasa para no ser olvidada y para tener palabras, sonidos, gestos, miradas; entonces, somos eso amplificadores de esa energía. ¿Cómo narrador, ¿qué es más difícil de activar en el público: la tristeza, una carcajada, una lágrima...? Todo es difícil. Nada más con pararte frente a los otros. En la narración oral uno no está detrás de nada, no es como en el teatro: cuando yo salgo en el teatro, yo construyo un personaje. Pedro Mario López no está ahí; está fulanito, el personaje, el rey Lear, el mendigo de la calle… Esos son personajes, pero cuando yo me paro aquí frente a los otros soy Pedro Mario López, y yo estoy en una postura de indefensión, porque estoy ante los ojos de todos. Nunca me propongo si quiero que la gente se ría, llore. Tengo una historia que ha vibrado en mí y yo quiero compartir eso; ni siquiera estoy seguro de cómo la gente lo va a recibir, siempre es un reto y una incertidumbre. Cuando yo cuento una historia, veo que la gente llora y luego otro público se ríe, tiene que ver lo cultural, lo contextual, pero es hermoso, eso es lo bello, que no hay nada garantizado. En el teatro uno sabe cuándo la gente se va a reír; eso está marcado, ensayado, está pensado. En el caso de la narración de cuentos no es así, depende de muchísimas cosas que son indeterminadas. La narración de cuentos es un acto presencial, pero la gente ahora prefiere lo semipresencial: ver a un narrador por Youtube o por el teléfono móvil. ¿Qué opina usted de esto? Yo soy fan de las nuevas tecnologías, soy un hombre del siglo XX, tengo mis limitaciones, no soy un milenial que navega en las tecnologías como pez en el agua. Yo soy más arcaico en eso, pero celebro la tecnología, me parece una maravilla que esté entrando a dialogar con nosotros en muchas cosas de la vida de forma eficiente. Sin embargo, hay cosas que pienso que no se deben sustituir. Yo creo que la tecnología no debe remplazar el acto de narrar historias, eso es un acto vivo. En los vídeos falta la vida, la cámara me toma a mí, pero lo que está pasando acá no lo puede captar. La cámara, que es un objeto maravilloso, capta una imagen, pero los matices y la atmósfera que se forma, no; queda un retrato parcial del hecho. A mí eso me preocupa, habría a lo mejor que planear una grabación del cuento que tendría una concepción estética diferente; debería sentarme con un director y ver cómo se filmaba el cuento, con cuántas cámaras, saber cómo editarlo, su montaje. 53


Y, hablando de eso, ¿qué siente cuando está narrando y ve en el público gente con los móviles, grabándolo, haciendo fotos…? No sólo como narrador, sino también cuando está usted en el público. A mí me incomoda más cuando estoy en el lado del público, lo percibo más. Cuando estoy del lado de acá, paso. Si me pongo pendiente de eso, no podría estar concentrado. Lo preferible es que nadie lo haga. Tenemos que aprender a vivir con la tecnología, estamos en una infancia aún muy pedestre y tosca. Se tiene que generar una cultura del aprendizaje y saber en qué momento utilizar la tecnología, tenemos que aprenderlo porque es algo muy reciente. Nos ha llegado como una ola y estamos todos obsesionados con los aparatos. En mi espectáculo tengo unos cuentos que hablan precisamente de esto. Y, hablando de las tecnologías, ¿ve posible usar las nuevas tecnologías en sus espectáculos? ¿Prefiere ser usted solo con la gente o no le importaría utilizar un proyector, un e-book, un audiolibro…? No me niego a nada, todo eso me parece fascinante. ¿Pero prefiere lo tradicional? No, no sé. No lo he explorado porque no he tenido la necesidad estética o creativa de hacerlo. Estoy dándole vueltas a la idea de montar un espectáculo multimedia, para aprovechar la tecnología del maping (proyecciones sobre diferentes superficies); que mientras uno cuenta la historia aparecieran dibujos o imágenes relacionadas. ¿Y no cree que estas técnicas como el maping pueden hacer perder la esencia del cuentacuentos o sacar al espectador de la historia, sobre todo si son niños? No. La idea sería que el maping, la voz, el cuerpo y la música (si la hubiera) pudieran tejerse de una manera especial. Sería una integración de lenguajes muy interesante donde lo tecnológico aporta nuevas posibilidades. Lo que no quiere decir que no vuelva a contar cuentos yo solo. Es una exploración de alguna de las múltiples posibilidades. Todo es viable y vale la pena intentarlo. No considero que las tecnologías sean monstruos que nos quieren devorar, aunque parezca que nos devorarán. Es un problema nuestro, de los humanos, no de la tecnología. ¿Se acuerda usted del primer cuento que contó? ¿Cómo lo vivió? Nunca me voy a olvidar, fue muy traumático. No porque me fuera mal, sino por el miedo que tenía. Llevaba muchos años trabajando en el mundo del teatro. Después de 15 años trabajando como director, conocí a una gran maestra de la narración oral, Maira Navarro, aún en activo. Ella me motivó para asistir a un taller básico. Allí conocí la técnica, la historia, vi a muchos narradores en un festival internacional y me gustó tanto que decidí probar por ahí. El primer cuento que narré es un cuento de un gran amigo mío cubano, Alberto Serret, Tía Dulce. Un cuento bellísimo, muy dramático. De hecho, estaba pensando en contarlo acá (Festival Internacional del Cuento de Los Silos) porque hace mucho tiempo que no cuento esa historia. No me voy a olvidar nunca porque casi me orino en los pantalones. Era la primera vez que estaba completamente indefenso frente a un público y haciendo una transición muy difícil como es la del teatro a la narración oral. Uno tiene que aprender que lo que está haciendo no es teatro, y estaba en 54


ese proceso. Por ejemplo, me quería aprender el cuento de memoria, como hacía con un texto en el teatro, para luego darle matices e intenciones. Pero el buen narrador no se aprende nunca el cuento de memoria, el buen narrador capta la esencia del cuento y, cuando va a contarlo, lo reinventa. Es como tener el esqueleto e irle poniendo la carne que tú quieras. No te vas a alejar al cien por cien de la historia original, pero la historia que estás contando es tu versión de la historia. ¿Nos podría contar la anécdota que más le ha marcado a lo largo de su carrera? Tengo muchas, pero una me hizo darme cuenta de lo serio que es contar un cuento. Uno no calcula el impacto que puede tener la historia que cuenta en las personas. Llevaba ya unos 6 o 7 años como cuentacuentos y me invitaron a un festival en Agüimes (Gran Canaria). Cuando termino de contar los cuentos, se me acerca al camerino una señora a darme las gracias llorando. Yo pensé que era una exageración, sinceramente [risas], pero me cuenta que una de las historias de esa noche le había dado un vuelco a su vida. Me dijo que su hijo había fallecido unos años antes. Había ido a esquiar y ella le había proporcionado todos los recursos para ello. Después de eso no se recuperó porque ella se sentía culpable al haber posibilitado ese viaje; pero, por otro lado, ese era el sueño de su hijo. Ella lo que hizo fue darle el gusto. Yo narré una historia sobre una mujer muy anciana en un asilo y sus hijos andaban por el mundo. La mujer era muy generosa, alimentaba a los pajaritos todas las tardes. Ella finalmente muere sola, los hijos no se enteran hasta pasado mucho tiempo, pero su idea de la vida era que los hijos no eran para tenerlos amarrados a ella, sino para que fueran libres y volaran como los pájaros. Esa era la esencia de ser madre y se sentía feliz de haberse realizado en ese sentido. Alguien podría opinar que qué hijos más desnaturalizados, tan sinvergüenzas; pero los hijos fueron como ella quiso que fueran, libres. Hay una analogía con los pajaritos que ella alimenta desde la ventana de su habitación y, cuando los pajaritos comen y se quedan ahí mirándola, ella les decía: «¡Arriba, a volar! Para eso tienen las alas, para volar». Esta historia caló tan profundo en esta señora que me dijo que, por primera vez en tantos años, se había sentido liberada de su culpa, tranquila, que había actuado en correspondencia con lo que debía haber hecho; y que la muerte de su hijo no era culpa suya. Para ella no tenía precio. Me impactó mucho porque me di cuenta del impacto que puede tener un cuento en la vida de otro. No es solamente una historia, hay que tener claro que puede tocar de una manera muy especial a los otros y que, además, ese tiene que ser el propósito. Y así como esa señora se sintió liberada, uno puede hacer sentir lo contrario en otras personas. Por eso hay que ser muy cuidadoso con el universo que uno empieza a tejer cuando narra una historia, porque ese universo va a expandirse y va a encontrarse con el universo de los otros. Ahí hay una responsabilidad muy grande. Es la primera vez que viene al festival de Los Silos. ¿Nos podría adelantar un adelanto del espectáculo? No, ¡vengan a verme! Esta tarde estaré en la sala del Centro de Salud, aunque esta sala (sala de Plenos del Ayuntamiento) me parece fabulosa. Es un lugar bonito, la gente estaría muy cerca de uno. Sin embargo, esa otra sala es muy larga, el narrador queda muy alto… El espacio físico en el que se cuenta un cuento y el público también son muy importantes a la hora de narrar, ¿no? 55


De alguna forma, el espacio define qué tipo de cuentos se pueden narrar allí. Hoy le di un giro al espectáculo que voy a proponer porque el que tenía pensado no me cuadraba en ese espacio. Eso también el narrador lo tiene que tener presente. También con qué público se va a contar, si son niños, si son adultos, si son ambos. Por ejemplo, el primer día me tocó contar con un público muy especial, pero también muy difícil. Eran personas con diferentes problemas de movilidad y cognitivos, mezclados: el que no captaba casi nada porque tenía un problema cognitivo, con el que tenía un problema motriz y captaba perfectamente. Cómo logro yo establecer un punto de equilibrio para no ignorar a unos y privilegiar a otros en la comunicación es uno de los ejercicios más complicados que me ha tocado hacer en los últimos años. Pero fue interesante, un reto, porque yo no sabía qué público me iba a tocar. Las circunstancias del público también influyen. No es lo mismo contar con un público que viene a un festival, que está ávido de escuchar cuentos, que ir a contar cuentos a un colegio con los niños, que les han sacado del salón, obligados a ir a ver al narrador. ¿Cómo nota, después de haber actuado en tantos países y después de tantos años, la evolución del público? ¿Cómo cambia el espectador? Cambia todo. El espectador, el narrador, las historias. Algunas se quedan fuera, van llegando otras. Y los encuentros con públicos diversos son muy enriquecedores. Uno se da cuenta de que una historia funciona aquí, en Madrid, en Francia, en México, en Venezuela, en Argentina. Somos uno, donde quiera que estemos, aun cuando hay diferencias culturales, que mucha gente celebra. Porque yo hablo de una manera diferente, digo palabras que no conocen, y el público celebra eso. Yo nunca intento ser como la gente del lugar a donde voy. Yo soy de donde vengo y traigo a compartir eso como un regalo. Traigo el regalo de mi cultura, de mi pueblo, de mi forma de hablar, etc. Siempre habrá palabras que la gente no entienda, por ejemplo, y ahí está la riqueza. ¿Ha tenido que dejar de contar una historia porque no funcionaba, porque no significaba tanto? Yo siento que las historias tienen un ciclo natural, como las cosas vivas. Llegan, tienen su momento de luz y auge y se van, tranquilas. Yo nunca he dejado una historia atrás de manera meditada. Sencillamente, se han ido quedando, las he ido perdiendo porque no las he vuelto a contar, porque han llegado otras. Igual, hay otras que nunca se van, que están conmigo desde que las encontré o nos encontramos. O ellas me encontraron a mí, que es lo que prefiero decir, que son las historias las que encuentran a uno y no uno quien encuentra las historias, porque la experiencia me lo ha demostrado. Otras, que en un momento determinado tienen que ver con mi estado de ánimo, con la forma en que estoy viendo el mundo, la vida… Pero luego eso a lo mejor cambia y, por eso, la historia deja de estar en un primer plano y se va yendo. Para mí es algo muy orgánico. Envejecen y se van, o se van con otro. ¡Hay historias que lo abandonan a uno!

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BENITA PRIETO «La belleza reside en las diferentes formas que tenemos de contar las mismas historias». La cuentacuentos brasileña ha recorrido medio mundo narrando historias, pero no solo eso, sino que ha formado parte de grandes proyectos junto a otros narradores, en favor de la difusión de la cultura en el mundo latino. Además, es una defensora a ultranza de la aplicación de las nuevas tecnologías a la narración y la literatura. Vamos a empezar con sus orígenes, sus inicios. ¿Por qué y cómo empezó su afición a contar historias? Yo soy hija de gallegos. En Galicia se cuentan muchas historias. Yo nací en Río de Janeiro. Desde pequeña yo escuchaba cuentos y eso me hizo imaginar. Desde pequeña también hago teatro, desde los cinco años, y creo que fue por ahí que me llegó el gusto de trabajar con la palabra, y ahí empecé y me vi como una artista. Y seguí haciendo estas cosas, pero me formé como ingeniera electrónica. Después, volví al arte. En 1990 ya hacía un poco de televisión, de cine y de teatro, mucho teatro. Y ocurrió que me llamaron para participar en un curso, donde se iban a elegir diez personas para proyectos de lectura en hospitales. Y ahí hice el primer proyecto de lectura Mi libro, mi compañero (Meu livro, meu companheiro), que fue con una fundación de Brasil que se llama Fundación Nacional del Libro Infantil y Juvenil. ¿Usted ahora vive de contar historias o lo compagina con algún trabajo? Yo tengo una empresa pequeña en Brasil donde hago proyectos de lectura. Hacía, ahora paré por la situación en Brasil. Lo hice durante muchos años. Cuento historias, hago talleres y conferencias sobre el tema. También soy especialista en literatura infantil y juvenil. Después fui a la universidad para estudiar literatura infantil y juvenil. Y lectura, teoría y práctica. También hago conferencia y talleres sobre esto. Y desde hace 5 años me estoy dedicando a estudiar la lectura y la literatura digital. Estoy desarrollando proyectos en esta área. En ese ámbito, ¿qué mejoras tiene la tecnología para todo el entorno del cuento, de contar historias? ¿Cómo favorece? Favorece un montón. Para los narradores es fácil conocer a otros contadores de historias que hay en el mundo. Porque todo está en YouTube. Es fácil también para los narradores buscar cuentos de otras tradiciones. Para la investigación y para la búsqueda de información, el contenido de internet es precioso. Yo creo que los contadores no

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percibieron que pueden usar las nuevas tecnologías, que de nuevas no tienen nada. La gente más joven va a desarrollar proyectos muy interesantes, como realidad virtual, realidad aumentada, holografía. Porque los narradores tenemos todos más de 40 años (risas). ¡Porque fue un movimiento! Para mí es fácil trabajar con la tecnología, no le tengo miedo. ¿Hay también desventajas? Todo en la vida tiene desventaja [risas]. ¿Y qué desventajas tiene internet con respecto a contar cuentos? Yo creo que la desventaja es porque los niños y los jóvenes, como no hay mediadores que cuidan esto, siempre están jugando, buscando cosas en YouTube; cosas simples, sencillas, no cosas elaboradas. ¿Y dónde están las cosas buenas? Creo que ahí está lo malo, porque internet tiene mucha basura, mucho ruido. Tenemos muchísimo material en internet, pero la gente, como no está acostumbrada y no conoce el medio, va siempre a por la primera cosa que le sale. Pero eso es una cuestión de tiempo, todos estamos aprendiendo con estas tecnologías también. Usted se dedica a contar historias y a diversos proyectos. Hay mucha gente que se dedica a grabarlos y, a lo mejor, a subirlos a internet, siendo muy fácil acceder a ese contenido ¿Le perjudica, ya que no se lucra de ese trabajo que otros reciben gratis? Yo creo que no hay problema en eso, porque ¿quién se lucra con internet? La propia empresa, YouTube. Nosotros podemos ganar poquita cosa. Para nosotros puede ser algo útil para la divulgación de nuestro trabajo, si lo haces bien. Contar cuentos, este acto, no hay como sustituirlo. Es muy diferente verlo por internet ¿Dónde gana la gente? Gana en los conciertos, gana en los teatros, gana cuando está presente, no gana cuando está por internet. Internet también sería una buena herramienta para introducir el mundo de la oralidad a los más jóvenes, tratándose de un formato donde ellos están más familiarizados. Por eso yo empecé este proyecto hace cinco años. Ahí hay un potencial. Yo siempre digo que tenemos hoy en el mundo la más grande oportunidad de promocionar la lectura. Porque la literatura está en internet. Muchos niños de África tienen un móvil, y pueden entrar, meter, encontrar cosas y leer. Solo nos falta gente que haga este trabajo de promoción. Si los gobiernos percibieran que hay que formar mediadores y utilizar lo que hay en la red, rápidamente íbamos a mejorar los índices de lectura en el mundo. Los malos gobiernos del mundo no apuestan por la cultura y se centran en quitarla del pueblo. Esto pasa en todos sitios, es una forma de control. La cultura hace que las personas desarrollen su pensamiento crítico. ¿A qué gobierno le interesa esto? Solo a los nórdicos [risas], que tienen otra mirada sobre el mundo. Son países diferentes donde se piensa en la gente como gente importante en todo el proceso. Hay una frase de Lima Barreto, un autor brasileiro que era negro y pobre, del siglo XIX: decía que en Brasil no hay pueblo, hay público. Público que ve, que asiste, pueblo que lucha. Es esto lo que está pasando 58


en Brasil. La gente no está luchando, está mirando lo que pasa. Esperando a ver si cambia. Muchos jóvenes usan las redes sociales para quejarse de problemas sociales, evitando asistir de forma directa a manifestaciones, huelgas y presentarse en persona. Yo luché en la época de la dictadura, en los años 80; íbamos con pancartas, hacíamos manifestaciones… Nuestra generación fue muy luchadora. Yo no veo esto. Creo que ellos están haciendo una red que no es visible. Quizás lo están transformando por otro camino. Quizás hay algo invisible que se está desarrollando. ¿Qué cualidades debe tener un buen cuentacuentos? Tiene que tener empatía, saber ponerse en el lugar de los otros. Los buenos cuentacuentos deben de ser lectores, leer mucho, escuchar a otros narradores. La forma de contar cuentos es algo muy personal, por lo que cada uno debe de conocer sus propias aptitudes. Yo no creo en la improvisación, todos los contadores tienen que estar preparados antes de contar la historia. ¿Todas las historias son buenas para ser contadas oralmente? Hay textos que son solo para leer. No todos los cuentos son aptos para ser contados, por ejemplo, textos con autores con una manera de escribir muy particular. Al final los cuentacuentos no contamos todo el relato, sino fragmentos de este. En realidad, en literatura hay cinco o seis historias que se repiten siempre, y esa es precisamente la belleza literaria: ver las diferentes formas de cada autor a la hora de escribir. ¿Cuál es su opinión sobre los audiolibros? En relación con aquellos libros que no eran adecuados para narrar, ¿no cree que el formato audiolibro les puede perjudicar? Me gustan mucho y no creo que resulten perjudiciales, porque al final el audiolibro es la lectura del texto tal cual está escrito. El formato del audio no interfiere en la esencia de la historia. ¿Cómo se va construyendo un cuento una vez surgida la idea? Es difícil pensar en cómo plasmar tu idea en el libro y conseguir que el lector la comprenda. Siempre investigo mucho para evitar copiar a otros autores y tener más conocimientos sobre los temas que trato. No sigo ningún tipo de estructura predeterminada, tengo una idea y la plasmo a mi manera. Aun así, no me considero una escritora; los libros que he hecho los he escrito casi por obligación, debido a que muchas personas me lo sugieren. ¿Escribe en ordenador o papel? En ordenador… y menos mal, porque mi letra es horrible [risas]. Yo fui obligada a escribir con la mano derecha en la escuela y eso me creó muchas dificultades a la hora de escribir a mano. Para mí resulta mucho más sencillo escribir en teclado.

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¿No encuentra muy frío el libro digital? No, me es indiferente. En los talleres que hago muestro libros que solo están en papel y son maravillosos, al igual que solo hay novelas en formato digital que son muy buenas. Experimentas con sensaciones estéticas diferentes al tratar los dos formatos. ¿Cuáles son sus autores favoritos? Hay escritores brasileños que son encantadores: Marina Colasanti, Mia Couto… Muchos autores. Siempre hay autores de los que lees obras suyas que hacen que te enamores del escritor. ¿Usted es más de finales felices o trágicos? Depende de la historia. Lo importante es que los finales sean buenos, que tengan que ver con la historia, que tengan sentido. Si el final tiene que ser feliz, bien; y, si es trágico, también. Muchos escritores escriben para satisfacer al mercado, pero eso es una auténtica basura. La realidad es más trágica que la ficción, así que no entiendo esa manía de que tenga que haber un final feliz. ¿Varía el género del cuento la forma de narrar? Sí, claro; es algo muy divertido, tú puedes transformar un cuento de terror en un cuento de risa. Cada contador tiene su propia lectura del mismo cuento.

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IÑAKI CARRETERO NAHUEL BEAU CRISTIAN ACOSTA BEATRIZ FERNÁNDEZ JULIÁN DARIAS SOFÍA ESTRADA

Muchos son los cuentacuentos que se desplazan a la isla para acudir al festival que ha hecho del municipio de Los Silos un lugar de referencia internacional. Uno de ellos es Iñaki Carretero, que viene del País Vasco, y ha hecho especial hincapié en la diferencia entre cuentacuentos y actor de teatro. ¿Cómo descubrió su pasión por contar los cuentos? Casualidad. Jamás hubiera pensado dedicarme a los cuentos. Sí había trabajado mucho en animación de calle con chavales con problemas; un día había que hacer un espectáculo y nadie se atrevía a leer un texto. Lo hice yo, me vio la directora de una biblioteca y me propuso contar historias y así trabajar con la lectura, y aquí estoy, casualidades de la vida. ¿Lleva bastantes años viniendo a este festival? La verdad es que sí. Este año entro en mi año 20 de contar cuentos, de dedicarme exclusivamente a ello y viniendo a Los Silos pues… Hace 18 años vine por primera vez. ¿Significa bastante para usted entonces? Sí, fue el primer festival que confió en mi forma de contar, porque yo tengo una forma de contar un poco especial; me gusta mucho jugar a la cuerda floja, hablar con la gente, poder contar chistes, narrar como se hacía antes… ¿Cree que a través de los cuentos puede llegar a cambiar la sociedad? Si conseguimos contar historias desde dentro, con emoción, pues sí. Quién escucha una historia, si le ha marcado, le va a marcar para siempre, y esa historia le va a hacer pensar y cambiar él mismo y, por qué no, cambiar el mundo. Ha comentado que ha ido contando historias habitación por habitación en un hospital. ¿Qué es lo que más le ha marcado de esa experiencia? Lo primero es que aprendí a ser humilde, porque llegamos a la sala del hospital y teníamos unos 15 críos apuntados y ninguno de ellos podía salir de la habitación porque les estaban poniendo quimioterapia o tenían alguna infección. Entonces dije «¿por qué no? Puedo ir habitación por habitación». El médico se arriesgó, me dijo que sí. Tocaba humildad, entrar a las habitaciones, ver un niño que tiene que estar en su plena vida ahí… ¿y por qué no le voy a contar un cuento? Además, sin lástima. La gente entra con lástima y creo que eso es lo último que hay que hacer. Ni siquiera me presentaba, entraba con un cuento y ver cómo con la voz los enganchabas, se relajaban, para mí fue una experiencia muy gorda.

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¿De eso se aprende a la hora de crear cuentos? Sí, claro. Lo que para mí tiene contar cuentos que no lo tiene el teatro es que soy yo; entonces, a la vez que hago una actuación estoy aprendiendo, sobre todo, a contar lo que me apetece en cualquier situación. ¿Tiene algún contador de cuentos referente aquí en Canarias? No suelo seguir a muchos, pero Ernesto es uno. Lo conozco desde siempre y, quieras que no, nos hemos visto evolucionar. También me gusta haber conocido a algunos chicos y chicas en el festival que han salido narrando.

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CARMEN LUZ BASO LORENZO La concejala de Cultura y Educación en el Ayuntamiento de Los Silos hizo énfasis en la falta de apoyo institucional que tiene el Festival Internacional del Cuento que se lleva a cabo en el municipio. El festival lleva 22 años celebrándose en Los Silos y ha contribuido a que el municipio se haya convertido en la meca del amante de los cuentos y relatos orales. En la entrevista, Carmen Luz Baso recalcó la importancia que tiene el festival, no solo para los silenses, sino para toda la isla de Tenerife. ¿Qué significa para el Ayuntamiento albergar un festival tan importante como el de Los Silos? Desde el ámbito cultural, lo que ha hecho este Festival Internacional del Cuento ha sido dar nombre al municipio de Los Silos. Hace que este municipio se conozca más en toda la isla, en toda Canarias e, incluso, a nivel nacional e internacional con los narradores que también nos visitan. Todos los años, cada vez más, hace que haya un crecimiento en la parte de la restauración. Todo ello se extrapola a que el municipio sea conocido como el municipio de los cuentos. ¿Cree que el festival cuenta con suficiente apoyo institucional? La verdad es que no. Ya llevamos 22 años, es un festival cultural y año tras año todavía tenemos que seguir contando con las diferentes administraciones como el Cabildo o el Gobierno para poder conseguir esa financiación. Y creemos que ya se debería tener la partida presupuestaria establecida para un festival tan importante como este. ¿Qué significa Ernesto para el festival? Ernesto es el que ha dado nombre a este festival. Es el que le ha dado valor al municipio de Los Silos. Es el gran director, el que ha pensado que en un municipio de estas características se puede llevar a cabo todo esto a pesar de las dificultades que podemos tener, ya que es un municipio pequeño en el que no tienes tanto espacio físico como para desarrollar todas las sesiones que el director quiere llevar a cabo. ¿Entonces es muy complicado llevarlo a cabo? Sí, es complicado. Somos un municipio pequeño, en el que todo el espacio y el pueblo se convierte en un escenario. El plan de seguridad de un festival de estas características, donde tienes sesiones en Pina, en los Lavaderos de Susana,o el terror en Las Cuadras del Marqués de una forma privada, es decir, son personas que caminan hacia allí, se llevan a cabo todas esas sesiones de cuento… Todo eso hay que controlarlo. Hay que tener en cuenta que los espacios estén en condiciones, tema de seguridad con ambulancias, etc. La perspectiva es la de seguir muchos años más, ¿no? Por supuesto. Nuestro festival nació en Los Silos, está creciendo en Los Silos, y quisiéramos que estuviera aquí a lo largo de toda su vida. ¿Cuánto público se espera que albergue el festival este año? El festival es mucho más que todas estas sesiones dentro de un programa de cuentos, porque también dentro de él y de forma paralela se desarrollan los cursos de extensión 63


universitaria, cursos de la ULL que muchos de los municipios acogen, pero con los que nosotros llevamos 20 años para aprovechar aquellos narradores con una temática de la narración oral o escrita. También tenemos visitas escolares, que ya en este año ha habido 3.300 niños y niñas que nos han visitado de toda la isla de Tenerife. También está la parte del profesorado, en la que ya hace 4 o 5 años que se está desarrollando unas experiencias lectoras en las que el profesorado de la isla expone todas aquellas experiencias que hacen dentro de sus aulas con respecto al fomento de la lectura y escritura. Con todo ese público, más las personas que se acercan, más o menos el año pasado vinieron a visitarnos entre 15.000 y 20.000 personas. ¿La prensa canaria cubre bien el evento? La verdad que estamos muy orgullosos, hemos sido en esta semana portada de muchos de los periódicos. Eso hace que se le dé un reconocimiento a Los Silos con este festival.

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FANUEL HANÁN ARIADNA MARTÍNEZ MIRANDA MARÍA DEL PILAR PEREIRA ALBA QUINTANA SUÁREZ

Fanuel Hanán Díaz es licenciado en Letras por la Universidad Católica Andrés Bello con Maestría en Ciencias y Artes Aplicadas. Escritor y crítico venezolano, está especializado en Literatura Infantil. La entrevista se realizó en la sala de plenos del Ayuntamiento de Los Silos, en un ambiente ameno y agradable que facilitó la conversación con el autor. Su campo se centra en la literatura infantil. Piensa que es muy importante adentrar a los niños en el mundo de la literatura. ¿Cómo se inició usted en él? Creo que muy pocas personas están haciendo el trabajo de investigación en esa área. Hay escritores en literatura infantil, ilustradores, muchas ferias, premios... La literatura infantil ha alcanzado un nivel de altura académica, pero muy poca gente se ha dedicado a investigar sobre ella, y eso es lo que yo hago básicamente. Me inició porque después de que terminé la universidad tuve la oportunidad de trabajar en el Banco del Libro, que es una institución pionera en América Latina y en el mundo. Creo que ya sobrepasó los 60 años de existencia, y ellos eran especializados en literatura infantil. Comencé a los tres meses a dirigir un departamento que era de selección de libros para niños según los criterios para evaluar la buena calidad. Ese fue el primer paso que di en el mundo de la literatura infantil. ¿Por qué se centró en la literatura infantil? Pienso que fue algo inesperado porque no pensé que esa literatura me iba a atrapar de tal manera. Comencé a ver que todo lo que había estudiado en la universidad tenía sentido aplicado a esta literatura. Había libros que uno tiene estereotipados como «ay, esos son cuentos para niños» o «esos son libritos sencillos»; pero no, hay una cantidad de libros en narrativa que son muy potentes. Ejemplos como El señor de los anillos, o la misma saga de C.S. Lewis, Las crónicas de Narnia; libros tan profundos como Peter Pan, El jardín secreto y toda la narrativa de aventura. Empiezas a descubrir obras importantes que han marcado hitos en la literatura. Entonces, dices sí, se puede trabajar todo lo que es estudio sociológico, psicocrítico. Cuando comienzas a meterte más en el mundo de libros para niños te das cuenta de que grandes psicólogos como Bruno Bettelheim hicieron toda una serie de análisis de piscología a partir de los cuentos de hadas. Hay un material importante y valioso para explorar. ¿Considera que actualmente, debido a las nuevas tecnologías, los niños se

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desinteresan o no llegan a apreciar la literatura? Siempre se pone como en competencia a las nuevas tecnologías. Cuando estaba iniciándome en el Banco del Libro, nosotros trabajábamos en zonas muy pobres de Venezuela: íbamos a barrios (barrios llamamos nosotros a estas favelas, como las de Brasil, donde ves que la gente tiene universos económicos muy bajos) con una biblioteca muy humilde que dirigía el Banco del Libro. Me acuerdo de una encuesta que les hicieron a los niños allí, y ellos preguntaban justamente eso: «¿Qué haces en tu tiempo libre?» Todos hubiésemos pensando «bueno, yo veo televisión» o «me meto en los videojuegos», y no, la mayoría decía «hago ejercicio o deporte», «hablo con mis amigos». Entonces, siempre se han enfrentado a las nuevas tecnologías como los enemigos de la literatura, y cuando empecé había básicamente toda una tendencia que demonizaba o trataba a la televisión como una droga que se enchufaba, y por eso los niños no leían, etc. Después pasó a ser la computadora, los videojuegos y ahora son las tablets. Creo que la literatura es la base de todo. Cuando ves un videojuego bien desarrollado te das cuenta de que lo que tiene son los esquemas de la literatura. Los esquemas de un personaje que vive unas aventuras, cumple unas pruebas, tiene un éxito. Están los esquemas de la lucha entre el bien y el mal; del realismo y la fantasía; hay personas comunes; y la literatura es la que da la base para eso. Las nuevas tecnologías abren otra dimensión y van a convivir junto al libro, la televisión, los videojuegos, las tablets, los celulares... Ahora se habla mucho acerca de los teléfonos inteligentes como los grandes dispositivos del futuro, ya ni siquiera las tabletas porque van a ser un poco más grandes de manera que se van a parecer a estas. Van a ser como parte y extensión de nuestro cuerpo, porque con ellos puedes tomar fotos, conectarte, buscar en Google..., una gran cantidad de cosas. Particularmente, creo que las nuevas tecnologías han traído unas revoluciones, entre ellas, por ejemplo, descargar libros. Yo descargo mucho libro, lo leo en mi tablet y me parece genial, porque no tienes que tener una biblioteca inmensa para tenerlos allí. Entonces, respecto a eso, ¿considera que se está perdiendo la magia de los libros al leer a través de un dispositivo digital como la tablet? Depende, porque los libros tienen una situación táctil. Sobre todo, los libros para niños permiten algunos aspectos como abrigar. Abrigar implica que sientes al niño en las piernas y pases con él las páginas, y sientas con él lo que ese pase de páginas lo emociona porque quiere saber qué va a pasar. Este movimiento es distinto al de la tablet, no tienes el concepto de doble página, ni del pase de páginas; son cosas que cambian. Todos los medios tienen sus distintas maneras. No se va a perder la magia, pero no es la misma porque la magia del libro no la tiene la tablet. La tablet tiene la suya propia, pues combina formatos distintos, te permite achicar y agrandar, cosas que el libro no lo permite. Pienso que hay que darle tiempo a que las dos tecnologías se asienten, pero el libro tiene una magia muy particular que no tiene la tablet. La tablet tiene sus propias características. No se va a perder, pero si tuviese que dar una recomendación, diría que hay que limitar el uso de las tablets. No puedes dejar que un niño esté sometido todo el día a usar las tablets… y también la combinaría con libros. Uno de los géneros que no están muy presentes en la literatura infantil es la poesía. ¿Qué medidas cree que son necesarias para introducirla en la literatura infantil? Si hay algún territorio donde la poesía todavía tiene sentido es en la literatura infantil, porque esta bebe mucho de la fuente de la tradición oral. Eso es lo primero, y en la

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tradición oral hay mucha poesía: las retahílas, las adivinanzas, los trabalenguas.... Pero también los poemas que todos nos hemos aprendido para hacer juegos, cantarle a la lluvia, hacer trucos... Tienen una musicalidad en la palabra y también en la poesía de autor elaborada. Pienso que sí, en proporción es menor, pero la poesía sigue siendo importante en la infancia, porque, además, hay dos cosas que suceden en ella: una es el formato, ya que está escrita en verso, tiene rima, musicalidad y una métrica, etc.; pero es también la manera en cómo el poeta ve el mundo, y esa forma es muy similar a la manera como el niño ve el mundo. Entonces se dice que el niño es un poeta o el poeta es un niño. Por tanto, creo que esa asociación es casi indisociable entre el poeta y el niño, la poesía y la mirada. Y la manera de introducirles es leyéndoles mucha poesía desde pequeños. Los libros suponen un aprendizaje para los más pequeños. ¿Ve necesario exponer en los libros temas polémicos como la homosexualidad, la igualdad de género, etc. en los cuentos? Como es el caso del cuento El día de la rana roja, donde un príncipe besa a una rana y esta se convierte en otro príncipe y se enamoran. En los libros para niños ha habido mucha censura desde los inicios de la literatura infantil. Se considera que hay contenidos que no están permitidos para la infancia, o se consideraba. Si tú analizas los cuentos de hadas en sus versiones originales, hay una cantidad de contenidos que aparentemente no son para niños. Antes no había filtros y La Caperucita Roja, implica actos de abuso sexual, actos de devoración… junto a una cantidad de elementos violentos, como que se cortan cabezas. Si recuerdas a Barba Azul, hay un hombre que lleva una chica al cuarto que le prohíbe abrir, donde hay un montón de mujeres decapitadas, se cortan dedos, hay necrofilia, se duerme con muertos… toda una cantidad de cosas que uno dice «ay, los cuentos de hadas no son así». Sí, son así, solo que conocemos las versiones edulcoradas y limpias por toda una tradición un poco más escolarizante. Pero, efectivamente, la literatura infantil tiene dos polos muy marcados. Esto no quiere decir que sea tan esquemática como yo lo digo. El polo de la fantasía nosotros lo asociamos inmediatamente con cuentos de hadas, dragones, fantasía épica y toda esa magia. Por otro lado, está la realidad, en los libros para niños también tocan zonas de la realidad. Lo que yo sí puedo decir con respecto a eso es que la literatura tiene una capacidad para dar una dimensión estética a esa realidad, tratarla con elegancia, tratarla con poder simbólico para crear juegos con metáforas e imágenes, de manera que no necesariamente tú tengas que descubrir la realidad como cruda, de manera directa y descriptiva. Tú puedes dejar silencio, utilizar metáforas, utilizar lenguaje simbólico. Cuando eso se hace con la buena literatura, los temas más difíciles entran de manera muy amable. Sí hay una tendencia a tocar temas, que vamos a decir que antes no se tocaban, especialmente con la diversidad sexual. Ese libro que tú me mencionas me hace recordar a uno que se llama Rey y Rey, que también fue polémico. Hay otro que se llama Jules, que es de un chico que es maltratado por sus compañeros y, poco a poco, él por proceso de autodestrucción se va mutilando, y se va quemando y se va haciendo daño a su cuerpo físico. Es un libro terrible; sin embargo, nos ayuda a nosotros como lectores a entender una realidad que está allí, le damos nombre. Hay muchas historias que nos han contado de pequeños y ahora ya un poco más mayores, habiendo descubriendo un poco más el mundo, es cuando uno se da cuenta de esos puntos que a lo mejor no veíamos de pequeños. Respecto a eso, usted lo que dijo fue que a los niños les entra como de otra manera, ¿no cree que cuando crecemos nos damos cuenta de estas situaciones?

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Somos más conscientes de que esos símbolos están allí, de pequeño lo asumes de una manera subliminal, por así decirlo. Tú ves un cuadro, una pintura y te das cuenta de la cantidad de simbología; en cambio, vas a un museo y alguien te explica por qué la corona quiere decir tal cosa, la figura triangular, tiene en la mano una azucena que es símbolo de castidad y toda una cantidad de cosas, el color rojo es símbolo de violencia... Pero los niños captan toda una cantidad de contenido que están allí, sin que sea necesidad explicárselo. Creo que uno de pequeño tiene la capacidad de entender muchas cosas y los ritos son esos. Una fiesta tradicional tiene sus ritos y quizás es porque se canta el regalo de la lluvia o porque hay un adorno que quiere decir algo de la tierra. Los niños lo captan, solo que después se le explica. Lo mismo ocurre con la vida y los juegos que te preparan para la vida: uno juega a papás y mamás, juega a muchas cosas que le preparan a uno para la vida adulta. Por eso es importante también en las bases del juego el elemento simbólico. Muchos de los expertos que trabajan con primeras infancias te hablan del juego del Hide and Seek, del esconderte y que te vean. Te prepara a la separación de la madre: yo me escondo y me hago ver, tú te ríes, yo me escondo y me hago ver, tú te ríes; yo boto las llaves, o boto algo al piso y la madre me lo recoge y me lo vuelve a dar, y enseguida lo vuelve a botar, la madre me lo recoge y me lo dar, lo vuelvo a botar y vuelve. Ese es un juego que me prepara para separarme porque en algún momento ese binomio madre e hijo se tiene que separar y tiene que haber una autonomía. Todas son explicaciones psicológicas muy profundas acerca de cómo tú, como ser, necesitas prepararte para tu vida adulta estable, un poco más sana. Aunque todos creemos que somos sanos siempre, hay una oscuridad: cuando no se puede ser lo suficientemente sano para tener una vida con tranquilidad, claramente tienes una oscuridad. Hay formas de prepararte y una de ellas es la literatura indiscutiblemente. Ha analizado la simbología de los cuentos tradicionales. En su opinión, ¿supone una mejora reflejar los temas de forma explícita o al tratarse de niños, la simbología es más acorde a su entendimiento? Sí, porque cuando tú entras en el terreno de lo simbólico, no necesariamente tienes que visitar las cosas, siempre se hacen interpretaciones. Ahorita me acuerdo, por ejemplo, de Jack y las Habichuelas Mágicas, Jack sube al cielo, lanza las habichuelas a la tierra y ellas hacen que crezca un árbol. Hay un crecimiento y una maduración de él en el enfrentamiento con el ogro, que es una figura que representa el poder masculino. Pero cuando él sube, entonces, ya hay una explicación psicológica fálica del crecimiento sexual. Entonces, claro, toda esa simbología está en su verdad escondida. La manzana que se le da a Caperucita Roja es la simbología del seno materno, que puede ser benéfico, pero también puede ser castrador, porque es una manzana envenenada. Cuando tú comienzas a revisar, parece ser como un juego fascinante para los que ya tienen una información más clara. Cuando tú empiezas a revelar esas capas, te das cuenta de que ahí hay todo un trabajo simbólico, que nosotros lo desentrañamos intelectualmente, pero al niño le entra de manera muy natural. No hace falta que tú tengas unas explicaciones muy detalladas porque ya la literatura de por sí trabaja con lenguaje simbólico, los finales abiertos, los indicios… La literatura tiene sus recursos, entre ellos las imágenes visuales, las metáforas, las elipsis, cuando tú dejas un silencio y no cuentas, pero pasan otras cosas que te hace sentir que en ese tránsito hubo algo. Yo creo que la literatura tiene una magia y es la de saber contar en la profundidad y no solo hacer visibles muchas cosas.

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¿Ha llegado a una conclusión respecto a los libros de literatura infantil antiguos y los de publicación más actual? Yo he hecho mucha investigación sobre libros antiguos para niños en términos de ilustración, procesos de impresión y los libros van cambiando con el tiempo. El primer libro que se supone que se publicó para niños es el Orbis Pictus (1658). Estamos hablando del siglo XVII, mitad del siglo XVII en adelante, y los libros van pasando por distintos conceptos. Antes no se separaban tan claramente lo que eran el placer y el aprendizaje; hoy se marca más esa separación. Antes las ilustraciones eran hechas con unas técnicas, ahora con otras, surgen muchos conceptos nuevos. Ahora se habla muchísimo del picturing book o libro álbum o álbum ilustrado. Es un libro que ha ido consolidando en un proceso histórico y es un género muy particular de la literatura infantil que no lo hay en la literatura para adultos. Básicamente para ser demasiado esquemático, implica como la comunión del código de las ilustraciones y del código de los textos; la literatura y las imágenes de tal manera unidos que tú no los puedes separar y el mensaje lo puedes obtener gracias a la unión de ambos códigos. También hay un formato, se elige si el libro es apaisado, si es vertical. Todos estos aspectos hacen que el libro tenga cada vez más otras búsquedas, la novela gráfica, otros géneros de categorías que no existían hace muchos años y se, vamos a decir, ha tratado de buscar convivencia con un lector más ávido más interactivo. Con las nuevas tecnologías, también; cada vez leemos libros que arriesgan, apuestas y que no sean lo mismo que la editorial más clásica, no hay más cuentos de hadas.... Había como un concepto en el que los niños presentaban esto. Ahora ya el concepto es mucho más alto: el niño no se considera como más contenido, un ser más sofisticado, se le da el valor que puede tener para buscar información más alta. ¿Cree que el ámbito de la literatura ha pasado a un aspecto más comercial? Existe una literatura muy comercial. De hecho, si revisas en las editoriales, creo que las colecciones a las que les dan mayor apoyo económico y soporte son a los libros para niños porque tienen dos aspectos que considero fundamentales para el comercio: entran en planes lectores, muchas veces por prescripción, y entonces sí las escuelas compran libros, y de alguna manera están cobijadas por planes lectores. Es una apuesta ya segura de la editorial porque van a comprar los libros a grandes cantidades. Y lo otro es que hay todo un circuito en el que el adulto quiere que su hijo también lea y en las librerías compra libros que tienen todo un valor comercial. Estoy hablando de los paquetes que se hacen de la saga, toda una cantidad de aspectos; y no quiere decir que las sagas sean malas, sino que ya tienes allí no un libro, sino tres, cuatro, cinco; y entonces, claro, todo se ha vuelto más comercial en ese sentido. Creo que la buena literatura, y vamos a hablar de la saga, tienen una dimensión que va creciendo, muchas de ellas en el orden de lo que podría llamarse la fantasía épica. Uno de los libros iniciales de la fantasía épica es El Señor de los Anillos: un libro de una alta literatura; incluso Tolkien lo crea a partir de un lenguaje que él llama el «protoélfico» y el «élfico». Una vez que él, un lingüista, un erudito crea este lenguaje, él dice «bueno, qué va a pasar con este lenguaje, tengo que hacer que unos personajes lo hablen». Entonces, hace toda una aventura de una gran profundidad, de una arquitectura muy refinada y compleja. Así da inicio a lo que podría ser la fantasía épica. Hay continuadores que dicen «bueno, como Tolkien hizo esta maravilla, sigo sus pasos y me invento la saga ahora de los elfos cuales, de los dragones tales...»; y así hay derivaciones. Si hay una literatura comercial, pero también hay una buena literatura. Yo apuesto siempre por una buena literatura porque también, por ejemplo, la latinoamericana, que probablemente aquí no se conozca mucho. Hay muy buenos escritores de literatura infantil en narrativa para niños y narrativa para

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jóvenes que no están apostando por lo comercial. Hablan de nuestra propia realidad, de las familias latinoamericanas, de los contextos, de las problemáticas y tienen otros elementos que la hacen distinta porque no hacen concesiones. Si el personaje necesita un tiempo más demorada se lo dan, no siguen la fórmula para los que quieren acción: tiene que haber un incendio, una espada... O sea, hay toda una cantidad de fórmulas que bueno, pueden funcionar y hace que algunos lectores apuesten por una lectura segura. Por último, centrándonos en el festival que nos ha traído aquí, ¿considera importante que se realicen actividades de este calibre para fomentar la literatura? Sí, tuve la oportunidad de estar en el molino en los cuentos de hadas… Por supuesto, la mayoría de los que estaban allí eran niños. Hoy pude ver, en ese momento, como lo he presenciado y constatado en otros momentos, que los niños se fascinan, se encanta y se enganchan cuando escuchan una buena historia. Creo que ni un niño, ni un adulto se resiste a una buena historia y, en este caso, el poder que tiene la palabra es tan importante que ellos se involucran desde pequeños. La palabra puede dar confort, puede dar imaginación, les dar alegría, les encanta el mundo, los hacer reír, los hace divertirse, asustarse, emocionarse, les brillan los ojos, están con los padres… Entonces, son tantos los elementos que lo hacen tan atractivo que yo siento que este tipo de cosas son las que crean a los lectores del futuro.

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CARLES GARCÍA

Carles García esperaba escaleras abajo. Llevaba un gorro, iba cargado con una mochila, preparado para la jornada en el Festival del Cuento de Los Silos. A las 18:00 h le tocaba participar en unos tresillos y nos había ofrecido la entrevista horas antes de actuar. Nos sentamos en un banco justo a la entrada del Ayuntamiento, donde nos habían indicado los componentes del gabinete de prensa. Estos parecían vigilantes, atentos a cualquier movimiento. Carles se percató de que estaba esperando tranquilidad para comenzar la entrevista. «Vete acostumbrándote. Este Festival es pequeño, pero en festivales grandes en la Península, es más agobiante», dijo. Preparé la grabadora de mi móvil y comenzamos.

Investigando sobre usted, vimos que, además de narrador, es economista. ¿Cómo se ligan estas dos profesiones? Las vemos un poco alejadas. Bueno, yo no soy un narrador exactamente al uso, es decir, yo soy un narrador que me dedico a ello porque provengo de una familia de narradores. Soy la novena generación de una familia que contaba historias. Entonces, esta familia eran en realidad buhoneros, eran vendedores ambulantes, gente que iba por los caminos vendiendo. Pero ten en cuenta que estamos hablando de finales del siglo XVIII, cuando sabemos con seguridad que alguien de la familia se dedicaba a ello. Entonces no había ni prensa ni radio, les pagaban por transmitir noticias, además de vender. Imagínate: ellos se iban a Zaragoza, por ejemplo, porque eran de Aragón a comprar y, entonces, la diputación, el gobierno de Aragón les daba un dinero para que fueran por los pueblos dando noticias sobre la corte, sobre el nacimiento de los reyes, cuándo se iba a ir a tallar los mozos para hacer la mili…, noticias de este tipo. Esto les acostumbró la voz para transmitir noticias. Pero, a veces, era más sencillo, les daban dos huevos para que cuando fueran al siguiente pueblo, les contarán que su hija, que se había casado con alguien del pueblo, ya había tenido un niño, cosas de estas. Esta costumbre también se utilizó luego para contar historias. El hecho de que después de vender, tú contaras historias, te permitía que a lo mejor te invitaran a una cena o que te dejaran dormir en una casa. Entonces, todos se juntaban en esa casa y tú contabas. Se compatibilizaba con lo de vender con lo de contar. Pues bueno, ha seguido la tradición, no es más que seguir la tradición. Ahora soy economista, que era la parte económica, que antes para ellos era vender. Yo soy economista y también cuento. Es lo mismo. Pues justo respecto a eso, usted es la novena generación de narradores orales. ¿Cómo ve la situación de la narración oral? Es decir, si se sigue promoviendo; si la gente la aprecia, como podía ser antes, como usted explicaba, que te podías quedar en una casa si contabas historias. ¿Usted considera que ahora sigue siendo importante? 71


¿Tú has escuchado alguna vez un cuentacuentos? De pequeña. De pequeña, pero no de mayor. Esa es la diferencia, tú eres el ejemplo típico. Los cuentos ahora se consideran una actividad de infancia. Antiguamente, los cuentos no tenían una edad. Los cuentos, cuando el colegio no era generalizado, ni los medios de comunicación (televisión y radio), los cuentos y las historias que se narraban contenían habitualmente conocimientos y sabiduría necesarios para el comportamiento cotidiano. Entonces, los escuchaba todo el mundo, no había diferencia de edad. A mí nadie me enseñó a contar cuentos, yo los cuentos los aprendí de escuchar a mi familia. La escuchaba cuando era la hora de contar cuentos, pues se ponía todo el mundo. Cuando se iban a contar cuentos un poquito más subidos de tono, porque se contaban cuentos a veces picantes, sobre todo cuando llegaba la hora de la noche, entonces nos mandaban arriba a dormir y nosotros subíamos; pero, muchas veces nos quedábamos arriba en el alto escuchando y los mayores lo sabían; sin embargo, ellos también tenían interés en que fuéramos escuchando esas cosas. Entonces, ese sentido de transmisión de conocimientos se ha perdido. Eso es verdad, ya no hay quien lo haga. Ahora los cuentos se han convertido en una cosa infantil y en los adultos que vienen a escucharlo como un momento de encontrar algo de esa esencia antigua que ahora se reivindica en la comida, en el alojamiento, en el paisaje… Es decir, en este mundo parece que va todo demasiado rápido y la gente quiere parar y disfrutar de nuestras reminiscencias de un tiempo anterior. Este sentido tienes los cuentos, por desgracia. Ya no hay narradores como antiguamente [en este momento, las compañeras que se habían quedado terminando la entrevista anterior, se unieron]. La siguiente pregunta va sobre eso: la narración oral ha sido vinculada a la niñez, a los cuentacuentos y demás. Sin embargo, usted lo lleva más a los adultos. Yo lo llevo a todos lados, quiero decirte, para mí no hay diferencia, no hay una diferencia entre edades. Sí que es cierto que he decidido voluntariamente que, si me dicen «mira, vas a contar para niños», hago una selección de cuentos que se contaban para niños. Pero yo los cuentos que cuento para niños son cuentos que se contaban también para mayores antiguamente. No hago mucha diferencia... bueno, no es cierto. Hay una sesión que tengo exclusiva para niños porque es sobre libros. Es un tema que me interesa mucho. Personalmente, mi familia era muy graciosa contando cuentos, era muy irónica, les gustaban los cuentos. Entonces, me encuentro con que la literatura infantil es muy sosa, muy ñoña últimamente, ¿no? Es todo de valores, valores educativos, debemos ser buenos, respetar el medioambiente [esto lo dice en un tono de burla]... Esto me dio mucha rabia. Entonces, yo tengo una sesión que se llama «Esto no es un libro» o «Los libros son mentirosos», en donde busco libros que sean infantiles, pero con ese doble sentido, ¿sabes? [Alguien hace ruido bajando las escaleras. Es otro narrador que participa en el festival. Carles lo conoce y bromea con él como reprochándole que haga ruido mientras le entrevistamos.] Centrándonos únicamente en su aspecto como narrador oral en el ámbito infantil, ¿Cómo se consigue ser un buen narrador y captar toda la atención de los más pequeños? Eso no te lo puedo explicar yo. No, porque, ¿sabes?, hay gente que aprende, que viene del mundo del teatro, pero yo no he aprendido, yo hago lo que he visto hacer. Entonces, no lo sé. Yo creo, intuyo que a los niños lo que les asombra es ver a un adulto haciendo

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el idiota, esto les asombra mucho [nos hizo reír con tal comentario]. Les hace gracia. Entonces, procuro ser yo mismo y tratarles como personas normales. Hay una cosa que me revienta [Se levanta del banco y empieza a gesticular, imitando a los cuentacuentos que se agachan], cuando los narradores les cuentan así. Esta posición... no. O cuentas desde tu posición natural, o te sientas o te agachas. Pero esto... puf, y lo de -ito. Esto me da una rabia. «Niñitos, había una vez un parquecito [pone voz ñoña, como cuando se les habla a los bebés como si fueran bobos] que venía caminando en un patinete pequeñito...», ¿sabes? Yo no los trato así. Los niños no son tontos, tienen la misma capacidad de sentir que los adultos. Lo que pasa es que no tienen la misma capacidad de expresarse; pero se expresan de otra manera. Hay un cuento que es el best seller del mundo, o sea, si alguna vez eres democrático con los niños, les dices «¿qué cuento queréis que os cuente?», ¿qué cuentos pensáis que ellos eligen? [esta pregunta iba a nosotras, que nos ponemos a pensar sin contestar] Hay dos best sellers, pero a bastante distancia. El segundo es Caperucita, les gusta mucho. Sí, yo me imaginaba que uno sería Caperucita. Caperucita les gusta mucho, pero el best seller del best seller es Los tres cerditos y el lobo. Este les encanta. Son unos gores. Los niños son muy salvajes, o sea, hay que partir de ese principio. Esto que dicen de la bondad de la infancia... y una mierda, o sea, a los niños les gusta. Lo necesitan porque tienen que pasar esa fase de miedo, de ausencia, de pérdida. Yo cuento un cuento de un libro que es absolutamente idiota que se llama «Que viene el lobo» [comenzó a narrarnos el cuento rápidamente para ponernos en contexto]. Salió del bosque un animal, es un cerdito, que se fue corriendo a donde vivía el ciervo «tranquilo, cerdito». Luego, salió un animal. Era un conejo… «tranquilo, estamos aquí dentro de casa». Y luego, sale un oso... ¿Y por qué corrían? Porque en el bosque había un animal, el lobo. El lobo se acercó a la casa y dentro estaban temblando. Cuando entró el lobo, dicen «feliz cumpleaños, señor lobo», porque estaban celebrando el cumpleaños del lobo. Tú lo cuentas y lo haces así, poniendo misterio y despacio, y los niños cuando dices «feliz cumpleaños, lobo» hacen «¿Ehh?». Yo les digo: «Vale, ya lo sé, el final es un poco ñoño. A ver, ¿quién quiere que el lobo se coma a los animales?» Y hacen todos raca [al decir raca levanta la mano muy alta, como haría un niño pequeño]. Lo necesitan. Yo les digo a los padres: «Estos son vuestros hijos» [la risa interrumpe la conversación]. Entonces, esto es importante. Tienes que tratarlos normal, tienes que partir de ese principio, ¿sabes? Por ejemplo, en ese cuento, para que veas, cuando dices «y el lobo dijo» para decir lo de soplaré y soplaré, cuando estaba en una de las sesiones, un niño se levanta y dice: «A mi mamá le han hecho la cesárea, pero me ha dicho que no se lo diga a nadie» [imita al niño, se levanta del banco, dice lo que comentó el niño y se vuelve a sentar]. Claro, él pensó: «Pues ahora el lobo será quien lo dice». Entonces, fue él, fue el lobo, que es malo, quien dijo una cosa que no podía decir porque a él le estaba reconcomiendo dentro no poder decírselo a nadie. Si lo dice el lobo [gesticula como que no tiene importancia, con los hombros arriba]... Entonces, no hay necesidad de tratar a los niños de esa manera. Con este cuento también, una vez yo ya estaba harto de contarlo y entonces, empecé (pasa a hablar con desgana, como si contara el cuento cansado): –Eran cuatro cerditos. –Una niña: «No, eran tres». –Bueno, eso sí, eran tres, que vivían en un edificio con veinte pisos. –Noo, vivían con sus papás. –Bueno, vivían con sus papás, pero en un bloque de veinte pisos. –Nooo, en una casita de madera.

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–Bueno, pues en una casita de madera... y se fueron y se hicieron unos adosados al lado de la playa. –Noooo, se hicieron una casa. Entonces, la niña se levanta y me dice: «Mira, uno se hizo una casa de paja, otro coconconcon...» [al interpretar a la niña hablando, pone voz de niño pequeño y comienza a hablar muy rápido demostrando que la niña ya estaba cansada de que contara mal el cuento]. Me contó el cuento y me dijo «ahora cuéntalo así» y se sentó [se sienta, imitando a la niña enfurruñado y con los brazos cruzados]. Tienen esta necesidad. También, otra vez, contando el cuento de Caperucita, también estaba harto de contarlo y dije: «El lobo le dijo: "Caperucita, ven, ven"». Una niña de seis años viene y me dice «No, el lobo le dijo: "ven [pausa larga] ven"». [la niña lo dijo muy siniestro, por lo que él la imita de esa manera]. Hostias, que mal rollo, esta va a ser una psicópata… Pero tienen esa necesidad. Ellos tienen esa necesidad del miedo. Tienen que superarlo. Por eso tienes que tratarlos normales. Lo que no puedes hacer es tratar a los niños con el -ito y diciendo: «Ay, la infancia, qué bonita». Si pasa lo mismo, hay niños que se han suicidado porque se les ha muerto una planta y se sienten responsables, del agobio de que su familia los va a maltratar porque se les murió la planta. A ti te parecerá una tontería, pero para él ese problema es el copón y tienen el mismo problema. Por lo tanto, tienes que tratarlos como personas normales. Entonces, si los tratas así, se produce una conexión. Los cuentos de doble sentido funcionan muy bien porque son muy gamberros. Se ríen mucho con este tema y te ven como una persona normal. De tal manera que llegas a desaparecer, que ese es el mejor principio básico que tiene que ocurrir. Un narrador no es importante, nosotros no somos importantes. Los narradores que tienen un ego demasiado desarrollado... ese es su problema. Pero, en realidad, a diferencia del teatro, nosotros somos prescindibles, lo único importante es la historia. Nosotros somos meros receptáculos que soltamos la historia, pero tenemos que desaparecer. Mira, el halago más bonito que me han hecho a mí en la vida... Hace un tiempo, fui a una obra de teatro. Entonces, había un hombre que es un escultor famoso e iba con su nieto. Le comenta al nieto: «Mira, este señor también es famoso». Respondo: «No, no, yo no soy famoso. Famoso es tu abuelo, que es escultor». El abuelo le dijo: «Él cuenta cuentos». Entonces, el niño me dice: «Yo me sé un cuento». Le pedí que me lo contara y, entonces, me contó un cuento de unos gigantes. Le pregunté: «¿Dónde has escuchado ese cuento?», porque es un cuento de mi familia, no lo he escuchado nunca. Me contestó: «Una vez, en el colegio». Se lo sabía perfecto, así que le pregunté cuándo. «Una vez que vino un señor a contar con un músico...». Entonces le pedí datos y lo había contado yo. Por lo que le dije «ese cuento lo conté yo» y el niño me contestó: «Noo, ese señor que lo contó tenía pelo y era mucho más alto, y más guapo». Quiero decir, es todo un halago, yo había desaparecido. Él tenía una ensoñación de lo que pensaba que era la persona que había contado el cuento por lo mucho que le gustó. Se había quedado el cuento y una imagen idealizada de quien lo había contado. El narrador había desaparecido y ese es el mejor halago. Eso es lo importante. Cuando tú te subes a un escenario, empiezas a hablar, a hacer aspavientos, a hablar a los niños así y tú eres el centro de atención, algo no está funcionando y los niños lo notan. Eso es un poco largo, pero eso es.

En una entrevista, comentó que los cuentos ayudan a la crítica y al cambio social. ¿Cuál es la mejor manera de transmitírselo a los niños para que lo entiendan?

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Yo creo que te lo he dicho ya, claramente. A los niños, yo creo que está en la respuesta, y a los adultos también. Yo tengo un cuento, por ejemplo, de mi familia que se llama «El príncipe cerdo». Es una historia que contaba realmente mi tía abuela. Hay muchos cuentos tradicionales que dicen que el rey y la reina querían tener hijos, pero no podían. Esto pasa mucho, como en Blancanieves y demás. Siempre comienzan así. En este caso, al final se quedan, por un tema mágico de una bruja, embarazados y ella tiene un hijo; pero tuvo un cerdo, aunque también era un príncipe. Fue creciendo y andaba a dos patas, pero seguía siendo un cerdo. Entonces, era una crítica social tremenda porque él se comporta de forma totalmente inadecuada. Mi familia terminaba diciendo que tenía tres moralejas. Mi tía abuela decía: 1. La mayoría de los hombres son cerdos. 2. La mayoría de los hombres que son cerdos no se transforman en príncipes. Porque este cerdo se transforma en príncipe. 3. Si estás con un hombre que es un cerdo, márchate antes de que te corte la yugular. Porque en este caso el cerdo mata a la reina. ¿Qué le añado yo? Yo de mi cosecha le añado una cuarta: todos los príncipes son unos cerdos. ¡Viva la República! [Al exclamar esto, levantó el puño. Nuestra reacción por su comentario fue quedarnos boquiabiertas y reírnos ante su naturalidad.] Es mi forma de canalizar. Todos los narradores tenemos la obligación de añadir al conjunto de los cuentos, cuentos propios. Yo tengo alguno mío. Tengo un cuento que cuenta la existencia del primer concejal de cultura. Os lo cuento muy rápidamente para que veáis. Era una pareja que le gustaba mucho los cuentos, le gustaban con locura. Bueno, en realidad, le gustaban a ella, porque a él no le gustaban nada. Entonces, va el mejor narrador de todo el mundo a su ciudad. Va a contar durante tres noches el Maharabata, que es el cuento de los cuentos, un cuento indio por excelencia. Ella convence al marido de que vaya. Cuando llegan, la sala está bastante vacía, por lo que ella se sienta delante y el marido detrás. Sale el narrador y cuenta. La mujer «¡ohh!» y el marido se duerme [Carles imita unos ronquidos]. Pero se despierta justo en el momento final, cuando comienza el narrador a tirar caramelos. Entonces, uno le cae en la boca [hace ruidos como de degustar el caramelo] y, cuando se levantan, la mujer le pregunta: «¿Qué te ha parecido la sesión?». El marido le contesta: «Me ha parecido dulce». El narrador había contado el nacimiento del mundo, del amor. Cuatro o cinco que escuchan la conversación de la pareja dicen: «¡Qué listo! Cómo ha resumido en una palabra la sesión de cuentos, ¿no? Dulce como la vida». El segundo día, la sala estaba medio llena, entonces, él se sienta detrás también y se duerme hacia abajo. Un niño que no podía ver se apoya en su hombro. Cuando termina, le pregunta la mujer: «¿Qué te ha parecido?» Al levantarse para contestar, ya hay gente pendiente a sus palabras. Él dice: «Doloroso, porque me duele el hombro». El rey de los monos había raptado a la princesa. Es doloroso como el amor no compartido. Todo el mundo: «Oh, qué listo, doloroso». Por último, el tercer día, que estaba llena la sala, él aprovecha, se tumba y se duerme detrás. Entonces, pasa un perro justo por encima del hombre y se pone a mear en su boca. Él se despierta y saborea. Toda la sala se vuelve cuando le pregunta la mujer y él contesta: «Amargo». Amargo como la vida… y el Maharabata es la propia vida. Entonces, la gente de aquel pueblo llegó a la conclusión de que aquel hombre era el más listo de todo el pueblo. Lo nombraron concejal de cultura. Este fue el primer concejal de cultura de la historia. Esto explica todo lo que ha sucedido a partir de entonces. Es un cuento que a los concejales no les gusta mucho. Donde lo cuento, no vuelven a contratarme; pero me gusta mucho contarlo. Creo que la mayoría de las candidaturas a concejales de cultura dice: «¿Este que lee?» [lo dice con tono repelente]. Ven a uno con un libro y lo nombran concejal de cultura. O lo ven con el Marca. ¿Sabe de cultura? ¡Qué va a saber de

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cultura! Toca en una banda el bombo, ¿sabes? Esto se nota, a veces, en las cosas que se programan. [Nosotras nos reímos. Entre nuestras risas, Carles dice: «Esto, si sale publicado, lo negaré». Se acerca más a la grabadora señalándola y grita: «Lo negaré».] Trata múltiples campos de la narración. Nos sorprende cómo de cuentos infantiles puede llegar a narrar cuentos eróticos. ¿Cómo logra cambiar de un aspecto a otro? Lo has visto ahí, en la niña. La niña de seis años ya estaba contando un cuento erótico. Cuando el lobo le dice a Caperucita «ven, Caperucita, ven, que te voy a comer» [lo hace en un tono muy despacio, seductor y como depredador], tú eso lo haces en un ambiente en el que has dicho que vas a contar un cuento erótico y la gente dice: «Hmmm». Lo voy a contar para niños: «Ven, Caperucita, ven, que te voy a comer». Y piensan: «Uy, qué malo, que se la va a comer». Todo depende del contexto y de la forma en que lo hagas. Los cuentos eróticos no tienen por qué ser cuentos pornográficos. Que en mi familia también hay cuentos pornográficos, lo que pasa es que esos no tengo muchas oportunidades de contarlos. Tengo una sesión que se llama Cuentos pornográficos de Navidad, que me encanta. Esa la hago muy poquitas veces. Pero los cuentos eróticos son la sugerencia y esta depende del contexto. Y, muchas veces, a ver cómo os lo explico..., mira, una vez, dentro de mis especialidades me gusta mucho la novela negra. Fui a unas conferencias de novela negra. Había un señor que decía que para escribir novela negra lo importante es sugerir. Entonces, comentaba de una novela concreta, un episodio y decía: «Le pegué dos tiros al hijo de puta aquel. Y cuando cayó al suelo, me di cuenta de que no llevaba calcetines; sin embargo, llevaba unos zapatos Boticelli. ¿Sabes lo que son Boticelli? 500 dólares cada zapato y no llevaba calcetines». Entonces continuaba: «Si consigues que la gente que te está escuchando vea los zapatos, se cree la historia». Él hablaba de la infiltración de un miembro de la policía en una banda, haciéndote el más chulo que eres capaz de matar a cualquiera. Seguía diciendo: «Si ven los zapatos, pues van a decir, que tío más loco, ¿no?, que le pega dos tiros y se fija únicamente en los zapatos; pero porque están viendo los zapatos». Entonces, el erotismo es muchas veces lo mismo. Es conseguir que la gente se imagine los zapatos, no que describas los zapatos. Para mí es mucho más erótico describir el hecho de ver a alguien e imaginarte lo que puede ser aproximarte, oler, el calor que esa persona desprende incluso antes de tocarle, la sensación de la piel justo en el momento previo a tocar, el momento en el que se puede abrir un poquito la blusa... Eso es muchísimo más intenso que descubrir que estaba desnudo, sobre la cama... Todo depende de la entonación y el momento. Se pueden convertir en eróticos los cuentos infantiles sin ningún problema. No sé si os ha quedado claro… Sí, sí, pero nunca me lo había planteado así. Me ha sorprendido lo de Caperucita. Caperucita es un cuento tremendamente erótico. De hecho, se modificó en su momento para avisar a las jóvenes de los peligros que existían. Lo que pasa es que luego se ha pervertido. El problema de los cuentos tradicionales es que los recopilaron hombres. A finales del siglo XIX, principios del XX, los recopiladores eran todo hombres. Los cuentos no tenían esta carga machista que ahora tienen. Los cuentos daban igual. Hay cuentos de mujeres listas y hombres tontos; y lo contrario, de todo. Yo tengo muchos porque los cuentos han pasado por mi familia, no por los narradores. Por ejemplo, en la versión original de Caperucita, que la contaba mi abuela, Caperucita no tenía ningún miedo del bosque. Vivía en el bosque. ¿Cómo va a tener miedo de él si vivía ahí? Sabía que tenía que tener prudencia y que había sitios por los que no tenía que ir. ¿Por qué? Porque eran sitios donde estaban los lobos, que los lobos normalmente no se acercan donde están los humanos. Pero ella en el cestito, además de mantequilla y vino, llevaba

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una navaja, en la versión original, porque nunca sabía lo que se podía encontrar. Ella no tenía miedo, lo que pasa es que se equivoca de camino y se encuentra con el lobo... No es que el lobo esté siempre amenazante, pero puedes equivocarte. Al equivocarte tienes que tomar decisiones. En realidad, el cuento de Caperucita enseñaba que te puedes enfrentar al peligro y tomar decisiones. A veces son acertadas y, a veces, erróneas. No era un cuento como después se transformó para enseñar: «Cuidado si eres mujer porque los hombres están al acecho, son el lobo que te va a comer». Pues no, los peligros pueden ser ese o que te caigas por un barranco y te dé una roca. Lo que pasa es que luego la sociedad se volvió muy machista. Al menos en lo que se llamaba la inteligencia, la gente más ilustrada. Muchos de los recopiladores eran sacerdotes, pues limpiaron. Yo tengo muchos cuentos de mi familia donde tengo dos versiones: una de mi tía abuela, que es anterior, que es una bruja; y otra de mi abuela, que es la Virgen. En una se aparece una bruja que te da un don y en otra aparece la Virgen que te da el don, ya está. La versión es la misma. Mucho mejor la Virgen María, porque la bruja, una señora ahí 'ñiñiñi' [imita a la bruja de Blancanieves]. La Virgen María aparece siempre con luces, colores, pajaritos volando, música... Desde el punto de vista de efectos especiales... Mejor la Virgen. Lo principal que nos llamó la atención a la hora de escuchar su breve presentación por parte de nuestro profesor fue su forma de ligar la narración al vino. ¿Qué le llevó a interesarse por él, a vincular estos dos aspectos? Pues porque me gusta mucho la narración y me gusta el vino [nosotras comenzamos a reírnos]. Esa es la realidad. Si queréis, os doy explicaciones, pero la verdad es esa. No, y porque hay multitud de cuentos sobre vino, hay muchos. Entonces, me parecía interesante hablar de ello. Además, yo hice estudios de enología. No soy enólogo, pero hice estudios. Trabajo con vino, en bodegas. Así que era un poco fusionar los dos campos, aprovechar que había mucho de vino que me gusta tanto. Luego, nace todo de una cena, como la mayoría de las cosas interesantes. Nació con la literatura más que con los cuentos. Un amigo, que es bodeguero, me dijo: «¿Tú crees que para cada libro hay un tipo de vino?» Le contesté: «Pues no lo sé». Entonces, empezamos a montar un espectáculo, donde él explicaba los vinos y yo sin saber qué vino era. Al catarlo, él me preguntaba: «¿Qué libro cogerías con este?» Y yo contestaba. Nació así. Luego, tenía mucho éxito, porque claro, la gente se bebe dos o cuatro copas de vino y cuando termina la sesión se van con una sensación de qué bien ha estado. No se acuerdan de si ha estado bien o mal porque salen borrachos. Yo siempre digo: «Pasa las encuestas al final». Todo el mundo pone muy bien, muy bien, muy bien; puntúa, sobre 5, 10 [gesticula como rellenando una encuesta]. Salen todos borrachos. Luego, no se acuerdan del narrador, pero sí del vino. Los sentidos sensoriales aumentan al unir varios. ¿Considera que vincular la narración, que abarca más el sentido del oído e influye en la imaginación, con el gusto, tratado en sus degustaciones de chocolate y catas de vino, supone una experiencia extraordinaria? Sí, mira, el sentido del placer está unido directamente al sentido de la escucha, curiosamente, al igual que el sentido del olfato está al de la vista. Quiero decir, los expertos en temas de aromas dicen, por ejemplo, que uno de los pocos aromas que tú puedes adivinar sin verlo es el olor a fresas. Pero, por ejemplo, el plátano no. Si tú hueles el plátano con los ojos cerrados y no ves el plátano, te cuesta mucho. Es curioso,

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¿no? Si no ves, no hueles. Es una cosa bastante peculiar. Con el tema de la fusión de otros aromas, sabores van todos al mismo lado del cerebro. Por ejemplo, escuchando música, el vino te sabe un 33 % mejor. Esto está estudiado por la Universidad de Edimburgo. Han asignado, además, según qué tipo de vino, qué tipo de música. Esto sí que es una tontería, pero bueno. Nosotros fusionamos cada vez más cosas. Ahora hacemos unas catas donde unimos gastronomía, relato y vino. A veces, hasta música. ¿Por qué? Porque todas esas sensaciones entran: por un lado, tienes el gusto, el olfato, el escuchar, el sentido del tacto con la comida... El tacto no solo es el tacto de la mano, es el tacto del paladar, de la lengua. Todo esto forma un todo que va a un mismo lado del cerebro y hace que el vino se disfrute infinitamente más. Se produce una fusión entre todas las cosas y, entonces, es un placer. Está ya demostrado y es impresionante. Tú escucha un relato mientras estás bebiendo o comiendo algo y gana infinitamente. La gente tiene una sensación como si hubiera disfrutado más. No sé cómo explicarlo. No es un tema del que yo sea experto, pero por lo que me dice gente que se dedica al tema de la gastronomía que trabaja más el tema sensorial, sí. Lo de los maridajes va por ese camino. Hay un periodista que ha escrito un libro que se llama Este pato, ¿con qué marida? Va sobre ese tema, sobre los maridajes, con que se maridan las cosas, por qué mezclas chocolate con no sé qué, por qué te sientes mejor cuando estás escuchando música, bebiendo coñac y comiendo chocolate... Porque todo eso va al mismo lado del cerebro y producen unas reacciones similares. Entonces, en vez de tener una sola, tienes más, más mezclas. Por último, centrándonos en el festival que nos ha traído aquí, ¿considera importante que se realicen actividades de este calibre para cautivar al público y que se interese por la narración oral? [Comienzan a sonar las campanas de la iglesia, que se encuentra al lado del Ayuntamiento] Yo creo que tiene mucho valor lo que se hace aquí. Tiene mucho valor porque es un pueblo pequeño que se implica a todo el pueblo en la actividad. Tengo que deciros que tenéis una profesión muy complicada, como periodistas. Los periodistas queréis saber de todo y, por desgracia, el mundo actual no os deja saber de casi nada. Esa es la realidad. Por eso os metéis a periodistas, porque tenéis una curiosidad tremenda por devorar el mundo. Pero la cultura y el periodismo están bastante desprestigiados en la actualidad. Asumidlo porque es así. Ahora os vais a encontrar que en vuestra profesión cada vez hay más aveniditos, es decir, gente que se pone a hacer periodismo sin estar titulada y sin formación. Esto está ocurriendo muchísimo. Publicistas, gente que viene de cualquier lado... ¿Por qué? Porque todo lo que supone creatividad y cultura ha entrado en un proceso muy hippie, en el sentido de que lo importante son las emociones. Como trabajamos con cultura, cualquier cosa vale, cualquiera puede ponerse en un escenario. Lo que dicen es que, en realidad, para ser periodista, lo único que tienes que tener es sensibilidad y escuchar a los demás; cualquiera puede hacerlo si tiene un poco de sensibilidad. Está ocurriendo esto. Por eso, hacer festivales de calidad, donde se cuida mucho la programación, donde se cuida la imagen, donde se selecciona, donde haya técnica de sonido, lo que hace es prestigiar la actividad. Eso siempre va a ser bueno para la cultura en general. Yo creo, de verdad... Hace poco estaba en una mesa redonda con periodistas, que se dedican a escribir novela negra. Con Carlos Zanón, no sé si lo conocéis. Carlos Zanón es uno de los escritores de novela negra más importante del país ahora mismo. Ha escrito un libro que se llama Taxi y él me decía que había que empezar a reivindicar la seriedad en el trabajo. «Yo reivindico, por ejemplo, a los periodistas que antiguamente escribían muy serio sobre fútbol o toros. A lo mejor no les

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interesaba, pero hacían un buen trabajo y lo escribían literariamente perfecto». Pero es se está perdiendo y se está perdiendo también en el mundo de la cultura. Ahora vale todo para todo. O sea, es increíble. Sobre todo, para los niños, estábamos comentando. Puedes poner a cualquier persona. Por ejemplo, en los talleres de aquí, les he preguntado, y me dicen que son voluntarios. Pues me molesta profundamente. ¿Por qué me molesta? Porque hay gente que estudia Bellas Artes y hay gente, además, que hace un máster en Didáctica del Arte. Contrata profesional. La cultura no es una ciencia, pero tiene el mismo respeto. Por lo tanto, hay que respetarla desde ese punto de vista. Los festivales son fundamentales para que la gente entienda que la cultura es importante en su vida. Esto me parece genial. Lejos de cualquier lugar habitado, o sea, que les cueste venir, que compren la entrada y aun así se llene cada año, es una demostración de que las cosas se hacen bien. Es más, la gente está dispuesta en invertir tiempo y dinero en venir siempre que la cultura sea de calidad. Cuando dicen que la cultura y el periodismo da igual quién lo haga, no, no da igual. Esta fue nuestra última pregunta. Nos despedimos alegremente de él. La entrevista nos había dejado un delicioso sabor de boca y no había sido cosa del vino. Carles García es una persona singular. Ofrece una conversación amena y su toque de humor logra que rompas en risas en todo momento.

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ESTUDIOS Y REFLEXIONES

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LA DIDÁCTICA DE LOS CUENTOS ANDRÉS GONZÁLEZ NOVOA

La didáctica es el arte de enseñar, el arte es una actividad con finalidad estética y enseñar es comunicar conocimientos, experiencias, ideas, hábitos o habilidades a quien no los tiene. El cuento es una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Así que la didáctica de los cuentos significa comunicar historias de forma estética, lo que resulta en esta era del neoliberalismo un absurdo; ya que, en el reino de lo útil, lo rentable y lo eficaz, que mayor despilfarro que anegar las aulas con historias que no sirven para fabricar móviles ni misiles. Uno que recuerda obras como «Gramática de la Fantasía» de Giani Rodari o el «Mal de la Escuela» de Daniel Penac, sospecha que el florecimiento de los cuentos en las escuelas, cuando las escuelas se transforman en empresas, no proviene de intenciones estéticas sino mercantiles, profundiza con el dedo como el apóstol en el cuadro de Caravaggio, analiza los textos ilustrados que soñase Comenio antes de escribir la Didactica Magna y, descubre la eterna trampa que urdiese el apparitore Quintiliano. La didáctica de los cuentos no sueña con cumplir objetivos sino saborear los procesos; tiene que ver con la reflexión de aquel relato de Cortázar de la «Autopista del Sur», con la importancia de disfrutar del camino y no anhelar como un asno tras la zanahoria llegar al destino, apunta a la buena traducción del aude sapere ilustrado que entiende sapere como saborear y no como saber. Sutil diferencia que entiende con claridad prístina Nuccio Ordine cuando escribe sobre la utilidad de lo inútil. Es curioso que esta diferencia entre objetivos y procesos sea la que marce la idiosincrasia que dificulta el maridaje entre lo privado y lo público; tengamos claro que lo primero vive de resultados y lo segundo de los procesos, y de esta manera imaginemos cómo una escuela que desde el Consenso de Washington de 1990, devenido por la caída del Muro de Berlín, desató a un capitalismo que con el «Traje del Emperador» del neoliberalismo afiló los cuchillos contra la socialdemocracia y su mayor alimento; la cultura. Sobre esta utilidad de lo inútil que invierte la utilidad de lo inútil, a lo largo de nuestra historia encontramos en esas páginas amenazadas por los 451 grados de Ray Bradbury, los peces de colores del coronel Buendía, la incompatibilidad de la poesía con la economía que advertían Dante y Petrarca o la misma sentencia aristotélica de que el saber carece de utilidad práctica o, aquello de que el gusto por lo bello es desinteresado que pensaba Kant, incluso eso de que nada es más útil que las artes inútiles que escribió Ovidio para, sin excedernos en eternos ejemplos, cerrar este proemio con las palabras de Gautier sobre la fealdad de lo útil, entendiendo como lo más útil de su época las letrinas. Hasta que Duchamp las llevó a un museo. Las legislaciones educativas que se extienden para competir en los juegos educativos del informe PISA alientan aquella pesadilla lockiana y disfrazándose de abuelita 81


introducen el cuento en la escuela con un propósito firme, cuando el cuento en sí es inútil, no tiene mayor objeto que el disfrute y, en ese escenario placentero, es cuando cualquier infancia, siente que leer es un juego. Aquí la celada que torna lo maravilloso y lo fantástico en peligroso, cuando sin mencionar la kafkiana estructura mercantil que rodea a la literatura infantil, penetramos en el escenario del naturalismo pedagógico y su envés, el positivismo. Ambas caras de la misma moneda, pensamientos elaborados desde la economía para instrumentalizar la educación en dos sentidos que, curiosamente, enarbolarán ambos lados de la política y nos condenarán, cual sísifos, a lo largo de los siglos, como espectadores de un partido de tenis educativo. Y el cuento, en este contexto, es la pelota. Por un lado, el de la izquierda, las pedagogías blandas han infantilizado la educación y también el cuento, lo anegan de moralina, le arrebatan uno de sus principales propósitos que recuerdan aquellos versos argentinos que rimaban eso de que «nadie nos prometió un jardín de rosas, hablamos del peligro de estar vivos». El puericentrismo o eso de que los niños sean el centro del universo parece el prólogo de una trama de pequeños tiranos que escuchan cuentos donde todo es bonito, habitan una realidad y una ficción armónica en un mundo inarmónico, creciendo exponencialmente como pantagrueles que devoran todo lo que desean para tornarse en ese homo consumidor que alimente los apetitos de un sistema de producción insaciable. Los cuentos, desde esta perspectiva, destruyen amorosamente los sistemas defensivos que debían fortalecerse en las escuelas y que entendemos como pensamiento crítico, ese pensamiento que bebe de la cultura y que provee al ser humano de las herramientas con las que habrá de defender su libertad. Aquí concluye Nietzsche que, en este estado de absoluta felicidad, el hombre terminará enamorado de sus cadenas. Por el otro lado, el cientificismo que viste al positivismo pedagógico, transforma el cuento en una tecnología educativa para que el niño aprenda a hacer cosas mecánicamente, el cuento se torna en un videojuego donde se aprende a repetir acciones que no precisan del pensar, que son útiles para entrenar a las futuras generaciones como obreros cualificados que nos evocan a aquella mágica parodia de Charles Chaplin. Nos vuelve a la memoria aquel muro que destrozaban los acordes de Pink Floyd, aquel muro era una escuela donde se despedazaban los sueños infantiles para que cuerpos vacíos de palabras fuesen arrojados a las fauces de las fábricas. Y ambas miradas, propias de la misma moneda, han tornado la didáctica en una disciplina que lucha por transformar la escuela en un lugar donde pasar el tiempo o en una cárcel donde repetir hasta la saciedad, en ninguna de las dos propuestas se aspira al estar o al pensar, y claro, en uno o en otro escenario, los cuentos dejan de ser cuentos. Si tornamos al sentido de la didáctica y a la tradición oral, volviendo la nostalgia a ese Baobab proyectando sombras sobre un narrador, empezamos a pensar que la didáctica significa pensar que estrategias favorecen la comunicación de cuentos, y con la misma mirada, la función primigenia de los cuentos no tiene que ver con lo práctico, con lo inmediato, bien lo estudio Hampbaté Ba, esas historias que han viajado de boca en oreja poseen profundas verdades que como la filosofía, precisan de paciencia y meditaciones para descifrar la sabiduría que contienen. Tales conocimientos no versan sobre el rendimiento sino en cómo estar en el mundo y para qué vivir, dan sentido a la existencia como bien sabía Lorca al preferir medio pan y un libro. Aquí entramos en el meollo del asunto. La didáctica de los cuentos significa el cómo un maestro introduce la

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palabra en un aula. Si leemos esta última sentencia tenemos quizás uno de los mayores desafíos de la educación desde los griegos. Porque los cuentos no tienen nacionalidades, se las pusieron entre otros los románticos, los cuentos no tiene género, eso vino después, los cuentos no tienen idioma, se traducen y atraviesan las fronteras porque no hay muros para las palabras. Porqué los cuentos no tienen partidos políticos ni ideología, de eso se encargan las editoriales. Porqué los cuentos no tienen color de piel ni tampoco edad, ni etiquetas, este trabajo es de los psicólogos. Los cuentos son universales y esos son los cuentos que necesita una escuela para educar a la ciudadanía del cualquier época y lugar. Los cuentos educan a las personas y punto. Por ese motivo un magisterio entrenado en metodologías, tecnologías o en dinámicas de grupo, pero que no ama ni disfruta, cada minuto de su vida, de las palabras, de la literatura, de los cuentos, adoptará uno de los dos modelos, será de izquierdas o de derechas, pero no logrará despertar en el alumnado lo que si despiertan los cuentos; el valor del sacrificio para defender los derechos, la importancia del deber para proteger a la comunidad y los conocimientos necesarios para enfrentarnos a los miedos, para finalmente, aceptar la muerte como parte de nuestro propio cuento. Están de moda los cuentos ni significa que estemos educando con cuentos ni que los cuentos de por si eduquen, están de moda porque sirven al poderoso caballero don dinero y porque permiten con poco esfuerzo lograr resultados. Pero de eso no trata la educación que estudia la pedagogía. Esta última, es el producto amatorio de la política y de la ética; la primera es el arte de tomar decisiones y la segunda, la capacidad reflexiva de imaginar el efecto de esas decisiones en los demás. El beso de ambas lo entendieron nuestros antepasados, aquellos que aprendían entre cuentos, como lo común. Una especie de responsabilidad intersubjetiva significaba el sentido de la educación y, tales vínculos, habitaban en aquellas oralidades para mostrarles a los nuevos como aprendieron a convivir los viejos. Pero en tiempos de sálvese quien pueda y de todos contra todos, los cuentos parecen en la escuela más un narcótico que un alimento para el pensamiento. Pero los cuentos no mueren, sus palabras no se han perdido, nómadas viajan y el trabajo de las escuelas es buscarlas, perseguirlas y traerlas al aula para que continúen su viaje por el tiempo hacia el futuro que deben seguir escribiendo, esas palabras que comenzaron con un érase una vez y que sueñan con un colorín colorado.

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EL TEATRO COMO HERRAMIENTA TERAPÉUTICA JUDITH IGLESIAS NAVARRO Cuando hablamos del alcance que tiene el teatro como arte, nos damos cuenta de sus infinitas posibilidades. El teatro es la más difícil de las artes porque incluye a todas ellas, es una completa herramienta que puede utilizarse de muchas maneras: pedagógica, terapéutica o artística. Con el teatro podemos expresarnos libremente, ser quienes queremos ser, tomar conciencia de nuestro cuerpo, de nosotros mismos. Mostrar nuestros miedos y sacarlos fuera, tener confianza y creer en uno mismo. Este espacio nos da libertad para ser creativos sin competencias, bases estereotipadas, juicios ni valores. Porque lo verdaderamente maravilloso del teatro es que nada de lo que hagamos o sintamos estará mal hecho. Sobre las tablas nos damos cuenta de nuestro potencial, de que realmente valemos para algo. Se trata de dejar que nuestros miedos, vergüenza y prejuicios nos dejen ser nosotros mismos en nuestro más puro estado. Todo esto suena muy bien, sí. Es cierto que el teatro ayuda a superarnos y a despojarnos de todo aquello que nos empequeñece, pero, cuando realmente uno se da cuenta de la increíble capacidad de este arte es cuando aprendes a sentir ahí, arriba de las tablas, porque te has dado cuenta que es donde mejor y más segura te sientes. Una de esas personas que ha descubierto el poder del teatro para sanar soy yo. Con tan solo 7 años y una tremenda inocencia llegué a un colegio nuevo. A pesar de mi timidez, quería conocer todo lo que aquel lugar me depararía, hacer nuevos amigos e intercambiar historias. Pero me topé con una gran barrera. Sí, soy de ese grupo de personas que ha sufrido acoso escolar. El miedo se calaba muy profundo en mi cuerpo, en mi alma, en mis entrañas, enmudeciéndome por completo y anulándome. - Son cosas de niños. - Pídanse perdón y vuelvan a ser amigas. - No seáis sus amigas. Éstas eran algunas de las frases que no cabían en mi ser, que no lograba entender. ¿Cómo iba a ser amiga de alguien que me causaba tanto daño, que me anulaba? Callada, sufriendo insultos, agresiones, amenazas y miedo, miedo por ir al colegio, por enfrentarme a nuevas situaciones, porque se riesen de mí estuve muchos años. Muchos años oyendo al unísono de una clase que no servía para nada, oyendo risas o presenciando una guerra de papeles contra mí cuando el profesor salía.

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Gracias a un pequeño diario en el que relataba aquel horror y que un día mi madre encontró, dándose cuenta del porqué de muchas de mis actitudes, y unas maravillosas clases de teatro que se toparon conmigo de casualidad, me ayudaron a salir de todo aquello. En ese momento en el que descubrí el maravilloso arte de interpretar, me di cuenta de que sí que valía para algo y de que el escenario era mi sitio, mi refugio. Fue mi vía de escape, una forma de evadirme de aquel infierno que vivía en el colegio. Hamlet, los hermanos Marx, Federico García Lorca, Sanchís Finisterre, Lope de Vega, Rubén Darío, Adolfo Marsillach, Shakerpeare… me enseñaron que el teatro cura las penas, te hace crecer y confiar en ti y que, en ese momento, solo existe el público y tú, y que, si eres capaz de enfrentarte al silencio de todo aquel que mira como interpretas y hacerles sentir contigo, eres capaz de hacer frente a cualquier persona que intente arrebatarte tu felicidad. Y si ahora soy capaz de hablar de esto, abiertamente para mí ya es más que una superación y es, en gran parte, gracias al teatro. Por eso creo que es importante llevar el teatro al aula y usarlo como herramienta pedagógica, porque estoy segura de que ayudará a muchos niños a no vivir lo que un día viví yo.

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CREACIÓN

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RELATOS Y MICRORRELATOS

CIRO R. NIEBLA

MAESTRA SHEREZADE Cada noche visitaba en sueños a la muerte. Con una chistera negra, zapatos a juego y traje azul, la esperaba en un banco fractal de múltiples colores. Al llegar a la fase REM, ella hacía su aparición. Contenta y sin guadaña venía presurosa pero calmada, nunca había conocido a nadie que la esperara sentado. Él era un embaucador y siempre la seducía. La muerte, segura de sí, se dejaba llevar; hacían el amor en la 5ª dimensión, y cuando ella se quedaba dormida, él se ponía la ropa y se despertaba del sueño. Con muchas ganas de vivir.

EL Nº 17 No dudó. Se precipitó sobre la almohada tratando de matar al mosquito. Encendió la luz y volvió a escuchar el ajetreo de la Navidad: sonidos infantiles, risas progresivas, jinglebells de la temporada pasada. Todo era diabólicamente mezquino. Él tenía fobia social y esa noche iba a tener su primera cita. Anochecía y, aunque no era la hora de dormir, quería olvidar o hacerse fuerte, tal vez fuera esa la oportunidad de su vida para alejar el caos y encontrar la paz bajo la tranquilizadora mirada de Matilde. ¿Era su nombre real o solo un nick? Le dio igual, se aseó, se vistió con ropa tan poco actual como los villancicos que escuchaba y, con el corazón al ritmo de una zambomba, trató de respirar. Fuera, un grupo de teatro amateur celebraba su peculiar «noche en blanco». Las carcajadas se sucedían en torno a ellos. Como diez universitarios, vestidos con esmoquin y trajes de noche de diferentes colores, llenos de confeti y ataviados con matasuegras recibían al 2017 un poco pronto. Diciembre y sus compras no habían aparecido en el calendario del teléfono móvil. Risas y risas calle arriba. La complicidad se hacía manifestación. Se pararon en el número 17 de la calle principal y ahí iba a terminar la performance. En la 4ª planta del mismo número, el intranquilo enamorado había encendido y apagado las luces del salón varias veces. Luego había seguido con la puerta de entrada. Bajó las escaleras ceremonioso, a oscuras, pensando que era una manera de retrasar el contacto porque en su mente seguía oyendo las extravagancias navideñas. Pero a medida que se acercaba al exterior se hizo silencio. Fuera, los actores culminaban el espectáculo. «Un minuto de silencio por el 2016», decían. Justo lo que él tardó en soltar el pasamanos y aproximarse a la puerta principal. Por un instante pensó que las calles se habían vaciado, pero no le cuadraba porque oía risas a destiempo. Coincidió el segundo 60 justo cuando abrió la puerta y todos los ojos le miraron, fue el sonido de la puerta cerrándose lo que le delató: «feliz 2017», le dijo una actriz, dándole la réplica. Levemente sonrió. Y toda la calle mirando en todas las direcciones respondieron al

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unísono: «¡feliz 2017!»; mientras, sus pies gravitaron por primera vez en la calle, fusionándose con la multitud.

CONVERSACIÓN IMPOSIBLE –Por fin lo conozco. Es usted el Messi del que todos hablan. Es un enorme placer conocerlo. Usted ha sustituido a las tertulias políticas y literarias de Buenos Aires y ha mantenido en un hilo la vida de muchos compatriotas cada domingo que padecen del corazón, incluso a los sanos. De esta Argentina populosa, usted es el emperador, si es que alguna vez hubo imperio. Perdone que le toque la cara, estoy ciego como sabe y esta es la única forma por la que me doy cuenta de que esta conversación es real y no una mera ficción. –El placer es mío, maestro. ¿Cómo preferís que lo llame? –Con Borges es suficiente. –Le parecerá extraño que venga a visitarlo. Me confieso un pésimo lector, pero respeto su figura y su recorrido. Mi representante ha llegado a un acuerdo con su editorial y ven con buenos ojos la idea de una biografía mía, y para ello han pensado en usted para escribirla. No le han querido decir nada, esperaron a que me reuniera con usted y le diera la noticia. Ojalá lleguemos a un chance. –Ahora entiendo la prisa y la ceremonia de la entrevista. Y dígame, ¿cómo quiere que me ocupe de este encargo si ya no puedo escribir ni una sola carta? –El maestro es usted, seguro que se le ocurrirá algo. No he leído nada suyo, pero una vez, en el Barcelona, Guardiola, el que fuera mi entrenador, solía llevar su libro Ficciones en el autobús de vuelta de los partidos, y solía gastarme bromas. ¡Este sí es un figura! –¿Su entrenador leía? –Ah sí, mucho, Ibrahimovic lo llamaba el filósofo. Tenía fama de acudir a los teatros y las exposiciones. –Nunca asistí a un partido de fútbol. No he comprendido ese juego. 22 hombres y diez mil espectadores. En la Edad Media las batallas las libraban diez mil almas y 22 nobles miraban. Le propongo una cosa, usted es rápido, supongo. Los niños, que viven tres cuadras más allá de mi casa, corean todas las mañanas su nombre. Todos inventan un regate nuevo, parece que usted les inspira. Me comprometo a pensarme su oferta si usted lee «El espejo y la máscara», una obrita mía que escribí hace tiempo que también transcurre en la Edad Media. –¿Es complicada la obra esa? –¡No se atormente! Tómese el tiempo que necesite. Léasela y se dará cuenta de la importancia que tiene escribir una sola palabra, y luego entenderá la responsabilidad que contraeré con el resto de los argentinos. Léasela y piense en el peor calificativo que le defina, una sola palabra. –¿Por qué tiene que ser negativa, maestro? –Porque si vamos a escribir una obra suya, tendremos que convencer hasta el más despiadado con su nueva imagen literaria, aquel por ejemplo que no tiene reparos en compararlo con Maradona y otras pelotudeces, aunque yo no sepa de fútbol. Le dejó un mes para pensárselo. ¡Qué diría Kipling si me oyera! –La verdad es que no estoy acostumbrado a ver cosas negativas sobre mí, siempre las he regateado. –De eso se trata, de que, por una vez, usted sea el portero.

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MACONDO NO ES PARA TI Cuando García Márquez se encontraba en su febril composición de Cien años de soledad, prácticamente no dormía. Al regresar de madrugada a su cama, su mujer Mercedes le decía cada noche: «¿Cómo va la novela? » Y él, sabedor de su dolorosísima empresa, le decía: «No va mal, solo que tengo atravesado a un personaje». Se llamaba Cristóbal Dorta y, en los borradores de la novela, lo había descrito con el pelo corto, lo había hecho amigo de un estrafalario maestro zen que había llegado al pueblo con el gitano Melquíades, ofreciendo una bebida que, bendecida con una ramita y probada durante dos semanas, curaba el susto, las diarreas y la tristeza. Mientras, su madre y su padre verdaderos habían sido dos jaguares que lo habían alimentado más allá de Macondo, cruzando el río, en la misteriosa e impenetrable selva infinita, y él, Cristobalito, solía guardar un cariño especial por Úrsula Iguarán, la generosa matriarca de la familia, que lo encontró riendo a carcajadas, desnudo y solo, muy solo, en un platanal salvaje. Cuando Gabo le contaba como lo estaba perfilando, Mercedes le decía: «Está muy plano todavía». Al día siguiente, se sentaba en el escritorio y no comía. Le dejó el pelo largo con tirabuzones, lo hizo vestir siempre con pañuelos al cuello, le perfiló unos ojillos de ratoncito, lo hizo crecer y retozar bajo la mano de José Arcadio Buendía, que le enseñaba los secretos de la alquimia y la agricultura, mucho antes de que nacieron Aureliano y José Arcadio, y hasta probó a hacer una versión de la novela en la que la historia se bifurcaba, Macondo por un lado y Cristóbal Dorta, enrolándose y viajando con los gitanos, comprando por tres monedas un tomavistas cuadrado que revelaba los secretos de las personas y hasta el alma. Mercedes, por segunda vez lo escuchó y se enfadó con motivos: «¡Dijiste que ibas a empezar la novela con el descubrimiento del hielo, estabas entusiasmado, mírate ahora!» Y entonces, un Gabo compungido y fatigado, le dio la primera bofetada a Cristóbal Dorta, rompió el manuscrito y lo tiró a la papelera. «No te mereces menos, solo me has traído fatigas». Y fue entonces cuando se le encendió la luz creativa y enseguida apuntó en su cuaderno de notas: «posible novela sobre un personaje que sufre por amor no correspondido hasta que se hace viejo»; y añadió en el fervor: «otra posible novela sobre un náufrago rescatado a sí mismo que nunca llega a readaptarse muy bien». Y, desde la papelera, un Cristóbal sin miembros, convertido en celulosa, entre cuartillas y viejas cartas escuchaba sonriendo y abriendo los ojos pero ya enmudecido, como si quisiera decir: sí, sí, esas dos son mis historias.

UNA CERVECITA BIEN FRÍA PARA UN ROSTRO DE HIELO Desde hace un mes visito periódicamente a una terapeuta una vez a la semana. Estamos en la fase de conocimiento mutuo y todavía no me he atrevido a hablarle claramente sobre lo que me ha traído hasta ahí. Mi terapeuta es una mujer que debe rondar los 50 años y, aunque es un poco introvertida, está jugando conmigo al ratón y al gato, que es, o una estrategia para que le cuente por qué he ido o puede que sea una proyección mía: tal vez me asusten más las estrategas de lo que pensaba. También, una vez a la semana visito un dojo de meditación zen. Llevo muy poco tiempo, y si estoy aquí es porque lo necesito. Mis compañeros son fieles y ceremoniosos. Nadie habla personalmente con el otro antes de entrar en la sala de meditación, aunque he detectado a una pareja muy cómplice. Los observo atentamente y el corazón me palpita. Entramos. Al sentarme sobre el cojín de meditación, por un 89


periodo prolongado, tengo que hacer frente al dolor en las rodillas, la espalda que no consigue quedarse firme y el cuello que gira irremediablemente en distintas direcciones, aunque tenga que estar quieto como una roca. Durante este breve periodo no he conseguido encontrar ninguna respuesta, ni siquiera he podido vislumbrar los problemas que me han traído hasta aquí. En un solo mes estoy conociendo aspectos de mi ciudad ignorados hasta entonces, una terapeuta juguetona y una mente, la mía, bastante más caótica de lo que pensaba. ¿Podría ser el responsable de los problemas que me pasan? Esto es lo único que he sacado en claro en esta tarde sentado en un zafu. Por eso, una vez terminada la meditación, rehúyo los compromisos con mis compañeros y me voy solo a un bar acompañado de mis contenidos silencios, y dialogo exclusivamente con dos cervezas y algún gin tonic. ¿Para qué volver a casa? ¿Tal vez porque mañana trabaje? Como un estúpido sigo el deber más que lo puramente instintivo, ese siempre fue mi gran obstáculo, primero estaban las relaciones con los clientes antes que las relaciones familiares. Llego a casa, el dormitorio sigue igual, aunque ahora están los cubos de pinturas y la escalera del pintor que está remodelando la casa. Quiero tirar un tabique, cambiar los colores y hacer que los malditos recuerdos de esta puta cama se vayan hacia lo más recóndito de mi memoria desencantada y defraudada. Es lógico que no pueda dormir en esta habitación. Aún así, hago un esfuerzo y abro el armario para sacar la ropa que me voy a poner mañana. Entre mis calzoncillos está un sujetador blanco, del que no consigo desprenderme y esta prenda, esta dolorosa prenda, muy parecida a las mías… Duermo delante del televisor y ni siquiera me animan los apareamientos del National Geographic. Más bien, siento repulsión. Lo que más me ha consolado en este mes ha sido el trabajo, allí me aíslo. Trabajo cerca de la mesa de Claudia y ella me cuenta cómo es su vida y me habla de planes con su marido y lo feliz que es. Mientras la escucho, voy respirando, como en el zen y la envidia no hace su aparición. Así es mi insípida, enmudecida, silenciosa, callada y absorta vida desde hace un mes. A mi terapeuta le he dicho una excusa, que me iba de viaje, que tenía asuntos que resolver de trabajo y que ya la llamaría. Prefiero el doloroso ritual del dolor en las rodillas y en la espalda, sentado en un zafu en la sala de meditación y el posterior brindis entre yo mi oculta cara de póker acompañado por un par de cervecitas. Aunque, he de decir, que, para llegar ahí, para poder verme claramente, tengo que mantenerme en silencio durante una hora, con pensamientos intrusivos que me dificultan el acceso a algunas necesarias emociones, para que los gin tonic, de más tarde, bajen bien. Y tengo que confesar, que cuando consigo difuminarlos y ver claramente algunos recuerdos, no me vienen imágenes, todavía es un poco pronto, solo un pensamiento que se repite en forma de letanía: mentirosa, mentirosa, mentirosa, mentirosa, mentirosa…

LOS PASOS DEL AMOR Con el primer regalo de novios pudieron disfrutar de su primer viaje de aventura. Él le había regalado a su chica un coche deportivo. Ella aceptó el regalo, pero no supo qué decir. Se sentía abrumada, comprometida, verdaderamente algo en común los unía. Para celebrarlo hicieron un largo viaje en el coche por todo el país; qué magnífica experiencia. Los dos condujeron. Les supo a poco. Tras un tiempo de estabilidad ella vio signos de cansancio y se regalaron un largo viaje por el Mediterráneo. Un mes estuvieron. Cuando llegaron hablaban maravillas y, entonces, la vida comenzó a ser maravillosa. Y tal era su compromiso, que él no quiso olvidar la felicidad que los hacía 90


sentir juntos. Una tarde, nervioso, eligió en una joyería un hermoso anillo de diamantes. Por la noche la invitó a cenar y le hizo entrega de su regalo. La fusión de ambas alegrías fue única e irrepetible. Lo terminaron de celebrar en un lujoso hotel que conocían. Era la noche soñada. Al abrir la puerta de la habitación sintieron que todo el mundo giraba al unísono, que todo era grande. Cogidos por la cintura y abrazados se recostaron sobre la cama y sonrieron. Ella le mostró orgullosa el anillo, y él sonrió nuevamente. Los dos se acercaron para verlo mejor, cada vez más cerca, con detenimiento. De repente, algo les sorprendió y se hizo el silencio. Enmudecieron. Casi coreográficamente giraron sus cabezas y entonces lo entendieron todo. El reflejo, el diamante y sus miradas.

EL ACANTILADO DE LA DUDA Y por un momento quise mover un pie ante aquella impresionante montaña que daba al mar, el viento era suave y en su aleteo me acordé de otros pequeños pasos irrefrenables que en la historia se habían convertido en decisivos. No sé por qué en aquella tarde todo terminaría y empezaba con solemnidad. Pensé en Giordano Bruno, –sí, fui yo–, dando un tembloroso paso afirmativo ante el tribunal inquisitorial. O en Evita Perón, convencida por primera vez que su figura representaba al cambio social o quizás en Cervantes, la primera vez que daba el paso para convertirse en historia para siempre. Por más que pensara en figuras significativas no era capaz de avanzar un milímetro, bien sabía que las decisiones de otros habían supuesto algo. La mía no significaría nada. Ahí estaba, en la cima de aquel acantilado, vestido con un traje con sabor a despedida, después de haber visitado los portales de mis íntimos amigos sin atreverme a llamar a la puerta, mientras oteaba las ventanas desde mi coche dedicándoles a cada uno un cigarro y celebrando en mi memoria todos los recuerdos compartidos, algunos inenarrables. A lo lejos el sol va inclinándose suavemente, pero adquiere un tono casi fabulístico, casi parece hablarme, tal vez esté esperando a que dé el paso. No muy lejos de ahí, un angelito, sí supo esperar en la acera hasta que el semáforo estuviera en verde. Quietecita, sin embargo, detenerse no fue suficiente cuando a un repartidor de pizzas le patina la moto y el manillar, la lasaña y el cabello teñido de sangre se mezclan en un amasijo incomestible e inerme. Nunca supe adónde ibas aquella tarde ni por qué escogiste ese trayecto y no otro. Ni un segundo para reflexionar te dieron, amor mío. Pero es paradójico, ahora tengo todo el tiempo del mundo para dar un paso, uno solo, y me siento imbuido por una enorme responsabilidad, si lo doy, te celebro, un año después de lo sucedido, si me echo atrás, podrían celebrarme todos los que aguardan y sospechan que algo no anda bien. Mi corazón tiembla, mis rodillas se flexionan y mi pie derecho pone un pie por fuera del abismo. El izquierdo mantiene débilmente el equilibrio, los ojos empiezan a cargarse de lágrimas y me llevo las manos a los ojos para sostener aquella cara que se desencaja. Derrotado por fin, me siento sobre el acantilado y meciendo las piernas sin balancearme, continúo con aquel llanto que parece no tener fin mientras me proyecto sobre una brillante luna nueva que parece devolverme una sonrisa.

SUSPIROS MUTUOS Él era un romántico que esperaba una respuesta, ella estaba en un campo de concentración y ansiaba la libertad de sus captores. Los dos suspiraban por una misma

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frase: «Pensé que no me lo ibas a decir».

DE INVIERNO Como cualquier golosina que reconociera, sabía muy bien encontrar los pequeños placeres que habitaban su mundo, desde los más pequeños hasta los más sugerentes. Cada mañana se acercaba a la pastelería de su barrio y se detenía ante el cristal del mostrador para elegir su postre mañanero. Aunque siempre hiciera el mismo ritual, sabía que los pequeños pastelitos recién horneados eran más apetecibles que cualquier otro. Lo tomaba con ceremonia, con mimo, y mientras, un café humeante se deslizaba entre sus dedos y su garganta. Era temprano, las nubes presagiaban recogimiento, pero daban la suficiente luz para otear, desde la mesa y a través de los escaparates, las prisas, las caras y el atuendo de todos los que se dirigían a una nueva jornada. Ella no tenía que trabajar, era mayor y había cambiado su rutina por el merecido descanso que propone la jubilación y la entrada en el final de su vida. Lo que jamás se imaginó en aquella mañana es que aquel día iba a ser el último. El último día de su vida. Sonrientemente inocente salió con más ligereza y valor para recorrer las calles como hacía cada mañana. Las paseaba sin un orden establecido. Deambulaba. Se detuvo en los escaparates, tranquila y admirada del valor real de las cosas, la manufactura, el diseño, los colores. Las tiendas no habían abierto, aunque la farmacia sí. Entró. Sonaba una música de John Coltrane. Le apasionaba el jazz, y fue pura casualidad que le dieran sus medicamentos acompañada de uno de sus ídolos reales. Sonaba el disco «Espiritual». Metió la bolsa de medicamentos en su bolso y prosiguió su partida. Al salir, un barrendero la saludó sonriente, un perro se cruzó con ella con los ojos bien abiertos y ella lo acarició. El dueño venía detrás, jadeante, casi al trote, pero feliz de que se hubiera detenido. La pausa la llevó a girar sobre sus pasos y regresar en dirección hacia su casa. El día estaba más propicio para envolverse con su manta en el salón de su casa recordando el poema de Rubén Darío: «De invierno». Dormir apelotonada y dejarse adormilar lentamente. ¡Qué placer!, musitaba en su interior. Cuando llegó al portal de su casa un mendigo la miró sentado cerca de su portal y le dijo: «¡la voluntad!». Enseguida abrió la cartera y contribuyó con lo que pudo, pero con una sonrisa sin culpa. Al abrir la puerta de casa sintió lo reconfortante, lo íntimo, lo personal de su propio espacio. Se acomodó en el sillón no sin antes preparar un disco para que la acompañara. Era de música clásica. Beethoven. Se recostó en el sillón y recordó que tenía que hacer una última llamada antes de entrar en su tan ansiado descanso. Era a su mejor amiga. La conversación duró poco, lo justo para transmitir dulzura y alegría. Después sólo hubo silencio. En aquella mañana no alertó ninguna señal que le predijera de tal fatalidad. Lo único que parecía cierto en aquella mujer era una profunda paz inocente, como si antes de esa mañana hubiera resuelto todos los asuntos que le quedaban pendientes.

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RESEÑA VOCES DEL MALPAÍS. LEYENDAS CANARIAS

ESTÍBALIZ DE LA CRUZ NAVARRO

Voces del Malpaís. Leyendas Canarias es una mirada al pasado para mostrar la sociedad de las Islas Canarias en la época prehispánica y para identificar y reconocer en la mujer de entonces las cualidades que la hacían semejante al hombre. Un salto al pasado que nos acerca a nuestro presente para reflexionar, trabajar, entender y luchar por la igualdad entre géneros y por la libertad. Voces del Malpaís. Leyendas Canarias es un libro compuesto por nueve textos independientes basados en leyendas aborígenes de cada una de las Islas Canarias. Están escritas por cuatro autores canarios, Pepa Aurora, Yolanda Rosa Díaz Jiménez, Andrés González Novoa y Ernesto Rodríguez Abad. Todos ellos han tomado como protagonista de sus leyendas a la mujer aborigen para reflejar su vida, sus aptitudes, sus cualidades y enseñarnos otra visión de la historia. Ana Sánchez, Andamana, Ico, Laurinaga, Guacimara, Guayanfanta, Tenesoya Vidina, son mujeres inteligentes, audaces, fuertes, valientes, bondadosas, conciliadoras, alegres, rebeldes, libres, sabias, transmisoras del conocimiento y la palabra, mujeres con inquietudes y con ganas de aprender, mujeres que lucharon por defender a su pueblo frente al sometimiento y la esclavitud, que lucharon por defender su libertad y cuyo concepto de poder y gobierno al servicio del pueblo les hizo ganar el respeto de la sociedad que les rodeaba, aún cuando su papel en ella estaba definido de otra manera según leyes ancestrales. Fueron mujeres diferentes. En este sentido, uno de los contenidos más importantes de este libro y que nos servirá como herramienta de trabajo es, sin duda, el tema de la igualdad de género. Las leyendas ayudarán al lector o lectora a reflexionar y reconocer en la mujer cualidades y comportamientos semejantes a los del hombre y suscitarán el debate necesario en torno a la cuestión de la igualdad, un tema en el que debemos seguir trabajando y educando y textos como estas leyendas nos ofrecen esa posibilidad. Otro de los contenidos interesantes que podemos encontrar al acercarnos a estas leyendas es la propia historia de las Islas Canarias. Las leyendas están llenas de apuntes históricos sobre la conquista de las islas y las invasiones piratas que sufrieron a lo largo de varios siglos y, por supuesto, acerca de la cultura aborigen, por lo que Voces del Malpaís. Leyendas Canarias se convierte en un recurso útil para que, quien lo lea, no solo adquiera más conocimientos al respecto, sino que, además, le servirá para desarrollar la competencia informacional pudiendo indagar e investigar sobre esos

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hechos haciendo uso, por ejemplo, de las tecnologías. Además, nos abre el campo de trabajo, no solo reducido a las disciplinas de Lengua y Literatura, sino que lo amplía a las de Ciencias Sociales e Historia. La sociedad aborigen y su cultura quedan claramente reflejadas en las historias que nos cuentan las leyendas y que permiten al lector o lectora profundizar en su conocimiento. Los textos describen cómo vivían, cómo se distribuían los territorios en cantones o bandos en algunos casos y, en otros, llamados menceyatos, cómo subsistían, su relación con la naturaleza, sus creencias y rituales, la importancia de la tradición oral como fuente para transmitir y perpetuar el conocimiento. La presencia de numerosos vocablos relacionados con la sociedad aborigen completan el acercamiento a su cultura: tagoror, guanarteme, faycán, menceyato, gánigo, mencey. Las leyendas también nos muestran la naturaleza de las islas y consiguen entusiasmar y atrapar al lector o lectora a través de historias llenas de aventuras y acciones que se desarrollan en espacios y lugares que le resultarán familiares y en los que se reconocerá; la lava, el volcán, el malpaís, la arena, las cuevas, la laurisilva, los alisios, los acantilados. Una familiaridad y cercanía que invita a seguir leyendo. El uso de numerosos topónimos también será un recurso interesante que contribuirá a sentir el texto como cercano: Arure, El Golfo, Chipude, Roques de Salmor, Los Lajiales, Fuerteventura, Mar de las Calmas, Valle Gran Rey, Archipiélago Chinijo, etc. Voces del Malpaís. Leyendas Canarias está escrita por cuatro autores, diferentes en su prosa y en su estilo lo que permite conocer varias maneras de expresar, transmitir y comunicar. Por un lado, encontraremos leyendas con un estilo y lenguaje más sencillo y cercano y, por otro lado, una prosa más poética y evocadora. En ambos casos, el lenguaje usado consigue que quien lo lea pueda crear en su mente bellas imágenes que le atrapen en la historia y la lectura. Todos los autores reflejan en sus textos la enorme importancia de la tradición oral y lo hacen plasmando o haciendo referencia a formas poéticas de la tradición popular como son las endechas o las jácaras, que instruirán al lector o lectora en otras formas literarias. Una lectura absolutamente recomendada para profundizar en el conocimiento de la historia de las Islas Canarias y, sobre todo, para reflexionar acerca del papel de la mujer desde la época prehispánica hasta nuestros días.

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