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Los condenados
Adolfo Flores Fragoso
afloresfragoso@gmail.com
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La palabra “condenado” proviene de otra palabreja del latín surgida como ‘condemnare’: aquel que es sentenciado por una acción que ha dañado (‘damnare’) a alguien.
Paradójicamente, hoy estamos “condenados” a vivir en la ciudad de Puebla.
Líneas abajo explicaré esta sentencia.
En tanto, recurro a José José:
“Me has condenado, amor, porque vivo pendiente de ti y ya no sé quien soy porque todo lo fui junto a ti...”
(Linda etimología. Casi como escrita por Sor Juana. O por Elena Garro. O cantados por la Paquita La Del Barrio ).
La ciudad de Puebla ya está inmersa en una ruda oscuridad.
Y vivimos en un inseguro y violento caos, peor que una ruda patiza en la Arena Puebla.
O en Bosques de San Sebastián, o en Lomas de Angelópolis –las peores– o en el Jardín de El Carmen.
(Este artículo suena ya a ambientalista. Mejor ir a otro grano. De maíz transgénico).
… Puebla fue una ciudad de cantinas donde los compas terminaban a golpes o a besos furtivos entre ambos. “Nomás no haga el barullo con la comadre”, se advertían, antes del siguiente beso.
Entre compadres.
Pero de ahí, no pasaba a más.
Sin barullos descobijados por el tufo de la violencia.
Hoy, nuestra angelical ciudad vive de asaltados, anónimos golpeados, cristalazos innecesarios, mujeres violadas y desmembradas, embolsados... Culmino la lista, por el bien de Puebla.
(Y de todos los poblanos).
… Cierta noche asistí a una boda de una pareja fifí, en el hoy occiso hotel Camino Real.
Hubo un inusual largo retraso en el arribo de los novios, por lo que decidí dirigirme a un concierto de rock programado en el café Profética (a menos de
Lic. Guillermo Pacheco Pulido