Un siglo de quito el deán gaspar centurión espínola

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Un Siglo de Quito a través de los prebendados de su Iglesia Monografías. 19

El deán Gaspar Centurión Espínola

Juan Corbalán de Celis y Durán

Nació en la villa de Ecija, hijo de Felipe Centurión, natural de Sevilla y de doña Lucía de Padilla, natural de la ciudad de Ronda. Su padre, hijodalgo notorio y con ejecutoria, sirvió al rey en la costa de Granada y en los estados de Flandes. Siendo un muchacho, sus padres pasaron en 1560 a la ciudad de Lima, al servicio del conde de Nieva que iba como virrey del Perú. Cursó estudios en la Universidad y Estudio General de Lima, donde se graduó de maestro en Artes, doctor en Teología, y de bachiller en ambos derechos. Ocupó tres cátedras en propiedad que ganó por oposición, una de Artes, que obtendría hacia 1593, y dos de Teología, estando dando clases sin interrupción durante quince años, tres de ellos de lector en la de Arte y los doce restantes en las de Teología. Concursó a la canonjía magistral de la iglesia de 2

Lima junto con otros dos, que fueron, el maestro Carlos y el doctor Juan de Vargas, y fue elegido por el cabildo en la terna que se presentó al rey.1 Vino a España con el fin de apoyar su elección, pero estando a medio camino de su viaje, se enteró que le habían dado la prebenda al maestro Carlos. Se dirigió entonces a Valladolid, donde estaba la Corte, y consiguió hablar sobre el asunto que le traía a España con el rey, el presidente y los consejeros de Cámara, obteniendo en diciembre de 1604, que se le nombrase arcediano de la iglesia de Quito, por haber quedado vacante tras la muerte del maestro Juan de Ovando, “y no haber entonces ninguna otra dignidad vacante en las iglesias del Perú”. Unos meses 1

AGI. Quito 80, N.46


después, el 15 de marzo de 1605, el Consejo de Cruzada le nombraba Comisario en todo aquel obispado.

abril de 1609 salió de Sevilla la flota de Nueva España al mando del general Joan de Salazar y Baldes embarcando en ella el arcediano Centurión.

Así mismo obtuvo del rey el nombramiento de Capellán de banco “de los de la casa de Castilla, que se cubren y sientan delante de Vuestra Magestad en su real capilla”, donde sirvió dos años Mientras estuvo en Valladolid, pasó tres años enseñando en la cátedra de vísperas de Teología, y “usando el oficio de predicador”, llegando a predicar varias veces ante el rey en su capilla real, y en 1606 al trasladarse la Corte a Madrid, predicó en esa villa en más de ochenta ocasiones “en las Descalzas de la serenísima Infanta, en Constantinopla, en el caballero de Gracia y en otras iglesias”. Estando en Madrid, el Consejo Real de Castilla, le enviaba un libro sobre la figura de San José, para que lo corrigiese y censurase, “y con sus censuras se imprimió”.

Le acompañaban dos criados Juan Gómez de Vicuña, natural de Toledo, de 13 años de edad, y Alonso de Fuentes, natural de Chichón, de 20 años2, llevando un abultado equipaje consistente en 32 baúles, en los que decía traía su vestimenta y sus libros de estudio. Al llegar a Portobelo los oficiales reales, que revisaban y controlaban toda la carga que se traía de España, le abrieron los baúles y compro-baron que traía, además de lo declarado, cantidad de merca-derías y de libros, misales, breviarios y diurnos, que no eran para su uso particular, por lo que le confiscaron toda la carga. Traía también sin declarar una esclava negra, que igualmente se le confiscó, vendiéndose todo lo confiscado en pública subasta, obteniéndose 6.200 pesos por las mercaderías y libros, y 550 pesos por la mulata. Protestó por todo ello presentando una cedula real en la que se le permitía traer al Perú hasta 400 ducados, libres de todo derecho3. No le levantaron el embargo y apeló a la Audiencia de Panamá, que tampoco le dio la razón, por lo que recurrió al Consejo de Indias4, estando todavía en 1611 sin resolverse el recurso.

En la cedula de concesión del diaconato se le daba, como era habitual, un plazo de tiempo para presentarse en su prebenda, que en su caso fueron dos años, tiempo que como hemos visto se le pasó, obteniendo por dos veces prorroga por otro año más. A punto de vencer el último año de la prorroga, salió de Madrid emprendiendo viaje hacia Sevilla para embarcar en los galeones que salían al mando del general Francisco del Corral, pero al llegar, la flota hacía dos días que había partido, y tuvo que esperarse todo una año a que saliese nuevamente la armada. En

El día 6 de junio de 1609, encontrándose ya en Quito, se desplazó al pueblo cercano de 2 3 4

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AGI. Pasajeros L.8, E.4546-4547-4548AGI. Audiencia Panamá 34A, N.5 AGI. Audiencia Panamá 16, R.3, N.35


Guápulo donde se hallaba el obispo fray Salvador de Ribera, al que le presentó oficialmente la provisión real en la que se le nombraba arcediano de la iglesia catedral, pidiéndole le hiciese colación e institución canónica de dicha dignidad. El obispo, después de cotejar la carta real, en señal de obediencia, la besó y se la puso sobre su cabeza, comenzando la ceremonia, en la que al nuevo arcediano, después de haber hecho éste el juramento de la fe, se le colocaba el bonete sobre su cabeza, señal de su prebenda. Asistieron a la ceremonia el capellán, un criado del obispo, Alonso del Castillo, y el beneficiado Fernando Suárez de Vinuesa.

Maldonado. El 12 de marzo de 1611 el arcediano escribía un largo memorial al rey dando cuenta de los agravios que él y otras personas habían recibido del obispo. Escribía que el cabildo ya había dado cuenta hasta en tres ocasiones de los agravios que recibía del obispo, así como “del carácter terrible y precipitado” que tenía, sin que hasta el presente se hubiese puesto remedio, y ahora con la inminente partida de los galeones volvían a insistir sobre ello. Decía que los componentes del cabildo de la catedral consideraban al obispo “enemigo declarado” y lo tenían recusado, aunque por intercesión extraordinaria del virrey, del presidente de la Audiencia y de otras personas, algunos de los componentes de dicho cabildo (véase lo alegado al respecto por el canónigo Benito Hernández Ortega), “por obviar pesadumbres”, habían alzado dicha recusación, pero todos lo seguían considerando su enemigo y soportando su mal genio, del que se quejaban. Se lamentaba de que ahora tenía más difícil obtener justicia de la Audiencia, pues el nuevo presidente se había hecho muy amigo del obispo con los favores que éste le concedía. Cuando vino el presidente desde Lima, el obispo fue a recibirlo a Chimbo, que está a 36 leguas de Quito, y lo festejó y agasajó, y fueron a comer juntos, “cosa que en esta tierra

Al día siguiente, Pascua del Espíritu Santo, entre las nueve y diez horas de la mañana, se celebró la ceremonia de toma de posesión, estando reunidos en el coro de la iglesia catedral el deán Francisco Galavis, junto al resto de capitulares: el chantre Jorge Ramírez de Arellano, el tesorero Juan de Villa, y los canónigos García de Valencia5, y el doctor El presbítero García de Valencia había sido ordenado sacerdote hacia 1580, obteniendo ser presentado por gracia real al curato de la parroquia de San Sebastián. En Octubre de 1591 al haber quedado vacante las prebendas de tesorero y chantre de la catedral de Quito por fallecimiento de sus respectivos poseedores Leonardo Valderrama y Francisco Álvarez Cuellar, solicitaba se le concediese alguna de ellas. AGI. Quito 83, N.43 y 49. A finales de diciembre de 1595, pasadas las alteraciones de las alcabalas, alegaba que había sido de los leales al rey y había acompañado al presidente y oidores cuando se recogieron en las casas reales, y solicitaba nuevamente se 5

le concediese alguna prebenda. AGI. 47, N.53

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casamiento de su sobrina, en la que mandó salir a todos los clérigos de la ciudad y de los pueblos de su demarcación, vestidos de seglares, con hábitos abiertos y rostros descubiertos, sin máscaras, a caballo, con muchas y varias de las típicas invenciones6, y recorrieron las calles de la ciudad y la plaza pública, lo que causó tan gran escándalo “que decía el doctor Pineda y toda la gente de la ciudad, que en Ginebra e Inglaterra no se había hecho tanto” Unos días después, hizo representar en el patio de su casa una comedia mundana, en las que los actores fueron los propios sacerdotes y ordenantes, los cuales salieron con el rostro descubierto, y así mismo convidó a ella a las damas de la ciudad, lo que causó no menor escándalo, y tanto que al día siguiente muchos de los ciudadanos no quisieron oír la misa que oficiaba un sacerdote que el día anterior había representado al bobo de la comedia, diciendo “que a quién el día antes habían visto en tan indecente y torpe figura no le querían ver en la del Santo Altar”, y que no habrían de oír misa ni de éste ni de otros de los que representaron. A esta comedia había convidado al presidente y al fiscal, “y como avergonzados no entraron por la puerta del obispo si no por la iglesia y sacristía que sale a los corredores y casa del obispo, por donde también entraron las damas”, y la gente del pueblo murmuraba cómo era

pareció muy mal”. Le acusaba de haber nombrado Visitador general a su cuñado don León de Alcayaga al cual, a pesar de que desconocía la lengua de los indios, le tenía prometido el beneficio de indios de Yaruqui, que gozaba de mucha renta. También había hecho vicario de un anexo de Latacunga a un hermano de dicho presidente, que era fraile franciscano, y dicha vicaría no se la podía conceder porque era de jurisdicción eclesiástica. El presidente había comido con el obispo en la residencia de Guápulo, y por san Blas había comido, junto con sus hijos, en la casa de Quito, “y así andaba de regalado el presidente, que nadie se atrevía a ir a pedirle justicia”. Igualmente había pasado con el asunto del padre Mendoza, cura de Catacaos, que había acudido a la Audiencia, y después de visto su escrito, el presidente no consintió que se votase, y mandó que se volviese a recomponer el expediente, y así mismo ocurrió con la petición que había presentado el licenciado Juan Copete de Herrera, cura y vicario de la villa de Zaruma Se quejaba también de que el obispo estaba a malas con los conventos de Santo Domingo, San Francisco y monjas de Santa Clara “por hacer públicas informaciones, deshonestidades e incontinencias de monjas y frailes, debiéndosele hacer en secreto y con prudencia para que el castigo aproveche y no escandalice”.

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Representaciones plásticas que acompañaban a la procesión o cortejo, que también podían colocarse a lo largo del recorrido, a manera de arquitecturas efímeras.

Relataba la escandalosa fiesta que organizó el obispo por las calles de Quito con motivo del

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posible que el obispo tuviese salud para ir a semejantes espectáculos y no para acudir a su iglesia, porque no iba nunca, y si alguna vez lo hacía, se sentaba en la capilla mayor y no en el coro con sus prebendados y clérigos. El día de cenizas, consintió que un sacerdote la llevara a la casa de los desposados, los cuales las recibieron estando en la cama, “cosa que dio grandísimo escándalo y murmuración en esta ciudad y provincia, viendo que el prelado, que debe toda religión y respeto al culto divino, lo profanase con semejante desacato y profanidad”.

de la capilla mayor estaba toda agrietada por no repararla, “siendo como era uno de los más ricos y buenos templos de este reino”. Y además le quería dar a dicho criado una prebenda, siendo un hombre ignorante, hasta hace pocos días mercader de tienda ascendido al sacerdocio. El obispo, que había llegado a la ciudad de Quito el 14 de marzo de 1607, llevaba cuatro años sin realizar la Visita regla-mentaria “estando las almas de su obispado sin confirmar”. Hombre de poca salud, muy asiduamente se encontraba en la cama, con achaques de gota y vahídos de cabeza, y así casi nunca decía misa, “y dicen sus criados no reza”.

La mayordomía de la catedral, la cual ejercía un hombre con caudales, que con su hacienda mantenía y conservaba la iglesia, tanto la fábrica como los ornamentos, se la quitó porque era amigo del fiscal don Blas Altamirano, a quien el obispo tenía ojeriza, deshonrándole públicamente llamándole judío y sambenitado, cuando se sabía que era hidalgo de ejecutoria y limpio de mezcla de judío o moro, jactándose públicamente que en su linaje había tantos hábitos de Santiago como sambenitados en el de don Blas. Dio este cargo a su criado Francisco Ortiz de Porras7, el cual tenía a la iglesia amenazando ruina, lloviéndose toda ella y pudriéndose la estructura de madera, y la bóveda

A otro amigo del fiscal don Blas, Joan de Vera de Mendoza, vecino de esa ciudad, que quiso celebrar en la catedral, donde estaba enterrada, las honras fúnebres de su suegra doña Mariana de Riaño, por molestar al dicho don Blas, mandó que cesasen los toques y quitar los paños fúnebres del pulpito, no consintiendo que predicase el vicario general, a quien dicho Vera se lo había encomendado. Así que se tuvo que ir a Santo Domingo, donde se hicieron los funerales y Centurión ofició la misa, lo que enojó mucho al obispo. Y seguía relatando Centurión: “de su vida descuidad y costumbres tampoco me entrometo, por la obligación que a mi alma tengo y por saber se sabe asaz de todo en vuestro real consejo, y por no haber juez hasta ahora que de ello pueda

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En carta al rey de fecha 18 de abril de 1623, el cabildo recomendaba al bachiller Francisco Martinez, racionero más antiguo, que era muy pobre y mantenía a sus padres y hermanas, “donçellas birtuosas”, para ocupar la plaza de canónigo que había quedado vacante tras la muerte de Francisco Ortiz de Porras. AGI. Quito 80, N.52

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conocer, y a esto dice las palabras del profeta videre que ego semisolus et non sit alis preterme ego occidam et ego vivere faciam percutiam et ego sanabo et nom est quidem anumea possit exuere”.

extensa, y a él también como primo suyo que era, así como a algunos caballeros, hermanos del desposado, que eran don Diego Sancho y don Francisco y don Juan de la Carrera, y a una señora llamada doña Inés de Sotomayor, hermana de la mujer de mi primo Agustín, junto con su marido don Juan de Rivadeneira, y en presencia de todos ellos, por venirle de paso, se ofreció ha ir acompañándola, junto con los demás, hasta la casa de don Agustín, que era donde se celebraba la fiesta y se daba la comida, pues tenía que pasar por una zona solitaria y arrabal de la ciudad, por San Francisco.

Seguía su escrito relatando que el tesorero Juan de Villa, que era de los que habían firmado la misiva con las quejas que el cabildo había enviado al rey, se mostraba en público muy amigo del obispo, pues pretendía el deanato y aquel pensaba dárselo, siendo, como era, la última de las cinco dignidades que había en la iglesia, deanato que igualmente pretendía el presidente de la Audiencia, para su cuñado don León8.

Seguía su queja diciendo que como hombre entero y recto, no había querido firmar ciertas cartas de recomendación que el obispo mandaba al Consejo, referidas a un sobrino suyo, corregidor de esa ciudad, recién casado con su sobrina. También había reclamado al obispo los pagos del alquiler de la casa donde vivía, y los gastos que llevaba hechos desde hacía cuatro años, y por haber ocupado sus criados y esclavos, y el fraile que había traído con él, ciertos cuartos de la iglesia, causando esto último muchas molestias a los prebendados, pues dichos criados entraban y salían por la sacristía al tiempo en que se estaban revistiendo o confesando.

Refería que desde que había llegado a esa iglesia había vivido con gran recato y recogimiento, de manera que el prelado no había podido reprenderle ni corregir en nada, pero siempre andaba buscando de que culparlo, como lo hizo en ocasión de haberse ofrecido a acompañar a su casa, por cortesía y educación, a una señora de esa ciudad de Quito, de lo cual había informado al virrey, y como recelaba de ello y de lo que pudiesen informar al rey, relataba lo sucedido escribiendo: el caso fue que casando don Agustín Vivero, un primo mío, a una nieta suya, convidó a toda la parentela de su mujer, que era muy

Unos días después de que Centurión escribiese su relación, el 20 de marzo, el obispo informaba al rey del estado de la diócesis, y le contaba que

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Este deanato lo pretendía igualmente Centurión, que ya había mandado dos veces al Consejo relación de sus méritos y servicios, una siendo virrey el marqués de Cañete y otra siéndolo don Luís de Velasco

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queriendo inspeccionar al deán 9 y demás prebendados del cabildo, estos le recusaron diciendo que lo que quería era destruirlos, según había dicho él mismo en público. Añadía que el arcediano Centurión también le había recusado “porque vio que iba haciendo información de las mercaderías que había traído a esta ciudad, que son las que le tomaron en Portobelo, y no había registrado”10.

de plata11. Algunos bienes debieron quedar de la herencia del obispo, pues ese mismo años alguna personas escribieron al rey acusado a su sobrino el doctor Matías de Peralta, oidor de la Audiencia y a su primo don Sancho Díaz de Zurbano, corregidor que fue de esa ciudad, de haber ocultado gran parte de esos bienes. La Audiencia negaba esas acusaciones pues un día antes de morir el obispo puso custodia y guarda en las casas episcopales, hasta que el licenciado Diego Zorrilla, oidor, y el licenciado Sancho de Mújica, fiscal, personalmente y en presencia del escribano, hicieron inventarios de sus bienes, y se entregaron a los oficiales de la Audiencia. Se pusieron muchas demandas reclamando pagos, y mientras se resolvían, su sobrino Matías, se había opuestos a esas demandas alegando que algunos de esos bienes se los había donado en vida si tío. Depositó la fianza correspondiente y la Audiencia se los entregó, “pues si habían de estar en depósito, quien mejor miraría por ellos”12.

El 24 de marzo de 1612, pasado a penas un año desde que Centurión escribiese el largo memorial de quejas contra el obispo, moría fray Salvador de Ribera, “dícese haber muerto de pasmo, de haber bebido un jarro de agua de nieve”.Comunicaba al rey la triste perdida el fiscal Sancho de Mújica diciendo de él que fue prelado celoso de la justicia y de la honra de Dios, “como lo mostró en el castigo de los sacrilegios cometidos en esta ciudad en el convento de Santa Catalina de Sena” y añadía que murió muy pobre, pues de los bienes que le hallaron, a penas hubo para pagar los salarios.

En octubre de 1614, sabemos que Centurión había sido nombrado Comisario Apostólico Subdelegado General de La Santa Cruzada en el distrito de la real Audiencia de Quito, según leemos en un escrito que enviaba al cabildo de la villa de Ibarra para que el primer domingo de Adviento se predicase en la iglesia mayor la Bula de la Cruzada, y se procediese a su venta, y para que así mismo nombrasen a una persona idónea

A las siete de la tarde del siguiente día se celebró el funeral en la catedral estando de cuerpo presente, amortajado con su pontifical y mitra de color blanco, con el báculo en la mano, y sentado en su silla de terciopelo azul, siendo enterrado vestido de la misma manera y con su báculo

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Se debe estar refiriendo a hechos ocurridos antes de finales de 1610 que fue cuando murió dicho deán Francisco Galavis. 10 AGI. Quito 77, N.7

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AGI. Quito 9 R.15, N.114 AGI. Quito 9, R.16, N.119


para que en su distrito actuase de administrador y tesorero de lo recaudado13.

A finales de abril de 1616 alegando los muchos años de servicios que tenía realizados, solicitaba al rey que le hiciese la merced de promoverle a una mejor prebenda. Andaba detrás de que se le concediese el deanato de la catedral, que ya había solicitado anteriormente, en marzo de 1611.

El día 4 de enero de 1615 llegaba a Quito el nuevo obispo Hernando Arias de Ugarte, nacido en Bogotá, hijo de madre criolla, que antes de abrazar la carrera eclesiástica había sido oidor de la Audiencia durante veintitrés años, desempeñando las funciones de asesor del virrey durante siete. En el primer informe que escribe al rey tras su llegada al obispado relatando el estado en que se encuentra su diócesis, entre los prebendados que nombra cita al doctor don Gaspar de Centurión, arcediano, del que dice es persona docta y honrada, en quien se emplearía bien cualquier merced que el rey quisiera hacerle. El 13 de septiembre de ese año 1615 realizaba la Visita y revisión de todo lo tocante a cada uno de los prebendados de la catedral. De la auditoria que le hace a Gaspar Centurión resultó que su nombramiento como arcediano no estaba en regla toda vez que se había hecho después de pasado los plazos que tenía señalados para su presentación, pero dado que había sido recibido por el anterior obispo y por el cabildo, le permitía que siguiese ocupando su cargo, mientras se escribía a España para que su majestad proveyese. De todo lo demás referente a su dignidad como arcediano declaraba que había procedido bien y cuidadosamente14.

Pasados unos años, el cabildo todavía reclamaba en 1618 que Centurión disfrutaba de su prebenda de una manera irregular, pues todavía no habían llegado noticias del Consejo en contestación a las numerosas consultas que se le había hecho sobre el caso, hasta que por fin el 17 de octubre de 1619, el rey comunicaba al obispo que había tenido a bien dar su aprobación a Gaspar Centurión para servir el arcedianato de Quito15. En abril de 1625, al quedar vacante la plaza de deán por la promoción del doctor Juan de Villa al deanato de la catedral de Lima, se le concedió dicha prebenda, la cual no llegó a disfrutar más que unos meses, pues en febrero de 1626 el presidente Antonio de Morga daba cuentas al rey de que había quedado nuevamente vacante el deanato por muerte, en agosto del pasado año, de don Gaspar Centurión16. No se cubriría la plaza de deán hasta pasados tres años, siendo proveído para ocupar dicha dignidad el arcediano Matías Rodríguez de la Vega.

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Publicaciones del Archivo Municipal. Vol. XV. Libro primero de Cabildos de la villa de San Miguel de Ibarra.16061617.Quito 1937. 14 AGI. Quito 29, N.12

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AGI. Quito 209, L.1, F.253r-253v AGI. Quito 10, R.13,N169


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