Un siglo de quito el deán francisco galavis

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Un Siglo de Quito a través de los prebendados de su Iglesia Monografías. 8

El deán Francisco Galavis y Moreno Juan Corbalán de Celis y Durán

El bachiller Francisco Galavis era nombrado arcediano de la catedral de Quito el 30 de enero de 15751. Había nacido en 1549 en la villa de Alcántara, hijo de Diego Galavis y de Catalina Moreno. Embarcaba para el Perú en abril de 1576, llevando consigo dos personas para su servicio2. Traía como paje al asturiano Diego de Arce, de unos 23 años de edad, hijo de Diego de Arcediano y de María de Bada3. Como criado llevaba a Alonso de Villanueva, mozo soltero de 32 años, natural de Oropesa, hijo de Juan de Villanueva y de Bárbara Vázquez. Tenía Francisco un hermano, llamado Juan, que era Familiar del santo Oficio de la Inquisición de Toledo.

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AGI. Contratación 5792, L.1, F.188188v 2 AGI. Contratación 5223, N.35Pasajeros L.5, E.3932- Pasajeros L.6, E.1315 3 Hidalgo notorio de padre, abuelo y bisabuelo, de solar conocido. Mediano de cuerpo, algo delgado, con un lunar debajo del labio, y en el muslo derecho una señal que fue mordedura de perro. AGI. Contratación 5223, N.39

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Se había graduado de bachiller de cánones por la universidad de Salamanca en abril de 1571. Estando en esta ciudad, el obispo de Segovia don Diego de Leiva y Covarrubias lo mandó llamar a su sede para que entrase a su servicio, junto a su sobrino Luciano Orozco de Covarrubias, que luego sería arcediano de Cuellar. Encontrándose el obispo en Burgos visitando el monasterio de las Huelgas, fue nombrado por el rey Presidente del Consejo Supremo, trasladando su residencia a Madrid, a donde le acompañó Galavis, continuando a su servicio, hasta que por mediación del obispo, el rey lo proveía, en 1575, para el puesto de arcediano de la catedral de Quito. En los años que estuvo la sede vacante por muerte del obispo Pedro de la Peña, fue el primer administrador, provisor y vicario general del obispado que nombró el cabildo, aunque lo depusieron pronto, pues según los canónigos era hombre muy colérico y


violento4. Cargo que también desempeñaría en la siguiente sede vacante dejada por fray Antonio de San Miguel. En diciembre de 1590 y como tal provisor de la sede vacante, recibía la petición que presentaba ante el cabildo Lorenzo Díaz de Ocampo, cura de la parroquia de San Blas5, para que se recogiese información testifical de sus servicios y los de su padre, con el fin de solicitar al rey que se le concediese una canonjía6.

reales por 1.500 hombres armados, salió a la calle “con el Santísimo Sacramento en mis indignas manos y con amonestaciones santas que hice a dicha gente, derramando lágrimas de mis ojos, los reduje a paz y concordia y servicio a vuestra majestad”. Volvieron a cercar las casas y nuevamente acudió con amenazas de poner censuras a los que allí se encontraban, lo que dio lugar a que la gente del pueblo de buen corazón acudiese a la defensa de dichas casas y de los oidores que se encontraban dentro. Como vicario que era, hizo que en la iglesia catedral, parroquias y conventos de la ciudad, se rezase en la misa mayor una particular oración por la paz y tranquilidad de dicha ciudad y reino, mandando sacar en procesión general al Santísimo y hacer “procesión de sangre”, con lo que la gente que andaba inquieta se desvió de su mal propósito, y “la demás de la ciudad se confirmó en caridad, servicio de Dios y de vuestra majestad milagrosamente”.

Durante la sublevación de las alcabalas fue uno de los clérigos que junto con el deán Bartolomé Hernández de Soto, se puso de parte de los leales al rey. Según contaba el propio Galavis, el día en que la ciudad estuvo en el mayor riesgo y peligro de perderse, cercadas las casas 4

GONZALEZ SUAREZ (1892) Lorenzo Díaz de Ocampo, nacido en Quito, hijo de Alonso Hernandez Cavallón y de Isabel de Rojas. Su padre había participado en la conquista y población de la gobernación de Popayán, siendo vecino de la ciudad de Champachica, por otro nombre Madrigal, desde donde, a causa de su pobreza, se vino a la ciudad de Quito con sus muchos hijos, y en ella para sustentarse tomó el oficio de portero de la real Audiencia, y de medidor de las tierras de dicha ciudad. Se crió desde niño en la iglesia catedral, sirviendo desde muchacho como cantor tiple en su coro, hasta que el obispo fray Pedro de la Peña lo ordenó sacerdote en 1581. Sirvió en las doctrinas de Cherinos, Cañaribamba y en la de Pallatanga, siendo cura rector de las parroquias de Santa Bárbara y de San Sebastián, en Quito. AGI. Quito 83, N.35.. 6 En julio de 1591 de las dos canonjías que había vacantes se daba una a Gaspar de Zamora y la otra a Diego de Agüero, quedándose sin ella Ocampo, que era otro de los aspirantes. AGI. Indiferente 741, N.270 5

Contribuyó, según decía, a que los montañeses, a los que tenían engañados, acudiesen en ayuda del rey, contribuyendo a que pudiese entrar en la ciudad el licenciado Esteban Marañón, que venía como presidente y visitador de la Audiencia, “con lo que del todo se aseguró y aquietó esta ciudad y vecinos de ella. Fue ángel del cielo su venida y entrada en ella, todos los montañeses acudieron a su mando y llamamiento en servicio de vuestra majestad, y lo están. A Dios dé vuestra majestad infinitas gracias, y al licenciado Marañón el

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premio de tan buen suceso, que con su prudencia, aquietó y atrajo así a dichos montañeses y demás gente de esta ciudad, e impuso en ella con suavidad el alcabala, y si mucho antes viniera si obviaran los sucesos y peligros pasados en que estuvo esta ciudad, y muchas muertes que después hubo por pecados de este pueblo e imprudencia de los oidores, en especial del doctor Barros que procuró asolarla”.

ellos tenía la hacienda real, no se podían sustentar cómodamente. Avisaba de que por el momento no convenía proveer los oficios vacantes, en especial racioneros y beneficiados, ya que si estuviesen ocupadas todas las plazas, tendrían todos ellos muy corto sustento. Después de su llegada, el obispo había llevado a cabo una revisión de los asuntos que el deán y el cabildo habían tratado durante los años anteriores, pues no se les había hecho esta Visita desde hacía catorce años. Contra el arcediano Galavis resultaron muchas causas en su contra pues, según decía, había actuado mal en el pasado. Relataba que se le había iniciado un proceso, y que mientras tanto, andaba reuniendo en su casa a gente muy sospechosa contra el servicio de su majestad, por lo que convenía mucho para la tranquilidad de todos que lo enviasen a otra parte.

El 27 de abril de 1594, cuatro días después de quedar vacante la dignidad de deán por la muerte de Soto, escribía un memorial al rey, en el que relataba los servicios anteriores, solicitando le hiciese la merced de proveerle a dicha dignidad7. Vista su petición por el Consejo el 26 de junio de 1595, se le debió conceder la merced poco después. En abril de 1596, casi dos años después de haber hecho su entrada en Quito, el obispo fray Luís López de Solís daba cuenta al rey, en una larga relación, del estado de su diócesis8. Comentaba que la mayor parte de las doctrinas estaban a cargo de los religiosos de las ordenes, y el clero pasaba mucha necesidad por no haber donde colocarlo, ni con que sustentarlos. Proponía que las religiones se quedasen con la quinta parte de las doctrinas y las demás se repartiesen entre los clérigos, y que era necesario cerrar la puerta y no dar licencia para que viniesen a esa provincia tantos religiosos, pues ya había muchos y, además de los gastos que con 7 8

Siguiendo lo mandado en la cedula real para que averiguase lo sucedido durante el tiempo de la sublevación, el obispo comentaba que había hecho averiguaciones secretas contra dos clérigos que habían tomado partido a favor de los que se habían levantado contra el rey, habiendo resultando también gravemente inculpados otros dos clérigos pero, según relataba, queriendo poner en ejecución la pena y castigo que merecían tales culpas, recibió un escrito del virrey, marqués de Cañete, y del arzobispo de México, que había venido a la Audiencia de Lima para averiguar lo que había

AGI. Quito 80, N.42 AGI. Quito 76, N.48

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pasado, en el que se le indicaba que por conveniencias al servicio de su majestad interesaba, por ahora, que se disimulase y se echase tierra en lo pasado. Les respondió que en asunto tan grave esta remisión podría acarrear muchas dificultades, pero le contestaron que esto era lo que convenía, por lo que sobreseyó la causa y la paralizó hasta nueva orden. Se lamentaba que en este reino se encubría y favorecía tanto la mentira, que aquellos que peor lo hicieron, son los que ahora pretenden mayor premio, y esto sucedía con los clérigos, que pretendían los mejores beneficios y honras.

veces andaba en compañía de su padre y de su tío. El padre fue uno de los regidores que fueron apresados en Lima, y al tío le dieron garrote. Andaba en compañía de los capitanes sublevados y comía con ellos y nunca acudió al servicio de las cosas reales y decía con gran nota y escándalo que las alcabalas no se debían a SM, y que los compatricios las defendiesen, que él lo haría así, y que todo el mundo acudiese a acompañar y servir al capitán Joan de la Vega, porque defendía la patria Resultaron inculpados otros muchos clérigos9 entre los que se encontraba Hernando Italiano10.

Uno de los clérigos que habían resultado inculpados en la información secreta hecha por el obispo había sido Hernando Alonso de Villanueva, que desde su doctrina de Chimbo, donde estaba como doctrinero, escribió cartas a los capitanes alterados de la ciudad de Quito dándoles cuenta de la venida del general Pedro de Arana y de la gente de armas que traía, animándoles a que se defendieran, “y con estas cartas se alborotó la ciudad y se puso toda en armas”. El general Arana se quejaba públicamente que este clérigo le había extraviado un pliego del rey de mucha importancia, y que le hacía otros daños desde la doctrina en que estaba, que es donde tenía alojada a su gente, y no había podido pasar adelante por el aviso que dio a los de Quito. Otro inculpado fue Antonio de Arcos, clérigo, presbítero, que andaba en la plaza pública de Quito con una alabarda y una espada metido en los alardes de los tiranos, y otras

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De las cartas que envía el obispo fray Luis López de Solís dando cuenta del estado de su diócesis entresacamos a los siguiente clérigos inculpados: Hernando Alonso de Villanueva, mestizo; Antonio de Arcos; Juan de Paredes, mestizo; Andrés López de Albarrán, canónigo; Gaspar Zamora, canónigo; Juan Caro; Gaspar Salgado, gallego; Pedro Martín Falcón; el padre Mindegaviria, mestizo; el padre Lorenzo Díaz de Ocampo; Rodrigo de Tovar, sacristán mayor de la catedral; Alonso Mosquera, mestizo, Jerónimo Cepeda, mestizo. AGI. Quito 76, N.48 y N.52 10 Hernando Italiano, hijo de Francisco Italiano y de Juana Hernández, había nacido en la ciudad de Quito hacia 1558, ordenándose sacerdote en 1577. En octubre de 1582 era nombrado beneficiado de la doctrina de Tiquiçambe, pasando posteriormente por las de Yagualsongo, y Çuna, hasta que en agosto de 1587 el doctor Manuel Barros, presidente de la Audiencia lo elegía entre los dos candidatos que había nominado el cabildo eclesiástico para ocupar el beneficio del pueblo de Mira. AGI. Quito 83, N.25. En 1586 era nominado por el deán y cabildo, junto con Lorenzo Ibáñez, para ocupar la vacante del beneficio de Mindo y Nambi, en la provincia de los Yumbos, y vista dicha nominación por el presidente y oidores, éstos presentaron a Lorenzo Ibáñez.

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En cuanto a Francisco Galavis, el obispo contradecía la información dada por aquél respecto a su ayuda contra los revoltosos. En mayo de 1597, entre otras noticias que daba al rey, refería que el virrey había mandado regresar a la ciudad a cuatro regidores que estaban en Lima y que habían participado en la sublevación, y que ello no era nada bueno, pues se renovarían cosas que ya estaban olvidadas. Se lamentaba de ver cómo aquellos que no habían sido leales eran ahora premiados, como había sucedido con el bachiller Galavis al que se le había dado el deanato de esa catedral. Decía que ya había escrito anteriormente contando que el general Pedro de Arana lo había tenido preso con guardas y arcabuceros, y se le había procesado con motivo de la

revuelta por haber dado ayuda a los capitanes de ella, pero sus compañeros, los prebendados que le habían juzgado, antes de que él llegase a la ciudad, le habían absuelto y le habían condenado a pagar una fuerte suma. Según el obispo, Galavis era el oráculo de los mestizos, con los que había hecho algunas juntas, de las cuales ya había dado cuenta al rey suplicándole que para quietud de esa iglesia lo enviase a otra, y la respuesta que había tenido era haberle hecho provisión del deanato, “que estuve movido a no recibirle” hasta volver a informar, pero por no crear discordia lo había aceptado contra su voluntad. Se lamentaba de que hubiese muerto el anterior deán Bartolomé de Soto, y que no se hubiese promovido a su sobrino el maestro Benito Hernando de Ortega, hombre de grandes prendas y virtudes, que por eso era actualmente su provisor y vicario general, el cual había recibido un agravio al no haber sido nombrado, pues había sido uno de los consultados para proveer la plaza11.

AGI. Quito 83, N.32 Fue uno de los clérigos que resultaron acusados de apoyar a los insurrectos por las alcabalas. Según el obispo Solís, se había probado que estaba de acuerdo con los alterados, y andaba en compañía de ellos dando ánimo y apoyo a sus pretensiones. De noche andaba con armas y de día escandalizaba diciendo “que qué se le debía al rey en estos reinos, y porqué se había de pagar la alcabala” Anduvo en las juntas que hicieron los capitanes sublevados, y en los corrillos de mestizos. El día que Francisco de Olmos se encontraba con el estandarte real en las casas del cabildo, que fue cuando prendieron a todo el Acuerdo, y quiso entregar dicho estandarte a un oidor, le requirió a voces delante de todo el pueblo para que no lo entregase a ninguna persona de la Audiencia. Se quejaba el obispo que lo había desterrado del obispado, pero que el metropolitano lo había devuelto libre, “y entrará aquí triunfando de sus hazañas de aquí a cuatro días” AGI. Quito 76, N.48 y N.52

El 23 de junio de 1600 el obispo avisaba al rey de los tratos y contratos del deán de esa iglesia, el bachiller Galavis, y que éste enviaba a España, a sus pretensiones12, a un hombre con mucha cantidad de plata13. En el transcurso de la Visita que le estaba haciendo, había averiguado que ese hombre se 11

AGI. Quito 76, N.51 Según daba cuenta el obispo en otra carta anterior de fecha 20 de febrero de ese año 1600, pretendía una mitra 13 AGI Quito 76, N.60 12

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llamaba Pedro Bello, y que llevaba de cuenta del deán 6.200 pesos de buen oro, que valían 12.000 pesos de plata, los cuales le había entregado otra persona. Se averiguó quien era esta persona y se le tomó declaración por medio de Miguel Sánchez de Solmirón. Se trataba de Diego de León y Cieza, mercader, vecino de Quito, al cual el deán, estando en su casa, le había entregado esa cantidad, para que en su nombre y sin que fuese público, la llevase a Castilla y se la entregase a dicho Pedro Bello “porque siendo como es este testigo mercader en España, si Su Magestad tuviese necesidad de socorro no se valiese de dicho dinero por ser de mercader, y que dicho Pedro Bello los llevó en este nombre para sacarlos de la Contratación de Sevilla, y con ellos pretender lo que dicho deán le ordenase, y que la verdad de ello es que el dinero que lleva Pedro Bello, no es de este testigo y va debajo de confianza”

El proceso contra el deán Galavis se había iniciado con la Visita y Residencia que el obispo había tomado contra él, y ha resulta de las informaciones que en ella se recogieron, se daba sentencia en su contra el 10 de junio de 1600, acusándole en veintisiete cargos de haber ejercido muy mal su oficio de deán, incidiendo sobre todo en los asuntos referentes al funcionamiento del coro, achacándole que no controlaba su asistencia; que los clérigos los día de sermón se salían del mismo para irse a charlar; que no obligaba al sacristán mayor que acudiese al coro con su sobrepelliz para ayudar a los oficios divinos; que no se daba la lección de canto semanalmente como había obligación; que algunos mestizos entraban y se sentaban en las sillas del coro; que él mismo, estando en el coro, donde se ha de dar buen ejemplo, tomaba tabaco en polvo en compañía de otras personas; etc. acusándole en general de hacer remisión del uso y ejercicio de su cargo de deán y presidente del cabildo, no ejecutando y cumpliendo lo que estaba a su cargo, así en el servicio del coro y del altar, como en las procesiones14.

En 1601 el chantre don Jorge Ramírez de Arellano se quejaba de que el deán don Francisco Galavis había procurado que el Santo Oficio lo nombrase por Visitador de los libros e imágenes de ese obispado, con el fin de evadirse de ciertos procesos que el cabildo llevaba contre él por ciertos malos tratos, logrando con ello salirse de su jurisdicción y remitir sus causas al santo Oficio. Comentaba también, que en la flota pasada, el deán había enviado a España 12.000 pesos para negociar ciertas pretensiones, de lo cual el obispo había dado cuenta a su majestad.

Se le hacía cargo de que teniendo su aposento en la torre de la iglesia, junto a la pila del agua del bautismo, entraba a proveerse de agua, lo que había dado pie a que otros también lo hiciesen También se le acusaba de tener tratos comerciales, a pesar 14

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de estar prohibido a los clérigos. En particular le acusaban de haber comprado una gran partida de mulas y paños que había enviado al Perú con sus agentes Pedro Bello y Joan Rebollo, y allá se vendieron, y de vuelta emplearon las ganancias en comprar vino que trajeron a Quito, donde se vendió públicamente por cuanta y hacienda de dicho Galavis. Otros de los cargos era lo dicho anteriormente sobre el dinero que llevaba a España para negociar una mitra. Más graves eran las acusaciones sobre dedicarse al préstamo de dinero “a daño y con ganancia excesiva y mal sonante”, cobrando un interés de usura, por lo que había sido acusado criminalmente ante el fiscal episcopal por Juan de Torres Valderrama. Acababan los cargos acusándole de que debiendo vivir con limpieza, honestidad y recogimiento, conforme a su dignidad y sacerdocio, no lo había hecho así, estando amancebado con la mestiza Ursula de Céspedes, con la que tenía una hija llamada María. En diciembre de 1610, el tesorero Juan de Villa solicitaba la plaza de deán al haber quedado vacante por muerte de su titular el licenciado don Francisco Galavis. Después de algunos años se ocupó la plaza, obteniéndola dicho Juan de Villa.

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