Un siglo de quito el chantre juan de quirós

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Un Siglo de Quito a través de los prebendados de su Iglesia Monografías. 18

El chantre Juan de Quirós

Juan Corbalán de Celis y Durán

En abril de 1619 el licenciado Juan de Quirós, canónigo de la catedral de Quito, alegaba que a los servicios de sus abuelos en la conquista de estos reinos, los había acompañado con los estudios que había realizado y la buena cuenta que había dado de los beneficios de indios, curatos de españoles, vicarías y Visitas generales que se le habían encargado en ese obispado, estando al presente sirviendo la canonjía que el rey había tenido a bien concederle, desempeñando al mismo tiempo el cargo de Provisor y Vicario general. Por todo ello solicitaba se le concediese “la merced, amparo y honra que en tales ocasiones con liberal y cristiano pecho acostumbra vuestra majestad hacer a sus vasallos”1. Se había ordenado sacerdote hacia 1587, encontrándose en Quito al menos desde 1592, pues en una información de 1622, el escribano 1

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Francisco de Rojas decía que lo conocía desde hacia 30 años. Empezó ejerciendo su magisterio, por concesión real, como cura y vicario de la villa del Villar de don Pardo, en julio de 1605. El día 30 de dicho mes, el obispo fray Luís López de Solís, estando en dicho Villar de don Pardo, confiando en la habilidad, letras y suficiencia del mencionado Quirós, lo nombraba su Vicario general y Juez eclesiástico de dicha villa y de los pueblos y doctrinas de San Andrés Talpisican, Guano, Chambo, Penipe, Quina, Licto, Punis y Lapo, Molino, San Luis, Pungala y Yaruquis y todos los otros pueblos de los Peruaes, así como de sus anejos y jurisdicción de cada uno de ellos. En esta misma prebenda del Villar, o Riobamba, se haya ejerciendo de cura y vicario general cuando, en diciembre de 1609, el nuevo obispo fray Salvador de Ribera, que llevaba algo más de dos años en la silla de Quito sin haber podido realizar hasta entonces la preceptiva


comunicaba en esa fecha al rey el Presidente Antonio de Morga2. Suponemos que el nombramiento se haría en 1616.

Visita general de su diócesis por tener, según decía, muchos asuntos en aquella ciudad, graves y de consideración, además de encontrase indispuesto, considerando que hacía mucho tiempo que no se había realizado dicha Visita, decide nombrar una persona que en su nombre se encargue de revisar parte de la diócesis. Elige para ello a Juan de Quirós, persona , según decía, muy estimada en el obispado y que ya había sido encargado por sus antecesores “para asuntos graves y de calidad”, al que nombra Visitador general de la ciudad de Cuenca y todo su corregimiento y partidos pertenecientes a la misma, así como del pueblo e ingenios de Pallatanga y su jurisdicción. A finales de febrero de 1612, seguía el obispo sin haber realizado la auditoria de su obispado, y para no seguir incumpliendo lo ordenado por el concilio de Trento, en vista de la buena cuenta que había dado con la visita de Cuenca lo nombraba Visitador general de todo la diócesis.

En octubre de 1617 ya se encontraba en Quito el nuevo obispo fray Alonso de Santillán, y no pudiendo ese año llevar a cabo personalmente la Visita de su diócesis, recurría a Juan de Quirós, “por ser persona de ciencia, prudencia, conciencia y experiencia, y tal que en nuestro obispado no hay persona de quien más satisfacción tengamos que de la vuestra”. En abril de 1621, fray Alonso informaba al rey de los sujetos beneméritos que había en el obispado que pudiesen ocupar las dignidades y prebendas del mismo. Proponía a dos clérigos, al doctor Juan de Villa, y al licenciado Juan de Quirós, canónigo de la catedral y su provisor y vicario general. “persona muy virtuosa, cuerda y prudente, buen predicador, de los mejores y más doctos de esta tierra, y que en la conversión y reducción de los naturales de ella ha trabajado incesablemente de más de 25 años a esta parte, con tan gran demostración y cuidado y tan a satisfacción de todos, que por esto, como por sus muchas virtudes y buenas partes, todos los obispos de su tiempo, antecesores míos, le han honrado y estimado y ocupado en los mayores oficios y visitas de este obispado, de que ha dado la cuenta que debe a tan buenas partes”3. Este nombramiento de provisor se lo confirmaba el 4 de

A partir de este nombramiento, los distintos obispos que sucesivamente van ocupando la silla de Quito, lo irán nombrado Visitador general, cargo en el que conseguiría una gran experiencia. El nuevo obispo Hernando Arias de Ugarte, lo nombraba Visitador general, el 5 de junio de 1617, fecha que costa en la copia, sacada en 1622, del título de dicho nombramiento. El año debe estar equivocado, pues el 10 de abril de 1617 el obispo, que había sido nombrado arzobispo de Santa Fe, ya no se encontraba en la ciudad de Quito, según

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faltas de un buen remedio6. Efectivamente el 8 de marzo, al poco de llegar, no pudiendo realizar personalmente la obligada visita, según el mismo decía, había nombrado para ello al canónigo Juan Quiroz, “una de las personas más entendidas de las cosas de este obispado”.

octubre de 1622, “para quitar dudas y que en todo haya claridad”. Según vemos por los nombramientos de Visitador que los distintos obispos le van haciendo, tan solo uno de ellos, Fray Alonso de Santillán, hizo personalmente, al menos una vez, la Visita general de su obispado. Para esta inspección eligió como acompañante al canónigo Quirós, ”como a persona experimentada en dicho ministerio de Visita y muy inteligente en la lengua general del Inga”4, para que predicase a los indios, los catequizase y enseñase, y así mismo examinase a los clérigos y religiosos en dicha lengua, y a los indios en la doctrina cristiana y catecismo. Llegaron en su visita a los rincones más apartados de la diócesis, tardando en recorrerla tres años, pasando grandísimas incomodidades y trabajos, yendo por caminos casi intransitables, salvando ríos, y pasos de montaña.

A finales de abril de 1625, fallecía el deán Juan de Villa, y el presidente Morga, proponía para ocupar su vacante al canónigo Juan de Quirós7. Cuando en febrero de 1626 el obispo lo nombraba juez, provisor y vicario general del obispado, ya figuraba como tesorero de la catedral. En 1629 fray Francisco era nombrado arzobispo de la Plata, encontrándose el 18 de marzo en Riobamba, camino de su nueva diócesis. Siguiendo nuevamente el relato de Morga, el obispo salió de Quito a principios de la cuaresma de este año, haciendo jornada por los pueblos de ese obispado camino a la ciudad de los Reyes a esperar las bulas apostólicas de su promoción. El 30 de abril avisaban desde Quito que ya sabían que su majestad había presentado a su Santidad para la iglesia de Quito al maestro fray Pedro de Oviedo, arzobispo de la catedral de Santo Domingo, en la Española, pero que hasta el momento no se tenía ninguna carta suya ni razón de su venida y viaje8.

A primeros de octubre de 1622, según comunicaba el presidente Antonio Morga, fallecía fray Alonso, quedando el gobierno del obispado a cargo del cabildo, en sede vacante5. Se nombró para sucederle al franciscano fray Francisco de Sotomayor, el cual hacía su entrada en Quito el 30 de enero de 1625. En abril, según otro informe de Morga, se encontraba visitando las cinco leguas de jurisdicción de la ciudad de Quito, y ya había enviado a un Visitador a aquellas partes que lo necesitan con urgencia y estaban

El 17 de septiembre de 1628 fray Pedro se encontraba en Santo Domingo, desde donde daba las gracias al rey por su 6

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nombramiento y le comunicaba que partía hacia Quito, pero no hizo su entrada en esta ciudad hasta finales del siguiente año 1629. Traía como provisor y vicario al maestro fray Juan Bautista Maroto, monje de la orden de san Bernardo, que ya había ocupado este cargo en Santo Domingo. Al llegar a la sede se encontró con que los prebendados estaban enfrentados en dos bandos, unos contra otros, y se vio en la necesidad de nombrar un provisor, y queriendo elegir a una persona que fuera ajena a ellos, nombró al padre Juan Maroto, que al no ser fraile sino monje, no estaba prohibido.

los buenos. Por todo ello suplicaba al rey que para cortar todo esto de raíz era conveniente que el chantre fuese enviado a otra iglesia, de las principales del Perú9. Cuando el obispo Sotomayor salió para ocupar la archidiócesis de la Plata, dejó como gobernador del obispado de Quito al entonces tesorero Juan de Quirós, que había sido, como vimos, su vicario general, “hombre merecedor de esta y mayores honras” Pero “volviendo el obispo las espaldas” el cabildo tocó a sede vacante y no quiso admitirlo por gobernador, queriendo adjudicarse ellos dicho gobierno nombrando un provisor, y era tantas las ganas que tenían de mandar, que aunque nombraron uno, a los pocos días decidieron que el nombramiento fuese semanal, “y qué tipo de justicia es gobernar uno una semana y otro otra, como si esto fuera cosa de compadres”. Todo ello fue de sumo daño a la iglesia porque unos obedecían al gobernador puesto por el obispo y otros al que ponía la sede vacante. Esto había sido el motivo de que, a la llegada del nuevo obispo, se encontrasen los prebendados enfrentados unos con otros10.

Morato marchó a España en abril de 1631 y al quedarse sin provisor “tornose a encender el fuego, que estaban las ascuas encubiertas debajo de las cenizas”, y nombró para ello a un abogado de la Audiencia que estaba ordenado de grados y corona, pero los del cabildo eclesiástico al sentirse excluidos, lo molestaban constantemente no dejándolo ocupar asiento en el coro ni en los actos públicos. Según el obispo, la cabeza de todos estos bandos era el doctor Juan de Quirós, chantre de la catedral, que hacía ya diez años seguidos que gobernaba la iglesia siendo su Provisor, de lo cual ya estaban cansados los otros componentes del cabildo, y a su parecer, en algunas ocasiones ofendidos, y como tenía amigos y valedores, a pesar de que los enemigos eran más, había suficiente gente para armar bronca. De todo ello corrían coplas “cosa ordinaria en esta tierra” contra el honor y fama de

A pesar de la mala opinión que tenía el obispo del chantre Quirós, al que culpaba de parte de todo ello, el Visitador de la Audiencia en cambio, daba cuenta en junio de 1632 que el doctor Juan de Quirós, chantre de esa iglesia, era persona de mucha 9

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virtud y muy ejemplar, y muy docto en el púlpito, y por la satisfacción que tenía de su persona se había atrevido a representarla ante rey solicitando le hiciese alguna merced11.

definidor, el maestro fray Antonio Muñoz, definidor y lector de vísperas, y fray Joan de Aldana, definidor12. El obispo por su parte, en informe secreto, pedía se proveyese dicha dignidad de chantre, pues necesitaba una persona que le ayudase en el gobierno de esa iglesia. En este escrito que enviaba en 1635, el obispo no recomendaba al canónigo Antonio Fernández de Quirós, porque según decía, cuando el año anterior había sido proveído tesorero de la catedral, el cabildo le había puesto muchos inconvenientes a causa del mal carácter que tenía, y aunque él pensaba que era hombre capacitado, era mejor premiarle en otra iglesia.

Murió a mediados de marzo de 1635, siendo enterrado, con la solemnidad que le correspondía, por el obispo y cabildo de la iglesia. En abril de ese año se informaba que estaba vacante la chantría y que, como era costumbre, había algunos que la pretendían de mano de su majestad. Las religiones informaban que uno de los que pretendían esa merced era el maestro Juan Abad, cura y vicario de la iglesia de Riobamba, y Visitador general del obispado, hombre de buenas prendas, letras y ejemplo, por todos conocido y apreciado, de manera que todas las comunidades y religiones lo recomendaban para que se le honrase, por el general amor y respeto que se tenía de sus obras. La religión de Nuestra Señora de la Merced, se sumaba también a ello para recomendar al rey a sujeto tan lucido y religioso, y muy capaz, que era lo importante. Hombre muy experimentado en los cabildos, por haber estado a su cargo asuntos muy graves, de los que había dado cuenta a satisfacción de todos. Firmaban la carta de recomendación el maestro fray Francisco Muñoz, el maestro fray Andrés de Sola, comendador del convento de Quito, el maestro fray Juan Triviño, lector definidor de primas, fray Pedro Bonifaz, 11

Cinco años vacante seguía sin designado, por fin, el tesorero Antonio Quirós.

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después, la cubrir siendo para ocuparla Fernández de


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