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La mayor felicidad de mi vida
“Los gusanos de seda no dejan de producir hilo de seda hasta que mueren; las lágrimas de la vela no se secan hasta que la vela se ha reducido a cenizas”. Éstas son las frases poéticas que se suelen citar para indicar que los profesores dedican su vida a iluminar el camino de los alumnos. También se dice que cuando los profesores dan esperanza a los alumnos, ellos mismos se tienen que enfrentar a la soledad. Sin embargo, desde mi punto de vista, quiero decir otra frase: “siembro buenas semillas y espero buenas cosechas”. Ya tengo algunas canas, pero sigo siendo una profesora apasionada, dando clases de chino a los extranjeros en China y en otros países. Pero, ¿qué es lo que me motiva de esta profesión?
Cuando usted, estimado lector, lea la siguiente carta, entenderá que la docencia es una vocación sagrada. La felicidad espiritual que me traen los alumnos es incalculable. Un profesor, mientras tenga buenos alumnos, siempre estará contento.
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Querida Señora Li: ¿Cómo está? Siento no haberle escrito antes, pero la vida de una madre es bastante ajetreada.Trabajo sin parar para cuidar a mis hijos. Creo que usted lo sabe muy bien y me entiende perfectamente. Pero existe otro motivo por el que no le he escrito antes: me
3 de septiembre de 2009 emocioné mucho en nuestro último encuentro. Cada vez que lo recuerdo me siento tan abrumada que no soy capaz de expresar correctamente las ideas que rondan mi cabeza.
Ahora, casi un mes después, ya estoy más tranquila y quisiera decirle lo que siento: for- ma parte de mi juventud, que es un periodo muy importante de mi vida. Cuando nos conocimos, yo contaba apenas con 23 años y era la primera vez que salía del hogar ma- terno. Fue duro para mí vivir sola en China tanto tiempo y estaba muy triste. Pero al mismo tiempo me encantó esa nueva vida tan llena de experiencias y retos que afrontar.
¡Estaba entusiasmada!Todavía era joven y no sabía cómo sería mi futuro. Imaginaba y esperaba todo lo posible, y deseaba que se me cumpliera el mejor sueño en el futuro. Era una época maravillosa y le tuve siempre a mi lado. Para mis ojos y mi corazón, repre- senta el bien, la amistad, la esperanza y un modelo a seguir. Me siento afortunada de que me cuidara en esos momentos. Se preocupaba mucho por mí, me apreciaba por mi valentía y me animaba para que tuviera con anza en mí misma. Así, me hacía madu- importante el amor que me daba, casi igual al de una madre. rar y me apoyaba en usted como sobre un ladrillo sólido y rme. Además, nunca voy a olvidar su inestimable ayuda en los momentos más tristes y sombríos. Para mí, es muy
Ahora ya soy una persona mayor, estoy casada y tengo hijos. He alcanzado la mayo- ría de las metas importantes de cualquier ser humano, puedo decir que llevo una vida feliz. Sin embargo, de vez en cuando echo de menos la sensación que tuve en China, la emoción de ser joven, atrevida y curiosa por las cosas nuevas. Cuando nos vimos en
Beijing, como un hada con una varita mágica, recuperé el tiempo y de su mano viajé al gracias, Señora Li!!! Aún quedan muchas cosas que quería comentarle, pero no sé si puedo expresar en chino todo lo que pienso. Sé que me entenderá, pues entre nosotras las palabras sobran.
Si fuera una escritora de talento, escribiría sobre nuestra reunión, pero no lo soy. Espero que pueda escribirlo usted porque vale la pena redactar una ocasión tan excepcional.
Compré dos libros suyos antes de irme de Beijing. Me parece que son muy interesan- tes. ¡Es usted una profesora genial! ¡Enhorabuena! Espero también poder dedicarme a la docencia del idioma chino en el futuro. Con esta carta adjunto unas fotos muy bonitas de nuestra gran amistad.
Cuando pueda, por favor envíeme las fotos que nos hicimos en Beijing con los niños.
¡Recuerdos a su marido!
Su Lauraalumna,
Fue un encuentro inesperado. Cuando estaba haciendo la maleta para irme a Cuba a asumir el cargo de directora china del Instituto Confucio de La Universidad de La Habana, de repente escuché en mi móvil una voz familiar y rara. Era familiar porque me sonaba y me parecía rara porque ya hacía mucho tiempo que no la había oído.
—Señora Li, soy Laura de Italia, una alumna suya. Hace 15 años me dio clases de chino-, dijo mi ex alumna algo nerviosa.
—Laura, ¡mi querida niña! ¿Dónde estás?, le pregunté ansiosamente.
—Estoy en Beijing, me alojo en la habitación 2312 del Edificio 11 de la Zona Residencial Zonglüquan, en el Distrito de Chaoyang. También han venido mi marido y mis dos hijos. ¡Tengo tantas ganas de verle a usted y a su marido!
¡No me lo podía creer! La niña rubia italiana se casó y ahora es mamá. La niña que tenía una excelente pronunciación ya es una mujer madura. Han pasado 15 años, pero aún se acordaba de mí e incluso me ha encontrado. Me contó la alegría que sintió cuando acudió personalmente a la oficina de la Facultad de Idioma Chino de la Universidad de Lenguas de Beijing (BLU) y consiguió la forma de ponerse en contacto conmigo.
—¿Te vas a quedar en Beijing a trabajar?-, le pregunté curiosa.
—No, soy profesora de chino, igual que tú, pero doy clases en Italia.
Quedamos todo- dijo ella.
Insistió en coger un taxi y venir a verme con su familia, pero le dije que iba yo con mi marido a verlos porque no le era conveniente venir con los niños. Así pues, nos reunimos en el Distrito de Chaoyang de Beijing después de tanto tiempo. Nos abrazarnos fuertemente, saltamos con mucha alegría, nos miramos mutuamente a los ojos, buscamos cambios la una en la otra, nuestro corazón se llenó de emociones. Vi una madre madura delante de mí, pero la sonrisa y los hoyuelos poco profundos en las mejillas seguían iguales que hace 15 años. En ese momento, un niño de 5 años y una niña de 3 estaban corriendo y peleando en la habitación, rodeándonos por las rodillas. Un hombre guapo se acercó y nos estrechó la mano. Era su marido. Me alegré con todo mi corazón al ver esta familia tan feliz.
Las cosas del pasado no se han ido de mi memoria. Aun me acuerdo de la chica rubia que trabajaba mucho, contestaba las preguntas activamente y hablaba el chino mandarín con fluidez.
Le enseñé los caracteres chinos, a leer textos y a escribir artículos. También le enseñé a cantar, a nadar y a jugar al balonvolea. Llevé a todo su grupo a ver la

En mi caso, me apasiona ser profesora y nunca me he arrepentido de haber dedicado mi docencia a enseñar a los extranjeros, incluso creo que soy un poco adicta a dar clases. Ya llevo varias décadas como docente en la BCU y mis alumnos proceden de 52 naciones. También he estado en varios países de habla hispana enseñando chino a gente de todo tipo de profesiones y condiciones sociales. Entre ellos hay diplomáticos, funcionarios, catedráticos, académicos, pintores, artistas, poetas, escritores, empresarios y las esposas de los diplomáticos, senadores y vicepresidentes, e incluso la supermodelo mundial Cindy Crawford. En el proceso de docencia y en la comunicación con los alumnos, tengo la oportunidad de conocer diferentes tipos de vida. Comparto con ellos las alegrías y me preocupo por sus problemas. Muchas veces les ayudo a salir de las angustias y confusiones. Como su profesora y amiga, creo que sólo he hecho lo que debía hacer. Hoy en día, si es necesario, todavía estoy dispuesta a dedicar el tiempo, el esfuerzo, el amor, incluso el dinero, a apoyarles. Es siempre un placer poder seguir trabajando para ellos porque a cambio ellos son el fruto de mis esfuerzos y siempre me hacen feliz.
Ópera de Pekín y a varios conciertos (conseguí las entradas gratis a través de un amigo mío, no gastamos ni un céntimo de la universidad, pero tuve que ser responsable de la seguridad de los alumnos). Además, hicimos excursiones: subimos a las Colinas Perfumadas, paseamos por el jardín botánico, visitamos la aldea Yingtaogou. Una noche, Laura llamó a mi puerta con cara asustada y los ojos llenos de lágrimas. Cuando le abrí la puerta, se echó a mis brazos llorando. Un fin de semana, ella vino preocupada a mi casa, situada cerca del Museo Militar. Las escenas vuelven una tras otra a mi memoria. Le llevé a visitar el Museo Militar, le acompañé por el campus de la BLU cuando ella estaba deprimida, le calmé cuando ella no podía dormir por la noche. También me acuerdo de las noches llenas del tintineo de su risa, aunque no recuerdo lo que le decía. Después de todo, la niña se graduó con éxito.