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VALORES

SOSTENIBILIDAD

Bernabé Robles,

PRESIDENTE DEL COMITÈ D’ÈTICA ASSISTENCIAL PARC SANITARI SANT JOAN DE DÉU

Seminario de ecología integral

Hospitalidad, la verdadera piel de la bioética Por lo general no resulta fácil sustanciar o hacer visibles las abstracciones y las intenciones. Cuesta hacer patentes valores y principios, y por ese camino la Bioética podría quedar en mera reflexión teórica, encumbrando conceptos por encima de su dimensión práctica o vivida. Éste podría ser el caso de los famosos principios de la Bioética, ampliamente utilizados por los Comités de Ética. En el fondo nos referimos a prioridades y bienes a preservar, o simplemente a guías para ordenar reflexiones complejas. Pero no deberíamos permitir, en la relación de ayuda al otro, que el corsé del lenguaje paralice la genuina inquietud ética: dar valor y cuidar al otro, y a lo otro. Los principios clásicos de la Bioética nacieron en Norteamérica en los 70 como fruto de una reflexión garantista sobre los requisitos mínimos para la participación de personas en investigación. Los principios de la Bioética clínica de Beauchamp y Childress (autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia) están intensamente inspirados en el informe Belmont, que nació para intentar evitar nuevas tragedias humanas como las derivadas de diferentes proyectos de investigación realizados durante el siglo XX, en los que se puso el ansia de conocimiento por encima de la dignidad, la autonomía y la seguridad de los seres humanos. Surgieron pues como requisitos previos al “contrato” que suponía el consentimiento de la persona para participar como sujeto de experimentación. Y hay que tener en cuenta que éste marco “contractual” no se corresponde exactamente, o no debería hacerlo, con el escenario de la relación interpersonal que implica la asistencia a enfermos y necesitados. Sin embargo, el poder mediático de la intelectualidad norteamericana y, no lo olvidemos, su utilidad 20

práctica, ha convertido estas abstracciones (los principios no tienen sustancia, no tienen piel) en verdaderos “jarrones chinos” casi inviolables, olvidando que los principios son instrumentos para deliberar, no metas en sí mismos. La propia palabra ya lo dice, no son fines. Son útiles e importantes, pero siempre ponderables. Pero los éxitos curativos de los dos pasados siglos produjeron un cambio significativo del perfil de las personas necesitadas de atención sanitaria, dado que había aumentado mucho la supervivencia de personas con problemas crónicos, paliables pero no curables. Por otro lado, la eclosión de la tecnología en diagnósticos, tratamientos y cuidados también modificó el escenario. Se podían hacer infinidad de cosas, pero comenzamos a dudar sobre si todas ellas se debían de hacer en cada caso concreto. Este nuevo panorama puso a prueba la ductilidad de estos principios clásicos, haciéndose patentes sus limitaciones en muchas de las nuevas decisiones. Desde Europa se incorporaron (Declaración de Barcelona, 1998 ) otros principios imprescindibles para entender la atención sanitaria desde el cuidado integral de la persona, y no desde un mero contrato de reparación biomecánica. Utilizábamos ya conceptos como vulnerabilidad o integridad en las reflexiones, todos ellos bajo el paraguas de la justicia, y entendiendo el principio de autonomía desde una dimensión más relacional y responsable, menos individualista. No se entiende el cuidado de los incurables sin tener en cuenta que somos, todos, frágiles y complejos a la vez.Así, la vulnerabilidad pondera la clásica “no maleficencia” con la justicia, y la integridad pondera beneficencia y espiritualidad con la clásica autonomía. Estos nuevos principios nacen para

No se entiende el cuidado de los incurables sin tener en cuenta que somos, todos, frágiles y complejos a la vez

ser ofrecidos por los profesionales sin necesidad de ser exigidos por pacientes o ciudadanos. Entramos de lleno así en una ética de las virtudes, el “saber ser” más a allá de simplemente “saber”, o “saber hacer”. Así entendidos, los principios de la reflexión bioética se adaptan más a la cronicidad, a la secuela, a la pluralidad de diagnósticos y necesidades, o a la complejidad biopsicosocial. También así conectan mejor principios y valores, y parece más fácil sustanciarlos, darles vida. Si queremos simplificarlos, podemos llegar a dos dimensiones: el RESPETO (autonomía, beneficencia, integridad, dignidad, espiritualidad) y la RESPONSABILIDAD (vulnerabilidad, justicia, no maleficencia, calidad). Y si queremos destilarlos aún más: respeto y responsabilidad conducen a un genuina HOSPITALIDAD, la verdadera “piel” de la bioética. Cuando recibimos a alguien en casa lo cuidamos y lo protegemos, respetando su intimidad. Si es necesario, le cedemos la cama o el lugar en la mesa, por encima de nuestras propias preferencias y nuestra propia intimidad. Resulta difícil entender la sociedad, y la propia Bioética, sin esta premisa.

El Seminario de ecología integral, organizado por la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española, se celebró el pasado mes de junio en Madrid con los siguientes objetivos: 1. Presentar los desafíos más relevantes que se están planteando para el logro de una ecología integral. 2. Profundizar los fundamentos teológicos y pastorales que inciden en una ecología integral. 3. Conocer experiencias y fomentar iniciativas ecológicas que generen un cambio de estilos de vida y comportamientos favorables a una ecología integral. El programa del seminario respondió a tales objetivos con la ayuda de expertos en cuestiones medioambientales planteando los desafíos más relevantes en el modelo agroalimentario, en el sistema energético y ante la destrucción de los recursos naturales.

Las propuestas de acción surgidas para el futuro y de cara a dar mayor relevancia al compromiso cristiano por una ecología integral: - Se constata la necesidad de aumentar la coordinación entre los agentes pastorales y las instituciones que están implicadas en sensibilizar y animar al compromiso por una ecología integral. Hay que comunicar y dar a conocer las experiencias e iniciativas que ya se están llevando a cabo. - La coordinación tiene que visibilizarse también en la oferta de materiales e iniciativas conjuntas y en compartir los materiales destinados a la pastoral en parroquias y grupos. - Aprovechar estas iniciativas para una mayor sensibilización e impulsarlas con más intensidad en el periodo del 1 de septiembre (Jornada Mundial de Oración por la Creación) al 4 de octubre (festividad de San Francisco de Asís).

- Dar un impulso ecuménico a las iniciativas que se realicen en el ámbito de la ecología integral. - Fomentar en las diócesis el diálogo entre las instituciones que estén en esta tarea, proponiendo iniciativas de sensibilización y de acción. Un punto de partida puede ser a través de la Campaña “Enlázate por la justicia” y de aquellas personas o experiencias ya sensibilizadas con la ecología integral. - Finalmente, que las instituciones convocantes continúen su labor de animación de la ecología integral y, en particular, se profundice y amplíe la incidencia de la ecología entre los proyectos futuros de la Conferencia Episcopal (mensajes, cartas pastorales, campañas…).

FUENTE:CEE-COMISIÓN PASTORAL SOCIAL

Beauchamp, T. L. y Childress, J.: Principios de ética biomédica. Barcelona, Masson, 1999, ISBN 84-458-0480-4 Rendtorff, J. D.; Kemp, P. Report to the European Commission of the BIOMED II Project “Basic Ethical Principles in Bioethics and Biolaw.” Vol. II Ed. Centre for Ethics and Law (Copenhagen), Institut Borja de Bioètica (Barcelona), 2000

SEPTIEMBRE / OCTUBRE 2017

INFORMACIÓN Y NOTICIAS

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