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Tiempo para la formación

Tiempos para la formación

EEn los tiempos que corren, parece que no está de moda o no es atractivo, como lo fue la manzana para Adán y Eva, formarse en la vida cristiana y cofrade.

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El papel del formador dentro de las hermandades y la vida religiosa, es como la de nuestro Apóstol Santiago, predicar y transmitir nuestra Fe. ¿Qué hacer? ¿Cómo atraer a los jóvenes hasta la familia Religiosa que conforman nuestras hermandades?, seguro que es una pregunta que todos nos hemos hecho en alguna ocasión, y que en muchas de nuestras inquietudes, sueños y pensamientos nos ha generado una idea o reflexión confusa.

Para ello debemos volver nuestra mirada y ponernos en las manos de nuestro querido Apóstol San Juan Evangelista, patrón y guía de los jóvenes, el elegido por Jesús para que estuviera junto a Pedro y Santiago en el momento de su transfiguración, así como durante su agonía en el Huerto de los Olivos. A él le pediremos que nos ilumine y dirija nuestros pasos por la senda firme de la conversión para saber cómo debemos proceder para formar y atraer a los jóvenes.

Que ellos, que sus Gracias nos alcancen, nos iluminen e inspiren, y nos concedan el don de saber transmitir su legado, el legado de la Fe, de una forma real, clara, directa, sincera y atractiva para que todos aquellos hermanos que oigan nuestras palabras, sus palabras, acaben atraídos por la Palabra de Dios.

La formación debe tener y ocupar un papel muy relevante, fundamental, en nuestras hermandades, aunque, hay que reconocer, que para muchos no tiene la visibilidad y el protagonismo que debiera, y a veces se mantiene en la sombra ocupando un segundo plano, sin entender que, sin formación, sin Fe, sin compromiso cristiano, sin el mensaje de Dios, no seríamos nada.

Al igual que buscamos la sombra del árbol que mejor cobijo nos da, y lo cuidamos con mimo diariamente. Del mismo modo debemos proceder con la formación, siendo una

constante a lo largo de la vida del cristiano. Si miramos atrás en el tiempo, a buen seguro recordaremos aquellos paseos de nuestros padres para llevarnos a catequesis y a la misa de los domingos para poder bendecirnos con el sacramento de la comunión, sin olvidar el curso preparatorio a nuestros padrinos antes de ser bautizados. Catequesis que continuarán para hacer la confirmación y con ella un sacramento crucial en la adolescencia y el acrecentamiento de nuestra Fe cristiana. Pero esto es solo el principio de esa cadena que nos atará siempre al Señor, ya que una vez llegado a este punto la formación no termina, siempre hay algo que aprender, alguna parábola que analizar y sobre todo reflexionar sobre lo predicado en cada festividad litúrgica sobre la Palabra de Dios que se nos ofrece, transmitidas por las sabias y acertadas palabras de nuestros párrocos.

La palabra “formación” viene del latín formatio y significa “acción y efecto de formar”. FORMACIÓN, algo que todos debemos practicar y alcanzar en nuestro preciado camino en esta vida terrenal. Formarnos y forjarnos para alcanzar la vida plena que nos promete el Señor. Porque, aunque nuestra estructura espiritual comienza a forjarse desde el vientre de nuestras madres, debe continuar en nuestro día a día, de mano de todos aquellos que conforman la familia cristiana y cofrade, siempre guiados por esos divinos ángeles custodios, esas personas importantes que se nos fueron, demasiado pronto, para alcanzar la dicha de Dios, dejando sin sentido nuestras vidas, para esperarnos con los brazos abiertos en la vida futura.

María del Carmen Dana Domínguez María José Dana Fernández