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Diácono de santa maría

No dejemos transcurrir en vano el tiempo de Cuaresma

«La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios» (Rom 8,19)

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QQuerida hermana y hermano de la Hermandad de la Columna, llega una nueva Cuaresma repleta de anhelos e ilusiones, tras dos años pasados vividos con tanto dolor y paciencia. Me acerco a vuestros hogares para compartir humildemente con vosotros una reflexión como hermanos en Cristo, que espero os ayude a vivir esta Cuaresma desde del Espíritu.

Con este texto de San Pablo en su Carta a los cristianos de Roma, lo primero que me llega a la mente y a mi alma es: “a que esperamos, el Reino necesita de cada uno de nosotros”.

En más ocasiones de la que queremos, nos agarra una fuerza superior a la de la gravedad, que infunde miedo, dejarlo para otro día, quedarnos en nuestras seguridades,…

Ante esta realidad como creyentes que caminamos juntos, se nos presenta dos maneras en las que se puede vivir en este mundo: 1ª/ Es la vida según el Espíritu, con arreglo a la cual, todos los hombres y mujeres, buscamos a Dios por encima de todas las cosas. Es en esta búsqueda donde tenemos que trabajarnos y trabajar; para ello contamos siempre con su Gracia. 2ª/ Es la vida según la carne, por la que el hombre y la mujer se deja vencer por las pasiones, la de- sidia, el desánimo, la búsqueda de su sólo satisfacción, es decir, poner nuestro “yo” por encima del nosotros que presenta Jesús. En la Encíclica “Laudato si” en el nº 119, el Papa Francisco nos ha dicho: “la crisis

ecológica es una eclosión o una manifestación externa de la crisis ética, cultural y espiritual de la modernidad, no podemos pretender sanar nuestra relación con la naturaleza y el ambiente sin sanar todas la relaciones básicas del ser humano”.

Por ello un hermano/a de la Hermandad de la Columna, debe esforzarse para vivir como hijo/a de Dios, si vive como persona redimida, que se deja llevar por el Espíritu Santo (cf. Rm 8,14), y sabe reconocer y poner en práctica la ley de Dios, comenzando por la que está inscrita en su corazón y en la naturaleza, beneficia también a la creación, cooperando en su redención. Por esto, la creación —dice san Pablo— desea ardientemente que se manifiesten los hijos de Dios, es decir, que cuantos gozan de la Gracia del misterio pascual de Jesús disfruten plenamente de sus frutos, destinados a alcanzar su maduración completa en la redención del mismo cuerpo humano.

En este camino de conversión cuaresmal, debemos revisar nuestra vida desde ese Amor que vemos en la mirada de Jesús, que en el tormento del patíbulo nos sigue salvando. Debemos caer en la cuenta sobre algo que parece que está pasado de moda y que incluso ha desaparecido de nuestro vocabulario: EL PECADO, de la fuerza destructiva de éste sobre cada uno de nosotros.

Debería ser un propósito vital y espiritual nuestro en esta cuaresma; no por indicación de la Iglesia, sino por nuestro espíritu: acercarnos a recibir el sacramento de la misericordia,… acercarnos al Sacramento del Perdón. NO somos santos y necesitamos del Perdón de Dios; dejémonos de historias y pongámonos en movimiento.

(A.M.M.T.)

El Papa Francisco en uno de sus mensajes de Cuaresma nos dice: “cuando no vivimos como hijos de Dios, a menudo tenemos comportamientos destructivos hacia el prójimo y las demás criaturas —y también hacia nosotros mismos—, al considerar, más o menos conscientemente, que podemos usarlos como nos plazca. Entonces, domina la intemperancia y eso lleva a un estilo de vida que viola los límites que nuestra condición humana y la naturaleza nos piden respetar, y se siguen los deseos incontrolados que en el libro de la Sabiduría se atribuyen a los impíos, o sea a quienes no tienen a Dios como punto de referencia de sus acciones, ni una esperanza para el futuro (cf. 2,1-11). Si no anhelamos continuamente la Pascua, si no vivimos en el horizonte de la Resurrección, está claro que la lógica del todo y ya, del tener cada vez más acaba por imponerse”.

El mal que nos inunda y del que todos somos responsables, es originado por la falta

de unión con Dios que tenemos los cristianos. La vida de Hermandad debe ser esa oportunidad que Dios pone en nuestras vidas, para que podamos experimentar su Amor en Comunidad.

LA CUARESMA ES UN MOMENTO DE ORACIÓN FUERTE y de revisar nuestro ser cristianos.

Os invito a que revisemos nuestra vida de oración y en que debe mejorar.

Que nuestra Cuaresma suponga recorrer ese mismo camino, para llevar también la esperanza de Cristo a la creación, que «será liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios» (Rm 8,21)”

“No dejemos transcurrir en vano este tiempo favorable. Pidamos a Dios que nos ayude a emprender un camino de verdadera conversión. Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagámonos prójimos de nuestros hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales. Así, acogiendo en lo concreto de nuestra vida la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, atraeremos su fuerza transformadora también sobre la creación”.

(Papa Francisco – Cuaresma 2019)

Que el Señor en la Columna, nos ayude en nuestro caminar cuaresmal, para que cuando cantemos la Gloria de la Resurrección, podamos alzar los brazos al cielo y mostrarle un mundo y una vida renovada , liberada.

Agradezco la oportunidad en la persona de vuestro Hermano Mayor querido Antonio, por concederme este espacio para compartir la gran alegría de sentirnos amados por el Señor Jesús que se entrega en la Columna por todos nosotros.

Que Ntro. Padre Jesús atado a la Columna y Ntra. Madre de la Paciencia, guarden y guíen a su Hermandad siempre en el Espíritu.

José Manuel Fernández Gómez Díácono Permanente “En todo servir y amar”.