El ladrío primavera 2012

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El Coloquio de los perros es la Novela Ejemplar cervantina en la que aparecen Montilla y la Camachas. Sus protagonistas, dos canes, Cipión y Berganza, también pretenden serlo de nuestra revista. En cada número, a través de sus reflexiones y posturas en páginas centrales, uno a favor y otro en contra, iremos tratando temas de interés para nuestra sociedad. Esta sección, junto al editorial, las noticias de nuestras actividades, el cómic, la fotografía, la poesía, los artículos de opinión (ladridos perrunos de nuestros colaboradores), las recomendaciones y el comentario especializado de un invitado son los que irán rellenando de contenido, número tras número, y esperemos que por muchos, este Ladrío nuestro y vuestro.

Sumario 3. Editorial 4. Narrativa Déjame entrar por Rafi Jiménez

por Manuel Jiméneza Bascón 16. Opinión Olvidamos la importancia de los pequeños detalles

5. Poesía gracia por Jose María Alvarez

por Alba Delgado Núñez

6. Recomendación Venecia, bella como ella sola por Aurora Márquez

Un piano en mi salón

18. Narrativa por Ana Huete Frías

7. Narrativa La madre naturaleza por Pedro Reinoso

Contraportada: Viaje a Italia

8. Opinión ¿Recetas para la crisis? por Rafael Mendoza Yusta

Con la colaboracion de:

por Ángel Márquez

Rafael López, José Alfonso Rueda, Ángel Márquez, José M. Márquez.

9. Opinión Ni un paso atrás por Valeriano Rosales Esteo 10. Cipión ¿Abusamos de las manifestaciones? A favor 11. Berganza ¿Abusamos de las manifestaciones? En contra 12. Recomendación El mesón de la Camacha por Antonio Algaba 13. Ilustración por David Marcos

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14. Recomendación Paseando por Madrid por Antonia Aguilar 15. Humor Diccionario “Estimológico”

Portada: Enrique Reina Segura


Estimados lectores, desde este número El Ladrío deja de tener una página dedicada al Editorial, pues resulta absurdo intentar condensar en unas líneas la opinión que el colectivo pudiese tener respecto a tal o cual tema; sería como intentar definir de qué color es el arco iris, pues son muchos los que lo componen y ninguno prima sobre otro. En tal caso, redefiniremos esta página para ceñirla al contenido que siempre la ha caracterizado: hablar de la Asociación que edita esta revista y comentar el pasado reciente y el futuro inmediato de nuestras actividades e inquietudes. Si bien desde la publicación del número de invierno de

2011 nos centramos fundamentalmente en la celebración de la cena aniversario de nuestro colectivo con motivo de la cifra redonda de 10 años de existencia, ha sido la organización del 10 Concurso de relato corto y fotografía El coloquio de los perros la que nos ha tenido entretenidos en los últimos meses, ya que actualmente los integrantes del jurado se encuentran revisando las más de 100 obras participantes, pendientes de contrastar opiniones y dilucidar el fallo en los próximos días. Asimismo, nuestro último acto realizado ha sido la presentación de la novela “El ladrón de morfina” de Mario Cuenca Sandoval, a cargo de su autor (profesor en el IES Inca Garcilaso de nuestra localidad) el pasado 13 de abril. En cuanto a las actividades que tenemos programadas para esta primavera de 2012, podemos destacar la participación de nuestro

El Ladrío

PRIMAVERA 2012 Nº 22 Año VI Depósito Legal: CO-1592-2006 ISSN: 1887-1437 Tirada: 500 ejemplares Ejemplar gratuito Edita: Asociación cultural El coloquio de los perros Aptdo. Correos 122. 14550 Montilla (Córdoba))

colectivo en el Día del Vecino, que se celebra el 22 de abril en la Avda. de las Camachas. Les invitamos pues a que se pasen por nuestro stand para participar en la actividad de intercambio de libros, que tanto éxito ha cosechado en los últimos años, así como hacerse con algunas de nuestras publicaciones anteriores y tomarse una copa de vino y una tapa en grata compañía perruna. Del mismo modo, una vez se determinen las obras ganadoras del certamen de relatos y fotografía, se darán a conocer y se anunciará con debida antelación el acto de entrega de premios. No duden en participar en aquellas de nuestras actividades que les resulten de su interés, y por supuesto, disfruten de la revista.

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El Ladrío es una publicación plural y abierta que no hace necesariamente suyos los artículos y comentarios particulares que en ella puedan aparecer. Los autores de la sección «Cipión y Berganza» escriben defendiendo dos posturas distintas sobre un mismo tema de interés a petición de los editores de esta publicación. Los opiniones reflejadas en estos artículos no tienen por qué coincidir con las de sus autores.

www.elcoloquiodelosperros.es

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Narrativa

por

Rafi J iménez

Déjame entrar Sonaba una melodía lejana de una banda sonora de Tarantino que hacía pensar en un paseo en barca de un hombre y una mujer por el Tánger, cuando apareció un oso… Pero esta no es la historia. En un parque solitario, de noche, sin apenas luna, en un rincón de algún lugar donde el agua surge de las grietas de las rocas, había dos columpios. Lara caminaba taciturna hacia uno de ellos. Necesitaba desahogarse, gritar, olvidar un poco los dos meses pasados de estudios, responsabilidades y enclaustramiento delante del escritorio. Era demasiado responsable y la mente,

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que no quiere tregua, le pedía cambios, necesitaba cambios. Pensaba en una frase que se le había ocurrido la noche anterior: “No solo debemos adaptarnos a los cambios, debemos buscarlos”. Le taladraban la mente sentencias de este tipo que había escuchado por ahí: “Si no cambias, te puedes extinguir”, “¿Qué harías si no tuvieras miedo?”. Necesitaba no ser tan responsable. Se posó en el columpio y comenzó a balancearse. Justo a su lado, en el otro columpio, se mecía Valentín. Ni cuenta se dio de la presencia de Lara, ocupado como estaba en divagar igualmente sobre

su situación. Valentín es rebelde, activo, dinámico, inquieto y no se responsabiliza ante nada ni ante nadie. Es libre y vive como tal, sin ataduras y jugueteando continuamente con la muerte, el alcohol y todo lo prohibido o inmoral. Hasta ahora, estaba contento con su vida. Pero empieza a hartarse de lo mismo. Quiere cambios; por primera vez en su vida se da cuenta de que quiere parecerse a otros que con su edad ya tienen su trabajo y sus vidas ordenadas y a los que hace nada repudiaba e ignoraba. “¿Qué me está pasando?” La música de la peli de Tarantino se hace más


intensa, más fuerte; la luz de la farola se potencia en tonos anaranjados y comienza a soplar una suave brisa que en remolinos se dirige hacia el lugar donde Lara y Valentín cavilan embelesados. Los balancea en los columpios, les arrulla, les remueve el pelo, se mete por sus oídos y termina por crear una especie de canal entre ellos, a través del cual van a fluir creencias, convicciones, opiniones, confesiones, ideas, doctrinas, credos, caracteres, sueños,… Cada uno entra en la mente del otro, sin mirarse, sin inmutarse, sin haber notado siquiera sus respectivas presencias. Pueden leerse el pensamiento,

pueden ver cómo se vive de otra manera, pueden sentirlo como si fuera su propia vida. Ahora les toca a ellos elegir. Pueden ser lo que quieran. Pueden hacer lo que deseen. Una mujer berlinesa montada en una bicicleta antigua con una cesta detrás para su hijo pasa por allí recitando las siguientes palabras de un tal A. J. Cronin: La vida no es ningún pasillo recto y fácil que recorremos libres y sin obstáculos, sino un laberinto de pasadizos, en el que tenemos que buscar nuestro camino,

perdidos y confusos, detenidos, de vez en cuando, por un callejón sin salida. Pero si tenemos esperanza, siempre se abre una puerta ante nosotros; quizá no sea la que imaginamos, pero sí será, finalmente, la que demuestre ser buena para nosotros. La melodía sigue sonando con acordes que recuerdan ahora al lejano Oeste, la brisa se va retirando, arrastrando a su paso las hojas caídas de los árboles, los miedos y las incertidumbres.

por José Mª Álvarez

Gracia Gracia es una palabra que me hace gracia. ¡Por la gracia de Dios! Qué poca gracia tengo. ¿Te ha gustado mi poesía? Gracias. 5


por Aurora Márquez Recomendación Venecia, bella como ella sola Mucha gente dice que Venecia es una ciudad única, y es verdad. Con palabras de alguien muy conocido, Venecia es muy singular por sus colores, sus calles, sus gondoleros, sus edificios, sus máscaras y sobre todo, por sus canales, todos ellos atravesados por arcoíris, de madera, piedra o hierro. Puede ser que cuando verdaderamente quieres visitar una ciudad desde hace años, lo que pasa por tu cuerpo y tu cabeza no es lo mismo que en cualquier otro lugar, incluso la sensación de verla de nuevo, es de más fascinación, de más felicidad, al ver rincones y lugares que antes ni siquiera te habías fijado. De la primera visita, en pleno Carnaval, aparte de la fascinación que tiene una niña pequeña con un juguete nuevo, también tenía la ilusión de ver las máscaras, unas máscaras

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tan singulares, que solo se ven en esta ciudad… Los colores, las formas de los trajes (un salto atrás al siglo XVI y XVII), son únicas, y te hacen sentir en un mundo aparte. Sus calles laberínticas (recordándome las calles de la Judería de Córdoba) y pequeñas, y su característica forma de decirte a dónde debes ir (poniendo letreros con el nombre del lugar y una flecha), apenas sin cambios, son un reflejo de cómo era la ciudad en los tiempos de Casanova. Por casualidad me encontré en una calle sola y casi sin ninguna luz cuando apareció un hombre vestido con la capa, la máscara blanca y el tricornio que atravesaba la calle. Entonces el primer pensamiento que tuve fue: “estoy en el siglo XVII, y ha pasado a mi lado Casanova que se esconde de la guardia”. Mucha gente lo encontrará sin sentido o será

una tontería, pero para mí fue un momento mágico. Siempre diré que Venecia de noche es más bonita que de día, ya que tiene una magia y un encanto que pocas ciudades en el mundo pueden alcanzar. La segunda visita fue diferente porque iba con auténticos venecianos, entonces no es lo mismo pasar por “Calle Nueva”, la más turística, que por laberintos de la otra parte del Gran Canal, un cúmulo de edificios altos y de calles que casi vas andando en fila india. Una vez que llegué de nuevo a Rialto (el puente más famoso de Venecia), pensé, de nuevo estamos en la auténtica Venecia; eso sí, repleta de turistas con sus cámaras, aunque no puedo decir nada porque yo era como uno de ellos. Llegando a Rialto, te das cuenta de que estás muy cerca de Plaza San Marcos, del Puente de los suspiros (donde pasaban los encarcelados hacia la cárcel o la muerte). Y también de lejos, pero con unas imágenes maravillosas, te encuentras la iglesia de Santa María della Salute (Santa María de la Salud), una maravilla de edificio. Bueno, creo que con esto he terminado, siempre diré que Venecia es un caos, pero si no se ve esta ciudad, es como si nunca hubieses viajado, o al menos es lo que siento yo. Espero que encontréis aquí la fascinación que encuentro yo en Venecia.


por Pedro Reinoso

La madre naturaleza - ¡Es que me tiene loca! - Pues yo me quedo con el Ricardo, ¡tiene el culo más apretao! Susana y María contemplaban el patio del instituto desde uno de los ventanales de la segunda planta. Abajo, los muchachos jugaban un partidillo de baloncesto. Ambas querían aprovechar el rato del recreo para repasar las “mates” (sin mucho éxito). Estaban cercanos los exámenes finales y los escarceos amorosos les habían apartado de los estudios. Susana se quedó extasiada y ni tan siquiera notó que su amiga María se había retirado a la mesa para seguir estudiando. Su mente volaba, como pluma llevada por el viento, hacia el paraíso del deseo. Su alma levitaba sobre la flora de los jardines circundantes…. Entre las rozas, una abeja se afanaba buscando pó-

lenes, tenía sus patas repletas cuando levantó el vuelo sobre los tejados. Dos almas abstraídas en la azarosa metástasis de la vida… la abeja, soltó a los vientos parte de su preciada carga… Esquirlas de luz, energía y materia expandidas desde el centro de aquellos diminutos universos… pequeños mundos en dispersión hacia todos los puntos cardinales, entre brumas amarillooro, buscando profundidades infinitas. El alma de Susana seguía entre las copas de los robles, perdida en embelesos, siguiendo las evoluciones de José María… Sus ojos azules (como los cielos en primavera) estaban perdidos en la lejanía y, en el micro mundo de los pólenes, doradas perlas cruzaban los espacios, movidas por los vientos, en dispersas oleadas rumbo hacía no se sabe qué lugares ignotos. La calma era absoluta y el

calorcillo alentaba las lívidos haciendo que Susana frotará de cuando en cuando la entrepierna. María aporreaba la calculadora abstraída en sus ecuaciones y principios. José María se rascaba el cogote con esos gestos del que tiene la sensación de que alguien no le quita la vista de encima y, en la entrada del patio, una pareja hacia morritos… Un leve golpe de brisa y un dolor punzante tornó a Susana a la cruda realidad mientras emitía un leve gemido. Dos almas perdidas cruzaron sus destinos y la diminuta perla de polen fue atraída por los hermosos ojos azules de Susana, haciendo bueno el corolario de Murphy: toda mota de polvo suspendida en el aire es atraída con una fuerza directamente proporcional al primer ojo que se encuentra MORALEJA: La madre naturaleza… ¡es una perra!

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Por Rafael Mendoza Yusta

Hasta hace pocos años la Economía era para el común de los españoles una materia que se estudiaba en el Bachillerato o la Universidad y de la que de vez en cuando se trataba en los informativos. En la actualidad parece ser por contra una especie de asignatura universal e intergeneracional que todo el mundo debe conocer y de la que se habla en el trabajo, la cafetería o el ascensor. ¿Y por qué? Porque estamos realmente preocupados ante la grave crisis que sufrimos desde hace años y aunque políticos y tertulianos de distinto signo y medios de comunicación planteen recetas ideales, la cruda verdad es que nadie sabe con certeza ni cómo estamos, ni hacia donde va a evolucionar la situación. A los hechos me remito. Hace tan solo un año distintos organismos como el FMI, el BCE o el Banco de España afirmaban que 2012 sería un año de crecimiento (aunque las previsiones eran mucho más modestas que las que aireaba el anterior Ejecutivo). Por fin llegaban los tan esperados “brotes verdes”, y sin embargo decrecimos en el último trimestre de 2011, esperándose que pronto volvamos a entrar en recesión y quizás (esperemos que no), lleguemos a los seis millones de parados.

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La fiesta ha acabado hace tiempo y hay quien no se ha enterado todavía. A estas alturas es inútil seguir discutiendo sobre quién es el culpable de la crisis; es público y notorio que el detonante (que no único causante) fue la quiebra de Lehman Brothers y otras entidades americanas de Wall Street que estuvieron especulando con las hipotecas subprime, empaquetándolas y distribuyéndolas por todo el mundo (los famosos activos tóxicos), dando lugar a una recesión global. También es de

sobra conocido que la crisis afectó especialmente a países como España que basaban su crecimiento en la especulación del ladrillo en lugar de asentarlo sobre pilares más sólidos; y finalmente todo el mundo sabe que muchos países, entre ellos de nuevo España, pero también Grecia, Portugal, Irlanda o Italia por nombrar a los más conocidos, vieron en la emisión de deuda pública descontrolada la solución a todos sus problemas, llevando a sus países a una situación ruinosa en la que se ha denominado “crisis de la deuda”. Pues bien, llegados a este punto nuestro país tiene muy escaso margen de maniobra, ya que las arcas están vacías y los prestamistas llaman a la puerta pidiendo lo que se les debe. Nuestros socios europeos parecen haber concedido una pequeña tregua al nuevo gobierno, incluso los mercados parecen mirar expectantes las evoluciones del gobierno español, pero no nos equivoquemos, cualquier síntoma de debilidad será aprovechado por los especuladores para colocarnos otra vez en la picota. El problema es que la salida se atisba difícil, ni tan siquiera el nuevo gobierno de Rajoy puede aplicar las recetas que desearía, por ejemplo una bajada de impuestos que estimule el consumo, pues ello llevaría a la tan temida bancarrota que se pretende evitar a toda costa; todo lo contrario, una de las primeras medidas fue subir impuestos para corregir el 8% de déficit que como regalo de despedida dejó la ministra Salgado. Pero... ¿cómo se va a relanzar la economía si al mismo tiempo se reduce la renta de

los consumidores y se estrangula el consumo?. Es cierto que lo primero y más urgente es salvar los muebles, o lo que es lo mismo, evitar el default de las finanzas públicas y para ello hay que recortar el gasto (ya que está claro que los ingresos no van a aumentar a corto plazo), pero corremos el riesgo de meternos en un circulo vicioso del que no salgamos de no ser que la demanda externa de los países vecinos venga a sacarnos del atolladero. Tampoco creo que sean aplicables las medidas de otros países, España tiene sus propios problemas y desde ella se han de generar sus propias soluciones. Quizás algunas de las nuevas reformas, entre las cuales están acelerar que los bancos se deshagan de sus activos tóxicos inmobiliarios, dotar de mayor flexibilidad el mercado laboral o incentivar la contratación de jóvenes funcione, pero harán falta más medidas para incentivar el consumo, de lo contrario la ciencia económica solo servirá como sus detractores afirman, para dar explicaciones del pasado pero no como instrumento para planificar el futuro.


por Valeriano Rosales Esteo

Ni un paso atrás No hay más salida. No queda otra, pongamos todas las mejillas, la diestra y la siniestra. No se ve la luz al final del túnel, todavía no. ¿Hay más soluciones a esta situación? ¿Podemos tomar diversas direcciones? Centrémonos. Estamos en una crisis económica, pero cada vez creo más que eso es lo que nos quieren hacer ver. Pienso que no deja de ser una visión subjetiva de unos datos que se pueden ver de maneras distintas. Pero está claro, ahora la moda es poner en duda el modelo de bienestar de los países europeos; esos que tienen pensiones estatales, sanidad universalizada o educación pública saneada. Estos son los nuevos servicios públicos que se pueden costear con una mayor participación privada. Es decir, si ya los bancos no son estatales, ni las compañías energéticas, ni las tabacaleras, ni las telefónicas… no tiene sentido (a su juicio) que empresas con un alto nivel de utilización se sigan pagando por todos los ciudadanos. Para los acreedores que azotan nuestro país tiene más sentido que los grandes servicios públicos dejen de serlo,al menos en parte, y tengan mayor presencia las aportaciones individuales y menos el “entre todos contribuimos al bienestar general”. No nos engañan y espero que al Gobierno tampoco, su voracidad es directamente proporcional a su insaciabilidad. Pedirán

más y más y mucho más. Si ahora piden recortes más tarde pedirán que el Estado se deshaga de su control (ya sea por venta total o parcial). Pero no nos queda otra. Eso es lo que nos quieren hacer ver. Machaconamente nos insisten en que estamos mal, muy mal y que solo caben tomar medidas de ajuste, tijeretazos, redistribución, austeridad... pero ¿nos fijamos en los que tienen la sartén por el mango? Los bancos no piden eso, piden capital. ¿Y qué es eso? Parné, dinero, money, cuartos, plata, guita... en fin, dinerito fresco para el momento asfixiante en el que estamos y avales para el que nos pueda tocar vivir. Y si ellos lo piden, papá Estado o incluso el ente de los mercados se lo conceden. Los ciudadanos de a pie

somos harina de otro costal. Somos una mercancía más manejable. Para nosotros las condiciones son más férreas, más inflexibles. La posibilidad de negociación nula y el derecho al pataleo no dejan de ser más que una mosca que perturba una plácida siesta que se ha alargado varias horas. Nuestra Constitución de 1978 dicta en su artículo 1: “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.” Ese debe ser nuestro objetivo, eso pretendieron alcanzar para nosotros nuestros padres y eso es a lo que no renuncio. Mi motivación: el logro del artículo 1. Tu motivación: ______

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Cipión ¿Abusamos de las manifiestaciones? A favor Querido Berganza, hoy nos ocupa un tema de mucha actualidad y lo que me temo, de mucha cola: el derecho a manifestarse o no, y si en ese derecho a manifestarse existen abusos o no. Como soy perro viejo que me gusta caminar derecho por la senda de la izquierda y la de la ley, no puedo ir en contra de ella. Desde comienzos de nuestra democracia, el pueblo español no ha dejado de manifestarse, creo que a veces con mucho hábito, y de ahí tantos “monjes” que van a las manifestaciones como si de excursiones se tratase. Bien sabes que en muchas de ellas los organizadores dan a los asistentes golosos cebos –bocadillos, paellas, músicos con canciones protesta, y no por lo poco que le pagan- y como ultimo premio, unas palabras adornadas de oro y diamantes con las que se le da la tierra y el cielo.

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Por ahí no paso. Nos toca vivir una época muy abonada para las manifestaciones; no existe mejor abono para las manifestaciones que la crisis. Quien se manifiesta es porque tiene un grave problema, en la mayoría de los casos no creado por él. Algunas personas, también con mi mayor respeto, acuden a las manifestaciones en apoyo de las que tienen este problema. Unos y otros, como he dicho antes, tienen mis mayores consideraciones. Pero los otros, casi la mayoría, la masa, esos que acuden a las manifestaciones de una manera folclórica y mascarados como si fuese carnaval, todos estos para mí sobran en las manifestaciones. Soy de esta opinión porque

creo más en el individuo y en sus convicciones personales que en la masa, lo que aquí con mucho acierto denominamos la bulla. No me gusta cuando el individuo se hace masa, y en esa masa toma una valentía que es falsa y esa valentía degenera en violencia hacia inmuebles públicos o privados, como si asistiesen a aquelarres primitivos. No me gustan esos fines de fiesta con frases y palabras altisonantes y de arengas, palabras todas ellas propias de militares, y menos

me gusta cuando éstas terminan en himnos que son las armas invisibles de la masa. No existen normas o códigos para la regulación de las manifestaciones y no hablemos de la madre de todas ellas que es la huelga general. Si el que se manifiesta tiene o le han creado un problema, puedo estar de su parte si veo que lleva razón, lo que no puede es implicarme a la fuerza en su problema, como si yo fuese el que le he organizado el chiringuito.

No Berganza, no puede ser que los problemas lo paguemos quienes no los hemos creado. Es esta la razón y la de más fundamento de por qué no estoy a favor de las manifestaciones. La ecuación es muy simple y nunca se cumple; si tú tienes todo el derecho a manifestarte, yo tengo todo el derecho a no hacerlo, sobre todo si no me incumbe tu problema. ¿Hasta cuándo los que no se manifiestan tendrán algún tipo de derecho? Perdona Berganza, es que he visto una esquina…. ¡Qué alivio! Bueno Berganza, como te iba diciendo. Todos estos problemas se agudizan muchísimo más en las huelgas; si ésta es general –ya esta palabra lleva implícita dos acepciones, que es militar y que por “cojones” es para todos, la quieras o no. ¿Habrá algo más paradójico que los piquetes informativos? Estamos rodeados de periódicos, ondas de radios y de cadenas de televisión. ¿Tú crees que alguien necesite información de una huelga? Por todas estas razones no estoy nada de acuerdo en cómo se manifiestan y cómo se desarrollan las manifestaciones y, por último, no puedo estar de acuerdo porque a nosotros no nos dejan asistir a ellas.


Berganza ¿Abusamos de las manifiestaciones? En contra Amigo Cipión, veo que estamos de acuerdo en el derecho a manifestarnos que todos tenemos y en la importancia que en la historia más reciente de nuestro país ha tenido desde que hay democracia. Incluso iría más allá: los avances democráticos, en protección de los trabajadores, adquisición de derechos sociales, igualdad o defensa del medioambiente que se han producido en los dos últimos siglos, desde las revoluciones francesa e industrial, han sido debidos en gran parte a las manifestaciones y huelgas realizadas por los distintos sectores afectados en cada momento. La historia nos recuerda que no hace tantas décadas que el capitalismo salvaje y la tiranía de gobiernos no elegidos por el pueblo negaban todos esos derechos y no dejaban otra vía de protesta pacífica que las manifestaciones y las huelgas. Afortunadamente nuestra sociedad ha cambiado y mejorado mucho, y existen otras muchas vías de entendimiento entre gobiernos, patronos, trabajadores, estudiantes y cualesquiera sectores enfrentados. A nadie le gusta tener que llegar a una manifestación o una huelga; son los últimos recursos. Pero también es cierto que hay ocasiones en que es imposible ponerse de acuerdo y no queda otro remedio para que un colectivo pueda defender sus intereses. De hecho, cuando se convocan no creo que lo hagan a la ligera ni en plan festivo; una manifestación o huelga fracasada tiene efectos perjudiciales para quien la plantea, y la gente suele ser

sensata y las secunda cuando está realmente convencida, no sólo por el supuesto miedo a los piquetes o el qué dirán. No estoy de acuerdo contigo, Cipión, por tanto, en que abusemos del derecho de manifestación. Simplemente vivimos una situación de crisis global en la que los mercados tratan de volver atrás en esa senda del capitalismo salvaje y en la construcción de un estado del bienestar. Y hay mucha g e n t e que no está

dispuesta a claudicar ante ello y protesta, siempre de manera pacífica y democrática. No podemos criminalizar a millones de personas por los desmanes de unos cientos de incontrolados o por las informaciones tendenciosas de algunos sectores interesados. Rechazo, lo mismo que tú, la labor excesivamente informativa y coercitiva de algunos piquetes; igual que también rechazo las medidas soterradas, indirectas, nunca públicas, de tantos patronos, dispuestos a tomar la matrícula de los trabaja-

dores que secundan una protesta y que, siempre casualmente y por otro motivo distinto, serán los primeros en salir de la empresa cuando llegue el momento. También coincidimos en señalar las molestias que ocasionan las manifestaciones o huelgas al resto de la ciudadanía, en efecto, pero no en la actitud ante ellas, ya que no puedo decir que algún día no sea yo el que me vea teniendo que luchar por mis derechos o mi trabajo o por el de alguno de mis allegados. Y del mismo modo que me gustaría la solidaridad con mi problema cuando me toque, trato yo de ser solidario con quien ahora protesta, incluso aunque viva en una capital y mi ración de molestias por protestas públicas en la calle sea mayor; vivir en una gran ciudad con sedes de administraciones públicas y grandes corporaciones que dejan empleo y dinero tiene muchas ventajas pero también debía de tener algún inconveniente. En definitiva, Cipión, si cada vez hay más gente dispuesta a manifestarse o ir a la huelga en defensa de algún derecho, tenemos un problema, es obvio; pero creo que te equivocas si piensas que el problema está en la abundancia de protestas en sí y no en los motivos que nos llevan a millones de personas y perros a ello.

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por Antonio Algaba Recomendación El mesón de la Camacha Cuando Antonio Salas me firmó el ejemplar de esta obra, me pidió indulgencia en la crítica sin que ambos adivináramos que tendría que hablar de ella algún día. Pues bien, he aquí la ocasión y aclararé que, al igual que el citado dramaturgo pide benevolencia en su loa, yo solicito comprensión para mis opiniones, que no son otras que las de un simple lector y amigo, alejado, y mucho, de las veleidades de la crítica. El Mesón de la Camacha se deleita en la pura diversión. La obrita invita a la sonrisa y, por momentos, a la carcajada, aunque el autor ha tejido con las circunspectas mimbres de la conocida leyenda montillana de la Camacha y los personajes famosos que anduvieron por esta villa allá por las postrimerías del siglo XVI: Cervantes y el Inca Garcilaso. Con estos ingredientes, el autor cocina una comedia en consonancia con el gusto al que nos tiene acostumbrados a través de las representaciones del grupo de teatro La Cepa. El guiso es agradable, sustancioso y de regusto jovial; tal parece que es su última intención, según las declaraciones de Salas en la presentación de la obra.

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Dicho lo anterior, no se piense que esta comedia de enredo resulta una pieza meramente circunstancial e intrascendente. Muy al contrario. El dramaturgo insiste en aportarnos diversión poniendo en juego toda una artesanía donde no faltan los elementos históricos, literarios, técnicos y guiños locales, marcados, fundamentalmente, por una socarronería que es la causante del efecto cómico de su transcurso escénico. Así junto a los personajes históricos y su coincidencia en la época, hay que añadir un uso intencionado de la polimetría, de los juegos semánticos, de los anacronismos intencionados y de localismos aduladores hacia el público - ¡ah, esas sevillanas a la

Virgen de las Viñas¡-. Los guiños que el autor dirige al público, en una manifiesta hipérbole temporal, establecen con él una campechanía creadora de ese filtro de humor que atraviesa la obra de principio a fin. Ya en la presentación de este libro, allá por las vísperas del Día de Andalucía de este año, Antonio Salas nos advirtió que su obra nacía con cierta vocación práctica. Se vistió los hábitos del gran Lope y, encendiendo una vela a Dios y otra al diablo, decidió escribir sobre la famosa hechicera. Lo hizo pensando en aprovechar el vestuario de esa otra pieza que elaborara para festejar al Santo montillano. La hagiografía local dio paso a la comedia de brujas en una pirueta creativa de la que sale airoso. Su maestría se muestra en una natural versificación que transcurre sin presencias de ripios, ni alardes sintácticos. Su pericia dramática se desenvuelve felizmente en esos finales benevolentes tan del gusto de la tradición, pero no exentos de su pizca cómica, que recuerdan al tópico del burlador burlado. Su creación de personajes, que pueblan la obra de sugerencias literarias, son fruto sin duda del conocimiento de la tradición teatral más genuinamente patria: un don juan vencido, unos pícaros

burlados, un alcalde, trasunto de Alonso Quijano. Hasta el propio autor se cita a sí mismo, orante en su pintura, tocando el palo del teatro dentro del teatro. En fin, una panoplia de herramientas teatrales puestas al servicio del entretenimiento sin más, aunque con un manejo, más que logrado, del arte literario. Antonio Salas no sólo se burla de sus personajes, de la tradición, de la literatura misma, para hacernos reir. Su intención es, sin duda, lanzar un órdago a sus colegas de tablas (en todo mesón hay una baraja) para que, lejos de considerar esta obra como una más en su incipiente devenir dramático, se convierta en el reto que han de superar. El autor lo ha hecho en este texto. Pues bien, sólo queda que los cómicos se superen en el escenario. Les espera el desafío del verso, que no es poco. Y luego, como por ensalmo, detergentes, paquetes y polvos surtirán su hechizo. (La edición de la comedia El Mesón de la Camacha fue presentada al público en la Casa del Inca el pasado 23 de febrero. En la mesa estuvieron la autora del prólogo, Pilar Távora, Juan Casado, director de la colección El Cisne Azul, y Antonio Salas, autor de la obra)


por David Marcos

Ilustraci贸n

La distancia de la luna

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Recomendación Paseando por Madrid Tenia ganas de ver una gran ciudad preparándose para Navidad. Cuando me encontré en ella, nada más dejar el equipaje, me dispuse a patearla con la ilusión de una niña diantre por verlo todo. Lo primero que cogí fue el metro para desplazarme al centro y empezar a disfrutar del día; desde ese mismo momento empecé a cruzarme con multitud de gente, la mayoría con prisa por llegar a su destino (me dí cuenta que todos no estaban de “puente” como yo). Mirando a mi alrededor crucé miradas con personas de distintas razas, culturas, idiomas que íbamos como sardinas en lata y pensé ¿donde irán?, ¿qué será de sus vidas? No obtendré jamás respuesta porque nunca volveré a verles. Me bajé en Sol y desde allí pude apreciar el movimiento de ir y venir de cada cual a su destino, encontrándome con lujo, termino medio, miseria en una ciudad llena de vida y acogedora. Impresionantes monumentos que guardan bellas historias que pueden encontrarse entre lo real y la ficción, luces que adornaban y destacan. Por ejemplo, la diosa Cibeles o la Puerta de Alcalá. ¡Qué maravilla! ¿Sabéis que esta puerta tiene dos caras diferentes? Observadlo y comprobadlo vosotros mismos si tenéis duda, es curioso pero incluso madrileños que me acompañaban no lo sabían.

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Entré en el Retiro y me quedé fascinada con ese parque justo en el corazón de tan inmensa ciudad, la de cosas que habrá visto y escuchado a través de los siglos, fantaseé un poco con los amores y desamores que habría vivido y me estremecí cuando

por Antonia Aguilar

llegué a un determinado lugar al que llaman “El parque de los Ausentes”, en memoria de aquellos que perdieron sus vidas un 11M. Pero la vida sigue y nada más seguir adelante llamó mi atención una cola kilométrica en la calle Preciados. Pregunté, ¿para qué es?, y cuál sería mi sorpresa que esperaban para comprar un décimo de lotería en “Doña Manolita”. Me di cuenta que la ilusión nunca se pierde aunque para mí esta larga espera la vi desmesurada, pero las largas colas seguían: Museo del Prado, Congreso de los Diputados, Los Jerónimos, hasta en restaurantes había que esperar. Mientras tanto me cruzaba con mendigos y personajes que derrochan ingenio por los cuatro costados, unos con más acierto que otros, de esta manera intentan subsistir. Ciento de puestecillos con objetos llamativos para despertar el deseo de hacer alguna que otra compra navideña o simplemente tener un recuerdo del viaje y que el vendedor pueda hacer en esos días su agosto, lo cual dudaba, por la cantidad de personas que sólo nos acercábamos por curiosidad, sin muchos deseos de abrir el bolsillo. Eso se dejaba para la “caña tapa” en Cascorro, disfrutando del Madrid castizo, pasear por Lavapiés, el barrio de la Paloma... Cierto que por allí se movía menos gentío, pero os digo que merece la pena visitarlo y pasar a ver la basílica de San Fran-

cisco el Grande, para mí nada que envidiar a la Almudena, al contrario. Pero claro, ésta tiene al lado el Palacio Real, unos maravillosos jardines, en frente la Casa Campo y a lo lejos la Sierra de Guadarrama, dando la sensación que Madrid termina allí, lejos de la realidad. Seguí por la Puerta de Toledo, en dirección de nuevo al kilómetro cero, para adentrarme en la Plaza de España. Había llegado la noche y el bullicio fue en declive, los personajes que con su ingenio llamaron mi atención, desapareciendo, iban llamados al orden por la guardia urbana y poco a poco todo se quedó en silencio y despejado. Fue cuando verdaderamente pude apreciar los “bultos” de cartones que guardarían historias dentro, historias de personas que viven en su interior y ni el frío de el mes de diciembre ni la llegada de las Navidades les podían robar el sueño, porque al final de cuentas es lo único que les queda de su propiedad. Llegado a este punto puedo decir que es la única fotografía que guardo en mis retinas que no me gustó y desgraciadamente existe allá por donde viajo.


por Manuel J iménez Bascón

Humor

Diccionario “Estimológico” Las palabras aparecen por riguroso desorden alfabético, ocasionado por su fecha de nacimiento. -ESTONTERÍA: Mueble con anaqueles para colocar objetos de poco valor. -ILUSO: 1. Persona que aún confía en los políticos. 2. Y portugués. -ESCOÑO: Asiento de diputada. -ANALFABÉTICO: Aficionado al Betis poco instruido. -PAELLA: Comida feminista. -UNANIMIEDAD: Acuerdo tomado por la totalidad de votantes sobre temas sin importancia. -MILAGRO: Finca extensa. Sin.: Latifundio. -PRECINTAR: Dejar embarazada a la novia. -SIMIENTE: Falso, falaz. -TUTELA: Capital ajeno. -AGUACERO: Sequía pertinaz. -SUAVE: Su tren de alta velocidad. -REDOBLE: Cuádruple. -CHISMORREAR: Contar chistes mientras te das el lote. -SERVICIO: Obsesión por sintonizar cierta cadena radiofónica. -MANIÁTICO: Varón habitante de un último piso. -ESCOBA: Adulación, lisonja, halago. -DIADEMAS: Año bisiesto. -DÍA: A -AUTOPÍA: Dificultad para comprarse un coche con su sueldo. -NAVE: Que no tiene visión. Sin.: ciego, invidente. -FLANCO: En japonés, caudillo. -TIRABUZONES: Gamberros. -SUFRIMIENTO: Gozada, placer.

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por Alba Delgado Núñez http://escarbando.blogspot.com

Olvidamos la importancia de los pequeños detalles Vivimos en el año 2012, rodeados de dispositivos que – en teoría – nos conectan con aquellos que están lejos. Pero teniendo en cuenta el uso – o abuso – que hacemos, por ejemplo, de los novedosos y conocidos smartphones, el concepto de distancia se reduce a la misma cantidad de centímetros que hay en el área de una mesa. Los menos optimistas han llegado a calificar esta etapa como “la era de la imaginación”. Para explicar este concepto, se entiende que comu-

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nicación es el acto por el cual un individuo establece con otro un contacto que le permite transmitir una información. Ésta consta de tres partes básicas, las cuales marcan la diferencia entre una conversación de éxito y una de fracaso. De esta manera, los diálogos verbales sólo suponen un 7%, mientras que el 93% restante está formado por el tono de voz y las señales no verbales, con la repartición del 38 y 55% respectivamente. Ahora, si hemos desechado la mayoría de puntos, ¿en qué nos basamos para

entendernos? Como norma general, el mensaje que se envía no sonará igual en la cabeza del emisor que en la del receptor. A menos que conozcamos íntegramente a aquel que envía el mensaje. Sin embargo, por muchos recuerdos que tengamos almacenados en la base de datos de nuestro cerebro, la interpretación puede llegar a ser errónea. Estamos hablando de información muerta. Puesto que ese 7% juega el papel de padre y madre en la mayoría de conversaciones


actuales, es necesario ser congruente. Y, una vez más, olvidamos la importancia de los pequeños detalles. Construimos mensajes de forma anárquica y desconsiderada. Por ejemplo: no es lo mismo escribir “No voy a salir” que “No, voy a salir”. El primer supuesto indica que no va a producirse el hecho. En el segundo, la posición de la coma, lo afirma. Otro caso recurrente, es la moda de suprimir signos tales como las admiraciones y las interrogaciones. La gran discordia es ¿cuándo hay que empezar a admirarse o a preguntarse? Claro está que estas nuevas formas de hablar nos han salvado el culo en numerosas ocasiones. Una gran ayuda para los cobardes. Aquellos que no se atreven a pronunciar una frase de perdón o a terminar una relación como se supone que debe ser. Mirando el lado bueno, estos aparatos, también amenizan el tiempo de las esperas, los silencios de bibliotecas, las clases monótonas, e incluso evaden las explicaciones innecesarias. La falta de respuesta o su retraso se justifica con un “fallo del sistema” y no pasa absolutamente nada. La comunicación frustrada es una enfermedad que nos ataca muy frecuentemente en los últimos tiempos. Ya no sabemos si esperamos para grandes recompensas o para obtener el mayor título de gilipollas. De esta manera, infravaloramos el 93% de nuestra comunicación. Porque, usar el 38% que supone el tono de voz, aumenta la credibilidad de nuestras

palabras. Al hacer una llamada de teléfono, ya estamos poniendo a trabajar un 45% de todas las partes. La voz es una característica específica de cada persona. Entre otras cosas, puede revelar nuestro bienestar o malestar psicológico. También influirá en la manipulación emocional sobre otros. Por ejemplo, se puede verificar que la frase “te echo de menos” no ejerce el mismo impacto si se escribe o si se dice. En la primera opción, la información muerta queda en manos de nuestro recuerdo. En la segunda, es posible que se produzca un balbuceo de respuesta, y que el nerviosismo disminuya la capacidad de reacción. También es más bonito. Un modo ideal, sería utilizar el 100%. Si añadimos el 55% que falta, la impresión del interlocutor es capaz de dar un giro de 180º. Claro está que para elaborar un buen mensaje es necesario que las palabras, el tono de voz y el lenguaje corporal digan lo mismo. El lenguaje corporal es el sistema de comunicación más importante, fluido, lírico y revelador con que contamos (aporta un porcentaje del 55%). Al crear y definir nuestra propia imagen, evitaremos que la percepción que tienen los demás se base en suposiciones. Aunque también muchos de estos han llevado a la confusión y a la producción de consejos que, en la actualidad, no son más que sandeces. La mayoría de respuestas que emitimos en este sentido son innatas, es

decir, ejercemos muy poco control sobre ellas. Este sistema no es una ciencia exacta, pues un mismo gesto puede tener varios significados. La buena noticia es que todos somos expertos, ya que leemos gestos sin cesar a partir de los quince minutos de haber nacido. Cuando se trata de comunicaciones importantes, las palabras no son más que una pobre representación de los pensamientos y las emociones. ¿Qué menos que el sentir de un abrazo o una caricia? De esos comentarios espontáneos que surgen nada más que en compañía. La carcajada. Los recuerdos. Los impulsos que manifestamos inexplicablemente. Los besos, las sonrisas, el cariño, el afecto. Las canciones a guitarra en cualquier parque al sol, las cervezas… El resto de las cosas que pasan mientras que miras el móvil. Así que, usando tan sólo un 7% de todo el porcentaje. ¿En qué nos basamos para entendernos?

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por Ana Huete Frías

Un piano en mi salón

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Nunca pensé que fuese capaz de robar un piano. Para qué diablos quiero yo un piano. Nadie podrá creer que fue un impulso sin más. Es evidente que había una intención. No sé nada de pianos, no sé nada de música. Me lo llevé en un arrebato de pasión. Y ahora lo veo ocupando todo mi salón, mi escaso y ridículo salón. Es enorme y brillante, una buena pieza. Esta vez hasta yo reconozco que me he pasado. ¿Para qué quiero yo un piano? Soy una pobre cleptómana, frustrada por no haber cumplido mis sueños. Esto pasa de castaño a oscuro. Debería comprar uno de esos banquitos para tocar. Resulta extraño tener un piano y no poder sentarse en él. Además estoy pensando que debería reestructurar el salón. No parece muy apropiada la decoración, tan falta de armonía, tan anticuada. Un sofá a cuadros no va con este magnífico piano, un precioso y brillante piano de cola. Seguro que alguien lo echará de menos. Pero bueno, alguien que puede comprar un piano una vez puede comprar otro. No es como quitarle el pan a alguien. No es un bien imprescindible. En este sentido no me siento culpable. No es adecuado provocar a la gente con un

atractivo piano de cola. Es un signo de ostentación. Robar no es más que protestar contra este mundo absurdo y consumista. Esta invitación constante y machacona al derroche. No he sido yo la que ha colocado a la vista esta maravillosa pieza. ¿Qué esperaban? Tengo que mover el sofá de ese sitio, porque se pierde la perspectiva. Es un fastidio. Todavía me molestan los brazos, me costó tanto empujar los muebles para hacerle sitio al dichoso piano. Tampoco sé cómo voy a pagarle al señor de la mudanza. Firmé con un nombre falso, pero la dirección la tiene. Eso hay que solucionarlo. Lo último que me hacía falta era una denuncia por no pagar la mudanza. Tuvieron que sudar de lo lindo para subir el piano hasta el último piso. Hay que reconocer que el sistema de poleas que emplearon los operarios era muy eficaz, pero claro, no se coloca igual un piano que una cómoda. Les costó, ya lo creo que les costó. Casi me da un patatús cuando percibí resbalar una de esas enormes cuerdas, creía que perdía el piano. Tener un piano así y perderlo de esa forma tan accidental es muy doloroso. Es fastidioso reconocerlo, pero tengo un desatinado

apego a las cosas materiales. Y un piano de cola no es una cosa material cualquiera. Estaría loca si no me preocupara por perder el único piano que tengo. Podría colocar una partitura en ese atril del piano. Una pieza sencilla, no demasiado sencilla, algo sobrio y elocuente, pero no muy complicado tampoco. No me gustaría una de esas en las que las notas aparecen apelotonadas, quisiera algo ordenado y con un ritmo pausado. No quiero que sea muy rápido, aunque tampoco una de esas piezas que te dejan medio dormida. Ya está, ni muy rápida ni muy lenta. Cuando levanté la tapa y pude ver todas esas teclas blancas y negras, todas para mi, me sentí muy afortunada. Es mi gran tesoro. Golpeo una tecla con rotundidad, y la dejo sonar hasta que se agota; luego golpeo otra tecla y la dejo igual, sonar, hasta que se gasta. Las notas producen un sonido limpio y exacto que inundan mi triste y abatido salón. No quiero tocar más de una tecla al mismo tiempo, porque el sonido se contamina. Es mejor así, de una en una. Es más intenso. Podría aprender a tocarlo, establecería una relación íntima y segura con mi piano. Tengo una amiga que es música y podría enseñarme.


Seguro que no le importa. Es muy discreta y lo último que haría sería preguntarme para qué quiero yo aprender a tocar un piano de cola. Es más, podría venir a casa a enseñarme. No sería capaz de tocar otro piano que no fuera éste. Es cuestión de fidelidad. Ahora bien, antes de hacer venir a mi amiga tengo que librarme de estos muebles y sobre todo de este ridículo sofá a cuadros. ¿A quién se le ocurre tener un sofá a cuadros? No van

con los pianos de cola. ¿En qué estaría yo pensando? Son cosas que uno debería pensar antes. Nunca se sabe si tendrá que compartir su espacio con un piano robado. A veces nos dejamos llevar por gestos improvisados, totalmente ajenos a la racional planificación. Disfrutaremos mucho este piano y yo, no ha sido algo planeado, ocurrió sin más, fue un encuentro azaroso. Yo no quería pero ocurrió. Lo cuidaré siempre, estaré a su

lado de forma incondicional. Acabaremos estableciendo un lazo del todo definitivo. En la vida hay que estar abierto a cosas como ésta. Nunca sabe uno cuando va a robar un piano de cola. No se prepara uno para algo así. Pero si nos ocurre hay que ser flexible y dejarle sitio en el salón.

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CONTRAPORTADA

El coloquio de los perros

VIAJE A ITALIA En todo viaje que vamos a realizar existe un previaje que coincide con unos cuantos días anteriores al viaje. En este previaje quien viaja son los nervios y en la mayoría de los casos la ilusión, esa maleta que pesa poco y engaña a las maquinitas de los aeropuertos. Son unos días donde los preparativos no cesan, se cuenta y se recuenta muchas veces todo lo establecido para el viaje: los billetes, dinero, tarjeta, móvil, ropa, direcciones… ¿Has preparado la bolsa de aseo? ¿Seguro que las llaves van dentro de la maleta? ¿En dónde has puesto el cargador del móvil que no lo veo? Estas son algunas de las preguntas más corrientes que realizamos cuando el viaje toma tintes de inicio.

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Cuando el motor del coche se pone en marcha, arranca el viaje. Este viaje que nos ocupa nos lleva a Italia, esa bota donde he puesto dos veces el pie y ésta sería la tercera vez que me la calzaba. El Mercedes C-220 tomó dirección a Sevilla, una carretera que tanto conoce el coche por el trabajo de su dueño y amigo José Luis Baños y por esa disponibilidad que su dueño tiene hacia sus amigos. Llegamos al aeropuerto de Sevilla con unas horas prudentes para que los nervios no tomaran partido. A pesar que los aviones “corren” muchísimo, los viajeros que van a cogerlos llegan mucho antes que estos. Los que no pisamos los aeropuertos de una manera asidua solemos encontrarnos incómodos en ellos. Hacemos un uso desmesurado del reloj, las maletas y el equipaje son un lastre para movernos, hasta que estos se facturan después de la típica cola de facturación.

Por Ángel Márquez

Después de la facturación y de comprobar que las básculas no nos han engañado con el peso, nos toca el embudo del embarque. Otra vez los nervios se ponen en plena forma simplemente por realizar la mitad de las acciones que todas las noches hacemos antes de ducharnos o acostarnos con una tranquilidad autómata de la que carecemos en los aeropuertos, incluso a sabiendas de que el avión se encuentra aún por esos aires de Dios y que el tiempo lo tenemos en nuestras cartas. Pasado este angosto trámite estamos ya preparados y en cola para subir al avión. Como reto queda el trámite del volumen del equipaje de mano, esperando que entre en las medidas establecidas, que el retraso sea el menos posible y que, como ocurre casi siempre en los últimos minutos, no nos cambien de puerta de embarque haciendo que la cola se desplace como una veleta con un viento farragoso y traidor. Tengo la sensación que todos estos periplos que un viajero sufre en un aeropuerto llevan como fin el que una vez en el avión, hasta los que a ellos le tienen

miedo, se encuentren relajados. Una vez pasada la última puerta, nos esperaba otra sorpresa. En una escalera metálica y encajonada en paredes metálicas esperamos otros veinte minutos más hasta tomar el avión. Si los nervios dejaron de viajar, ahora quienes viajaban eran las gotas de sudor que recorrían nuestras caras y nuestras espaldas, viaje que no podían impedirlo unos exiguos abanicos y algunas hojas de papel. Pasado este tiempo se abre la puerta y en nuestro pensamiento se dibujó un “por fin” acompañado de exclamaciones, pero como incautos viajeros nos esperaba otro cominito de sorpresa: otra retención de diez a quince minutos en plena pista y bajo el famoso sol sevillano de finales de junio, con un calor ideal como adorno para algunos chistes. Cuando subimos al avión tuvimos que ser muy creyentes para aceptar que ya nos encontrábamos dentro de ese supositorio grande y metálico que es un avión. Las dos horas de vuelo de Sevilla a Roma se desarrollaron sin incidencias y en consecuencia sin paradas en el aire.


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