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ATRAPADOS POR LA GUERRA

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AUTO JUDICIAL

AUTO JUDICIAL

Dra. Ganna Katoula Artymovych

Impotente por no poder socorrer a sus compatriotas, entre ellos sus abuelos, la Dra. Ganna Katoula Artymovych, MIR de Medicina Familiar y Comunitaria en el Hospital Vega Baja, alerta de otro impacto de la guerra como son los rebrotes y las enfermedades ‘de trinchera’ con sus consecuencias a corto, medio y largo plazo.

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El protagonista de este artículo es Ucrania, mi tierra natal. Un país por el que estoy padeciendo, igual que muchos de mis compatriotas, desde la distancia. Un país al que han dejado huérfano y traumatizado, amputando su potencial de crecimiento. Aquellos que han tenido la suerte o la desgracia de vivir más años, como mis abuelos y que han sufrido los estragos de la SGM, la disolución de la URSS, la hambruna del Holodomor 1932-33, hoy se encuentran atrapados y dolidos en su país atizado por la guerra, sobre todo por la falta de memoria histórica. Ellos han sido testigos de cómo Ucrania ha pasado de ser uno de los países con mejores marcadores de salud en Europa en los años 70 del siglo XX, a sufrir uno de sus mayores declives en materia de salud y bienestar. Y es que como país en vías de desarrollo que es, lleva afrontando desde hace décadas importantes desafíos, entre ellos, el fuerte envejecimiento de la población, la epidemia de enfermedades crónicas, el aumento de factores de riesgo y ambientales (incluyendo Chernobyl), mayores resistencias microbiológicas, cambios demográficos, el Covid-19 y por supuesto la actual crisis propiciada por la guerra, que ya se ha cobrado la vida de más de 2.000 civiles (siendo el número real mucho mayor) y ha movilizado más de 5 millones de refugiados por la guerra.

Impacto sobre el sistema de salud

El Covid-19 en Ucrania ha pasado a un segundo plano por la guerra, no habiendo en la actualidad estadísticas reales sobre su situación epidemiológica. Paralelamente, han reaparecido casos de herpes, hepatitis y otras enfermedades respiratorias infecciosas. Se ha paralizado el seguimiento, las vacunaciones y la entrega de medicamentos por problemas de logística. Hablamos tanto de daños directos derivados del combate en vidas e infraestructuras, así como de daños colaterales continuados en el tiempo por problemas de salud postGuerra, en forma de descompensaciones de patologías crónicas, retrasos en diagnósticos y tratamientos, etc.

Las infraestructuras sanitarias deterioradas, sumadas al declive económico del país, los problemas del almacenamiento de productos, el

éxodo rural (menos adaptado) y sanitario (por el conflicto bélico) agravan aún más la situación. Se han constatado casi mil centros de salud en zonas de peligro, así como las carencias de suministros y recursos en los hospitales.

Al mismo tiempo, resulta cada vez más inminente la próxima pandemia de salud mental, propiciada tanto por problemas directos (estrés postraumático, violaciones, ansiedad, depresión) como indirectos (traumas infantiles intergeneracionales, disrupción familiar y laboral de los refugiados, disonancias cognitivas en los afligidos). En tales circunstancias, no es descabellado imaginar un agravamiento por alcohol, drogas o tráfico ilegal. Los grupos más vulnerables, como niños, ancianos, embarazadas y militares, afrontan mayores dificultades.

Migración e infecciones

Las condiciones de hacinamiento e insalubridad de los refugiados son un caldo de cultivo para las enfermedades infectocontagiosas como el cólera, enfermedades diarreicas, poliomielitis, así como las plagas respiratorias como el COVID-19, la neumonía y la tuberculosis.

En los últimos años, el Ministerio de Salud ucraniano había logrado avances en el control de estas epidemias, incluido un descenso del 21% en infecciones por VIH y del 36% en tuberculosis (TBC) desde 2010. Sin embargo, existe el miedo de que estos patógenos resurjan. Solo en marzo de 2022, se registraron 779 nuevos casos de VIH y 1.522 casos de TBC multirresistente (con mayor afectación masculina).

Asimismo, durante los meses de frío, junto a la hipotermia sufrida en lugares de refugio no acondicionados, también han aumentado los casos de infecciones gastrointestinales por Rotavirus, multiplicando el riesgo de deshidrataciones severas en niños.

Desde el inicio de la temporada epidémica, se registraron 7.167 pacientes con gripe y 9.889 pacientes con SARS-Cov. En cuanto a la poliomielitis, sólo alrededor del 80% de los niños ucranianos fueron vacunados en el año 2021. A esto hay que sumar la baja cobertura de vacunación contra el sarampión, interrumpida por la guerra. Ucrania ha sufrido en los últimos años los peores brotes de sarampión ocurridos en Europa en décadas. Solo entre 2017 y 2019, más de 100.000 personas enfermaron en el país, en su mayoría niños.

En la misma línea, cabe destacar que en la guerra se dan todos los condicionantes por los que las personas y sobre todo los militares deberían vacunarse contra el tétanos como son: lesiones con violación de la integridad de la piel y mucosas, congelación y quemaduras, necrosis de tejidos, abscesos, mordeduras, partos o abortos fuera de las instituciones médicas.

Otro temor consecuente de la guerra sería el posible uso de armas biológicas y bioquímicas, que Rusia lleva desarrollando desde la URSS, por su fácil transmisión y mortalidad.

Contaminación por la guerra

Paralelamente, nos estamos exponiendo a la contaminación de la guerra por los numerosos bombardeos de infraestructuras, tales como depósitos de combustible, oleoductos y gas. Se genera así humo y materiales nocivos para el medio ambiente y para las personas a través de las enfermedades por depósito. También se han bombardeado barcos y puertos, como los de Pivdenny u Ochakiv, en las inmediaciones de la Reserva protegida de la Biosfera del Mar Negro.

Finalmente, y más allá de lo esperable, hemos visto cómo los efectos de la carga radioactiva en Chernóbil fueron menos perjudiciales para la naturaleza que el propio ser humano, regenerándose las zonas más contaminadas en apenas 30 años. Al alejarnos del área, hemos permitido que la naturaleza regrese, minimizando nuestro impacto. Lo mismo deberíamos plantearnos con la guerra, que es sin duda una fuente de miseria en todos los sentidos. Podemos resurgir en las condiciones más adversas, dejando de ser destructivos y priorizando la salud que, frente a todos los valores del mundo, es el que siempre prevalecerá. Y es que, como decía Sócrates, la salud no lo es todo, pero todo sin salud no es nada. ¿Por qué, entonces, no dejamos a la vida florecer?

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