miento opera desde distintos registros sociales, culturales y educativos.
Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña|Tercera Serie|Número 5
Aunque se promueve a menudo un discurso de la multirracialidad, lo que ocurre es más bien un proceso de re-racialización (Ramos, 2003). O bien, como manifestó Franz Fanon (1967), más radicalmente, a finales de la década del sesenta: “el racismo genera construcciones psicológicas nocivas que ciegan al hombre negro al sometimiento de una norma blanca universalizada y alienan su conciencia” (1). Por su parte, Duany (2005) postula con relación a los puertorriqueños: “la negación de lo negro tiene sus raíces en una larga historia de discriminación racial contra las personas de origen africano en Puerto Rico” (184).
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Por ende, la indefinida raza y la importancia que se le asigna a la pigmentación de la piel de los individuos continúan constituyendo la forma de construir los discursos y representar las relaciones entre los individuos. Y aunque hayan resignificaciones como plantea Flores (1993 & 2000), las divisiones permanecen por la herencia de la educación que día a día se recibe, pues como promulgó Neal (2002) no son los Negros los que escriben la historia. De ahí que los estereotipos e insultos se retransmitan generacionalmente (Delgado, 2000). Por ello, el “color-blind” y el “nonconsciousness of race” (Gotanda, 2000) son meramente otra forma de no reconocer y seguir negando el racismo (Dulitzky, 2005). El discurso del “nonconsciousness of race” (Gotanda, 2000) en el fondo confirma la inequidad racial. De acuerdo a Cornel West (2001), se perpetúa la idea de que los Negros se destacan por ser víctimas y victimarios de la violencia por ser los principales consumidores de drogas, convictos y ejecutados en la silla eléctrica por pertenecer al más alto nivel del desempleo que agudiza la inequidad de la riqueza y por poseer el mayor
número de casos de mortalidad infantil, educación especial y depresión. A pesar de ello, reconoce que ha habido un incremento por parte de los negros en puestos de envergadura. West (2001) coincide con múltiples investigadores sobre la visión generalizada que se tiene de los seres humanos de raza Negra al señalar lo siguiente: Los mitos ofrecen criaturas distorsionadas y deshumanizadas cuyos cuerpos -color de la piel, la forma de la nariz y los labios, el tipo de cabello, el tamaño de las caderas- están ya distinguidos de la norma blanca de la belleza y cuyas actividades sexuales temerosas se consideran desagradables, sucias, o cobardes y menos aceptables (120). Para Jossianna Arroyo (2010): Aunque la raza es silenciada por discursos tradicionales y hegemónicos de la democracia racial que niegan la presencia del racismo en Puerto Rico, en la diáspora, y en Puerto Rico, los puertorriqueños y los latinos en Estados Unidos actualmente están remodelando estos imaginarios de raza en términos sociopolíticos y culturales (197). Según la autora: La música en particular, y otros géneros Afrodiaspóricos de expresión y su representación en el folclor proporcionan espacios para la identificación, alianzas y conexiones que van más allá de las fronteras nacionales en la experiencia de otros grupos, como los afroamericanos y otros latinos (199). La teoría crítica de raza plantea que no se necesita a un individuo racista para que haya racismo, la sedimentación institucional y cultural es suficiente condición de posibilidad. En marzo de 2012, durante la presentación del libro: Musicalizando la raza. La racialización en Puerto Rico a través de la música (2012), el antropólogo Jorge Duany manifestó: