Club #53: Perfección Sublime

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CARACTER

carlos flores león-márquez fotos: cortesía de eduardo sitzer

Eduardo Sitzer

El ilusionista Edward Holden Sitzer es un niño perpetuo a quien le gusta jugar con objetos. Ve una sala vacía, y ya quiere plagarla. Lo llevan a un jardín de extensiones primitivas, y se antoja de tender alfombras para montar una mansión completa. Y si la cita es a la orilla de la playa, entonces este gran jovencito de pupilas azules se empeña en acumular muchos, muchos marcos para recrear un salón de espejos. En cuanto a su acento, éste es híbrido, caraqueño, estadounidense; el tono de voz siempre surge apacible pero alegre, y a menudo siembra sus conversaciones con palabras anglosajonas bien pronunciadas. Nunca está quieto en ningún lugar: baja las escaleras, las sube de prisa; susurra una orden, emite otra; agarra las velas por su cuenta, las ubica, las manda encender al momento justo… nada se escapa de su campo visual, como tampoco nada pasa sin que él haya sabido que iba a pasar. Debe ser por eso que cualquiera de las preguntas formuladas para este perfil fueron respondidas de forma muy escueta: ha entregado tanto para la felicidad de los demás que es como si de continuo velara por quedarse con algunas reservas de energía, de vitalidad, de pasión para los suyos y para él mismo. Pero también pudiera ser que se siente tan pleno que teme herirnos con semejante inmensidad, o que prefiere –en una suposición con lugar común– que sean sus atmósferas las que hablen en voz alta. Muchacho tremendo pero tímido, como lo definen sus compañeros de trabajo, este connotado diseñador de espacios (“decorador” le quedaría pequeño) nació en Caracas un diez de febrero de 1963. De su infancia dirá que fue sensacional y muy divertida; de su adolescencia, buenísima,

llena de experiencias y aprendizajes; etapas desde las que sentiría un llamado de atención por la naturaleza y la belleza, al que más temprano que tarde terminaría entregándose de lleno. También admite que hubo valores familiares, como la perseverancia y el respeto al trabajo, propio y ajeno, que influenciaron esa sensibilidad por las expresiones artísticas; sin obviar los binoculares invisibles que tenían incorporados sus padres a través de los cuales pudo obtener una mirada dimensionada de la vida. “De ellos puedo contar que tienen mundo, y que siempre ven más allá de lo que comúnmente ve la mayoría de las personas”. De la Caracas donde nació, “que su gente sigue siendo gente”. De lo que estudió, que fue de todo un poco, que le ha servido inmensamente en el desarrollo de su [exitosísima] actividad profesional. Primero fue “Espacios Verdes”, la razón social desde la que pergeñó vibrantes diseños de jardines; en parte empujado por sus amigos, en parte hobby, y en parte como respuesta natural al escozor por la estética que llevaba dentro. Luego se rindió al apetito de la curiosidad, experimentó cuanto pudo, y terminó haciendo todo tipo de creaciones para las altas esferas de las ciudades alfa del país. Que cuál ha sido la fiesta más espléndida y fastuosa que ha decorado, y cuál la más sencilla pero más bella, precisará con el encanto de un sabio: “Todas son bellas y tienen sus matices; pero es como cuando le preguntan a un padre cuál es el más bonito de sus hijos, que contestas: ¡todos!”. ¿Aprendizajes en estos años de carrera? “Que nada es fácil y hay que ser constante”. ¿Cualidades que debe reunir alguien para pretender ser un buen diseñador de celebraciones? “Ser flexible, buen oyente y lo que el


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