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La invención de las vacunas: desde Edwar Jenner hasta Ugur Shain

Aún recuerdo perfectamente el asombro, fascinación e inspiración que me causó a mis 16 años la lectura del libro Cazadores de Microbios escrito por el médico, bacteriólogo, escritor y novelista estadounidense Paul de Kruif, en especial el capítulo V, “Pasteur y el perro rabioso” puesto que fue aquí en donde por primera vez pude entender de manera incipiente cómo funciona una vacuna no solo por el ejemplo de las gallinas y el cólera sino por el famoso experimento de inyectar el virus atenuado de la rabia en el cerebro de los perros, hecho que fue el punto de quiebre para que el 6 de julio de 1885 (fecha que recuerdo perfectamente porque es cercana a mi fecha de nacimiento y por supuesto que lo digo en términos del día y el mes) por primera vez en el mundo un ser humano recibiera una vacuna contra el virus de la rabia, situación que además de extraordinaria por lo que representaba para la ciencia de la investigación y desarrollo de medicamentos, lo fue también por el magnífico resultado que tuvo en ese niño de 9 años de edad que había sufrido 14 mordeduras de un perro con rabia: salvarle la vida. Sin embargo, mi asombro y fascinación me llevaron a la intriga, al interés, a una pregunta, la pregunta que sin duda influenció por tercera gran ocasión en mi decisión de mantenerme cercano al mundo de los medicamentos, ¿Por qué se llamaban vacunas?, y fue en este mismo libro, donde afortunadamente encontré una pista, un apellido, el apellido que me llevó a responder esta pregunta, Jenner y su “vacuna” contra la viruela.

Un científico y médico inglés, Edwar Jenner, nacido en 1749 (73 años antes que Louis Pasteur) sería el responsable de este nombre que hoy en día seguimos utilizando para referirnos a esos “medicamentos” que nos ayudan a prevenir enfermedades infecciosas, evitar sus cuadros graves y desenlaces mortales debido a las investigaciones que realizó de la viruela que se presenta en vacas, en otras palabras, la viruela vacuna. Suceso que mostró cómo el exponernos a un diferente tipo de virus para una misma enfermedad podría protegernos y nuevamente salvar vidas. La viruela vacuna nos protegió de la viruela humana, por lo que fue gracias a este trabajo realizado por Jenner en el siglo XVIII, que un siglo después en honor a aquél científico inglés, Pasteur llamaría a su descubrimiento para salvar vidas a consecuencia del virus de la rabia, vacuna (del latín, vacca).

Fue justamente a partir de los trabajos e investigaciones de Pasteur que en el XIX comenzó la gran revolución en materia de investigación y desarrollo de las vacunas, misma que a manera de resumen comparto en las siguientes líneas:

AÑO ENFERMEDAD

1887 Fiebre tifoidea, bacilos vivos

1888 Fiebre tifoidea, bacilos muertos

1892 Peste

1922 Tuberculosis

1923 Difteria

1923 Tos ferina/Pertussis

1932 Fiebre amarilla

1937 Gripe/Influenza

1954 Poliomielitis

1963 Sarampión

1966 Parotiditis

1967 Enfermedad neumocócica

1968 y 1971 Meningitis (Tipo A y Tipo C respectivamente)

1969 Rubéola

1970 Infección por Haemophilus influenzae

1973 Varicela

1976 Hepatitis B

1987 Meningitis (Tipo B)

1991 Hepatitis A

1998 Rotavirus

2006 Virus del Papiloma Humano

2009 Gripe/Influenza A (H1N1)

2012 Hepatitis E

2019 Ébola

2020 COVID-19 (Enfermedad por el nuevo coronavirus)

Como podemos anticipar, al menos decenas de científicos son los que han participado en este proceso de descubrimiento y desarrollo de nuevas vacunas, científicos a los que les debemos no solo una mayor expectativa de vida sino también calidad de vida, porque es gracias a las vacunas que se lleva a cabo la recreación de la enfermedad sin tener que enfermarnos y es ahí donde nuestro sistema inmune comienza a trabajar para protegernos ante los futuros embates o contactos que podamos tener con esos agentes infecciosos en su forma salvaje, virus o bacterias principalmente, formas que como ya he mencionado al inicio, no solo nos pueden enfermar, sino además pueden hacernos pasar muy malos ratos por sus formas graves, incluso mortales y para aquellos que pueden superar la enfermedad en caso de no estar vacunados, les puede llegar a tomar meses para poder recuperarse no de la enfermada per se, sino de las secuelas que puede generar a consecuencia del curso de dicha enfermedad, secuelas como las que se han documentado hoy en día por la desafortunada pandemia por el nuevo coronavirus, SARS-CoV-2, causante de la enfermedad denominada la COVID-19.

Sería injusto solo hablar de las diferentes vacunas desarrolladas en los últimos 4 siglos, sin mencionar cómo estas vacunas han sido mejoradas a través del tiempo, no solo en términos de la protección que nos pueden conferir, sino también en términos de lo innovador que puede ser el mecanismo a través del cual nos protegen y en consecuencia la tolerabilidad y seguridad que las mismas nos otorgan.

Las vacunas llevan a cabo la simulación de la enfermad sin enfermarnos a partir de contener:

a) al microorganismo infeccioso, pero atenuando (vacuna contra rabia o el sarampión);

b) al microorganismo infeccioso, pero inactivo (vacuna contra la gripe/influenza o la poliomielitis);

c) algún componente o fragmento del microorganismo infeccioso, como proteínas o partículas similares al virus (vacuna contra tos ferina o la meningitis);

d) algún componente o fragmento del microorganismo infeccioso, como proteínas, que pueden ser transportados por un virus inocuo (vacuna contra el ébola);

e) material genético del microorganismo infeccioso, ADN o ARN (vacuna contra COVID-19).

La siguiente pregunta tal vez sería ¿cómo es que las vacunas activan nuestro sistema inmune?, la respuesta es la misma para cualquier tipo de vacuna: actúan como antígenos, es decir, nuestro organismo identifica al microorganismo infeccioso atenuado o inactivado a su componente o fragmento, o inclusive material genético (que provee instrucciones para generar posteriormente el antígeno), como algo ajeno o extraño que es capaz de producir una respuesta inmune, misma que desencadena una respuesta humoral y celular del organismo, mediante la formación de anticuerpos que van a actuar neutralizando o facilitando la fagocitosis de los agentes infecciosos específicos, donde las células B y T, mejor conocidas como linfocitos, son las responsables de este proceso.

Me permitiré explicar el mecanismo de acción de las vacunas que utilizan el material genético del microorganismo infeccioso, ADN o ARN por ser aquellas consideradas las de mayor innovación en nuestra época actual y las que fueron autorizadas por primera vez en el mundo para la inmunización contra el virus del SARS-CoV-2. Estas vacunas, a diferencia de las otras tecnologías o plataformas, como tal no incluyen el antígeno, pero contienen las instrucciones para que una vez que ingresan a nuestro organismo, las células sean capaces de leer estas instrucciones y ellas mismas puedan producir el antígeno, que para el caso del SARS-CoV-2 es la famosa proteína de la espiga o “spike protein”; a partir de aquí nuestras células producen copias de este antígeno (proteína viral) y son expulsadas al exterior de la célula para que nuestro sistema inmune reconozca a estos antígenos, generados al interior de la célula, y comience la tan esperada y anhelada respuesta inmune.

Y con esta explicación podré finalmente abordar la aportación que dos científicos y médicos alemanes, hijos de inmigrantes turcos, hicieron en materia de la primera vacuna aprobada en el mundo contra la COVID-19, vacuna que utiliza la tecnología de ARN mensajero (ARNm); el Dr. Ugur Sahin, junto con su esposa y colega Dra. Öezlem Türeci, a diferencia de lo que pudiésemos suponer, su área de especialización e interés primario no fue el de las vacunas contra enfermedades infecciosas como la COVID-19, sino el estudio del sistema inmune como el aliado clave que permitiría hacerle frente al cáncer, estudiando y comprendiendo la composición genética de cada tumor, buscando así desarrollar un variado arsenal de herramientas de inmunoterapia contra el cáncer; fue así como en el año de 2008 fundaron BioNTech. El desarrollo incluía al ARNm, que es capaz de enviar instrucciones genéticas a nuestras células para que nuestro sistema inmune logre reconocer a estas células generadoras de cáncer como si fueran un virus que ingresa a nuestro cuerpo, de tal manera que el sistema inmune las pueda eliminar. Por lo tanto, con este método desarrollaron la vacuna contra COVID-19. Funcionamiento de la Vacuna de ARNm:

1. Se toma parte del código genético del virus, en este caso el ARN del tipo mensajero, que es quien le provee a la célula de instrucciones.

2. Se recubre este material genético con un lípido (ALC-3015, ALC-0159, DPSC y Colesterol) para que esto faculte el ingreso a la célula.

3. Se inyecta, permitiendo el ingreso de la vacuna a las células, dando la instrucción de producir la proteína de la espícula.

4. La proteína viral producida sale de la célula y se activa la respuesta inmune, mediada principalmente por los linfocitos B y T.

Y es así como la ciencia del desarrollo e investigación de medicamentos en este siglo XXI sin duda nos ha permitido no solo maravillarnos con sus capacidades e innovaciones, sino también nos ha legitimado el beneficiarnos con sus bondades, que no hacen distinción entre razas, edades, estatus o geografías. Hoy las vacunas nos siguen mostrando el valor que tienen en la humanidad, valor que va más allá del “efecto protector”, valor que se traduce en esperanza, valor que nos brinda la posibilidad de mantenernos sanos y nos regresa la confianza a la vida. Salgamos a vacunarnos.

QFI. Josué Bautista Arteaga

Farmacovigilante de corazón y convicción y presidente de la Asociación Mexicana de Farmacovigilancia, A.C.