Pascua de la Fraternidad El ejercicio de su animación en la Provincia transcurrió a un ritmo sereno, sin prisas, sin arrebatos, logrando apaciguar algunos aires que aún se respiraban por las teologías que buscaron hacerse espacio en la geografía de la Provincia. Como expresado, la formación teológica en el país teutón, marcó su gusto por la liturgia, que en la observancia de las rúbricas resaltaba la solemnidad de las celebraciones. Era consabido qué en las reuniones provinciales, él marcara las pautas litúrgicas en las celebraciones eucarísticas. Además de lo reseñado, este texto que va llegando a su final, no puede dejar de mencionar el gran espíritu de anfitrión que tenía; en sus mejores años, no había ágape fraterno que no fuera amenizado por su humor y alegría. Me permito cerrar este escrito con una anécdota personal vivida con el P. Adolfo: era el mes de julio de 1984, el 2º año de su ejercicio como provincial y a un mes de que yo profesaría por primera vez, junto con mis siete compañeros de noviciado. Por cuestiones de animación provincial se encontraba visitándonos en el noviciado en la ciudad de Guadalajara, y de cara a lo que significaba emitir por primera vez los votos religiosos, y ante la falta de indumentaria adecuada de la mayoría de los que éramos novicios, espontáneamente se convirtió en el “padrino de indumentaria” de todo el grupo de noviciado 1983-1984.
MOSAICO VIVO
P. MACARIO SÁNCHEZ VARGAS, cmf Por P. Martín Montoya García, cmf
17 noviembre 1937 - 23 febrero 2016 El 23 de febrero del 2016, estando en la Casa de recuperación “Marcelino Gallardo”, fuiste llamado a la Casa de Dios Padre. Motivado por la estima y la admiración que te tuve y conservo, a continuación, destaco algunas virtudes que, a mi parecer, reflejan parte de tu personalidad (el amigo feliz). Misionero Alegre ¡Padre Macario, Maco con cariño, ¡cómo olvi dar tu rostro misionero! Siempre irradiaste alegría, siempre te caracterizó el buen ánimo; fuiste un 72
misionero feliz en todo lugar y circunstancia de la vida. Las crónicas de nuestras casas, donde fuiste enviado, mantienen viva tu memoria; ellas nos cuentan que fuiste un hombre de palabra elegante,