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Jhony Gallego (Mandrágora

114 Barrio último rincón de resistencia

se reconoce en la soledad y silencio de la noche, ese silencio que tanto le inquieta y al que le cuesta llegar en medio de las atrocidades y epifanías que rondan su cabeza. Ella sabe muy bien, como lo saben los poetas de carne y hueso, aquellos que crearon su obra a la intemperie, que la noche avanza/sobre un rostro/ que adivino el mío. Tal vez porque en la noche el poeta se encuentra con su verdadero rostro. Pero en ella, al igual que a Amsky le sucedía con Rusia, los campos y ciudades de este país amnésico sacuden sus emociones, es cuando el oficio le pide a gritos darle a eso que sabe hacer, y escribe cosas tan de ella como tan de su país: Quedo/como los pueblos fantasmas de mi patria. Y ante los fenómenos rudos de Colombia, que se han ido normalizando porque nuestros oídos y retina se han acostumbrado, con el paso de las noches y de las violencias que se relevan vicariamente sobre los campos y barriadas de Colombia, a morir y desfallecer, los colombianos nos sostenemos en un mutismo, una forma de negar el delito que se comete con la vida; además La sangre corre como un río/por tus calles, Marta habita la ciudad que agoniza y la que elucubra, la que padece y la que se emociona, ambas ciudades en una sola disputándose la perspectiva de su poesía. Tampoco nos puede ser permitido analizar a la poeta desde una perspectiva académica. Cuando la conocí en la facultad de educación de mi universidad, comprendí con un solo discurso el objetivo y la búsqueda del curso que dirigía y lo vuelvo a comprender cuando leo: Las niñas reclaman su alegría/tú Medellín/ les ofrendas tu indiferencia y Hoy no hay temor de ser/ cuando ayer/ fuimos la muerte. A los poetas solo se les puede medir con el rasero de la carne y allí todos somos traficantes de algo, de cualquier elemento físico o etéreo que ha caminado siempre con nosotros, un elemento trascendental desde el que definimos la vida y nos aferramos a ella, y le encontramos cierto valor, a la vez que cierto desprecio, un elemento que, finalmente, solo procura simbolizar con nosotros y establecer un punto fijo para referenciar o nombrar el caos desde el que hemos venido floreciendo, por ello Andamos solos en el laberinto original, le cantamos a la ciudad y ese canto es también plegaría.

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PT: Agradezco a mi profe Marta por “elegirme como salvación de sus versos”.

Jhony Gallego (Mandrágora)

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