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UN SUEÑO SIGUE VIVO
Barrio último rincón de resistencia 83
La zona Noroccidental de la ciudad de Medellín puede distinguirse por el movimiento artístico. Desde la década de 1970; el Centro artístico de Castilla (CAC), el movimiento artístico del Colegio Ricardo Rendón Bravo, el del Alfredo Cock y el CASD; las tertulias artísticas, el punk, las bibliotecas rodantes y populares. Desde la década de 1980; las comparsas, los zanqueros, el teatro, los títeres. Fueron haciéndose fuertes, se tomaron la calle y dieron vida a Inventario de Sueños, el teatro más pequeño del mundo, y a Barrio Comparsa.
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Allí estuvo ella. Siempre al frente, siempre dispuesta, siempre altiva, siempre REBELDE. Soraya Cataño, lideresa, artista, activista estudiantil y militante política, ella creyó desde siempre en el arte como posibilidad de cambio y transformación. En diciembre de 1991 fue asesinada, se dice que por las fuerzas militares estatales. Ya para esta época la cosa se había puesto “maluca”, se había incrementado la persecución política, se asistía al asesinato y exterminio de muchos militantes de organizaciones políticas.
Muerta Soraya, la gallada de la 69, un grupo de amigos del cual ella hacía parte, y que se reunía en Inventario de sueños o en aquella piedra, seguía encontrando allí los lugares precisos para soñar y cambiar el mundo. Aún con miedo, continuaron su camino, trasegaron las calles de esta ladera e hicieron enamorar a los jóvenes de la música, las quenas y las zampoñas.
06 de noviembre de 1996: el maquillaje se hace espeso en los cuerpos, la vaselina mezclada con polvos platas y dorados, que duraría impregnada unos días, permitió vestirse de fiesta para tan importante homenaje. Una cometa gigante, con forma de luna, con forma de sol, abre el desfile; zanqueros, danzas, fuego… cubren la carrera 80, es la fiesta de la Luna Sora, que daría inicio al sueño colectivo.
Primero, un espacio de 2 x 2 mts. para guardar los zancos y las espumas. Después una casa, arroz con leche, salpicones, no hay plata. Una pieza, de 3 x 4 mts., zancos, instrumentos, gabinetes, 30 o 40 personas. Vino el sueño de tener lo propio, cartas, negociaciones, reciclaje, más salpicón, sanduches, retazos de tela, espuma, pintura, bombos; nace la casa de la cultura. Exprópiese el lugar a los propios, divagar, llorar, morirse de la rabia, no tener padrinos políticos, obligarnos a salir. La acogida,
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velas cada noche, ensayos a oscuras, vino la luz, la música, la danza, el maquillaje, hasta el día de hoy, energía a un nuevo lugar, bazares, mercados de las pulgas, amigos, solidaridad.
Es incontable la cantidad de gente que algún día escuchó, vio, sintió, y no se enamoró. Somos muchos y muchas los que recorrimos las calles de la comuna, de la ciudad, en zancos, con nuestros rostros pintados, bailando al son de un “Con una luna, con un sol, con mucha alegría desde el corazón, esta es, comparsa Luna Sol” o un “¡Vamos a unirnos con un grito!, ¿por qué?, ¿por qué?, porque la unión hace la fuerza, y la fuerza, la libertad”, sin saber que estábamos evocando aquella época y cantos de los 80, del maestro Guillermo Rúa y sus indignados poemas. Los hijos de Luna Sora han permitido que durante 23 años su sueño continúe vivo, revolviendo las calles, haciendo que la solidaridad tome prestado el rostro de niños y niñas, jóvenes y adolescentes para creer en el amor, en el arte, en la comunidad.
Allí crecí, me hice mujer, me hice profesional, me hice humana. Visitar las empinadas laderas de Manrique, conocer la pobreza de Versalles, la violencia de Granizal, marchar por la paz, cantar por la justicia y la dignidad, me permiten hoy, desde otros lugares, seguir con el sueño rebelde y mantener viva la posibilidad de trasformar.
Luna Sol recoge la historia de lucha de mujeres y hombres que exigieron a esta ciudad que no se siguiera asesinando a sus jóvenes, que reivindicaron la justicia y la libertad; recoge la historia de muchos y muchas a quienes no les alcanzó la fuerza de los instrumentos para continuar; la historia de los que ya no están, de los que siguen y de los que continuarán. Ya son más de cinco generaciones que hemos encontrado en Luna Sol una escuela, una familia, un hogar.
La Negra, Natalia Cristina Marín Pineda Internet tiene la capacidad de darnos voz a muchos de los que nunca nos hemos atrevido a hablar.