Resonancia El Velo García

De tan delgada bruma

Claudia Huergo

Texto de Claudia Huergo para la presentación de El velo negro de Anny Duperey Fotografías de Lucien Legras Marzo de 2022 © Cielo Invertido Ediciones @cieloinvertido_ediciones cieloinvertidoediciones@gmail.com

De tan delgada bruma Un sueño, una pesadilla que se repite que casi puedo manejar.

La impenetrabilidad de los vivos la compañía de los pequeños objetos los rincones propicios los cajones las cajoneras la poca luz.

Los que todavía no tienen ese miedo, la voluntad de vivir o al menos, de no morir.

El ronroneo de una máquina de coser las cosas que se fabrican en casa la vida tribal la casa caliente.

Eso que dejé.

Ignoro todo incluso, el año de su muerte.

Después que la dejé, siguió viva.

Borré su existencia con mi olvido.

Ignoro todo a quién pertenece el velo negro la decisión de trasponer el umbral.

La sombra se extiende también sobre esos meses la brutalidad de nacer de nuevo, sin ellos.

He debido luchar, jugar con violencia.

Debía ser aún demasiado peligroso descansar.

Ante la monstruosidad de mi indiferencia, la trampa del gesto del otro, su impaciencia por despertar el dolor el momento propicio para caer.

Sobre mi cama, una foto su imagen entrando en mí, en mí, la desesperación.

Hacer sentir, eso que hacen los muertos.

Ella preparó su golpe, eligió la foto esperó el efecto.

Entonces, pudo amarme.

Entonces, me salvó.

De tan delgada bruma comprendí, de golpe

treinta años.

Los muertos en mí, yo en medio y ellos en mí.

Y moverse, de nuevo hacia un tiempo ordinario: la casa, las cosas.

Y seguir.

Cerrar filas al dolor, y seguir.

Empujar al futuro, ciega.

Y seguir.

La vida contra la muerte.

Y seguir. ¡Hagan llorar a los que quieren ignorar! ¡protéjanlos del silencio que envenena!.

Antes de su muerte yo ya era eso: esa cara intemporal donde el ser ya está concentrado una figura infantil, y dentro, todas las edades.

Después, la segunda separación.

Repartir lo que quedaba: mi hermana y yo.

Partes sobrevivientes a la desaparición un sentimiento de gemelidad lo más parecido a mí en el mundo.

Lo que nos estaba prometido: un punto de unión muerto tejiendo la separación.

El dolor no acerca a las personas cada quien sufre por sí mismo el miedo de ser menos amado.

Entonces, la mentira.

Los detalles ilógicos, la información contradictoria.

Las madres no ríen desbocadas, indecentes: ¡hagan lo mejor posible, que de todos modos, estará mal!.

Todas las casas que se dejan los veranos pasados el reverso del decorado feliz.

Podría ir hacia la casa pero ella se aleja.

Un auto me lleva.

La lejanía y la lluvia diluyen los detalles, la memoria.

La casa es una cáscara vacía y silenciosa.

Algunas manzanas olvidadas pudriéndose sobre la rejilla de la despensa.

Todo habrá terminado la casa desaparecerá de mí y yo de ella.

Después de la curva

un segundo vacío como una segunda muerte.

Nada más que dejar nada que ver morir.

Entonces, no te mueres.

Un mirar hacia adelante lo traga todo la destrucción, un nacer morir.

Entonces, me encerré y no me atraparon más.

Aprendí de las trampas de las visitas y las evocaciones.

Una vigilancia como segunda naturaleza, un doble.

Entonces, una segunda trampa el amor un estar a merced una cita fallida un museo como si fuera mi casa.

Mi pequeña dosis de muerte.

Yo rechacé seguirlos emergiendo al final, fresca, nueva, como recién nacida.

Un ensayo para la muerte un telón de indiferencia cayendo sobre la vida una calma un deseo de no luchar.

Y frenar a muerte, al borde.

No me tiré bajo ese auto bajo esas ruedas Pero supe que todo estaba en su lugar para que ocurriera: mi sed de absolutos, mis fascinaciones mórbidas, los ensayos físicos, todo.

Sé que no me tiré bajo ese auto.

Me escapé resistí al llamado.

Dejé a cambio, un pequeño cuadrado de piel, de cráneo desnudo a consideración del Misterio.

Mi peaje, mi pasaje.

Después, la notoriedad del huérfano.

Su distinción tan teatral a mi servicio.

Aquello por lo que pagan los que no rozaron la muerte.

Estuve perfecta, digna, sin temblor sentimental.

Un deseo de revancha, bien jugado.

Que sirva de algo, actuar para vivir.

Los transformé en dinámica los usé como motor un humor rabioso y devastador.

No dejar que el dolor me ahogue nunca más.

EL teatro.

La oportunidad para mi segunda Naturaleza

mi sistema de seguridad interno.

Hui. No hay otra palabra.

Pero ese rechazo brutal no tomó una forma violenta.

Se hizo muy suave cristalizó en mí.

Se confundió con un deseo de independencia.

Veía pasar los puentes de Rouen sin puntadas en el corazón.

Ellos existen a ese precio sin ambición, sin ataduras, el porvenir sumergido en la misma niebla oscura que mi infancia.

Nada que perder.

Invulnerable.

Algunos chocaron de frente contra esta fuerza anormal me movía la genial intuición de los sonámbulos era el olvido triunfal.

No, no oscurezco el cuadro era una superficialidad sincera momentos de aguacero sobre una tristeza sin fondo.

No todo el mundo tiene la suerte de ser huérfano.

Pero no, ellos existen.

Un grito una piedra cayendo en el agua calma de mi impunidad.

Los busco, se escapan, no he podido hablar más que de mí.

Descubrirlos tirados en el suelo, el amor convertido en

silencio irreversible una soledad tan profunda encerrada en mi piel.

Encadenada a mi propio equilibrio.

Estar yo cortada en dos no es humano ser así tan inhumanamente ligera.

Un tejido retardada bastante el momento de reunirse con los que nos llaman, la feliz amnesia entre los puntos.

No se teje contra los demás sino, para el propio alivio.

Altas dosis de alienación voluntaria, ternura impotente.

La nostalgia es blanca y negra el delicado degradé de grises es la nostalgia.

Evito. Eludo. Paso de largo Pasará? No pasará?

Esas palabras tan naturales Mamá. Papá.

Se respira un poco. Y pasa.

Mi cuerpo recuerda.

Mi cabeza, nada. Él, fotógrafo de albas y brumas adelantado sobre el despertar del mundo transfigurado, mojado todavía.

Y yo dormía. Ese tiempo en que él se transformaba en soledad, yo dormía.

La veo sólo a ella. Ella sola. Todos alrededor de ella están presentes en el instante, ella no.

Esta similitud con los ojos de mi madre.

No es una mirada para salir al mundo, esa. Está demasiado desnuda.

He aceptado vivir con mis ojos.

Lo que me dicen las fotos, la cruz bajo la nieve ahí donde ellos están.

No volví jamás a su tumba vivo encima de un cementerio.

Este deseo desesperado de hurgar la tierra donde toda dualidad vida muerte es un aterrizaje a donde ellos están.

Después de una reacción tan violenta, una huida tan larga.

Después de tanta ligereza poder pesar sobre esta tierra.

Un sueño, y otro.

Llevar lirios en la cabeza hacer crecer flores en un sótano tender hacia la raíz.

No he logrado expresar ni el cuarto del dolor que me pesa no estoy aliviada no me vuelve nada de mi infancia ni de ellos.

Mi memoria sigue siendo de papel.

Todas estas palabras… sería necesario acabar, ahora.

Trazar una línea sobre mi memoria amputada saber hasta qué punto yo no he aceptado su muerte.

Lo que viví aquella mañana. ¿Callare mi único recuerdo?

Tengo las imágenes frente a mis ojos No es un recuerdo, es una imagen, inmutable, definitiva.

No lo desharé escribiéndolo ningún exorcismo ningún dramatismo.

Simplemente está ahí entre yo y lo que vivo.

Simplemente está ahí: estoy en mi vida y están sus piernas en el suelo detrás de la puerta.

La niña que los descubrió continúa viviendo en la mujer que soy Entonces sólo me quedaría dejar de hacer tantos esfuerzos para ser feliz.

Con alivio, sumergirme en la imagen que llevo en mí reunirme con ellos acostarme entre ellos.

Pero a esa casa tan fea

¿Qué se les dio por venir a enterrarse ahí?

Eso no concuerda con ellos hay un error esa casa fue el error, el hiatus.

Uno se muere en cualquier parte, me dirán.

De esos diez años conservo un pequeño film en la cabeza un pequeño film cruel que pasa, y vuelve a pasar.

La única secuencia impresa: ellos habrían podido ser salvados.

Resultado: dos huérfanas.

Fuiste tú quien desatendió el peligro, tú, quien se aburría hasta morir que dejaste abierta la falla para el accidente para el alivio para el desenlace.

Tú, friolenta, la que insistió en cerrar la ventana.

Esta plaqueta se terminó de escribir y se imprimió en marzo del 2022 en Quality Printing, Córdoba, Argentina.