Antonio es mallorquín, por eso tiene un sentido del humor ‘muy raro’, según le digo. Al principio es un poco seco aunque educado, pero luego se abre y todo es divertido y jocoso. Te recibe en el aeropuerto de Punta Cana con una sonrisa y te explica, sin prisas, el plan inmediato. Personalmente se encarga del traslado hasta el hotel, que está a cinco minutos reales. Cuando llegas al hotel notas
que toda la plana le reconoce y mientras te tomas un cocktail de bienvenida te vas haciendo a la idea de que estás en el Caribe. En la moto es un motorista responsable; no se le escapa nada. Él lidera el grupo y va señalando los desvíos o te va indicando con las manos o los pies lo entretenido del trayecto. Que si una vaca en medio del carril, un bache o un coche que va a adelantar al grupo. Va conec-
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tado a la persona que cierra el convoy por un pinganillo y así la seguridad se mantiene en todo momento. Se conoce cada recoveco de las carreteras dominicanas y eso es mucha información, pues aquello está plagado de ‘entretenimientos’. También sabe en qué gasolinera parar, dónde tomar un refresco o un café, dónde están las mejores vistas para hacer fotos. Y lo más importante: dónde