Conte escrit i il.lustrat per Assia, Huma, Laiba i Melany
En el antiguo Japón, la princesa Mitsuky era conocida por su belleza y valentía. Cuando su padre, el rey, cayó gravemente enfermo, Mitsuky acudió al cerezo sagrado del palacio.
Allí, bajo sus ramas floridas, recitó un poema lleno de amor y esperanza, rogando por la salud de su padre:
“Bajo el cielo estrellado, mi alma te busca en silencio, como el río espera el final de su largo viaje”.
De repente, el espíritu del árbol apareció y, con voz serena, le susurró:
—En la cima de la montaña Fuji crece una flor sagrada. Esa flor es el único remedio para salvar a tu padre, pero el camino está lleno de peligros.
Decidida a salvarlo, ella emprendió el viaje. En su camino, atravesó una densa selva donde encontró una grulla herida. Con amor, la princesa curó sus heridas, y en agradecimiento, la grulla decidió acompañarla.
Yo te guiaré dijo el ave conozco el camino al monte Fuji.
Mientras conversaban, de repente apareció un cuervo, agarró a la princesa Mitzuky por el hombro y la llevó hasta una cabaña oscura en lo profundo del bosque. Al cruzar la puerta, el cuervo se transformó en una bruja horrible llamada Ama Yama, y encerró a la princesa en una jaula.
Dentro de la casa había una gran olla con agua hirviendo. La bruja había preparado un ritual para extraer la sangre de la princesa, que necesitaba para recuperar su juventud. Sin embargo, al revisar los ingredientes, recordó que le faltaba una hierba esencial, así que salió corriendo al bosque a buscarla.
En ese momento la grulla apareció por la ventana. La princesa, desesperada y con lágrimas en los ojos, vio como entraba silenciosamente y con su pico abría la puerta de la jaula. Sin perder tiempo, los dos escaparon antes que Ama Yama, la bruja, regresara.
Mientras huían, se dirigieron hacia el monte Fuji. Pero cuando estaban en el camino, la princesa sintió el suelo temblar bajo sus pies. ¡El volcán estaba activo!!
Aterrada y agotada, cayó de rodillas entre lágrimas, sintiendo que no podía seguir. La grulla se posó a su lado y con voz serena le dijo: No te rindas, subete a mi espalda
Mitsuky se aferró a su amiga y volaron juntas hasta la cima del monte Fuji. Una y otra vez avanzaron con el fuerte viento y calor del volcán, hasta que finalmente lograron llegar a la cima. Allí, con gran esfuerzo, la princesa cortó las flores que tanto necesitaba.
Rápidamente, la princesa y la grulla volvieron al palacio. La princesa preparó el té y le dio una taza a su padre, que muy pronto mejoró. Todo se llenó de alegría.
Desde entonces, la princesa Mitsuky se convirtió en un símbolo de fortaleza y esperanza para todo su pueblo, y la grulla, su fiel amiga, fue honrada como protectora del reino.
Fin
Kainat i Abdelkrim
En el Tokio moderno, vivía un niño japonés llamado Hiro. Le encantaban las aventuras y las historias antiguas, y siempre pasaba las vacaciones en la isla donde vivía su abuelo, un lugar lleno de naturaleza y tradiciones.
Un día, mientras exploraba el jardín de la casa de su abuelo, descubrió una cueva misteriosa en un rincón. La entrada era oscura y parecía esconder un secreto. Curioso, Hiro decidió entrar y encontró un libro enorme cubierto de polvo.
Sopló el polvo y el libro se abrió lentamente. De repente, un fuerte viento giró a su alrededor, metiéndolo dentro del libro. Antes de que pudiera gritar, se encontró en un lugar completamente diferente.
Ahora estaba en una aldea japonesa antigua, donde las mujeres vestían con kimonos y los hombres eran samuráis. Miró a su alrededor con asombro, y pronto escuchó un llanto. Siguió el sonido hasta encontrar a un niño vestido como un samurái, sentado bajo un árbol con lágrimas en los ojos.
Hiro se acercó y le preguntó con amabilidad: — ¿Por qué lloras?
El pequeño samurái levantó la cabeza y respondió con voz temblorosa:
¡Un Oni ha robado la espada! Es una posesión muy importante, y si no la recupero, ¡perderé mi honor como samurái!
LÁMINA 4
Hiro sintió emoción y dijo con determinación:
— ¡No te preocupes! ¡La recuperaremos juntos!
Así comenzó su emocionante aventura. Siguieron las pistas hasta un bosque espeso, donde escucharon ruidos extraños entre los árboles. Se acercaron con cautela y vieron a un hombre grande y desaliñado sosteniendo la espada robada.
Hiro miró al pequeño samurái y le dijo:
Tengo un plan. Sal y pídele la espada.
—¡Devuélveme mi espada!
El ladrón se rió y respondió:
— Si la quieres, ¡intenta quitármela!
Pero en ese momento, Hiro saltó silenciosamente por detrás y agarró la espada rápidamente. Sorprendido, el ladrón tropezó y cayó al suelo, dándoles la oportunidad de escapar.
Cuando regresaron a la aldea, la gente los recibió con alegría.
El padre del niño le dijo a su hijo:
—¡Has demostrado tu valentía! ¡Me siento orgulloso de ti!
Y el niño sonrió y respondió:
— ¡No lo habría logrado sin mi amigo Hiro!
De repente, un viento giró alrededor de Hiro.
Antes de darse cuenta, estaba de regreso en la casa de su abuelo, como si nada hubiera pasado.
Cerró el libro lentamente y sonrió. ¡Qué aventura tan inolvidable!
Haru era un muchacho que había heredado de su madre un taller donde fabricaba sombrillas.
Un día, mientras trabajaba, vio por la ventana una anciana que subía despacio por la colina.
Tiene un aspecto raro pensó Haru parece cansada de caminar.
La anciana llevaba una sombrilla hecha pedazos que no la cubría casi nada.
Más tarde, llegó la anciana al taller y dijo:
Uff, qué calor hace hoy, mis pobres piernas ya no pueden más y esta sombrilla ya no me sirve, ¿podrías ayudarme?
Haru la miró y como era muy amable, decidió ayudarla sin pedir nada a cambio.
Él no sabía que estaba siendo puesto a prueba por esta señora. Ella quería comprobar si el chico era la persona indicada para tener esa sombrilla.
Haru empezó a reparar la sombrilla que le había dejado la extraña señora. Cuando la estaba terminando de arreglar, sintió una extraña energía proveniente de la sombrilla, pero él siguió con su trabajo.
Al día siguiente, Haru fue al pueblo de compras y decidió llevar la sombrilla para probar qué tal había quedado. Mientras caminaba bajo el abrumante sol descubrió algo raro: ya llevaba mucho caminando, pero no se sentía cansado. ¡Incluso un leve resfriado que tenía desde hace unos días había desaparecido!
Una vez en el pueblo, mientras guardaba las compras le pidió por favor a una niña que le sostuviera la sombrilla. La niña parecía enferma, pero al instante, con la sombrilla en la mano, su aspecto fue mejorando.
Haru no sabía qué pasaba… ¿Sería mágica la sombrilla y podría curar a la gente?
Decidió caminar por el pueblo en busca de personas que estuvieran enfermas.
Primero encontró a un niño que tenía un brazo vendado y no lo podía mover. Le dio la sombrilla y le dijo:
Coge la sombrilla, puede que te sientas mejor.
El niño la tomó extrañado, y al instante, ¡podía mover el brazo sin dolor!
Después encontró a un señor que tenía mucha tos. Haru le entregó la sombrilla y esperó a ver qué pasaba. ¡La tos se le quitó al momento!
Haru, viendo que la sombrilla tenía el poder de ayudar a la gente, decidió llamar a todas las personas del pueblo que se encontraran mal.
Con la gente reunida, Haru comenzó a pasar la sombrilla a cada persona.
Pero entre la gente del pueblo estaban unos Onis, hombres con malas intenciones que vieron el poder de la sombrilla.
Haru, al terminar de ayudar a la gente, feliz y cansado, decidió volver a su casa.
Durante el camino tuvo la sensación de que lo seguían, pero como estaba bastante cansado no le dio importancia, siguió hasta su casa, y se puso a dormir.
Los Onis, que sí le habían seguido, esperaron a que Haru estuviera dormido. Uno de ellos entró por una ventana, y le robó la sombrilla.
Al día siguiente Haru descubrió que la sombrilla ya no estaba ahí. Se quedó triste y preocupado.
Justo como si supiera que algo malo sucedía, la anciana llegó al taller de Haru. El chico le explicó lo que había pasado. Ella respondió:
Hmm, ya sentía yo que algo estaba mal, pero no te preocupes, muchacho, no es tu culpa, esa sombrilla tiene un poder que muchos quisieran tener.
Cuando estabas con la sombrilla, ¿no viste a nadie sospechoso?
Haru, pensando en la reunión de la aldea, respondió:
—Ahora que lo dices ayer estaba ayudando a la gente de la aldea y unos tipos estaban ahí, observando. Eran de piel roja, altos y creo que tenían cuernos respondió él.
—Esos son los Onis, unos ladrones que se dedican a robar joyas y todo lo que tenga valor. Sé dónde se esconden, prepárate muchacho, mañana recuperaremos esa sombrilla. Por cierto, me llamo Sakura.
Al día siguiente, al anochecer, Sakura volvió al taller de Haru y le dijo que esa noche iban a ir a la guarida de los Onis. Haru, muy asustado, le dijo:
Pero, ¿cómo lo haremos? Esos Onis parecen muy fuertes, y yo no sé pelear y tú ya eres muy viejecita.
Esos monstruos solo son grandes, pero en realidad son muy tontos, y yo soy una vieja muy astuta, muchacho. Tú solo sígueme respondió ella con mucha seguridad.
Después de un largo camino llegaron a la guarida de los Onis, en lo alto de una colina rocosa. Allí celebraban su último robo.
—¡Allí está! -—susurró Haru, señalando una piedra en donde descansaba la sombrilla.
Debemos recuperarla sin luchar dijo Sakura con una sonrisa astuta.
Los Onis estaban distraídos con sus tesoros y joyas.
A ellos les encantan las cosas brillantes dijo Sakura mientras sacaba un pequeño espejo con bordes dorados. Colocó el espejo en el suelo. Su reflejo parecía oro.
Mirad, más tesoros gritó uno de los Onis, y todos corrieron detrás de la luz dorada, dejando su guarida sola.
Haru, como era más rápido, corrió hacia la piedra, cogió la sombrilla y antes de que los Onis se dieran cuenta, él y Sakura ya se habían ido del lugar.
Se pusieron en camino, y decidieron enterrar la sombrilla para que en el futuro nadie la pudiera usar.
Conte escrit i il.lustrat per
Kiryll, Amina i Gabriel
En un antiguo templo en las montañas de Okayama, vivían dos grandes artistas marciales, Gabrieru y el panda Kiko.
Un día, mientras Gabrieru y Kiko entrenaban, Hinata, la esposa de Gabrieru, preparaba una deliciosa comida. Pero lo que ninguno de ellos sabía era que en las sombras había peligrosos enemigos.
De repente, un gato samurái y su banda de secuaces irrumpieron en el templo, y, sigilosos como el viento, llegaron hasta la cocina y sin dar tiempo a reaccionar, cogieron a Hinata.
Antes de ser llevada, Hinata gritó con todas sus fuerzas:
¡Gabrieru, Kiko ayuda!
Los dos guerreros escucharon el grito y corrieron de inmediato, pero cuando llegaron, los malvados ya habían desaparecido en la oscuridad.
Lleno de furia, Gabrieru sintió despertar dentro de él un poder ancestral.
Sus ojos se tornaron rojos y brillantes, y de su cuerpo emanó un aura poderosa. Sabía que no podían perder tiempo.
¡Kiko, tomemos nuestras armas! -exclamó
Gabrieru desenvainó una antigua sombrilla sagrada, la cual al abrirse reveló en su interior la legendaria katana Tanto Masamune. Kiko, por su parte, tomó la katana del dragón, un arma de su linaje. Sin dudarlo, emprendieron el viaje a la fortaleza del Gato Samurái, hogar del temido clan Kibitsu Shrine.
Al llegar, los dos guerreros fueron rodeados por un montón de enemigos. Golpes, patadas y cruce de espadas iluminaron la noche. Uno tras otro los secuaces fueron cayendo, pero el Gato Samurái, astuto y despiadado, ideó un plan:
—Llévense a la prisionera a la mazmorra del dragón Ryujin -ordenó con una sonrisa cruel.
Gabrieru, sigue adelante. Yo me encargaré de este gato tramposo dijo Kiko blandiendo su katana.
Gabrieru asintió y corrió hacia la mazmorra, decidido a salvar a Hinata.
Al entrar a la mazmorra, Gabrieru fue atacado por feroces peces dragón guardianes. Con su velocidad y poder, los derrotó sin esfuerzo, pero cuando llegó al interior de la cueva, su peor temor se hizo realidad:
Un enorme dragón azul Ryujin tenía a Hinata atrapada en una burbuja de agua.
Si quieres salvarla, tendrás que vencerme rugió el dragón, con su voz retumbando en las paredes de la cueva.
En ese momento llegó Kiko para ayudar a su amigo.
Gabrieru y Kiko atacaron con todas sus fuerzas, pero Ryujin era muy poderoso. Con un rugido atronador, el dragón lanzó un enorme torbellino de agua. Kiko fue golpeado de lleno y cayó inconsciente al suelo.
Gabrieru sintió como su rabia alcanzaba su punto máximo: su ultra instinto (UI) se activó al máximo, y su aura se volvió tan intensa que el aire a su alrededor tembló.
Así, con un solo movimiento fulminante, atravesó el corazón de Ryujin con Tanto Masamune.
El Gran Dragón rugió por última vez y desapareció en un torbellino de agua, y la burbuja que atrapaba a Hinata se rompió.
Hinata cayó en los brazos de Gabrieru
¡Hinata! dijo el chico abrazándola con fuerza.
Ella sonrió y lo besó. Habían ganado.
Conte
escrit i il.lustrat per Joel, Mustapha, Rebeca i Maheen
Hace mucho tiempo, en la isla de Honshu, Ayami y Hiroshi vivían en una casita.
Llevaban juntos desde niños, se querían mucho, pero Ayami pasaba mucho tiempo sola.
Hiroshi era samurái y partía de casa muy a menudo para cumplir con sus tareas militares. Ayami deseaba ser madre y tras muchos intentos nació un precioso niño al que llamaron Hoshi.
Cuando el niño cumplió 6 años, Hiroshi le hizo una espada de madera muy bonita para ir entrenando como samurái. A Hoshi no le gustaban las artes marciales. Él quería observar y estudiar las estrellas.
Hoshi tenía muchas ganas de salir de casa para subir a la montaña y ver las estrellas más de cerca, pero su padre se lo prohibió. Le dijo que no podía salir de noche y mucho menos estudiar las estrellas.
Pero el cielo le atraía, así que desobedeció a su padre y se marchó.
Hoshi fue hacia el monte Fuji y allí se encontró con la princesa Konohana Sakuya. Ella le guió hasta el santuario Yoshida Sengen. Una vez allí, empezaron a observar y estudiar las estrellas. Hoshi aprendió mucho, y la princesa se encariñó del niño.
Mientras tanto, Hiroshi, triste y desesperado por no saber dónde podía estar su hijo, decidió salir a buscarlo. Pensó y pensó…
¿Qué le gusta a Hoshi? Las estrellas… ¿Cuál es el lugar más cercano a las estrellas? ¡El santuario Yoshida Sengen, en el monte Fuji!
Entonces, subió a la montaña para ver si su hijo estaba allí. Cuando llegó a la cima y miró hacia abajo, vio a su hijo, acompañado de la princesa Konohana Sakuya, mirando las estrellas, completamente feliz.
Al verlo así, se emocionó, pues era la primera vez que lo veía tan contento. Fue entonces cuando pensó que, desde aquel momento, su hijo podría hacer lo que deseara.
Se acercó a él, le abrazó con alegría y sonriendo, le dijo:
No hace falta que seas samurái, si quieres puedes estudiar el cielo.
Projecte d’aprenentatge i servei Contes per llegir, contes per crear de Casa Àsia, que promou la lectura, l’escriptura creativa i la comunicació intercultural i presenta un servei de lectura dels nous contes a la comunitat.
Més informació a: www.casaasia.cat/media/asset_publics/resources/000/043/508/original/Diptic_general_Contes_per_lleg ir_def.pdf?1435914268
Imma Llort (coordinadora del projecte): illort@casaasia.es | 666571836
Editat i maquetat per Roser de Antonio