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Independencia dependiente

Datos recientes de von Freyberg (2011a: 10) reflejan un incremento notorio de la parte de los recursos que reciben las ONGD proveniente del conjunto de la cooperación internacional101 (del 63% al 80% desde 1996). A la par, se reduce el peso de los fondos propios en los montos ejecutados (del 23% al 16%). En una visión histórica, el analista afirma que la dependencia financiera de las ONGD se agrava desde los gobiernos neoliberales hasta el gobierno del MAS-IPSP.

Bazoberry y Ruiz (2010: 209) consideran que las ONGD han asumido que su dependencia financiera del exterior es el origen de su independencia frente al Estado. Ante un reflujo de la ayuda internacional, de una mayor presencia de fondos concursables de la cooperación multilateral, del apoyo estatal para el rubro de servicios, y de recursos de las empresas privadas bajo la modalidad de RSE, la sustitución de la fuente de los recursos y la conservación simultánea de su independencia es un dilema no resuelto. Por lo general, sostiene I. Carreño, la tendencia de la cooperación está a la baja, y aunque mantiene todavía cierto interés por la producción y la agropecuaria, queda claro que la salud ya no es prioridad, “varias ONGD activas en salud (especialmente las pequeñas) entraron en receso o están cerrándose”. Probablemente esta suerte de alineamiento (casual o no) entre prioridades temáticas a que aspiran las ONGD y aquellas atribuidas por la cooperación —derechos, participación ciudadana y desarrollo agropecuario y agrario (cf. acápite “Áreas temáticas consideradas de primer nivel”, p. 54)— hace que las ONGD históricas todavía no presten demasiada atención a la temática de su (in)dependencia y su (in)

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sostenibilidad financiera. En todo caso, así parece reflexionar M. Urioste al reconocer que “¡Quizás porque aún no nos aprieta la soga al cuello!”.

En entrevistas a copartes se observa esfuerzos por diversificar fuentes de financiamiento, pero la dependencia de la cooperación sigue elevada y la generación de ingresos propios102 continúa limitada, situándose entre un 5% y un 20%103 apenas. Incluso dos copartes reconocen no estar generando ningún fondo propio104. En ambos casos, expresan preocupación porque, si bien son propietarias de sus casas-oficinas, para su funcionamiento dependen íntegramente de financiamiento externo. C. Enríquez expone que no hay cultura de fund raising en las ONGD, y varias otras personas entrevistadas consideran que la mejor opción sería la de tener empresa(s) o negocio(s) propio(s). Existe, empero, cierto temor por el riesgo de desviación que significaría entrar en esta línea [M. Noya], además de que podría constituirse en competencia desleal para empresas consultoras y/o para emprendimientos económicos de trabajadores105 [M. Morales]. Desde ya, una crítica muy fuerte es emitida desde AOPEB por M. C. de la Cruz (s) en sentido de que, al buscar autosostenibilidad, varias ONGD se vuelven empresarias y terminan haciendo negocios comercializando productos y compitiendo de forma desleal con las organizaciones.

102 Los ingresos propios se generan mayormente por alquileres, inversiones productivas, iniciativas económicas, venta de servicios (consultorías, cursos), venta de publicaciones. 103 ACLO-Tarija presenta un nivel bastante mayor de autofinanciamiento (un 35%) gracias, en gran medida, a la peculiaridad de su radioemisora: como goza prácticamente de monopolio en el área rural, forzosamente le llegan avisos, publicidades, anuncios municipales, etc. [I.

Guzmán]. Anular los espacios gratuitos es también la única manera de que los municipios tengan la voz desembargada [en una relación que no puede ser tildada de política, de amistad, prebendal o de favoritismo] asevera F. Alvarado. 104 ISALP (dice M. A. Castro) y CR (dice G. Pérez), aunque en este último caso hay mucho trabajo activista y no remunerado, gracias al cual el colectivo ha sobrevivido a varios momentos de crisis. 105 Entre otras razones, por la liberación de impuestos de la que gozan las ONGD por ser asociaciones sin fin de lucro.

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