Historia mexicana 097 volumen 25 número 1

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HISTORIA MEXICANA 97

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HISTORIA MEXICANA 97

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Vi?eta de la portada Emblema del Ferrocarril Internacional Mexicano (1905).

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HISTORIA MEXICANA

Revista trimestral publicada por el Centro de E

Hist?ricos de El Colegio de M?xico Fundador: Daniel Cos?o Villegas Redactor: Bernardo Garc?a Mart?nez

Consejo de Redacci?n: Jan Bazant, Lilia D?az, Luis Gonz?le

Gonz?lez Navarro, Andr?s Lira, Luis Muro, Elias Trabulse, Be

Susana Uribe de Fern?ndez de C?rdoba, Josefina Zoraida Secretaria de Redacci?n: Anne Staples

VOL. XXV JULIO-SEPTIEMBRE 1975 N SUMARIO

Art?culos 1

Elias Trabulse: Un airado ment?s a Clavijero Roberto Moreno: Apuntes biogr?ficos de Joaqu?n

Vel?zquez de Le?n?1732-1786 Asunci?n Lavrin: El convento de Santa Clara de Quer?taro?La administraci?n de sus propieda des en el siglo xvii Ray C. Gerhardt: Inglaterra y el petr?leo mexi cano durante la primera guerra mundial

41

76 118

Examen de archivos Carmen Casta?eda: Los archivos de Guadalajara

143

Examen de libros sobre Francisco Morales: Ethnic and social back ground of the Franciscan friars in seventeenth

century Mexico (Bernardo Garc?a Mart?nez)

163

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Mar?a del Carmen Velazquez: Nuevas notas sobre las haciendas mexicanas 166 sobre F. P. Wrangel: De Sitka a San Petersburgo al trav?s de M?xico (Anne Staples) 168

Im responsabilidad por los art?culos y las rese?as es estrictamente personal

de sus autores. Son ajenos a ella, en consecuencia, la Revista, El Colegio y las instituciones a que est?n asociados los autores.

Historia Mexicana aparece los d?as 1? de julio, octubre, enero y abril

de cada a?o. El n?mero suelto vale en el interior del pa?s $20.00 y en el extranjero Dis. 1.90; la suscripci?n anual, respectivamente, $75.00

y Dis. 6.50. N?meros atrasados, en el pa?s $25.00; en el extranjero, Dis. 2.20.

? El Colegio de M?xico Guanajuato 125 Mexico 7, D. F. Impreso y hecho en M?xico Printed and made in Mexico

por Fuentes Impresores, S. A., Centeno, 4-B, M?xico 15, D. F. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:49:58 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


UN AIRADO MENT?S A CLAVIJERO Elias Trabulse

El Colegio de M?xico Cuando en el a?o de 1780 el ex jesu?ta mexicano Francisco Javier Clavijero publicaba en Cesena, Italia, su Storia antica del Messico, daba cima a una larga y ardua labor de varios a?os de investigaci?n de las antig?edades mexicanas. El autor mismo, en la introducci?n de su obra, da cumplida nota de las fuentes que consult?, haciendo breves pero sus tanciosas cr?ticas acerca de cada una de ellas, lo que per mite valorar su erudici?n y amplios conocimientos hist?ricos. Nuestro inter?s, sin embargo, no es el de detenernos a ana lizar la obra hist?rica del sabio criollo mexicano, sino el de dar noticia de las circunstancias que rodearon a la aparici?n de dicha obra. Esto nos permitir? entrar en conocimiento de algunos aspectos de la historiograf?a de temas mexicanos en

la ?poca ilustrada. Como es bien sabido, la Storia antica del Messico fue recibida con general aplauso por los estudiosos europeos, y

si hemos de creer a sus panegiristas m?s entusiastas, el autor

fue elogiado en las gacetas y aclamado por toda la "rep?

blica literaria".1 Su ponderaci?n cr?tica de los documentos, su afectada imparcialidad en la exposici?n y la elegancia y equilibrio de su prosa no pod?an menos de encantar a una sociedad deseosa de conocer, en un lenguaje familiar y agra dable, la historia, hasta entonces semioculta y revestida del manto de lo ex?tico, del imperio conquistado por Cort?s. Otro factor que coadyuv? al ?xito y difusi?n de la obra fue 1 Joannis Aloysii Maneiri: De vitis aliquot Mexicanorum alionum que, qui sive virtute sive litteris Mexici imprimis floruerunt, Pars Tertia.

Bononiae, Ex. Typographia Lailii a Vulpe, 1792, pp. 67-68. 1

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EL?AS TRABULSE

el mesurado desd?n con el que trataba a los historiadore

de Am?rica en general y de M?xico en particular, tales com Robertson o de Pauw. La obra fue vertida al ingl?s en una espl?ndida edici?n en el a?o de 1787 y dos a?os despu?s l

era al alem?n. Sin embargo, la primera edici?n espa?ol

completa no apareci? sino hasta 1826, en Londres y en una traducci?n hecha del italiano por Jos? Joaqu?n de Mora.2

2 Acerca de las diversas ediciones de la obra de Clavijero puede con sultarse el estudio biobibliogr?fico de Rafael Garc?a Granados que acom pa?a a la Historia antigua de M?xico (M?xico, Editora Nacional, 1970,

n, pp. 1-5), o la rese?a m?s compendiosa que proporciona Mariano Cuevas a la edici?n del texto espa?ol original de Clavijero (M?xico

Editorial Porr?a, 1964, p. xv) . De las traducciones al espa?ol que qued ron in?ditas da noticia Garc?a Granados en el estudio citado. Convien

mencionar que un "Resumen" de la Storia antica fue publicado (co un mapa de Tenochtitlan y cinco l?minas copiadas de la edici?n d Cesena) en el a?o de 1803 como ilustraci?n hist?rica al serm?n guada

lupano impreso ese a?o en M?xico por el doctor Joseph Heredia Sarmiento. Este elocuente orador que mereci? los elogios de Bust

mante y Beristain hizo un compendio de la Storia antica de Clavijero con el aparente objeto de aclarar algunos puntos oscuros de la histori antigua de M?xico. En nota al final de ese "Resumen hist?rico de las principales naciones que poblaron el pa?s de An?huac o virreynato de

Nueva Espa?a" dice que lo hizo a partir de la obra de Clavijer (pp. 154-155). El serm?n de Heredia es generalmente ignorado de los bibli?grafos guadalupanos pese a su indudable valor. Tambi?n resulta

interesante el hecho de que ese "Resumen" se haya impreso con la debidas aprobaciones y en una fecha en que la edici?n espa?ola de

Storia antica estaba definitivamente detenida. El t?tulo completo de l obra de Heredia es Serm?n paneg?rico de la gloriosa aparici?n de Nue tra Se?ora de Guadalupe, que en el d?a 12 de diciembre de 1801 dixo en su santuario el Dr. D. Joseph Ignacio Heredia y Sarmiento colegial beca de oposici?n, catedr?tico que fue de latinidad, de filosof?a, y es hoy de ret?rica en el Real y Pontificio Colegio Seminario de M?xico y

cura juez eclesi?stico interino de Metepec, quien lo dedica a D. Jo

Antonio Llampallas, M?xico, en la imprenta de Do?a Mar?a Fern?ndez de J?uregui, 1803. (Jos? Toribio Medina: La imprenta en M?xico, vn, pp. 298-299, n?m. 9594). El "Resumen hist?rico" viene a continuaci?n del Serm?n. Sobre Heredia y Sarmiento puede verse la nota necrol?gi que le hizo Bustamante en el Diario de M?xico del 6 de mayo de 1809. Tambi?n pueden consultarse: Jos? Mariano Beristain de Souza: Biblio teca Hispano Americana Septentrional, M?xico, Ediciones Fuente Cultu

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SERMON PANEG?RICO DE LA GLORIOSA

APARICI?N JOE NUESTRA SE?ORA

DE GUADALUPE, QUE

En el dia 12 de Diciembre de 1801

DIXO

EN SU SANTUARIO

El Dr* D. Joseph Ignacio Heredia y Sarmiento, Colegial Beca de Oposici?n,

Catedr?tico que fu? de Latinidad, de Fi ?osofia, y es hoy de Retorica en e? Real y Pontifioio Colegio Semmario de M? xico, y Cura Juez Eclesi?stico in terino de Metepec.

QUIEN LO DEDICA A D. JOS? ANTONIO LLAMPALLAS. En la Imprenta de Do?a Maria Fernandez Jauregu?,

Calle de Sto. Domingo, a?o de 1803.

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EL?AS trabulse

Dado el ?xito inicial de la obra y el valor historiograf la misma hab?a resultado hasta cierto punto problem

averiguar la causa por la cual no se dio a la estam edici?n espa?ola que con toda verosimilitud pudo ha realizado en vida del autor y utilizando el original llano revisado cuidadosa y minuciosamente por ?l,3 y era evidente que Clavijero pretend?a y deseaba que su se publicase en el idioma en el que ?l la hab?a escrito.

Varios autores hab?an se?alado que la "sangrienta cr? hecha por el ex jesu?ta mallorqu?n Ram?n Diosdado Cab

hab?a impedido la publicaci?n que el editor don An de Sancha se propon?a hacer de la obra.5 Gracias a

ral, 1947, m, p. 15; Francisco Pimentel: Obras completas, M?xic

graf?a Econ?mica, 1904. v, pp. 400-402; Guillermo S. Fern?n

Recas: Grados de licenciados, maestros y doctores en artes, leyes, t y todas facultades de la Real y Pontificia Universidad de M?xico, co, UNAM, 1963, p. 161. 3 En una conocida carta de Clavijero a Veytia le dec?a: "No he tido diligencia alguna para la perfecci?n de mi obra, he procura mayor pureza y propiedad en el lenguaje, la mayor exactitud en tograf?a, y la mayor concisi?n, la mayor claridad, el mejor ord sobre todo, la mayor imparcialidad y fidelidad en la narraci?n" riano Veytia: Historia antigua de M?xico, M?xico, Editorial Leye

1944; p. xix. (La carta datada en Bolonia el 25 de marzo de 17

incluida por F. C Ortega, primer editor de la Historia de Veyti "Noticia sobre el autor" que precede a dicha obra) . Maneiro (op.

p. 65) dice que dio t?rmino a su obra en espa?ol "eleganteme dactado". 4 "Habi?ndome propuesto la utilidad de mis compatriotas como fin principal de mi historia, la escrib? primero en espa?ol; estimulado des pu?s por algunos literatos italianos que se mostraban deseosos de leerla

en su propia lengua, me encargu? del nuevo y fatigoso empe?o de

traducirla al toscano; as? los que tuvieron la bondad de elogiar mi tra bajo, tendr?n ahora la bondad de disculparme." Francisco Javier Cla

vijero: Historia antigua de M?xico, M?xico, Editorial Porr?a, 1964,

p. xxi. Todas las referencias las haremos a esta edici?n, citando en lo sucesivo Clavijero.

5 La creencia de que ?nicamente la cr?tica de Ram?n Diosdado Caballero hab?a entorpecido la publicaci?n de la obra de Clavijero cont? desde fines de la d?cada de 1780 con el consenso de varios au tores. En la carta que Sancha le dirige a ?lzate y que no es posterior

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(7t.)

RESUMEN HIST?RICO

DE LAS PRINCIPALES NACIONES

QUE POBLARON EL PA?S DE ANAHUAC, O VIRREYNATO DE

NUEVA ESPA?A.

JLjOS Americanos, cuyo arrivo ? esta S

America lo han creido tan antiguo algunos A lo establecen no muchos a?os despu?s a el la confusion de las lenguas se dispersaron las todo el Universo: descunden sin duda de a pias diversas familias, que tn acuella genera se vieron obligadas ? separarse las unas de l establecerse en distintos Pai.es del anrsuo m no es f?cil persuadirle que hoy exista en aque un determinado pueblo de dondi* elios trai ni menos puede este descubrirse, como inte

nos, por el idioma o constumb^ts de los

yan, pues, sido los Progenitores de !as Nac blaron este Pais de Anahuac 'cue comprend las Provincias sugetas hoy al Virrey nato d pa?a, y de las cue solamente hab?amos ahor sas Naciones y Pa?ses, segvn ha sido la vari en ?rdtn ? esto han discurrido los Histori sotros no pretendemos en este breve resum

i-ar, ni menos decidir sobre un punto en cuy Ap?ndice hist?rico del Serm?n de Heredia. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:23 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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ELIAS TRABULSE

diligente y acuciosa investigaci?n debida a Charles E. Ro?a podemos ahora conocer el verdadero alcance y la influen

exacta que tuvieron las Observaciones americanas de D dado Caballero en el fracasado intento de llevar a las pre

sas la obra de Clavijero,7 y el papel que desempe?aro Jos? de G?lvez y Juan Bautista Mu?oz en la tentativ

al primer semestre de 1789 ya se habla de "un tal Diosdado", jesu?t "americano" (sic) expulso, y autor de una "sangrienta cr?tica" cont

la obra de Clavijero (Jos? Antonio ?lzate: Gacetas de literatura M?xico, Puebla, oficina del Hospital de San Pedro, 1831, i, p. 1

En 1805 Benito Mar?a de Mox? se refiere a Diosdado Caballero, al q

llama "docto erudito" y menciona el premio de diez mil reales

le envi? Jos? de G?lvez por medio de Azara, ministro plenipotenci

en Roma (Benito Mar?a de Mox?: Cartas mexicanas, 2* ed., Gen

Tipograf?a de Luis Pellas, 1839, p. 3) . Jos? Toribio Medina, haciend eco de estas afirmaciones, habla de que la obra de Clavijero no vio luz "por suspicacia de los funcionarios espa?oles" y menciona el en

que le hizo Diosdado Caballero a G?lvez de sus Observaciones am

canas donde atacaba la Storia antica del Messico por ser obra injuri

a los espa?oles (Jos? Toribio Medina: Biblioteca hispano americ

(1493-1810), Santiago de Chile, Fondo Hist?rico y Bibliogr?fico Jos Toribio Medina, 1962, vi, pp. xxxii-xxxiii). 6 Charles E. Ro?an: "Clavigero: The fate of a manuscript", en Th

Americas, xxvn: 2. (oct. 1970), pp. 113-136.

7 El t?tulo completo de la obra de Caballero es: Observaciones ame canas y suplemento critico a la historia del ex-jesuita don Francisc Xavier Clavigero. Fue escrita con el pseud?nimo de Filibero de Parr

palma. Acerca de la vida y obras (principalmente bibliogr?ficas

este jesu?ta mallorqu?n pueden verse: Miguel Batllori: La cultura h pano italiana de los jesu?tas expulsos, Madrid, Editorial Gredos, 196

pp. 477-481, 492-493, 529 y 582; Jos? Toribio Medina: op. cit., p. cxxvii; Jos? Eugenio de Uriarte y Mariano Lecina: Biblioteca

escritores de la Compa??a de Jes?s pertenecientes a la antigua asiste de Espa?a, Madrid, 1925-1935, n, pp. 425-431. Las obras bibliogr?fi de Diosdado resultan valiosas por los datos que proporciona acerca d sus compa?eros de destierro. Los bibli?grafos cl?sicos de la Compa? de Jes?s como Sommervogel o Uriarte y Lecina toman de ?l mucho

de los datos de las obras de los jesu?tas de la ?poca, algunos de cuales escrib?an con seud?nimos o en forma an?nima. Para la id

tificaci?n de estos autores es indispensable la obra de Caballero. Es

autor dej? manuscritas dos obras de tema americano (vid. Batll op. cit., p. 582; Ro?an: op. cit., p. 122, n. 27).

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UN AIRADO MENT?S A CLAVIJERO

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publicar la Storia antica. Asimismo queda clara la lamentable actuaci?n de don Francisco de Cerda y Rico cuya "apat?a e indiferencia,, frustraron la de suyo aprobada edici?n de esta obra.8 Los datos aportados por ?sta y anteriores investiga ciones en torno a las Observaciones americanas han permi tido asegurar que dicha obra no fue nunca impresa. Inclusive con cierta verosimilitud puede suponerse que Cerda y Rico

entorpeci? la publicaci?n de la Storia antica de Clavijero

ya que la obra que hubiera podido servirle de ''ant?doto'' o sea la de Diosdado Caballero no hab?a sido impresa ni ten?a visos de serlo.9 Adem?s se sabe que Juan Bautista Mu?oz calific? severamente las Observaciones americanas, y reco mend? que, de ser publicadas, se redujeran sus tres vol?me nes a uno solo, ya que la excesiva prolijidad del autor per mitir?a hacer dicho resumen.10 Sin embargo, muy otro fue el destino de la obra de Ca

ballero, quien en un libro que public? en 1806 y al que

titul? L'eroismo di Ferdinando C?rtese confermato contro le censure nemiche agrup? buena parte de los argumentos que

hab?a utilizado contra Clavijero. La ocasi?n de publicar su manuscrito se le present? con motivo de la publicaci?n en italiano de dos obras que trataban sobre la historia antigua de M?xico. Sabido es que en 1792 Antonio de Le?n y Gama public? su obra arqueol?gico-hist?rica titulada Descripci?n hist?rica y cronol?gica de las dos piedras, que logr? favorable acogida entre los jesu?tas americanos expulsados radicados en Italia. Las fuentes usadas por Le?n y Gama y los evidentes conoci mientos del autor avalaban el valor de la obra n de tal for 8 Cerda y Rico conserv? casi once a?os (nov. 1789 a oct. 1800) el MS de Clavijero junto con las Observaciones americanas y los dict? menes de Mu?oz sin efectuar las "anotaciones" a la Historia antigua de M?xico que el Consejo de Indias requer?a para poderla publicar (Ro?an: op. cit., p. 130). 9 Ro?an: op. cit., p. 136. 10 Ibid., p. 118. n 19; p. 124. Diosdado Caballero deseaba publicar su obra en Madrid con el apoyo de G?lvez.

il Roberto Moreno: "Ensayo biobibliogr?fico de Antonio de Le?n

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ELIAS TRABULSE

ma que los jesu?tas intentaron y lograron verla traducida y publicada en italiano doce a?os despu?s de haberlo sido en castellano. El encargado de la traducci?n fue el erudito je su?ta Pedro Jos? M?rquez quien en su obra Dos monumentos

antiguos de arquitectura mexicana, publicada en 1804 en Roma, ya anticipaba noticias acerca de la publicaci?n en italiano de la obra del astr?nomo e historiador mexicano.12

La obra, que apareci? con el t?tulo de Saggio delV'astronom?a, cronolog?a e mitolog?a degli antichi messicani, fue impresa el mismo a?o que el op?sculo de M?rquez tambi?n en Roma y por el mismo impresor.13

Caballero conoc?a a M?rquez, a quien llama "amigo" y

"sabio y profundo traductor" de la obra de Le?n y Gama,14

de tal forma que no es dif?cil suponer que al caer en sus manos ambas obras se propusiese editar un resumen de las

Observaciones que hab?a formulado a la Storia antica de Clavijero complement?ndolas con un "Ap?ndice" donde llevar?a a cabo la refutaci?n de Le?n y Gama y por ende de su amigo el padre M?rquez, quien se apoyaba en muchos

de los supuestos de Le?n y Gama para su propia inter

pretaci?n de la cronolog?a de los antiguos mexicanos.15 As?, dos a?os despu?s publica Caballero su obra, donde a modo de recapitulaci?n general emprende la refutaci?n formal de Clavijero (1780), de Le?n y Gama y de M?rquez (1804) y de una obra de Rivadeneyra y Barrientos publicada

por primera vez hac?a m?s de medio siglo (1752) y que

hab?a merecido reeditarse (1786). Esta obra, titulada El pa~ y Gama", en Bolet?n del Instituto de Investigaciones Bibliogr?ficas, ii: 1 (M?xico, ene.-jun? 1970), pp. 86-87. 12 Pedro Jos? M?rquez: Dos monumentos antiguos de arquitectura mexicana, M?xico, UNAM, 1972, pp. 132 y 142. 13 Moreno: op. cit., pp. 60-61.

14 Conviene mencionar que entre la edici?n espa?ola y la traduc ci?n italiana de la Descripci?n hist?rica y cronol?gica de las dos pie

dras existen algunas variantes que lejos de ser de fondo m?s parecen

concesiones de forma al p?blico italiano a quien iba destinada la

traducci?n.

is M?rquez: op. cit., pp. 140-142.

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UN AIRADO MENTIS A CLAVIJERO

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satiempo, era de car?cter did?ctico e intentaba dar un rama ameno de la historia universal, donde tuvieran a cabida las culturas prehisp?nicas.16 La obra de Rivaden

aunque destinada a los j?venes, hace gala de una ex

rante erudici?n.17

Hablando en l?neas generales podemos recapitula

ciendo que en torno a estos cuatro autores y en ese or

de importancia centr? Caballero su pol?mica y aun

eventualmente alude a otros escritores criollos no lo h

con el fin de impugnarlos, sino de apoyar un punto de o un argumento determinado. Ahora bien, en rigor, U mo di Ferdinando C?rtese fue principalmente dirigido, ya dejamos dicho, a refutar e impugnar ?nicamente a vijero, y debe considerarse la inclusi?n de otros autores mera adici?n a la idea original.18

i? Antonio Joaqu?n de Rivadeneyra y Barrientos: El pasat

?obra ?til para instrucci?n de todos los j?venes, Madrid, Impren

Benito Cano, 1786.

17 A Rivadeneyra se le conoce ante todo xpor su Manual, com dio del regio patronato indiano (Madrid, 1755) , obra que le m la toga y un subsidio real para la impresi?n. Fue abogado de Audiencia de M?xico y fiscal de la misma. Asisti? como represen real al IV Concilio Provincial Mexicano, del que dej? varios tomo apuntes. Public? tambi?n el Diario de viaje de la marquesa Amarillas (M?xico, 1757). (Vid: F?lix Osones: Noticias biobibl ficas de alumnos distinguidos del Colegio de San Pedro, San P San Ildefonso de M?xico, M?xico, Librer?a de la Vda. de Ch. Bou 1908, n, pp. 183 a 186.) Su tentativa de dar un cuadro genera historia universal donde tuvieran cabida Am?rica y M?xico nos

de sumo inter?s. Su libro contiene interesantes an?cdotas de tema

cano. Hace adem?s sesudas comparaciones entre la "barbarie" ind y la de algunos pueblos del Viejo Mundo, recurso que utilizar?n nos de nuestros historiadores posteriores en su refutaci?n de lo sofos" ilustrados. Su erudici?n y su mal disimulado criollismo le r?n la ira de Caballero, quien lo colma de improperios como ver

m?s adelante.

18 La circunstancia de que las Observaciones americanas se hayan pu

blicado en fecha tan tard?a y con otro nombre no invalida el hecho de que sustancialmente L'eroismo contiene la mayor parte de los argu mentos que Caballero enderez? en 1784 contra la Storia antica. El con This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:23 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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EL?AS TRABULSE

El libro del jesuita mallorqu?n consta de dos partes y

un "Ap?ndice", precedidos de las consabidas dedicatorias y aprobaciones y de una curiosa advertencia dirigida, aunque sin firmar, por el autor ai let tori.12 El nombre del jesuita no aparece en la portada de la obra pero por las aprobacio

nes sabemos que el autor era il signore abatte Ram?n

Diosdado Caballero,20 quien la dedicaba a la "noble y gene rosa provinicia de Estremadura".21 La primera parte (pp. 1 a 78) es una mera refutaci?n, de escaso valor hist?rico y poca originalidad, de todo lo que Caballero encontr? en la Storia antica del Messico que de una manera u otra le pare c?a infamatorio de Hern?n Cort?s. La segunda parte (pp. 79 a 170) se titula "Breve ep?logo delli serviggi imporeggiabili fati dol C?rtese alia religione, ai popoli conquistati, ed alia patria, che serva di conclusione alia defesa di si eroico tenido de las Observaciones americanas y el de L'eroismo es b?sica mente el mismo, de tal forma que la gu?a de enmiendas a la obra de Clavijero que propuso el Consejo de Indias para poder dar el pase a la impresi?n coincide plenamente con la divisi?n y tem?tica de L'eroismo (Cf. Ro?an: op. cit., pp. 128-129). La aseveraci?n anterior se refuerza cuando observamos algunas de las caracter?sticas de esta obra. En pri

mer lugar Caballero no menciona ?salvo en el "Ap?ndice" que debi? escribir despu?s de 1804 para impugnar a Le?n y Gama? ning?n autor que haya editado su obra en 1784 o despu?s. Adem?s en la porci?n de la segunda parte que dedica a la discusi?n del sistema cronol?gico in d?gena y a su calendario (Clavijero: lib. vu, pp. 271 ss.) omite hablar

de Le?n y Gama y del "calendario azteca" encontrado en 1792 en la plaza mayor de M?xico. De haber escrito su obra despu?s de 1804 hubiese mencionado este hecho en el cuerpo de la obra sin tener que redactar y a?adir un "Ap?ndice" dedicado ?ntegro a Le?n y Gama. Por

?ltimo existen ciertas notas de pie de p?gina que nos permiten pen sar que fueron escritas algunos a?os despu?s del texto al que est?n incorporadas. 19 Jos? Toribio Medina: Ensayo biobibliogr?fico sobre Hern?n Cor t?s?Obra postuma, Santiago de Chile, Fondo Hist?rico y Bibliogr?fico Jos? Toribio Medina, 1952, p. 136.

20 Ram?n Diosdado Caballero: L'eroismo di Ferdinando C?rtese

confermato contro le censure nemiche, Roma, Antonio Fulgoni, mdccvi,

approvazioni, p. vn. En lo sucesivo se citar? Caballero. 21 Ibid, dedicatoria, p. m.

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L' EROISMO D I

FERDINANDO C?RTESE CONFERMATO

CONTRO LE CENSURE NEMICHE

IN ROMA MDCCCVI. PKBSSO ANTONIO FULOOKl

Con Licenvt dt* Superiori

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EL?AS TRABULSE

conquistadore". En ella Caballero pasa de la actitud defen siva a la ofensiva. En el ''Ap?ndice'' (pp. 171 a 194) con tin?a la controversia de la segunda parte refutando a los

autores que ya mencionamos. Estas dos ?ltimas secciones son las que atrajeron nuestro inter?s por la diversidad de argu mentos que su autor esgrime y por el inter?s hist?rico de los mismos.

Como buen bibli?grafo, Caballero hace valer un rico y

variado aparato erudito. Relaciones de la conquista, cr?nicas, cartas, relatos de viajeros, compilaciones, etc.... ; todo ello

abunda en la obra del jesuita mallorqu?n, gran conocedor de nuestra historia y de las obras que la narraban, a las que acude a menudo y en forma indiscriminada. No obs

tante eso, sus preferencias son bien claras: para la primera parte, Bernai D?az del Castillo y L?pez de Gomara; para la segunda Acosta, Hern?ndez y sobre todo Torquemada.22 Cabe mencionar que al recurrir a estos autores, Caballero no hace sino seguir, en relaci?n estrecha y directa, las citas que de los mismos hace Clavijero. As?, la primera parte de Ueroismo se centrar? en los libros vin, ix y x de Clavijero y la segun da en los libros vi y vu y en la sexta disertaci?n, aunque tambi?n hace eventuales referencias a otros libros o diser taciones.

Desde las primeras l?neas confiesa el motivo que lo im puls? a publicar su libro y que no es otro que el deseo de restituir a Cort?s al principal?simo sitio del que una histo riograf?a equ?voca hab?a pretendido quitarle neg?ndole su grandeza y hero?smo, y a la vez tributarle justo reconoci miento por su labor civilizadora.23 Uno de ios religiosos que da su aprobaci?n, fray Francisco Hern?ndez, resueltamente dice que Diosdado Caballero, con esa obra, proporciona "va 22 Al doctor Francisco Hern?ndez no lo cita de la edici?n de don Casimiro G?mez Ortega (Madrid, 1790) sino a trav?s de la edici?n de Recco (1628) o de la Historia naturae maxime peregrinae (1635) del jesuita Juan Eusebio Nieremberg, lo que ratifica la hip?tesis que ex pon?amos con anterioridad (vid. supra, nota 18). 23 Caballero, pp. v-vi.

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ALIA NOBILE, E GENEROSA PROVINCIA

D' ESTRHMADVRA:

OPVLENTA PER L* ABBONDANZA DE" FRVTTI : JLLVSTRE PER LA RELIGIOSE , ONORATEZZA, E MAGMANIM1TA DE" SVOl CITTADINI :

MADRE FECONDA DI EROI

SACRI 3 POLITICI 3 LETTERATI 5 E MILITARI !

FEDELISSIMA a' SVOI SOVRANI l

BENEMERENTISSIMA DELLA NAZIONE SPAGNVOLA

PEL DONO DI PVE POTENTISSIMI IMPERJ ILPERVANO 5 ED IL MESSIGAN'O :

PER LO ARRICCHIMENT? DELL* ERARIO COM XL MILIONI DI SCi'DI AN'NVI : PEL GODIMENTO D1 I\TESAVSTE MINIERE

'DI GEMME, OR?, ED ARGEMTI :

PER LA DILATAZIONE DEL COMMERCIO TRA IXXVMERABILI PROYTNCIE : CONSAGRA RISPFTTOSAMESTE IL SVO COMPROVItf CIALU RAIMON'DO DIOSDADO CABALLERO LA DIFESA DELL* EROE ESTREMEGN'O

FERDINANDO C?RTESE:

AMPLIFI-ATORE DELLA RELIGIONS CRISTIANA : ROVESCIATORE DELL' IDOLATR?A : PROTETTORE DELL* VMANITA :

ESTIRP.iTORE De' SANGVISOSI SACRIFIZJ ; RADDOLC1TORE DE* COSTVMI FERINi: TRIONFATORE ?ESEFICF.NTISSIMO DE' MESSICAN'I : A CVI DIEDH ABBONDAN'ZA, PACE 3 ARTI y SCIENZE

POLIZIA , COSTVMI, E VERA RELIGIONE^ Dedicatoria de la obra de Caballero.

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EL?AS TRABULSE

riedad de noticias exquisitas" que acaban con la "envidia y malignidad de algunos escritores, quienes, con narraciones falsas.. . han procurado desacreditar la memoria y oscure

cer la gloria del conquistador de M?xico", h?roe de altas

virtudes religiosas, pol?ticas y militares, cuyo mayor m?rito fue sin duda haber dado fin a los "sacrificios de carne hu

mana" en los pa?ses por ?l sojuzgados.24 Otro calificador concibe la obra como la plena e inconcusa refutaci?n de los detractores de Espa?a, de su gloria y de la religi?n cris tiana.25

Caballero tambi?n da noticia de una obra m?s amplia sobre Am?rica que pensaba imprimir, la cual presumible mente no vio la luz.26 Asimismo nos narra las causas que lo llevaron a a?adir un "Ap?ndice" a su obra, mismas que ya mencionamos l?neas arriba: Apenas hube terminado este peque?o op?sculo m?o, me

cay? a la mano el Saggio deII*astronom?a, cronolog?a, e mito logia degli antichi messicani, escrito en espa?ol por el erudi t?simo D. Antonio de Le?n y Gama y traducido al italiano por

mi amigo D. Pedro Jos? M?rquez, famoso en Roma por su

extensa obra sobre la arquitectura. Inmediatamente encontr? en el mencionado ensayo algunas aseveraciones contrarias a las m?as y algunas otras que resultaban indiferentes a lo que yo hab?a dicho. A efecto de aclarar estas observaciones ruego a los lectores eruditos e imparciales, me permitan exponerles algunas de mis anotaciones las cuales ofrezco, no sin antes estimar el gran m?rito literario del se?or Gama, con el fin de ilustrar mis argumentos anteriores y establecer la verdad, cosa que es un deber que todos debemos cumplir.27

Con el estilo propio de los polemistas de la ?poca ilus trada, empieza adoptando una actitud ponderada y mesu 24 Ibid., aprobaci?n de fray Francisco Hern?ndez, p. vu. 25 ibid., aprobaci?n de fray Giacomo Magno, p. vin. Cf. Batllori: op. cit., pp. 70-71.

26 ibid., p. vin. 27 ibid., p. 171.

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UN AIRADO MENT?S A CLAVIJERO

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rada al referirse a los autores a quienes piensa atacar. Saca a relucir los nombres de los "incr?dulos", "irreligiosos" y "envidiosos" fil?sofos Raynal, Robertson y de Pauw, y, para evitar cualquier alusi?n directa, excluye de esta caterva a

Clavijero al afirmar que no tiene nada que ver con esos autores que acaba de mencionar:

Con mayor raz?n se debe entender que excluyo de esta

maledicente comunidad al erudito y muy religioso autor de la Storia del Messico, D. Francisco Javier Clavijero, noble espa ?ol criollo, quien, sin que deba de llamarnos la atenci?n, es sever?simo al censurar las haza?as de Cort?s, las cuales aqu? nos disponemos a defender, como es justo y razonable.28

Este fragmento, m?s ret?rico que exacto, dif?cilmente se sostiene cuando vemos que Raynal y de Pauw no aparecen mencionados en todo el resto del libro. Ni siquiera sus obras o argumentos antiamericanos salen a relucir, pues en cierta forma coincid?an con los de los jesuitas espa?oles expulsos y Caballero no fue la excepci?n. Robertson es mencionado cuatro veces y Clavijero cinco, pero el grueso de las diatri bas van solamente contra las tesis hist?ricas de este ?ltimo

y si Caballero hace referencia al historiador ingl?s es por que ?ste es citado a su vez en la Historia antigua; o sea que los "fil?sofos" a quienes el jesu?ta espa?ol dice refutar, s?lo son mencionados en la medida en la que Clavijero los cita y dentro del contexto en que este autor los ubica.29

La apolog?a de Cort?s, que ocupa la primera parte, va

siguiendo de cerca la obra de Clavijero. Su m?todo consiste en oponer a la autoridad de Clavijero o de los autores en los que ?ste se apoya la autoridad de otros autores que desvir t?an o ponen en entredicho las tesis de aqu?l. El resultado 28 ibid., pp. 1 ss.

29 Conviene mencionar que Caballero, a diferencia de la mayor?a de los autores europeos de estos temas, escribe con bastante exactitud los nombres ind?genas, ya que los toma de Clavijero quien ya hab?a hecho la cr?tica de lo mal que los historiadores europeos escrib?an esos

nombres (Clavijero, p. xxn).

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ELIAS TRABULSE

es bastante pobre ya que a pesar de su aparato erudito Ca ballero cae en una serie de manidos lugares comunes que lo llevan a menudo a adoptar frases grandilocuentes y a

recurrir a tropos y locuciones poco dignas de un historiador. En su recorrido, lavando los agravios del eroico condottiere,

Caballero se detiene en los siguientes puntos: el castigo a

los panuquenses,30 el castigo de los esp?as tlaxcaltecas,31 la matanza de cholultecas,32 la prisi?n de Moctezuma,33 su en cadenamiento,34 la prisi?n de Cacamatzin,35 la masacre de mexicanos en sus fiestas,36 la muerte de Moctezuma,37 la

muerte del cacique de Tlatelolco,38 el castigo de los de

Tepeaca,39 la muerte de Xicot?ncatl el Joven,40 el tormento de Cuauhtemoc41 y su muerte.42 Si bien pasa por alto varios pasajes de Clavijero que hubiesen merecido retener su aten

ci?n, es evidente que los t?picos aqu? citados forman los puntos clave de la historiograf?a dieciochesca que pretend?a narrar los horrores de la conquista de M?xico. Son, en mayor

o menor medida, los puntos claves que ya hab?an tocado

Raynal43 y Robertson44 en sus respectivos relatos. Incluso, con visible regocijo, Caballero acude y cita a Clavijero en el 80 Caballero, p. 2; Clavijero, p. 298, n. 3. ?l Caballero, p. 6; Clavijero, p. 318. 82 Caballero, p. 9; Clavijero, pp. 324-326. 33 Caballero, p. 16; Clavijero, pp. 341-344. 84 Caballero, p. 25; Clavijero, pp. 344-345. 85 Caballero, p. 27; Clavijero, p. 349. 36 Caballero, p. 29; Clavijero, pp. 356-358. 3T Caballero, p. 43; Clavijero, pp. 362-365. 88 Caballero, p. 50; Clavijero, p. 364. so Caballero, p. 53; Clavijero, pp. 373 ss. 40 Caballero, p. 56; Clavijero, p. 396. 41 Caballero, p. 59; Clavijero, pp. 414-419. 42 Caballero, p. 70; Clavijero, p. 417. 48 Guillaume Thomas Raynal: Histoire philosphique et politique

des ?tablissements et du commerce des europ?ens dans les deux Indes, Gen?ve, Jean-Leonard Pellet, 1780, m, pp. 425-453. 44 William Robertson: The history of America, London, W. Stahan, T. Cadell, J. Balfour, 1783, n, pp. 215-395. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:23 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


UN AIRADO MENT?S A CLAVIJERO

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famoso pasaje donde ?ste pone de manifiesto la magnanimi dad de Cort?s ante Cuauhtemoc vencido: Al ya no poder defenderse m?s [Cuauhtemoc] tom? un

bote con el fin de guarecerse pero fue descubierto por el va leroso oficial Garc?a Holgu?n quien lo persigui? y amenaz? con mosquetes con los que le apuntaban para impedirle que huyera. ?l, sorprendido, grit? por temor "No dispar?is que

soy el rey" (Bernai, cap. 156). Luego entreg? su pu?al con una desesperaci?n casi pueril a Cort?s para que con ?l lo

matase, pero el clement?simo general "lo recibi? (Clavijero, libro 10, p. 230) con todas las demostraciones de honor y de

humanidad y lo hizo sentarse"; le hizo objeto de la mejor

acogida y con amorosas expresiones le tranquiliz?, le sec? las l?grimas y calm? sus sollozos prometi?ndole honores y bene ficios. . ,45

Asimismo no teme declarar que no comprende c?mo

autores religiosos infaman a Cort?s cuando aun el "ap?sta

ta Gages" (sic) encomia sus virtudes, y para finalizar su alegato nos dice: No me resta, para poner fin a esta defensa de Cort?s, que a?adir, como se usa actualmente en relaci?n con los escrito res y hombres notables, un cat?logo de los panegiristas del conquistador. Pero dado que el material existente es tan co pioso que ocupar?a un grueso volumen tan s?lo me limitar? a decir que no recuerdo haber le?do a ning?n autor serio, sea espa?ol, americano o europeo, que no haya colmado con mil elogios a este h?roe. Oh!, si tuvi?ramos a mano la obra inti tulada Heroica Cortesii pietas, escrita por el erudit?simo mexi

cano D. Gaspar [sic] de Sig?enza y G?ngora, aunque ya el mismo t?tulo es un gran elogio; o bien la del capit?n mexi cano Gaspar de Villagr?n Historia del Nuevo M?xico, canto rv, p. 29; o la del jesuita americano Alonso de Ovalle en su Historia de Chile, p. 133, o alguna de las innumerables obras escritas por sinceros e ilustres panegiristas de Cort?s.46

45 Caballero, p. 67; Clavijero, p. 416. 4? Caballero, p. 168. La obra de Sig?enza y G?ngora que aqu? cita This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:23 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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EL?AS TRABULSE

Por muchas razones la segunda parte resulta superior

desde el punto de vista historiogr?fico, no s?lo por el ma yor n?mero de autores mencionados y analizados, sino por la esructura l?gica de la argumentaci?n de Caballero, que lo lleva a conclusiones de sumo inter?s acerca de la historia antigua de M?xico. Esta estructura tiene un tema vertebral: los beneficios que trajo consigo la conquista de M?xico. Se divide en tres secciones: la supresi?n de los vicios, la aporta

ci?n de beneficios y una conclusi?n donde se compara la antigua sociedad ind?gena gentil y la nueva sociedad cris tiana debida a la conquista y colonizaci?n espa?olas. Los m?s ?lgidos temas de la primera secci?n son los re

ferentes a los sacrificios humanos, la ebriedad y la sodom?a,

y en ellos Caballero coincide plenamente con las tesis sos tenidas sobre esos misrnos temas por de Pauw, Buffon, Raynal

y Robertson, aunque no menciona expresamente a ninguno

de ellos.

La supresi?n de los sacrificios humanos cobra a los ojos del jesu?ta mallorqu?n la mayor importancia, ya que es uno de los puntos que le permiten mostrar la barbarie de las civilizaciones prehisp?nicas, a las cuales acusa tambi?n de antropofagia: La primera y m?s importante preocupaci?n de Cort?s fue la de romper aquellas cadenas y abrir las prisiones tan comu nes en aquellas provincias, y liberar a esos infelices hombres, mujeres y ni?os all? cautivos con el fin de engordarlos, sacri ficarlos y comerlos.47

Dentro de esta l?nea de pensamiento exhibe los excesos de la ebriedad, vicio, seg?n Caballero, al que los arrastraba Caballero es un impreso rar?simo que era casi desconocido en la ?poca en que este jesuita escribi? su obra. Incluso muy entrado el siglo xix algunos autores dudaban de que hubiera sido impresa. 47 ibid., pp. 92-96. Referencia directa a Clavijero, 170-171 y 575-578.

Es interesante la referencia hecha aqu? por Caballero a Bernai D?az del Castillo (Historia verdadera, cap. xxvni) .

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UN AIRADO MENT?S A CLAVIJERO

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su b?rbara religi?n, hasta el punto de que todos los indios viv?an permanentemente borrachos: De hecho, como indicamos anteriormente, fue completa mente desarraigado el horrible vicio de la antropofagia tan com?n en aquellas provincias. Tambi?n tuvo fin el brutal vi cio de la ebriedad, ya que los naturales consideraban un gran honor el beber sin medida y embriagarse constantemente... Jam?s me atrever? a condenar a aquellos que piensan que los mexicanos estimaban la embriaguez como un acto religioso. Tan frecuente era en las fiestas, en los convites p?blicos, en los nacimientos, en las bodas, en los sacrificios, en los fune rales, en los aniversarios, que puede considerarse la embria guez como su estado natural durante todo el a?o.48

y cita como prueba de este culto a la ebriedad los innu

merables dioses que presid?an estos ritos:

Esta tesis queda ratificada por el gran n?mero de dioses del vino que adoraban los mexicanos y que en n?mero sobre pasaban los trescientos.. ,49

La extirpaci?n del "pecado nefando'' es el tercer y ?ltimo beneficio debido a la conquista.50 Ese vicio, seg?n Caballero, da un serio ment?s a quienes ecomian lo refinado de la civi lizaci?n y los adelantos de la cultura ind?gena y reafirma la

teor?a de que esas sociedades estaban sujetas al yugo de Satan?s. Apoy?ndose en Torquemada, fray Diego Valad?s, P?rez de Rivas, el Conquistador An?nimo, Gomara, Ber nai y otros autores, exhibe la efferatezza, e la mancanza 48 Caballero, pp. 101 ss. Alude a Clavijero, pp. 45 y 521. El jesuita espa?ol hace referencia a Gomara, Torquemada y Acosta. De este ?ltimo cita su De procuranda indorum salute, lib. 3, caps. 20 y 21.

49 Caballero, p. 102. Hace referencia a fray Esteban de Salazar,

autor de una obra titulada Veinte discursos sobre el Credo, que alcanz? varias reimpresiones durante el ?ltimo cuarto del siglo xvi y que con tiene noticias sobre las antig?edades indias. Salazar estuvo en M?xico y tuvo amistad con Motolinia; de ah? lo valioso de sus testimonios. 50 Caballero, pp. 104 ss. Alusi?n a Clavijero, pp. 522-524.

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ELIAS TRABULSE

di pudore de esos pueblos que no hab?an recibido los bene ficios del cristianismo: Del mismo modo que no debe sorprendernos el que na

ciones ignorantes de la verdadera religi?n se revuelquen en esa pestilente hediondez; as? tambi?n debemos agradecer a

Dios por haber propagado el cristianismo gracias al celo de Cort?s, y por haber extirpado semejantes suciedades.51

Y recapitulando, a?ade: A los grandes beneficios de la prohibici?n de los sacrifi cios, introducci?n de la verdadera religi?n, disminuci?n de la ebriedad, exterminio del pecado nefando, sigui? la introduc ci?n de las virtudes morales y pol?ticas que redundaron en hacer m?s amable la sociedad, m?s verdaderos los discursos, que dieron m?s firmeza en las palabras, m?s refinamiento en el trato, m?s honestidad en el vestir, quietud y paz interna; en lugar de ese continuo derramamiento de sangre, producto de las interminables guerras que hac?an unos con otros.52

Con esto termina Caballero la primera secci?n de la "ofen siva" contra Clavijero. Revive at?vicos temas sostenidos por

Torquemada y otros autores para poner de manifiesto la degradaci?n moral y social de los pueblos ind?genas y su car?cter demoniaco.

Viene a continuaci?n la contraparte: los beneficios apor tados por la conquista espa?ola. El primero y mayor fue la cristianizaci?n. Basado en las noticias que proporciona Eguia ra y Eguren en su Bibliotheca mexicana, afirma que el pri mer inter?s de Cort?s fue el de evangelizar a los indios.53

La destrucci?n de los ?dolos de Cempoala54 cobra a sus

ojos un valor inestimable, ya que le permite a la vez insistir sobre la barbarie de los sacrificios ind?genas y el m?rito de los espa?oles al suprimirlos: 51 Caballero, p. 109.

52 ibid., p. 111. 53 ibid., pp. 79 a 90. 54 Clavijero, pp. 310-311.

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UN AIRADO MENT?S A CLAVIJERO

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?Por qu? los espa?oles no dejaron que los pueblos con

quistados continuasen con los sacrificios humanos? ?Por qu? no aprovecharon la oportunidad que les ofrec?a esta pr?ctica para gozar de los tesoros y de los metales preciosos como ha cen los dem?s conquistadores extranjeros? ?C?mo fue que se apag? esa sed insaciable de riquezas, la cual fue reemplazada por el ideal caballeresco de Cort?s y los suyos quienes no tole raron la horrible crueldad de los sacrificios humanos? ?Oh, cuan inagotable es esa sed de calumnias que resulta infinita

mente superior a la sed de riquezas que se atribuye a los espa?oles! 55

La introducci?n de m?todos de labranza y el cultivo de especies tra?das del Viejo Mundo fueron los beneficios ma

teriales m?s cuantiosos aportados por Espa?a ya que en

estos lugares no se conoc?a ni siquiera la agricultura.56 Con

un sentido incre?ble de la alegor?a afirma que lo llevado desde la pen?nsula a M?xico tiene m?s valor que toda la plata extra?da de las minas de este pa?s y llevada a Espa?a.57 La riqueza evidente de la tierra y la benignidad del clima de que dan testimonio Torquemada y Gemelli Carreri hicieron el resto. Ni la grana cochinilla, orgullo de estas tierras, era "cultivada" debidamente: En efecto, apenas informados los espa?oles de la existencia de la cochinilla que produc?an las nopaleras y los tunales en la Nueva Espa?a, y que es muy similar a la especie conocida

en Espa?a y que se produce en el arbusto llamado coscoja,

procuraron mejorarla ense?ando a los indios a cultivar y sem brar nopaleras, creando huertas para aumentar el n?mero de aquellas plantas que otrora eran ?nicamente selv?ticas, como

lo asevera el noble criollo mexicano Agust?n D?vila Padilla en la Historia dominica de M?xico, libro 2, cap. 51.58

55 Caballero, p. 82. Alude directamente a Robertson. 56 ibid., p. 112; Clavijero, p. 537.

57 Caballero, p. 113.

58 Ibid., pp. 117-118. Se apoya tambi?n en el doctor Lagunas (Dios c?rides), en Hern?ndez, en Plinio y en Herrera.

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ELIAS TRABULSE

En este tema, Clavijero se hab?a ampliado mostrando las excelencias de esta rama de la "agricultura" cultivada por los mexicanos.59

Tampoco el chocolate sale bien librado en manos de

Caballero, al decir que los indios lo hab?an convertido en un brebaje dif?cil de beber. Apoyado en Torquemada dice: Los espa?oles tambi?n impulsaron y aumentaron el cul

tivo del cacao y elaboraron con ?l la delicad?sima bebida lla mada chocolate que antiguamente, en la ?poca del paganismo ind?gena, era una bebida r?stica sin az?car ni canela, desco nocidas para los indios.60

y lo que parece m?s incre?ble, ni el pulque se mejor? hasta

que llegaron los espa?oles:

A ?stos se debe el perfeccionamiento del pulque y aunque no lograron hacer de ?l una bebida deliciosa por lo menos la hicieron menos repugnante que la que llaman chicha.61

En suma, la conquista logr? sacar a los indios d?lia sua ristrettisima condizione, mostr?ndoles las excelencias de la agricultura. El crescendo depredatorio de lo indiano alcanza uno de sus fort?ssimos al negar Caballero que las civilizaciones an tiguas cultivaran alg?n arte u oficio digno de tal nombre. Todos les llegaron de ultramar y los pocos que aqu? se ejer citaban fueron perfeccionados hasta un grado que no per mite reconocer su origen. As? la plater?a, la orfebrer?a y artes afines tan elogiadas por nuestro jesu?ta criollo no eran seg?n Caballero sino artes rudas indignas de tal nombre.62 Las pinturas y las esculturas eran "deformes y despropor cionadas" y las estatuas en particular, hechas del material que fuere eran "horrendas, abominables, feas y verdadera 59 Clavijero, p. 249. 60 Caballero, p. 118; Clavijero, p. 265. 61 Caballero, pp. 118; Clavijero, p. 232, nota 25, y pp. 266-267. 62 Caballero, pp. 120 ss.; Clavijero, pp. 252-253. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:23 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


UN AIRADO MENT?S A CLAVIJERO

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mente diab?licas".63 Los mosaicos de plumas de ave que Clavijero elogia tanto tambi?n merecen la inagotable cen sura condenatoria del mallorqu?n.64

La arquitectura mejor? notablemente sus m?todos: se

construyeron puentes, acueductos (Caballero menciona, como

Clavijero, al padre Francisco Tembleque) y grandes edifi cios que son dignos de verse. La ciudad de M?xico, cuyo

trazo y reedificaci?n fue una haza?a de Cort?s, es digna de admirarse ya que seg?n los relatos de muchos viajeros que la conocieron no tiene par en el mundo.65 Caballero la equi

para con Florencia y saca a colaci?n un fragmento de la

Grandeza mexicana de Bernardo de Balbuena, donde se exal ta la nueva ciudad de M?xico compar?ndola con la antigua Tenochititlan.66 Frente a las casas antiguas de los indios, piccole, basse, meschine, senza porte, senza fenestre, apa recen hoy las casas de "texontle" ricas y opulentas.67 Los 63 Caballero, p. 122; Clavijero, pp. 251-252. Caballero cita a fray

Esteban de Salazar, Melquisedec Thevenot y Athanasius Kircher para apoyar estos juicios. 64 Caballero, pp. 123-124; Clavijero, pp. 31 y 253-254. 65 Caballero, pp. 124-125; Clavijero, pp. 254-257. Caballero cita las Cartas de Cort?s (edici?n de Lorenzana).

66 Caballero, p. 126. Los versos de Balbuena que Caballero repro

duce son los siguientes:

Donde hay alguna (casa) en ella tan altiva que importa de alquiler m?s que un condado pues da de treinta mil pesos arriba... Y adm?rase el teatro de fortuna: Pues no ha cien a?os, que miraba en esto chozas humildes, lamas y laguna; y sin quedar terr?n antiguo enhiesto de su primer cimiento renovada esta grandeza y maravilla ha puesto

(Bernardo de Balbuena: Grandeza mexicana, 3? ed., M?xico, UN AM, 1963, p. 82. [Biblioteca del Estudiante Universitario, 23.]) En su diser

taci?n sobre la ciudad de M?xico, Caballero hace referencia a obras

tan raras como la de Gaspar de Villagr? o la de Fernando de Cepeda. Da noticia cumplida y exacta de la inundaci?n de 1629 y la actitud del virrey Cerralbo frente a la propuesta de mudar la ciudad. Ciertamente la erudici?n de Caballero deja poco que desear. 67 Caballero, p. 131; Clavijero, pp. 254-256.

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ELIAS TRABULSE

palacios seg?n Marcos de Niza (I) eran paup?rrimos, de

barro, mal construidos y con terrazas llamadas azoteas que acentuaban su rareza.68 De los templos no podemos saber nada, concluye Caballero, pues fueron destruidos justifica damente por los conquistadores.

El ?ltimo aporte cultural que trajo la conquista fue,

seg?n el jesuita espa?ol, el de las ciencias. Dif?cilmente hu bieran podido florecer ?stas en una regi?n en la que se des conoc?an las letras y en donde se hablaba una lengua rudi mentaria. Oponi?ndose a Clavijero, quien hab?a elogiado la riqueza conceptual y ling??stica del n?huatl, as? como su garbo y sonoridad, Diosdado Caballero no s?lo duda de todo ello sino inclusive de la existencia de una lengua cuya ele

gancia contradec?a la degeneraci?n social y moral en que viv?a el pueblo que la hablaba.69 Inicia su exposici?n negando que los indios tuvieran

conocimientos astron?micos tan avanzados como algunos su pon?an. La amplia exposici?n del sistema calend?rico n?huatl hecha por Clavijero70 y los conocimientos astron?micos que de ah? se desprend?an se toparon con el cerrado y pertinaz escepticismo del jesuita mallorqu?n. La interpretaci?n del "calendario azteca" le parece una "fantas?a" donde encuentra no pocas contradicciones: Es un hecho innegable que los espa?oles encontraron que los mexicanos hab?an ideado un calendario que consist?a en una rueda o c?rculo dividido en 18 partes que representaban sus dieciocho meses, de veinte d?as cada uno, los cuales for

maban un a?o, sin los cinco d?as adicionales que ellos con sideraban como d?as de asueto y que seg?n Torquemada, libro x, cap. xxx, no lograron jam?s ni ordernarlos ni con tarlos. Empleaban tambi?n un ciclo de trece d?as, a los cuales se les podr?a llamar semanas. Ten?an asimismo una rueda o

68 Caballero, p. 135.

69 ibid., p. 138; Clavijero, pp. 239-241. 70 Clavijero, pp. 177-181, 288-294.

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UN AIRADO MENT?S A CLAVIJERO

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c?rculo con 52 divisiones que significaban los 52 a?os que formaban un siglo.71

Propone analizar seriamente dicho calendario (recu?rde se que cuando Caballero escrib?a esto todav?a no aparec?a la obra de Le?n y Gama), a efecto de eliminar las falsas in terpretaciones debidas a los primeros misioneros o coloniza dores, quienes allanaron el camino a todas esas teor?as absur

das sobre el calendario mexicano. Coincidiendo con Clavi

jero, Caballero atribuye la primera interpretaci?n cient?fica del calendario a Sig?enza y G?ngora. ?sta es para el jesu?ta espa?ol la teor?a generalmente aceptada, pero es posterior a la conquista y nada garantiza que sea la que los indios ten?an: No me atrevo a menospreciar la autoridad de Gemelli

como lo hizo el c?lebre historiador de China, el P. du Halde, en el prefacio de su obra y en las Lettres ?difiants et curieuses,

recueil 15. Quiz?s Gemelli conoci? esa rueda [del calendario] a trav?s del excelente astr?nomo mexicano D. Carlos de G?n

gora y Sig?enza [sic] que, concediendo algunas libertades a su talento combinatorio y astron?mico, elucubr? m?s s?mbolos y correcciones que las que idearon los astr?nomos mexicanos para retocar y mejorar los mismos calendarios. G?ngora fue

heredero de muchas pinturas que pertenecieron a D. Juan

de Alva, descendiente de los reyes de Tezcuco. Este nobil?simo se?or, adem?s de pinturas cuya antig?edad no podr?a preci sar, ya que pueden ser anteriores o posteriores a la llegada de los espa?oles, y de algunos manuscritos hechos por ?l mismo [sic] sobre las antig?edades mexicanas, dej? algunas historias antiguas (y por antigua entiendo precortesianas) tomadas de autores antiguos, como asegura Eguiara en su Bibliotheca, ar t?culo Carolus de Sig?enza, etc. Asimismo es digno de atenci?n,

en relaci?n a Gemelli, el que su calendario difiera sensible mente, por lo menos en diez detalles entre nombres y figuras, del publicado por el cardenal Lorenzana.72

?i Caballero, p. 140.

72 Ibid., pp. 141-142, nota a; Clavijero, p. 177. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:23 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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EL?AS TRABULSE

y a?ade con cierto escepticismo: Es verdad que la cr?tica no debe desalentarse cuando se enfrenta a los problemas que plantea una antig?edad tan

oscura y de naciones tan ignorantes. Si se pudiese fijar con exactitud la fecha de las pinturas y de los calendarios, distin

guiendo los que fueron hechos antes de la llegada de los

espa?oles, de los que fueron elaborados despu?s, no ser?a tan f?cil errar, porque se podr?an estimar las primeras como obras hechas ?nicamente por ind?genas, sin ayuda ni direcci?n ex tra?a; y en las posteriores se podr?an adivinar algunas adicio nes e ilustraciones y la direcci?n de mano europea.73

Pone en duda sutilmente los relatos de Acosta y de Va ladez (Rhetorica Christiana, parte 2, cap. 27, p. 49) y se apoya en Torquemada (quien dice ten?a en su poder los manuscritos de Olmos, Sahag?n y Motolinia) para negar que los indios conociesen el a?o bisiesto y en general cual quier medida isocr?nica que les permitiese tener alguna no ci?n de la exacta duraci?n de los a?os. En este punto debi?

Caballero de insertar su r?plica a Le?n y Gama y a M?r

quez quienes propon?an una nueva y original interpretaci?n del calendario mexicano.

Los nuevos datos aportados por Le?n y Gama invalida

ban algunas de las arriesgadas y apresuradas conclusiones de Caballero, pero tambi?n pon?an en entredicho las tradicio nales interpretaciones de Sig?enza (Gemelli Carreri), Botu rini y Veytia, de tal manera que el jesuita mallorqu?n apro

vechar? las correcciones de Le?n y Gama a estos autores para poner en duda tambi?n su propio sistema.74 La tesis del avance cient?fico de los indios en materias tales como la

mec?nica y la geometr?a, sostenida por Le?n y Gama en vista de la magnitud y precisi?n geom?trica que encontraba en el

"calendario azteca",75 la impugna Caballero con un argu 73 Caballero, pp. 141-142.

74 ibid, p. 193. V?ase tambi?n Moreno: op. cit., pp. 86, 87 y 93. 75 Antonio de Le?n y Gama: Descripci?n hist?rica y cronol?gica de

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UN AIRADO MENTIS A CLAVIJERO

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ment? bastante pueril que consiste en decir que el mover una piedra circular de semejantes dimensiones y el dividirla en cuatro, ocho o diecis?is parte iguales no es ning?n arte que implique amplios conocimientos geom?tricos.76

A la afirmaci?n de Le?n y Gama de que los primeros

religiosos cre?an que todo lo grabado en piedra o figurado en lienzos era objeto de culto idol?trico, y que esto favoreci? que muchos testimonios de car?cter hist?rico se hallan irre misiblemente perdidos, y que de los que perduraron unos hubieron de ser escondidos y otros fueron interpretados en

forma fabulosa para escapar a la destrucci?n, responde Caballero diciendo que Sahag?n y otros de los primeros

misioneros colectaron y guardaron muchas "pinturas mexi canas" y se sirvieron de ellas para sus narraciones hist?ricas.

Adem?s, dice Caballero, nada garantiza a posteriori que los indios hubiesen realmente inventado interpretaciones fabulosas, pues podr?a ser posible que ni siquiera supieran el verdadero significado de lo que para nosotros ya tiene un valor de testimonio hist?rico:

Podr?a sospecharse que los mismos indios no entendiesen la verdadera significaci?n de aquellas piedras y que cada uno relatase la primera idea que al respecto se le ocurr?a. La auto ridad de don Fernando de Alva [Ixtlix?chitl] que naci? des pu?s de la conquista, no ser? nunca tan valiosa como la de los testigos oculares.77

Sobre este aspecto de la impugnaci?n de Caballero ten dremos ocasi?n de volver m?s adelante. Baste ahora s?lo tener en consideraci?n su idea de que los testimonios his las dos piedras que con ocasi?n del nuevo empedrado que se est? for

mando en la plaza principal de M?xico se hallaron en ella el a?o de

1790, M?xico, Imprenta de don Felipe de Z??iga y Ontiveros, 1792, p. 5. Hemos hecho los cotejos de esta edici?n pese a las peque?as diferencias que existen con la traducci?n italiana que es la que Diosdado Caballero conoci?. En lo sucesivo se citar? Le?n y Gama.

76 Caballero, p. 172. 77 Le?n y Gama, pp. 5-6; Caballero, pp. 173-174. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:23 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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EL?AS TRABULSE

t?ricos de los antiguos mexicanos (en los que Clavijero y

Le?n y Gama fincaban buena parte de sus interpretaciones hist?ricas) pudieran no tener realmente el valor que se les atribu?a.

Ante la declaraci?n de Le?n y Gama de que el culto y

la mitolog?a ind?genas nos eran en buena medida descono

cidos, Caballero hace valer el testimonio de multitud de autores que hablan de sus dioses. Al efecto recuerda, entre otros, al padre Olmos: No es posible poner en duda que el venerable Andr?s de Olmos, franciscano, que lleg? a M?xico con el venerable Zum?rraga en 1527, haya dejado registrado, si no todos los dioses como desea el caballero Gama, por lo menos la gran mayor?a, como se deduce de la afirmaci?n de Torquemada hecha al comienzo del cap?tulo 41 del libro 6, al decir: "Cuen ta el venerable, y muy religioso padre fr. Andr?s de Olmos, que lo que coligi? de las pinturas y relaciones que le dieron

los caciques de M?xico, Tetzcuco, Tlaxcalla, Huexotzinco, Cho lulla, Tepeaca, Tlalmanalco y las dem?s cabeceras, acerca de los dioses que ten?an etc. .." No es f?cil encontrar en otro lugar tanto celo como el que demostr? tener este diligent?simo misionero, que no satisfecho con utilizar las pinturas para in dagar acerca de la mitolog?a ind?gena, inquiri? y se inform? en muchas fuentes primarias y en testigos ind?genas de diver sos pueblos. Gracias a la actividad desarrollada por el venera ble Olmos se deduce f?cilmente que los indios informaban a los misioneros acerca de cuestiones mitol?gicas, no s?lo his t?ricas, sin temor de ser sospechosos de reincidencia

Contin?a Caballero desvirtuando pasajes de Le?n y Gama

que le parec?an oscuros de entender. Los nombres de las cuatro partes del d?a natural le parecen confusos y mal

delimitados,79 la aritm?tica ind?gena le resulta embrollada

(cos? imbrogliatta) y se permite decir que posiblemente su invenci?n haya sido hecha por los indios mismos pero 78 JLe?n y Gama, p. 6; Caballero, pp. 176-177. 79 Le?n y Gama, pp. 14-15; Caballero, pp. 178-179.

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UN AIRADO MENT?S A CLAVIJERO

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despu?s de la conquista. Por lo dem?s, afirma, el sistema num?rico se presta a muchas interpretaciones.80 Duda de las medidas de peso usadas en las operaciones comerciales de los indios y dice que no se encuentra menci?n de ellas ni en Cort?s ni en Bernai D?az, Acosta o Torquemada.81 La interpretaci?n del a?o mexicano que expone Le?n y Gama le parece inexacta pues no incluye las fiestas, lo que obligar?a a dejar correr 52 a?os con ese error.82 Cuando Le?n y Gama objeta la exactitud del calendario impreso por Lo

renzana en su edici?n de las Cartas de Cort?s (1770) y da

por bueno, con ciertas modificaciones, el de Gemelli Cameri,

mal copiado del original de Sig?enza, Caballero le repite un argumento que ya hab?a esgrimido antes y que consist?a en atribuirle a Sig?enza la interpretaci?n del calendario: El verdadero y aut?ntico calendario de Gemelli ?es ante rior o m?s bien posterior a la conquista? En ?l se encuentran ya las correcciones hechas por Sig?enza, pero ?cre?is acaso que entre los indios gentiles era com?n el arte combinatorio y la pericia para calcular que pose?a Sig?enza? ^

El inicio del a?o, el calendario lunar, el a?o bisiesto, los nemontemi, el siglo de 52 a?os, todo halla respuesta en la obra de Caballero, quien insiste en declarar dudosa la inter

pretaci?n que les da Le?n y Gama sobre todo porque se opon?a ?como ya vimos? a autores como Boturini, Sig?en za, Veytia y Clavijero. Cree, con el padre M?rquez a quien cita, que el "calendario azteca" es de origen toi teca84 y afirma que su verdadero significado bien podr?a estar defi

nitivamente perdido. Al efecto nos dice:

so Le?n y Gama, pp. 17-20, nota; Caballero, pp. 181-183.

81 Le?n y Gama, p. 20, nota; Caballero, pp. 183-184. M?s que a

Le?n y Gama, Caballero se dirige a M?rquez.

82 Le?n y Gama, pp. 24-25; Caballero, pp. 184-185. 83 Le?n y Gama, p. 49; Caballero, p. 186. 84 M?rquez: op. cit., pp. 146-148; Caballero, p. 193.

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EL?AS TRABULSE No ser?a sorprendente que los mexicanos, herederos de los toltecas, hayan perdido gran parte de los conocimientos de sus antecesores; nosotros mismos hemos perdido muchos de los descubrimientos de nuestros antiguos.85

Y para concluir resume su refutaci?n al astr?nomo mexi cano en los siguientes t?rminos: Si se habla no ya de los antiguos pobladores [de An?huac] sino ?nicamente de los mexicanos encontrados por los espa ?oles, ser? siempre el silencio de los autores y de los misione ros, investigadores infatigables de las antig?edades mexicanas, grandes conocedores de los ind?genas lo que verdaderamente constituya el argumento irrefutable que nos permita sospechar de la validez de las conclusiones y teor?as a las que llega el ingenios?simo autor [Le?n y Gama], quien aprovech?ndose de lo embrollado de las interpretaciones anteriores del calendario, elucubr? una serie de conjeturas aparentemente congruentes que permiten suponer que la piedra [del Sol] tiene m?s signi ficados que los que se supone podr?a tener. De igual manera los eruditos e ingeniosos int?rpretes de algunos autores, v. gr.,

de Virgilio, encuentran en cada palabra mayor n?mero de significados que los que pens? el pr?ncipe de los poetas.80

A las otras ciencias tampoco les reconoce un ?pice de

avance: la confusi?n a los a?os de reinado de los reyes azte cas que se ve en la Colecci?n de Mendoza, y que se opone a lo que dicen Acosta, Torquemada o Sig?enza, quienes no concuerdan entre s? en un asunto relativamente reciente, es

la prueba m?s palmaria de que los indios no ten?an idea de la m?s elemental cronolog?a.87 Caballero reconoce que conoc?an rudimentos de m?sica, la cual logr? grandes pro gresos a la llegada de los espa?oles, quienes les ense?aron a los indios a tocar el ?rgano, la guitarra, la flauta, el arpa,

el monocordio y tambi?n a cantar y a componer misas y 85 ibid., p. 194.

86 ibid., pp. 192-193. Las cursivas son nuestras. 87 ibid., p. 148; Clavijero, pp. 448-450.

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UN AIRADO MENT?S A CLAVIJERO

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canciones sacras.88 La poes?a y la elocuencia afirma Caba llero que no fueron conocidas hasta despu?s de la con quista.89 Continuando con las dem?s ciencias, dice que la medici

na y la cirug?a estaban muy atrasadas, pero que con la aper tura de c?tedras esto se subsan?. Aparecieron impresas en

M?xico varias obras dedicadas a estas disciplinas. A este respecto nos proporciona Caballero una serie de noticias interesantes:

El jesuita Alfonso L?pez de Hinojoso [sic], public? con adiciones y por segunda vez en M?xico en 1595 la Suma de cirug?a, cuya primera edici?n hab?a aparecido en 1578 antes de que el autor se ordenara de religioso. Contiene esta obra diez tratados o libros. En el primero trata de los padecimien tos reum?ticos; en el segundo, de la anatom?a del cuerpo hu mano; en el tercero, de la sangr?a; en el cuarto, de la aposte ma; en el quinto, de las obstrucciones; en el sexto, de las heridas; en el s?ptimo, de las fracturas de los huesos; en el octavo de las enfermedades como el cocoliste, las fiebres malig nas, el flujo de sangre, etc.; en el noveno, de las dificultades del parto y de su remedio; en el d?cimo, de las enfermedades propias de los ni?os. Despu?s de estos diez libros se encuen tra un recetario de f?cil empleo en medicina. El autor, como ?l mismo afirma en el libro i, cap. 8, hab?a sido m?dico en el Hospital Real de M?xico durante catorce a?os y hab?a reali zado experimentos, en compa??a del c?lebre Hern?ndez, nuevo Plinio de nuestra Espa?a, en disecci?n de cad?veres para en contrar el origen y remedio del cocoliste que se desat? tan

violentamente entre los indios en la ciudad de M?xico en

1578 y que cost? la vida a las dos terceras partes de aquella pobre gente. He considerado interesante para los lectores esta

noticia, dada la rareza de la mencionada obra. Tambi?n el prestigiado m?dico mexicano D. Juan de C?rdenas public? en

M?xico en 1591 (seg?n Pinelo en la Biblioteca, n?m. 84),

Problemas y secretos de Indias. En ?poca m?s reciente el jesui ta Juan de Esteyneffer public? la ?til?sima obra Florilegio

88 Caballero, p. 149; Clavijero, p. 243. 89 Caballero, p. 149; Clavijero, pp. 241-242.

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EL?AS TRABULSE

medicinal que versa sobre todas las enfermedades. No s? si el

venerable Gregorio L?pez public? aquel libro de medicina

para uso del hospital de Oaxtepec fundado por los espa?oles, que encomia tanto su amigo y bi?grafo Lossa.90

Es l?gico pensar que despu?s de todo este aparato de

demolici?n erudita, construido con lujo de detalles, le vinie ra muy a mal a Caballero el conocer la obra de Rivadeney ra y Barrientos a que ya aludimos. Este autor, con bastante agudeza, pone en relieve las virtudes del indio, su inteligen cia y habilidad que seg?n ?l deber?an de tenerse muy en alto: ... si el juicio de la vulgaridad, que no distingue de colores, no hubiese hecho empe?o de difamar las Indias con el negro

borr?n de una barbaridad perpetua. Hasta hoy concibe el vulgo tan extra?as en las Indias las prendas del alma y sus nobles dones, como que aquellas tierras hubiesen sido solo criadas por el Omnipotente, para que en ellas toda poblaci?n fuese inculta selva; toda casa, tosca gruta; todo racional, fiero salvaje; y cada uno de tantos heroicos reyes, ebrio, torpe y r?stico Sileno solamente aclamado por silvestres tropas de unos s?tiros.91

Elogia su pericia en las artes tales como la m?sica y la poes?a de la que proporciona algunos fragmentos en n?

huatl.92 Alaba "las amenas campa?as del mexicano distrito", los grandes edificios construidos por los indios, sus soberbios templos y palacios.93 Encomia las costumbres pol?ticas de las naciones indianas y dice que deber?an ser imitadas por las naciones europeas: ?Qu? leyes y usos para lo pol?tico? ?Qu? industrias y estra

tagemas para lo militar? ?Qu? costumbres y reglas para lo mec?nico, no pudieran haber aprovechado las naciones euro peas de los indios, si sobre tan digno objeto de su codicia, 90 Caballero, pp. 153-154, nota a; Clavijero, pp. 232 y 537. 91 Rivadeneyra y Barrientos: op. cit., i, p. 7; n, p. 37. 92 ibid., i, p. 72; ii, pp. 58 ss. 93 ibid., i, pp. 284-288.

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UN AIRADO MENT?S A CLAVIJERO

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hubiesen desprend?dose del desprecio con que siempre aten dieron al car?cter indiano arrebat?ndoles todo el aprecio sus tesoros?94

Afirma adem?s que la gentilidad no arrebat? a los in

dios sus "naturales luces", pues fueron superiores a muchos pueblos gentiles del Viejo Mundo.

El comercio ha hecho que el Nuevo Mundo inunde de

riquezas a Europa, la que con gran ingratitud ha tildado de perezosos a los indios de quienes se aprovecha.95 En suma, nada hubo que trajese la conquista que no estuviese antes

aqu?:

... se puede creer, que a?n en las m?s b?rbaras [provincias] de aquel Nuevo Mundo, nada pueden encontrar las naciones que compusieron las otras tres partes del Viejo, que ya antes no se hubiese en ellas visto.96

Como puede suponerse, toda esta profesi?n de fe de "americanismo" se opon?a diametralmente a lo sostenido por Caballero, quien lanza una feroz invectiva contra el ju rista mexicano, quien adem?s hab?a sostenido la tesis, cier tamente inaudita para su tiempo, de que los indios cristia nizados eran menos h?biles y capaces y sab?an mucho menos

que los ind?genas de la gentilidad. A Caballero le faltaron

diatribas y^ sarcasmos para ridiculizar esta hip?tesis del eru dito messicano, pero como su pol?mica no iba contra ?l sino contra Clavijero, s?lo lo toca de paso pero con mayor mor dacidad que la que us? con su correligionario.97

Como corolario de su libro, Caballero hace una breve

s?ntesis comparando los indios de la gentilidad con los con quistados. El m?todo de exposici?n que hab?a empleado en su r?plica a Clavijero le facilitaba esta conclusi?n: la con 94 ibid., II, p. 47.

95 ibid., il, pp. 11 y 55. 96 ibid., ii, p. 38. 97 Caballero, pp. 151-152.

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EL?AS TRABULSE

quista trajo la supresi?n de vicios y aport? variedad de bene ficios; el resultado era evidente: Comparad el estado de los indios despu?s de la conquista con su estado antes de Moctezuma ?qu? extra?a moneda de tan diversas y contrarias facetas: en la religi?n, en la moral, en el humanitarismo, en las leyes, en la agricultura, en las artes, en las ciencias! 98

Este paralele?, ya establecido por Torquemada,99 com

pendiaba los siguientes puntos: su gobierno pol?tico pas? de la deplorable tiran?a azteca al "religioso, prudente y dulce gobierno del rey cat?lico"; pasaron de un estado de barba

rie al de civilizaci?n al recibir todas las artes del Viejo

Mundo, escuelas y universidades donde se cultivan las cien cias "tan felizmente como en las m?s c?lebres de Europa";

dejaron de padecer los tributos y la esclavitud (!) que les impon?an sus caciques y pasaron a gozar del clemente go

bierno de las audiencias reales y del virrey; la crueldad de sus sacerdotes vino a ser sustituida por el benigno y paternal

yugo de doctos y sant?simos obispos, p?rrocos y religiosos; y ante todo recibieron una sapient?sima legislaci?n: Despu?s de la conquista los mexicanos disfrutaron de la m?s docta, dulce y religiosa legislaci?n del mundo. La Reco pilaci?n de Leyes indiano-espa?ola puede ser calificada con el t?tulo de verdadera obra de arte de humanitarismo hacia los indios. Brilla en ella todo lo que el amor paternal de un soberano puede imaginar en beneficio de sus vasallos. En todos los libros, en todos los t?tulos nos topamos con alguna ley tendiente al bienestar de los indios. En casi todo el libro vi

existen atinadas disposiciones encaminadas a asegurar la li bertad, el progreso y el bienestar de los naturales. Si los por fiados admiradores de Montesquieu estudiasen nuestras leyes, 98 ibid., p. 154. 99 Fray Juan de Torquemada: Los veinte y un libros rituales y mo

narqu?a indiana, Reproducci?n facsimilar de la segunda edici?n (Ma

drid, 1723) , M?xico, Editorial Porr?a, 1969, lib. in, cap. xxvi.

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UN AIRADO MENT?S A CLAVIJERO

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se dar?an cabal cuenta del paup?rrimo esp?ritu con el cual escribi? su legislaci?n si se la compara con la nuestra.

E interpelando a los detractores de Espa?a, a?ade: Y vosotros todos que pretend?is de nosotros el t?tulo de fil?sofos, reconocer?is que vuestra filosof?a, es decir el arte de so?ar con elegancia y m?todo, no ha podido elaborar una legislaci?n tan conforme a la raz?n, a las condiciones de las personas, a los lugares y a las distancias, como aquella que han ideado los espa?oles.100

Aboga por la supresi?n total del habla n?huatl y pide

que se generalice el castellano ya que "la diversidad del len guaje quita las bases de la unidad de las naciones y genera frecuentes sospechas y disidencias".101 Muestra a continua

ci?n, apoy?ndose en el enjundioso Teatro americano de Villase?or y S?nchez, el estado de la Nueva Espa?a hacia mediados del siglo xv?n: la riqueza de las familias criollas que habitan la ciudad de M?xico, el estado de gobierno eclesi?stico y secular, la magnificencia de sus edificios reli

giosos y civiles, hacen que la capital del virreinato haya llegado a ser "una de las primeras y m?s opulentas ciudades

del mundo". Los espa?oles que han pasado a la Nueva Es pa?a han logrado formar fortune splendidissime y men ciona como ejemplo al conde de Regla y a Jos? de la Borda "m?s ricos que Creso, m?s magn?ficos que L?culo y m?s

bondadosos que Tito".

La larga glosa de Caballero, que con esta conclusi?n toca a su fin, nos revela el hilo conductor que el autor de Hero?s mo sigui? en su r?plica a los autores que ya hemos mencio

nado. Pero el inter?s historiogr?fico que pueda tener por ser la obra que originalmente entorpeci? que Clavijero pudiera publicar completa su Storia en Espa?a o sus col? loo Caballero, pp. 155-158. loi Ibid., pp. 162-163, nota a. Se apoya en las noticias de Guti?rrez

D?vila y de Lorenzana.

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EL?AS TRABULSE

nias, resultar?a de relativo inter?s si no ahond?semos en la intenci?n pol?mica que anima a las Observaciones america nas. Sin duda que su primordial inter?s se vio plenamente satisfecho al impedir, en un principio, que ?l jesu?ta mexi cano lograse sus prop?sitos. Pero existen otros puntos que merecen aclaraci?n. En primer t?rmino cabe mencionar que las Observaciones enviadas a G?lvez excluyen varias seccio nes de la Storia antica'del Messico. Los libros n, ni, iv y v, o sea los referentes a la historia antigua propiamente dicha, casi no fueron tocados por Caballero, quien, como ya vimos, se circunscribi? a los libros restantes. Este hecho no es casual y bien pudiera a primera vista suponerse que no los comen t? por desconocer el tema o por no tener a mano las fuentes utilizadas por Clavijero. Pero ninguna de ambas hip?tesis

se sostiene cuando es patente el hecho de que Caballero conoc?a bien la historia de M?xico y pudo adem?s consul tar buena parte de las obras usadas por el jesu?ta criollo. A nuestro parecer otros fueron los motivos por los que omiti? hablar de esos libros en sus Observaciones. Caballero se propon?a demostrar que la historia antigua de M?xico, sean cuales fueren sus fuentes, era una invenci?n europea, debida sobre todo a Torquemada. Era una historia inven tada despu?s de la conquista y a partir de datos de relativo valor hist?rico. La r?plica a Clavijero, que consisti? en opo ner la autoridad de ?sta a las de otros autores, no hizo sino poner en entredicho las fuentes utilizadas por el jesu?ta criollo. La intenci?n fundamental de Caballero resulta ser entonces la de negarle a la historia del M?xico antiguo cual quier valor real, de ah? que pusiese en duda la exposici?n que Clavijero hac?a de la historia prehisp?nica. Su m?todo es relativamente sencillo. Comienza neg?n

dole a la lengua mexicana la riqueza y antig?edad que

Clavijero o Rivadeneyra y Barrientos le atribu?an. As? por ejemplo, al referirse al "paco" o alpaca, animal tra?do del Per?, dice lo siguiente:

Este ?til?simo animal fue llevado del Per? a la Nueva Espa?a y ah?, d?ndole un nombre mexicano, lo llamaron This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:23 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


UN AIRADO MENT?S A CLAVIJERO

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pelonichatl. Esta nueva nomenclatura debe ser tomada en con sideraci?n para no caer en el error de creer que la riqueza de nombres de una naci?n prueba necesariamente su antig?edad y tampoco es testimonio de que los objetos que nombra per tenezcan a ese pueblo. Parece ser que esta opini?n es tambi?n sostenida por Acosta en el libro 4, cap. 34, y con mayor clari

dad por el excelent?simo cardenal Lorenzana quien en la

quinta pastoral, p. 95, asegura que los espa?oles han enrique cido el vocabulario mexicano. Para ratificar tal aseveraci?n menciona el Confesionario en n?huatl del P. Juan Bautista.

El jesuita Ignacio de Paredes que imprimi? en M?xico en 1759 un compendio de gram?tica mexicana afirma que el bo

rrego es llamado en n?huatl, ichcatl; el puerco, pitzotl, la gallina espa?ola, quanaca; el toro, quaquahue, etc., y hace el elogio del jesuita Tovar, gran conocedor de la lengua

n?huatl, el cual con tres palabras de ese idioma compuso una que significa pecado original.102

Despu?s de negar la antig?edad y riqueza ling??stica del

idioma n?huatl, Caballero pasa a poner en duda el valor de los testimonios hist?ricos de la antig?edad indiana. Re firi?ndose a la colecci?n de relaciones originales de don Fernando de Alva Ixtilx?chitl, mencionadas por Le?n y

Gama y Clavijero,103 nos dice:

?Qu? valor tienen esos originales indianos que seg?n D. Fernando de Alva fueron conocidos por Gomara y que apare cen aqu? mencionados por primera vez?104

Afirma que esos testimonios hist?ricos son posteriores a

la conquista ya que los de la ?poca de la gentilidad, de

haber existido, fueron destruidos poco despu?s de la ca?da de Tenochtitlan.105 Aun el valioso testimonio de Hern?n 102 ibid., pp. 113-114, nota a. Clara alusi?n a Clavijero, p. 22, nota 50, y p. 490. Las cursivas son nuestras.

103 Le?n y Gama, p. 7, nota; Clavijero, pp. xxvin y xxxi. 104 Caballero, p. 177. Vid. supra, nota 73. Las cursivas son nuestras. 105 Referencia a Clavijero, p. 248.

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EL?AS TRABULSE

dez debe ser tomado con cautela ya que se le han atribuido

noticias de sucesos de los que no pudo haber sido testigo presencial. Inclusive el docto Torquemada, a pesar de sus

valiosos conocimientos, en ciertos aspectos debe ser estudiado con reserva, sobre todo cuando se apoya en las narraciones de los primitivos misioneros. En evidente contradicci?n con

lo que antes hab?a afirmado, Caballero pone en duda el conocimiento que los primeros evangelizadores pudieron lograr de las antig?edades hist?ricas de los indios:

Es posible que, en lo referente a los ritos ind?genas, Tor quemada sea particularmente digno de cr?dito ya que tom? su informaci?n del misionero Benavente, quien lleg? a M?xi co en 1524, dos a?os despu?s de la conquista, y de otros auto res. .. Pero aqu? tambi?n cabr?a preguntarse si estos misione ros, que dec?an conocer bastante bien las idolatr?as que deb?an extirpar, no cayeron en el error de aquellos otros primeros religiosos que cre?an que todo cuanto ve?an labrado en piedra

o simbolizado en c?dices o estelas era objeto de idolatr?a...

Por otro lado si los PP. Olmos, Sahag?n, Benavente, que fue ron de los primeros misioneros, estaban tan bien informados como se dice de los ritos gentiles ?c?mo es posible que los indios, aun convertidos, fuesen con frecuencia sospechosos de reincidencia por el s?lo hecho de explicar los monumentos p?blicos de piedra que exist?an en todas las ciudades y pue blos y aun en los montes? 106

Negada la antig?edad de la lengua n?huatl, rechazado el valor de los testimonios hist?ricos originales de la antig?e dad mexicana y puesto en duda el testimonio de los prime ros misioneros cuando se refieren a las antig?edades mexica nas, Caballero impugna por ?ltimo la veracidad de los in formantes ind?genas y la fidelidad de las tradiciones orales recogidas por esos mismos misioneros.107 106 Caballero, pp. 177-178. Vid. supra, nota 78. 107 Caballero, op. cit., p. 174. Este tipo de pirronismo hist?rico en torno a los primeros testimonios recogidos por los misioneros goz? de gran favor en la historiograf?a europea por lo menos hasta mediados This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:23 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


UN AIRADO MENT?S A CLAVIJERO

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Concluida su argumentaci?n, el jesuita mallorqu?n no

olvida afirmar su tesis b?sica, la que sostiene que la historia antigua de M?xico es una creaci?n de la historiograf?a euro

pea debida, como ya dijimos, sobre todo a Torquemada.

As?, mientras que Clavijero y Le?n y Gama ponen en duda el valor de la obra de este franciscano (en la que hay que "buscar las piedras preciosas entre el esti?rcol" como se ex presa con frase lapidaria el jesuita veracruzano), Caballero exalta la obra de Torquemada e insiste en que es el autor id?neo para poder entender el significado de los c?dices y pinturas: En lo que concierne al valor y significaci?n real de las

mencionadas pinturas debe consultarse a Torquemada (lib. i,

cap. xi), autor que pas? toda su vida en la Nueva Espa?a,

trat? personalmente a conquistadores y conquistados, conoci? profundamente la lengua mexicana y compil? numerosas pin turas y manuscritos, los cuales estudi? meticulosamente para escribir su historia a cuya composici?n dedic? veinte a?os.108

En esta radical oposici?n entre la visi?n prehisp?nica de

Torquemada y la de Clavijero est? el meollo del alegato

de Caballero.109 Su reivindicaci?n de Torquemada parecer?a anacr?nica si no consideramos que la pretendida interpre taci?n del pasado prehisp?nico, que propone el jesuita ma llorqu?n a partir del historiador franciscano, no es sino un punto de partida para confrontar la obra de este autor con

la de Clavijero, que lo lleva a concluir, por las contradic

del siglo xrx. El asunto ha sido tratado por Miguel Le?n-Portilla en

La filosof?a n?huatl (4* ed., M?xico, UNAM, 1974, p. 8) .

108 Caballero, p. 148, nota a. P?ginas adelante, Caballero llega a

decir que debe d?rsele m?s cr?dito a Torquemada que al jesuita Acosta (vid. pp. 188-189). Juan Bautista Mu?oz afirmaba que la obra de Cla

vijero no era sino un compendio ordenado de Torquemada (Ro?an: op. cit., p. 123). 109 Esta oposici?n ha sido recientemente estudiada por David A.

Brading en Los or?genes del nacionalismo mexicano (M?xico, Secretar?a de Educaci?n P?blica, 1973. [SepSetentas, 82], pp. 26, 51, 75).

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40

EL?AS trabulse

ciones irreductibles que aparecen entre ambas, que los tes timonios ind?genas originales que el jesu?ta mexicano utiliza son poco dignos de fe y su recreaci?n e idealizaci?n de la

historia antigua de M?xico es una obra subjetiva de poco fundamento hist?rico.

El libro de Diosdado Caballero fue entonces, por su concepci?n de la historia americana, el ?ltimo pelda?o de una larga tradici?n historiogr?fica espa?ola y no una sim ple colecci?n de notas a la Historia antigua de Clavijero o una r?plica a los philosophes. Asimismo puso de mani fiesto el impasse en el que hab?a ca?do la historiograf?a mexicana con la "fisura" abierta por Clavijero entre el mundo prehisp?nico y el colonial no que obligar?a en el fu turo a optar, innecesariamente, por uno de ambos pasados (ahora con soluci?n de continuidad), para fundamentar la conciencia hist?rica nacional.

11? Ibid., p. 54.

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APUNTES BIOGR?FICOS

DE JOAQU?N VEL?ZQUEZ DE LE?N-173^-1786 Roberto Moreno Instituto de Investigaciones

Bibliogr?ficas, UNAM

A la llegada de Humboldt a M?xico exist?a en esta capital una comunidad cient?fica que trabajaba con los presupues tos y paradigmas de la ciencia europea de su tiempo. Crea dos a los finales de la d?cada de 1780, el Jard?n Bot?nico y el Seminario de Miner?a agrupaban profesores espa?oles es pecialistas en historia natural, miner?a, f?sica y qu?mica, que hab?an logrado formar varias generaciones de j?venes crio llos. La ense?anza en ambas instituciones circum-uni ver sita

r?as laicas inclu?a los adelantos de la m?s reciente ciencia europea y sus esquemas generales, como la mineralog?a de Werner, el sistema binario de clasificaci?n de Linneo, la nomenclatura qu?mica de Lavoisier. No es, pues, extra?o que Humboldt elogiara mucho a la comunidad cient?fica novohispana y que, colaborando con ella, recogiera sus me jores frutos para lograr sintetizar los conocimientos que sobre la naturaleza y el hombre de la Nueva Espa?a se hab?an acumulado desde tiempo atr?s. Pero esto es el final del proceso. Su arranque puede ya verse a los mediados del siglo xvm, pero con toda claridad desde la fecha clave de 1767. Por una extra?a deformaci?n ?ptica, se ha exagerado la importancia negativa que para la cultura mexicana colonial tuvo la expulsi?n de los jesu?tas. A pesar de los rotundos hechos en contra, la opini?n gene ral vertida en textos, monograf?as y art?culos es que con la salida de los miembros de la Compa??a se produjo una deca

dencia cultural. S?lo unos cuantos autores, percibiendo el contrasentido que tal opini?n implica, han reconocido que 41

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ROBERTO MORENO

el periodo posterior a la expulsi?n es m?s bien brillante,

pero se trata de sostener que la modernidad fue introducida por los jesu?tas y que sus disc?pulos representan lo m?s des tacado de esa fase cultural. Realmente parece muy dif?cil creer en esta casi exclusivi

dad de la modernidad jesu?tica. Hay muchas razones para pensar de otra manera. En primer lugar, debe considerarse que no existen a?n estudios profundos sobre las institucio nes educativas y ?rdenes religiosas de la Nueva Espa?a antes de 1767, puesto que se pueden encontrar muchas manifesta ciones (m?s o menos aisladas mientras no se estudien sis tem?ticamente) de pensamiento "moderno" o ilustrado en tre franciscanos, felipenses, seculares, nobles, militares, etc.,

antes y despu?s de la expulsi?n. En segundo t?rmino, aunque es indiscutible la existencia de jesu?tas de esp?ritu renova

dor, desde luego no toda la orden lo tuvo. Debe tambi?n tenerse presente que las manifestaciones palpables de la obra de los jesu?tas, sean m?s o menos modernos, son posteriores a la expulsi?n. Por otra parte, de ninguna manera es soste nible que todos los ilustrados destacados en los tiempos in

mediatos a la salida de los jesu?tas fueran formados por ?stos. En suma, parece m?s razonable pensar que la intro ducci?n de las ideas ilustradas en la Nueva Espa?a fue un proceso generalizado que ha de asignarse a un amplio grupo

social y no solamente a unos cuantos individuos de una

sola orden religiosa.

En cuanto a la ciencia toca, ciertamente tuvo devotos

cultivadores en todos tiempos y si no se percibe la continui dad es por falta de estudio de ciertos periodos que presen tan m?s dificultad a la investigaci?n. La ciencia de la Ilus traci?n ha corrido con mejor suerte, sea porque los finales del siglo xv?n se han estudiado ampliamente en busca de los antecedentes de la independencia, sea porque exist?an por esos tiempos mayores facilidades para que los cient?ficos y divulgadores publicaran sus observaciones, sea porque la co

rona espa?ola se preocup? por estimular el cultivo de la

ciencia en sus colonias o por todas ?stas y otras causas jun This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:29 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


APUNTES BIOGR?FICOS DE VEL?ZQUEZ DE LE?N 43 tas. Lo cierto es que a partir del a?o de 1768, con la publi

caci?n del Diario literario de M?xico de ?lzate, hasta los finales del periodo colonial, se produjo la eclosi?n de la

ciencia mexicana, reflejo por una parte del fervor cient?fico europeo de ese siglo, y por otra, de las propias caracter?sti cas de la cultura novohispana.

Hemos cre?do poder dividir la ciencia ilustrada de la

Nueva Espa?a en tres periodos, descontando los anteceden tes y la etapa independiente. Estos periodos son: criollo, oficial y de s?ntesis. Corresponde al primero los a?os que van de 1767 a 1788; al segundo, de esta ?ltima fecha a 1803, y de la visita de Humboldt a la consumaci?n de la Indepen dencia al tercero. El periodo criollo es el que mayor inter?s nos ha despertado. Ponemos su arranque en los primeros trabajos de ?lzate y lo cerramos con la llegada de los profe

sores espa?oles que establecer?an la versi?n oficial de la ciencia ilustrada. Los cient?ficos en esos primeros veinte a?os son todos criollos, y a ellos toc? la introducci?n de los

avances cient?ficos europeos. Por m?ltiples razones, como la condici?n colonial, las dificultades para la introducci?n de ciertos libros, el escolasticismo imperante en la ense?anza, que los oblig? a ser autodidactas, etc., se caracterizan por ser asistem?ticos. Casi todos ellos fueron enciclopedistas y desde luego todos recogieron las tem?ticas que surgieron con la aparici?n de un mundo natural y social nuevo en el siglo xvi.

Su lucha es doble en comparaci?n con la de los ilustrados europeos: los criollos no s?lo han de llevar las luces de la raz?n al p?blico en su medio, sino tambi?n a los racionales europeos que no daban muestras claras de usar de tan alta facultad cuando se ocupaban de Am?rica. Pese a las adversidades no cabe duda que estos criollos

lograron la mayor parte de sus prop?sitos. Por su originali dad, dedicaci?n, finura de observaciones, agresividad y tes?n infatigable, han destacado cuatro personajes del primer pe riodo: Jos? Antonio de ?lzate, Jos? Ignacio Bartolache, An

tonio de Le?n y Gama y Joaqu?n Vel?zquez de Le?n. Con todo y ser los m?s conocidos, no lo son tanto que no se This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:29 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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ROBERTO MORENO

puedan hallar a?n muchas cosas in?ditas en cada uno de

ellos. Por esta raz?n, y con la esperanza de ofrecer alguna novedad, nos ocupamos ahora de la biograf?a de Vel?zquez de Le?n, ?nico entre los cuatro cuya obra cae exactamente dentro de los l?mites temporales que asignamos al periodo criollo.1

Cuando Manuel Vel?zquez de Le?n, marido de do?a Ma riana y tutor de do?a Elena, hijas ?nicas del difunto Joa qu?n Vel?zquez de Le?n, solicitaba al Tribunal de Miner?a una pensi?n para sus protegidas, ?ste apoyaba la petici?n ante el monarca refiriendo la antigua prosapia criolla de su primer director en estos t?rminos: "tuvo un nacimiento muy ilustre y tan recomendable que fue descendiente de Juan

Vel?zquez de Le?n, pariente inmediato de Diego Vel?zquez de Le?n, conquistador y gobernador de la isla de Cuba, el que envi? a Hern?n Cort?s a la conquista de esta Nueva Espa?a y, en su compa??a, al referido Juan Vel?zquez de Le?n, hermano de Rodrigo Vel?zquez de Le?n, tambi?n conquistador".2 A?ad?a que, desde entonces, la familia es tuvo dedicada a las explotaciones mineras, dato este ?ltimo imposible de poner en duda, pues cuando se dieron las nuevas Ordenanzas para la miner?a se le concedi? la per petuidad en el cargo de director general en atenci?n a su "... antig?edad en la profesi?n de la miner?a, no habiendo seguido otra sus familias desde que se radicaron en Nueva

Espa?a.. .".3

i El trabajo que sigue es, con algunas variantes, el cap?tulo primero del libro Joaqu?n Vel?zquez de Le?n y sus trabajos cient?ficos sobre el

valle de M?xico (1773-1775), que publicar? el Instituto de Investiga ciones Hist?ricas de la Universidad Nacional Aut?noma de M?xico dentro de su serie de estudios novohispanos.

2 Luis Ch?vez Orozco: La miner?a en la Nueva Espa?a a postrime

r?as del siglo xviii, M?xico, Secretar?a de la Econom?a Nacional, 1938 [Documentos para la Historia Econ?mica de M?xico, xn], p. n. La repre sentaci?n est? fechada el 22 de marzo de 1786, y contiene un informe de m?ritos y servicios de nuestro biografiado. 3 Reales ordenanzas para la direcci?n, r?gimen y gobierno del Im

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APUNTES BIOGRAFI?OS DE VEL?ZQUEZ DE LE?N 45

Pues bien; Joaqu?n Manuel Vel?zquez de Le?n naci? el 12 de junio de 1732 en la hacienda minera de Acebedocla, en Sultepec, actual estado de M?xico, y fueron sus padres

Francisco Antonio C?rdenas Vel?zquez de Le?n e Isabel

Francisca Reynosa. Su padre estaba asociado a un hermano,

Fernando Miguel, para la explotaci?n minera.4 Habiendo quedado hu?rfano, el peque?o Joaqu?n pas? al cuidado del bachiller Carlos Celedonio Vel?zquez de Le?n, su t?o, hom

bre culto, catedr?tico de filosof?a y ret?rica y vicerrector del

Colegio Seminario de M?xico, quien se encarg? de su edu caci?n. Consisti? parte de ?sta, seg?n tradici?n, en las en se?anzas de historia y lenguas ind?genas que le imparti? un tutor indio llamado Manuel Asencio.5

El bachiller Vel?zquez de Le?n inscribi? a su sobrino

como interno en el Colegio Tridentino. Ah? estudi? la carre ra de leyes.6 El 24 de marzo de 1754, a los 22 a?os, ingres? al colegio para posgraduados de Santa Mar?a de Todos San tos, seg?n noticia de Arrechederreta.7 Este mismo autor re

mite al elogio que de Vel?zquez se hace en las Constitucio portante Cuerpo de la Miner?a de Nueva Espa?a y de Real Tribunal

General. De orden de su majestad, Madrid, 1783, p. 8, t?t. i, art. 4. 4 Santiago Ram?rez: "D. Joaqu?n Vel?zquez C?rdenas y Le?n, primer director general de Miner?a", en Memorias de la Sociedad Cient?fica "Antonio ?lzate", M?xico, i: 6, 7 (die. 1887-ene. 1888), p. 232. Se publi c? posteriormente en libro: Estudio biogr?fico del se?or don Joaqu?n Vel?zquez C?rdenas y Le?n, primer director general de Miner?a, M?xico, Imprenta del Gobierno en el Ex-Arzobispado, 1888. Nosotros hacemos referencia siempre al primero. Jos? Mariano Berist?in de Souza: Bi blioteca hispano-americana septentrional o cat?logo y noticia de los literatos que o nacidos o educados o florecientes en la Am?rica septen trional espa?ola han dado a luz alg?n escrito o lo han dejado preparado

para la prensa, M?xico, Oficina de Alejandro Vald?s, 1819-1821, m,

pp. 287-288, da muy pocas noticias sobre Vel?zquez: dice que naci? en Tezicapan, arzobispado de M?xico y s?lo cita tres de sus escritos. 5 Ram?rez: "D. Joaqu?n...", cit., pp. 232-233.

? Ibid. 7 Juan Bautista de Arrechederreta y Escalada: Cat?logo de los

colegiales del Insigne, Viejo y Mayor de Santa Mar?a de Todos Santos, M?xico, Mariano Jos? de Z??iga y Ontiveros, 1796, p. 37, n?m. 241.

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ROBERTO MORENO

n?s de la universidad. Dec?a el rector: "No es inferior la demostraci?n que hicieron de sus talentos y aplicaci?n el

Sr. Lie. don Joaqu?n Vel?zquez, despu?s catedr?tico de ma tem?ticas, defendiendo a todo Vinio..." 8 En el Colegio de Santos, Joaqu?n Vel?zquez de Le?n se dedic? fundamentalmente al cultivo de las matem?ticas en

una academia que fund? para tal objeto. All? conoci? a uno de los m?s distinguidos ilustrados criollos: Antonio de Le?n y Gama. Este autor refiere el inicio de su relaci?n, al co mentar, en su elogio f?nebre de Vel?zquez, el inter?s de ?ste por las matem?ticas: Cuando las cultivaba en el Colegio Mayor de Santos, tuvo noticia de que yo tambi?n divert?a en ellas el tiempo que me dejaban libre de las ocupaciones de mi empleo; llegaron a sus manos algunos c?lculos astron?micos que ten?a yo formados, y entre ellos el de un eclipse de sol, que mantuvo m?s de un a?o guardado, hasta que lleg? el tiempo de verificar su obser vaci?n, la que le pareci? conforme al c?lculo, cuando por el de otros hab?a variado en mucho tiempo y en muchas circuns tancias. Accidente que le oblig? a mand?rmela y con ella las m?s atentas expresiones y liberales ofrecimientos de sus ins trumentos y libros, en cuya correspondencia pas? a su casa, donde tratamos del error que hab?a en todas las tablas y car tas geogr?ficas en cuanto a la longitud y latitud de esta ciu dad, que desde entonces procuramos, cada uno por su parte, verificar y corregir.9 8 Constituciones de la Real y Pontificia Universidad de M?xico, 2* ed., M?xico, Felipe de Z??iga y Ontiveros, 1775. Este Vinio parece ser un jurisconsulto holand?s: Arnold Vinnen (o Vinnius) , 1588-1657, lector del Digesto en Leyden. 9 Antonio de Le?n y Gama: "Carta que en elogio del Sr. D. Joaqu?n

Vel?zquez de Le?n, Colegial que fue del insigne, mayor de Todos los Santos de esta ciudad de M?xico, abogado de la Real Audiencia de ella,

e individuo de su ilustre colegio, catedr?tico de matem?ticas en la Real y Pontificia Universidad, del Consejo de S. M., su alcalde de

corte honorario, y director del Importante Cuerpo de la Miner?a de este reino, escribi? a un dependiente suyo D. ...", en El museo mexicano, M?xico, Ignacio Cumplido, 1844, rv, pp. 541-2. Cf. Roberto Moreno:

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APUNTES BIOGR?FICOS DE VEL?ZQUEZ DE LEON 47

A estos testimonios tempranos de inter?s por la astrono m?a y las matem?ticas aplicadas al problema de la ubicaci?n geogr?fica de M?xico, alude al propio Vel?zquez en un tra bajo de 1772, cuando dice: El autor de esta carta tiene buenas pruebas de haber sos

pechado este error desde el a?o de 54, advirtiendo que las

observaciones de los eclipses no ven?an conformes al c?lculo formado sobre la longitud corriente de M?xico; pero la pru dente desconfianza de sus instrumentos, no le dej? publicar tama?a novedad, m?s que entre sus amigos y compa?eros.10

La academia de matem?ticas de Vel?zquez de Le?n puso, desde bien temprano, a muchos criollos en el camino de las ciencias modernas. Para nosotros es indiscutible que esta la bor de Vel?zquez de Le?n ha de contarse entre los m?s im portantes antecedentes de la etapa criolla ilustrada. A?os m?s tarde, Jos? Ignacio Bartolache hizo una evaluaci?n de los logros de la academia de Vel?zquez en estos t?rminos: Hab?ase formado esta academia algunos a?os ha bajo la direcci?n y regencia de don Joaqu?n Manuel Vel?zquez de Le?n en su insigne Colegio Mayor de Santa Mar?a de Todos Santos, donde concurr?an muchos estudiantes aplicados a ins truirse en este g?nero de estudios. Los mayores talentos para todo y una suma benevolencia de parte de este recomendable sujeto atra?an de todas algunos individuos que aumentasen el

n?mero. Hoy se sigue en la Real Universidad, con aproba

ci?n de su rector, el mismo instituto acad?mico, mientras su primero y antiguo regente se halla encargado de grav?simos negocios en una remota distancia.11

"Ensayo biobibliogr?fico de antonio de Le?n y Gama", en Bolet?n del Instituto de Investigaciones Bibliogr?ficas, M?xico, 3, (ene.-jun. 1970), pp. 43-135. 10 Apud. Ram?rez: "D. Joaqu?n...", cit., p. 249. il Jos? Ignacio Bartolache: Lecciones matem?ticas, que en la Real

Universidad de M?xico dictaba D_ Primer cuaderno, M?xico, Biblio teca Mexicana, 1769, pr?logo. A este testimonio hay que a?adir el que aparece en el informe de m?ritos y servicios que hizo el Tribunal de

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ROBERTO MORENO

Hemos transcrito estos p?rrafos porque pensamos no se han detenido los estudiosos a considerar estos hechos cuan do, sin otro an?lisis que el de las Constituciones de Palafox reeditadas en 1775, juzgan en general a la universidad del xviii como un nido de los misone?stas. Empero, desde 1765,

Vel?zquez de Le?n hab?a trasladado su academia al curso de astrolog?a en la universidad, y con ella las m?s modernas corrientes de la ciencia matem?tica.

Vel?zquez no descuidaba en ning?n momento su instruc

ci?n en estos a?os que van de 1754 a 1765. Le?n y Gama

nos lo presenta como estudioso de la jurisprudencia ?pues era ya abogado de la audiencia?, de la qu?mica y metalur gia, la f?sica experimental, historia natural y ciencias mate m?ticas, "no olvidando las letras humanas, poes?a y mitolo g?a, en que estaba tan instruido que parec?a ser su ?nico y cotidiano estudio".12 Esta ?ltima inclinaci?n fue conocida del ayuntamiento de M?xico, quien le encomend? en 1761 la construcci?n y descripci?n del arco triunfal para la entra

da del virrey marqu?s de Cruillas, que se public? en un cuaderno en ese mismo a?o. Seg?n Gama, public? tambi?n la descripci?n de los arcos con que el gremio de plateros celebr? la coronaci?n de Carlos III.13

Miner?a, citado m?s arriba (Chavez Orozco: op. cit., p. m) : "... desde el a?o de setecientos sesenta y cinco, en que s?lo contaba treinta y tres a?os de edad y a?n se hallaba de hu?sped en el referido Colegio mayor, form? en esta corte y mantuvo mucho tiempo a sus expensas un labo ratorio p?blico, en que ejercit? y practic? personalmente la qu?mica, de cuyas resultas notoriamente se mejor? aqu? y en todo el reino el uso de varios ingredientes, colores y tintes, y su aplicaci?n en las artes y oficios, locer?a, vidrier?a, tintorer?a, etc."

12 Le?n y Gama: op. cit., p. 542.

is Ilustraci?n de las pinturas, del arco de triunfo que para la entra da p?blica y solemne del exmo. se?or don Joachin de Monserrat Ciurana Cruillas Crespide Valdaura Sanz de la Llosa Alfonso y Calatayud, mar qu?s de Cruillas, caballero gran cruz, clavero, comendador de Monroy y Burriana y baylio de Sueca en la orden de Montesa, teniente general de los reales ex?rcitos, teniente coronel del regimiento de reales guar dias espa?olas de infanter?a, virrey gobernador y capit?n general de

esta Nueva Espa?a y presidente de la Real Audiencia de ella, erigi? This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:29 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


APUNTES BIOGR?FICOS DE VEL?ZQUEZ DE LE?N 49

Consta de los libros de claustro de la Real y Pontificia Universidad que el 13 de noviembre de 1765 fue electo Ve l?zquez de Le?n catedr?tico de astrolog?a.14 La presencia de nuestro personaje en la universidad y la constante menci?n de las matem?ticas, hablan bien a las claras del cambio ope rado en el contenido de esa c?tedra. Consta tambi?n esta renovaci?n en la c?tedra por el pleito que a?os despu?s, al tiempo que Vel?zquez de Le?n renunci? a la universidad, entabl? Ignacio Javier Lemos, quien pretend?a que solamen te se deb?an dar los principios de la astrolog?a y no todas las partes de la matem?tica. El rector y claustro remitieron el asunto al rey, quien respondi?, de acuerdo con ellos, que "el catedr?tico y sus sucesores deben saber y leer precisamen te las matem?ticas".15 Y una ?ltima prueba de la introduc ci?n de la modernidad la dan las Lecciones matem?ticas pu blicadas por Bartolache, catedr?tico substituto de Vel?zquez de Le?n, que hab?an de servir de texto. Poco tiempo estuvo nuestro biografiado en la c?tedra, aunque seg?n Gama logr? mucho aprovechamiento en sus cursantes. En los a?os de 1765 a 1768 inici? otra actividad que fue a la postre la de su mayor inter?s. Habiendo cono

cido al joven minero espa?ol Juan Lucas de Lassaga, se

asoci? con ?l para el estudio intenso de la explotaci?n mine ra en la Nueva Espa?a y sus problemas. El primer trabajo que realizaron juntos fue el establecimiento de un horno para fundici?n en M?xico y otro en Atotonilco el Chico. Se trata del horno ingl?s, cuya figura y descripci?n enviaron de Espa?a y hab?an rechazado peritos mineros mexicanos. esta nobil?sima e imperial ciudad de M?xico el d?a 25 de enero de 1761. M?xico, Bibliotheca Mexicana, 1761. 4 p. s. n.; Le?n y Gama: op. cit.,

p. 542.

14 Alberto Mar?a Carre?o: Efem?rides de la Real y Pontificia Uni versidad de M?xico seg?n sus libros de claustros, M?xico, UNAM, 1963,

u, p. 623.

15 John T?te Lanning: Reales c?dulas de la Real y Pontificia Uni versidad de M?xico de 1551 a 1816, M?xico, Imprenta Universitaria, 1946, pp. 254-256. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:29 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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ROBERTO MORENO

Vel?zquez de Le?n le introdujo unas modificaciones y lo

aplic? en muchos reales de minas.16 El a?o de 1766 Joaqu?n Vel?zquez de Le?n y Juan Lucas Lassaga pasaron a manos del virrey un escrito en que propo n?an separar el oro de la plata de baja ley.17 El escrito em

pieza con un c?lculo del dinero que supuestamente perdie ron el p?blico y la real hacienda por no haberse descubierto

hasta entonces la forma de apartar el oro de la plata de menos de 30 granos, c?lculo que alcanza los 60 millones de pesos entre 1733 y 1765. Su propuesta es la de apartar ellos de su cuenta el oro de las platas de 5 a 30 granos, con lo que salvaba el oficio del apartador para ocuparse de los 30 granos, en adelante, prometiendo que se obtendr?a la ven

taja para el p?blico de la habilitaci?n y giro de todo ese

oro y a la real hacienda "la de los derechos de este oro, su monedaje y comercio, los cuales prometemos dejar siempre libres de los costos sin que el rey tenga que hacer algunos

ni otra cosa m?s que mandar se nos remita de la Casa de Moneda toda la plata con oro..." Para convencer al virrey 16 Jos? Antonio de ?lzate escribi? por estos a?os un trabajo sobre otro instrumento ingl?s de uso minero: Descripci?n del barreno ingl?s, instrumento muy ?til y necesario para los mineros y labradores, M?xico, Imprenta de Jos? de J?uregui, 1770. En el Informe de 9 de febrero de 1771 al virrey marqu?s de Croix sobre las minas, su labor?o y bene ficio de los metales y sobre diversas m?quinas de su invenci?n puestas en funcionamiento en las Californias, Vel?zquez elogia a ?lzate por su

aportaci?n. Este Informe se encuentra en la Biblioteca Nacional de M?xico (BNM), Ms. 58, ff. 483-519; en el Archivo General de la Naci?n (AGN) , Historia, v. 558, exp. 1, y en la Latin American Collection de Texas, G211. it "Testimonio de los autos hechos sobre el nuevo apartamento de oro y plata y proposici?n hecha por don Juan Lucas Lassaga, regidor de esta nobil?sima ciudad, contador de menores y albaceazgos de ella, y el licenciado don Joaqu?n Vel?zquez de Le?n", en Archivo General de Indias (AGI) , M?xico, 1267. El escrito de Vel?zquez de Le?n es de 11 f. y en ?l se titula a s? mismo "colegial hu?sped en el Mayor de Todos Santos, catedr?tico de matem?ticas de esta Real Universidad y abogado de esta Real Audiencia". El documento no tiene fecha, pero es del a?o 1766, ca. diciembre.

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APUNTES BIOGR?FICOS DE VEL?ZQUEZ DE LE?N 51

de la utilidad del proyecto calculan que lo que anualmente percibir?a la hacienda ser?an 105 165 pesos y 3 tomines. El secreto ?confiesan? consiste en apartar todas las platas, de suerte que las de mayor ley compensen a las de menor. Las condiciones ser?an:

1. Que como el peso de la plata baja por el oro que se

le extrae y por lo que se pierde por las operaciones, ellos se comprometen a devolver el mismo peso que se les entreg?, supliendo la merma.

2. Que aunque por la primera condici?n se les deb?an rebajar de los derechos del oro los que se pagaron cuando se estimaba como plata el metal, "por un exceso de mode raci?n hacia nuestra propia utilidad y de celo por el au mento de la de la real hacienda la cedemos a su beneficio". 3. Que para evitar dilaci?n en la entrega de plata a la Casa de Moneda se obligan a entregar 15 000 marcos a los quince d?as de recibirla y 10 000 marcos por semana mien tras se les estuviese enviando.

4. Que anualmente se cerrar?an cuentas. 5. Dado que con motivo de sus operaciones se aumen tar?a el trabajo a los ensayadores de la Casa de Moneda, se

comprometen a gratificarlos anualmente. 6. Si por inadvertencia se les pasara plata de mayor ley que la estipulada, se regresar?a al apartador.

7. Que en previsi?n de accidentes tendr?an un guardia real a quien dar?an "por v?a de refresco" 120 pesos al a?o. Por todas estas condiciones ped?an las siguientes:

1. Que ese apartado nuevo no se considerara como ofi cio vendible ni como asiento, sino como negociaci?n entre particulares, libre de media annata y otros impuestos. 2. Que se les concediera el privilegio exclusivo, perpetuo y hereditario para esta operaci?n. 3. Piden que se les permita explotar, por su cuenta, sa litre, azufre y alcaparrosa en la cantidad estrictamente nece This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:29 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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ROBERTO MORENO

saria para sus operaciones, o que se les venda a precio de

costo.

4. Que las otras sustancias necesarias (fierro, le?a, car b?n, etc.), han de quedar libres de impuestos.

5. La Casa de Moneda deber?a admitir la plata que se

le devolviera cualquiera que fuese su ley, pero que si pasaba

de aquella con que la entreg?, les pagar?an 8 maraved?s, cuota que la Casa cobraba a los particulares por afinar. 6. Que en caso de discordancia entre sus ensayadores y

los de la Casa de Moneda se proceder?a al reensaye y en ?ltimo caso a votaci?n. 7. El ensayador mayor se comprometer?a a remitir toda la plata que contuviera de 5 a 30 granos de oro. 8. Ped?an un 5% de margen por el oro que se pierde en las operaciones. 9. En caso de que las autoridades decidieran poner un interventor habr?a de ser pagado por la real hacienda.

Finalmente, proponen a Croix que consulte el asunto con

el visitador Gal vez.18

Por decreto del 8 de diciembre de 1766, Croix pas? la representaci?n de Vel?zquez y Lassaga a Manuel Aldaco,

apartador general, para que diera su opini?n,19 pero como ?ste se encontraba enfermo se limit? a manifestar que el negocio no lo perjudicaba. Con tal dictamen, orden? Croix el 7 de febrero de 1767 que se pasara el expediente al super intendente de la Casa de Moneda, Pedro N??ez de Villavi cencio,20 para que informara lo que le pareciera. ?ste con test? el 28 de febrero con un largo informe en el que opina ser veros?mil el proyecto por "la nota de don Joaqu?n Ve l?zquez, su autor, que sobre un ingenio muy claro, se halla instruido no s?lo en la jurisprudencia, sino en la matem? tica, f?sica y qu?mica, de que ha dado testimonios p?blicos con aprobaci?n de los literatos, y ejercicio actual de la cate 18 Ibid. i? Ibid., f. 11.

20 Ibid., f. llT. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:29 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


APUNTES BIOGR?FICOS DE VEL?ZQUEZ DE LE?N 53

dra que est? leyendo, a todo lo cual se a?ade su mucho

juicio y moderaci?n". Sin embargo, hizo muchas objeciones al proyecto e intent? demostrar su imposibilidad mientras no se contara con un amplio fondo de plata.21 El 3 de marzo de 1767 Croix remiti? este dictamen a Vel?zquez y Lassaga para que expusieran lo que se les ofreciere. Ambos rindie

ron un informe de r?plica a los reparos opuestos por el

superintendente,22 por lo que el virrey decidi? el 27 de abril remitir todo a Jos? de G?lvez. Casi un a?o tard? el visitador en rendir su parecer, se guramente por sus actividades durante la expulsi?n de los jesu?tas. El 14 de marzo de 1768 propuso que se hiciera un experimento solemne del m?todo guardando en lo posible el mayor secreto.23 Croix se conform? con el parecer y el 15 de marzo nombr? algunas personas para asistir al expe

rimento con un tejo de plata que present? Lassaga en la

Casa de Moneda y result? tener 16 granos de oro.24 Los expe rimentos se efectuaron en casa de Lassaga los d?as 26 y 28 de

marzo y 6 de abril con todo ?xito.25 Seg?n comunic? el superintendente de la Casa de Moneda el 18 de abril de

1768, no se terminaron las operaciones "respecto a la pronta salida que debe hacer de esta ciudad el nominado don Joa qu?n Vel?zquez en seguimiento del se?or visitador general", pero, a?ad?a, "las resultas que de este experimento hemos visto nos parecen bastante demostraci?n de la certidumbre de lo propuesto".26 Aunque Croix remiti? el expediente al ministro Juli?n de Arriaga con fecha 26 de abril de 1768 recomendando el proyecto27 y aunque el fiscal opin? que 21 Ibid., ff., 13-23. 22 ibid., ff., 23-35. Sin fecha, pero anterior al 27 de abril de 1767. Es muy interesante en este documento el c?lculo de derechos por tonelada de mercanc?a espa?ola. 23 Ibid., ff., 35-37. 24 Ibid., ff. 37v-38v. 25 ibid., ff. 38v-43. 26 Ibid., ff. 44-46. 27 AGI, M?xico, 1267.

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ROBERTO MORENO

deb?an hacerse m?s experimentos para ponerse en ejecu

ci?n,28 no parece haber prosperado esta primera muestra del ingenio de Vel?zquez. En 1766 o principios de 1767, Vel?zquez redact? una re presentaci?n por Lassaga y Jos? de la Borda para pedir la reducci?n del precio del azogue que se empleaba en las la bores mineras.29 El texto empieza con la lamentaci?n por el

estado decadente de la miner?a que ser? habitual hasta la fundaci?n del Tribunal. Dicen ah? que en la Nueva Espa?a hab?a 112 reales de minas, de las cuales 42 estaban comple tamente abandonados y los otros 70 no se explotaban debi

damente. Para dar un ejemplo se refieren a Zacatecas, ciudad

fundada en 1546, y, seg?n precisan, ubicada "en veinte y

tres grados de latitud boreal y doscientos setenta y siete de longitud", de la que hacen una peque?a historia y un c?lculo

de la plata que produjo hasta 1732. En contraste con su pasada riqueza hablan del estado decadente de la ciudad en sus tiempos y aseguran que

... en menos de treinta a?os ha perdido esta ciudad m?s de la mitad de su poblaci?n y nueve de las diez partes del corriente

de su miner?a, con que en medio siglo habr? llegado a su

?ltima ruina, subsistiendo las mismas causas.

Como el caso de Zacatecas opinan que es general, se

anuncian las consecuencias posibles de esta decadencia, que

son la despoblaci?n, la p?rdida de pericia minera, la des

trucci?n de edificios p?blicos y privados, haciendas e inge nios de metales, a m?s de que en tierradentro volver?an a ense?orearse los b?rbaros de las zonas pr?ximas a los reales de minas. Naturalmente, el argumento de mayor peso era 28 Informe dado en Madrid el 15 de agosto de 1768. AGI, M?xico, 1267.

i 29 Le?n y Gama: op. cit., p. 547. Marquez de Croix, Instrucci?n del virrey... que deja a su sucesor Antonio Mar?a Bucareli, M?xico, Edito rial Jus, 1960 [Testimonia Hist?rica, 4], p. 93. Ram?rez: "D. Joaqu?n...",

cit., p. 244, dice que es de 1767. La Representaci?n de 1774 dice que

es de 1766. AGI, M?xico, 1266.

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APUNTES BIOGR?FICOS DE VEL?ZQUEZ DE LE?N 55 la p?rdida econ?mica que sufr?an el p?blico y el erario real. Viene a continuaci?n el an?lisis del argumento contrario de que la labor de la Casa de Moneda aumentaba constantemen te, que desvanecen arguyendo que se descubr?an con frecuen cia nuevos reales de minas. As? planteado el problema, opi

nan que la ?nica forma de combatir la decadencia era la moderaci?n de los costos de la miner?a y para ello piden la rebaja del azogue, "el ingrediente de mayor valor y con

sumo en las muchas minas". Para terminar, abundan en razones que apoyan su petici?n y sugieren la habilitaci?n

de las minas de azogue existentes en la Nueva Espa?a.30 La petici?n de los mineros fue bien vista por el virrey y el visitador, pues con fecha 28 de marzo, el primero, y 31 de marzo, el segundo, apoyaron la solicitud.31 Esta represen taci?n ha de considerarse como un antecedente importante de las posteriores medidas para la reforma de la miner?a de

la Nueva Espa?a. Todav?a Vel?zquez de Le?n intervino en estos a?os en auxilio de las autoridades coloniales. Con motivo de las obras del desag?e y habiendo sabido Croix que nuestro

personaje opinaba que hab?a un sitio apropiado para hacer el desag?e con mayor facilidad, orden? el 18 de marzo de 1767 que se reunieran los expertos. Efectuada la junta, Ve l?zquez manifest? de palabra y por escrito el 28 de marzo, que no sab?a de tal asunto y que no estimaba posible el desag?e general y perpetuo de las lagunas, pero que s?lo se sabr?a con certeza efectuando nuevas mediciones del terreno.32

Seguramente todas estas actividades impresionaron bien al virrey y al visitador de las capacidades de Vel?zquez, por 30 Este documento, en AGI, M?xico, 1266, s. f. 26 f. 31 El marqu?s de Croix a Juli?n de Arriaga, M?xico, 28 de marzo de 1767, remiti?ndole los documentos. Jos? de G?lvez a Arriaga, M?xico, 31 de marzo de 1767, en AGI, M?xico, 1266. 32 AGI, M?xico, 2272. Tambi?n en la Latin American Collection de Texas, JGI, Desag?e, iv, f. 28. Citado recientemente por ?ngel Palerm:

Obras hidr?ulicas prehisp?nicas en el sistema lacustre del valle de M?xico, M?xico, INAH, 1973, p. 222. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:29 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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ROBERTO MORENO

que bien pronto le encomendaron varias misiones en distin tos puntos de la Nueva Espa?a.33 A partir de este momento, Vel?zquez de Le?n se incor por? al plan de reformas del visitador Jos? de G?lvez y del marqu?s de Croix. El 16 de enero de 1768 pidi? licencia en su c?tedra de la universidad para ir a Sultepec, por orden del virrey, para el estudio de las minas, y dej? a Bartolache como sustituto. M?s adelante pidi? ampliaci?n de la licen

cia. El claustro universitario le concedi? 20 d?as y hubo

divisi?n de opiniones sobre s? deb?a demostrar que estaba en comisi?n oficial o no, y sobre si deb?a Vel?zquez de Le?n graduarse o no.34 A la postre no se resolvi? nada, pero el 28 de enero se ley? una nota que envi? el virrey al rector: Respecto que el licenciado don Joaqu?n Vel?zquez est? a mi servicio que he fiado a su cuidado, lo participo a vuestra

se?or?a a efecto de que lo haga presente al claustro y que debe proseguir en la c?tedra de matem?ticas el substituto

que durante su ocupaci?n dej? puesto el mismo Vel?zquez.35

33 Tal cosa se revela tambi?n por la redacci?n de las Ordenanzas para la buena direcci?n de la f?brica y estanco de la p?lvora y los reglamen tos para el beneficio de salitres y azufre que, firmados por Jos? de G?lvez, fuerron publicados por el virrey Croix en 20 de octubre de 1766. La atribuci?n a Vel?zquez de Le?n de estas ordenanzas proviene de un documento de su amigo Lassaga, sin fecha pero ca. 1784, que parece un discurso ante el Tribunal de Miner?a. En ?l dice: "El se?or director don

Joaqu?n Vel?zquez de Le?n, que form? las ordenanzas de la p?lvora,

consigui? que se rebajase su precio para los mineros. Este digno mi

nistro, cuyo elogio sobra con decir su nombre, hizo el gran papel sobre la utilidad de rebajar el precio del azogue que conmigo firm? el se?or Jos? de la Borda (cuya memoria es venerable) y en vista de ?l se hizo

la rebaja del precio de este ingrediente a que se debe el aumento de

tantos millones acu?ados. Este sabio director fue el primero que advirti? se pagaba doble el se?oreaje y ?l y yo pedimos al rey cediese doce gra nos para un banco, para un colegio y para fomento de las minas." AGI,

M?xico, 2240.

84 Carre?o: op. cit., h, p. 629.

65 ibid.

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APUNTES BIOGR?FICOS DE VEL?ZQUEZ DE LE?N 57

No consta ninguna discusi?n. Se concedi? lo que ped?a Croix. Por este entonces ya se hab?a decidido que acompa , ?ar?a al visitador G?lvez a las Californias, para que resol viera "en los asuntos y negocios reservados del real servicio que le fueron comunicados", seg?n Gama.36 Estos asuntos reservados fueron, principalmente, la b?squeda y beneficio de minas. En el entretanto, el bachiller Bartolache pidi? a la univer sidad la sustituci?n de Vel?zquez de Le?n seg?n lo conveni do, por lo que el claustro resolvi? hacerlo y decir al otro sustituto, sin ofenderlo, que se fuera.37 Por su parte, Vel?z

quez de Le?n, d?as antes de partir a las Californias, tuvo

oportunidad de observar con p?ndulos el terremoto que se produjo en M?xico el 4 de abril de 1768.38 Joaqu?n Vel?zquez de Le?n sali? de M?xico el 5 de abril de 1768 y volvi? el 11 de diciembre de 1770.39 En las Cali fornias se ocup? del cultivo de las minas y de observaciones astron?micas, como del famoso tr?nsito de Venus por el dis co del sol el 3 de junio de 1769. Conoci? all? a la comisi?n enviada por el rey con tal motivo y a los astr?nomos fran

ceses Chappe y Pauly. El desastrado fin de Chappe puso temporalmente en manos de Vel?zquez de Le?n el mejor

instrumental cient?fico que hab?a llegado a la Nueva Espa?a. Estos instrumentos y un importante c?mulo de experiencias fueron las mejores cosas que Vel?zquez trajo a su regreso.40

Mientras esto ocurr?a, Bartolache dictaba los cursos de matem?ticas y editaba el primer cuaderno del primer texto moderno de esa disciplina que se public? en M?xico. En marzo de 1769, Bartolache, como apoderado del catedr?tico propietario, se present? a la Universidad para informar que 86 Le?n y Gama: op. cit., p. 543. 37 Carre?o: op. cit., n, p. 631.

38 Descripci?n hist?rica y topogr?fica. Vid. nota 52.

39 Ram?rez: "D. Joaqu?n...", cit., p. 236.

40 Cf. Roberto Moreno: "Los instrumentos cient?ficos de Chappe d'Auteroche", en Anales de la Sociedad Mexicana de Historia de la Cien

cia y la Tecnolog?a, 4 (1975) [en prensa]. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:29 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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la licencia que se dio a ?ste por un a?o estaba por vencerse y para pedir que no se substituyera a Vel?zquez en su c?te dra, ni en el goce de su dotaci?n.41 El claustro decidi? con

sultar al virrey, quien dio respuesta el 17 de junio y se

prorrog? la licencia.42 A su regreso, Vel?zquez se reintegr? a la c?tedra, y as? consta en claustro de 13 de noviembre de 1771.43 El primer mes de 1771 fue dedicado por nuestro perso naje a preparar el informe sobre sus actividades en California

que le pidi? el virrey marqu?s de Croix. Este extenso in forme, a?n in?dito, fue terminado el 9 de febrero de ese a?o y es un an?lisis detallado de las formas de explotaci?n

minera en uso en la Nueva Espa?a, con descripciones de m?quinas que, o inventadas o mejoradas por su autor, fue ron puestas en pr?ctica en las Californias.44 Dice Ram?rez que tambi?n escribi? en este a?o un art?culo sobre la ope raci?n de cohetear inventada por el ingl?s Duson.45 Los instrumentos del difunto Chappe le sirvieron para hacer observaciones astron?micas en compa??a de Le?n y Gama y Bartolache. Desde el 25 de marzo hasta el 10 de abril de 1771 se efectuaron estas observaciones, que vinieron

a dar por resultado la correcci?n de la latitud de M?xico, que fij? en 19? 26'46 y de la longitud, que por aquel enton ces fij? en 278? 15' de la isla del Fierro.47 El virrey Croix empez? a aplicar los proyectos de Vel?z quez para la reforma de la miner?a, pero no los pudo conti

nuar porque se le relev? en ese mismo a?o de 1771 y fue sustituido por Bucareli: la entrada p?blica de este virrey iba 41 Carke?o: op. cit., il, p. 634. 42 ibid., n, p. 636. 43 ibid., n, p. 645. 44 Informe de 1771, cit. en nota 16.

45 Ram?rez: "D. Joaqu?n...", cit., p. 249.

46 Vid. Elias Trabulse: "Un cient?fico mexicano del siglo xvn: fray Diego Rodr?guez y su obra", en Historia Mexicana, xxrv: 1 (jul.-sep. 1974), pp. 36-69 y nuestro trabajo Joaqu?n Vel?zquez de Le?n... cit.

47 Ibid.

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APUNTES BIOGR?FICOS DE VEL?ZQUEZ DE LE?N 59 a ser el 31 de octubre, y con tal fin fue Vel?zquez comisio nado para idear el arco triunfal. Vel?zquez convirti? a Bu careli en Ulises, elogi? sus virtudes y heroicas acciones, y

public? todo en un cuaderno.48 Por su parte, el nuevo virrey

se instruy? del expediente sobre minas y lo remiti? a la corte el 24 de diciembre de 1771. En este mismo a?o Vel?z quez adquiri? por donaci?n, y luego por denuncia ante el virrey, cuatro minas inundadas en Temazcaltepec, a las que aplic? las m?quinas y arbitrios de su invenci?n.49 El 15 de noviembre de 1772 fue llamado para otra comi si?n oficial. Esta vez se trataba de la formaci?n de una carta

geogr?fica de las provincias de Nueva Galicia, Nueva Viz caya, Sinaioa, Sonora y California. La hizo y la complement? con notas en que precisaba las longitudes y latitudes seg?n sus observaciones en aquellos territorios.50

Estaba visto que el gobierno colonial lo hab?a recono

cido como un individuo ?til por la amplitud de sus conoci mientos, y que lo iba a ocupar constantemente. Por ello, el 3 de febrero de 1773 se ley? en claustro universitario la siguiente renuncia: Don Joaqu?n Manuel Vel?zquez de Le?n, abogado de esta Real Audiencia y catedr?tico propietario de matem?ticas en esta Real Universidad, ante vuestra se?or?a en la mejor forma que haya lugar digo: que hall?ndome grave y continuamente ocupado, as? en evacuar algunos encargos del superior gobier no, como en tratar mis negocios particulares, que tal vez me obligan a hacer viajes dilatados fuera de esta ciudad; y siendo esto incompatible con la continua asistencia a la lectura de mi c?tedra, por estos justos motivos, y protestando a vuestra se 48 Explicaci?n de los adornos simb?licos i po?ticos del arco del triun

fo que para la entrada p?blica i solemne del exmo. se?or frey don

Antonio Mar?a de Bucareli y Urs?a... erigi? esta nobil?sima e imperial

ciudad de M?xico el d?a 31 de octubre de 1771, M?xico, Felipe de

Z??iga y Ontiveros, 1771. 49 AGN, Miner?a, v. 87, exp. 1, ff. 3r-10v. 50 Ram?rez: "D. Joaqu?n...", cit., p. 249. No hemos podido encon trar esta carta ni menci?n moderna de su existencia.

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noria que me es muy sensible separarme de su servicio, d?n dole las debidas gracias por el honor en que me ha mantenido por tiempo de ocho a?os, y quedando muy pronto a cuanto fuere servido encargar a mis d?biles fuerzas, hago voluntaria mi dimisi?n y renuncia en toda forma una, dos y tres veces a la propiedad de dicha mi c?tedra, suplicando a vuestra se?o

r?a la haya por renunciada y en consecuencia proceda a lo

que hubiere lugar conforme a estatuto para su provisi?n. Como tambi?n que se sirva vuestra se?or?a mandar se me d? testi monio en p?blica forma autorizando de ?sta mi petici?n con

su prove?do. Por tanto a vuestra se?or?a suplico provea y mande como lo pido; y en lo necesario, etc. Joaqu?n Vel?z quez de Le?n. M?xico y febrero primero de mil setecientos setenta y tres.51

El claustro acept? la renuncia y el rector hizo un corto elogio de Vel?zquez por haber dado lustre a la c?tedra, la universidad y la naci?n. Aqu? se cierra una etapa en la vida de Vel?zquez de Le?n. Hab?a cumplido entonces los cuarenta a?os y hab?a dedicado veinte de ellos a su instrucci?n y a trabajar las ciencias y

las artes en general. En lo sucesivo, salvo los meses que dedic? al brillante trabajo sobre el valle de M?xico, se entregar?a por entero ?cerca de otros quince? a la administraci?n del

nuevo cuerpo de la miner?a. Puede decirse que pas? de la

etapa enciclopedista a la de especializaci?n. En 1773, se comision? a Vel?zquez de Le?n para escribir la historia de las lagunas de M?xico, y m?s adelante se le pidi? su parecer sobre la posibilidad del desag?e general de la laguna de Tezcoco. Para ello, emprendi? la nueva trian gulaci?n y nivelaci?n, de la que entreg? informe el 15 de diciembre de 1774. Adem?s recopil? informaci?n para un extenso libro, la Descripci?n hist?rica y topogr?fica del valle,

las lagunas y ciudad de M?xico, que nos ha llegado en forma

fragmentaria, muy probablemente por haber quedado in concluso. Como remate de su actividad enciclopedista ilus ?i Carre?o: op. cit., n, p. 649.

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APUNTES BIOGR?FICOS DE VEL?ZQUEZ DE LE?N 61 trada es magn?fico, y sin duda su trabajo m?s meritorio en el campo de las ciencias.52 Por este mismo tiempo, el distrito minero de Sultepec design? a Vel?zquez de Le?n su delegado para asistir a una junta sobre la reforma de la miner?a. En ?sta se nombr? a

Vel?zquez y Lassaga para escribir un informe en que se

expusiera al rey la situaci?n de la miner?a y los medios de mejorarla.53 En 1774 se public? la Representaci?n, que pro pone cuatro puntos principales: un cuerpo de mineros a la manera del Consulado, un tribunal privativo, un banco de av?o y una escuela de miner?a.54 Estas peticiones de reforma hab?an sido estudiadas por el Consejo de Indias desde 1771, y cinco a?os despu?s empezaron a tener resultados, pues el 1? de julio de 1776 se expidi? la c?dula que creaba el Cuerpo de Miner?a de Nueva Espa?a.55 52 Descripci?n hist?rica y topogr?fica del valle, las lagunas y ciudad de M?xico, de las inundaciones que ?sta ha padecido y principalmente de las grandes obras que se han hecho y a?n se est?n haciendo para pre servarla de esta calamidad a que est? expuesta, Museo Naval de Madrid, Ms. 486. Esta obra est? incompleta. Tiene diez cap?tulos de la primera

parte que es la localizaci?n astron?mica de la ciudad y el valle y la

historia natural de ?ste. La segunda parte, que se dedicar?a a la histo ria prehisp?nica, no existe. La tercera parte s?lo contiene los cap?tulos 8 a 13, que se refieren a los propios trabajos de medici?n de Vel?zquez. Manuel Orozoo y Berra public? fragmentos de este libro en el art?culo "Desag?e", Diccionario universal de historia y geograf?a, M?xico, Tip. de Rafael, 1853-1856, ix, pp. 150-194. En nuestro trabajo citado en la nota 1 reproducimos todo el texto. 53 Walter Howe: The mining guild of New Spain and its Tribunal General, Cambridge, Harvard University Press, 1949 [Harvard Historical Studies, lvi], pp. 39-40. Vid. tambi?n Modesto Bargall?: La miner?a y la metalurgia en la Am?rica espa?ola durante la ?poca colonial, M?xico,

Fondo de Cultura Econ?mica, 1955. Tambi?n Clement G. Motten: Mexican silver and the Enlightenment, Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 1950. 54 Representaci?n que a nombre de la miner?a de esta Nueva Espa?a

hacen al rey nuestro se?or los apoderados de ella, M?xico, Felipe de

Z??iga y Ontiveros, 1774. 55 Santiago Ram?rez: Datos para la historia de el Colegio de Mine r?a, recogidos y compilados bajo la forma de efem?rides, M?xico, Im This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:29 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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ROBERTO MORENO

Ese a?o de 1776, Vel?zquez de Le?n estuvo "por tiempo considerable" dedicado a trabajos mineros en San Luis Po

tos?.56 A su vuelta, asociado con Lassaga, don? 300 000 pesos de los fondos del Cuerpo de Miner?a al rey; seg?n comuni

caba Bucareli:

He contestado este oficio aplaudiendo el celo y oferta

de este servicio gracioso, que he aceptado a nombre del rey, y as? espero se sirva vuestra se?or?a ilustr?sima hacerlo pre sente a su majestad y porque es muy conveniente que los in dividuos de quien me he valido para conseguir esta suma, que son los citados Vel?zquez y Lassaga, merezcan las piedades de su majestad, pido a vuestra se?or?a ilustr?sima incline el real ?nimo para que al primero se le concedan los honores de esta Audiencia, y el segundo quedar? sin duda contento en que se confiera a su hermano don Diego de Lassaga, capit?n del regi miento fijo de la corona, que sirve con conducta y aplicaci?n.57

Las reformas se precipitaron y los mineros pudieron eri

gir su Importante Cuerpo y el tribunal privativo el 4 de mayo de 1777. En esa junta de erecci?n fueron designados Juan Lucas Lassaga como administrador general, y Joaqu?n Vel?zquez de Le?n como director general de Cuerpo y Tri bunal. El 11 de agosto de ese a?o, Bucareli public? en bando todos estos hechos.58

Joaqu?n Vel?zquez de Le?n ocup? el puesto de director general desde el 4 de mayo de 1777 hasta el 6 de marzo de 1786, poco menos de nueve a?os. Su actividad al frente del Tribunal abarc? los m?s variados aspectos: representaciones, dict?menes, inventos, reformas a maquinaria, estudios eco n?micos, etc. Por ello dec?an las Ordenanzas que prenta del Gobierno Federal en el Ex-Arzobispado, 1890. pp. 29-31. AGI,

M?xico, 2240.

56 Dictamen de Vel?zquez de Le?n, 1785, en AGN, Miner?a, v. 174, f. 14v. 57 Bucareli a G?lvez, 26 de noviembre de 1776, en AGN, Correspon dencia de virreyes, v. 12, ff. 52-53.

58 Ram?rez: Datos..., cit., pp. 31-32. Howe: op. cit., p. 79.

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APUNTES BIOGR?FICOS DE VEL?ZQUEZ DE LE?N 63 ... debe el director tener la mayor instrucci?n en todos los intereses, negocios y resortes de su Cuerpo tocantes a lo indus trial y econ?mico de la miner?a, y en la te?rica y pr?ctica de las ciencias conducentes a ello.. .59

Y en efecto, nuestro flamante director general reun?a con exceso tales condiciones. En el mismo a?o de 1777 se estableci? un sistema de malacates dobles de su invenci?n por distintos reales de minas, con lo que se facilit? grande

mente la labor de extracci?n de agua de los tiros anegados.60

Tambi?n se ocup? de la ampliaci?n de los beneficios obte nidos a todos los mineros de la Nueva Espa?a. Es el caso

que por real orden del 4 de octubre de 1776 se concedieron gracias a los mineros que trabajaban platas por azogue y se recomendaba pensar en beneficios similares para los que los trabajaban por fuego. En oficio de 24 de febrero de 1777 Bucareli pidi? al Tribunal un circunstanciado informe so

bre el asunto. El informe del Tribunal, fechado el 19 de

abril de 1777 y firmado por Lassaga, Liceaga, Torre Calde r?n, Anza, Barrio y Vel?zquez, sostiene que no debe aban donarse el beneficio de las platas por fuego dada la falibili dad del de azogue. Primero demuestra que hay pocas minas de azogue, pero que aun en caso contrario el beneficio por fuego sirve para muchos metales. Por ello se propone un equilibrio entre ambos m?todos de beneficiar, para lo que se aducen los siguientes argumentos: 1?, que no es imposible

que alguna vez falte enteramente el azogue; 2?, como el azogue es de posibilidades limitadas para el beneficio de

metales y el fuego sirve para todos, es necesario fomentar este ?ltimo para que no se pierda en adelante; 3?, el bene ficio por fuego es de mayor utilidad para el estado porque de una misma cantidad de mineral se obtiene m?s por aquel

m?todo que por el de azogue; 4?, que habi?ndose abando nado casi totalmente, su producto se redujo a la mitad; 59,

59 Reales ordenanzas..., cit., p. 14, tit. i, art. 13. 60 Gazeta de M?xico, suplemento a la del 8 de septiembre de 1784,

p. 15.

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ROBERTO MORENO

que de toda suerte no habr?a de abandonarse el beneficio por azogue, y 6?, que aunque los mineros que usan del azogue est?n muy necesitados de auxilios, los que emplean el fuego lo est?n a?n m?s. Proponen, en suma, que se rebaje 3 reales y 10 1/2 maraved?s en cada marco d? las platas de

fuego, lo que equivale a la rebaja ya obtenida en el precio del azogue.61 Todas estas actividades y los trabajos que emprendi? para la creaci?n del Tribunal, llevaron a este organismo a donar

a Vel?zquez la suma de 20 000 pesos el 17 de febrero de

1778,62 y ocho a?os despu?s a?n le parec?a al Tribunal "cor ta recompensa para tan singulares servicios".63 En cambio, al gobierno colonial le pareci? muy mal y sigui? proceso a los herederos de los cuatro miembros del Tribunal que otor garon tal gratificaci?n, y los oblig? a restituir cinco mil pesos cada uno.64 Era natural; el rey hab?a consentido en la creaci?n del cuerpo de mineros para que ?stos se portaran generosos con ?l, pero no con particulares, como veremos todav?a en otro ejemplo m?s adelante.

En el a?o de 1778, Vel?zquez recibi? el premio para el

que lo recomend? Bucareli por el donativo de 300 000 pesos, y fue nombrado alcalde de corte honorario.65 El 20 de enero el rey pidi? el proyecto de ordenanzas y finalmente, el 21 de marzo, Vel?zquez y Lassaga lo presentaron.66 Al mismo

tiempo Vel?zquez hizo unas erudit?simas notas en que ex plica y ampl?a los art?culos de su proyecto.67 El 13 de octu 61 AGI, M?xico, 1309A.

62 Howe: op. cit., p. 118.

63 Chavez Orozco: op. cit., p. rx. Este expediente se puede ver en AGI, M?xico, 2240.

64 AGN, Mineria, v. 156, exp. 1, ff. 1-44. 65 Jos? Gomez: Diario curioso de M?xico, de 14 de agosto de 1776

a 26 de junio de 1798, M?xico, Imprenta de Tom?s S. Gardida, 1854 [Documentos para la historia de M?xico, 8], p. 42 AGI, M?xico 2202.

La c?dula fue dada en El Pardo el 22 de febrero de 1777.

66 Ram?rez: Datos..., cit., pp. 35-36. El proyecto de Vel?zquez, en AGN, Mineria, v. 38, y AGI, M?xico, 2240. 67 AGN, Civil, v. 1381, exp. 1, ff. 1-66. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:29 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


APUNTES BIOGR?FICOS DE VEL?ZQUEZ DE LE?N 65

bre el Tribunal tuvo su primera intervenci?n en defensa de sus privilegios, pues se cobraba alcabala en art?culos que deb?an estar exentos.68 Este asunto se prolong? hasta 1781. El 15 de marzo de 1779 ocurri? el director general ante el Tribunal con dos representaciones que nos son muy ?ti

les para ver otro aspecto de su actividad. En la primera informa al Tribunal que desde los a?os 1771 y 1772 adqui ri? las minas Del Agua, Corona, Giralda y El Menor en Temazcaltepec, que hab?an tenido reputaci?n de buenas. La primera estaba completamente arruinada y anegada, por lo que hubo que habilitarla, labor que ocup? hasta octubre de 1778. Una vez habilitada, solamente los enzolves y atie rres, antes de sacar los metales, produjeron 18 mil pesos. Por lo dem?s, las vetas eran prometedoras y se estaba traba jando mucho en la habilitaci?n y ademes de los tiros, en las oficinas, m?quinas de desag?e y molinos, y lo que produc?a alcanzaba para pagar las rayas a los operarios. Pero en ene ro de 1779, para sustituir los fatigados caballos que se dedi caban a la m?quina de desag?e, se envi? para comprar otros

a un mozo que se fug? con el dinero, con lo que, adem?s

de lo robado, se perdi? tiempo y la mina se volvi? a inundar. Aunque lleg? despu?s la nueva caballada, Vel?zquez de Le?n se encontraba sin dinero para seguir las labores, y de aban donarlas se seguir?an p?rdidas a la miner?a, al erario y al Tribunal. Dec?a Vel?zquez: "Creer?a quedar sumamente gra

vado en mi conciencia si no hubiere expuesto todo lo que llevo referido con la sinceridad que corresponde, siendo ?sta

la ?ltima diligencia que me quedaba que practicar en el

asunto".69

Obviamente segu?a una petici?n de dinero. La segunda 68 Todo este largo expediente, en AGI, M?xico, 1278 y 2245. Los

documentos m?s importantes se publicaron: Representaciones del Real Tribunal de Miner?a a favor de su Importante Cuerpo y declaraci?n del exmo. se?or virrey de estos reynos sobre que los utensilios, pertrechos y dem?s efectos que inmediata o indirectamente conducen al labor?o de las minas no causen alcabala. M?xico, Felipe de Z??iga y Ontiveros, 1781. 69 AGN, Miner?a v. 87, exp. 1, ff. 3r-10v.

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ROBERTO MORENO

representaci?n la hace, pero de una forma curiosa: a cuenta de inventos y mejoras en m?quinas mineras. Vel?zquez des cribe someramente cuatro m?quinas de desag?e de su inven ci?n aplicadas en sus minas: los malacates dobles, una m? quina de tracci?n animal y dos movidas por agua. Comenta

que algunos mineros las han aplicado y que ?l no les ha pedido nada a cambio, pues ... sin embargo de que estas cosas me han costado estudios

y desvelos, y tambi?n el trabajo personal y el dinero, no pre

tendo de ellas otro premio que el hacer ver que este Real Tribunal desde los primeros a?os de su creaci?n comenz? desde luego a procurar y conseguir la perfecci?n del arte de nuestra miner?a y adelantamiento de su industria de una ma nera real y efectiva.70

Promet?a divulgar sus inventos una vez que el Tribunal los hubiera verificado. Pero estaba imposibilitado para pa

gar los costos de construcci?n, as? que aunque no ped?a

premio, solicitaba cuatro mil pesos por v?a de suplemento, con la garant?a de que, si no serv?an sus aparatos, se le des contara el dinero de su sueldo.71 Desde luego, los miembros del Tribunal concedieron los cuatro mil pesos pedidos y, desde luego tambi?n, a?os despu?s el gobierno los oblig? a

pagarlos de su propio bolsillo.72 Lo que no sabemos es el

70 ibid., f. 18v. 71 Ibid., f. 19. 72 El expediente es muy largo y se complica con otra reclamaci?n de mil pesos entregados a Vel?zquez para libros e instrumentos destinados

al colegio de minas. Los herederos de los miembros del Tribunal pu dieron demostrar que la biblioteca de Vel?zquez, que se recogi? para el colegio, val?a mucho m?s que los mil pesos que reclamaban las auto ridades. AGN, Miner?a, v. 87, ff. 20-47. Seg?n Howe (op. cit., p. 85) Vel?zquez percibi? 54 468 pesos del Tribunal desde su nombramiento a su muerte, sin contar los obsequios que se le hicieron. En AGI, M?xico,

2240 se encuentra el expediente de las cuentas que a la muerte de

Vel?zquez pas? el Tribunal al virrey G?lvez con fecha 30 de marzo de

1786. De poco m?s de dos millones de pesos que hab?an ingresado,

descargaban entre otras cosas: 300 000 donados al rey, 27 455 donados a

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APUNTES BIOGR?FICOS DE VEL?ZQUEZ DE LE?N 67 ?xito o fracaso de sus aparatos, pues los funcionarios de la corona y los herederos de los miembros del Tribunal no alu den a ese detalle en el expediente. Ignoramos tambi?n el destino de las minas de Vel?zquez de Le?n y si le procura ron finalmente beneficios.

El d?a 29 de mayo de 1780, la Real y Pontificia Univer sidad volvi? a solicitar a Vel?zquez, en uni?n de Bartolache,

para practicar un examen a Juan Blanes, matem?tico de Barcelona, quien quer?a establecer una academia similar a la de Vel?zquez, que dar?a lecciones de matem?ticas a horas distintas que las de la universidad.73 El a?o de 81, Fernando Jos? Mangino inici? los proyectos

Jos? de G?lvez (a quien concedieron cuatro mil pesos anuales a per petuidad en gratitud), 20 000' donados a la Academia de San Carlos, 217 254 en sueldos y 641 152 prestados como av?o a diversos mineros. La cuenta no satisfizo a Bernardo de G?lvez y reprendi? a los miem bros del Tribunal el 22 de abril de 1786. Remitido todo a Espa?a por este virrey el 29 de abril de ese a?o, Ignacio de Ribera Santa Cruz rindi? su informe en Madrid el 12 de agosto. Este se?or contador hace unas reflexiones verdaderamente interesantes. Seg?n ?l los miembros del Tribunal por mala administraci?n acabaron en menos de diez a?os con un establecimiento 'tan bien proyectado". Se alarma del dinero que

se dio a Vel?zquez y comenta: "En los adornos del Tribunal se inclu

yen cinco mil pesos gastados por mano de Vel?zquez. ?ste parece que trabaj? con m?s empe?o en arruinar la miner?a que en erigir y adornar

el Tribunal." Y m?s adelante: "Finalmente tal ha sido la disipaci?n que, para que no quedase Vel?zquez sin compa?ero en apurar y con sumir los caudales, sigui? su ejemplo el factor don Aniceto del Barrio..."

Propone este se?or que se exijan cuentas m?s detalladas. Ese parece

haber sido el reconocimiento de las autoridades al m?rito de Vel?zquez.

Es quiz? posible que nuestro biografiado y sus compa?eros se hayan

excedido en los gastos, pero no se justifica de ninguna manera el con siderar que arruinaron la miner?a, que nunca estuvo tan floreciente como con la creaci?n del cuerpo. A?os m?s tarde, el 30 de octubre de 1792, Fausto de Elhuyar, el marqu?s del Apartado y Barroso informaron sobre las restricciones que las autoridades impusieron al Tribunal, que se encontraba en decadencia "por hab?rsele restringido inmediatamente la facultad de tomar dinero a r?ditos sobre sus fondos para continuar los av?os comenzados" a prestar a los mineros, con lo que se perdi? el dinero prestado. 73 Carre?o: op. cit., n, p. 707.

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para el establecimiento de un Estudio P?blico de Artes. El 12 de septiembre de ese a?o, el virrey decret? que se hicieran las gestiones necesarias. Entre estas gestiones estuvo la de conseguir fondos para el nuevo colegio y se acudi? con tal solicitud al Tribunal de Miner?a. Con fecha 29 de diciembre

de 1781 este cuerpo asign? cinco mil pesos anuales para la subsistencia de la Academia de San Carlos.74 Joaqu?n

Vel?zquez de Le?n fue nombrado, en premio, consiliario de la Academia. El d?a 4 de noviembre de 1785 se hizo la p? blica apertura en el palacio del virrey:

Luego que su excelencia y la excelent?sima se?ora virreina tomaron sus respectivos asientos, y de la misma suerte los se ?ores consiliarios, se comenz? la funci?n con un concertado

golpe de m?sica, compuesto de los artistas m?s h?biles: si

gui?se una elocuente arenga que dispuso el se?or don Joaqu?n Vel?zquez de Le?n, alcalde del crimen honorario de esta Real Audiencia, director del Real e Importante Cuerpo de la Mi ner?a de Nueva Espa?a, y consiliario de la misma Academia, y ley? el doctor don Jos? Ignacio Bartolache.. .75

No se conoce el texto de esta arenga de Vel?zquez de Le?n, ni hay datos para saber el porqu? la ley? Bartolache en su lugar. Poco m?s de un a?o antes que esta arenga, el ayunta miento de la ciudad le encomend? el arco triunfal para la entrada de Mat?as de G?lvez. A pesar del poco tiempo que se le concedi? para ello, "por ser de su naturaleza obsequioso y estar siempre dispuesto a servir en todo cuanto conoc?a

depender de su persona y voluntad",76 dispuso el arco y

public? su descripci?n, con el t?tulo de La estirpe vespasiana.11 74 Justino Fern?ndez: "Gu?a del archivo de la antigua Academia de San Carlos?1781-1800", en Anales del Instituto de Investigaciones Est? ticas, M?xico, 37, suplemento 3 (1968), p. 11. 75 Gazeta de M?xico, i: 50 (nov. 8, 1785) , p. 422.

76 Le?n y Gama: op. cit., p. 547. 77 La estirpe vespasiana?Idea aleg?rica de las pinturas y aparatos festivos del arco triunfal que para la entrada p?blica y solemne del This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:29 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


APUNTES BIOGR?FICOS DE VEL?ZQUEZ DE LE?N 69

El a?o de 84 anduvo tambi?n metido en el periodismo

al dar noticias de meteorolog?a en la recientemente fundada Gazeta de M?xico,18 y con su participaci?n en la pol?mica suscitada por Jos? Antonio de ?lzate sobre las reformas al

malacate. Vel?zquez de Le?n public? en la Gazeta dos es critos sobre ese tema.79

Finalmente, la actuaci?n de nuestro personaje entre los a?os 1780 y 1786 al frente del Tribunal de Miner?a, que fue su ocupaci?n principal, fue amplia y variada.80 Para men

cionar los m?s importantes aspectos, nos basamos en los estudios de Ram?rez y el elogio de Le?n y Gama. En 1780, con motivo de un derrumbe en algunas minas

de Guanajuato, se suscit? un pleito entre el conde de la

Valenciana y Ram?n Aranda; el director general se present? en el lugar de los hechos y no s?lo resolvi? el conflicto, sino que estableci? sistemas para evitar en lo sucesivo esos pro

blemas.81 El 3 de noviembre de 1780 hubo necesidad de

escribir otra representaci?n contra la alcabala, y, finalmen te, el 31 de abril siguiente el Tribunal pidi? autorizaci?n al virrey para publicar los documentos y las resoluciones en su favor.82 Como asesor del Tribunal, Vel?zquez de Le?n dictamin? el 17 de mayo de 1781 sobre las pretensiones de

Jos? G?mez Campos de que se le concedieran privilegios exmo. se?or don Mat?as de G?lvez... erigi? la nobil?sima imperial ciudad de M?xico el d?a 8 de febrero de 1784, M?xico, Felipe de Z?

?iga y Ontiveros, 1784.

78 Gazeta de M?xico, I: 5 (mar. 1?, 1784), pp. 46-48 y I: 6 (mar.

24, 1784), pp. 55-56. 79 Suplementos a las Gazetas de los d?as 28 de julio y 8 de septiem

bre de 1784.

80 No ha sido nuestro prop?sito hacer un ensayo sobre Vel?zquez como director de Miner?a, que requerir?a much?simas p?ginas y largo tiempo de estudio en el archivo del Tribunal. El archivo apenas se est? acondicionando para su consulta, por lo que no lo hemos podido ver.

81 Ram?rez: "D. Joaqu?n...", cit., p. 269. Le?n y Gama: op. cit., p. 547. 82 Representaciones del Real Tribunal de Miner?a, cit.

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ROBERTO MORENO

especiales en la explotaci?n de minas,83 en junio de 1782 sobre el alza de precio del azogue,84 en enero de 1783 sobre un plan del oidor Ladr?n de Guevara para sacar recursos de los mineros,85 en febrero de 1783 sobre el cobro inde bido de alcabalas, en octubre de 1783 sobre descubrimientos de minas de cobre,86 en 1784 sobre el beneficio de la plata por azogue,87 y en junio de 1785 sobre la fracasada comisi?n

de Rafael Helling para la b?squeda de azogue.88 El a?o de 1783 se imprimieron las Reales ordenanzas

para la direcci?n, r?gimen y gobierno del Importante Cuerpo de la Miner?a,89 que constituyen su m?s importante aporta ci?n en ese ramo. Quedaban a?n pendientes por crearse dos

organismos de los que se hab?an propuesto desde 1774: el Banco de Av?o y el Colegio de Miner?a. El 18 de abril de 1785 Vel?zquez pronunci? un discurso ante el Tribunal, en

que excitaba a la creaci?n del Banco, pues se contaba con

un fondo de un mill?n de pesos, de los cuales propuso apli car la mitad para aviar a los mineros, pedimento que fue aprobado por el Tribunal.90

Por lo que toca al Colegio, aunque el Tribunal le urgi? el 30 de junio de 1785 y el 7 de enero de 1786 para que

despachara los asuntos y expusiera su parecer y dictara las constituciones, ya no lleg? a realizarlas.^1 El 7 de febrero de 1786 muri? su compa?ero Juan Lucas de Lassaga, y el 15 del 83 84 85 86 87 88 89

Ram?rez: "D. Joaqu?n...", cit., p. 271. ibid., pp. 275-276. ibid., p. 282. ibid., p. 284. ibid., p. 285. AGN, Mineria, v. 174, ff. 11-16. La Junta General de Miner?a al rey, M?xico, 15 de julio de 1784,

agradece las Ordenanzas y pide para Vel?zquez de Le?n lo que fuere

voluntad del rey y para Lassaga los honores de consejo de hacienda o de intendente del ej?rcito. En la consulta del 10 de enero de 1785 dice: "No se conteste por ahora." AGI, M?xico, 2240.

90 Ram?rez: "D. Joaqu?n...", cit., pp. 285-289. Transcribe todo el

discurso.

91 Ram?rez: Datos..., cit., p. 45.

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APUNTES BIOGR?FICOS DE VEL?ZQUEZ DE LE?N 71

mismo mes Vel?zquez de Le?n presidi? el Tribunal por ausencia de aqu?l. Fue la ?ltima vez que estuvo en el orga nismo que hab?a ayudado a crear.

Poco antes de su muerte, Vel?zquez de Le?n se hab?a ocupado en el largo asunto de la m?quina que para cernir tabaco invent? Alonso Gonz?lez. Como durante los a?os de 1781 a 1785 no se hab?an puesto de acuerdo los distintos peritos sobre la utilidad de la tal m?quina, el destacad?simo fiscal Ram?n de Posada, en vista de real orden de 24 de mayo de 1785, propuso entre otros individuos a Vel?zquez de Le?n y Jos? Antonio de ?lzate para concurrir a los ex perimentos y salir de dudas de una buena vez con la opini?n de estos personajes distinguidos de la ciencia novohispana. Con arreglo a este dictamen de Posada del 5 de diciembre de 1785, los experimentos se iniciaron el 17 de ese mismo

mes.

Vel?zquez asisti? seis d?as de diciembre, ocho

de enero de 1786 y diez d?as del mes de febrero. caci?n del 25 de febrero dice que falt? por hallars y desde entonces los experimentos se continuaron

curso.

?lzate coment? alguna vez que hubo quien afirmara que

Vel?zquez muri? da?ado por el polvo que se desprend?

de la m?quina de cernir tabaco.92 Ya enfermo, todav?a se ocup? de idear y describir la m dalla que el Tribunal de Miner?a dedic? al nacimiento d infante. Esta descripci?n se public? en la Gazeta 93 y seg

Le?n y Gama: "La dict? desde la cama con tanto aciert

que parece que sobre su generoso ?nimo y claras potencia no lleg? a tener imperio el horrible furor de la fiebre" q le quit? la vida el 7 de marzo de 1786.94

No ha dejado de extra?arnos que no se publicara en tiempo el elogio que de Vel?zquez hizo Le?n y Gama, n 92 AGI, M?xico, 2314. 93 Gazeta de M?xico, ii: 9 (may. 16, 1786), pp. 117-119. 04 Le?n y Gama: op. cit., p. 548.

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ROBERTO MORENO

los de otros de sus amigos.95 La Gazeta s?lo dio la siguiente escueta noticia: El d?a 7 falleci? en esta ciudad el se?or don Joaqu?n Ve l?zquez de Le?n, del Consejo de su majestad, alcalde de Corte honorario, director general del Importante Cuerpo de la Mi

ner?a y consiliario de la Real Academia de San Carlos de

Nueva Espa?a, en cuyos empleos y otros encargos de la mayor importancia acredit? su celo y superiores talentos; y la tarde del siguiente se hizo su funeral en la iglesia de San Francisco con la pompa y asistencia correspondiente.96

Con lo dicho hasta aqu? creemos haber dado un panora ma somero de las obras e inquietudes del cient?fico criollo. Parece evidente que su vida se puede dividir en dos etapas conforme a su actividad principal. En la primera, sus traba

jos y escritos son cabalmente los que corresponden a un

ilustrado criollo ?y por cierto, uno de los precursores?, esto es, ocup?se de una ampl?sima variedad de temas cient?ficos, literarios y t?cnicos. Como remate produjo un libro incom

pleto que quiz? hubiera podido ser la ?nica monograf?a

ilustrada sobre un ?mbito geogr?fico de la Nueva Espa?a. En la segunda etapa, tal como dijo Fausto de Elhuyar, Ve

l?zquez se entreg? por entero a la administraci?n del Cuerpo

de mineros; sus actividades fueron principalmente las de abogado y s?lo ocasionalmente, contrariando sus prop?sitos al planear la organizaci?n, se ocup? de los asuntos faculta tivos y t?cnicos de la miner?a. No deja de ser interesante se?alar que la obra de Vel?zquez gira sobre los dos ejes 95 En la Latin American Collection de Texas hay un elogio manus crito: "Carta del M. R. P. fr. Jos? Gallegos del S. O. de Predicadores,

presentado en S. T. y calificador del Santo Oficio, a un amigo del S. D. Joaqu?n Vel?zquez de Le?n". Por su parte, el Tribunal en carta

de 23 de marzo de 1786 a Jos? de G?lvez, le dec?a: "Se han duplicado

y agravado los cuidados de la miner?a del reino..." por la muerte de

Vel?zquez, "tan generalmente sentida de toda la rep?blica como mere c?an los talentos de que estaba dotado". AGI, M?xico, 2240.

96 Gazeta de M?xico, n: 61 (mar. 14, 1786), p. 71.

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APUNTES BIOGR?FICOS DE VEL?ZQUEZ DE LE?N 73

principales de la ciencia toda de la colonia: el desag?e del valle y la miner?a, aspectos t?cnicos donde quiz? se deban buscar las mejores aportaciones de Nueva Espa?a al cono cimiento universal.

Sobre sus ideas, externadas en su libro Descripci?n hist? rica y topogr?fica del valle, las lagunas y ciudad de M?xico,

puede decirse que corresponden exactamente a las de los

dem?s criollos de su ?poca. Como, por desgracia, no se con serva la segunda parte de esta obra, que deb?a estar dedi cada a la historia antigua de M?xico, carecemos de elemen tos para conocer su opini?n sobre el tema clave de los in dios. Aunque sea s?lo por el prop?sito manifiesto hay que inscribir a Vel?zquez en la n?mina larga de los criollos que investigaron sobre la historia prehisp?nica. En cambio s? podemos decir alguna cosa sobre su obra en los campos de las ciencias f?sicas y naturales. Lo primero, que no es de ninguna manera extra?o que se haya ocupado casi puntualmente da los mismos temas que otros sus con tempor?neos. Con Jos? Antonio de ?lzate, el pol?grafo de obra m?s vasta y de proyecciones enciclopedistas m?s varia das, las semejanzas son asombrosas. No es todav?a el momen to de hacer una estad?stica de los temas de que se ocuparon los criollos de la primera etapa de la Ilustraci?n. Por ello, vamos tan s?lo a se?alar lo grueso de las coincidencias entre ?lzate y Vel?zquez: 97 En cuanto a las ciencias f?sicas trata ron, de manera independiente, temas como la longitud y latitud de la ciudad de M?xico y otros puntos de la Nueva Espa?a; se ocuparon de la observaci?n de fen?menos celes tes como eclipses, tr?nsito de planetas interiores, sat?lites de 97 Tenemos en preparaci?n una extensa monograf?a sobre ?lzate. Pr?ximamente aparecer? un volumen en que recogemos su producci?n bibliogr?fica con comentarios e ?ndice anal?tico. Hay ya un intento de sistematizar los temas de que se ocup? el inquieto pol?grafo William F. Cody: "An index to the periodicals published by Jos? Antonio ?lzate

y Ram?rez", en The Hispanic American Historical Review, xxxni: 3 (ago. 1953) , pp. 442-475. Para los trabajos de Vel?zquez v?ase nuestro

ensayo citado en la nota 1.

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ROBERTO MORENO

J?piter. Registraron terremotos, determinaron barom?trica mente alturas de la ciudad y el valle de M?xico y dedujeron sus posibles consecuencias; escribieron sobre el magnetismo y la electricidad, suelo y tierra de la Am?rica septentrional; las monta?as y su disposici?n geogr?fica; producciones mi nerales y la miner?a. Dise?aron o perfeccionaron m?quinas e inventos para la miner?a. En las ciencias naturales coin ciden tanto en temas generales como en descripci?n de ani males y plantas. Ambos se ocuparon de las distintas especies biol?gicas propias de ?a Nueva Espa?a y refutaron tesis de cient?ficos europeos. Escribieron reflexiones sobre la trans

migraci?n de animales del Viejo al Nuevo Mundo. En par ticular describieron el coyote, el colibr?, la gran cochinilla, la tuza y varios insectos y animales ponzo?osos. Aportaron

tambi?n conocimientos sobre plantas comestibles y medicinales.

Ciertamente esta coincidencia de intereses refleja algo m?s que la pura similitud entre dos criollos cultos. Para

nosotros es una importante manifestaci?n del car?cter de la ciencia mexicana de la Ilustraci?n. La postura de los crio llos ante la ciencia ilustrada es bien comprensible: tratan de admitir los paradigmas o esquemas europeos y de divul garlos entre su medio y, a la vez, intentan incorporar a tales esquemas el sector de la realidad que les es propio. Esta ?l tima vertiente tiene como condici?n sine qua non la acepta ci?n de sus trabajos por parte de los europeos.98 Pese a con tactos m?s o menos importantes, la realidad es que el sue?o criollo s?lo se cumple en tiempos y por obra de Humboldt, a quien sin duda debe agradecerse el haber recogido y sis 98 Es muy interesante se?alar el conflicto que se present? entre ?lzate y los profesores espa?oles de la etapa oficial. A los r?gidos paradigmas que aplicaban los europeos, ?lzate opuso anomal?as propias de Am?rica que romp?an los esquemas cient?ficos que sus opositores segu?an con fidelidad. De esta manifestaci?n en el campo de la ciencia de la lucha

entre criollos y espa?oles no se deriv? un cambio revolucionario en los esquemas, pues ni ?lzate fue capaz de ofrecer uno nuevo, ni los

espa?oles modificaron sus ideas.

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APUNTES BIOGR?FICOS DE VEL?ZQUEZ DE LE?N 75

tematizado los trabajos de personas a las que trat? con

notorio desprecio. La ciencia de los criollos logr? aportar muchos conoci mientos nuevos. De entre ?stos quiz? los mejores se deban

a Vel?zquez de Le?n. Si por una sola parte de su trabajo

hubiera de salvarse este autor, ser?a sin duda por la primera triangulaci?n del valle de M?xico, trabajo de valor indiscu tible que a?n en estos tiempos tiene vigencia. Sin embargo,

lo vasto de sus intereses y talentos hace de Vel?zquez un autor de mucho inter?s para diversos campos de la investi gaci?n, pues dej? aportaciones de consulta indispensable para el estudio de la miner?a, la econom?a, la literatura, el dere cho, la t?cnica y la ciencia del siglo xvin.

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EL CONVENTO DE SANTA

CLARA DE QUER?TARO

LA ADMINISTRACI?N DE SUS PROPIEDADES EN EL SIGLO XVII

Asunci?n Lavrin Columbia University

La administraci?n de la propiedad agr?cola, laica y religio sa, en Nueva Espa?a, ha sido objeto de varias monograf?as que han iniciado una nueva etapa en la historia de la agri cultura, aportando datos sobre t?cnicas de cultivo y de transformaci?n industrial de materias primas, salarios, mano de obra, costo de producci?n, ganancias, etc. Estos estudios han revelado aspectos del desarrollo y explotaci?n agr?cola

en el M?xico colonial que van m?s all? de lo que Rolando Mellafe ha llamado "biograf?a de vegetales".1 Respecto a la administraci?n de haciendas religiosas du rante el periodo colonial, la mayor?a de las investigaciones han tratado predominantemente, aunque no exclusivamen te, de las propiedades de la Compa??a de Jes?s, que han gozado la reputaci?n de haber sido las m?s pr?speras y me jor administradas. Otras ?rdenes e instituciones religiosas, due?as de propiedades rurales, quedan a?n por estudiar. Dominicos, agustinos, carmelitas y otras ?rdenes, as? como los conventos de monjas y las cofrad?as m?s ricas de M?xico, poseyeron labores y haciendas, cuyo estudio contribuir?a a 1 Rolando Mellafe: "Agricultura e historia colonial hispanoameri

cana", en Temas de historia econ?mica hispanoamericana, Par?s, La

Haya, Mouton, 1965, pp. 23-32.

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EL CONVENTO DE SANTA CLARA DE QUER?TARO 77

profundizar nuestro conocimiento de la verdadera capacidad econ?mica de estas corporaciones religiosas, las similaridades o diferencias de sus t?cnicas administrativas y su papel den

tro de la econom?a de la regi?n donde estaban localizadas

sus propiedades.2

Los conventos de monjas de la capital de Nueva Espa?a no mostraron gran inclinaci?n a adquirir propiedades ru rales, sino que prefirieron inversiones en propiedades urba nas, especialmente a partir del ?ltimo cuarto del siglo xvn. En las contadas ocasiones que adquirieron propiedades ru rales, se deshicieron de las mismas tras poco tiempo, por medio de ventas a censo en la mayor?a de los casos.8 Los conventos provinciales, por otra parte, s? se interesaron las posesiones rurales, que desde el siglo xvi adquirieron mercedes, donaciones, compra directa o pago de deudas. extensi?n y valor de estas propiedades fue, a veces, muy

por por La con

siderable como por ejemplo en Oaxaca.4 Un convento pro

2 Entre los m?s recientes estudios que espec?ficamente tratan la ad ministraci?n de haciendas coloniales en Nueva Espa?a, vid.: Jean-Pierre Berthe: "Xochimancas-Les travaux et les jours dans une hacienda su cri?re de Nouvelle-Espagne au xvne si?cle" en Jahrbuch fur Geschichte von Statt, Wirtschaft und Gesseleschaft Lateinamerikas, 3 (1966), pp. 88-117; Ward Barret: The sugar hacienda of the marqueses del Valle, Minneapolis, 1970: El volumen xxin: 2 (oct-dic. 1973) de Historia Me xicana contiene los siguientes trabajos: David A. Brading: "La estructura de la producci?n agr?cola en el Baj?o de 1700 a 1850"; James D. Riley:

"Santa Luc?a?Desarrollo y administraci?n de una hacienda jesuita en el siglo xv?n"; William B. Taylor: "Landed society in New Spain?A view from the south", en Hispanic American Historical Review, lui: 3 (1974) pp. 387-413.

3 Asunci?n Lavrin: "La riqueza de los conventos de monjas en

Nueva Espa?a. Estructura y evoluci?n durante el siglo xv?n", en Cahiers des Am?riques Latines, B (2? semestre 1973) . Muchos de los conventos de las ?rdenes masculinas s? tuvieron propiedades rurales de valor consi derable, y algunos poseyeron huertas en las cercan?as de M?xico, de donde se prove?an de vegetales y frutas.

4 William B. Taylor: Landlord and peasant in colonial Oaxaca,

Stanford, 1972, pp. 164-194. ?ste es uno de los pocos estudios que con tiene una informaci?n detallada sobre las propiedades de conventos fe

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ASUNCI?N LAVRIN

vincial que tambi?n posey? un gran n?mero de propiedades rurales fue el de Santa Clara en Quer?taro. Durante el si glo xvii, Santa Clara fue considerado uno de los conventos m?s ricos de Nueva Espa?a. Mientras los conventos capita linos pasaban estrecheces por falta de capital, su gran n? mero de monjas y mala administraci?n, Santa Clara pose?a

m?s de 10 labores de tierra y otras propiedades menores que elevaban la cifra total a m?s de 20.5 Sus ingresos, du rante la primera mitad del siglo xvn, dependieron grande

mente de estas fuentes, aunque en la segunda mitad del siglo fueron lentamente desplazadas por la inversi?n en censos.

Es posible hacer un esbozo de la administraci?n de propiedades del convento de Santa Clara con las cuent

rendidas por algunos de sus administradores durante vari a?os del siglo xvn. No toda la informaci?n que ser?a dese ble tener, para explorar todos los aspectos de la adminis ci?n, est? presente en estas cuentas, pero s? hay suficien

datos para analizar sus lincamientos fundamentales y cambios que sufri? a trav?s del tiempo. El estudio de administraci?n de las propiedades del convento de Sa

meninos, aunque no ofrece datos en cuanto a su administraci?n. Vid tambi?n Archivo General de la Naci?n Tierras, vol. 611, exp. 2; vol. 8

exp. 3. (AGN) .

5 En 1671, por ejemplo, La Concepci?n de M?xico ten?a un ingre de no m?s de 14 500 pesos y sus gastos exced?an en 16 000 pesos co

numerosas deudas. El convento de San Bernardo tuvo un ingreso 12 251 pesos y gastos de 12 821 para los a?os de 1669-1671, o sea un media anual de 6 000 pesos. Regina Celi tuvo ingresos de 28 176 pes y gastos de 26 647 pesos durante el periodo de 1656 a 1663, una me anual de 4 000 pesos. Por su parte, Santa Clara de Quer?taro con

gresos y gastos de alrededor de 30 000 pesos en 1667-68 se compara f

rablemente con uno de los pocos conventos ricos de M?xico en d?cada, el de San Ger?nimo, que en los a?os de 1661-63 ten?a

ingreso anual de alrededor de 40 000 pesos. Vid. AGN, Bienes Nacio les, leg. 1600, cuentas de San Ger?nimo; leg. 377, exp. 4, cuentas d Concepci?n; leg. 1221, exp. 3, cuentas de San Bernardo; Archivo del I tituto Nacional de Antropolog?a e Historia, (AINAH) , Fondo Franc cano, (FF), vol. 92, ff. 77-119, cuentas de Santa Clara de Quer?taro

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EL CONVENTO DE SANTA CLARA DE QUER?TARO 79

Clara puede ofrecer un ejemplo interesante en sus contrastes o similaridades con respecto a la administraci?n de propie dades laicas o de otras corporaciones religiosas. Santa Clara de Jes?s de Quer?taro fue uno de los prime

ros conventos de monjas fundados fuera de la ciudad de M?xico en el siglo xvn ?1617? y el ?nico fundado en este siglo en esa ciudad. Fue un convento de clarisas urbanistas, que eran de observancia menos estrecha que las descalzas de la misma orden.6 El fundador del convento fue Diego de

Tapia, hijo de Fernando de Tapia, uno de los principales

pacificadores de los chichimecas en la regi?n entre San Juan

del R?o, Quer?taro, San Miguel el Grande y Guanajuato.7 Como ?nico heredero de su padre, Diego de Tapia era un cacique rico, due?o de numerosas tierras en la zona de Que r?taro, que Fernando hab?a adquirido como recompensa de la conquista y por diversas compras despu?s de la misma.8 Seg?n las varias versiones recogidas por cronistas religio

sos, Diego de Tapia ten?a una hija, Luisa, para quien se cre? el convento, tras consulta con fray Miguel L?pez. Aunque el padre L?pez busc? la cooperaci?n de los vecinos espa?oles del pueblo, que en 1604 ya eran 250, el convento fue fundamentalmente obra de la familia Tapia.9 La dota

6 Alonso de La Rea: Cr?nica de la orden de nuestro ser?fico padre San Francisco, provincia de San Pedro y San Pablo de Michoac?n en la Nueva Espa?a [1639] M?xico, 1882.

7 El cacique otom? Fernando de Tapia acompa?? al cacique Nico l?s de San Luis a su entrada en la presente regi?n de Quer?taro en

1522. A medida que los chichimecas fueron desplazados, se repartieron las tierras entre sus conquistadores y se comenzaron a fundar pueblos. El de Santiago de Quer?taro fue probablemente establecido alrededor de 1540, aunque no se desarroll? como centro urbano por varias d?cadas.

En un documento de 1590 se dice que Quer?taro se fund? "hace 40 a?os", o sea hacia 1550. V?ase AGN, Indios, vol. 4, N9 663; Pablo

Beaumont: Cr?nicas de Michoac?n, M?xico 1932, pp. 95-120; Guillermo Fern?ndez de Recas: Cacicazgos y nobiliario ind?gena, M?xico, 1961, pp. 240-241. 8 AGN, Tierras vol. 417, exp. 1; AINAH, FF, vol. 92, f. 69v.

9 Fidel Lejarza: "Expansi?n de las clarisas en Am?rica", en Ar

chivo Ibero-Americano, 56 (1954), pp. 393-455; Isidro F?lix de Espinosa:

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ASUNCI?N LAVRIN

ci?n material de Santa Clara se hizo con las tierras de Fer nando de Tapia, que hab?an sido repartidas entre sus hijas casadas y su hijo Diego. Ninguna de las hijas tuvo herede ros, y sus maridos donaron parte de las tierras o las incorpo raron a las de Diego. Las propiedades del convento de Santa Clara se encontra

ban esparcidas geogr?ficamente en las inmediaciones de

Quer?taro, en el tri?ngulo formado con Celaya y San Juan del R?o. Debido a la insuficiente informaci?n encontrada al respecto, no ha sido posible localizar todas las propiedades mencionadas en las cuentas. El mapa contiene aquellas que se han localizado.10 La informaci?n tambi?n es escasa en cuanto al ?rea de cada una de las propiedades. Algunas po cas est?n descritas en documentos de la ?poca y seg?n esta informaci?n y el valor de su arrendamiento, se puede afirmar

que casi todas eran de mediano tama?o, y ninguna se puede Cr?nica de la provincia franciscana de Michoac?n, M?xico, 1845. Espino sa tom? como fuente a su predecesor La Rea. 10 La autora queda agradecida al doctor Peter Gerhard por la loca

lizaci?n de las labores de Santa Clara en el mapa de este trabajo.

Las propiedades de Santa Clara fueron llamadas labores en las cuentas de la primera mitad del siglo xvn. En 1667 se les llamaba haciendas, aunque sus dimensiones f?sicas no hab?an cambiado ni su estado era

m?s floreciente que en a?os anteriores. Seg?n William B. Taylor, las labores eran generalmente propiedades no mayores de 4 caballer?as de tierra arable, dedicadas al cultivo intensivo de cereales o verduras, orien tadas a un mercado local y con una reducida inversi?n de capital. Los ranchos, de ?rea similar, se dedicaban preferentemente a la ganader?a, aunque algunas labores pod?an contener cierto n?mero de cabezas de ganado mayor y menor. Vid. pp. 137-38 del libro de este autor. Gene ralmente, una hacienda constaba de una propiedad principal, que con ten?a una casa o casco, y de varios ranchos o labores anexos. Taylor ha se?alado la vaguedad del t?rmino hacienda durante el periodo colonial.

El cambio de nombre de las labores de Santa Clara en menos de 40

a?os en el siglo xvn es un ejemplo de esta vaguedad. Vid. "William B. Taylor: "Landed society..." cit., pp. 387-413. De aqu? en AGN, Indios, vol. 3, n?m. 660; vol. 4, n?m. 662; vol. 6 nums. 785 y 794, se encuentran

referencias a las labores de Diego de Tapia, tanto en los alrededores de Quer?taro, como a un sitio "de moler metales" en las minas de Sich? (Xich?) .

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ASUNCI?N LAVRIN

llamar una gran propiedad rural.11 Adem?s de las tierras, el convento pose?a algunas casas y alquilaba ovejas. Aunque no hay referencia alguna en cuanto a la calidad de las tierras en los documentos de la ?poca, los testimonios de varios testigos en 1672 afirman la fertilidad de algunas de las propiedades. El valle de Quer?taro fue siempre descrito como uno de los m?s f?rtiles y mejor cultivados del Baj?o, ya desde fines del siglo xvi. En 1580 hab?a unos 60 vecinos en Quer?taro y numerosas estancias con miles de ovejas y ganado caballar.12 Para 1640 los vecinos espa?oles se estima

ban en 400, que seg?n La Rea eran due?os de ganados y

haciendas y muy enriquecidos por el trato del comercio con las minas del noroeste.13 Las labores del convento de Santa

Clara fueron de entre las mejores del valle y sus cultivos reflejaron las actividades agr?colas de la regi?n. Fray Alonso de La Rea, en la tercera d?cada del siglo xvn, describi? las propiedades rurales de las clarisas queretanas

como "seis labores grandes de trigo de riego (con uso de acequias) y cuatro de ma?z de temporal (sin regad?o), con

otros muchos sitios y estancias de ganado mayor.. .".14 A las

tierras heredadas de Diego de Tapia se a?adieron otras; a

veces solo unas suertes de tierra; otras veces adquisiciones mayores como las de un molino o unos agostaderos.15 Aun

il AGN, Tierras, vol. 417, exp. 1. La labor de San Francisco media poco m?s o menos 3 caballer?as; el rancho Carrillo era de 4 caballer?as; una de las varias labores llamada Santa Mar?a ten?a 314 caballer?as. No se han localizado datos respecto al ?rea de ninguna otra propiedad. 12 Sherburne F. Cook: "Soil erosion and population in central Me xico", en Ibero-American, 34 (1949) ; Lesley Bird Simpson: "Exploitation of land in central Mexico in the 16th century", en Ibero-American, 36.

(1952).

13 La Rea: op. cit., pp. 282-286; Enrique Florescano: "El abasto y la legislaci?n de granos en el siglo xvi", en Historia Mexicana, xiv: 4 (1965) ,

pp. 567-630; Alejandra Moreno Toscano: "Tres problemas en la geo

graf?a del ma?z?1600-1624", en Historia Mexicana, XIV: 4 (1965) , pp. 631

655.

14 La Rea: op. cit., pp. 262, 268. 15 AGN, Tierras, vol. 417, exp. 1, ff. 33, 68-72; AINAH, FF, vol. 92, ff. 45, 68v, 71.

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EL CONVENTO DE SANTA CLARA DE QUER?TARO 83

que el convento compr? tierras, tambi?n vendi? otras, y el n?mero de propiedades se mantuvo alrededor de 20 durante todo el siglo. Algunas de estas labores estaban bajo el con trol directo del convento, como las labores de San Juanico,

Huimilpa (o Quimilpa) y La Calera. Otras se arrendaban, como Jacal Grande, San Juan y San Pablo, el Obrajuelo y Do?a Melchora.16 A pesar de que la propiedad de estas tierras parec?a asegurada desde la fundaci?n del convento, el mismo tuvo que allanarse a componer los t?tulos de varias

de ellas. En 1643 la corona espa?ola decidi? aunar fondos para la defensa de sus reinos y utiliz? la composici?n de t?tulos de tierras como medio a ese fin. El convento ten?a

t?tulos defectuosos para varias de sus labores, y al igual que otros vecinos propietarios, dio dinero para la composici?n con la intenci?n de asegurarse contra futuras peticiones rea les en el mismo sentido.17

La administraci?n de las labores que se mantuvieron bajo control del convento no se llevaba a cabo por las monjas, sino por mayordomos laicos o religiosos. Despu?s de la fundaci?n del convento la orden franciscana se?al? mayor domos laicos para las labores "por evadir el embarazo de

tan crecidas rentas", pero en vista de la mala administraci?n de estos seculares, los franciscanos se readjudicaron la admi

nistraci?n de varias de ellas, nombrando un fraile como 16 AINAH, FF, vol. 92. V?anse las cuentas contenidas en este volu

men. Varias propiedades peque?as, como el Rancho Sandoval o la

huerta de Pathee, se vendieron a censo. Un documento an?nimo y sin fecha, pero posiblemente escrito entre 1630 y 1640, reporta la venta

de una labor de trigo de riego en Celaya al colegio franciscano de

aquella ciudad, y la venta de varias casas para cubrir los gastos de la construcci?n del convento. El autor acusa a varios de los administra dores religiosos del convento de perjudicar al mismo con estas ventas. V?ase AINAH, FF, vol. 92, ff. 217-261. 17 AGN, Tierras, vol. 417, exp. 1, ff. 68-72. Los vecinos de Quer? taro contribuyeron con 2 000 pesos a la corona para estas composicio

nes. Santa Clara dio 2500 pesos para componer algunas propiedades, en especial la labor de San Juan y San Pablo, adquirida de un indio principal poco antes de 1640. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:35 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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ASUNCI?N LAVRIN

administrador general, encargado de supervisar el uso de las rentas y las actividades de los mayordomos particulares de

cada una de las labores. La fecha de este cambio fue segu ramente 1630, pues La Rea afirma que tres a?os despu?s se inaugur? el nuevo convento (1633). Fray Crist?bal Vaz fue el administrador nombrado por el provincial franciscano.18

La Rea informa que cuando Vaz tom? las riendas de la

administraci?n, las rentas del convento hab?an disminuido de 13 500 a 9 000 pesos. Sin embargo las cuentas de 1635 a 1627 muestra ingresos reales que fluctuaron entre 14 000 y

19 000 pesos. Lo que s? es cierto es que el convento, en

1627, ten?a m?s de 7 600 pesos en deudas.19 Vaz realiz? una visita de las propiedades y despu?s de varios a?os de admi nistraci?n dej? el convento en un mejor estado econ?mico.20 La estructura b?sica de la administraci?n de las propie

dades de Santa Clara no vari? mucho con el cambio de

supervisi?n laica a supervisi?n clerical. M?s tarde en el si glo xvn varios laicos volvieron a ser nombrados como admi nistradores. Por consiguiente, se describir? la organizaci?n de la administraci?n tomando como modelo las cuentas de 1625-27, y despu?s se apuntar?n los cambios que tuvieron lugar con el transcurso del tiempo. En 1625 la mayor?a de las labores se arrendaban ? labra

dores de la comarca por tres o cuatro a?os, y el arriendo inclu?a la mano de obra ind?gena que exist?a en varias de ellas. Los arrendatarios pod?an hacer mejoras en las labores por las cuales eran reembolsados por el convento. Existen pocos datos referentes a c?mo se administraban las propie dades que no estaban directamente bajo el control del con vento, excepto el valor de su renta. En 1625, por ejemplo, la labor de Santa Mar?a, incorporada a la de San Juanico, se arrendaba por 1 200 pesos anuales. La labor de Santa Mar?a

Magdalena pagaba 1 000 pesos y otra labor llamada Santa 18 La Rea: op. cit., pp. 362-368. 1? AINAH, FF, vol. 92, ff. 54-64. El mayordomo fue Diego Monta??s. 20 La Rea: op. cit., pp. 362-368. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:35 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


EL CONVENTO DE SANTA CLARA DE QUER?TARO 85

Maria, 900 pesos. El pago de estos arrendamientos se hac?a a veces por adelantado, como se puede apreciar en las cuen tas de varios a?os.21 Las labores La Carreter?a, San Juanico y Huimilpa esta

ban bajo la direcci?n del administrador conventual. Las

mismas produc?an trigo principalmente, y tambi?n ma?z, frijoles, chile y garbanzo. Estos cereales y semillas estaban destinados al consumo del convento, y s?lo cuando las nece sidades del mismo quedaban satisfechas se vend?a el resto de la cosecha en el mercado local. En 1625 el convento re

cibi? 3 142 fanegas de trigo de sus varias labores, de las cuales se vendieron 1 021 fanegas. La labor de San Juanico produc?a casi todo el ma?z y trigo que se consum?a en el convento. En 1625 se trillaron 1 540 fanegas de trigo y 801 de ma?z en esa labor. Heladas e inundaciones contribuyeron

a que en la labor de Huimilpa no se recogiera ning?n

ma?z y se reportara escasez de trigo en la regi?n de Quer? taro. Santa Clara utiliz? 648 fanegas de trigo para el alimen to de las monjas y 100 fanegas para mantener el gallinero del convento.22 Parte de la producci?n de trigo se destinaba a otras cor poraciones religiosas como limosna. En 1625 los conventos franciscanos de San Pedro Sulim?n y Valladolid recibieron 180 fanegas entre ambos, y el convento de San Miguel de la orden de San Juan de Dios en Gel aya recibi? 39 fanegas.

Sin embargo, una donaci?n de 36 fanegas de trigo a San Pedro Sulim?n registrada en 1627 no fue completamente caritativa, sino como agradecimiento por el env?o de indios

21 AINAH, FF, vol. 92, ff. 22-31, 57. Como usualmente el arrenda miento se estimaba en un 5% del valor de la propiedad, estas tierras valdr?an unos 62 000 pesos. 22 Una fanega equivale a 12 almudes o 2.58 bushels. Al parecer las monjas criaban sus propias gallinas y horneaban el pan en el convento. En 1667 se asignaban 8 criadas, una lega y 2 religiosas a la panader?a

del convento. V?ase, AINAH, FF, vol. 92, ff. 195-216. En 1670 fray

Hernando de la R?a, actuando como provincial de la orden franciscana,

prohibi? la panader?a. Vid. Biblioteca Nacional (BF) Archivo Fran ciscano (AF), Monjas, caja 75, carpeta 1255. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:35 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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ASUNCI?N LAVRIN

chichimecos (sobre los que el convento franciscano debe haber tenido alguna forma de control) para la obra del

convento de Santa Clara. El ma?z se repart?a entre el con vento y los dependientes del mismo, fueran los ga?anes de las labores o los profesionales que serv?an al convento, como

el m?dico. En 1625 Santa Clara consumi? 240 fanegas de

ma?z y el resto se distribuy? entre los indios de las labores y los empleados en la construcci?n del convento nuevo que se llevaba a cabo entonces. Tambi?n se dieron 33 fanegas de limosna a diferentes personas "por vales de la Abadesa". El convento dispuso de 74 fanegas de frijoles y 44 de chile.

Las cuentas indican que se dieron 25 fanegas de frijol al convento y 25 de limosna, sembr?ndose 6 fanegas. No se especifica qu? se hizo con el resto ni con las 44 fanegas de chile.23

La econom?a mixta de la regi?n se refleja en las labores del convento, que poseyeron, a trav?s del siglo xvn, cierto

n?mero fluctuante de cabezas de ganado vacuno y lanar.

En 1627 hab?a 204 bueyes, 33 ovejas, 50 puercos y puercas, 100 yeguas y 20 potrancos en San Juanico, Huimilpa y La

Carreter?a. Estos animales se utilizaban para las labores agr?colas y el sustento de los indios trabajadores. La infor maci?n de las cuentas tambi?n sugiere que en ?stas y otras

de las labores del convento se criaban animales para ven derse en el mercado local. En 1626, el mayordomo Diego Monta??s report? la venta de 100 novillos a 8 pesos cada uno. Tanto en este a?o, como en otros, el convento compraba 23 AINAH, FF, vol. 92, ff. 10-21, 77-119. En 1667 se le daban 185

fanegas de trigo al convento de San Francisco. El trigo se daba en parte del pago de los servicios de un vicario, dos capellanes y un donado que asist?an espiritualmente a las monjas. En 1667 tambi?n

se proveyeron 269 carneros al convento de San Francisco. En 1626 el mayordomo, Diego Monta??s, no dio cuenta del destino de 591 fanegas de trigo de varias cosechas y tampoco present? la cuenta de la distri buci?n del ma?z. Es probable que precisamente esta clase de irregulari dades determinaran a la orden franciscana a poner la administraci?n general de las labores en manos de un fraile.

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EL CONVENTO DE SANTA CLARA DE QUER?TARO 87

ganado para repoblar las labores o transfer?a los de unas

labores a otras con el mismo objeto. La dotaci?n original del convento comprendi? varios mi les de ovejas que se aumentaron en 1625 con la adquisici?n de 1 143 borregos. En 1625 hab?a 24 802 ovejas arrendadas a labradores de la vecindad. Benito de Salazar ten?a 5 130 ove

jas, Alonso M?ndez 6 000 y Lucas Guerrero 13 672.24 El

arrendamiento de ovejas constituy? una de las fuentes de ingreso m?s estables del convento a trav?s del siglo. Aunque el n?mero de ovejas vari?, no parece haber sido de menos de 20 000 cabezas. A fines de 1654 hab?a 27 000 y en 1668 eran 20 000. El precio de arriendo a mediados de siglo su per? los cien pesos el millar, pero en 1667 hab?a bajado a 80 pesos. Antes de esta fecha el convento las hab?a arren

dado por 84 pesos el millar, pero se rebaj? el precio a 80 pesos por haber cesado de proveer agostaderos para los animales. La mano de obra en las labores del convento estaba

constituida por indios ga?anes que recib?an cierto n?mero de fanegas de ma?z adem?s de sus salarios. Desafortunada mente, las cuentas no especifican el salario mensual que se les pagaba a estos indios ni en 1625 ni en ning?n otro a?o, y s?lo ocasionalmente citan el n?mero total de ga?anes en cada labor. Sin embargo, las cuentas de 1667-68 sugieren que el salario no debe haber sido mayor de cinco pesos al mes. Esta mano de obra estaba adscrita a las labores, en par te por deudas y en parte voluntariamente. Un documento de 1641 establece que parte de la ga?an?a hab?a nacido y sido criada en las labores del convento. Otros indios "adve nedizos" viv?an en las mismas voluntariamente y, seg?n el convento, era por el buen trato que se les hac?a.25 Desde 24 AINAH, FF, vol. 92, ff. 10-32. En 1626 quedaron 68 novillos en las tres labores administradas por el convento, despu?s de haberse ven dido cien y haberse dado por perdidos otro seis.

25 Silvio Zavala y Mar?a Castelo: Fuentes para la historia del tra bajo en Nueva Espa?a, M?xico, 1939-1946, vil, p. 425. Vid. lo que al

respecto de la seguridad econ?mica y de orden social de los peones de

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ASUNCI?N LAVRIN

antes de 1580 Fernando de Tapia hab?a congregado y uti lizado a los chichimecos de la regi?n conquistada, en la labranza de sus tierras. Tanto Fernando como su hijo Diego fueron reconocidos como se?ores naturales, y despu?s que Diego sirvi? varios a?os como gobernador, esta mano de obra debe haber quedado adscrita a sus tierras. En 1602-03 se hicieron varios pueblos de congregaci?n en las tierras de Tapia y es posible que la mano de obra de las labores del convento proviniera de estos pueblos.26

A despecho del buen trato que el convento reclamaba

dar a los ga?anes, los mismos estaban recargados de deudas.

En 1637 los indios de San Juanico deb?an 1 695 pesos al convento, y el mayordomo anotaba "que es hacienda del convento la deuda de esta gente", sintetizando la actitud t?pica del propietario de tierras, fuera laico o religioso. Estas deudas seguramente proven?an de adelantos, pero tambi?n de ropa y carne que se les prove?a. Cuando alguna cabeza de ganado mor?a, se repart?a entre los indios, pero se les co braba por esta provisi?n. Si alg?n buey se perd?a, tambi?n se les cargaba su precio, pues se presum?a que los mismos se lo hab?an comido. Tambi?n se les cargaba el precio de cual quier apero de labranza que se perd?a en las labores. En 1668

la labor de Jacal Grande fue arrendada a Crist?bal Men doza por 900 pesos anuales. En el contrato entraron un

n?mero indeterminado de indios con una deuda de 428 pesos al convento. En la labor de San Juan y San Pablo, arrendada por 450 pesos al a?o, otro n?mero de indios ten?an una deu hacienda dice Enrique Florescano en Estructuras y problemas agrarios

de M?xico 1550-1821, M?xico, 1971, p. 157. En 1641 Santa Clara se quejaba a la Audiencia de M?xico de que el gobernador de Quer?taro sacaba indios de sus labores para el repartimiento de las minas de Xich?. El convento arg??a que los indios no se empleaban en las minas sino en otros trabajos, y que una vez fuera de las labores no regresaban a las mismas, lo cual contradice, hasta cierto /punto, el ar gumento del buen trato. Sin embargo, s?lo se ha encontrado menci?n de falta de mano de obra para trabajar en una propiedad en las cuen

tas de 1667.

26 AGN, Tierras, vol. 417, exp. 1, ff. 20, 49, 167-190.

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EL CONVENTO DE SANTA CLARA DE QUER?TARO 89

da de 668 pesos y 3 tomines.27 A pesar de estas deudas, s?lo un n?mero relativamente corto de indios hu?a de las labores. De acuerdo con las cuentas de 1667-68, quince indios hab?an huido de cinco propiedades del convento. Estos quince in dios hab?an acumulado una deuda de 274 pesos 5 1/2 tomi nes, o sea aproximadamente 18 pesos cada uno. El n?mero de huidos representa un 9.5% de la mano de obra. Aunque no todos los indios estaban endeudados al convento, la ma yor?a deb?a sumas que variaban entre 30 y 60 pesos cada uno. Asumiendo que el salario que recib?an no era mayor de cinco pesos al mes, la deuda de estos ga?anes equival?a a un m?nimo de seis meses y un m?ximo de un a?o de trabajo.

La suma que el convento adeudaba a un corto n?mero de trabajadores fluctuaba entre 5 y 18 pesos como m?ximo. En

total, en las siete labores bajo la administraci?n del con

vento en 1668, hab?a 157 indios cuyos salarios eran de 4 687 pesos, pero cuyas deudas sumaban 5 143 pesos (v?ase tabla

vi). Las deudas deben haber contribuido de modo efectivo a retener la mano de obra dentro de las labores.

Cuando circunstancias como la siega requer?an mano de obra extra tanto en San Juanico como en otras labores, ?sta

se alquilaba o se tra?a de otras labores del convento, dan

27 AINAH, FF, vol. 92, ff. 77-119. En este a?o hay un cargo de 19 pesos 5 tomines a los indios de San Juanico, por la carne de un buey

muerto. En la labor de Los Charcos (o Las Charcas) se cargaron seis pesos por la carne de tres bueyes muertos. Otro dato interesante con respecto al tratamiento de la mano de obra se encuentra en las cuen tas de 1667-68, donde se reporta que el convento hab?a prove?do de

ropa a los indios de San Juanico y se a?ade el comentario de que la

ropa se hab?a comprado a precios moderados y no se les hab?a recar gado el precio a los trabajadores, como hab?a sido costumbre de otros mayordomos previamente. En las propiedades de laicos se les daban a los indios animales a cuenta, para su consumo o para fiestas. V?ase, AGN, Tierras, vol. 1436, exp. 12 (1714) . Comp?rese la situaci?n de la mano de obra en las labores de Santa Clara en el siglo xvii con la situaci?n

descrita por Frederick Katz para la regi?n central de M?xico en el siglo xix. Vid. Frederick Katz: "Labor conditions in haciendas in Por

firian Mexico?Some trends and tendencies", en Hispanic American Historical Review, Liv: 1 (1974) pp. 1-47. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:35 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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ASUNCI?N LAVRIN

dosele su salario y sus raciones de ma?z.28 Aparte de los in dios empleados en las labores, el convento utilizaba un n? mero indeterminado de trabajadores en la obra del convento en Quer?taro. En 1625 algunos indios de Huimilpa estaban empleados en esta tarea, mientras que la mano de obra al quilada para este mismo fin se indentifica como chichime ca.29 El edificio del convento requiri? mano de obra espe cializada, como los carpinteros, que no s?lo fabricaban vigas para el edificio, sino las carretas para las labores agr?colas. Las entradas de pago para cuatro indios empleados en cor tar vigas suman 351 pesos 5 tomines en 1625, con 20 fanegas de ma?z. Esta cifra sugiere un salario mensual de alrededor

de siete pesos. En 1627 a cinco indios carpinteros se les

pag? 218 pesos, que representa un salario menor que el de

los vigueros de 1625. Santa Clara tambi?n ten?a varios arrieros

que transportaban arena para el convento y una recua que acarreaba materiales para la f?brica. Este tipo de mano de

obra aparece en los a?os en que hubo f?brica material en el convento.30

Las labores que estaban directamente bajo el control del convento eran administradas por un mayordomo, quien, a

su vez, daba cuenta de los negocios del convento ante el

administrador general. Este ?ltimo rend?a las cuentas fina

les a la orden franciscana y a la abadesa del convento, y prove?a a los administradores de las labores con dinero, semillas y otras necesidades. El salario de los mayordomos

28 AINAH, FF, vol. 92, ff. 50-52.

29 Ibid., ff. 10-21. Los indios enviados por el convento de San Pedro en Sulim?n para ayudar a la obra del convento de Santa Clara

tambi?n son chichimecos. Vid. tambi?n Zavala y Castelo: op. cit., vi, pp. xiii, xxiv. Los autores notan que los chichimecas se empleaban en

obras p?blicas como la limpieza de la acequia de la Alameda en la ciudad de M?xico. La construcci?n de edificios religiosos frecuente mente recibi? repartimientos o mano de obra india alquilada que se asignaba por las autoridades. 30 AINAH, FF, vol. 92, ff. 59-60v. El salario anual de 3 indios arrie ros en 1627 fue de 50 pesos 2 tomines.

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EL CONVENTO DE SANTA CLARA DE QUER?TARO 91

de las labores variaba con su importancia y tama?o. En

1626 el mayordomo general laico recibi? 600 pesos de sueldo anual, lo que parece una suma en extremo alta teniendo en cuenta que, en 1667, el mayordomo de San Juanico, fray Pedro Garc?a, quien era al mismo tiempo superintendente

de las dem?s labores, recibi? 350 pesos y 50 fanegas de ma?z.31 Para 1667, al salario y al ma?z que usualmente se asignaba a los mayordomos ?y que entonces era de 1/2 fa

nega semanal? se a?ad?a una cantidad extra de dinero

denominada raci?n. La raci?n del mayordomo de La Calera, por ejemplo, era de dos reales semanales, y su salario eran 150 pesos. La raci?n de los mayordomos de El Obrajuelo, Los Charcos, Do?a Melchora, Ixtla y el molino de harina,

era de cuatro reales a la semana. Esta raci?n fue una cos

tumbre que al parecer se introdujo en este siglo y aparece a?n en el siglo xix en propiedades laicas.32 Cuando las labo res que usualmente se arrendaban no consegu?an arrendata rio, el convento se hac?a cargo de las mismas hasta que se volv?an a arrendar. A esto se debe la variaci?n en el n?mero de tierras a cargo del convento en diversas cuentas. Aparte de las propiedades rurales, Santa Clara, a seme janza de otros conventos de monjas, dio dinero a censo. En las cuentas de 1627 aparecen dos censos otorgados ese a?o, que importaron 2 000 pesos "en reales" y que se dieron sobre una propiedad urbana y una rural. Un tercer censo de 1 800 pesos se hab?a traspasado al mayordomo del convento. Varios

censos otorgados previamente no ofrec?an una situaci?n

31 AINAH, FF, vol. 92, ff. 77-119. En 1627 el mayordomo de San Juanico recibi? 250 pesos de salario. Los salarios de los mayordomos de otras labores variaban entre 84 y 220 pesos anuales. Como compa raci?n se puede citar el salario del mayordomo de una hacienda laica

de mediano tama?o, que era de doce pesos al mes y una raci?n de ma?z, chocolate, az?car y doce reales a la semana. El trojero de esta

misma hacienda ganaba seis pesos mensuales, con raci?n de ma?z, car

nero y chocolate, m?s un peso semanal para su av?o de cocina. Vid. AGN, Tierras, vol. 1436, exp. 12 (1714). 32 Jan Bazant: "Peones, arrendatarios y aparceros en M?xico?1851 1853", en Historia Mexicana", xxiv: 1 (1974), pp. 94-121.

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ASUNCI?N LAVRIN

muy promisoria. Once individuos estaban atrasados en cuan to al pago de inter?s, algunos desde 1621, por un total de 1 544 pesos. En 1627 se daban por perdidos 451 pesos de cen sos. A pesar del atraso en el pago de intereses, el convento sigui? invirtiendo en censos a trav?s del siglo xvn.33 Las cuentas del convento revelan poco acerca del papel

del mismo dentro de la comunidad de propietarios de la

regi?n y sus relaciones con sus vecinos. Varios documentos sugieren que Santa Clara confront? problemas similares a los de cualquier otro terrateniente. Como se vio anterior mente, el convento tuvo que allanarse a composiciones de t?tulos de tierras dictadas por la corona. En diversas ocasio

nes (1654, 1660, 1668, 1685), los ind?genas de las congre

gaciones vecinas a las tierras del convento sostuvieron liti gios con los arrendatarios de las mismas, por delimitaciones de linderos o por el vital acceso al agua de las acequias. Las sementeras de los indios tomaban la mitad del agua

del r?o, llamada media tanda. La otra mitad se asignaba a las labores de espa?oles, a seis d?as de riego cada una.34 En varias ocasiones se originaron abusos y tensiones por el control del agua. En 1660 y 1668 los ind?genas se quejaron contra el arrendatario de la labor Santa Mar?a Magdalena, quien estaba desviando las aguas ilegalmente hacia sus tie rras y los ten?a amenazados con su capataz. En 1689, el administrador del convento trat? de obtener un pr?stamo

especial de varios d?as de agua extra para la labor San

Pablo, pero los ind?genas se negaron, por temor a estable cer un precedente que m?s tarde les pudiera resultar per

33 AINAH, FF, vol. 92, ff. 54-64. Los conventos de monjas de la capital de Nueva Espa?a hicieron fuertes inversiones en censos en la

segunda mitad del siglo xvn y comienzos del xv?n. Vid. Asunci?n

Lavrin: op. cit., Algunas autoridades eclesi?sticas de las ?rdenes mascu

linas expresaron su opini?n de que el censo era una forma segura y

apropiada de inversi?n para las instituciones religiosas. Vid. Francisco

Pareja: Cr?nica de ta provincia de la Visitaci?n de Ntra. Sra. de la

Merced [1688] M?xico, 1883, i, p. 218. 34 AGN, Tierras, vol. 417, exp. 1, f. 202.

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EL CONVENTO DE SANTA CLARA DE QUER?TARO 93

judicial.35 De 1718 a 1724 Santa Clara se vio envuelto en un

litigio de delimitaci?n de una propiedad que hab?a sido

invadida por algunos ind?genas, quienes la reclamaban como parte de su patrimonio. Aunque el convento hab?a vendido esa propiedad a censo, el hecho de ser a?n beneficiario del censo lo hizo part?cipe en el litigio.36

No hay muchas indicaciones acerca de si Santa Clara

arrend? sus labores a indios o espa?oles, pero juzgando por los documentos consultados, la mayor?a de los arrendatarios parecen haber sido espa?oles. S?lo en una instancia, en 1660, se cita a un Baltasar Mart?n, indio, que se dice haber sido arrendatario de una de las labores del convento.37

En cuanto a la relaci?n de Santa Clara con las autori dades arzobispales con respecto al pago de diezmos sobre los productos de sus tierras, Santa Clara se uni? a las filas

de aquellos propietarios religiosos que litigaron sobre su pago.

Ya desde 1657, cuando las ?rdenes regulares fueron conde nadas al pago de diezmo, el arzobispado de M?xico, dentro de cuya jurisdicci?n se encontraba el convento, estaba exi giendo que Santa Clara pagara lo que le correspond?a, en contrando una firme oposici?n en la orden franciscana. El asunto promovi? la intervenci?n real y un pleito entre el arzobispado y la orden.38 El arzobispado acudi? a la audien cia y en 1662 obtuvo ejecutoria para colectar el diezmo de

los regulares. La audiencia conden? al convento de Santa

Clara al pago de 10 137 pesos de diezmos atrasados. En 1665 las monjas se hab?an allanado a pagar 7 645 pesos y el resto a plazos, con la obligaci?n de pagar 1 650 pesos de diezmo 35 Ibid. Los indios reconoc?an la validez que la tradici?n de muchos a?os de observaci?n hab?a dado a sus costumbres. El argumento usado en 1689 fue "no perder el uso de la costumbre de tiempos inmemoria

les y que se les impusiera nueva ley". En las cuentas de 1652-54 se menciona el pago del repartimiento de agua que se hizo al oidor, y que se elev? a 2216 pesos. Vid. AINAH, FF, vol. 92, 69. 36 AGN, Tierras, leg. 417, exp. 1.

37 ibid.

38 Alberto Mar?a Carre?o: Cedulario de los siglos xvi y xvii, M?xico, 1947, p. 476, 498, AGN, Bienes Nacionales, leg. 1076 (1672) .

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ASUNCI?N LAVRIN

anual. Sin embargo, cuando Santa Clara se atras? de nuevo en el pago y la deuda lleg? a 4 465 pesos, el arzobispo co

menz? un auto judicial, embargando los bienes que se en

contraron en manos del mayordomo del convento. El arzo bispo arg?y? que Santa Clara arrendaba sus propiedades a condici?n de que los arrendatarios pagaran el diezmo en la renta, y este contrato obligaba al convento a pagarlo al ar zobispado. La orden franciscana sali? en defensa de Santa Clara, alegando la exenci?n en el pago de diezmos conce dido a la orden por varias bulas papales de Sixto IV, Bene dicto II y Urbano VIII; este ?ltimo en 1639. Santa Clara apel? a la audiencia, pidiendo el desembargo de sus pro piedades, y esta vez hall? una recepci?n favorable en este cuerpo. Notificado el Consejo de Indias por el arzobispado, el primero determin? en 1674 que las monjas depositaran 4 465 pesos como fianza de pago de los diezmos, y orden? a la audiencia que se abstuviera de intervenir en el caso. En las cuentas de 1667 las monjas separaron las cantidades que se deb?an de pagar de diezmo, pero especificando que la cuesti?n del pago estaba a?n en litigaci?n. Las relaciones entre el convento y sus administradores generales no fueron siempre armoniosas. En 1637 las monjas dirigieron varias cartas al padre provincial, fray Pedro Agui

lar, reclamando que el administrador fray Pedro Moreno presentara las cuentas y respondiera a los cargos que se le hac?an. Estos cargos eran: la compra de la huerta de Ribera

por 4000 pesos, cuando el due?o la hab?a ofrecido a otra

instituci?n por 2 500 pesos; la mala imposici?n de un censo sobre fincas que entraron en litigio y que las pon?a en ries go de perder 7 000 pesos; la compra de unas casas en pago de un censo, por un precio mayor que su valor real; la fal

ta de presentaci?n de cuentas en la producci?n de trigo, provisi?n de ropa a los indios, gastos de reparos a la igle sia, etc.; la venta de la mejor harina en el mercado mien tras el convento hab?a sido prove?do de harina de inferior

calidad y en cantidades insuficientes; la incursi?n en gastos no autorizados, como un regalo de 200 pesos al presidente This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:35 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


EL CONVENTO DE SANTA CLARA DE QUER?TARO 95

de Guadalajara;39 el arrendamiento de tierras sin haber

ejecutado el preg?n obligatorio. Las monjas ped?an que las cuentas fueran revisadas por tres contadores de fuera. La seriedad de los cargos movi? una investigaci?n por fray Pedro de Aguilar, pero no se logr? ning?n cambio, pues el provincial exoner? a fray Pedro Moreno. No queda

ninguna evidencia de si los alegatos de las monjas eran o no fundados. Una carta de fray Pedro de Aguilar a fray

Pedro Moreno, fechada en 11 de mayo de 1637, da a enten der que el provincial no ten?a una gran opini?n de las reli

giosas, pues las define como mujeres encerradas y f?cil

mente impresionables por personas de fuera, a?adiendo que muy pocos administradores escapaban de recibir cargos.40 Es posible que a ra?z de este incidente se asesoraran las cuen tas de Santa Clara por el alcalde mayor de Quer?taro como

representante del rey, ya que Santa Clara estaba bajo el

patronato real.41 Las cuentas de 1654 fueron presentadas por fray Crist? bal Vaz, y se llam? al alcalde mayor de Quer?taro, capit?n

Gabriel Moscoso, para que asistiese al rendimiento de las

mismas. Al parecer, en esta ocasi?n se hab?a repetido el caso

de estar en entredicho la fidelidad del administrador. Sin embargo, despu?s de presentadas las cuentas, las religiosas declararon su confianza en el padre Vaz. Para el convento de Santa Clara las fricciones no terminaron en 1654, ya que en las cuentas rendidas por las monjas mismas en 1667 hay varias indicaciones de que la previa administraci?n del se?or Juan Seda?o, hab?a sido insatisfactoria. Estos incidentes en tre las religiosas y sus administradores ponen de manifiesto

la dificultad impl?cita en el manejo de propiedades reli giosas a trav?s de terceros, una situaci?n que los jesu?tas previnieron haciendo uso de sus propios miembros. El sis tema de contabilidad para la administraci?n de las labores

39 AINAH, FF, vol. 92, f. 36v. Posiblemente se trate del presidente

de la Audiencia.

40 ibid., ff. 31v, 36, 43. 41 Ibid., f. 66.

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ASUNCI?N LAVRIN

del convento ?que fue el mismo utilizado por todos los

conventos de monjas para sus propiedades? consist?a en una lista de cargo y otra de data (ingresos y gastos), y ten?a por objetivo establecer la integridad del administrador y cubrir de modo adecuado los gastos de consumo y mantenci?n de la comunidad. No hay indicaci?n alguna de que ni los admi

nistradores ni las monjas consideraron la posibilidad de

variar la forma de administrar las haciendas, o cambiar en modo alguno la forma tradicional de explotaci?n. Las que jas de las monjas respecto a los administradores se refirieron casi siempre ? problemas de honestidad en la disposici?n de las rentas y su inversi?n. Los litigios judiciales, pleitos con deudores y dificultades con los administradores fueron problemas end?micos, no s?lo de este convento, sino de todas las instituciones religio

sas, y no fueron obst?culo para que, en el caso de Santa Clara, el convento alcanzara un gran auge econ?mico. De acuerdo con las cuentas de 1635-36, el convento hab?a com prado varias casas valuadas en 5 000 pesos y construido un

molino de harina en las tierras llamadas La Ca?ada. Se hab?an impuesto 15000 pesos de dotes de monjas a censo

en varias casas de Quer?taro y 7 000 pesos en unos agosta deros. Tambi?n se invirtieron 1 300 pesos en la compra de varios esclavos para el convento, un seguro signo de bienes tar econ?mico. Los ingresos durante esos dos a?os ascendie ron a 88 359 pesos 6 tomines. Los gastos, que inclu?an la construcci?n del molino, ornamentos para la iglesia y sus tento de las religiosas, llegaron a 102 500 pesos. De modo

que hubo un d?ficit de 14148 pesos. El administrador es peraba que este d?ficit se cubrir?a con el pago de las deudas

que se deb?an al convento y que montaban 11 554 pesos. Entre esas deudas se encontraban los rezagos de pagos de censos y arrendamientos de haciendas, que ascend?an a 4 200 pesos. La venta de trigo de la cosecha de 1636, que import? 2 579 pesos, y la venta de carneros (1 150 pesos), que se inclu?an en la cuenta de 1636, tambi?n constitu?an fondos con los que el mayordomo-administrador contaba This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:35 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


EL CONVENTO DE SANTA CLARA DE QUER?TARO 97

para disminuir el d?ficit. La forma general de la presenta ci?n de las cuentas no especifica las fuentes de ingreso para este a?o. Sin embargo, el mayordomo remiti? una cuenta

detallada de la producci?n y gastos de la labor de San

Juanico, cuya posesi?n y usufructo consideraba muy be neficiosa. Un an?lisis del producto y gasto de esta labor nos dar? una idea de lo que era considerado como la operaci?n satis factoria de una de estas unidades en la tercera d?cada del siglo XVII.42 Productos de la labor San Juanico, 1635-1636 Vendidas en el Valor Consumidas en Valor

Fanegas mercado estimado el convento estimado

Trigo 4 168 1 893 fanegas 6 468 pesos 2 270 fanegas 6 810 p

Ma?z 800 Posiblemente 1 560 pesos

Frijol 32 consumidos 32 pesos

Garbanzos 41 en el convento 328 pesos

Salarios que los indios deben 1 605 pesos

Gasto siembra sementeras para 1637 1 500 pesos Gastos de la labor San Juanico, 1635-1636

Salarios a indios 4 066 pesos Raci?n de ma?z a ga?anes 2 000 Siegas de 2 a?os 1 183 p. 2 tomines Salarios de 2 mayordomos 789 p. 4

Alquiler de yuntas 456 p. Indios de otras haciendas que ayudan 1 000 p. a barbechar Para calzar rejas 100 p. Bueyes muertos (50) 500 p. Yeguas para trillar 500 p. 42 AINAH, FF, vol. 92, ff. 50-52.

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ASUNCI?N LAVRIN

Reses para alimentar a los indios 50 p. Sal y chile para la siega 24 p.

Regalos a los gobernadores, fiscales 200 p. y limosnas

Total de los ingresos del convento: 18 530 pesos

Total de los gastos: 10 870 pesos

Analizando los gastos particulares de la labor en rela

ci?n al gasto total tenemos el siguiente resultado:

Salarios 5 855 pesos 53.8%

Costo de raciones y alimen

tos a los trabajadores 2 074 p. 10.08%

Costos de siega 1 183 p. 2 t. 10.8%

Gastos en animales y herra

mientas 1 056 p. 9.7%

El convento consumi? 54.4% de la producci?n de tr y vendi? 45.4%. El valor de las cosechas de trigo, ma?z, jol y garbanzo se estimaba como un ahorro para el conven por no haber tenido que comprarlos a los precios del me cado. Los mayores gastos de la labor eran el salario y

alimentos de los trabajadores. Como se echa de ver, e labor no estaba organizada de modo que produjera gan

cias, aunque las hiciera, sino como una operaci?n de serv cio al convento. Este concepto se refuerza con la declarac

de que el producto de la venta de trigo en 1636 (2 5

pesos) se gast? ?ntegro en necesidades del convento.

A mediados del siglo xvii (1653-54) el convento ten a su cargo ocho labores, cuyo rendimiento se estim?

20 912 pesos y cuyos gastos fueron de 20 400 pesos.43 El c

43 ibid., ff. 67-72. La cosecha de trigo para 1654 se estimaba alca zar?a 930 carretadas de a 10 fanegas cada una, valuadas en 18 500 pes de los cuales se deb?an descontar 2 000 pesos de gastos de siega. Est

cifra luce muy alta para las labores administradas por el conven que nunca excedieron una producci?n de 2 000 a 3 000 fanegas

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EL CONVENTO DE SANTA CLARA DE QUER?TARO 99

vento segu?a consumiendo una buena parte de las cosechas de trigo y ma?z: 2 280 fanegas de trigo y 791 de ma?z en los 21 meses que cubre esta cuenta. Es obvio que las labo res no dejaban ni p?rdida ni ganancia, pero como fuente de abastecimiento del convento su valor segu?a siendo in dudable. El molino construido por fray Crist?bal Vaz pro dujo 1 501 pesos 4 tomines, pero se hab?an invertido 907 pesos en sus reparos. Las ovejas segu?an siendo una inver si?n ventajosa, proveyendo 3 070 pesos, que era el doble de

que produc?an las casas (v?ase tabla ni).

El convento gast? 4 509 pesos en mejoras de algunas de sus propiedades rurales y el edificio del convento. El ?ltimo

recibi? una nueva enfermer?a y atarjeas para el agua. En varias de las labores (San Juanico, El Jacal Grande, Las

Charcas y Callejas) se construyeron trojes para los cereales, corrales con paredes de adobe para guardar carneros, y por tales. En Las Charcas se limpi? parte de la tierra para sem brar ma?z. Tambi?n se compraron unos sitios para agosta deros. Estas mejoras demuestran inter?s en el cuidado de la propiedad, aunque la inversi?n de capital no fue muy gran de. El n?mero de propiedades del convento no vari? mucho, pues si bien adquiri? algunas propiedades vendi? otras.44

Sin embargo, las labores a?n prove?an un 28% de sus ingresos.

Uno de los cambios m?s interesantes en la estructura de

los ingresos fue el aumento de los censos. En estos 21 meses el mayordomo impuso 15 censos por valor de 26 000 pesos y las 78 partidas de censos produjeron un 14% del total de los ingresos. Otro aspecto importante de las cuentas de este

a?o es el de las deudas del convento, que ascend?an a

posible que haya alg?n error en la informaci?n, o que el administra

dor estuviera exagerando. Tambi?n es posible que, teniendo el con vento un mayor n?mero de labores bajo su administraci?n durante este periodo, el total de la cosecha aumentara consecuentemente.

44 David A. Brading: op. cit., pp. 197-237. El autor reporta la venta de once sitios peque?os en r?o Turbio al mariscal de Castilla, en la segunda mitad del siglo xvii.

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ASUNCI?N LAVRIN

6 752 pesos, aunque se debe apuntar que algunas de ellas

no eran recientes. Santa Clara tambi?n deb?a 1 500 pesos a un padre franciscano. A??dase a estas deudas fuera del pre supuesto, el pago de varias de ellas por valor de 10 333 pe sos, mencionado en los gastos. Aunque el total de las cuen tas de 1653-54 deja un d?ficit peque?o, no se debe concluir que el convento estuviera experimentando una crisis econ?

mica. Las deudas pueden indicar un periodo de expansi?n econ?mica. El d?ficit se debi? a gastos extraordinarios y pago de deudas que no afectaron el ritmo econ?mico anual de la instituci?n. De hecho, ya desde 1626, como se ha visto, el convento sosten?a deudas anuales y retrasos de pagos que lo obligaban a tomar prestado de patronos o amigos, pero que no afectaron el desarrollo de sus actividades econ?micas. Quiz?s el problema m?s persistente confrontado por el

convento fue el de controlar la calidad de las operaciones administrativas de sus mayordomos. A pesar de la exone raci?n de los cargos hechos en 1654, y de la expresi?n de

confianza hecha entonces por las monjas, la fricci?n con los administradores continu?. Este problema determin? a la or den franciscana a entregar a las propias monjas, en 1667, el arreglo y presentaci?n final de las cuentas, con previa licen cia para cobros y gastos, "a fin de escusar los grandes da?os e inconvenientes que se han experimentado en la > manten ci?n y administraci?n de mayordomos...". Al mismo tiempo, fray Hernando de la R?a, un gran reformador de la orden, form? un arancel para los gastos del convento, con el objeto de proveer a las monjas con una gu?a para que no se exce dieran en los mismos.45

Estas cuentas de 1667-68 son un modelo de claridad,

ofreciendo una informaci?n muy completa de la administra ci?n de las labores, estado de los censos y gastos del conven

to, lo que sugiere que algunas de las monjas ten?an una habilidad administrativa superior a la de muchos laicos y frailes que las hab?an gobernado hasta entonces. Comparan 45 BN, AF, Monjas, caja 75, carpeta 1255.

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EL CONVENTO DE SANTA CLARA DE QUERETARO 101

do los ingresos de 1653-54 con los de 1667-68, se observa que en unos quince a?os los censos ganaron gran importan cia, casi igualando los ingresos de origen agr?cola (v?ase tabla iv). El censo fue una forma de inversi?n muy popular

entre los conventos de monjas en el siglo xvn, y Santa

Clara particip? en esa tendencia general. Por otra parte, se nota un decaimiento notable en los ingresos de las labores que administraba el convento, cuyo rendimiento compara muy desfavorablemente con el de las labores arrendadas. El producto total de las propiedades administradas por el

convento fue de 2668 pesos, descontando el valor de los

cereales proporcionados al convento. El costo de manutenci?n estimado en salarios de indios y mayordomos, y gastos de siega, fue de 6 778 pesos. Seg?n la idea de profitabilidad de la ?poca, el ahorro del cereal y semillas consumidos por el

convento se interpretaba como una ganancia, pero aun teniendo en consideraci?n este factor, es indudable que la

situaci?n de las labores no era satisfactoria. Durante ese a?o se decidi? vender la labor Huimilpa, por su bajo ren

dimiento y poca utilidad al convento. El molino se report?

muy deteriorado y las monjas ordenaron su reparo a un costo de 2 000 pesos para tratar de lograr un aumento en sus ingresos.

Las labores bajo la administraci?n del convento fueron siete en 1667-68, a?adi?ndose el molino y La Calera. Las labores de Ixtla y San Pedro y San Pablo, sin embargo, s?lo permanecieron varios meses bajo la supervisi?n del convento, de modo que a finales de 1668 las monjas s?lo presentaron cuentas para cinco labores. La producci?n de ma?z, concen

trada en El Obrajuelo e Ixtla, fue de 1 545 fanegas en El

Obrajuelo y 513 en Ixtla. El a?o de 1667 hab?a sido de crisis agr?cola, y entre 1667 y 1668, el convento hab?a com prado 98 fanegas extras de ma?z que se a?adieron a las pro ducidas en sus propiedades. Santa Clara reparti? un total de 2 156 fanegas entre las labores, la comunidad religiosa, la ceba de lechones y la semilla para la siembra de la cosecha de 1669. Unas 29 fanegas se vendieron a algunos indios a This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:35 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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ASUNCI?N LAVRIN

dos pesos la fanega. La producci?n de trigo en San Juanico,

que fue la abastecedora del convento a trav?s de todo el

siglo, se declar? en 2 903 fanegas, que comparadas con las 1 540 producidas en 1625, por ejemplo, representan casi el doble en la producci?n. El convento consumi? 1 098 fanegas de trigo y reparti? otras cantidades entre empleados y otras corporaciones religiosas, vendiendo 1063 fanegas a varias

personas. El aumento de la producci?n de trigo es para lela al aumento de consumo por el convento (en 1625 el convento consumi? 648 fanegas de trigo), que a su vez halla su explicaci?n en el crecimiento de la comunidad. En 1668 Santa Clara ten?a cerca de 600 personas en su claustro. Las religiosas no llegaban a 100, pero las criadas pasaban de 500.46 Las labores estaban bien prove?das de ganado vacuno,

caballar, lanar y porcino. A diferencia de otras cuentas ren didas por administradores religiosos o laicos, en ?stas se de talla el n?mero de animales en existencia en las propieda des administradas por el convento. A finales de 1668, que daban en las mismas 408 bueyes, 120 caballos y yeguas, 541 novillos, 52 mu?as, 110 cabras y 156 becerros sin herrar en Los Charcos. Comparando estas cifras con las de 1627 (v?ase p?gina 86), se observa un aumento en el n?mero de animales, aunque no parece que el mismo fuera debido a otra causa que el aumento de la producci?n agr?cola. Entre las labores del convento a?n se encontraba La Calera. Durante 1667-68 Santa Clara consumi? 2 280 fanegas de cal en el edificio del convento, de una producci?n total de 4 815 fanegas. Del resto, se vendieron 1 438 fanegas por 708 pesos 2 tomines, o sea, a cuatro reales por fanega, un precio muy bajo para un producto que siempre fue relativamente caro.47

El estado de las propiedades administradas por el con vento dejaba mucho que desear. Quiz?s por ello no deba 46 Ibid., carpeta 1257. 47 Este es el mismo precio que el convento pag? por la cal emplea da en la construcci?n de su nuevo edificio en 1627.

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EL CONVENTO DE SANTA CLARA DE QUER?TARO 103

extra?arnos que en el cap?tulo provincial franciscano cele brado en Quer?taro en 1693, el comisario general, Juan Ca pistrano, pidi? que se vendieran las labores, ofreciendo dos razones para tal acci?n: los constantes problemas adminis trativos provocados por los abusos de los mayordomos secu lares y la ofensa a la pobreza religiosa que las tales propie dades representaban.48 De acuerdo con el comisario general, los atrasos en los pagos de los arrendamientos y el desperdi cio y da?o causados por los sirvientes menoscababan la ren

ta de las propiedades. Aunque el comisario no especific? cu?les eran los tales desperdicios y da?os, otros de sus comentarios sugieren que entre los mismos se encontraban

las deudas de los indios huidos o muertos, los salarios y

raciones especiales de los empleados, y los cortos precios de

las cosechas. Como se ha visto en las cuentas de 1637 y 1667-68, los salarios constitu?an por lo menos un 50% de los gastos de las labores. Sin embargo, las deudas de los

indios huidos no eran tan voluminosas como para instigar la venta de las propiedades, especialmente cuando el con vento reten?a deudas mucho mayores de los indios que per manec?an en las labores.

Entre 1690 y 1695 el precio de los cereales fue muy alto, particularmente en 1692, a?o de escasez y crisis socio-econ?

mica. Sin embargo, Santa Clara era una entidad religiosa que no ten?a como objetivo la explotaci?n comercial del producto de sus propiedades y no pudo haber derivado

grandes ganancias de esta crisis. Si ese hubiera sido el caso, no hubiera vendido las propiedades. El factor religioso ?o ideol?gico? debe considerarse como de gran importancia en estas ventas. El provincial estim? que los cuidados tem porales que las propiedades representaban para las monjas las hac?a desatender sus obligaciones espirituales. El tema de la pobreza religiosa se repite varias veces, y debi? haber sido objeto de debate en el cap?tulo provincial. El concepto de probreza religiosa que la orden franciscana trataba de 48 AGN, Tierras, vol. 417. exp. 1.

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ASUNCI?N LAVRIN

mantener en sus conventos masculinos, en principio, si no en su m?s perfecta pr?ctica, ya hab?a sido estudiado por la orden en referencia a los conventos femeninos. En 1646, des pu?s de consultar a varias autoridades religiosas al respecto, se hab?a llegado a la conclusi?n de que era l?cito a las clari sas el retener sus propiedades.49 Sin embargo, es obvio que las autoridades siguieron objetando el despliegue de propie

dades de Santa Clara de Quer?taro y lograron, a fin de cuentas, la venta de las mismas. No parece que la misma escala de valores fuera aplicada a la imposici?n de censos

o pr?stamos, pues los mismos constituyeron, desde fines del siglo xvn, la fuente principal de ingresos del convento. S?lo la propiedad de tierras y su administraci?n perturb? la con ciencia de los superiores franciscanos. Las ventas realizadas en 1695 fueron a censo y confirma das por el virrey conde de Galve, vice-patr?n del convento.

La condici?n de la venta fue que ning?n censo se pudiera redimir ?o sea, pagar en efectivo? antes de 9 a?os, y que cuando se redimiera se hiciera en un solo pago (v?ase ta bla vu). Mientras los censos permanecieran sin redimir, las haciendas deb?an mantenerse en buen estado, y el convento tendr?a el derecho de examinarlas y ordenar cualquier repa ro que creyera necesario. El censo permit?a el mantenimien to de prerrogativas que coartaban al comprador y beneficia

ban al convento, una soluci?n innegablemente ventajosa para Santa Clara. Los compradores de las labores fueron propietarios de casas en la villa de Quer?taro, o de tierras adyacentes a las labores del convento o en sus cercan?as. Para la compra tuvieron que ofrecer sus otras propiedades como colateral. Aquellos que no ten?an tierras que ofrecer en garant?a pagaron la renta del censo por adelantado, y los aperos de labranza y deudas de los indios al contado.

El ganado existente en muchas de las labores se vendi?

aparte o a los mismos compradores, pero se requiri? su pago en efectivo. 49 BN, AF, monjas, caja 75, carpeta 1258.

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EL CONVENTO DE SANTA CLARA DE QUER?TARO 105

En 1711 el convento todav?a reten?a varias de las pro piedades vendidas en 1695.50 Esto sugiere que los compra dores no redimieron los censos y las tierras retornaron a Santa Clara. Sin embargo, a trav?s del siglo xv?n las propie dades fueron adquiridas por laicos y ya a finales del siglo Santa Clara no pose?a bien ra?z alguno.51 Es interesante observar que durante el siglo xv?n, utilizando censos y de p?sitos, este convento logr? mantener su influencia econ?

. mica en una regi?n agr?cola sin poseer tierra alguna. Cabe concluir que la administraci?n de propiedades rura

les no demostr? ser un experimento en ?ltimo extremo

ventajoso para Santa Clara. Las labores proveyeron cereales b?sicos para el convento, mano de obra y materiales para la construcci?n de su edificio e iglesia, y una fuente de ingreso extra por la venta de los sobrantes de las cosechas. Sin em bargo, como fuente de abastecimiento, las labores lo fueron

s?lo de modo incompleto. El convento siempre tuvo que

comprar carneros, pescado, huevos, manteca, chocolate y otros

productos en el mercado local. Terminada la construcci?n del edificio del convento, la mano de obra prove?da por las

labores ?que s?lo fue parcial? y la cal obtenida de La Ca lera, no le ser?an tan necesarias al convento. El baj?simo precio en que Santa Clara vendi? su cal en 1667 sugiere

que la venta debe haber sido en casi t?rminos de limosna, o que no hab?a mercado alguno pata el producto, o que las

monjas no sab?an mucho de precios (lo cual es dudoso). El concepto de profitabilidad en un sentido comercial no constituy? la base del usufructo de las labores de Santa

50 AGN, Tierras, vol. 417, exp. 1, f. 73. 51 AGN, Templos y conventos, vol. 23, exp. 22. En un censo de las

propiedades rurales de la jurisdicci?n de Quer?taro y San Juan del R?o llevado a cabo en 1716, el convento aparece como due?o del mo lino y de una labor llamada Tamaulipa. Vid. AGN, Tierras, vol. 2696, exp. 13. Vid., tambi?n, vol. 2738, exp. 10 (1757), donde se encuentran

los nombres de los due?os de varias propiedades ra?ces que hab?an

pertenecido al convento. La hacienda de Istle, en Apaseo, mencionada por Brading en "La producci?n agr?cola..., cit. (p. 233), no puede ser otra que la labor Ixtla del convento de Santa Clara. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:35 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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ASUNCI?N LAVRIN

Clara. Las tierras fueron la base econ?mica de su fun daci?n en una ?poca y una situaci?n geogr?fica en que la tierra y sus productos eran la ?nica medida de poder eco

n?mico. A principios del siglo xvn, fuera de la capital del virreinato, s?lo el ganado y las propiedades rurales pod?an ofrecer una fuente de ingresos garantizada a una instituci?n religiosa, ya que la iglesia raramente invirti? su dinero en minas dado lo arriesgado de este tipo de inversi?n. Los constantes problemas administrativos causados por la posesi?n de tierras fueron un factor importante en la disminuci?n de su atractivo como forma de inversi?n. Tras

problemas iniciales con los mayordomos laicos, la orden

franciscana tom? a su cargo las labores, pero no todos los administradores religiosos desempe?aron sus tareas de modo satisfactorio y sus decisiones fueron no s?lo disputables, sino disputadas en varias ocasiones. Cuando las monjas tomaron a su cargo la ordenaci?n de las cuentas en 1667 ya las pro piedades rurales hab?an pasado a un lugar casi secundario como fuente de ingresos, reemplazadas por los censos, cuya administraci?n era menos compleja que la de las tierras.

La orden franciscana no pudo haber dejado de compa rar el rendimiento obtenido por el arrendamiento de las tierras de Santa Clara con el de las labores administradas

por el convento mismo. Las primeras produjeron entre 6 000 y 7 000 pesos anuales a trav?s del siglo causando un m?nimo

de problemas. La venta a censo de las labores en 1695 por un m?nimo de 160 000 pesos ?seg?n la informaci?n cono cida? producir?a para el convento una renta que comparaba favorablemente con los ingresos que las mismas rend?an en 1667-78. Por ejemplo, El Obrajuelo se vendi? en 13 200 pesos,

que rendir?an anualmente 660 pesos, una suma que casi iguala los 834 pesos que El Obrajuelo y La Calera rindieron en 1667-78.52 Indudablemente, la responsabilidad de la admi

nistraci?n de las tierras no ameritaba las preocupaciones que ocasionaba a Santa Clara, y la decisi?n de venta hecha 52 AINAH, vol. 92, f. 103v. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:35 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


EL CONVENTO DE SANTA CLARA DE QUER?TARO 107

en el cap?tulo provincial franciscano parece l?gica en vista de las circunstancias. Queda por investigar y comprobar en

el futuro, si otras instituciones religiosas ?femeninas o

masculinas? con excepci?n de los jesu?tas, tuvieron una ex periencia similar a la de Santa Clara, y si la inversi?n en tierras s?lo fue ventajosa econ?micamente cuando su explo

taci?n fue llevada a cabo por arrendatarios y no por las

?rdenes mismas.

Tabla I Tierras del convento de Santa Clara en 1626 * Labor San Juanico. Labor Santa Mar?a incorporada

a la de San Juanico.

Labor Jacal Grande. Labor San Francisco.

Labor de Huimilpa.

Labor San Francisco junto a Huimilpa.

Tierras de La Ca?ada. Labor del Callej?n. Labor Santa Mar?a.

Labor Santa Mar?a Magdalena (o Carrillo). Labor del Rinc?n. Labor que fue de Rivera. Labor Jurica.

Labor Ixtla. Labor de Celaya. El Agua de Apaseo.

Media caballer?a de tierra en Petemoro. Tierras agregadas a la labor Santa Mar?a. Rancho Las Carretas o Carreter?a. Las casas que fueron de Luis Lomell?n. * AINAH, FF, vol. 92.

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% Total

18.2

1.9

15.2

2.10.73.9

1.8

11.6

21.6

Total 27 313 pesos

4 983 " 18.2

250 " 0.9

3190 533 " "

5 9264160 " "

4 990 pesos

590220 " 1070 " "

500 "

Deudas en casas, labores,

ni?ado, ovejas o per

Capellan?a y reservas de domos de labores

Gastos ordinarios y ex

Salarios por servicios al

Salarios indios y mayor

traordinarios Obras del convento

Pagado en censos

Pago de pr?stamo

Ovejas en litigio

convento

Compra de ma?z

Otros atrasos

didas

monjas Convento de Santa Clara de Quer?taro. Fuentes de ingreso y gastos, 1627 (en pesos) #

Tabla II % Total

Total 19 990 pesos en efectivo.

y tierras 6 528 " 32.8 Censos 1 122 pesos 5.6

didos 1550 " 7.7

* AINAH, FF, vol. 92, ff, 54-64.

Arrendamiento de ovejas 2 009 " 10.0

Pagos de arrendamiento

Trigo y animales ven

Dotes y ni?ado 5 000 " 21.1

Arrendamiento de labores

Casas arrendadas 100 " 0.5

Deudas atrasadas 5 990

adelantado 1900 " 9.5 Pr?stamo 1700 " 8.5

Otras deudas 220

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% Total

6.3 2.55.0913.82.9 0.60.9 5.1

4.127.313.5

0.2

17.2

Total 74 668 pesos

12 868 pesos

3 087 "

10 333 3 807 2 216 4 725 1916

20 40010" 100 "

471709200

3 845

n?as y otros gastos re

Gastos no especificados sobre bienes he Mejoras enAlcabala el convento

Fiestas, entierros, capella

Producto de las labores

Maestros de m?sica, dico m? y escribano

Gastos ordinarios y ves Compra de carneros

tuario

Repartimiento de agua

Compra de sitios Gastos en el molino

redados

Pago de deudas

ligiosos

Censos

* AINAH, FF, vol. 92, ff. 67-74v. Debe tomarse en consideraci?n que estas c

Convento de Santa Clara. Fuentes de ingreso y gastos, 1652-54 (en pesos) *

de abril 20, 1652 a enero 31, 1654. Las partidas de ingreso no suman 73 160 pesos, pero se ha aceptado esa cifra por

Tabla III

% Total

desconocerse el 2.0 motivo 5.9 de 2.1 la 1.6 diferencia. Igualmente hay una diferenc (74 677) que por ser m?nima no afecta el cuadro general tanto en los ingresos como en los gastos.

14.49.324.7

1.4 4.2

28.5

Total 73 160 pesos 7 tomine:

10 557 pesos

6 804 "

1 2493"070 "

18 093 "

1 501 " 20 912 "

8 labores que administra

Venta de semilas que recibi? en pago de

Arrendamiento de ovejas

Arrendamiento de labores

4 26616031207

ba el convento

Ingresos menores varios

Otras deudas pagadas

Casas arrendadas

Dotes y ni?ado

deuda Molino

Censos

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% Total

Total 43 925 pesos (33 223 en efectivo)

previo 759 " 1.7

vestuario 9 683 pesos 22.0

INGRESO Y GASTOS, 1667-68 (EN PESOS) *

Administraci?n de labores 9 773 " 22.2

Obra de la iglesia nueva 5 902 " 13.4

no cobrados 10 702 " 24.3

tas a religiosas 3 025 " 6.8

Deudas delren administrador pellanes, salarios, Capellan?as, vestuario ca cluye algunas fiestas y Gastos del convento (in

ga de censos 4 079 " 9.2

Censos y arrendamientos

Entierros, aniversarios, pa

Tabla IV

* AINAH, FF, vol. 92, ff. 77-119. Hay dos versiones de ingresos y gastos. Para esa tabla se ha usado la de los

% Total

Convento de Santa Clara. Fuentes de

folios 79-103 y 116. Las cifras del folio 199 parec

Total 42 154 pesos (31 452 en efectiv Censos 9 543 pesos 22.6

Casas 596 " 1.4

Arrendamiento de tierras 7 667 " 18.1

Tomados a pr?stamo 7 837 " 18.5

Censos no cobrados 8 454 " 20

algunas deudas 5 387 " 12.7

damiento de ovejas y

Ni?ado,Labores molino, arrenda administradas por2 668 " 6.3 el convento

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EL CONVENTO DE SANTA CLARA DE QUER?TARO 111

Tabla V

Tierras arrendadas por Santa Clara en 1667 * San Francisco La Rea Tierras bald?as Do?a Beatriz Santa Maria Tierras a espaldas de Colchado Agust?n de Santa MariaSitio Sandoval (vendido, pero sin Santa Mar?a Primera Callejas y Don Amaro Jacal Grande Do?a Melchora San Juan y San Pablo Ixtla

Junquilla

cobrar)

Rancho Jaralillo Rancho San Nicol?s Rancho de Pedro Mart?n Rancho Los Pastores Huerta Pathee Tierras camino de Papata Pedazo de tierra Urquilla

Otras propiedades inclu?an 5 casas, 4 tiendas y 2 aposentos. * AI NAH, FF. vol. 92. Las labores que estaban a cargo del convento

este a?o eran San Juanico, Huimilpa, San Antonio de los Charcos, La Calera, Obrajuelo e Ixtla. La Melchora y Jaralillo pasaron al con vento a mediados de 1668 por no haber quien las arrendara. Obrajuelo

e Ixtla se arrendaron antes de terminar el a?o.

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Tabl Mano de obra y salarios en varias de la Salario del mayordomo

Indios

San Juanico

350 pesos

30

San Antonio de los Charcos

220

21

Huimilpa y Las Ca

Salario de los indios

1 154 pesos

11/2 tomines

1 052.2

10

457.3

La Calera 150

24

940

Do?a Melchor a 150

18

1081

120 100 170

1

rretas 180

Ixtla El Molino

El Obrajuelo

26

1042

Cuadrilla de indios

en la obra del convento

Totales:

26 156 pesos 4 687 pesos

* AINAH, FF. vol. 92, ff. 77-119. El n?mero de indios recipien que no todos los asalariados recibieran raciones de ma?z. Los que

Las Carretas y Huimilpa, 14; La Calera, 12; Do?a Melchora, 15;

un periodo de siete meses, de marzo a octubre de 1668 para los in

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a VI s PROPIEDADES de Santa Clara, 1667-1668 Deuda de los indios al convento

Deuda del convento

a los indios

Indios huidos y su

deuda

26 indios: a 4 indios: Un indio:

1 050 pesos 73 pesos 3 tomines 6 pesos 11/2 tomine 17 indios:

676.6

8 indios: 269.2

a 4 indios: 91.4

3 indios: 69.71/2

a 2 indios: 19 a 1 indio: 17.4 a 4 indios:

3 indios:

22 indios: 1 110.5

a 6 indios: ?2.51/2

4 indios: 98.li/2

423

a 8 indios:

4 huidos y un muerto:

23 indios:

732

14 indios:

893

IOO.31/2

20.7

55.31/2

175

5 143 pesos 320 pesos 6 tomines 274 pesos 51/2 tomines tes de raciones de ma?z es diferente del de los asalariados. Es posible recib?an ma?z eran 120, a saber: San Juanico, 18; San Francisco, 17; El Obrajuelo, 24; la cuadrilla, 19. Los salarios en esta cuenta cubren dios, pero el salario de los mayordomos es anual.

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9 000 rancho San Ignacio).

11 000 co y Las Vacas).

550 20 000450(Venta San Francis 17 000de (Vendida junto 12 000

1672 1695 (ventas a censo)

900 pesos 19 000 pesos.

540 11200

DE LAS PROPIEDADES DE SANTA CLARA *

15 000 15 400

850

18000"

750 17 000

11800"

T?O?"

Tabla VII

18 000 pesos (valor estimado) Renta y valor estimado de

1667 15000 Jacal Grande 900 pesos (renta)

6 750

14 000

4 320

mera 17 000

Santa Mar?a 14 000

San Pablo 9 000

Do?a Melchora 750

Sta. Mar?a Pri- 850

San Francisco 540

Amaro 9 600 Sta. Mar?a 7?0

de la Rea 10 800Junquilla 216 San Juan y 450

San Agust?n y 700 Callejas y 480

?xl?a* 335

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(Vendida con dos labores de

10 000 pesos. No se especifica

Santa Mar?a. La Calera val?a valor de la venta).

10 00013 200

20 000

160 300

(adquirida en 1694) 13 000 700

14 000

* AGN, Bienes Nacionales, leg. 1076 (1672) ; Tierras, leg. 417, exp. 1 (1695) ; AINAH, FF, vol. 92 (1667).

ncho Sandoval 186 (vendido en 1667). 90

70

1 800

1400

180600

San Mart?n oW

Rancho Cerrillo 30

Nicol?s La Calera

San Juanico

Rancho San

Pedazo de tierra 15 300* Urquiza

Rancho Los Pas tores

Sta. Mar?a Postrera

El Obrajuelo

Molino de pan

Huerta Pathee

Las Puntas

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116

ASUNCION LAVRIN

Tabla VIII Ventas de propiedades en 1695 y sus compradores *

Propiedades

Ixtla

Obrajuelo Las Vacas y San

Compradores

Propiedades retenidas en 1771 *

Francisco D?az V? rela Melchor N??ez Mart?n P?rez Romo

San Francisco

San Juanico

Capit?n Juan del Corro

San Juanico

Santa Mar?a (anexa a la anterior) La Punta

Capit?n Nicol?s Mu Las tres labores San ta Mar?a ?oz de Mora

Francisco

Capit?n Nicol?s de

Callejas

Jacal Grande

Villanueva Familia Ricos Pedro Ballesteros

Do?a Melchora El Molino

Jacal Grande Do?a Melchora Nicol?s Vanegas Capit?n Alonso S?n El Molino chez

San Juan y San Pablo

Antonio de Z??iga,

San Juan y San Pablo

Callejas

quien la compr?

por el capit?n Lu cas L?zaro Gonz? lez.

Huimilpa y varios pedazos de tierra

* A.G.N., Tierras, vol. 417, exp. 1.

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18 p. cada una

1668

1652-54

2 p. fanega

6 p. fanega

14 r. arroba

5 r. fanega

fanega 1 p. 4 r.

3 pesos

1 p. cada uno 2 p. cada uno

1636-37

8 p. fanega

3 a 5 pesos

1 p. fanega

fanega

Tabla IX Precios de productos agr?colas mencionados en las cuentas de Santa Clara

1627

14 reales

4 p. cada uno

1 p. 4 r. fanega

1626

1 p. 3 r. cada una

1 peso 4 reales

fanega

8 p. cada uno

Garbanzos

Ma?z

Trigo

Chile

Frijol

Cebada

Carneros

Novillos

1 p. arroba

4 p. cada uno

labor

Potros de

Cabras

Lana

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INGLATERRA Y EL PETR?LEO MEXICANO DURANTE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Ray C. Gerhardt

Texas Lutheran College Durante la primera guerra mundial, las necesidades de abas tecimiento de petr?leo de la marina inglesa fueron la causa de que el gobierno brit?nico se viera comprometido en una serie de acontecimientos desafortunados en M?xico. En pri mer lugar, la violencia y la destrucci?n que ocasion? la revo luci?n mexicana, con frecuencia pusieron en peligro las insta laciones petroleras. En segundo lugar, seg?n algunos ingleses, la pol?tica de Venustiano Carranza era alarmantemente na cionalista. Adem?s, un tercer factor, las actividades del espio

naje alem?n, era una creciente amenaza para los campos

petroleros mexicanos. Mientras tanto, detr?s de todo esto, exist?a la constante posibilidad de una directa intervenci?n militar norteamericana en M?xico, lo que contribu?a a com plicar estas cr?ticas circunstancias. Mientras que el gobierno brit?nico, en mayor grado que el de Washington, mantuvo generalmente una actitud tolerante hacia las tendencias na cionalistas del subdesarrollado M?xico, las presiones de los hombres de negocios ingleses contribuyeron a incrementar las complicaciones.

I

A causa del escaso inter?s mexicano en la explora

petr?leo durante el r?gimen de Porfirio D?az, era m

para los extranjeros obtener concesiones de vastas super

El m?s importante de estos extranjeros fue el ho empresa brit?nico Lord Cowdray, quien para 1904 t 118

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INGLATERRA Y EL PETR?LEO MEXICANO 119 rios pozos en producci?n y una refiner?a cerca de Minatitl?n.

Con la generosa cooperaci?n del presidente D?az, Cowdray ampli? sus operaciones, con derechos exclusivos o preferen ciales para explorar y perforar en busca de petr?leo en ex tensas zonas federales y estatales, especialmente en los esta dos de Veracruz y Tamaulipas.1 Despu?s de nuevos descubrimientos petroleros cerca de Tampico, Cowdray, en mayo de 1910, combin? sus intereses petroleros con los de la compa??a Mexican Eagle Oil (o El ?guila), efectuando el registro correspondiente en M?xico. Algo m?s tarde, ese mismo a?o, el famoso pozo de Potrero del Llano, fluyendo sin control durante sesenta d?as, a ra z?n de cien mil barriles diarios, situ? a la compa??a Mexican Eagle como una de las principales productoras de petr?leo. Este oportuno descubrimiento result? afortunado para la ma rina brit?nica, que para 1912 ya hab?a sustituido por com pleto el combustible de carb?n por el de petr?leo crudo. Hasta el comienzo de la guerra europea, la mayor parte de este combustible proced?a de M?xico. El peri?dico liberal Daily News and Leader, de Londres, hac?a la observaci?n de que la producci?n mexicana de 25 000 000 de barriles colo caba a ese pa?s en el tercer lugar del mundo entre los pro ductores de petr?leo, sobrepasado solamente por los Estados Unidos y Rusia.2 En 1913, Cowdray construy? veinte barcos tanque de vapor, para transportar petr?leo y asegurar as? el

cumplimiento de su contrato con la marina inglesa para

abastecerla de petr?leo mexicano. Consecuentemente, en la primera guerra mundial, estas operaciones de Cowdray resul taron de importancia vital para la defensa brit?nica.

i Thomas J. Ryder por Pearson, Luis Guerrero por el gobierno de M?xico, marzo 24, 1909, Archivo de la Secretar?a de Relaciones Exte

riores de M?xico, L-E-837 R, leg. 12, p. 151; de aqu? en adelante se cita AREM; Harold F. Williamson, Ralph L. Andreano, Arnold R. Daum y Gilbert C. Klose: The American petroleum industry, Evans ton, Northwestern University Press, 1959-1963, n, p. 262.

2 Daily News and Leader, octubre 27, 1913, p. 6.

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120

RAY C. GERHARDT

Durante el a?o anterior a la guerra, la enconada y larga lucha entre los diferentes bandos en la revoluci?n mexicana amenaz? la permanencia de las instalaciones petroleras bri t?nicas. En el oto?o de 1913, tropas rebeldes constituciona listas bajo el mando de C?ndido Aguilar entraron en el cam po de la compa??a Mexican Eagle, lo ocuparon y exigieron rescate. Cowdray, indignado, rehus? pagar. En las veinticua tro horas siguientes, el presidente Victoriano Huerta envi? diez mil soldados federales y oblig? a las fuerzas de Aguilar a retirarse. Para impedir que esto se repitiera, Huerta ase gur? que tropas federales permanecer?an de guardia en las ?reas de Tampico y Tuxpan.3 Aunque los barcos de guerra brit?nicos, al igual que los norteamericanos, estaban anclados en alta mar en el Golfo de M?xico, los representantes de Cowdray no ten?an la se guridad de que, ante otra emergencia, los barcos pudieran proporcionar protecci?n r?pida y adecuada. Consecuentemen te, la preocupaci?n por la futura seguridad de las instala ciones fue la causa de que las gentes de Cowdray trataran de mantener buenas relaciones, tanto con las fuerzas fede rales como con las rebeldes. Puesto que, durante los meses que siguieron, algunas zonas petroleras estuvieron varias ve ces controladas alternativamente por los dos bandos belige rantes, esta pol?tica result? conveniente. Hacia fines de 1913, los constitucionalistas concentraron sus energ?as en la captura de la zona de Tampico. All?, en ambas orillas del r?o Panuco, los pozos petroleros ingleses y norteamericanos, las refiner?as, los tanques de almacenamien to y las redes de tuber?as, eran de considerable valor para los constitucionalistas, si es que pod?an capturarlas y hacer salir a las tropas de Huerta. De esta forma, evitar?an que el dic tador obtuviera las provisiones de petr?leo necesarias para 3 Sir Lionel Carden a Sir Edward Grey, noviembre 26, 1913, Foreign Office Archives (Public Record Office, Londres) 371/1679/55995; de

aqu? en adelante se cita FO; The Times (Londres), noviembre 18 y

24, 1913, p. 8; Westminster Gazette, noviembre 22, 1913, p. 9.

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INGLATERRA Y EL PETR?LEO MEXICANO 121 los trenes mexicanos. Por iniciativa propia, Cecil Spring-Rice,

embajador brit?nico en Washington, notific? al secretario de estado William Jennings Bryan, que la opinion p?blica in glesa podr?a obligar a Londres a tomar medidas eficaces en M?xico para proteger los bienes ingleses, y especialmente las instalaciones de petr?leo.

Alarmada ante esta amenaza extraoficial, la canciller?a

advirti? a Spring-Rice que tratara, en una forma indirecta,

de no dar la impresi?n de que Inglaterra contemplaba la

posibilidad de enviar fuerzas militares. Al mismo tiempo, deber?a averiguar las medidas que Washington se propon?a tomar para proteger los pozos petroleros. Subsecuentemente, Bryan inst? al c?nsul norteamericano en Tampico a que hi ciera conscientes, tanto a las tropas federales como a las rebel

des, de que el da?o desmedido o la destrucci?n de los cam pos crear?a una situaci?n muy seria. Por medio del c?nsul ingl?s en El Paso, Spring-Rice se enter?? de que el jefe cons titucionalista, Venustiano Carranza, orden? a sus tropas respe

tar los campos petroleros. El 11 de abril de 1914, el almi rante brit?nico Sir Christopher Cradock, comandante de la

flota en el Caribe, recibi? garant?as por parte de ambos

bandos, de que reconoc?an las instalaciones de la compa??a Mexican Eagle como pertenecientes a Inglaterra.4 Puesto que los pozos petroleros, las refiner?as, los tan ques de almacenamiento y las redes de conducci?n que perte nec?an a Inglaterra y a Estados Unidos se encontraban a lo largo de toda la zona Tampico-Tuxpan, la intervenci?n mi litar del presidente Wilson en Veracruz pon?a en peligro todas las instalaciones petroleras, tanto brit?nicas como nor teamericanas. Si los mexicanos decid?an tomar represalias contra Wilson y da?ar los campos petroleros, lo m?s proba

ble era que no hicieran distinci?n entre las pertenencias

brit?nicas y las instalaciones de los norteamericanos. Adem?s,

4 Cecil Spring-Rice (Washington) a Grey, abril 8, FO 371/2026/

15749; Arthur Nicolson a Spring-Rice, abril 9, FO 371/2027/16436; Cris topher Cradock al Almirantazgo, abril 11, 1914, FO 371/2026/16114.

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122

RAY C. GERHARDT

los rebeldes constitucionalistas acusaron a la Mexican-Eagle de haber cooperado con las tropas de Huerta cuando ?stas ocuparon la zona petrolera, as? como de ayudarlo cuando so

licitaba pr?stamos. Por todo esto, los representantes brit?ni cos esperaban lo peor.5

M?s tarde, el 28 de abril, como consecuencia de las ?r

denes dadas por Carranza, se permiti? que los trabajadores regresaran a los pozos petroleros y a las instalaciones, en la zona controlada por los constitucionalistas. Adem?s, Carran za prometi? cooperar para evitar las hostilidades all?, pero les advirti? que si las fuerzas huertistas invad?an la zona, ser?a imposible permanecer neutral. Para el 13 de mayo, las victorias obtenidas dieron a los constitucionalistas el control

de todo el estado de Veracruz, incluyendo Tampico. El al mirante Cradock, preocupado y esc?ptico, visit? al general

Aguilar, quien le garantiz? que dejar?an en paz los pozos

petroleros y que los extranjeros pod?an regresar a su trabajo. As?, durante alg?n tiempo, las instalaciones de petr?leo pa rec?an estar seguras.6

Despu?s de la huida de Huerta en julio de 1914, el fra

caso de Carranza para unificar de nuevo a M?xico hizo que se viera afectada la seguridad de los campos petroleros. Ca rranza no fue reconocido inmediatamente por todo M?xico como el jefe del pa?s. Esto significaba que la guerra civil continuar?a, lo que implicaba la posibilidad de saqueos que pusieran en peligro el abastecimiento de petr?leo a la marina brit?nica.

Durante estos a?os de la revoluci?n, de 1914 a 1916, la participaci?n brit?nica en el conflicto europeo imposibilita ba al gobierno brit?nico para tomar acciones decisivas; ?ni camente se limitaba a mantener sus representaciones diplo m?ticas. Esto era definitivamente ineficaz para la canciller?a de Londres. Al final en dicha canciller?a se lleg? a la con 5 Carden a Gray, mayo 2, canciller?a a Lord Cowdray, mayo 6, 1914, FO 371/2028/19535. 6 Cradock al Almirantazgo, mayo 21, 1914, FO 371/2029/22972.

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INGLATERRA Y EL PETR?LEO MEXICANO 123 elusion de que las cuestiones de principio ya no eran aplica bles a los revolucionarios mexicanos y que se tendr?a que actuar, llegado el momento, en la forma m?s pr?ctica para

hacer frente a las exigencias cr?ticas que se presentasen. Para febrero de 1915, despu?s del continuo saqueo y pi

llaje que la revoluci?n llevaba a todo el pa?s, el represen

tante brit?nico Thomas B. Hohler decidi? que lo mejor que pod?a hacerse era abandonar la ciudad de M?xico inmedia tamente, ya que se consideraba imposibilitado para proteger los intereses ingleses. Por otra parte, los representantes de los

intereses petroleros de Cowdray se apresuraron a disuadirlo de su decisi?n de partir. En realidad, lo que interesaba a los ejecutivos de Cowdray era la seguridad de la Mexican-Eagle, as? como la operaci?n ininterrumpida de sus instalaciones. Expresaron a la canciller?a de Londres sus temores de que Carranza, en represalia por la partida de Hohler, pudiera da?ar e incluso destruir instalaciones. Puesto que ya era de conocimiento general que el Imperio Brit?nico hab?a demos trado su antagonismo hacia el movimiento constitucionalista, Fred Adams crey? que ser?a improcedente que Hohler se

fuera antes de que lo hiciera cualquier otro diplom?tico

extranjero. Por lo tanto Adams oblig? a Hohler a permane cer en su puesto.7 En abril de 1915, el general villista Manuel Pel?ez gan? el control de gran parte de la zona petrolera de Tuxpan. Poco despu?s, pidi? a la compa??a que representaba Cowd ray un pr?stamo forzoso de 25 00O pesos. Como la compa??a se negara a otorgarlo, Pel?ez simplemente hizo detener el fun

cionamiento de las bombas de la Mexican-Eagle, hasta que logr? su prop?sito. Poco tiempo despu?s, Spring-Rice, desde

Washington, obtuvo la promesa de Villa de que Pel?ez no impondr?a m?s cuotas a las propiedades inglesas de la zona

de Tuxpan.8

7 Thomas Hohler a Gray, febrero 19, FO 371/2396/20317; Grey a Spring-Rice, marzo 26, 1915, FO 371/2397/28850. 8 Spring-Rice a Grey, mayo 3, 1915, FO 371/2399/53733.

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No era tan f?cil, sin embargo, aplacar a los constitucio nalistas. El general C?ndido Aguilar hab?a amenazado con incendiar los pozos petroleros de Tuxpan, incluso el Potrero, que funcionaba sin bomba, si los empleados de la refiner?a de la compa??a Mexican-Eagle en Minatid?n ayudaban a los villistas, en la medida que fuera. A pesar de las vehementes manifestaciones de los dirigentes y de los trabajadores de la compa??a en el sentido de que eran absolutamente neutra les, Aguilar los acus? de complicidad con Pel?ez. Cuando los funcionarios ingleses se dieron cuenta de que sus reclamacio nes no daban resultado, pidieron ayuda a los Estados Unidos para obtener la promesa de Carranza de que respetar?a las instalaciones petroleras. Sin embargo, Carranza rehus? dar una contestaci?n satisfactoria.9

La expedici?n de Pershing en 1916 fue la causa de que Cowdray temiera de nuevo que alguna imprudencia de los norteamericanos fuera motivo de que se tomaran represalias en perjuicio de los campos petroleros. En dos ocasiones, el personal encontr? dinamita cerca del pozo petrolero m?s gran

de de la Mexican-Eagle. El distrito de Tampico continu?

siendo escenario de constantes refriegas entre villistas y ca rrancistas. A un ejecutivo de Cowdray en Washington se le asegur? que los Estados Unidos, por inter?s propio, har?an todo lo posible para proteger los campos petroleros. A pesar de esto, en la canciller?a se estaba consciente de que los po zos podr?an ser destruidos antes de que una fuerza de des embarque pudiera acudir para hacer salir a las tropas mexi canas. Por lo tanto, la ?nica manera pr?ctica de evitar un desastre segu?a siendo que la compa??a Mexican-Eagle efec tuara desembolsos a favor de ambos jefes, el carrancista y el villista.

Para mayor seguridad, Cowdray cambi? el registro de sus barcos petroleros, que estaban bajo la protecci?n de la 9 J. B. Body por Pearson a Grey, junio 11, FO 371/2400/77362;

Spring-Rice a Grey, julio 8, 1915 FO/371/2401/97550.

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INGLATERRA Y EL PETR?LEO MEXICANO 125 bandera mexicana, a la secci?n inglesa de su compa??a, colo c?ndolos bajo matr?cula brit?nica.10 En junio de 1916 Carranza trat? de utilizar los pozos pe troleros de propiedad inglesa como un medio de hacer salir a los Estados Unidos y mantenerlos fuera de M?xico. Como la tensi?n entre M?xico y Washington aumentaba, Carranza amenaz? con prender fuego a todos los pozos petroleros si se iniciaba una guerra con Washington. Sumamente alarma do, Hohler record? a Carranza que Inglaterra hab?a mante nido una actitud constante de amistad hacia M?xico, pero advirti? con toda energ?a que, si fuera necesario, Inglaterra podr?a convertirse en un enemigo molesto. Despu?s de que Carranza se reuni? con los miembros de su gabinete, hizo saber a Hohler que el gobierno mexicano, de hecho, prote ger?a y defender?a los pozos ingleses. Por otra parte, se sab?a que M?xico los destruir?a antes de arriesgarse a que los nor teamericanos los capturaran. Poco despu?s, Hohler lleg? a la conclusi?n de que Carranza lo hab?a intimidado con el pro p?sito de que presionara a Washington para que las tropas de Pershing se retiraran del norte de M?xico.11

A principios de 1917, el general Manuel Pel?ez contro

laba la mayor parte de la zona productora de petr?leo en los alrededores de Tampico, y estableci? all? su propio r?gimen aut?nomo y revolucionario, desafiando a Carranza. Despu?s de meses de preocupaciones constantes a causa de las reite radas amenazas de Carranza, el ministerio de guerra brit?ni co trato de evitar que ?ste recapturara los campos petroleros.

Para lo cual, con el deseo de favorecer la estabilidad y de garantizar la seguridad de los campos, el ministerio comen

z? a suministrar armamento a Pel?ez. Al mismo tiempo, pues to que Cowdray consideraba que Pel?ez era el jefe mexicano

m?s capaz de proteger a la Mexican-Eagle, pag? las contri

10 Canciller?a a Cowdray, mayo 9, FO 371/2700/81957; Hohler a

Grey, junio 18, FO 371/2701/117511; Grey a Spring-Rice, junio 28, 1916, IO/371/2709/124200. il Hohler a Grey, junio 19, 1916, FO 371/2701/118573.

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buciones que Pel?ez exig?a peri?dicamente.12 As? pues, los funcionarios brit?nicos y Cowdray se arriesgaron al conside rar que Pel?ez podr?a proporcionar mayor seguridad que Ca rranza, a los pozos petroleros.

II

Otra amenaza para los pozos petroleros mexicanos durante la primera guerra mundial, fue una serie de decretos y d impuestos mexicanos que los brit?nicos consideraban conf catorios. Las controversias que se suscitaron sobre este asun complicaron a?n m?s estas situaciones inc?modas. La propuesta de Carranza de revisar las leyes mexicana sobre el petr?leo era un riesgo serio para el estado legal d las instalaciones petroleras de propiedad brit?nica. En un declaraciones muy severas, Carranza acus? a las compa??as extranjeras de petr?leo de privar a su pa?s, a lo menos a zonas que ?l controlaba, de una parte justa de los beneficio Consecuentemente, el 7 de enero de 1915, Carranza suspe di? la perforaci?n de nuevos pozos y la construcci?n de n vas redes de distribuci?n hasta que su gobierno elaborase u nueva reglamentaci?n para la exploraci?n y la explotac petrolera. El trabajo iniciado para aquellas fechas neces r?a de nueva autorizaci?n para poder continuar. Violar est disposiciones ser?a penado imponiendo sanciones y decom sando los nuevos descubrimientos. Para proteger los ampli derechos de perforaci?n en tierras federales que Cowdray n?a, sus agentes solicitaron inmediatamente esta nueva auto zaci?n. Pero cuando Carranza exigi?, como condici?n prev a cualquier acuerdo, que las compa??as petroleras aceptara la reglamentaci?n futura que ?l decretara, Cowdray se neg

12 Spring-Rice a canciller?a, marzo 1?, FO 371/2959/45836; minist rio de guerra a canciller?a, abril 15, 1917, FO 371/2959/ 77834; c?n

mexicano (El Paso, Texas) al gobierno constitucionalista, junio 17 1918, AREM, L-E-837 R, leg. 12, 295 ss.

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INGLATERRA Y EL PETR?LEO MEXICANO 127 A la vez que Cowdray consideraba acatar la nueva ley me xicana, tambi?n pensaba que, como todo acuerdo que se aceptara antes de conocerlo, la legislaci?n futura era un pe ligro potencial para su producci?n de petr?leo.13

M?s tarde, en 1915 y por medio de varios decretos, Ca rranza exigi? a aquellos extranjeros que desearan adquirir

bienes ra?ces u obtener concesiones, especialmente de petr?

leo, que renunciaran no solamente a la nacionalidad sino

tambi?n al privilegio de apelar a sus respectivos gobiernos con el fin de solicitar protecci?n diplom?tica para sus per tenencias. Inglaterra record? a Carranza que, hac?a s?lo unos meses, su gobierno constitucionalista manifest? que se pro pon?a cumplir con todos los contratos y tratados internacio nales y respetar a los extranjeros y a sus intereses. Ahora Inglaterra sosten?a que el tratado de 1888, en el que se es tipulaba que los extranjeros podr?an adquirir y conservar propiedades y concesiones en las mismas condiciones que los mexicanos, hab?a sido violado unilateralmente. Aunque Ca rranza hizo poco caso de tales protestas, el gobierno ingl?s las archiv? para usos futuros, cuando fuera posible actuar en mejores condiciones.14 Durante el a?o siguiente, 1916, Carranza triplic? repen tinamente el impuesto a la producci?n petrolera: se aumen

t? de cinco a quince peniques por tonelada sobre todo el

petr?leo que se produjera.

Aunque Cowdray admiti? que la Mexican-Eagle hab?a

pagado anteriormente un peque?o impuesto al gobierno de Madero, a causa de las apremiantes necesidades econ?micas de este ?ltimo, dijo haber efectuado dichos pagos bajo pro testa. M?s a?n, record? tanto a Carranza como a la canci

ller?a brit?nica que el contrato de concesi?n de 1906, en realidad, exentaba a la compa??a Mexican-Eagle de pagar 13 Cowdray a canciller?a, enero 30, FO/371/2396/11735; id., febrero 3, 1915, FO 371/2396/13311. 14 Hohler a Grey, junio 26, canciller?a a Hohler, agosto 3, 1916, FO 371/2702/142131.

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tal impuesto. Por lo tanto, el magnate industrial del pe

tr?leo ve?a muy justificado su firme prop?sito de no pagar este triplicado impuesto.15

El gravamen financiero de la Mexican-Eagle aument?

m?s a?n cuando elj gobernador constitucionalista del estado

de Veracruz increment? en un centavo por barril el im puesto sobre todo el petr?leo que se produjera all?. Consi derando los intereses tanto de sus accionistas como los de sus

propios contratos con el Almirantazgo para el suministro de

petr?leo durante la guerra, Cowdray manifest? que este aumento arbitrario de los impuestos le arruinar?a. En aquel

momento, el hecho de que la compa??a tuviera registro

mexicano restaba fuerza al caso Cowdray, pero el gobierno brit?nico, por la necesidad de combustible para sus barcos

a causa de la guerra, tom? la ?nica actitud posible: otra

protesta oficial ante Carranza.16 Nuevas amenazas similares interrumpieron, peri?dicamen te, la producci?n petrolera. Si la Mexican-Eagle, o cualquier otra compa??a petrolera brit?nica o norteamericana, retrasa

ba el pago del triple impuesto al petr?leo, las autoridades

constitucionalistas reten?an los env?os petroleros de la com pa??a hasta no recibir el pago de dicho impuesto. Adem?s, el gobierno del estado de Veracruz fij? una multa a la Me xican-Eagle, por una supuesta contaminaci?n de las aguas del r?o Panuco; asimismo y en forma arbitraria, cancel? el

convenio de 1912 entre la compa??a y el gobierno que le precedi?.17

En la primavera de 1917, la gran necesidad de Inglate rra de abastecimiento ininterrumpido de petr?leo coincidi? con los dr?sticos cambios que se hicieron en relaci?n a las concesiones del subsuelo y que se estipulaban en la nueva 15 El contrato de Cowdray de 1916 exentaba a la compa??a Mexican Eagle de pagar impuestos durante un per?odo de cincuenta a?os (Cowd ray a canciller?a, febrero 3, 1916, FO 371/2396/13311). 16 Grey a Spring-Rice, enero 13, 1915, FO 371/2395/5567. 17 Canciller?a a Spring-Rice, abril 23, 1915, FO 371/2398/49437. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:40 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


INGLATERRA Y EL PETR?LEO MEXICANO 129 y reci?n promulgada constituci?n mexicana. El art?culo 27 en particular caus? el enojo de los funcionarios ingleses, as? como el de los hombres de negocios, ya que concern?a a la propiedad de todo tipo de tierras, a los minerales y a las aguas de la naci?n mexicana. Todas las concesiones en manos extranjeras quedaban, desde aquel momento, sujetas a revi si?n. Si los extranjeros obten?an nuevas concesiones, no po d?an solicitar la protecci?n de sus respectivos gobiernos. Ade m?s, el art?culo 28 pon?a fin a las exenciones espec?ficas de impuestos que hab?an sido concedidas con anterioridad a mu chos extranjeros y tambi?n a las empresas de propiedad ex tranjera como era el caso de la compa??a Mexican-Eagle. La reacci?n inmediata de los funcionarios ingleses fue que deb?an protestar. Hohler, que se encontraba en Washington a fines de febrero, sugiri? que la mejor t?ctica ser?a la de manifestarse en contra de la constituci?n en su totalidad, en lugar de limitarse ?nicamente a las disposiciones sobre el petr?leo, ya que esto ?ltimo podr?a provocar una serie de represalias en contra de los campos petroleros. Para marzo, los funcionarios de Cowdray, deplorando el retraso en las negociaciones, sugirieron enviar protestas inmediatas, aunque por separado, de los pa?ses aliados y de los neutrales. Para que dichas protestas fueran efectivas, todas las naciones rehusa r?an de jure, reconocer al nuevo gobierno, ni se conceder?an pr?stamos ni se har?an convenios hasta que Carranza revo cara las dr?sticas disposiciones de la constituci?n.18 Despu?s de un largo debate, las autoridades de la canci ller?a reconocieron que un pa?s ten?a el derecho soberano

de revisar su propia constituci?n cuando as? lo creyera conveniente. Por lo tanto, Inglaterra dif?cilmente pod?a ob

jetar la revisi?n hecha por M?xico, a no ser que en esta

revisi?n no se hubieran tomado en consideraci?n los intereses

genuinamente conferidos a las propiedades o que sus nuevas 18 Colville Barclay (Washington) a canciller?a, marzo 21, FO 371/ 2959/60479; Pearson e hijo a canciller?a, marzo 13, 1917, FO 371/2959/

54892.

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disposiciones fueran incompatibles con los derechos estable cidos por los tratados existentes. Aunque se hab?a llegado a la conclusi?n de que algunos de los decretos eran de natu raleza confiscatoria, y a pesar de las peticiones de Cowdray de que el gobierno ingl?s protestara en?rgicamente, la can ciller?a consider? que no proced?a oponerse al documento en s?. Inglaterra, envuelta a?n en la guerra europea, consi deraba que poco pod?a hacer acerca de la constituci?n. Pues to que, desde la divulgaci?n en marzo del telegrama Zimmer

man, los funcionarios ingleses esperaban la participaci?n inmediata de los Estados Unidos en la guerra contra Ale mania, los ingleses no hicieron nada acerca del problema mexicano.19 En abril de 1917 Carranza decret? que todo el petr?leo crudo se gravara con un impuesto que se pagar?a por medio de un timbre especial, y adem?s fij? impuestos adicionales a todos los productos derivados del petr?leo. De nuevo, Lord Cowdray protest? en?rgicamente ante una "tiran?a' ' tan ar bitraria y calific? de prohibitivos los impuestos adicionales, los que seg?n ?l, ten?an el deliberado prop?sito de limitar la exportaci?n de combustible de petr?leo a Inglaterra y a sus aliados.20 Otra medida de Carranza fue la de decomisar las propie dades ferrocarrileras y rurales inglesas. En consecuencia, el nuevo representante brit?nico, Edward Thurstan, lleg? a la

conclusi?n de que el presidente mexicano hab?a adoptado una abierta pol?tica antibrit?nica. Para amedrentar a Ca rranza, Thurstan quer?a que se le autorizase a exigir la devo luci?n inmediata de las propiedades confiscadas o, en caso contrario, que se le permitiera abandonar el pa?s. Thurstan cre?a equivocadamente que en un futuro cercano el r?gimen 19 Minutas de la canciller?a, abril 18, 1917, FO 371/2960/79899. 20 Cowdray a canciller?a, abril 21, 1917, FO 371/2960/82944, mani fest? que ten?a la obligaci?n de proveer al Almirantazgo de 40 000 to

neladas de combustible de petr?leo al mes y que las ganancias de su refiner?a ser?an absorbidas por el aumento de los impuestos mexicanos.

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INGLATERRA Y EL PETR?LEO MEXICANO 131 de Carranza se derrumbar?a a causa de su propia debilidad y de su incompetencia. Considerando la importancia de me jorar en el futuro el prestigio brit?nico en M?xico, Thurstan cre?a que, al romper Inglaterra las relaciones, se acreditar?a el m?rito de haber contribuido a precipitar la ca?da de Ca rranza. Hohler, en Washington, estaba de acuerdo con esto y apoyaba la retirada inmediata de Thurstan. ?ste insist?a en que, si se quedaba, nada podr?a hacer para proteger las instalaciones petroleras de lo que ?l vaticinaba que pronto suceder?a: la incautaci?n o la destrucci?n total de las mis mas. Por supuesto que tal p?rdida, en ese momento cr?tico, causar?a un efecto desastroso en el esfuerzo combativo bri t?nico.21

En Inglaterra, la canciller?a atend?a a las reclamaciones que le eran presentadas, pero consideraba la captura de sus propiedades como una caracter?stica del proceder de Carran za. Durante una visita personal a la Casa Blanca, Cowdray pidi? al canciller Arthur Balfour que manifestara su des contento ante la arbitraria actitud de Carranza. Poco despu?s, la canciller?a inform? a M?xico que no obstante encontrarse Inglaterra envuelta en la guerra europea, los funcionarios ingleses ten?an los expedientes de cada una de las transgre siones en contra de los intereses brit?nicos.22

Ya que despu?s de 1914 Inglaterra hab?a seguido la con ducta norteamericana con respecto a M?xico ?tal fue el caso de haber reconocido de facto en 1915 a Carranza como Pri mer Jefe? los ingleses prominentes esperaban que de nuevo la canciller?a procediera como Washington y lo reconociera de jure el 31 de agosto de 1917. Los funcionarios brit?ni cos no lo hicieron y se esperaron, puesto que a esas alturas se hab?an convencido de que Carranza hab?a adoptado una 21 Edward W. P. Thurstan a canciller?a, abril 10, FO 371/2959/

74891; Spring-Rice a canciller?a, abril 24, FO 371/2960/83929; memor?n dum de Thurstan a canciller?a, mayo 23, 1917, FO 371/2961/116908. 22 Minutas de la canciller?a, mayo 12, FO 371/2960/96069; cancille r?a a Spring-Rice, junio 6, 1917, FO 371/2961/110559.

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actitud antibrit?nica irremediable. Apenas hac?a poco tiempo

que Carranza hab?a amenazado de nuevo con usar fuerzas militares para sacar a Pel?ez de los campos petroleros. Mien tras tanto, en la canciller?a se continuaba con la idea de que las propiedades petroleras estaban m?s seguras bajo el control

de Pel?ez.23

Puesto que la canciller?a inglesa retrasaba el reconoci

miento, Lord Cowdray decidi? amenazar al gobierno brit? nico. Hac?a pocos meses que Cowdray anunci? que a causa de la pol?tica confiscatoria de Carranza desear?a abandonar por completo los negocios petroleros mexicanos. Despu?s, re pentinamente, en noviembre de 1917, caus? la sorpresa del gobierno de Su Majestad al solicitar al Tribunal de Comercio el permiso para el traspaso de su compa??a petrolera, Me xican-Eagle Oil, al magnate petrolero norteamericano Edward

L. Doheny.24

Era comprensible que la canciller?a resintiera este velado intento de forzar el reconocimiento de Carranza. Despu?s de largas discusiones, ambos, el Comit? de Racionamiento del Petr?leo y la canciller?a, determinaron que Cowdray deb?a

conservar la compa??a Mexican-Eagle Oil y que se le exi

giera a Washington que le proporcionara la misma protec ci?n que a las propiedades norteamericanas. Pocos meses des pu?s, en abril de 1918, Cowdray de nuevt? trat? de obtener la aprobaci?n del Tribunal de Comercio, y nuevamente se le neg? la autorizaci?n. Dado que, por entonces, el 84 por cien to de las provisiones de petr?leo del Almirantazgo depend?an de los Estados Unidos, al gobierno ingl?s no quer?a que esta dependencia aumentara.25

23 Spring-Rice a canciller?a, septiembre 9, 1917, FO 371/2963/176372. 24 El Tratado de la Defensa del Reino prohib?a, en tiempo de gue rra, la venta de propiedades inglesas de petr?leo a aquellas personas que no fueran subditos brit?nicos, si no obten?an previamente el permiso del tribunal de comercio. (Ver tambi?n canciller?a a Spring-Rice, junio 27, 1917, FO 371/2961/128411). 25 Director ejecutivo del petr?leo de S. M., a canciller?a, diciembre

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INGLATERRA Y EL PETR?LEO MEXICANO 133 Durante todo el a?o de 1918, disposiciones adicionales de Carranza contribuyeron a que las tensiones se incrementaran. En febrero, el presidente mexicano hizo enmiendas a la ley y fij? impuestos m?s elevados a las posesiones petroleras y a la producci?n de petr?leo. Inmediatamente, Cowdray y otros empresarios ingleses del petr?leo protestaron ante la canci ller?a brit?nica manifestando que los nuevos impuestos eran intolerables y confiscatorios. Puesto que estos decretos de Ca rranza concern?an a todos los extranjeros, los funcionarios brit?nicos en Londres consideraron que atendiendo a las pe ticiones de Cowdray para que se reconociera a Carranza y se nombrara a un representante diplom?tico ingl?s, no se obten dr?a un resultado m?s eficaz en la protecci?n de los intere ses brit?nicos en M?xico, que el ya logrado durante meses por su representante oficioso.26 Sin embargo, a causa de la considerable necesidad de com bustible durante la guerra, la canciller?a present?, el 30 de

abril, otra protesta en contra de la nueva reglamentaci?n sobre el petr?leo. Finalmente, el 12 de agosto, el canciller mexicano C?ndido Aguilar contest? que lo decretado por Carranza era en ejercicio leg?timo de la soberan?a interna de una naci?n independiente. Adem?s, el gobierno mexi cano no reconoc?a el derecho de ning?n pa?s extranjero a protestar en contra de ese ejercicio de la soberan?a mexicana. Si una naci?n extranjera formulaba demandas, los tribuna les mexicanos estaban dispuestos y preparados para la admi nistraci?n de la justicia. A pesar de otra protesta del 20 de agosto, la canciller?a inglesa no hab?a recibido una respuesta que pudiera considerar satisfactoria.27 17, 1917, FO 371/2964/239881; oficina del tesoro a Cowdray, abril 29, 1918, FO 371/3244/98149. 26 A. C. Cummins a canciller?a, febrero 27, FO 371/3242/35622; Cowdray a Arthur Balfour, mayo 28, FO 371/3244/96731; Acuerdo de

El ?guila, firmado por el Lie. Pel?ez (Nueva York) , marzo 5, 1918, AREM, L-E-837 R. leg. 12.

27 Canciller?a a Cummins, abril 26, FO 371/3243/70058; canciller?a a Thurstan, agosto 10, 1918, FO 371/3245/137521.

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Ante esta situaci?n, Thurstan, un tanto resentido, sugi ri? un quid pro quo. En otras palabras, que si Carranza de volv?a todas las propiedades brit?nicas que hab?an sido incau tadas, Inglaterra reconocer?a a Carranza y le conceder?a un pr?stamo mensual para ayudarle a mantener su gobierno. Thurstan, ingenuamente, cre?a que podr?a reconciliar a Pe l?ez con Carranza, y que este ?ltimo, a su vez, se ver?a obli

gado a nombrar a Pel?ez jefe militar de los campos pe troleros. As?, y seg?n lo planeado, a cambio de garant?as materiales, de una actitud amistosa y de la constante pro

tecci?n del petr?leo, Inglaterra apoyar?a totalmente al presi dente mexicano.28

A pesar de todo esto, la canciller?a decidi? continuar

con la pol?tica de no reconocimiento. Aunque se admit?a la posibilidad de que Carranza estuviera m?s dispuesto a acep tar ayuda financiera de Inglaterra que de los Estados Uni

dos, los funcionarios ingleses sab?an que en Washington

resentir?an que se tomara esta medida. En realidad, los bri t?nicos cre?an tener m?s fuerza si manten?an su postura de no reconocimiento. Asimismo, confiaban en que al llegar la guerra a su culminaci?n en Europa, Carranza se pronuncia r?a abiertamente en pro de los aliados, y la producci?n de petr?leo ya no se ver?a amenazada. Sin embargo, el nacio

nalista Carranza se negaba abiertamente a ceder a las de

mandas de Londres y a las de Washington.29

III

Durante la guerra europea, los brit?nicos se preocu

en extremo por las intrigas alemanas en M?xico. Al m

28 Thurstan a canciller?a, julio 3, FO/371/3245/117960; emb espa?ol al ministro de estado en Madrid, agosto 14, 1918 (El

de M?xico, Correspondencia Diplom?tica Hispano Mexicana, micr

la, rollo 51, caja 351, leg. 3, n?m. 38, desp. 123) de aqu? en a citado: CDHM. 29 Thurstan a Balfour, agosto 7, 1918, FO 371/3246/153090.

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INGLATERRA Y EL PETR?LEO MEXICANO 135 tiempo que Carranza se manten?a firme en una actitud neu tral, su asociaci?n con Alemania, real o imaginaria, mantu vo en constante alerta a los agentes de inteligencia y a los informadores brit?nicos, quienes observaron cuidadosamente

todas las actitudes alemanas en M?xico hasta el fin de la guerra. Un informador brit?nico, el jamaiquino conocido como Gleaves, estuvo enviando informes durante varios me ses sobre los movimientos de los subditos alemanes en las

zonas petroleras, y m?s tarde sobre una f?brica de municio nes en Orizaba, financiada por alemanes.30 Al parecer, los alemanes hicieron todo lo posible por que los Estados Unidos se enredaran en una guerra con M?xico.

En 1916 el secretario de Hacienda de M?xico admiti? ante Hohler que Berl?n hab?a tratado de que tropas norteameri canas se adentraran al sur del r?o Bravo, con el prop?sito de

reducir as? la ayuda militar norteamericana a los pa?ses aliados.31 Otro ejemplo de la duplicidad alemana lo consti

tuye el hecho de que agentes secretos brit?nicos informaron de la entrada de armas y municiones alemanas para Villa, introducidas de contrabando en tanques de petr?leo y en ata?des. Algo m?s tarde, cuando la expedici?n de Pershing no logr? provocar una guerra entre los dos pa?ses, los agen tes brit?nicos averiguaron que Alemania a?n ten?a esperan zas de provocar un conflicto prometiendo a Villa suminis trarle armamento adicional y fondos si capturaba los campos petroleros de Tampico. Aunque Villa comenz? los prepara tivos para esta operaci?n militar, no sali? de Chihuahua.32 Hacia fines de 1916 tanto los agentes ingleses como los empleados de Cowdray en la zona de Tampico observaban cuidadosamente a los reci?n llegados, en especial a los pasa 30 Cummins a canciller?a, septiembre 15, FO 371/2963/180344; id., octubre 19, 1917, FO 371/2963/201941. 31 Hohler a Grey, mayo 22, 1916, FO 371/2700/98484. 32 Friedrich Katz: Deutschland, D?az, und die Mexikanische Revo lution Berlin, Veb Deutscher Verlag der Wissenschaften, 1964, pp. 342 347, encontr? evidencia de que Villa continu? recibiendo ayuda alemana despu?s de su incursi?n en Columbus, Nuevo M?xico.

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jeros de los barcos procedentes de Veracruz. Un comunicad brit?nico hac?a notar que alrededor de la zona de Tampico operaba el doble de agentes alemanes que en otros lugares del pa?s. El estado mayor del Almirantazgo se mantuvo aler ta despu?s de recibir informes acerca del plan alem?n d prender fuego a los dep?sitos de almacenamiento de petr? leo y a las v?as de conducci?n. Como medida de precauci?n se aument? el n?mero de vigilantes que hac?an guardia en todas las estaciones de bombeo.33

Despu?s de intensas investigaciones, resultaron falsos lo

rumores de que una emisora radiotelegr?fica en Yucat?

enviaba mensajes a los submarinos. Los agentes ingleses es cuchaban y descifraban los mensajes alemanes retransmit

dos por una estaci?n radiotelegr?fica de largo alcance e

Iztapalapa, situada pocos kil?metros al sureste de la ciudad de M?xico, hasta que saboteadores ingleses destruyeron dich emisora. Antes de que ?sta pudiera ser reparada termin? l guerra en Europa.34 A principios de 1918, para coordinar y fortalecer el ser vicio de contraespionaje brit?nico y con el fin de contrarre

tar el incremento de las intrigas alemanas, lleg? a la leg ci?n brit?nica el mayor A. E. W. Mason de la divisi?n d

inteligencia naval. Agentes ingleses mantuvieron estrecha v gilancia en el hotel Ju?rez, que aparentemente era el cuart general de las conspiraciones germanas en M?xico.35 Agentes ingleses observaban continuamente a los esp?as enemigos, y en especial a Heinrich Bode, alias Robert Wil son, peligroso experto en demolici?n. Despu?s de haber in terrumpido el tr?fico del Ferrocarril Transiberiano para pe judicar all? las acciones b?licas aliadas, Bode lleg? a M?xico v?a Argentina. Yanko, o Kurt Jahnke, el agente alem?n m?

33 Spring-Rice a Grey, diciembre 29, 1916, FO 371/2697/5997. 34 Barclay a Balfour, marzo 7, FO 371/3243/58186/; memor?ndum d la canciller?a, julio 22, FO 371/3245/146568; Thurstan a canciller?a, ago to 1?, 1918, FO 371/3245/151951. 35 Barclay a Balfour, marzo 27, FO 371/3243/58159/; canciller?a a Ba clay, abril 1? 1918, FO 371/4536/63070.

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INGLATERRA Y EL PETR?LEO MEXICANO 137 importante que operaba en M?xico en 1918, ten?a ya conce

bido un plan para hacer volar los pozos petroleros y los

dep?sitos y para destruir las redes de conducci?n. En aquel

momento, Alemania ten?a mucho que ganar y poco que

perder si lograba entorpecer seriamente el abastecimiento de petr?leo a Inglaterra.36 Aunque en los campos petroleros ocurrieron varios acci

dentes, en ninguno de los casos se pudo probar que el ori gen de tales hechos fuera alem?n. Por otra parte, agentes

alemanes que dispon?an de amplios recursos econ?micos alen taron el descontento ya existente entre los empleados de las compa??as petroleras, incluso en los de la Mexican-Eagle. En varias ocasiones el descontento degener? en una huelga en los campos petroleros, y luego los alemanes financiaban eco n?micamente a los huelguistas. Seg?n los informes, aunque

estas huelgas resultaban inconvenientes, ninguna de ellas dur? m?s de unos d?as y no entorpecieron gran cosa el su ministro de petr?leo.37 Los persistentes rumores de que una base submarina ale mana se encontraba en el Golfo de M?xico ocasionaron que las autoridades inglesas se mantuvieran en un estado de p? nico constante. Desde diciembre de 1916, el embajador ale m?n Heindrich von Eckhard, aparentemente, hab?a ofrecido a Carranza 60 000 000 de pesos a cambio de que aprobara la instalaci?n de una base submarina en la costa de Tamauli pas. Cada nuevo rumor que llegaba a o?dos del servicio del Almirantazgo de un peligro de tal trascendencia para la segu ridad de los sesenta barcos-tanque brit?nicos, produc?a ma 36 Canciller?a a Cummins, enero 31, FO 371/3242/21395; Cummins a canciller?a, abril 26, FO 371/3243/74755; Reading a canciller?a, mayo 27, FO 371/3244/94908; Cummins a canciller?a, mayo 28, FO 371/3244/95623; agregado militar James D. McLachlan (Washington) a canciller?a, mayo 30, 1918, FO 371/3244/112897. 37 Thurstan a canciller?a, abril 29, FO 371/2960/88278; representan te espa?ol (M?xico) a Madrid, mayo 12, CDHM, rollo 50, Caja 331, Leg. 42; representante espa?ol (M?xico) a Madrid, octubre 12, 1917, ADHM, rollo 50, caja 332, leg. 1, n?m. 38.

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nifestaciones de p?nico en la canciller?a inglesa. A pesar de

los informes de Thurstan de que el presidente mexicano

no hab?a aceptado la oferta, los atemorizados funcionarios ingleses autorizaron, para su propia seguridad, una intensa b?squeda a lo largo de la costa tratando de encontrar evi dencias de que dicha base exist?a. Con el pretexto de locali zar escapes de petr?leo, un remolcador con bandera mexi

cana, propiedad de Cowdray, sali? con el prop?sito de

investigar, pero no encontr? rastro de ninguna especie. Sin embargo, en el verano de 1918, hacia el fin de la guerra, varios mensajes alemanes que fueron interceptados y desci frados por funcionarios del servicio de inteligencia ingl?s, indicaron que se proyectaba la construcci?n de otra base submarina en alg?n lugar de la costa de Yucat?n. Aunque existe la posibilidad de que Carranza, ocasionalmente, hu biera autorizado tal concesi?n, los agentes ingleses no encon

traron la menor evidencia de que dicha construcci?n se

hubiera comenzado.38

'f La posibilidad de una intervenci?n estadounidense en M?xico, auspiciada por Alemania, era un temor constante

de la canciller?a inglesa. Las autoridades brit?nicas estaban conscientes de que una guerra norteamericana con Carranza har?a disminuir considerablemente los env?os de armamento

aliado a trav?s del Atl?ntico, y lo que es m?s, Alemania quedar?a libre para reanudar sus potentes combates subma

38 Thurstan a Grey, diciembre 1?, 1916, FO 371/2706/243778; Cowd ray a canciller?a, diciembre 8, 1918, FO 371/2709/254014; canciller?a a Cummins, marzo 7, FO 371/3241/42034; Cummings a canciller?a, marzo 27,

FO 371/3241/71337; departamento de inteligencia naval a canciller?a, ju nio 10, 1918, FO 371/3241/104856; Thurstan a canciller?a, julio 16, 1918, FO 371/3241/125157. Katz: Deutschland, D?az, und die Mexikanische Re volution, pp. 430 y 470, determina que a fines de 1916 Carranza accedi? a que se estableciera una base submarina. Sin embargo, despu?s del epi sodio de la nota de Zimmernann, aqu?l se demor?. En junio de 1918, Kurt Jahnke trat? de nuevo de hacer arreglos para la instalaci?n de una base en el Golfo de M?xico (canciller?a a embajada norteamericana, julio 22, 1918, FO 371/3245/146568).

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INGLATERRA Y EL PETR?LEO MEXICANO 139 rinos, entorpeciendo, en forma desastrosa para el Almiran tazgo, los env?os de petr?leo.39 Como resultado de la aparente evidencia de que Carran za pudiera cooperar con los alemanes, tanto el director del servicio de inteligencia militar del ministerio de guerra, como

el director del servicio de inteligencia naval brit?nicos, su girieron a la canciller?a que tuviera las mayores precauciones al negociar cualquier acuerdo con el presidente mexicano. Durante casi todo el a?o de 1917, mientras los hombres de negocios brit?nicos apoyaban el reconocimiento de Carranza por parte de Inglaterra, los alemanes, aparentemente, hicie ron varios intentos de llevar a cabo alguna parte del plan original de Zimmerman y conseguir que Carranza atacara los campos petroleros. Consecuentemente, los miembros del servicio de inteligencia brit?nico apelaron a la canciller?a para pedir que Carranza desmintiera claramente la existen cia de esta confabulaci?n y expulsara al m?s destacado agen te enemigo, un general del estado mayor alem?n llamado Anton Dilger, alias "Dr. Delmar", cuyas actividades eran se guidas constantemente por el servicio de contraespionaje brit?nico.40

Mientras que semana a semana el espionaje alem?n re sultaba m?s temible y la canciller?a pospon?a el reconoci miento de Carranza, algunos funcionarios militares ingleses respaldaron la idea de apoyar a un jefe mexicano rival. En las discusiones se mencionaron los nombres de varios candi datos. En el ministerio de guerra, el director del servicio de

inteligencia militar abog? por el apoyo conjunto franco

ingl?s a Pel?ez. El director del servicio de inteligencia naval, el famoso almirante Sir William Reginald Hall, sugiri? una acci?n conjunta con Washington para apoyar y reconocer a

cualquier otro jefe que no fuera Carranza. Hall opin? que

39 Canciller?a a Reading, mayo 7, 1918, FO 371/3244/92524. 40 Memor?ndum de los Directores de Inteligencia Militar y de Inte ligencia Naval, noviembre 19, ministerio de guerra a canciller?a, no viembre 22, 1917. FO 371/2964/221012.

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los aliados deb?an poner fin a las innumerables intrigas ale manas para con el gobierno mexicano, antes de que las tropas norteamericanas se vieran envueltas de modo irremediable al sur del r?o Bravo. A pesar de que eran muchas las razones para apoyar el movimiento anticarrancista, la canciller?a te n?a poca fe en el buen ?xito de esta empresa, y en conse cuencia no hizo nada para llevarla a cabo.41 Despu?s, a principios de 1918, la canciller?a se enfrent? a una crisis de mayores proporciones. En febrero, cuando la escasez de petr?leo lleg? en Ingaterra a un estado muy cr?tico,

las tropas gubernamentales de Carranza iniciaron un ataque armado contra Pel?ez. Al tener conocimiento de esto, en la canciller?a se temi? que, en este momento crucial, dicho ata que pudiera tener como resultado que Carranza consiguiera el control de los campos petroleros, o bien que se llegara a una intervenci?n unilateral norteamericana. En aquel mo mento, sin reservas disponibles de petr?leo, la p?rdida de esta fuente de abastecimiento imposibilitaba cualquier ofen siva inglesa de importancia, ya fuera naval o a?rea. Puesto que los Estados Unidos, ya para 1918 involucrados de lleno

en Europa, importaban tambi?n petr?leo mexicano, cual

quier interrupci?n en el suministro de dicho producto pro vocar?a que disminuyeran las posibilidades de Washington de continuar exportando petr?leo mexicano a Inglaterra.42

41 Ministerio de guerra a canciller?a, diciembre 4, FO 371/2964/ 234926; Cuerpo Naval, Divisi?n de Inteligencia, a Balfour, diciembre 10, 1917, FO 371/2964/234127.

42 p. Edward Haley: Revolution and intervention?The diplomacy

of Taft and Wilson with Mexico?1910-1917, Cambridge, M. I. T. Press, 1970, p. 120, mantiene que la importancia que se dio al petr?leo mexi

cano en Inglaterra, ha sido exagerada. Dado que Inglaterra adquir?a

mayor cantidad de petr?leo de Estados Unidos que de M?xico, cualquier disminuci?n del abastecimiento mexicano habr?a incrementado las de

mandas inglesas a los Estados Unidos. Despu?s de que Estados Unidos entr? en la guerra, es discutible que las compa??as norteamericanas de petr?leo hubieran podido suministrar una cantidad extra equivalente a lo que Inglaterra obten?a entonces de sus propios recursos en M?xico. Almirantazgo a canciller?a, mayo 15, 1918, FO 371/3244/87472, expres?

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INGLATERRA Y EL PETR?LEO MEXICANO 141 Tratando de encontrar una soluci?n a esta crisis, Balfour se inclin? por una acci?n conjunta brit?nica, francesa y nor teamericana para neutralizar a Carranza y proteger as? el suministro de petr?leo, que era tan necesario en aquel mo

mento. El canciller brit?nico insisti? en que el presidente mexicano expulsara del pa?s a los que se supon?a eran sus consejeros alemanes, y adem?s que garantizara inmunidad a Pel?ez dej?ndole el control de los campos petroleros. A cam bio de esto, Inglaterra y Francia reconocer?an a Carranza. Tambi?n contemplaban la esperanza de que Washington se uniera a ambas naciones y proporcionara ayuda econ?mica al jefe mexicano. Para asegurarse de que Carranza no du dara de que Inglaterra hab?a descubierto hasta qu? extremo llegaban las relaciones de ?ste con los agentes alemanes, un emisario especial de los aliados se presentar?a ante Carranza con la evidencia que lo incriminaba.43 A pesar de todos los argumentos de Balfour, tanto Par?s como Washington rehusaron participar en esta acci?n con junta. Aparentemente, ambos pa?ses se dieron cuenta de que Carranza sab?a que los aliados estaban muy comprometidos en Europa y que por lo tanto no pod?an emprender accio nes efectivas en su contra. Mientras que Alemania apoyara a Carranza y tuviera la posibilidad de salir victoriosa de la guerra, poco le importaba a ?ste ser reconocido por Ingla su alarma acerca de "los serios efectos" que una p?rdida de los env?os de petr?leo mexicano a los Estados Unidos hubiera significado para el desplazamiento de la flota aliada. Ver tambi?n, Petroleum Times, liii, 1353, junio 17, 1949, p. 435. En abril de 1917, el Almirantazgo lleg? a la conclusi?n de que de cesar repentinamente el abastecimiento de sus fuentes de petr?leo mexicano, los Estados Unidos tendr?an que propor

cionar un extra de un mill?n de toneladas anuales, adicionales a la

cantidad que en esa fecha se enviaba a Inglaterra de las refiner?as de petr?leo norteamericanas (Almirantazgo a canciller?a, abril 17, FO 371/ 2959/79266; Secretar?a del Comit? ?nter-Departamental de los Productos del Petr?leo a canciller?a, abril 18, 1917, FO 371/2959/80101). 43 Canciller?a a Spring-Rice, enero 8, FO 371/3241/7773; Balfour a

Barclay (Washington) y a Paul Cambon (Par?s), febrero 8, 1918, FO 371/3241/15660.

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terra y por Francia. A no ser que Londres mejorara la ayuda financiera de Berl?n, las autoridades inglesas ten?an pocas esperanzas de atraer a Carranza al campo aliado. Esto parec?a imposible mientras durase la guerra.44 Noticias de varias fracasadas conspiraciones alemanas man

tuvieron constantemente alarmada a la divisi?n del ser

vicio de inteligencia brit?nico. Seg?n un informe de octubre de 1918, los alemanes lograron finalmente convencer a Ca

rranza de que accediera a confiscar todas las instalaciones pertenecientes a los brit?nicos y a los norteamericanos. A cambio de esto, con ayuda financiera alemana se favorecer?a la explotaci?n alemana de estas instalaciones petroleras.45

Sin embargo, en esta ?ltima etapa de la guerra, este plan nunca se llev? a cabo. Sin lugar a dudas, los brit?nicos se sintieron aliviados

cuando lleg? a su fin la primera guerra mundial. Por medio de sus actividades de contraespionaje en M?xico, lograron superar las t?cticas alemanas. Al haber dado su apoyo y su ayuda a Pel?ez, Inglaterra consider? que hab?a logrado proteger su necesario abastecimiento de petr?leo mexicano, y haber evitado as? un desastre durante los cr?ticos meses de la guerra. A pesar de haber tenido que soportar, en mu chas ocasiones, contratiempos y molestias, las instalaciones petroleras de propiedad brit?nica en general se mantuvieron seguras y funcionando.

44 Barclay a Balfour, marzo 7, FO 371/3243/58190; canciller?a al con de de Reading (Washington), marzo 27, 1918, FO 371/3243/58916. 45 Mason por D. I. D., octubre 26, 1918, FO 371/3246/179530.

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LOS ARCHIVOS DE GUADALAJARA Carmen Casta?eda *

El Colegio de Mexico Nuestra experiencia en los archivos de Guadalajara, tanto en el campo de la investigaci?n hist?rica como en el de la biblioteconom?a, nos hizo pensar en la conveniencia de ela borar una gu?a de los principiaks archivos de esa ciudad. El presente trabajo brinda informaci?n sobre nueve ar chivos, siete civiles y dos eclesi?sticos, que son repositorios de fuentes para el conocimiento de la historia de M?xico y en general de las regiones Norte y Occidente. Hemos recogi

do los siguientes datos: periodos que cubre cada archivo, ramos que abarca, noticia de ?ndices, director actual, ubica ci?n y horas de visita.

Archivo del arzobispado

Paulo III expidi? el 13 de julio de 1548 una bula eri

giendo la di?cesis de la Nueva Galicia con asiento en Com postela. El primer obispo, Pedro de Mar aver, nunca vivi? en Compostela; por su propia autoridad cambi? la sede a Guadalajara, traslaci?n que P?o IV aprob? el 31 de agosto de 1560. Este obispado (arzobispado desde 1862) ha conservado restos importantes de su archivo. Como otros archivos dio cesanos ha perdido documentos. Seg?n el licenciado D? * Con la colaboraci?n de Helen Ladr?n de Guevara (Secretar?a

General de Gobierno del Estado de Jalisco), Richard Lindley (Universi dad de Texas, Austin) y Eric Van Young (Universidad de California, Berkeley). 143

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CARMEN CASTA?EDA

vila Garibi, fue saqueado en 1928, aunque m?s tarde algo se pudo recuperar. De todos modos es uno de los archivos

diocesanos m?s notables de M?xico, como lo atestigua el padre Lino G?mez Ca?edo. Tres grandes ramos integran el archivo del arzobispado:

1. Arzobispado. Este ramo tiene libros y legajos del siglo xvn a la fecha: a) bautismos b) matrimonios c) defunciones

d) padrones

e) ?rdenes (documentos sobre legitimidad y limpieza de sangre de los sacerdotes)

f) capellan?as

g) testamento, herencias h) profesiones de religiosas (documentos sobre legitimi

dad y limpieza de sangre de las monjas).

i) relaciones de m?ritos (informaciones de los candida tos que aspiraban a puestos vacantes)

j) cofrad?as

2. Parroquias. Este ramo tiene microfilmados los libros de las parroquias de casi todo el estado de Jalisco. 3. Administraci?n general del gobierno de la di?cesis. Este ramo comprende: a) libros de visita, desde el siglo xvn. Los libros de visitas

de la di?cesis, como el Libro primero de visitas, asi

particulares como generales, del ilmo. sr. dr. don Juan de Santiago Le?n Garavito, que hizo en esta ciudad y obispado?1678-1679, o como los dos vol?menes en que se encuentran consignados los actos pontificales, con firmaciones y ?rdenes sagradas que ejecut? el obispo Juan Ruiz Colmenero de 1647 a 1650, tienen gran im portancia porque "recogen, con mayor o menor minu ciosidad pero casi siempre en forma circunstanciada, todo lo practicado por el obispo en sus visitas regula

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LOS ARCHIVOS DE GUADALAJARA

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res, que fueron mucho m?s frecuentes de lo que suele suponerse".1

b) libros de gobierno, desde el siglo xvn. Los libros de

gobierno registran "los nombramientos y otras deter minaciones que sal?an de la curia episcopal". En ellos se copiaban "las cartas circulares del obispo, a no ser que ?stas se asentasen en otro libro, lo mismo que... la correspondencia de otras autoridades ?incluso civi les? que [se] recib?a".2 c) cedularios, de los siglos xvi, xvn, xv?n y xix. Respecto a los cedularios, colecciones de reales c?dulas y docu mentos oficiales que no faltan en los archivos diocesa nos, el padre Eucario L?pez paleografi? un registro de c?dulas e hizo los ?ndices. El original mecanografiado se conserva en el archivo y fue publicado en 1971.3

El padre L?pez nos dice de este cedulario lo siguiente: Cbra en el archivo del arzobispado de Guadalajara un docu mento que hace saber la existencia, fuera de dicho archivo,

de 29 tomos de c?dulas reales dirigidas por el Consejo de

Indias a la audiencia de la Nueva Galicia desde el a?o de 1548 hasta el de 1817, de cuyas c?dulas se conserva un ?ndice gene ral. Son 318 c?dulas del siglo xvi, 858 del xvn, 916 del xvm y 305 del xix. .. Y no es escaso el valor que ofrece este ?ndice, ya que da ?tiles instrumentos de trabajo, pues contiene, los brevetos de los documentos que registra, dando a conocer as? lo tratado en las c?dulas. .. Director: Pbro. Eucario L?pez.

Ubicaci?n: Edificio de la catedral.

Horas de visita: Lunes a viernes de 10 a 13 horas.

i Lino G?mez Ca?edo: "Archivos eclesi?sticos en M?xico", en Anua rio de Bibliotecologia, Archivolog?a e Inform?tica, 11:3 (1971) , p. 155. 2 Ibid., p. 157.

3 Eucario L?pez: Cedulario de la Nueva Galicia, recopilaci?n y pa

leograf?a de..., Guadalajara, Edit. Lex, 1971.

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CARMEN CASTA?EDA

Archivo del cabildo eclesi?stico Los cabildos eclesi?sticos son "corporaciones, destinadas principalmente a mantener el culto lit?rgico en las iglesias catedrales y a servir de ayuda y asesoramiento al obispo en la administraci?n de la di?cesis; asumen el gobierno de ?sta durante la sede vacante, y en la pr?ctica espa?ola tuvieron gran importancia, entre otros, en el aspecto econ?mico".4

De estas razones deriva la importancia de los archivos ca pitulares. Entre los archivos de los cabildos eclesi?sticos destaca el

de Guadalajara, cuya documentaci?n va desde el siglo xvi a la fecha. Este archivo tiene dos ?ndices uno de las actas capi tulares y otro de cedularios capitulares. Los ramos que comprende este archivo son: 1. Secretaria de cabildo. Entre numerosos documentos con diversos asuntos destacan los informes sobre la subdivi si?n de la jurisdicci?n del obispado de la Nueva Galicia, as? como los de la erecci?n de las di?cesis de Durango, San Luis Potos?, Zacatecas y Colima. 2. Hacienda de la secretaria del cabildo. Principalmente, libros de diezmos. 3. Gobierno de la secretaria del cabildo.

4. Relaciones exteriores. Correspondencia del cabildo con autoridades civiles y eclesi?sticas. En este ramo se en cuentran diez cedularios capitulares. En la introducci?n a un ?ndice que form?,5 el padre L?pez nos dice: "Riqu? simo fil?n para la historia de la Nueva Galicia lo cons tituyen los ordenamientos que los monarcas espa?oles ex pidieron para la s?lida organizaci?n de sus instituciones durante los siglos xvi (parte), xvn, xv?n y parte del xix".

4 G?mez Ca?edo: op. cit., pp. 152-153. 5 Eucario L?pez: Cedularios capitulares de Guadalajara??ndices, Gua dalajara, 1967 (mecanografiado).

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LOS ARCHIVOS DE GUADALAJARA

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Y m?s adelante: "Al cabildo de Guadalajara fueron

muchos de aquellos documentos reales. Buena cantidad de ellos se encuentra en diez cedularios, gruesos vol? menes en pergamino, que se conservan en buen estado. Los documentos no guardan orden alguno." 5. Justicia. Causas criminales y civiles principalmente sobre diezmos y testamentos. 6. Beneficencia.

7. Culto.

8. Libros de actas capitulares. Abarcan desde 1552 hasta la fecha. S?lo est?n perdidos el libro cuarto (1598 a 1620)

y el libro 28 (1912 a 1914). La primera acta capitular tiene fecha 1? de mayo y menciona "c?mo se se?al? es

cuela en esta ciudad de Guadalajara". A continuaci?n citamos los periodos que cubren 32 libros:

I 1552 a 1567 II 1568 a 1583 III 1583 a 1598 IV 1598 a 1620 V 1620 a 1635 VI 1635 a 1651 VII 1651 a 1707 VIII 1707 a 1720 IX 1720 a 1732 X 1732 a 1746 XI 1746 a 1759 XII 1759 a 1781 XIII 1781 a 1788 XIV 1788 a 1794 XV 1794 a 1809 XVI 1809 a 1824

XVII 1824 a 1827 XVIII 1827 a 1833 XIX 1834 a 1842 XX 1842 a 1849 XXI 1849 a 1856 XXII 1856 a 1865

XXIII 1865 a 1876 XXIV 1876 a 1878 XXV 1878 a 1889 XXVI 1889 a 1901

XXVII 1901 a 1912

XXVIII 1912 a 1914 XXIX 1915 a 1920 XXX 1920 a 1925 XXXI 1925 a 1936 XXXII 1936 a 1947

Existe en este archivo un resumen manuscrito de los libros de actas capitulares elaborado en 1842 por el padre

Jos? Joaqu?n Pisano, secretario de cabildo de 1838 a This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:48 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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CARMEN CASTA?EDA

1857. Recientemente fue publicado.6 El padre Eucario L?pez nos dice en la advertencia que fue "decisiva en el

gobierno y administraci?n de la extensa di?cesis... la

gesti?n del cap?tulo catedralicio desde su fundaci?n y en el decurso de los tiempos. Es por tanto de suma trascen dencia el conjunto de acuerdos capitulares, ya que ellos son la fuente y base para la acci?n externa del gobierno, habidos, estos acuerdos, en las sesiones de cabildo, de las que emanaba su vigor". Estas obras citadas y otras publicaciones relacionadas con

la historia del arzobispado de Guadalajara, lo mismo que

peri?dicos de Guadalajara, se encuentran en los dos archivos eclesi?sticos. Director: Pbro. Eucario L?pez. Ubicaci?n: Edificio de la catedral.

Horas de visita: Lunes a viernes de 10 a 13

j horas. ? Conviene advertir que tanto el archivo del arzobispado

como el del cabildo eclesi?stico no est?n totalmente abiertos

al p?blico. No est? permitido consultar ciertos documentos de car?cter confidencial y se prohibe el acceso a los fondos documentales a las personas que no demuestren su seriedad como investigadores.

Archivo del Congreso del Estado de Jalisco Este archivo guarda principalmente documentos de ca r?cter legislativo del estado de Jalisco de 1823 a 1974, aun que tambi?n incluye manuscritos de 1813 a 1823 sobre asun tos relacionados con la Nueva Galicia. Los ramos que componen el archivo son los siguientes: 6 "Compendio de los libros de actas del venerable cabildo de la Santa Iglesia Catedral de Guadalajara (Libros del 1 al 23, enero de

1552 a diciembre de 1900) ", en Bolet?n del Instituto de Investigaciones Bibliogr?ficas (ene.-jun. 1971), pp. 119-361.

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LOS ARCHIVOS DE GUADALAJARA 149 1. Leyes, decretos y acuerdos econ?micos del poder legislativo:

a) gobernaci?n

b) hacienda y presupuestos c) desarrollo econ?mico y social

d) justicia e) fomento

2. Colecciones de leyes del estado de Jalisco (1823-1906). 3. Estudios legislativos.

4. Movimiento de personal de los municipios del estado.

5. 6. 7. 8.

Acuerdos econ?micos relativos a las ampliaciones de pre supuestos municipales y cancelaciones de cargos de teso reros. Autorizaciones a los municipios para disponer de dep?sitos o contratos. Lo referente a la pol?tica de desarrollo econ?mico inte gral y de beneficio social del estado. Juicios de amparo que se promueven en contra del con greso. Juicios de responsabilidad de funcionarios p?blicos. Publicaciones peri?dicas oficiales del estado de Jalisco y de la federaci?n. Memorias y miscel?neas de otros estados. El archivo cuenta con tres ?ndices: ?ndice alfab?tico de

leyes, decretos y reglamentos de los poderes legislativo y ejecutivo (1917-1974), ?ndice cronol?gico de decretos (1823 1974), ?ndice cronol?gico de decretos federales (1942-1974). Director: Oficial mayor del Congreso del Estado

de Jalisco, Lie. Humberto Ra?l Santana. Ubicaci?n: Palacio de gobierno. Horas de visita: Lunes a viernes, de 10 a 15 horas y s?bados de 10 a 13 horas.

Archivo del Departamento Cultural del Estado

de Jalisco Este archivo ha clasificado expedientes en materia de edu

caci?n de todo el estado de Jalisco desde 1899 a la fecha.

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CARMEN CASTA?EDA

Tiene dos ?ndices: uno de escuelas y otro del personal do cente y administrativo por orden cronol?gico y alfab?tico. Los ramos que comprende este archivo son los siguientes: 1. Maestros de educaci?n primaria (nombramientos, ceses, licencias, ascensos, servicios, etc.).

2. Escuelas de educaci?n primaria. 3. Inspecciones a escuelas primarias. 4. Estad?stica escolar. 5. Actas de ex?menes profesionales de la Escuela Normal

de Jalisco. 6. Certificados de estudios de las carreras de maestros y

educadoras en la Escuela Normal de Jalisco. 7. Certificados de sexto a?o de educaci?n primaria. 8. Constancias de estudios de segundo a quinto a?o de educaci?n primaria. 9. Constancias de pr?cticas en escuelas primarias. 10. T?tulos. 11. Sueldos. 12. Correspondencia. Director: Prof a. Ignacia Ala torre Ramos. Ubicaci?n: Gonz?lez Ortega 319.

Horas de visita: Lunes a viernes de 9 a 15 horas.

Archivo General de Gobierno del Estado de Jalisco El 27 de enero de 1857, Ignacio Comonfort expidi? la

Ley org?nica del registro del estado civil. Esta ley fue dada a conocer en Guadalajara el 19 de febrero por el gobernador

Jes?s Camarena, quien el dos de marzo decret? el Regla

mento para la ejecuci?n de la ley org?nica del registro del estado civil. En el art?culo 3? de este reglamento se men cionaba que los registros de los cinco curatos de Guadalajara This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:48 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


LOS ARCHIVOS DE GUADALAJARA

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"se llevaran por un oficial nombrado por el gobierno a pro puesta del jefe pol?tico".7

A partir del 7 de julio de 1857 esas cinco oficinas del registro civil empezaron a enviar copias de los libros que llevaban a la secretar?a del gobierno. As? naci? el Archivo General de Gobierno del estado de Jalisco. Con las leyes de Reforma el registro civil funcion? independientemente de la iglesia. Por las razones que hemos dado se deduce que el archivo de gobierno tiene documentaci?n de 1857 a 1973. Esta docu mentaci?n la forman los extractos y/o copias de los origina les de los libros de actas de los registros civiles de los 124 municipios y de las delegaciones del estado de Jalisco. Los libros se encuentran acomodados en estantes y dis puestos en estricto orden cronol?gico. Cada a?o tiene un ?ndice por orden alfab?tico con el nombre de los municipios

y delegaciones. Todos los libros registran las partidas de

enero a diciembre. Al final incluyen un ?ndice alfab?tico con los apellidos de los interesados. Las actas son manuscritas en su mayor?a. Ramos del registro civil:

a) nacimientos (hijos naturales y leg?timos) b) nacimientos de fetos c) matrimonios

d) defunciones

e) defunciones de fetos f) defunciones en el hospital civil g) declaraci?n de ausencia y presunci?n de muerte h) emancipaciones y tutelas

i) ejecutorias

j) adopciones

k) reconocimientos 7 Colecci?n de los decretos, leyes, reglamentos, etc. emanados de los

ministerios de la Rep?blica Mexicana y dados a conocer en Jalisco Periodo 1855-1866, Guadalajara, marzo 2, 1857.

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152 CARMEN CASTA?EDA Director: Secretar?a General de Gobierno del Estado de Jalisco.

Ubicaci?n: Planta baja, ala este del palacio de gobierno.

Horas de visita: Lunes a viernes de 9 a 15 horas y s?bados de 9 a 13 horas.

Archivo Hist?rico del Estado de Jalisco Por disposici?n de la secretar?a general de gobierno se

inici? en diciembre de 1973 la organizaci?n del acervo de este archivo que se encontraba en completo desorden en una bo

dega. El material que se localiz? abarca los a?os de 1857 a 1973 e incluye documentos manuscritos e impresos, peri?dicos, revistas, folletos y mapas.

Los documentos se ordenaron cronol?gicamente en 3 461 legajos. Cubren los a?os de 1857 a 1972 y se refieren a los siguientes ramos:

a) administrativo.

b) ganader?a.

c) beneficencia.

d) social.

e) dotaci?n de aguas y ejidos. f) fomento.

g) gobernaci?n. h) hacienda. i) justicia.

j) secretar?a particular de gobierno. k) sub-secretar?a general de gobierno. 1) secretar?a general de gobierno.

m) educaci?n p?blica.

n) penitenciar?a. ?) departamento de trabajo y previsi?n social.

Las revistas y los peri?dicos se clasificaron por el sistema de kardex. En los estantes se encuentran arreglados en orden This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:48 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


LOS ARCHIVOS DE GUADALAJARA

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alfab?tico y cronol?gico dentro de cada t?tulo. Est?n regis trados a la fecha 310 t?tulos. Los folletos se han acomodado por orden alfab?tico. Director: Helen Ladr?n de Guevara. Ubicaci?n: Av. Prolongaci?n Alcalde 1351, Uni

dad Administrativa Estatal, edificio "B", s?tano.

Horas de visita: Lunes a viernes de 9 a 13 horas y de 15 a 19 horas. S?bados de 9 a 13 horas.

Archivo de Instrumentos P?blicos Su acervo form? parte del archivo de la Real Audiencia de Guadalajara. En la actualidad engloba tres ramos: el de notar?as, el de tierras y aguas y el de gobierno de la audiencia.

1. Ramos de notar?as. Comprende los protocolos de los no tarios y escribanos p?blicos de Guadalajara. Hay cientos de tomos, cada uno con cientos de fojas. Empiezan a fi nales del siglo xvi y corren hasta la fecha. Existe un ?ndice

manuscrito con los nombres de los notarios, vol?menes de sus protocolos y fechas que les corresponden; los vo l?menes rara vez tienen un ?ndice anal?tico y contienen entre otras las materias siguientes: a) ventas de tierras, casas, esclavos, productos agr?colas, f?bricas (molinos, tener?as, etc.), minas, etc.

b) compa??as de negocios entre particulares, reconoci mientos y obligaciones de deudas, dotes, hipotecas de

bienes ra?ces (haciendas, casas), hipotecas eclesi?sticas.

c) poderes especiales y generales, poderes para testar, testamentos, hijuelas, etc.

Este archivo tambi?n ha recibido los protocolos de los notarios de algunos pueblos aleda?os a Guadalajara. Richard Lindley, quien consult? este ramo, opina que este archivo de notar?as, con sus obligaciones, ventas, poderes, testamentos, This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:48 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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CARMEN CASTA?EDA

hipotecas, es una de las m?s ricas colecciones de M?xico y tal vez de Am?rica. 2. Ramo de tierras y aguas. Comprende aproximadamente 300 vol?menes (de 1584 a 1820) que registran asientos y t?tulos (muchas veces con planos interesantes) de las dotaciones o mercedes de tierras otorgadas en la juris dicci?n de la audiencia de la Nueva Galicia, pleitos sobre tierras entre particulares y comunidades, medidas, confir

maciones y composiciones de tierras. Este ramo tiene un importante ?ndice que consigna la jurisdicci?n donde est? localizada la propiedad comunal de los ind?genas desde 1584.8

3. Ramo de gobierno de la audiencia de la Nueva Galicia.

Aproximadamente 80 tomos de 1675 a 1750. Estos libros registran:

a) licencias de todas clases dadas por la audiencia, re

partimientos de indios, exportaci?n de ganado a Nue va Espa?a, construcci?n de molinos, trapiches, obra jes, etc., establecimiento de servicios de transporte (canoas), mercedes y confirmaciones de tierras. b) confirmaciones de elecciones de alcaldes y regidores

de la jurisdicci?n de la Nueva Galicia.

c) nombramientos de curas, alcaldes mayores, corregido res, etc., de la jurisdicci?n de la Nueva Galicia. Director: Lie. Alejandro Hern?ndez Alvirde.

Ubicaci?n: Planta baja, ala suroeste del pala cio de justicia, Hidalgo 190.

Horas de visita: Lunes a viernes de 9 a 14 horas y s?bados de 9 a 13 horas. 8 ?ndice alfab?tico de los expedientes que obran en la oficina deno minada "Archivo de instrumentos p?blicos de Guadalajara" referentes a terrenos de ind?genas ubicados en territorio que fue jurisdicci?n de la Real Audiencia de Guadalajara, comprendi?ndose en ella los reinos de Nueva Galicia, Nueva Vizcaya y provincias subalternas.

Ejemplo:

Pueblo juridiscci?n estado a?o exped. legajo Acaponeta Acaponeta Nayarit 1717 8 65 This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:48 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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Archivo Municipal En el valle de Atemajac qued? establecida por cuarta y ?ltima vez la ciudad de Guadalajara y lo mismo pas? con

su ayuntamiento que se instal? defintivamente el 14 de fe brero de 1542. Esta corporaci?n, que administra los intereses del municipio, tuvo tambi?n su propio archivo. Dos reales c?dulas de Carlos II, una de 1530 y otra de 1548, ordenaban la formaci?n de los archivos municipales: ordenamos y mandamos a los cabildos y regimientos de las ciudades y villas que hagan recoger todas las c?dulas y pro visiones por los se?ores reyes nuestros antecesores y por nos

dadas en beneficio y privilegio de sus comunidades, y las

dem?s escrituras y papeles que convengan; y hecho inventario de ellas las pongan en un archivo. . .9

A pesar de los numerosos traslados que ha sufrido, el archivo municipal guarda todav?a abundante y rica docu mentaci?n. No tiene material del siglo xvi porque se le prest? al cronista franciscano fray Antonio Tello, quien lo utiliz? en su Cr?nica miscel?nea y nunca lo devolvi?. Igual suerte corrieron el libro del real patronato y el de las reales c?dulas. Un antiguo director del archivo, el se?or Luis M. Rivera, los sac? en calidad de pr?stamos y jam?s los regres?. Los documentos de este archivo est?n acomodados m?s

o menos cronol?gicamente en cajas. Por ejemplo, existen

257 cajas con legajos desde el siglo xvn hasta el a?o de 1913. Aunque el arreglo en que est?n los documentos en las cajas no corresponde al orden con que se citan en los ?ndices, es necesario consultar ?stos para saber qu? ramos se encontra r?n en el archivo y de qu? fecha.10 El mismo se?or Rivera, quien elabor? los ?ndices, paleografi? numerosos documentos 9 Actas de cabildos de la ciudad de Guadalajara, vol. i, 1607-1635, Gua dalajara, Ayuntamiento de Guadalajara 1968-1970, IJAH, 1970. (Existe una copia mecanografiada en la Biblioteca Nacional de M?xico, Secci?n de libros raros o curiosos y manuscritos.) 10 Luis M. Rivera: ?ndice cronol?gico de los principales documentos

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carmen casta?eda

del archivo municipal y redact? peque?as monograf?as utili zando documentos de ese archivo.11 Ramos principales que comprende el archivo municipal:

1. Libros de cabildo desde 1607 hasta 1974 (hay algunas

lagunas al principio del siglo xv?n). El primer libro ca pitular abarca de enero de 1607 a 18 de junio de 1668, consta de 319 folios, fue paleografiado bajo la direcci?n

del profesor Jos? Luis Razo Zaragoza y editada una

parte por el ayuntamiento de Guadalajara 1968-1970.12

2. Gobierno municipal (elecciones; nombramientos y sa larios de regidores, escribanos, mayordomo, alf?rez real,

abogado, veedor, alguacil, apoderado en Madrid; eti queta) . 3. Alcabalas e impuestos municipales sobre la compra y venta de casas. 4. Aguas, ba?os, saneamiento. 5. Calamidades p?blicas, hospitales, beneficencia. 6. Instrucci?n y beneficencia p?blica (escuelas, colegios, beater?os, universidad, casa de cuna, hospicio de pobres). 7. Comercio de menudeo, plazas, abastecimiento, merca dos, etc. 8. Conventos de monjas y de religiosos. 9. Fiestas (paseo del pend?n, procesiones, artistas, come dias, bailes, entremeses, fiestas de guardar, nacimiento de

pr?ncipe, fiestas de San Miguel y Corpus, recepciones a obispo y a gobernador, jura de los reyes). de inter?s para la historia pol?tica y municipal de la ciudad, con ano

taci?n del legajo en que se hallan, n?mero de orden que guardan en ?l, y, en su caso, expresi?n de la foja que ocupan en el expediente

relativo??poca colonial, 1542-1808, T. i, formado en 1916, manuscrito. -: ?ndice.. .??poca colonial (continuaci?n) 1809-1821, T. il, for mado en 1917, manuscrito. il Luis M. Rivera: Secci?n hist?rica de la Gaceta Municipal de Gua

dalajara (Documentos in?ditos y monograf?as), T. i, ?poca colonial, Guadalajara, Imp. y Ene. de Maximino Bobadilla, 1917; T. h, ?poca colonial y periodo de la guerra de Independencia, Guadalajara, Tall.

Gallardo y Alvarez del Castillo, 1919. 12 Actas, cit.

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LOS ARCHIVOS DE GUADALAJARA

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10. Lutos y funerales por la muerte de los reyes. 11. Bandos, correspondencia y providencias sobre panader?as, pulper?as, tendejones, etc.

12. M?dico municipal.

13. Ejidos.

14. Estancos (por ejemplo, el de vinos). 15. C?rcel municipal, casa de recogidas. 16. Casa de abastos (carne, matanza de ganado). 17. Representaciones al rey y c?dulas reales. 18. Calles (nomenclatura, aseo, pavimentos), servicios p? blicos, mantenimiento de puentes, caminos, etc. 19. Libros de alh?ndiga y p?sito (compra, venta, precios, escasez de trigo y ma?z, listas de art?culos de primera

necesidad). 20. Cofrad?as. 21. Administraci?n municipal; cuentas de los ramos de pro pios y arbitrios de la ciudad. 22. Junta de polic?a. 23. Padrones, censos. 24. Cambios pol?ticos. 25. Correspondencia, consultas, ?rdenes superiores que ha blan de las relaciones entre el ayuntamiento y la au diencia. El archivo municipal tiene adem?s: a) Reglamentos, leyes, informes, decretos del ayunta

miento de Guadalajara (799 piezas).

b) Ediciones publicadas por el ayuntamiento. c) Peri?dicos: El Estado de Jalisco desde 1892; el Diario Oficial de la Federaci?n desde 1943; la Gaceta Municipal. d) Folletos, libros, op?sculos desde 1793. La mayor?a, sobre la historia de Guadalajara. Director: Salvador G?mez Garc?a.

Ubicaci?n: Parte alta de las oficinas del regis tro civil, Avenida Alcalde 964.

Horas de visita: Lunes a viernes de 9 a 15 horas y s?bados de 9 a 13 horas.

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carmen casta?eda

Biblioteca P?blica

Estamos de acuerdo con el padre G?mez Ca?edo la Biblioteca P?blica de Guadalajara "se ha conver

uno de los m?s importantes y mejor cuidados repos

documentales de M?xico.. . gracias a la ejemplar ci?n de su director, Jos? Cornejo Franco".13

La biblioteca alberga hoy archivos y biblioteca civiles como eclesi?sticos, de Guadalajara y de la

Galicia. El 24 de julio de 1861, cuando el gobernador

Ogaz?n, aconsejado por Ignacio L. Vallar?a y Jos Vigil, decret? la fundaci?n de la Biblioteca P?blic

tado de Jalisco, los libros que pertenec?an al Instit Colegio Seminario de Se?or San Jos? y a los conv San Francisco, Santo Domingo, El Carmen, San Agu Merced y San Felipe pasaron a formar el acervo de teca. Desde su inauguraci?n, el 18 de diciembre de biblioteca ha aumentado sus fondos. A continuac descripci?n de ?stos:

1. Archivo judicial de la audiencia de Nueva Gali legajos, desde mediados del siglo xvi hasta 182 archivo comprende tres ramos: civil, criminal y

trativo. Los documentos se refieren a toda clase de p

sobre muchas cosas, incluso sobre tierras y sobre ind?genas; causas seguidas contra criminales, aun "insurgentes" de 1810 a 1820; asuntos administra

concursos de bienes sobre deudas; testamentos, inven

de bienes de difuntos; etc. Eric Van Young ela ?ndice parcial (60 legajos) de este archivo. Su brinda indicaciones detalladas de las materias q tiene cada legajo. Es necesario consultar adem?s dice publicado de este archivo. 14

13 Lino G?mez Ca?edo: Los archivos de la historia de A

M?xico, Instituto Panamericano de Geograf?a e Historia, 1961, 14 Luis P?ez Brotchie: La Nueva Galicia a trav?s de su viejo

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LOS ARCHIVOS DE GUADALAJARA

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2. Archivo fiscal de la audiencia de Nueva Galicia. Esta serie se compone de unos 1500 tomos que tocan princi

palmente asuntos fiscales y abarcan tambi?n la ?poca

independiente. Eric Van Young ha elaborado un ?ndice parcial (500 tomos) de esta fuente incomparable para la historia econ?mica y pol?tico-administrativa de la Nueva

Galicia y del estado de Jalisco. Los tomos est?n todos revueltos en cuanto a las fechas.

3. Archivo del juzgado general de bienes de difuntos. Apro ximadamente 200 legajos desde el siglo xvi hasta los pri meros a?os del xix (1550-1810). Se encuentran en orden cronol?gico. Este archivo contiene principalmente docu mentos que tratan de los bienes de particulares que mu rieron sin dejar testamento; se incluyen tambi?n unos expedientes sobre causas civiles que no tocan a bienes de difuntos (bienes de comerciantes, hacendados, ran cheros, mineros, oficiales p?blicos, eclesi?sticos, indios, ca

ciques, etc.) ; inventarios de bienes de todas clases (casas, propiedades r?sticas, tiendas, etc.) ; libros de cuentas de propiedades rurales y negocios; concursos de acreedores; acciones contra los bienes de deudores difuntos (institui das por particulares, eclesi?sticos, comunidades religio sas, varios ramos del gobierno, etc.) ; divisiones de bienes entre herederos; testamentos.

4. Archivo de gobierno del estado de Jalisco. Sus documen tos abarcan desde 1850 hasta 1920. Comprende registros de hacienda, documentos de gobierno, registros de bene ficencia y documentos judiciales. 5. Manuscritos varios de la ?poca colonial. La mayor?a, de car?cter religioso con fechas que van desde el siglo xvi hasta el xix. Existe un ?ndice de estos manuscritos.15

6. Archivo de la antigua Universidad de Guadalajara. Le vo judicial??ndice anal?tico de los archivos de la Nueva Galicia o de

Guadalajara y del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Jalisco, M?xico, Antigua Librer?a Robredo, de Jos? Porr?a e hijos, 1939. 15 Manuscritos pertenecientes a la Biblioteca P?blica del Estado de Jalisco (250), 33 pp. (mecanografiado) .

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CARMEN CASTA?EDA

gajos de la Universidad de Guadalajara y de otras ins tituciones educativas desde 1792 hasta mediados del si

glo xix. Hemos elaborado un ?ndice de este archivo: a) 8 libros de asientos de matr?culas en las cuatro facul tades: teolog?a, c?nones, leyes y medicina. b) 4 libros de juramentos de cursos y de asientos de cur sos ganados en las facultades. c) 5 libros de asientos de grados de bachilleres, licencia dos, doctores y maestros en todas las facultades. d) 5 libros de claustros de doctores, de consiliarios y de

hacienda.

e) libros de actas, correspondencia. f) libros de colegios de ni?as, del Colegio de San Juan y de cofrad?as. 7. Libros. 300 000 vol?menes desde el siglo xvi hasta la fecha. Se recomienda consultar cuatro cat?logos publicados.16 8. Folletos, peri?dicos y colecciones peri?dicas. Forman uno de los ramos m?s valiosos de la biblioteca. Desde el siglo

xvii a la fecha.

Director: Prof. Jos? Cornejo Franco.

Ubicaci?n: Hidalgo y Liceo.

Horas de visita: Lunes a s?bados de 9 a 21 horas.

16 Robert Duclas: Catalogo de los libros impresos en Par?s durante

el siglo xvi existentes en la Biblioteca P?blica de Guadalajara, Gua

dalajara, Imp. Universitaria, 1957.

-: Cat?logo descriptivo de los libros impresos en la ciudad de Salamanca en el siglo xvi existentes en la Biblioteca P?blica de Guada lajara, M?xico, 1961.

Loma Lavery Stafford: Cat?logo de incunables de la Biblioteca P?blica del Estado de Jalisco, compilado, con introducci?n y notas, por ..., M?xico, Imp. Nuevo Mundo, 1948. Jos? Mar?a Vigil: Cat?logo de los libros que existen en la Biblio teca P?blica del Estado de Jalisco, Guadalajara, Tip. de S. Banda, 1874, 2 Vols.

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LOS ARCHIVOS DE GUADALAJARA 161 BIBLIOGRAF?A Actas de cabildos de la ciudad de Guadalajara, vol. i, 1607-1635, Guadalajara, Ayuntamiento de Guadalajara 1968-1970, IJAH, 1970, 422 pp. Alessio Robles,, Vito: Bosquejos hist?ricos, M?xico, Editorial Po lis, 1938, 475 pp. (Guadalajara: pp. 433-439.) Ben?tez, Jos? R.: "Breves noticias sobre la Biblioteca P?blica de Guadalajara" en Homenaje a don Francisco Gamoneda?Misce l?nea de estudios de erudici?n, historia, literatura y arte, M?xi co, Imprenta Universitaria, 1946, pp. 55-70. Bolton, Herbert E.: Guide to materials for the history of the United States in the principal archives of Mexico, Washing ton, Carnegie Institute, 1913. Reimpresi?n: Nueva York, Kraus Reprint, 1965, 553 pp. (Guadalajara: pp. 379-385.) Carrera Stampa, Manuel: Archivalia mexicana, M?xico, UN AM, Instituto de Historia, 1952, 276 pp. (Guadalajara: pp. 136-141.)

De la Mora L., Miguel y Gonz?lez Navarro, Mois?s: "Jalisco?La historia y sus instrumentos" en Historia Mexicana, i: 1 (jul. sept. 1951), pp. 143-163. Duclas, Robert: Cat?logo de los libros impresos en Par?s durante el siglo XVI existentes en la Biblioteca P?blica de Guadalajara, Guadalajara, Imprenta Universitaria, 1957, 464 pp.

-: Cat?logo descriptivo de los libros impresos en la ciudad

de Salamanca en el siglo xvi existentes en la Biblioteca P?blica de Guadalajara, M?xico, 1961, 247 pp. G?mez Ca?edo, Lino: "Archivos eclesi?sticos en M?xico", en Anuor rio de Bibliotecolog?a, Archivolog?a e Inform?tica, n: 3 (1971), pp. 151-165.

-: Los archivos de la historia de Am?rica?Periodo colonial espa?ol, M?xico, Instituto Panamericano de Geograf?a e His toria, 1961, 2 vols. (Bibliotecas y archivos de Jalisco: i, pp. 320-326.)

-: "Some Franciscan sources in the archives and libraries of

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(Provincia de Jalisco, p. 148). Greenleaf, Richard E,. ed.: Research in Mexican history, or the Committee on Mexican Studies Conference on Latin American

History, Univ. of Nebraska Press, Lincoln, 1973, 226 pp. Igu?niz, Juan B.: Los historiadores de Jalisco?Epitome bibliogrd This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:48 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


162 CARMEN CASTA?EDA fico, M?xico, Oficina Impresora de la Secretar?a de Hacienda, 1918, 114 pp.

-: "Excursi?n bibliogr?fica a Guadalajara", en Bolet?n del

Museo Nacional de Arqueolog?a, Historia y Etnolog?a, i (1911), pp. 65-68. Kroeber, Clifton B.: "La Biblioteca P?blica del Estado de Jalisco, Guadalajara", en The Hispanic American Historical Review, xliv: 3 (1964), pp. 377-381.

L?pez, Jos? Eucario: Cedularios capitulares de Guadalajara, In dices, Guadalajara, 1967, s.n.p. (mecanografiado.)

-: Cedulario de la Nueva Galicia, recopilaci?n y paleograf?a de.. ., Guadalajara, Editorial Lex, 1971, 216 pp. Millares Carlo, Agust?n: Repertorio bibliogr?fico de los archivos mexicanos y de las colecciones diplom?ticas fundamentales para la historia de M?xico, M?xico, Imp. Aldina, 1948, 186 pp. [Pu blicaciones del Instituto de Historia, 1* serie, N9 6.] (Guada lajara: pp. 73-76.)

-: Notas bibliogr?ficas acerca de archivos municipales, edicio

nes de libros de acuerdo y colecciones de documentos concejiles, Madrid, Direcci?n General de Archivos y Bibliotecas, Servicio de Publicaciones del Ministerio de Educaci?n Nacional, 1952,

772 pp. (Guadalajara: pp. Ill y 112.)

P?ez Brotchie, Luis: La Nueva Galicia a trav?s de su viejo archivo judicial??ndice anal?tico de los archivos de la Nueva Galicia o de Guadalajara, y del Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Jalisco, Introd. de Vito Alessio Robles, M?xico, Antigua Librer?a Robredo, de Jos? Porr?a e hijos, 1939, 173 pp. Pompa y Pompa, Antonio: "Contribuci?n del INAH para la con servaci?n de los archivos mexicanos fuera de la capital", en Memoria del Primer Congreso de Historiadores de M?xico y los Estados Unidos, M?xico, Edit. Cultura, 1950. (Guadalaja

ra: p. 79.)

Stafford, Lorna Lavery: Cat?logo de incunables de la Biblioteca P?blica del Estado de Jalisco, compilado, con introducci?n y notas, por..., pr?logo de Jos? Cornejo Franco, M?xico, Imp. Nuevo Mundo, 1948. Villase?or y Villase?or, Ramiro: Bibliograf?a general de Jalisco,

Guadalajara, Publicaciones del Gobierno del Estado de Jalis co, 1958, i, A-F.

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EXAMEN DE LIBROS Francisco Morales: Ethnic and social background of the

Franciscan friars in seventeenth century Mexico. Wash ington, Academy of American Franciscan History, 1973, xiv +166 pp. [Monograph Series, 10].

Este reciente libro de Francisco Morales, O.F.M., podr?a de

finirse como una obra de historia social en la que el an?lisis cuan titativo de los datos proporcionados por las fuentes ha sido el procedimiento seguido para llegar a una conclusi?n bastante sim ple: en M?xico, en el siglo xvn, la orden franciscana atrajo princi

palmente a creyentes blancos ?espa?oles y criollos? de la clase media. La conclusi?n, en realidad, se aplica s?lo a la provincia del Santo Evangelio, pues los datos manejados provienen exclu sivamente de los conventos de M?xico y Puebla. Las fuentes b?sicas

de Morales fueron: a) los Puebla de los Angeles Papers de la bi blioteca John Carter Brown, b) el Fondo Franciscano de la Biblio teca Nacional de Antropolog?a e Historia, y c) el Archivo Francis

cano de la Biblioteca Nacional de M?xico. Los dos primeros

contienen ricas colecciones de informaciones de novicios; el ter cero, documentos diversos sobre el modo de admitir candidatos a la orden y sobre cuestiones internas de la misma. La elecci?n del siglo xvn como per?odo de estudio se debi? a la abundancia de documentaci?n disponible de esa fecha, y a que fueron muy numerosas las profesiones de criollos y no tanto las

de espa?oles, como en los primeros a?os de la evangelizaci?n.

Con este hecho muestra Morales un importante aspecto del cre

cimiento de la sociedad criolla durante el segundo siglo de la colonia.

La obra consta de siete cap?tulos. El primero estudia los pro blemas de la selecci?n de los candidatos a ingresar en la orden, poniendo ?nfasis en la cuesti?n de la pureza de la sangre, cuesti?n que, muestra Morales, llega al siglo xvn desprovista de su signi ficado original religioso-racial y convertida en un elemento de status social, de cuya consideraci?n no escapaban las ?rdenes men dicantes. El autor da tanta importancia a este punto que inclusive

le dedica las ?ltimas palabras del libro: "Todo estudio sobre la 163

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EXAMEN DE LIBROS

composici?n ?tnica y social de una orden religiosa que no lo tome en cuenta corre el riesgo de llegar a conclusiones muy discutibles." El segundo y el tercer cap?tulos tratan de la admisi?n de in dios y mestizos a la orden ser?fica, uno de ellos ocup?ndose de las primeras teor?as y experiencias del siglo xvi, y el otro estu

diando el fen?meno en la pr?ctica en el siglo xvn. El cap?tulo

cuarto se ocupa del desarrollo de los grupos de frailes criollos, gachupines (espa?oles que tomaron h?bito en la pen?nsula) e hijos de provincia (espa?oles que tomaron h?bito en M?xico) y de los conflictos entre ellos, que dieron por resultado la implantaci?n del sistema de "ternativa" en el gobierno de la provincia. Los tres ?ltimos cap?tulos est?n dedicados al origen social de la gran mayor?a de los miembros de la orden en el xvn, esto es crio llos y espa?oles, estudiando por separado a: 1) hijos de miembros de la nobleza, hidalgos y caballeros ?con un subcap?tulo innece sario sobre la nobleza en Nueva Espa?a?, 2) hijos de funcionarios de gobierno, comerciantes, terratenientes y profesionales, y 3) hi jos de artesanos.

El estudio de Morales parte de las informaciones con que los candidatos apoyaban su solicitud de ingreso a la orden. El autor las agrupa de acuerdo a la ocupaci?n o clase social de los padres de estos candidatos del modo que queda referido en el p?rrafo anterior. Cuando se trata de candidatos de cierta edad es frecuente

que los antecedentes tomados en cuenta sean los del propio as pirante y no los de sus padres. El procedimiento no es siempre muy feliz, porque los cajones de la clasificaci?n no son excluyen tes uno de otro. Entre los hidalgos y caballeros, por ejemplo, hay funcionarios de gobierno que Morales ya no cuenta entre ?stos. Si aparece por ah? alg?n artesano que haya ocupado alg?n puesto oficial, como Blas Segura, padre de Manuel Segura (p. 119) nues tro autor lo clasifica entre los artesanos. Cuando llega el momento de clasificar a Diego Picaso, padre de Alonso S?nchez Picaso (p. 107), comerciante que ocup? una posici?n en el gobierno, se le mete en el casillero de los funcionarios. Caso llamativo es el de fray Diego Mendes de Sousa (p. 89), hijo de padres de condici?n hidal ga, bachiller, licenciado y doctor por la Universidad de Coimbra, a quien se cuenta entre los hijos de hidalgos. En cambio a fray Gonzalo ?lvarez de Sousa, portugu?s como el anterior, tambi?n hijo de hidalgos, maestro en arquitectura por la Universidad de M?xico, se le cuenta entre los profesionales. Las inconsistencias This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:54 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


EXAMEN DE LIBROS

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de este tipo son tan numerosas que el lector a cada momento

tiene que ponerse a reflexionar ?por qu? ?ste aqu? y el otro all?? El hecho podr?a no tener importancia si no se tratase de un tra bajo de tipo cuantitativo, pues pensar?a el lector: nos est? dando ejemplos variados, para que veamos todas las modalidades y cir cunstancias. Pero no. Morales est? haciendo una clasificaci?n muy formal.

Las estad?sticas que el libro ofrece, tomadas de las mismas in formaciones, no son equiparables pues no cubren siempre ni las mismas ?reas ni las mismas fechas. As? pues, son discutibles las comparaciones que el autor establece entre unos y otros cuadros.

La rica informaci?n contenida en las fuentes hubiera podido ser tal vez mejor aprovechada, incluyendo datos como lugar

de nacimiento del candidato, edad de ingreso a la orden, etc., si Morales hubiera recurrido a un sistema de tablas gr?ficas o matri ces, donde no hay necesidad de sacar totales o porcentajes, sino s?lo de construir con ellos un diagrama visual. Es desde luego el sistema m?s adecuado para aquellos casos en que la informaci?n no es homog?nea. Dos cuestiones discutibles m?s hay que se?alar. La primera es que puesto que el autor hace muy pocas menciones sobre la edad de los candidatos admitidos y ninguna sobre la longevidad de los frailes, hay que suponer en todos los grupos sociales estudiados una misma situaci?n al respecto, ya que de otro modo pudieran

modificarse algunas conclusiones. La segunda es ?sta: los candi datos admitidos en la orden en el siglo xvn fueron 2 500 aproxi madamente, y los datos de que Morales dispone se refieren a s?lo 1 300, de los cuales casi 1 100 pertenecen al grupo de hijos de funcionarios de gobierno, comerciantes, terratenientes y profesio nales. Las conclusiones que nos ofrece son v?lidas si y s?lo si la

otra parte no estudiada ?casi la mitad de los frailes? tiene las

mismas caracter?sticas.

Tocando un tema m?s subjetivo, el lector se siente tentado a reflexionar sobre un punto: el inter?s del autor ?que sabemos es compartido por otros historiadores religiosos? por ir descu

briendo c?mo las ?rdenes mendicantes se iban apartando cada vez m?s de sus ideales primitivos y c?mo pesaban en sus decisiones consideraciones de tipo pol?tico, prejuicios raciales, conveniencias sociales, y hasta modos y man?as. La labor de algunos de los pri meros evangelizadores en Nueva Espa?a fue excepcional aun para

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EXAMEN DE LIBROS

el siglo xvi, y no queda fuera de esta consideraci?n la orden fran ciscana. El hecho de que muchos historiadores religiosos de nues tros d?as se muestren dispuestos a estudiar sin prejuicios la historia

de la iglesia es por cierto digno de encomio, y abre muchas espe ranzas en otros investigadores. Ellos tienen acceso a muchos archi vos vedados a los laicos, y cuyo contenido apenas ha sido dado a conocer a trav?s del tamiz de la m?s rigurosa censura. Esperemos de ellos el fruto de investigaciones tan interesantes como la presente.

Bernardo Garc?a Mart?nez El Colegio de M?xico

Nuevas notas sobre las haciendas mexicanas Ricardo Lancaster Jones, de Guadalajara, Jal. ("La biblioteca jaliscience", en Historia Mexicana, n: 2 [6] [oct.-dic. 1952], pp. 281-285; y "La hacienda de Santa Ana Apacueco", en Bolet?n de la Junta Auxiliar Jaliscience de la Sociedad Mexicana de Geograf?a y Estad?stica, ix: 4 y 5 [ene.-abr. 1951], pp. 149-178), enriquece la literatura hist?rica sobre las haciendas mexicanas con una nueva aportaci?n: Haciendas de Jalisco y aleda?os?1505-1821, Guadala jara, Financiera Aceptaciones, 1974.

El texto de este libro viene acompa?ado de numerosas ilus

traciones, fotograf?as de portadas de casas habitaci?n, un acueduc to, una iglesia, un patio interior, fuentes de diversas haciendas y reproducciones parciales de mapas y otros documentos que el autor ha ido coleccionando perseverantemente. En lo que escribe el autor va a su asunto en derechura, f?cil y sencillamente, le interesan los individuos que por merced, com posici?n o compra hicieron y deshicieron esas grandes propiedades territoriales llamadas haciendas. Primero fueron ?stas los premios del conquistador, empezando por ?u?o de Guzm?n, despu?s los de los hombres de empresa. Acaparando y peleando por tierras, los espa?oles conocieron la geograf?a de Nueva Galicia, distinta por silvestre, despoblada y m?s vasta que la de Nueva Espa?a. Seg?n lo que encontraban, configuraron haciendas grandes en tierras ma las o pobres para la agricultura, chicas en tierras de regad?o, y enormes que llenaron de ganado mayor aprovechando los pasti zales de aqu? y de all? para formar potreros. A veces conservaron los nombres ind?genas de los lugares, otras dieron nombres espa This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:54 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


EXAMEN DE LIBROS

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?oles a r?os, cerros y rancher?as. Hay intento del autor, en la descripci?n de las haciendas, de dar idea de la extensi?n de las propiedades ?cu?nto mide una caballer?a de tierra, cu?ntas caba ller?as forman un sitio de ganado mayor? y, por otra parte, de precisar los componentes de una hacienda: estancias, ranchos,

potreros. Mientras m?s grandes las propiedades m?s dif?ciles eran de ad ministrar; ni a pie ni a caballo se pod?an recorrer de manera de

establecer eficaz vigilancia. Se necesitaban a veces no uno sino varios administradores. La explotaci?n variaba por lo mismo, lo que facilitaba y propiciaba la fragmentaci?n frecuente de la gran

propiedad cuando el desinter?s o la penuria del due?o hac?an

apetecible la venta de tierras. Para conservar la integridad de las grandes haciendas los novogalaicos quisieron establecer v?nculos y mayorazgos. Hubo uno en el siglo xvn (1619) y otros en el xv?n.

Se?ala el autor la poca significaci?n que tuvo la encomienda en Nueva Galicia como proveedora de mano de obra; en cambio, la importancia del repartimiento de indios "segadores y pajare ros" en el siglo xv?n. Entre los religiosos poseedores de haciendas en Jalisco destacan los jesu?tas, quienes hac?an los necesarios arreglos para que nadie atravesara o transitara por sus propiedades; por ejemplo, por la ha

cienda de Toluquilla. Despu?s de 1767, el primer marqu?s de

Panuco, Francisco Javier de Vizcarra, adquiri? las haciendas jesu?

tas de la Sauceda y Toluquilla, y Pedro Romero de Terreros la de San Ignacio, en lo que es hoy el estado de Colima. Otras

?rdenes religiosas, de mercedarios, juaninos, agustinos, carmelitas, dominicos y betlemitas, antes y despu?s de la expulsi?n de los jesu?tas, poseyeron haciendas en Jalisco. Como particulares, algunos

cl?rigos fueron due?os de haciendas importantes. El autor conviene en que las cr?ticas que se han hecho al "lati fundio" son en cierta manera justas. Sin embargo, las haciendas no s?lo fueron nocivos latifundios. La hacienda, dice ?l, siguiendo a Fran?ois Chevalier, "fue un medio para la incorporaci?n del indio a la civilizaci?n, sac?ndolo del aislamiento en que estaba en sus pueblos exclusivamente ind?genas y ense??ndole otras t?cnicas de

cultivo (p. 87) ". A?ade que "las haciendas grandes y peque?as

nacieron de la necesidad de cultivar las tierras con escasa mano de

obra (p. 86) ". Formaron pues parte de la historia de la vida eco n?mica colonial y para conocer las diversas facetas del problema

de la tierra y su explotaci?n es de desear que otros autores

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EXAMEN de libros

contribuyan a su conocimiento. El autor de este estudio, en el que lamentablemente los impresores no pusieron empe?o, como se ve, predica con el ejemplo en este trabajo corto, preciso, hecho con entusiasmo e inter?s, en el que aprovecha recientes publicaciones y documentos a los que el investigador no tiene f?cil acceso. Otro tono y distinta presentaci?n tiene el trabajo de Elinore M. Barrett, "Encomiendas, mercedes and haciendas in the Tierra Caliente of Michoac?n", en Jahrbuch f?r Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas, 10 (K?ln Wien, B?hla Verlag, 1973), pp. 71-112.

En este caso se trata de una presentaci?n impecable y una

pormenorizada y acad?mica investigaci?n. El tema del estudio es el mismo: qui?n, c?mo y porqu? ha pose?do la tierra en el M?xico colonial ("This paper is principally concerned with the acquisitio and utilization of land by Spanish settlers and their descendants in the colonial period", p. 72). La autora se refiere a propiedades

en el valle del r?o Tepalcatepec, desde el volc?n de Tanc?taro

hacia el sur. El paisaje que la se?ora Barrett describe es distinto al del libro de Lancaster Jones: uno tropical, "no habitable para espa?oles", de ca?a de az?car y cacao; el otro templado, de ganad mayor. Pero los procedimientos para poseer la tierra (encomienda composici?n, merced y compra) son los mismos que en Jalisco, los

propios de pobladores y colonizadores llegados a todas las pro

vincias del dominio espa?ol. La riqueza de informaci?n para el valle del Tepalcatepec apoya

lo estudiado para la Nueva Galicia. Un proceso de algo m?s de

dos siglos en los cuales espa?oles y criollos de varia extracci?n y profesi?n fueron reconociendo y explotando tierras indias; unien do pedazos, unos ?tiles para la explotaci?n, otros necesarios para redondear el dominio de la tierra, hasta configurar grandes y pe que?as haciendas. Interesante es que la autora aproveche lo qu otros han dicho desmenuz?ndolo con inteligencia ("The church was not an important landowner", p. 72.. ., "but it did play an important role as holder of liens of land", p. 98) y que aproveche la riqueza documental sobre poblaci?n para elaborar el panorama de los habitadores de la regi?n. Es parte recapitulativa del estudio la sucinta historia que presenta de algunos de los propietarios de haciendas en esa Tierra Caliente de Michoac?n.

Mar?a del Carmen Vel?zquez El Colegio de M?xico. This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:50:59 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


EXAMEN DE LIBROS

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F. P. Wrangel: De Sitka a San Petersburgo al trav?s de M? xico, M?xico, Secretar?a de Educaci?n P?blica 1975, 199 pp. [SepSetentas, 194.] Del valor y de la resistencia f?sica del bar?n Wrangel y de su familia nadie puede dudar al leer sus aventuras a lo largo de un

viaje de siete a?os. Participa en un estudio del Mar Glacial,

para el cual tuvo que recorrer seis mil kil?metros de Siberia en trineo y sale de San Petersburgo en 1829 para ir a tomar posesi?n de su puesto como gobernador de Alaska ?la American rusa, como

la llamaron. Despu?s de servir cinco a?os en Sitka, lugar bien

triste para un arist?crata acostumbrado al esplendor de la corte imperial rusa, viene hasta la ciudad de M?xico en un intento de sondear la opini?n de la nueva rep?blica respecto a concesiones comerciales para Alaska y el eventual reconocimiento de la inde

pendencia de M?xico por el zar de todas las Rusias. Su viaje a trav?s de M?xico, desde San Blas donde desembarca hasta Vera

cruz donde toma nuevamente un velero rumbo a la Habana y

Nueva York, para finalmente regresar a San Petersburgo, transcu rre con ciertas penalidades propias de la ?poca pero sin grandes sobresaltos. La larga trayectoria permite al bar?n entablar conver saciones con muchas personas, sobre todo extranjeros de costumbres

y cultura europea semejante a la suya. Estas conversaciones le sirven a Wrangel para reforzar lo que ve con sus propios ojos: que M?xico est? en un estado de espantosa decadencia desde su

separaci?n de Espa?a, que "antes constru?an pero ahora nada m?s destruyen", que "todo se viene abajo", que los pocos extranjeros que se han quedado son los ?nicos seres morales, responsables, cultos, conscientes, en fin, gente decente, que hay en esta desgra

ciada rep?blica. "De la ruina y de la barbarie total al pa?s lo

salva la actividad de los extranjeros y precisamente a ellos es a quien m?s odian los mexicanos" (p. 132). Parece que Wrangel lleg? a M?xico con ciertos conocimientos acerca del pa?s, y es probable que leyera el espa?ol aunque no lo hablara. La realidad que encontr? no alcanz? a duplicar la bella imagen que ten?a, ni siquiera en cuanto a sus encantos f?sicos. Ciertos lugares de la rep?blica le gustaban mucho, Xalapa por ejemplo, pero ?l mismo admite que la atracci?n que sent?a por esa ciudad se deb?a a su parecido con ciertos lugares en Rusia. Por lo dem?s, en gran parte encontr? al pa?s con graves deficiencias en

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EXAMEN DE LIBROS

cuanto a caminos, hospitales, posadas, servicios p?blicos y casas adecuadas para los pobres. Le llama la atenci?n tambi?n la falta tan notable de ?rboles en grandes extensiones del pa?s. Entre las notas positivas hay que subrayar la admiraci?n que sent?a Wrangel por la hospitalidad que le fue ofrecida. Varios personajes, algunos de ellos mexicanos, merecieron sus m?s c?lidos elogios por la forma como ayudaron a esta familia de viajeros ru sos, procur?ndoles casa, comida, coches, pasaportes e introducciones

a personas importantes. Anota que en muchas partes recibi? una visita de cortes?a de las autoridades locales, visita a la cual res pond?a ?l despu?s, como buen caballero. A este respecto ninguna

queja le escapa a Wrangel, salvo en el caso de la ciudad de M?

xico. Este rasgo de elogiar la hospitalidad mexicana es com?n a muchos viajeros, inclusive aquellos que desprecian la forma de vivir, las costumbres y el retraso del pa?s. Al comparar los pue blos mexicanos con los de su terru?o, el bar?n ve con evidente gusto lo bien trazados que eran muchos de aqu?llos. Los ind?genas y las clases bajas parecen impresionarle favora blemente, sobre todo por ser f?ciles de gobernar, suprema virtud desde su aristocr?tico punto de vista. Lo que no tolera son los mexicanos en general ?con eso quiere decir comerciantes, bur?cra tas y otros adictos al r?gimen republicano. Sus frases son elo cuentes: "los oficiales y los militares no sirven para nada. En el frente y en los combates son los primeros en echar a correr" (p. 115). (Este tema de la cobard?a del hombre mexicano est? tratado ampliamente en literatura estadounidense relacionada con la guerra

de Texas.) En otra parte dice: ?Gente m?s grosera en todo el

mundo no se puede encontrar! La desverg?enza y cobard?a siem pre van juntas.. . me atrevo a afirmar que su naturaleza es vil y despreciable" (p. 100). Realmente acaba con los nativos del ex? tico y salvaje pa?s que visita al decir "vender a un amigo, enga

?arlo, robarlo o calumniarlo es un hecho tan com?n entre los

mexicanos que inclusive los extranjeros ya dejaron de asombrarse al ver esta decadencia de la dignidad humana" (p. 66). Lo m?s interesante del libro es ver que las actitudes expresa

das por el bar?n parecen haber sido muy difundidas entre los representantes diplom?ticos y comerciantes europeos. Su despre cio hacia los mexicanos se pagaba con sospechas, envidias y odio.

Siempre tuvo problemas M?xico con los extranjeros residentes en

el pa?s, desde la expulsi?n de los espa?oles hasta la fecha. Este peque?o diario de Wrangel describe la repugnancia que sent?an This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:51:04 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


EXAMEN DE LIBROS

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los extranjeros hacia los mexicanos, sus experimentos republicanos fracasados, el desorden de su vida p?blica, su falta de moral y

de honor.

En cuanto a su presentaci?n en espa?ol, se puede afirmar que la traducci?n permite una lectura amena del diario. Las notas po dr?an haber sido m?s extensas para facilitar la localizaci?n de nom bres geogr?ficos mencionados en el itinerario. La traductora habla del embajador Bootler, quien era Anthony Butler, y el mismo bar?n

parece haberse confundido cuando indica que el fuerte de Perote

se encuentra a una lado de Xalapa, al hacer la descripci?n de esta ciudad (p. 125).

El libro lleva una amplia introducci?n, escrita por la traductora Luisa Pintos Mim?, donde nos cuenta la historia de Wrangel, su formaci?n social, sus viajes y los trabajos que le dieron fama. Parece que el personaje dej? numerosos escritos, entre los cuales se descubri? recientemente, gracias al investigador ruso Leonid Abelevitch Shur, este diario de su viaje a M?xico. Se desprende de los comentarios de la traductora que hay otros libros publicados en Rusia que tambi?n ser?an fuentes ?tiles para la historia mexi cana del xix,, por ejemplo Hacia las costas del nuevo mundo, Edi torial Ciencias, Mosc?, 1971, que ser?a interesante poder consultar. Peque?os trozos de este libro, relacionado con el diario de Wrangel, describen el abandono de las misiones de California despu?s de su secularizaci?n. Aqu? tambi?n los comentarios son bastante desfa vorables, salvo en lo que concierne a la riqueza de la tierra y al delicioso clima. Otro texto mencionado que nos despierta el mismo inter?s por ser su autor un testigo desconocido de la ?poca, es un manuscrito de K. T. Jlebnikov intitulado "Observaciones acerca

de la ruta de M?xico", que describe el camino de San Blas a la

capital. El bar?n, y Sepsetentas con la publicaci?n de su obra, nos da unos granitos de arena m?s para entender las costumbres y las gentes de esa ?poca turbulenta y desorganizada que era el primer per?odo presidencial de Santa Anna. Las agudas observaciones del viajero nos dan muchas peque?as noticias acerca del vestido, co mida y precios que encontr? en su camino; nos hace saber por ejemplo que los arrieros pon?an letreros en las correas de las mu las, como se hace hoy en d?a con las defensas de los camiones.

Parece que su gran experiencia como viajero le permiti? a

Wrangel hacer el largo viaje hasta el palacio presidencial y con servar su ecuanimidad de esp?ritu a pesar de no haber sido reci

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EXAMEN DE LIBROS

bido ni haber logrado ning?n resultado positivo. En ning?n lugar

de su diario recurre a un lenguaje de desesperaci?n o de amar gura; expone sus sentimientos con franqueza y con sinceridad, lament?ndose ?nicamente del destino que permiti? la muerte, poco antes de su llegada, de dos personajes que le pudieron haber sido ?tiles. M?xico, como toda nueva naci?n, buscaba afanosamente el re conocimiento internacional de su independencia. En a?os poste riores, el reconocimiento de cada r?gimen, sobre todo a partir de Porfirio D?az, constitu?a muchas veces la piedra angular de su pol?tica exterior. En la misma ?poca en que Wrangel se encon traba en M?xico, el pa?s buscaba su reconocimiento ante Espa?a, el Vaticano, y posteriormente Rusia. Es de extra?arse entonces que el gobierno mexicano no se haya interesado m?s en las pro puestas de Wrangel. Es cierto que se present? sin acreditaci?n de parte de su gobierno, pero recibirlo como el visitante distinguido e influyente que lo era, no hubiera sido de m?s.

La misi?n de Wrangel en M?xico fue un fracaso, en parte

por que ?l no comprend?a y no pod?a simpatizar con los mexica

nos y aqu?llos no le brindaron su confianza. El diario es otro cap?tulo acerca de las costumbres del pa?s y de los problemas que tuvo que afrontar durante sus primeros a?os de vida independiente.

Anne Staples . El Colegio de M?xico

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Ignacio Bernai, Alejandra Moreno Toscano, Luis Gonz?lez, Eduardo Blanquel and Daniel Cos?o Villegas (also coordinator)

A COMPACT HISTORY OF MEXICO From the Pre-Columbian Era to the present Foreword by Robert A. Potash Translated by Marjory Mattingly Urquidi

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II. La "naci?n liberal" conf?a en la educaci?n, 1857-1889

III. La conciliaci?n pol?tica en busca de la unidad nacional IV. En busca de una educaci?n revolucionaria

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Publicaciones de

EL COLEGIO DE M?XICO De reciente aparici?n:

Jan Bazant CINCO HACIENDAS MEXICANAS: TRES SIGLOS DE VIDA RURAL EN SAN LUIS POTOS? (1600-1910) Desde el tiempo en que Bulnes y Molina Enr?quez escribie ron sus obras fundamentales, pocos temas han interesado tanto al p?blico mexicano como las haciendas. ?Eran un nego cio? Los hacendados ?invert?an en la modernizaci?n de sus fincas? ?Cu?les eran las relaciones verdaderas entre ellos y sus

peones? Estas preguntas no son f?ciles de responder hoy en d?a. La hacienda ya no existe; tampoco se conserv? un cua dro hist?rico detallado y exacto de una hacienda concreta. Para crearlo, Jan Bazant pas? varios a?os examinando dos archivos privados de San Luis Potos?. As?, en este trabajo, se recrea la vida en cinco haciendas de la regi?n. La obra contiene cuadros, mapas, ilustraciones y gr?ficas en el texto y 31 ap?ndices estad?sticos. Interesar? tanto al lector amante de la historia de M?xico como al especialista en la historia econ?mica y social.

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de Nueva Espa?a $288.00

4-5. C?dice Mendieta-Documentos francisca

nos. Siglos XVI y XVII $228.0

6. Diego Mu?oz Camargo: Historia de

Tlaxcala $114.00

7. Fr. Andr?s de Olmos: Arte

der la lengua mexi

8. Manuel Orozco y Berra: A la historia de la geograf?a

Otros t?tulos de reediciones fac

Cartas de Indias ($384.00) ; Anto gr?ficos de M?xico ($840.00) ; T Sahag?n, ed. por Miguel Le?n-P atav?os de los dioses ($54

Pida Cat?logo a LIBROS DE HISTORIA Edmundo Avi?a Levy. Ap. Postal 1-718 Guadalajara, Jalisco, M?xico

De venta en la ciudad de M?xico en la Librer?a Porr?a Hnos., S. A., esquina Argentina y Justo Sierra This content downloaded from 204.52.135.204 on Tue, 03 Oct 2017 01:51:13 UTC All use subject to http://about.jstor.org/terms


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