Córdoba en el Centro

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C贸rdoba en el Centro



C贸rdoba en el Centro

13 de mayo al 17 de junio de 2011 Salas J y C, Centro Cultural Recoleta Buenos Aires


Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires

Gobierno de la Provincia de Córdoba

Jefe de Gobierno Mauricio Macri

Gobernador Juan Schiaretti

Ministro de Cultura Hernán Lombardi

Vicegobernador Héctor Campana

Director General del Centro Cultural Recoleta Claudio Patricio Massetti

Secretario de Cultura José Jaime García Vieyra

Dirección de Programación Elio Kapszuk

Subsecretaria de Cultura Cheté Cavagliatto

Asesora General María Rita Fernández Madero

Subsecretaria de Difusión y Patrimonio Cultural Liliana Arraya

Curador y Asesor General en Artes Visuales Renato Rita

Asociación Amigos del Centro Cultural Recoleta Presidente: Magdalena Cordero Vicepresidente: Alejandro Corres Secretario: Norah Hojman de Garfunkel


Elogio del paisaje Alicia de Arteaga

A finales de la primavera, el paisaje tiene tonos dorados de diversos tintes, verde-oro; amarillo-oro; rosa-oro; y, de la misma manera, bronce, cobre. Y esto combinado con el azul, desde el profundo cobalto brillante del agua, al cobalto del nomeolvides. Carta de Vincent van Gogh a su hermano Theo, Arlés 1989.

Córdoba en el Centro nació de una conversación informal con Claudio Massetti, director del Centro Cultural Recoleta, en oportunidad de la celebración del Bicentenario. El calendario corrió más rápido que la realización del proyecto, y acá estamos, en mayo de 2011, dispuestos a celebrar el arte de Córdoba a través de aquellos artistas que hicieron del paisaje materia primera y tema de sus obras. No se trata de un racconto histórico, ni pretende ser un panorama exhaustivo, aunque la idea de panorama prevalece y, también, la puesta en valor de artistas mayúsculos, pintores de fuste, tildados caprichosamente de anacrónicos, por ser fieles a su condición de artistas mediterráneos, sensibles a la naturaleza que se imponía con argumentos propios. Córdoba en el Centro es uno de los registros posibles, la suma de miradas singulares en el cruce de medio centenar de pinturas, fotografías y dibujos, procedentes de colecciones públicas y privadas. El conjunto cubre dos siglos y distintas maneras de mirar el paisaje, que es, en suma, la trama que hilvana con recursos y técnicas diversos, una geografía cargada de sentidos y colores, como el Arlés, de Vincent van Gogh. Para los artistas cordobeses, desde Genaro Pérez y Caraffa, hasta Marcos Acosta y Ananké Assef, lo que sucede alrededor importa y define. Hay diálogos previsibles y otros inesperados. Subrayar este contrapunto diacrónico de estéticas, a partir de un territorio compartido, ofrece asociaciones sorprendentes, como el registrado en la tapa y contatapa de este catálogo, entre la magistral pincelada de Pedone y el desparpajo del registro urbano con memoria pictórica de Adriana Bustos. Córdoba en el centro es, también, un homenaje que rindo como cordobesa a nuestros pintores; respetuosos de los cánones; afianzados en lo suyo, “al ritmo quieto del terruño”, y cito a Guillermo Whithelow. A partir del núcleo formal heredero del impresionismo, con las figuras señeras de Caraffa y Malanca; el recorrido hace escala en el realismo onírico de Coutaret, rico en sonoridades mágicas cercanas al mundo de la mexicana Remedios Varo;


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en la pincelada suelta de Olympia Payer, primera artista mujer reconocida en el ruedo provinciano, y en la visión mansa y renovada del gran acuarelista que fue Cárrega Nuñez. Reunir y seleccionar los cuadros para esta muestra, con la colaboración de Tomás Ezequiel Bondone, hoy director del Museo Palacio FerreyraEvita, ha sido la oportunidad de volver a mirar el Unquillo de Spilimbergo y Alonso; la naturaleza achaparrada bajo los soles impiadosos del Ischilín, según Fader; el Pan de Azúcar por Antonio Seguí, casi un preludio impensado del universo abigarrado de Mateo Arguello Pitt; los suburbios metafísicos de “Beppi” de Monte y la imagen congelada del río serrano en las fotografías de Rodrigo Fierro. Ernesto Farina trae de Europa en los tempranos cuarenta una imagen de modernidad a la que adhieren Cuquejo, Bonevardi, Seguí, el melancólico Palamara -para quien Jorge Baron Biza, lúcido como pocos, reclamaba un justo reconocimiento- y, más cercano en el tiempo, el paisaje de la ciudad en el preciso trazo del ilusionista del dibujo, Fernando Allievi. El paisaje en Córdoba cobra protagonismo por su cambiante topografía, por la cercanía de las sierras, la secuencia cromática de las estaciones, el caprichoso recorrido de los arroyos cristalinos. El horizonte no es la línea infinita de la pampa, de la que sacó tanto partido Eduardo Sívori, instalado en el atalaya de la ciudad-puerto , faro que se empina entre dos pampas, la llanura y el inmenso río color león. El puerto acerca a Buenos Aires otras visiones e inquietudes, mientras la ciudad crece desmesuradamente por impulso de la inmigración, al punto tal que, en 1910, casa dos minutos se anota un inmigrante en la Gran Aldea. Córdoba, recostada en su larga siesta, mantiene la tradición iniciada por los maestros en cuya huella abrevan los Oberto, Avetta y Acosta, entre tantos otros, atentos al ejercicio inapelable de mirar con otros ojos las mismas cosas. Las estaciones que guían los pinceles de Malanca; las cortadera briosas en la pincelada de Ocampo y Ferreyra de Roca, propias de una vegetación poblada de mistoles, molles, piquillines, chañares, algarrobos hasta la apusa azul del majestuoso y protagónico sauce de Octavio Pinto, prodigioso pintor, diplomático y poeta. Cordoba en el centro rinde homenaje a los maestros, que hicieron escuela dentro y fuera de las filas del arte. Muchos de ellos fueron profesores del prestigioso Colegio Montserrat y del Normal Alejandro Carbó; otros ilustraron las páginas de matutinos Los principios y La Voz del Interior. Mientras dure esta visita de Córdoba al Centro Cultural Recoleta habrá oportunidad de recordar los salones de Pipino y Márquez, y de Gutiérrez y Aguad, las bienales de IKA, el aporte de Fiat Concord cuando le encargó a de Monte, el hopper cordobés, que pintara los vagones de los ferrocarriles, Otro tiempo y una tradición que este contrapunto de dos siglos quiere recuperar para proyectar al futuro el arte de Córdoba desde las salas J y C del más visitado de los centros culturales de nuestro país.


Las interpretaciones del paisaje: Córdoba en el Centro Tomás Ezequiel Bondone

El paisaje puede interpretarse como un dinámico código de símbolos que nos habla de la cultura de su pasado, de su presente y también de su futuro. La legibilidad semiótica del paisaje, esto es, el grado de descodificación de los símbolos, puede ser más o menos compleja, pero en cualquier caso está ligada a la cultura que los produce. Joan Nogué

El paisaje es producto de la mirada, es una construcción compleja y sólo posible cuando la distancia de la cultura, las convenciones del arte y la literatura o la disponibilidad de tiempo nos permiten ver, lo que sin ese recorrido, resultaría dificultoso. Pero la palabra paisaje lleva implícita en si misma una muestra relacionada con los diferentes valores de aquello que representa ante nosotros. El paisaje es sobre todo un concepto fruto de una construcción cultural. No significa meramente un lugar físico o las imágenes sobre él producidas, sino más bien puede definirse como el conjunto de una serie de ideas, sensaciones y sentimientos originados ante quien lo mira. Ello se elabora a partir de la estimulación que ejerce una situación concreta ante un ámbito determinado. En este caso, Córdoba es el centro de nuestro relato. La región ha sido siempre una topografía propicia para que las visiones de múltiples creadores representaran las cualidades de su territorio y sus habitantes por medio de diferentes estrategias. Esta exposición propone por lo tanto un itinerario a través de una selección de imágenes de tiempos heterogéneos, cuyo objetivo pretende evidenciar las diferentes formas o lenguajes con que cada uno de ellos ha metabolizado el paisaje en sus creaciones. Así, las obras reunidas plantean una dinámica de interpretaciones que hacen del paisaje un concepto polisémico y que a su vez invita al espectador a construir nuevos sentidos desde otros posibles puntos de vista. En la actualidad, en gran medida gracias a los aportes teóricos proveniente de los llamados estudios culturales, sabemos que no todas las personas ven o han visto paisajes allí donde hoy los vemos nosotros Generalmente cada país o cada región tiene sus propios descubridores del paisaje y cuando estos gozan de aceptación, terminan imponiendo una visión socializada


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del mismo. Siguiendo las apreciaciones de Régis Debray, sabemos que los pintores fueron los primeros que de manera regular descubrieron el paisaje en Occidente: “En otro tiempo se pintaban las montañas antes de describirlas”.1 Así desde fines del siglo XVIII hasta los inicios del XX las diferentes versiones gráficas del territorio americano fueron obra de pintores, imágenes que se gestaron en una imbricación de intencionalidades, como documentos históricos, relevamientos científicos u obras artísticas. En el arte argentino el tema cobró fuerza durante fines del XIX, en los orígenes mismos de la construcción de una “identidad nacional” resuelta en imágenes, cuando poetas y pintores comenzaron a discutir sobre cuál debería ser el carácter de un paisaje que identificara a la Nación. En este sentido la geografía cordobesa surgió como una alternativa posible, valorada por quienes encontraban en ella un espacio en el que se resguardaba “el alma nacional” en estado puro, auténtico, frente a las amenazas que suponían las formas culturales de las ciudades cosmopolitas modernas. Tras sus viajes a Córdoba, Eduardo Schiaffino lo expresó enfáticamente en 1897 desde las páginas del diario La Nación, ofreciendo detalladas descripciones tanto de la ciudad como del campo, destacando principalmente las diferentes potencialidades paisajísticas que para él presentaban las Sierras. Cualidades visibles en la labor pictórica de su contemporáneo Emilio Caraffa, quien a través de sucesivos tours artísticos por las serranías iniciará nuevas experiencias estéticas desafiando antiguos sistemas. Y así fue como comenzó a consolidarse un tipo tradición, legitimada durante los años centrales de la década de 1930 cuando el historiador del arte argentino José León Pagano afirmaba sin vacilaciones: “Córdoba es tierra de paisajistas”. Una tradición impulsada por una elite que se encargó de plasmar una alegoría sobre el tema, transformada con el tiempo en prototipo. Cuestión que se reconfigura en el presente, en gran medida a través de las múltiples resoluciones propuestas por el arte contemporáneo.

Prototipos del paisaje: construcción y desmontaje En el imaginario argentino, las representaciones de paisajes de Córdoba ocupan un lugar significativo como imágenes que recuerdan un entorno idílico, como espacios de sosiego donde la mente y el cuerpo podrían depurar sus más nocivas contingencias. Recién originadas, se conformaron como enunciados visuales inéditos produciendo sentido de un modo diferenciado, y así su poder evocador, una cualidad en gran medida establecida

DEBRAY, Régis: Vida y muerte de la imagen. Una historia de la mirada en Occidente. Barcelona, Paidós, 1994, p. 169.

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por un tipo de respuesta proveniente de un público urbano y burgués, ha llegado a naturalizarse hasta convertirse en tópico. Y si analizamos los términos con que se promueven esas imágenes desde diversos sectores, como los discursos emitidos desde hace años por los medios masivos de comunicación, los relatos propuestos por la historia del arte canónica, o incluso las resoluciones museográficas, veremos que los clisés aparecen como una fórmula central para definirlas. Imágenes compartidas por miles de argentinos, ya que han sido reproducidas en diferentes soportes, utilizadas como promoción turística e incluso en algunos casos sobredimensionadas por el especulador y a veces caprichoso empeño del mercado de arte. Este tipo de valoración, de carácter reductivo y acrítico, con una importante carga de trivialidad, ha originado un relato estereotipado que de una manera arraigada ha dominado los debates en torno al asunto desde hace décadas. En relación a ello y con la intención de rescatar el espesor de esas imágenes, esta exposición plantea algunas consideraciones tendientes a reconfigurar el tema, a través de la puesta en diálogo de las diferentes obras en exhibición junto al catálogo que la acompaña. De esta manera las producciones cercanas a los lenguajes más contemporáneos enfatizan la fragmentación, el simulacro, la deconstrucción o la hibridez, dejando de lado lo normativo, convirtiéndose en metáforas. Las palabras de Joan Nogué elegidas para preceder estos párrafos tienen el propósito de señalar a las obras reunidas como símbolos vinculados a una coyuntura cultural. Pero al fin, desmontando convicciones esa cultura ya no presenta hoy rasgos de unicidad, sino que es mudable o cambiante, susceptible ser apreciada e interpretada desde múltiples perspectivas.

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Elogio del paisaje Alicia de Arteaga

A finales de la primavera, el paisaje tiene tonos dorados de diversos tintes, verde-oro; amarillo-oro; rosa-oro; y, de la misma manera, bronce, cobre. Y esto combinado con el azul, desde el profundo cobalto brillante del agua, al cobalto del nomeolvides. Carta de Vincent van Gogh a su hermano Theo, Arlés 1989.

Córdoba en el Centro nació de una conversación informal con Claudio Massetti, director del Centro Cultural Recoleta, en oportunidad de la celebración del Bicentenario. El calendario corrió más rápido que la realización del proyecto, y acá estamos, en mayo de 2011, dispuestos a celebrar el arte de Córdoba a través de aquellos artistas que hicieron del paisaje materia primera y tema de sus obras. No se trata de un racconto histórico, ni pretende ser un panorama exhaustivo, aunque la idea de panorama prevalece y, también, la puesta en valor de artistas mayúsculos, pintores de fuste, tildados caprichosamente de anacrónicos, por ser fieles a su condición de artistas mediterráneos, sensibles a la naturaleza que se imponía con argumentos propios. Córdoba en el Centro es uno de los registros posibles, la suma de miradas singulares en el cruce de medio centenar de pinturas, fotografías y dibujos, procedentes de colecciones públicas y privadas. El conjunto cubre dos siglos y distintas maneras de mirar el paisaje, que es, en suma, la trama que hilvana con recursos y técnicas diversos, una geografía cargada de sentidos y colores, como el Arlés, de Vincent van Gogh. Para los artistas cordobeses, desde Genaro Pérez y Caraffa, hasta Marcos Acosta y Ananké Assef, lo que sucede alrededor importa y define. Hay diálogos previsibles y otros inesperados. Subrayar este contrapunto diacrónico de estéticas, a partir de un territorio compartido, ofrece asociaciones sorprendentes, como el registrado en la tapa y contatapa de este catálogo, entre la magistral pincelada de Pedone y el desparpajo del registro urbano con memoria pictórica de Adriana Bustos. Córdoba en el centro es, también, un homenaje que rindo como cordobesa a nuestros pintores; respetuosos de los cánones; afianzados en lo suyo, “al ritmo quieto del terruño”, y cito a Guillermo Whithelow. A partir del núcleo formal heredero del impresionismo, con las figuras señeras de Caraffa y Malanca; el recorrido hace escala en el realismo onírico de Coutaret, rico en sonoridades mágicas cercanas al mundo de la mexicana Remedios Varo;


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en la pincelada suelta de Olympia Payer, primera artista mujer reconocida en el ruedo provinciano, y en la visión mansa y renovada del gran acuarelista que fue Cárrega Nuñez. Reunir y seleccionar los cuadros para esta muestra, con la colaboración de Tomás Ezequiel Bondone, hoy director del Museo Palacio FerreyraEvita, ha sido la oportunidad de volver a mirar el Unquillo de Spilimbergo y Alonso; la naturaleza achaparrada bajo los soles impiadosos del Ischilín, según Fader; el Pan de Azúcar por Antonio Seguí, casi un preludio impensado del universo abigarrado de Mateo Arguello Pitt; los suburbios metafísicos de “Beppi” de Monte y la imagen congelada del río serrano en las fotografías de Rodrigo Fierro. Ernesto Farina trae de Europa en los tempranos cuarenta una imagen de modernidad a la que adhieren Cuquejo, Bonevardi, Seguí, el melancólico Palamara -para quien Jorge Baron Biza, lúcido como pocos, reclamaba un justo reconocimiento- y, más cercano en el tiempo, el paisaje de la ciudad en el preciso trazo del ilusionista del dibujo, Fernando Allievi. El paisaje en Córdoba cobra protagonismo por su cambiante topografía, por la cercanía de las sierras, la secuencia cromática de las estaciones, el caprichoso recorrido de los arroyos cristalinos. El horizonte no es la línea infinita de la pampa, de la que sacó tanto partido Eduardo Sívori, instalado en el atalaya de la ciudad-puerto , faro que se empina entre dos pampas, la llanura y el inmenso río color león. El puerto acerca a Buenos Aires otras visiones e inquietudes, mientras la ciudad crece desmesuradamente por impulso de la inmigración, al punto tal que, en 1910, casa dos minutos se anota un inmigrante en la Gran Aldea. Córdoba, recostada en su larga siesta, mantiene la tradición iniciada por los maestros en cuya huella abrevan los Oberto, Avetta y Acosta, entre tantos otros, atentos al ejercicio inapelable de mirar con otros ojos las mismas cosas. Las estaciones que guían los pinceles de Malanca; las cortadera briosas en la pincelada de Ocampo y Ferreyra de Roca, propias de una vegetación poblada de mistoles, molles, piquillines, chañares, algarrobos hasta la apusa azul del majestuoso y protagónico sauce de Octavio Pinto, prodigioso pintor, diplomático y poeta. Cordoba en el centro rinde homenaje a los maestros, que hicieron escuela dentro y fuera de las filas del arte. Muchos de ellos fueron profesores del prestigioso Colegio Montserrat y del Normal Alejandro Carbó; otros ilustraron las páginas de matutinos Los principios y La Voz del Interior. Mientras dure esta visita de Córdoba al Centro Cultural Recoleta habrá oportunidad de recordar los salones de Pipino y Márquez, y de Gutiérrez y Aguad, las bienales de IKA, el aporte de Fiat Concord cuando le encargó a de Monte, el hopper cordobés, que pintara los vagones de los ferrocarriles, Otro tiempo y una tradición que este contrapunto de dos siglos quiere recuperar para proyectar al futuro el arte de Córdoba desde las salas J y C del más visitado de los centros culturales de nuestro país.


Las interpretaciones del paisaje: Córdoba en el Centro Tomás Ezequiel Bondone

El paisaje puede interpretarse como un dinámico código de símbolos que nos habla de la cultura de su pasado, de su presente y también de su futuro. La legibilidad semiótica del paisaje, esto es, el grado de descodificación de los símbolos, puede ser más o menos compleja, pero en cualquier caso está ligada a la cultura que los produce. Joan Nogué

El paisaje es producto de la mirada, es una construcción compleja y sólo posible cuando la distancia de la cultura, las convenciones del arte y la literatura o la disponibilidad de tiempo nos permiten ver, lo que sin ese recorrido, resultaría dificultoso. Pero la palabra paisaje lleva implícita en si misma una muestra relacionada con los diferentes valores de aquello que representa ante nosotros. El paisaje es sobre todo un concepto fruto de una construcción cultural. No significa meramente un lugar físico o las imágenes sobre él producidas, sino más bien puede definirse como el conjunto de una serie de ideas, sensaciones y sentimientos originados ante quien lo mira. Ello se elabora a partir de la estimulación que ejerce una situación concreta ante un ámbito determinado. En este caso, Córdoba es el centro de nuestro relato. La región ha sido siempre una topografía propicia para que las visiones de múltiples creadores representaran las cualidades de su territorio y sus habitantes por medio de diferentes estrategias. Esta exposición propone por lo tanto un itinerario a través de una selección de imágenes de tiempos heterogéneos, cuyo objetivo pretende evidenciar las diferentes formas o lenguajes con que cada uno de ellos ha metabolizado el paisaje en sus creaciones. Así, las obras reunidas plantean una dinámica de interpretaciones que hacen del paisaje un concepto polisémico y que a su vez invita al espectador a construir nuevos sentidos desde otros posibles puntos de vista. En la actualidad, en gran medida gracias a los aportes teóricos proveniente de los llamados estudios culturales, sabemos que no todas las personas ven o han visto paisajes allí donde hoy los vemos nosotros Generalmente cada país o cada región tiene sus propios descubridores del paisaje y cuando estos gozan de aceptación, terminan imponiendo una visión socializada


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del mismo. Siguiendo las apreciaciones de Régis Debray, sabemos que los pintores fueron los primeros que de manera regular descubrieron el paisaje en Occidente: “En otro tiempo se pintaban las montañas antes de describirlas”.1 Así desde fines del siglo XVIII hasta los inicios del XX las diferentes versiones gráficas del territorio americano fueron obra de pintores, imágenes que se gestaron en una imbricación de intencionalidades, como documentos históricos, relevamientos científicos u obras artísticas. En el arte argentino el tema cobró fuerza durante fines del XIX, en los orígenes mismos de la construcción de una “identidad nacional” resuelta en imágenes, cuando poetas y pintores comenzaron a discutir sobre cuál debería ser el carácter de un paisaje que identificara a la Nación. En este sentido la geografía cordobesa surgió como una alternativa posible, valorada por quienes encontraban en ella un espacio en el que se resguardaba “el alma nacional” en estado puro, auténtico, frente a las amenazas que suponían las formas culturales de las ciudades cosmopolitas modernas. Tras sus viajes a Córdoba, Eduardo Schiaffino lo expresó enfáticamente en 1897 desde las páginas del diario La Nación, ofreciendo detalladas descripciones tanto de la ciudad como del campo, destacando principalmente las diferentes potencialidades paisajísticas que para él presentaban las Sierras. Cualidades visibles en la labor pictórica de su contemporáneo Emilio Caraffa, quien a través de sucesivos tours artísticos por las serranías iniciará nuevas experiencias estéticas desafiando antiguos sistemas. Y así fue como comenzó a consolidarse un tipo tradición, legitimada durante los años centrales de la década de 1930 cuando el historiador del arte argentino José León Pagano afirmaba sin vacilaciones: “Córdoba es tierra de paisajistas”. Una tradición impulsada por una elite que se encargó de plasmar una alegoría sobre el tema, transformada con el tiempo en prototipo. Cuestión que se reconfigura en el presente, en gran medida a través de las múltiples resoluciones propuestas por el arte contemporáneo.

Prototipos del paisaje: construcción y desmontaje En el imaginario argentino, las representaciones de paisajes de Córdoba ocupan un lugar significativo como imágenes que recuerdan un entorno idílico, como espacios de sosiego donde la mente y el cuerpo podrían depurar sus más nocivas contingencias. Recién originadas, se conformaron como enunciados visuales inéditos produciendo sentido de un modo diferenciado, y así su poder evocador, una cualidad en gran medida establecida

DEBRAY, Régis: Vida y muerte de la imagen. Una historia de la mirada en Occidente. Barcelona, Paidós, 1994, p. 169.

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por un tipo de respuesta proveniente de un público urbano y burgués, ha llegado a naturalizarse hasta convertirse en tópico. Y si analizamos los términos con que se promueven esas imágenes desde diversos sectores, como los discursos emitidos desde hace años por los medios masivos de comunicación, los relatos propuestos por la historia del arte canónica, o incluso las resoluciones museográficas, veremos que los clisés aparecen como una fórmula central para definirlas. Imágenes compartidas por miles de argentinos, ya que han sido reproducidas en diferentes soportes, utilizadas como promoción turística e incluso en algunos casos sobredimensionadas por el especulador y a veces caprichoso empeño del mercado de arte. Este tipo de valoración, de carácter reductivo y acrítico, con una importante carga de trivialidad, ha originado un relato estereotipado que de una manera arraigada ha dominado los debates en torno al asunto desde hace décadas. En relación a ello y con la intención de rescatar el espesor de esas imágenes, esta exposición plantea algunas consideraciones tendientes a reconfigurar el tema, a través de la puesta en diálogo de las diferentes obras en exhibición junto al catálogo que la acompaña. De esta manera las producciones cercanas a los lenguajes más contemporáneos enfatizan la fragmentación, el simulacro, la deconstrucción o la hibridez, dejando de lado lo normativo, convirtiéndose en metáforas. Las palabras de Joan Nogué elegidas para preceder estos párrafos tienen el propósito de señalar a las obras reunidas como símbolos vinculados a una coyuntura cultural. Pero al fin, desmontando convicciones esa cultura ya no presenta hoy rasgos de unicidad, sino que es mudable o cambiante, susceptible ser apreciada e interpretada desde múltiples perspectivas.

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Emilio Caraffa (Catamarca, 1862 La Cumbre, Córdoba, 1939) Sin título, 1891 Óleo sobre tela, 43 x 73 cm

Colección Museo Municipal de Bellas Artes Dr. Genaro Pérez


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Emilio Caraffa (Catamarca, 1862 La Cumbre, Córdoba, 1939) Paisaje, 1891 Óleo sobre cartón, 14 x 31 cm Colección particular, Córdoba

Vista de la Ciudad de Córdoba, 1891. Óleo sobre cartón, 11 x 21 cm Colección particular, Córdoba


13

Jos茅 Utrera (Santa Fe, 1962)

Paisaje, s/f Acuarela sobre papel, 40 x 110

Colecci贸n particular, C贸rdoba


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Olimpia Payen (Cรณrdoba, 1896 - 1989) El abrojal, 1945 ร leo sobre cartรณn, 50 x 70 cm

Colecciรณn Museo Superior de Bellas Artes Evita Palacio Ferreyra, Cรณrdoba


15

Manuel Coutaret (Tucumรกn, 1892 Cรณrdoba, 1971) Las caleras, Dumesnil, 1938 ร leo sobre tela, 110 x 125,7 cm

Colecciรณn Museo Superior de Bellas Artes Evita Palacio Ferreyra, Cรณrdoba


16

Rubén Menas (Villa Concepción del Tío, 1956) Amarillo, 2010 Acrílico sobre tela, 100 x 120 cm Colección del artista, Mendiolaza, Córdoba


17

Horacio Álvarez (Villa del Rosario, Córdoba, 1912 - Córdoba, 1999) La Tormenta , 1948 Óleo sobre tela, 75 x 89,5 cm

Colección Museo Superior de Bellas Artes Evita Palacio Ferreyra, Córdoba


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Carlos Camilioni (Ancona, Italia, 1882 – Córdoba, 1950) Atardecer, 1916 Óleo sobre tela, 50 x 55 cm

Colección Museo Superior de Bellas Artes Evita Palacio Ferreyra, Córdoba

Página opuesta: Walter de Navazio (Bell Ville, Córdoba 1887 Buenos Aires, 1921) Paisaje, s/f Óleo sobre tela, 117 x 74 cm Colección Museo Superior de Bellas Artes Evita Palacio Ferreyra, Córdoba


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José Malanca (Córdoba, 1897 - Ángulos, La Rioja, 1967) La primavera, 1949-1954 Óleo sobre tela, 153,5 x 153,5 cm

Colección Museo Superior de Bellas Artes Evita Palacio Ferreyra, Córdoba


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Carlos Alonso (Tunuyán, Mendoza, 1929) El Manzano,1987 Acrílico sobre tela, 150 x 150 cm Colección Galería Palatina, Buenos Aires


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Lino E. Spilimbergo (Buenos Aires, 1896 Unquillo, C贸rdoba, 1964) Sin t铆tulo, s/f Acuarela, 41 x 26 cm Colecci贸n particular, Buenos Aires


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Octavio Pinto (Córdoba, 1890 Montevideo, Uruguay, 1941) El aguaribay, 1917 Óleo sobre tela, 72 x .84 cm Colección familia Pinto


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Pablo Scheibengraf (Córdoba, 1970) Sin título, 2003 Óleo sobre tela, 150 x 180 cm

Colección Museo Superior de Bellas Artes Evita– Palacio Ferreyra, Córdoba


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Julia Romano (Pellegrini, Santa Fe, 1978) De la serie Paisajes construidos: Verde, 2010 Collage digital impreso sobre blackout, dos bastidores de 80 x 100 cm c/u Colección del artista, Córdoba


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Rosa Ferreyra de Roca Sin t铆tulo, s/f Acuarela sobre papel, 67 x 48 cm Colecci贸n particular

Sin t铆tulo, s/f Acuarela sobre papel, 67 x 48 cm Colecci贸n particular


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Miguel Ocampo (Buenos Aires, 1922) Sin título, 1990 Acrílico sobre tela, 100 x 130 cm Colección particular, Buenos Aires


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Rodrigo Fierro (Córdoba, 1970) Globo Rojo, 2008 Fotografía directa, 44 x 122 cm Colección del artista, Córdoba

Honorio Mossi (Cambiano, Italia, 1861 Tucumán, 1943) Vista del lago San Roque, 1901 Óleo sobre tela 20,4 x 33 cm Colección particular, Córdoba


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José Carrega Núñez (Buenos Aires, 1911 - 1986) Paisaje, s/f Temple sobre papel, 51 x 65 cm Colección particular, Córdoba

Página opuesta: Miguel Ángel Budini (Córdoba, 1911 - 1993) Lago San Roque, 1942 Óleo sobre tela, 62 x 94 cm Colección Egidio Belloni, Córdoba

Paisaje de Las Sierras Grandes, 1944 Óleo sobre tela, 70 x 107 cm Colección Egidio Belloni, Córdoba


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Fernando Fader (Burdeos, Francia, 1882 Ischilín, Córdoba, 1935) Regando la huerta, ca. 1920 Óleo sobre tela, 135,5 x 151 cm Colección Museo Superior de Bellas Artes Evita Palacio Ferreyra, Córdoba

Jorge Horacio Córdoba (Córdoba, 1917 - 1966) Mujeres en el Río, 1960 Óleo sobre tela, 80 x 90 cm Colección particular, Buenos Aires


33

Ananké Asseff (Buenos Aires, 1971) Sin título, 2010 Fotografía directa, 127 x 160 cm Colección del artista, Buenos Aires


34

Alejandro Bonome (Buchardo, Córdoba, 1915 - Córdoba, 1999) Paisaje de Córdoba, 1947 Óleo sobre tela, 80 x 100 cm Colección particular, Córdoba

Página opuesta: José de Monte (Udine, Italia, 1929 Córdoba, 1984) Sin título, 1969 Óleo sobre tela,145 x 113 cm Colección particular, Córdoba


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Diego Cuquejo (James Crack, Córdoba, 1921 - Córdoba, 2004) Por sobre la cañada, 1988 Técnica mi xta sobre tela, 170 x 150 cm

Colección Museo Superior de Bellas Artes Evita Palacio Ferreyra, Córdoba


37

Nuna Mangiante, (Córdoba, 1962) Caraffa, 2011. Grafito sobre fotografía edición 1/5, 120 x 80 cm Colección del artista, Córdoba

Ernesto Farina (Luque, Córdoba, 1912 Córdoba, 1988) Terrazas y cúpulas, s/f Óleo sobre hardboard, 43 x 57 cm Colección particular, Córdoba


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Onofrio Palamara (Córdoba, 1898 - 1983) Sin título, s/f Óleo sobre tela, 60 x 50 cm Colección particular, Bs. As


39

Hugo Aveta (C贸rdoba, 1965) MNBA, 2006 Fotograf铆a, 93 x 120 Colecci贸n particular, C贸rdoba


40

Fray Guillermo Butler (Córdoba, 1880 Buenos Aires, 1961) Claustro de Santo Domingo, 1924 Óleo sobre tela, 100 x 123 cm

Colección Museo Superior de Bellas Artes Evita Palacio Ferreyra, Córdoba


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Germán Wendel (Villa Reducción, Córdoba, 1968) El hijo pródigo, 2003 Acrílico sobre tela, 105 x 115 cm Colección particular, Córdoba


42

Honorio Mossi (Cambiano, Italia, 1861 Tucumรกn, 1943) Cรณrdoba en 1895, 1895 ร leo sobre tela, 50 x 195 cm

Colecciรณn Museo Superior de Bellas Artes Evita Palacio Ferreyra, Cรณrdoba


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44

Manuel Pascual (Córdoba, 1973) San Martín al 300, 2007. Fotografía impresión Lambda, 33 x 245 cm Colección particular, Córdoba

San Martín al 400, 2007. Fotografía impresión Lambda, 33 x 245 cm Colección particular, Córdoba


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Fernando Allievi (Esquel, Chubut, 1854) Presagio, 2008 Grafito y Lรกpiz color sobre papel ,40 x 65 cm Colecciรณn particular, Cรณrdoba

El Primer Indicio, 2008 Grafito y Lรกpiz color sobre papel, 26 x 57 cm Colecciรณn del artista


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José Aguilera (Córdoba, 1901 - 1971) La curtiembre, ca. 1945 Óleo sobre cartón, 108 x 127 cm Colección particular, Córdoba


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Gerardo Oberto (Río Cuarto, Córdoba, 1983) Sin título, 2010 Acrílico sobre tela, 140 x120 cm Colección del artista, Córdoba


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Adriana Bustos (Bahía Blanca, 1965) Objects in mirror are closer than they appear, 2005 Fotografía, 90 x 110 cm Colección particular, Buenos Aires


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Roberto Viola (San Cristóbal, Santa Fe, 1907 - Córdoba, 1966) Sin título, ca. 1945 Óleo sobre tela, 160 x 150 cm Colección particular, Córdoba


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Arguello Pitt (C贸rdoba 1971) Sin t铆tulo, 2004 T茅cnica mi xta sobre madera, 70 x 125 cm Colecci贸n particular, Buenos Aires


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Antonio Seguí (Córdoba, 1934) El nubarrón (¿Vamos al Pan de Azúcar?),1966 Óleo y collage sobre madera, 150 x 200 cm

Colección Museo Superior de Bellas Artes Evita Palacio Ferreyra, Córdoba


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Res (Ra煤l Stolkiner) (C贸rdoba, 1957) Yo cacto, 1995 Fotograf铆as (4) de 50 x 60 cm Colecci贸n Ignacio Liprandi, Buenos Aires


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Raúl Díaz (Córdoba, 1952) Amontonados, 2011 Resinas -pigmentos. 200 x 190 cm Colección del artista, Córdoba


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Roque Onofre Fratichelli (C贸rdoba, 1951) Paisaje, 1984 Acr铆lico sobre tela, 185 x 159 cm Colecci贸n Museo Superior de Bellas Artes Evita Palacio Ferreyra, C贸rdoba


58

Ernesto Berra (Morteros, C贸rdoba, 1947) Sobre las Altas Cumbres, 1987 T茅cnica mixta sobre papel, 156 x 96 cm Colecci贸n del artista, C贸rdoba


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Marcelo Bonevardi (Buenos Aires, 1929 Córdoba, 1994) Astrologer’s table, 1964 Pintura sobre madera y tela, 178 x 116 cm Colección Fundación Alon


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Marcos Acosta (Córdoba, 1980) Espejismo, 2009 Óleo y acrílico sobre tela, 200 x 200 cm Colección particular, Córdoba


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Oscar Su谩rez (San Rafael, Mendoza, 1962) Cancha Rayada, 2005 Acr铆lico sobre tela, 200 x 150 cm Colecci贸n del artista, C贸rdoba



Córdoba en el Centro

Responsables de las áreas que intervienen en la exposición Producción de Artes Visuales y Escénicas Jorge Moreno Coordinación Técnica Jorge Doliszniak Relaciones Institucionales y Comunicación Marisela Oberto Programa CeDIP Ana Aldaburu Montaje Horacio Vega Infraestructura y Funcionamiento Edilicio Eduardo Tapia Coordinación de Recursos Humanos Elsa García Formación e Instrucción Cultural Ana María Monte Coordinación de sábados, ­domingos y feriados Susana Seoane Colaboraciones María Cristina Olivieri María del Carmen La Macchia Marta Rivera

Exposición

Catálogo

Curaduría Alicia de Arteaga Tomás Ezequiel Bondone

Dirección editorial Claudio Massetti

Producción María Eugenia Carreira, Romina Aulicino Montaje Arturo Aguilera, Martín Labonia, Adrián Borda, Rodolfo Martínez, Horacio Vega, Miguel Viceconte, Hernán César Iluminación Enzo Cuenca, Gabriel Marola, José Montero, Roberto Orellana Prensa Facundo Galán, Lucía Hernández, Carolina Ortú, Ileana Stofenmacher Diseño y realización del CD de prensa Federica Bolomo Infraestructura y funcionamiento edilicio José Luis Fariña Coordinación de visitas guiadas Inés Agazzi

Producción Ileana Stofenmacher Diseño gráfico Marius Riveiro Villar Fotografía de obra Estudio Roth Impresión Talleres Trama Esta exposición se realizó con la colaboración de todo el personal del Centro Cultural Recoleta. Gracias a todos. Agradecimientos Marcos Espinosa, José y Susana Maranzana, Graciela Cárrega Nuñez, Patricia Cárrega Nuñez, Aldo Roggio, Fernando Allievi, Graciela Carrara, José Luis Lorenzo, Nilda Lorenzo, Niko Ghuler, Norma Cuarratto, Egidio Belloni, María Teresa Belloni, Gustavo Limperis, Sofía Garcia Vieyra A los directivos de las siguientes instituciones: Marcela Santaneca (Museo Municipal de Bellas Artes Dr. Genaro Pérez), Jorge Torres (Museo Provincial de Bellas Artes Emilio Caraffa), Ana Luisa Bondone (Escuela Superior de Bellas Artes Dr. José Figueroa Alcorta)

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Se termin贸 de imprimir en abril de 2011 en Talleres Trama, Garro 3160/70 Buenos Aires, Argentina




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