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IMÁGENES PARA SEMBRAR
Narrativas visuales de los Semilleros Creativos
Coordinación editorial cecilia miranda gómez
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Cuidado de edición
María Guevara
Eugenia Jimenez Contreras
Texto Diseño
Evelyn Alcalá González
Natalia Castañeda
Corrección de estilo
María Guevara Yolanda Segura
Esta publicación fue derivada de las conversaciones y encuentros posteriores al taller Imágenes para sembrar, impartido por Eve Alcalá González en el Centro de la Imagen en 2022, para las y los semilleristas de los Semilleros Creativos de la Dirección General de Vinculación Cultural de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México.
AGRADECIMIENTOS
Centro de la Imagen, coordinaciones regionales de los Semilleros Creativos, Dirección General de Vinculación Cultural.
En especial a Raúl Fernando, Yazmín Guerrero, Fabiola Hernández Olvera, Constanza Nieto Carachure, Sonia Madrigal, Yesenia Ramírez
Rafael, María Ruiz y Johan Trujillo Argüelles.
Sembrando incomodidades, cosechando afectos Diálogos entre el Centro de la Imagen y los Semilleros creativos de fotografía y producción audiovisual
Semillero
Pedagogías otras, las que pasan por el cuerpo
Semillero Creativo de Fotografía en Tala, Jalisco 65
Semillero Creativo de Fotografía en Jiquilpan, Michoacán 71
Semillero Creativo de Fotografía y Artes Visuales en Cadereyta de Montes, Querétaro
Semillero Creativo de Fotografía y Pintura, Soledad de Graciano Sánchez, San Luis
Semillero Creativo de Cinematografía, Fotografía y Animación, Ciudad Victoria, Tamaulipas
Semillero Creativo de Fotografía, Laguna Azul, La Paz, Baja California Sur 99
Semillero Creativo de Producción Audiovisual, Lienzo Charro, La Paz, Baja California
Semillero Creativo de Fotografía, Guaymas, Sonora 111
Semillero Creativo de Fotografía, Masiaca Navojoa, Sonora 117
Semillero Creativo de Producción Audiovisual, Nogales, Sonora 123
En ocasiones específicas, particularmente en el campo laboral, cuando alguien nos pide hacer algo que no queremos, nos enojamos. Nos molesta la idea de tener que hacer o decir, y aun así, lo hacemos. Por necesidad, nos vemos envueltas en situaciones que preferimos olvidar, callar e ignorar. Sin embargo, cuando se nos pide que hagamos algo que no sabemos hacer, la sensación es distinta. Pasamos del enojo a la preocupación; a la ansiedad que puede generar el hablar de algo que se desconoce y de lo que se espera obtener un resultado concreto. No obstante, lo intentamos… Sin embargo, algo que puede disminuir la angustia frente a la ignorancia es reconocerse ajena, enfrentar el sesgo y asumir una posición de incomodidad.
Si bien la incomodidad sugiere la falta de bienestar y confort frente a algo, también alude a una necesidad de esfuerzo. Lo que nos incomoda nos exige mayor atención porque constantemente nos encara con nuestra visión sobre ello, llevándonos a lugares en los que, probablemente, se desencadenen relaciones entre lo que nos produce incomodidad y nuestra propia historia.
A principios del 2022 llegó una solicitud a nuestra área en el Centro de la Imagen que nos incomodó. Se nos pidió dar seguimiento a la muestra fotográfica de los Semilleros creativos, en el marco del evento “Tengo un Sueño 2022”, organizado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México. Este proyecto tenía que tener como resultado una selección de imágenes producidas por la mayor cantidad de niñas, niños y jóvenes de todo el país posible, en las que se reflejaran posturas críticas en contra del racismo.
La incomodidad surgió de nuestra ignorancia. Más allá de no conocer el programa, y de nunca haber visitado un Semillero, lo que nos asustó fue acercarnos a una producción visual desprovista de claves de lectura. No teníamos contexto, referencias ni sensibilidad. Nos preocupaba que las pocas imágenes que habíamos visto hasta ese momento nos llevaran a lugares cercanos al folklorismo con el que han sido narradas las identidades de pueblos y comunidades originarios en nuestro país.
Ante la incertidumbre, nos pareció que trabajar desde la metodología y no desde la visualidad era, quizá, la única vía para sentar un lenguaje común. Nos pareció importante trabajar directamente con quienes dinamitan los ejercicios y conversaciones para que niñas, niños y jóvenes produzcan imágenes, pues hasta ese entonces desconocíamos los procesos desarrollados por cada semillero, y más aún, los entornos en los que se encuentran inmersos. Fue así que apostamos por la creación del taller “Imágenes para sembrar”, un espacio pedagógico donde se priorizara el proceso de pensamiento sobre la creación visual, facilitado por la practicante narrativa Eve Alcalá González, dirigido a las y los semilleristas de los 18 Semilleros de fotografía y medios audiovisuales del país.

Desde diversas latitudes del país, territorios que atraviesan el desierto, el bosque y la costa; acentos, lenguas y palabras nuevas; condiciones sociales, inquietudes y procesos distintos y situados, fue que empezaron las sesiones y con ello el nacimiento de un espacio virtual, seguro, de compartencia y de reconocimiento de la diferencia. Sorprendentemente y para nuestro beneficio, casi nadie se conocía.
Durante dos meses, de mayo a junio de 2022, las dudas y resentimientos con los que llegábamos al taller, se volvieron motores para desaprender y volver a narrar nuestras historias con la imagen y la fotografía desde otras perspectivas. Al poco tiempo, las clases se convirtieron en un lugar para compartir desde los reclamos más justos hasta los elogios más cálidos, lo que nos permitió reconocer que la labor de las y los semilleristas va más allá del alcance técnico de los procesos que guían.
Sería deshonesto decir que las sesiones fueron sencillas. En su mayoría nos atravesaba un sensación de malestar e impotencia. En varias ocasiones, nos sentimos privilegiadas por vivir en la Ciudad de México, cobijadas por una infraestructura que, por inestable que parezca, es mucho más sólida que en otras zonas del país. Sin embargo, la resiliencia con la que las y los semilleristas insisten día con día en sus comunidades nos recordó que el valor del arte y la fotografía no está en la superficialidad de la imagen, sino en los procesos que le dan cabida, y la fuerza que éstos tienen para movilizar el cuerpo y los afectos. Con duda y convicción al mismo tiempo, comenzamos a movernos nosotras en una búsqueda por aprovechar las condiciones que teníamos para impulsar otros alcances.
Muy rápidamente tomamos como consigna que este espacio era de libertad, por lo que fomentamos la escucha activa, la atención personalizada y la posibilidad de tejer puentes con cada semillerista, y con niñas, niños y jóvenes por extensión, para navegar en un proceso de aprendizaje mutuo, sin importar el tiempo estimado para el desarrollo de la muestra. Liberar al proceso del tiempo de entrega nos dio la oportunidad de ver que la diversidad del país se desborda en retratos que hablan de los contextos que les dieron origen y de las reflexiones que dinamitaron después, en procesos de ida y vuelta. Encontramos que las imágenes que se producen en estos Semilleros tienen un valor importante si se les da el tiempo de análisis que necesitan pues más que representar, están acompañando procesos de duelo, de resistencia, de lucha y de afecto, y, para nuestra sorpresa, sus formatos no están limitados a un dispositivo fotográfico, sino que se abren a la memoria y al deseo, latentes en el cuerpo y en el territorio. *
Si la existencia de los Semilleros se debe, en gran medida, al compromiso de las y los semilleristas por crear un espacio de circulación libre en el que existan nombres, experiencias, sentipensares e imágenes, muchas veces, inéditas, nos pareció importante hacer un espacio que, más allá de la exposición final, abriera el universo de cada uno de los semilleros.

Con la intención de amplificar las historias que tienen por contar las infancias y juventudes, desde sus propias miradas, y por la necesidad de reconocer el cariño y responsabilidad que coloca cada semillerista en acuerpar, detonar y traducir pensamientos, para convertirlos en arte, nació esta publicación.
Para su realización, recurrimos al archivo de imágenes que cada semillero ha desarrollado, con la intención de leerles desde la mirada crítica que fomentamos durante el taller. Lo que encontrarán a continuación es una mezcla de voces que narran experiencias diversas sobre la labor de estos espacios, desde posiciones que cruzan la visualidad, la labor social y la resistencia, entremezcladas con fotografías inéditas, y con citas que niñas, niños y jóvenes aportaron a un ejercicio lúdico sobre la materialidad de la imagen.
Durante la edición, constatamos que el valor de los Semilleros creativos –y de sus semilleristas– no debe ser reducido al número de personas que atienden, al abordaje de las temáticas sugeridas (muchas veces lejanas a su realidad), ni mucho menos a la cantidad de ejercicios que desarrollan, sino al sentimiento de pertenencia que producen en cada una de sus comunidades.
Con esta experiencia descubrimos que la incomodidad tiene la potencia de desplazar nuestro quehacer hacia lugares donde lo desconocido no sea sinónimo de angustia, sino de curiosidad y empatía. Agradecemos y celebramos este espacio que nos abrió tantas otras historias.
Esperamos que esta publicación dé un par de pistas para leer las imágenes que se producen en los Semilleros creativos remarcando su importancia a nivel comunitario, y, con suerte, lograr que cuando sean vistas, la mirada escape a la visión estereotipante de aquello que desconocemos.

Pedagogías otras, las que pasan por el cuerpo
El aprendizaje es curiosidad, la curiosidad es intuición, y la intuición es salvaje Mónica Hoff
¿Dónde habitan las imágenes? ¿Acaso no nacen de lo profundo de los cuerpos? ¿Qué significa mirar con detalle? ¿Qué mundos se hacen posibles a través del arte o las prácticas creativas? ¿Qué se posibilita cuando cuestionamos los imaginarios y las narrativas con las que hemos construído nuestras identidades?
No hay ojo bueno u ojo malo. Hay experiencias que cruzan a los cuerpos, estos cuerpos hacen parte de un territorio; y estos cuerpos, imaginan mundos. No podemos pasar por alto que las experiencias sentidas en cada uno de ellos son singulares y diversas.
Me sentí convocada por la invitación a reflexionar sobre procesos de enseñanza y aprendizaje junto a talleristas de los Semilleros Creativos de fotografía. Una propuesta nacida del Centro de la Imagen para ahondar en torno a la idea de “imágenes para sembrar”. Con el deseo y la curiosidad de conocer los sueños y compromisos de las y los semilleristas para con la niñez y juventudes con las que trabajan, me aventuré a este proceso preguntándome ¿qué imágenes queremos sembrar?, ¿cómo y con quiénes queremos hacer esa siembra?, ¿cómo se palpará la cosecha? Acompañar y facilitar espacios de compartición de conocimientos desde la escucha es una de mis apuestas políticas, así me posiciono, con la oreja-corazona, como me gusta llamarle, me implica poner todo el cuerpo, dejarme con-mover, tiempo, paciencia, respeto, compasión, ternura, y un constante ejercicio de desmontar juicios. Co-crear espacios de confianza, donde se valoran todos nuestros saberes, donde cada uno de nuestros aprendizajes, y relatos, son significativos. Espacios donde podemos preguntarnos, errar, ensayar, resonar con otras y otros; así intencioné este espacio. Sabiendo que este camino de los aprendizajes no se hace de manera aislada, lancé la invitación a tres personas cuyo oficio de la fotografía me ha inspirado para darme nuevos sures, esperanza, y seguirme preguntando ¿cómo robustecer la mirada? ¿cómo crear narrativas que no sean totalizantes o estigmatizantes? ¿cómo escapar de las representaciones y relatos Únicos? ¿cómo mirar con todo el cuerpo? Fue de manera generosa como Sonia Madrigal, María Ruiz y Raúl Fernando Pérez Lira nos compartieron sus aprendizajes, y sobre todo, los procesos que experimentaron con su cuerpo, el ejercicio de mirar y representar a otras, otros y otres. Sonia Madrigal le hace caso a un caminar errante y transitorio en el que es posible entablar diálogos y conexiones con las personas, sin esperar nada, muchas veces ni siquiera la fotografía misma. Por su lado, el reconocerse, ser viste, preguntar, conocer a las personas, es lo que le ha regalado la fotografía de calle a María Ruíz, quien nos llevó a recordar la importancia de buscar los referentes que necesitamos y no replicar aquellos que nos imponen. Mientras que Raúl Fernando Pérez Lira nos adentró a la colaboración, al acompañarse en conjunto y al devolverle el tiempo y la confianza a

Nos invitó a regresar a nuestro archivo y revisitar las formas en cómo mirábamos en el pasado para reconocer el proceso y las transformaciones de nuestra mirada.
No llegué sola a facilitar este espacio con semilleristas. Invoqué toda la potencia de escritoras, artistas, activistas, exploradoras, practicantes narrativas, pedagogas y pedagogos que me han robustecido con cada una de sus experiencias para aprender a desobedecer y contar historias otras.
Ellas y ellos sembraron en mí este deseo por preguntar, por bienvenir el error, por ensayar esos otros mundos que imaginamos y merecemos, unos más libres, afectivos, y dignos. Seguimos en el proceso de desaprender cómo miramos y hacemos con el mundo. Fisurar, cuestionar, y no seguir reproduciendo narrativas coloniales, neoliberales, racistas, clasistas, misóginas, romper con el ejercicio de crear historias Únicas como ya escribió Chimamanda Adichi.
Nos acompañaron bell hooks, Mónica Hoff, Henry Hiroux, la ya mencionada Chimamanda Adichi, Edith Medina, y sin yo conocerle en ese entonces, mi queride Azahar Lu. Es la curiosidad por aprender, conocer-me, la que me llevó a ell*s. Pedagogías desobedientes, indomables, salvajes, curiosas. Donde hay cabida para el asombro, donde echemos luz donde no había y sorprendernos con lo que se devele.
Este es el proceso de seguirme preguntando ¿sembrar con sensibilidad y vulnerabilidad1 nos brindará esas otras formas de imaginar y hacer con el mundo humano y no humano? Son estas pedagogías otras las que me han sostenido para seguir creando narrativas que abran, que detonen, que escapen de todo aquello que limite, encasille o ancle.
¿Qué se hace posible si se escucha a lo diferente sin el juicio de por medio? ¿y si en los espacios donde se producen aprendizajes y saberes se pusiera al centro la capacidad de nuestros cuerpos de afectar y ser afectados? ¿y si lo importante en los espacios de aprendizaje no fuera una calificación, un resultado o un producto final? Si nuestros cuerpos se permitieran resonar, acompañar, y potenciar los sentires de nuestra niñez y juventudes ¿qué otras imágenes y mundos serían posibles para ell*s, para nosotr*s?
Espero haber sido un espacio de posibilidades para re-imaginar y practicar esas pedagogías otras, unas más afectivas. Nos deseo un contínuo movimiento en nuestras formas de des-aprender y enseñar en colectivo.
Eve Alcalá Gonzalez
1 Definición colectiva creada a partir de una disposición lagunar en Festival Domades, Mendoza, Octubre 2019. Vulnerabilidad: estado de apertura que podría hacer posible la interpelación. habilidad de equilibrarse en el espejo de un otro. capacidad de aprender. capacidad de dejarse afectar por el mundo. energía regeneradora que desarrolla el ser. afectividad. poder mostrar nuestros huecos y habilitarlos en compañía



