
24 minute read
Mamá Oso (Parte 1

Mamá Oso
Parte 1
Alejandro Arnaiz Bátiz 4º Preparatoria
El Bosque, El pueblo y los Osos
Los árboles se ven más altos desde aquí que desde la cabaña… la cabaña…
Si no fuera por ese pescadorcito nada de esto hubiera pasado. Seguiría en la cabaña con mi hermano, mi papá estaría vivo y mi mamá feliz, en vez de estar yo solo vagando en el Bosque Caminante de noche. Si solo ese maldito pescador maloliente no hubiera matado a mi papá… Todo es su culpa. Y además, tiene los pantalones de decir que asesinó a un hombre en el nombre del amor… de una mujer… por mi madre.
Doy el primer paso, el primer paso hacia el bosque. Siento la bolsa de comida tambalearse en mi hombro. Doy otro paso y otro y otro y con cada uno se siente como si los árboles se cerraran a mis espaldas, impidiendo el camino de vuelta. Volteó mi cabeza, nada se movió, los árboles siguen igual. Sigo caminando, siempre manteniendo el río a mi derecha, no soy lo suficientemente estúpido para ir a un bosque sin reservas de agua y perder el río de vista… no creo que nadie lo sea.
Sigo caminando, los árboles cada vez más altos, más grandes, más diferentes. Escucho un ruido y volteó a mi izquierda, no hay nada, solo un árbol, pero es diferente, parece… parece tener una cara, no cualquier cara, la cara de mi hermano: ¡Drakko! Mi respiración se agita, mi corazón se acelera y salgo corriendo a toda velocidad hasta alejarme lo suficiente de esa cara.
No fue mi intención dejar a mi hermano, yo le dije que viniera conmigo, pero es demasiado pequeño, se asustó sólo cuando mencioné el bosque y caminar de noche. Pero a mí no me asusta, cinco inviernos más y me convertiré en un hombre, tendré derecho a matar a ese pescador que desposó a mi madre sobre la sangre derramada de mi padre. Pero mientras, no puedo permitir que me haga nada. No me dejaba practicar con mi espada, no me


dejaba practicar con mi espada, no me dejaba ni tocar un palo de madera, se la pasaba diciendo que no era lo suficientemente fuerte como para blandir un arma y me pegaba en la cara, sin que mi madre lo viera. ¡Maldito cobarde! Pegarle a un niño de diez años y a su hermano de seis… Tenía que salir de esa cabaña, tenía que sacar a mi madre y a mi hermano, pero no podía, ellos no querían; a uno le atemorizaban más los pilares de madera y animales que un hombre malvado y ella se rehusaba a ver lo que su marido en realidad estaba haciendo.
Sin darme cuenta había perdido al río de vista; ¿cómo?, si yo estuve volteando a verlo todo el tiempo. Ya no importaba, estaba demasiado oscuro para buscarlo, lo haría en la mañana. Encontré una cueva pequeña. Ningún animal dentro, en la que podía dormir. Me acosté en el musgo de la cueva, abracé mi bolsa de comida y cerré los ojos. No era tan diferente tenerlos abiertos, no se veía casi nada en el bosque, aún así vi la cara de mi hermano en un árbol.
Abrí los ojos, una luz tenue y medio verde se filtraba en las hojas de los árboles, ya había amanecido. Me determino a buscar el río, o algún arrollo de este, tengo sed… tengo hambre. Intento alcanzar mi bolsa, pero está casi vacía… ¡Claro, animales!, ¿cómo se me ocurre dormirme sin prender una fogata para alejar a las alimañas que me robaron mi pan? ¿Ahora qué? No lo sé… creo que tendré que buscar el río sin comer desayuno, o puedo buscar el río mientras busco un nuevo desayuno.
Saliendo de la cueva vi mi bolsa vacía, la tomé y salí a buscar el río. Se que el río sigue al noroeste y luego al sur por el mapa que mi padre tenía colgado en el comedor… Mi padre, él me enseñó a sobrevivir en el bosque, me enseñó a prender una fogata, a saber dónde está el norte y dónde buscar comida. Justo eso necesito, buscar comida. Necesito encontrar el río.
Empecé a caminar y pasaron minutos, horas, sin encontrar nada. Seguí caminando. Tengo sed… Debí
haber encendido una fogata, debí haber traído más comida, no debí haber perdido el río, no debí… ¿Ven bien mis ojos? ¿Es esto real?
Miro un claro enorme, con un limonero en medio. Corro por él y me alivio al descubrir que el cansancio no me estaba jugando bromas, era real. Tomé todos los limones que pude, los metí en mi bolsa y abrí uno con una piedra afilada que estaba en el suelo. Su jugo era más dulce que la miel. Eran perfectos, estaba salvado. Me quedé dormido junto al limonero y al despertar, seguí mi camino para encontrar el río.
Caminé por horas. Las horas se volvieron días y no encontré nada de comida, solo tenía mi bolsa de limones para alimentarme, y ni siquiera eso duró mucho tiempo.
Hasta que a lo lejos escuché el magnífico sonido del agua. Corrí hacia la fuente del sonido, me tropecé, dejé caer mi bolsa de limones pero el sonido me emocionaba tanto que ni me importó, corrí de nuevo y para cuando llegué a la pequeña cascada había atravesado tantos árboles y arbustos que mi ropa parecía de un mendigo.
No sólo había agua, había zarzamoras salvajes del otro lado del río, pero también había tres osos pardos, dos pequeños jugando a orillas del río, casi junto a mí, y uno enorme cazando salmones. No podía atravesarlo por allí, así que me volteé y decidí encontrar otro paso a la orilla contraria. Giré mi cabeza y no vi los mismos arbustos rotos y árboles torcidos de los que había llegado, vi las enormes fauces ensangrentadas de un lobo gris. Me tropecé, pensé que era el final del camino, pero vi que el lobo no se dirigió hacia mí, caminaba sigilosamente hacia los oseznos.
Siempre fui más alto y más grande que los demás, a mis cinco años parecía de diez y ahora dice mi madre que parezco de quince años. Por eso me sorprendió el tamaño del lobo. Un lobo normal te llega a la rodilla, pero este era casi igual que el oso más grande.
Volteé la mirada al lobo, estaba a punto de soltar sus garras en las pequeñas crías. El lobo saltó, pero antes de que cayera en los oseznos, agarré una pie-




dra a su cabeza.
Los dos caímos en el agua del río, por un segundo vi a los oseznos corriendo hacia el oso gigante, pero un golpe del lobo me regresó la mirada, siento el ardor de sus garras en mi pecho, pero la emoción del momento me deja seguir. El lobo está encima de mí y a punto de morderme, pero con la misma piedra le golpeó el ojo, y cae al agua. Sin ver a donde estoy golpeando, lanzo mi mano de la piedra al agua una y otra vez… ya dejé a mi hermano a la merced de un hombre terrible, no dejaré que le pase a nadie más, hombre o bestia.
Sólo hasta que veo que el agua a mis pies es roja, veo al lobo, tiene la mandíbula destrozada y no se mueve, suelto la piedra y enseguida siento la herida en mi pecho no alcancé a verla bien cuando el mundo a mi alrededor se oscurece… y caigo.
Un golpe en el abdomen me despierta, estoy en una cueva grande, huele a excremento, orina y pescado. Veo mi abdomen y los dos osos del río me están saltando encima. Tengo mis heridas en el pecho cubiertas de hojas y algas machacadas. Escuché el ruido de un oso al fondo y los dos oseznos saltaron al piso, dando paso para que el oso del tamaño de una montaña se acercara a mí, con un salmón entero en su hocico. Lo tiró en mi panza y se volteó: me estaba agradeciendo.
Ahora el bosque es más inseguro que antes, claro ya no hay manadas de lobos en todas partes, pero justo por eso ahora hay bandidos a lo largo de la orilla de todo el bosque caminante. Antes los osos eran los protectores del bosque, yo mismo les ayudé a cumplir esa tarea, pero ahora nos cazan. Por eso yo y mi familia de osos nos fuimos de nuestra cueva.
Nosotros nos queríamos quedar, pelear por lo que es nuestro, pero muchos osos ya han sido asesinados por los cazadores y bandidos, así que el consejo del bosque nos llamó a nosotros al Kasförst, una fortaleza para todos los animales del bosque,
hecha dentro de un árbol gigante y escondida entre kilometros y kilometros de bosque, de la que se dice que se creó cuando un dios murió y de su cuerpo salió este santuario.
Caminamos hacia el norte, no podíamos seguir el río, ya que era lo que los bandidos harían. Es raro cómo diez años se pasan. Hace diez años yo estaba siguiendo el río, buscando comida y refugio, pero después de matar a uno de los caudillos de maleantes más temidos del bosque, el gran lobo gris, la familia más antigua de osos me adoptó como uno de los suyos. Me enseñaron su idioma, sus tradiciones, su forma de cazar y su forma de pelear… Algo se mueve en el bosque. Voy a ver, les digo a mis hermanos que sigan su camino, yo solo quiero ver quién es.
Me escondo detrás de un árbol y oigo la risa torcida de un humano. Veo, son siete humanos. Tienen caballos, espadas, arcos, hachas, de todo. Dicen que están yendo al sur. Hacia Punta de Pino, mi antiguo hogar.
Tengo que ir, mi hermano sigue allí, quieren atacar, ¡no puedo permitirlo! Pero son muchos, tendré que esperar a que duerman o que se separen. Los empecé a seguir, siempre sigiloso y atrás de ellos, nunca se separaban, montaban guardia cuando dormían y a veces ni siquiera dormían. Solamente que una noche, uno de ellos había tomado demasiada cerveza y fue solo a orinar. Vi mi oportunidad, era ahora o nunca. Tenía que ser rápido para que no llamara a los demás. Tomé una roca que estaba cerca y la lancé desde lejos. Cayó justo en su nuca sin hacer ruido alguno, luego fui hacia él y tomé su arma, un hacha enorme de un solo filo, y le hice cortadas en su cara, tal que pareciera que algún animal lo había atacado. Cuando los demás vieron el cuerpo, nadie quiso investigar más, tenían miedo del bosque, así que aceleraron el paso, llegando a la orilla del bosque en un día. Se prepararon para asaltar al pueblo y en menos de media hora ya estaban cabalgando con sus armas en alto hacia las casas del pueblo. Prendieron en llamas muchas casas, todos huían, menos un grupo de tres hombres. Salgo de mi escondite, interceptando a un hombre en caballo que iba directo hacia un niño de pelo rojo que estaba ocupado con otro bandido. Lanzo el hacha robada al bandido, cayó de su caballo, recojo mi arma y me subo al caballo. Las únicas ventajas de los bandidos eran los caballos y los arcos, tengo que quitarlas. Cabalgó al caballo hacia el arquero más cercano, me ve desde lo lejos, dispara una flecha y me da en el hombro con el que estoy sujetando las riendas, pero no me tira, intenta recargar el arco, pero antes de que pueda soltar la flecha, su mandíbula y parte de su cráneo son partidas en dos por un corte ascendente del filo de mi hacha. Quedan cuatro bandidos, el niño pelirrojo está peleando con uno, parece arreglárselas bien por su cuenta. Sólo queda otro arquero, que le dispara a mi caballo, pero falla, así que cabalgó, arrastrando el golpe de mi hacha desde antes de empezar a cabalgar. El bandido con el arco no puede recargar y su cabeza sale limpiamente de su cuerpo después del golpe de mi arma. Pero la inercia del golpe hace que yo me caiga del caballo y cuando uno de los bandidos ve esto, se lanza, con su espada al frente a atacarme. No encuentro mi hacha, se debió haber caído, no importa, si tengo que morir, moriré peleando. Me muevo a la derecha, fuera del alcance de su espada, y lo derribo mientras golpeo su costado descubierto. Suelta su espada y se voltea hacia mí. Lo golpeo con las dos manos, esta vez no necesito ninguna piedra para romperle su cráneo, con solo cinco golpes, el bandido se queda inmóvil en el suelo, manchado de sangre.
Levanto la mirada y veo que el niño pelirrojo acaba de cortarle la garganta a su enemigo, los otros dos hombres están peleando con un solo bandido. No veo al último maleante, debe de estar cerca, no pudo haber corrido lejos, seguro. Siento el filo de una lanza cortar desde la parte baja de mi espalda hasta abajo de mi cuello. Volteó y un hombre en una armadura pesada está apuntando una lanza a mi cara. Me muevo lejos del alcance de la lanza y agarro la espada del bandido inmóvil. Con un solo tajo le corto la pierna, tuve suerte de haberle atinado a la parte de la armadura que no tiene metal. El bandido se cae y en seguida levantó la espada y la dejó caer con tanta fuerza que parte metal, carne y hueso. Veo que el niño pelirrojo le lanza su hacha pequeña al bandido restante y mis ojos se empiezan a cerrar, y colapso bajo el peso de
de mis heridas. -Otto ¡Otto! ¡OTTO!-
Desperté de golpe por el grito de una voz no tan extraña, pero no tan familiar. Sonaba preocupada y sabía mi nombre. Creía que la pelea había sido un sueño, pero cuando me levanté todo me dolía. Mi espalda estaba ardiendo y me costó levantar mi brazo. -¡Lilith! !Está despierto!- dijo de nuevo la voz. Poco a poco fui abriendo los ojos. Resulta que la voz provenía del niño pelirrojo que le cortó la garganta al bandido aquel. -Otto, ¿sí eres tú?- dijo el niño pelirrojo. -¿Drakko?- Me sorprendió lo que dije. Fue más un reflejo que una pregunta real, como si aún estuviera en batalla. -¡Otto! ¡Sí eres tú!- Drakko se lanzó sobre mí, me hize un poco para atrás hasta que vi que era un abrazo. Luego llegó corriendo mi madre, Lilith. y sin decir una palabra, se unió al abrazo. Pasaron unos incómodos segundos y al fin me dejaron ir. -Bueno, creo que habrá que decirle a las personas del pueblo quién es su salvador, ¿no?-¿Y la cena?-Sólo tomará unos minutos, Drakko, no te preocupes. -
Drakko refunfuñó, pero terminó acoplándose al plan de nuestra madre. Lilith salió y le dijo a todo el pueblo que yo había vuelto, lo pude escuchar desde la ventana del cuarto en el que estaba. No me dejaron bajar ni dejaron que nadie subiera, Drakko
me dejó una camiseta azul pálida, un par de pantalones cafés, unas botas negras y un chaleco de cuero. -Madre te quiere en diez minutos abajo para la cena. Y cámbiate las vendas, esas ya están sucias. Dijo Drakko antes de cerrar la puerta de la habitación y soltando una pequeña sonrisa. Tomé las vendas nuevas que estaban en la mesita de noche y me cambié los pantalones con los que había vivido por más de cinco años. Se me hizo difícil ponerme la ropa, hacía mucho tiempo que no la usaba, pero después de unos minutos lo logré. De allí bajé las escaleras con dificultad, la espalda aún me ardía por la cortada de la lanza. Las escaleras me guiaban directo a una sala con una fogata y unas sillas de madera, allí estaba el mapa de mi padre y ví mi hacha junto a las escaleras. De allí, crucé un arco de madera que marcaba la diferencia entre la sala y el comedor y ví a mi hermano poniendo la mesa y a mi madre trayendo un plato de lechón entero, con una manzana en la boca y una cama de ensalada. Además, en la mesa había una hogaza de pan entera y platos con nueces, uvas y queso. -Otto- escuché decir a Drakko -Siéntate, ya está lista la comida-
Drakko abrió la silla de nuestra madre y luego se sentó, me senté y Drakko tomó el cuchillo más grande de la mesa para empezar a cortar el lechón. Le sirvió comida a todos y antes de comer su primer bocado oigo a mi hermano decir: -¿Dónde aprendiste a luchar así?-¡Drakko!- Dijo Lilith -¿Qué? quiero saber-
Me sentí mal por mi hermano, lo abandoné hace años y cuando llego de vuelta no digo palabra alguna. -Está bien, yo aprendí a pelear en bosque- No pude acomodar las palabras bien, hace años que no tengo que hablar en un idioma humano. -Después yo escapar, encontré familia de osos, ellos enseñaron a pelear-
Vi la cara de mi madre y mi hermano, estaban sorprendidos, no sé si por mi voz, por la historia o mi pobre gramática, pero fue una cara que no se les quitó en toda la noche.
Dije muy poco en la cena, la comida se me hacía extraña, después de vivir de salmón crudo y bayas del bosque por años, el cerdo y el pan son completamente extraños para mí. Mientras yo me extrañaba por la comida, Drakko habló y habló, decía cosas de yo enseñándole a pelear y de reforjar las armas de los bandidos, pero no escuché mucho. Respondía con monosílabas todas sus preguntas y comí muy poco hasta que llegó el postre, ese postre que nunca olvidaré. Lilith fue a la cocina y trajo un pequeño plato de galleta cubierta en una pasta blanca y crema esponjosa hasta arriba. Drakko partió un pedazo y lo puso en mi plato, tomé el tenedor que me dio con este y tomé un pequeño bocado. El sabor dulce y ácido del limón rey explotó en mi boca, de repente no estaba en el comedor de la casa de mi madre, estaba dormido en aquel árbol de limón en ese claro en medio del bosque. Regresé a mi plato, me comí todo el pedazo de pay en segundos y pedí más. Al cabo de unos minutos ya me había acabado el pay de limón entero.
Pasaron algunas horas, hasta que me atreví a preguntar la razón por la que había dejado mi hogar en primer lugar. -¿Qué pasó a pescador?-Murió “accidentalmente” con un hacha en su cuello después de golpear a nuestra madre una noche de borrachera- dijo Drakko con orgullo. -Es un gran alivio- dije y vi que Drakko soltó una risa pequeña.
A la mañana siguiente me desperté más temprano de lo habitual, mis heridas aún abiertas y mi hombro aún dolía, pero tenía que hacer algo. Salí de la casa, mi familia aún dormida y fui a buscar ingredientes a las tiendas que recordaba de mi niñez. Fui de tienda en tienda, pidiendo ingredientes para un pay de limón y poco a poco los fui consiguiendo. Muchos me los regalaron, incluso me agradecen por lo que había hecho por el pueblo. Ya había conseguido todo lo que necesitaba, pero recordé vagamente lo que dijo Drakko ayer en la noche, él quería entrenar, no cocinar.
Fui con el herrero y resulta que fue una de las personas que luchó contra los bandidos. -De no ser por ti, todos nosotros estaríamos en una pila de madera ardiente en este mismo momento, cuatro hombres seguidos derrotados, y nosotros entre dos no pudimos ni con uno. ¿En qué te puedo ayudar?Le di una de las espadas de los bandidos y dije: -¿Puedes hacer un par de hachas? -¿Un par de hachas con esta espada?- Respondió. Yo asentí -Regresa hoy en la noche, no te preocupes por el pago, considéralo mi regalo de agradecimientoLe solté una sonrisita y me fui directo a casa de mi madre.
Abrí la puerta de la casa y encontré a mi hermano preocupado, hablando con mi madre, algo de no encontrarme, pero se aliviaron sus rostros cuando me vieron. Saludé a los dos y le dije a mi madre: -¿Tú enseñarme hacer galleta y crema de limón?-¿Me estás pidiendo que te enseñe a hacer un pay de limón?Asentí -Cla, claro- Dijo Lilith confundida. Toda la mañana nos la pasamos haciendo el pay de limón, no me salió casi nada, pero lo volvimos a hacer una y otra vez hasta que me salió. Mi madre estaba confundida y orgullosa al mismo tiempo, no entendía porque a un hombre le interesaba más pasar su mañana horneando que peleando y entrenando. Pero una de las cosas que aprendí de los osos, es que debes hacer lo que quieras, no lo que quieren que hagas. Todo el tiempo que me la pasé en la cocina, Lilith se la pasó corrigiendo mi gramática, al principio fue molesto, pero eventual-
mente empecé a entender. -Voy con el hermano mío- Le dije. “Voy con mi hermano” - Ella me respondió.
Salí, ya era de noche, el cielo estaba despejado y Drakko le estaba pegando a un saco de leña con una espada de madera. -Ven- le dije, tomé mi hacha y fuimos con el herrero. caminamos en silencio, Drakko parecía molesto, pero creo que mi sorpresa lo arreglaría. -Otto, creí que se te había olvidado venir. Mira, aquí está tu encargo. -Gracias- Vi que los ojos de Drakko se iluminaron cuando vio las hachas nuevas que el herrero me dio. Inmediatamente se las di a mi hermano y lo arrastré cerca del bosque. -¿Qué hacemos aquí?-Entrenar, ¿no era eso por lo que te la pasaste la noche entera diciendo? -Si… -¿Listo?- le pregunté -Creo-
Lancé un golpe de mi hacha gigante volando directo hacia su cabeza y Drakko lo desvió con una de sus nuevas hachas. Luego él lanzó un golpe y lo esquivé fácilmente, me lanzó su otra hacha y cayó en un tronco cerca de mí. Lancé el siguiente golpe, con la punta del mango de mi hacha directo a su abdomen, lo golpeó, pero él me golpea con su hacha y se lanza a recuperar la otra.
Así nos la pasamos por horas, yo golpeando y siendo golpeado.
Regresamos a la casa, los dos con moretones por todos lados, pero abrazados, riendo y sin pensarlo digo: -Si tan solo uno de esos ladrones de ayer hubieran peleado tan bien cómo tu hoy, no hubiéramos tenido oportunidad alguna- Él se ríe y los dos abrimos la puerta de la casa.
Los siguientes días son casi iguales, salgo a comprar ingredientes, cocino mientras mi madre me corrige mi habla y salgo a entrenar con Drakko. Nada cambió hasta que un día hice más pasteles de los que pudimos comer y Lilith me dijo que fuera a repartirlo a las personas que me habían regalado los ingredientes la semana que llegué. Todos me lo agradecieron y al día siguiente había una fila de personas afuera de nuestra casa.
Salí a preguntarles y una niña de siete o seis años me dijo: -Venimos por tus pasteles, señor Otto-¿Qué? ¿por, por mis pasteles?-Mmm- Dijo la niña. -Bueno, apunta tu nombre en…, déjame traigo un papel y pluma. Fui adentro y regresé con una libreta de cuero y un carboncillo. -¿Cómo te llamas?-Vidja-¿De qué quieres tu pastel Vidja? -Me dijeron que tu pan de miel es muy bueno-Como tú quieras-
Apunté el nombre de la niña y su pedido y otros cinco pedidos para hoy en la noche. Trabajé todo el día y casi me pierdo el entrenamiento con Drakko, pero acabé los cinco pedidos. Llegaron a recogerlos y cada quien me dio un par de monedas de plata, no puse ningún precio fijo, pero se sintió bien que me dieran algo a cambio.
Al día siguiente más personas estaban formadas en nuestra puerta y mi madre me tuvo que ayudar a cocinar y empezamos a establecer un menú y precios. Así, nuestra pequeña tienda de pasteles empezó.
Cada día más personas llegaban a pedir pasteles a nuestra puerta, y cada día Jokkmokk Tommaryd, hermano de nuestro difunto padrastro, se enojaba más. Jokkmokk era el pastelero del pueblo y perder a sus clientes por culpa del hermano del asesino de su hermano no le hacía gracia. Muchas veces inten-
amenazarnos, pero medía la mitad que mi hermano, o sea, casi me llegaba a las rodillas y apenas podía levantar un escudo, entonces nunca funcionó del todo bien para él, pero todo cambió el día en que solo dos personas llegaron a pedirnos pasteles. -¿Qué pasó?- le pregunté a las dos personas que vinieron. -Jokkmokk dice que eres un cambia formas, que te vas todas las tardes al bosque porque te conviertes en un oso gigante sediento de sangre-¿Qué?¿Quién creería eso?-Aparentemente mucha gente, algunos están planeando un linchamiento. -
Todo mi cuerpo se llenó de terror. ¿Ahora qué haré?
Pasaron los días y ya nadie venía a comprar nuestros pasteles, todo por culpa de un envidioso pastelero. No podíamos caminar en la calle sin que alguien me gritara: -¡Monstruo!, ¡Vuelve al bosque, alimaña maldita!-
No entendía, hace solo un par de semanas me estaban adulando por haber salvado su pueblucho, pero resulta que en el tiempo que me fui, una banda de ladrones trajeron a un mago de su lado, y eso no sentó nada bien en el pueblo. La rabdofobia del pueblo solo crecía más y más cada vez que esa banda de bandidos llegaban, resulta que fue la misma banda que atacó el día que llegué yo y el mago habrá de ser el hombre al que le quité el hacha. No parecía muy amenazador en el momento, pero resulta que era un gran problema en el pueblo. Además, nadie sabía que yo lo había matado, entonces, sin tener a nadie que culpar por todas las desgracias del pueblo, todos tomaron la historia de Jokkmokk como cierta.
Le dije esto a mi hermano y a mi mamá y decidieron que lo mejor que podíamos hacer era mandarme lejos. Entonces, con una prisa inimaginable empacamos ropa, comida e ingredientes para que me fuera yo a la Gran Capital y pudiera empezar desde cero. Pusimos todas mis cosas en una carroza y me fui por el Bosque Caminante hacia el Camino del Dragón Verde, la carretera que conecta a Punta de Pino con La Gran Capital de Rynök.
Así, por segunda vez, huí de Punta de Pino.
La Gran Capital de Rynök
La Gran Capital, ese es su nombre oficial. Rynök era el nombre del rey que la fundó, su nombre significa “ unión” o “ unificador” en Brilico antiguo. El rey inicialmente se llamaba Nordvik, pero como fue el primero en unificar los siete estados vasallos de Brhen, cambió su nombre justo en la ceremonia de coronación. Veo su estatua a las puertas de la ciudad, es como un gran ángel cuidando quien entra y quien sale. Tiene un dragón de piedra a sus pies, muy representativo dado que fue el primero en formar una fuerza aérea para la milicia de Brhen. Sigo en mi carroza, no he parado en días, casi ni he dormido, pero tengo que llegar al interior de la ciudad, empezar de nuevo.
Justo antes de las puertas de entrada hay muchas tiendas y cabañas mal hechas, un pobre mercado que parece su técnica de vender es acosar a cualquiera que decida pasar por estas puertas. Olas y olas de mercaderes se me acercan, solamente hice que mi caballo acelerara y empecé a esquivar a todas las personas que llegaban a venderme mandarinas, harina, ruedas, muebles, incluso escuche que alguien estaba vendiendo animales, dragones, drakes y serpientes aladas. En Punta de Pino los dragones no eran más que leyendas, aquí la gente los tenía como si fueran caballos. Pero no podía pararme, si me paraba terminaría asfixiado bajo las marabuntas de gente a la entrada de la ciudad.
Hice que mi caballo casi cabalgara y me adentré