6 minute read

La sucursal del cielo

La sucursal del cielo Por: Paula Puerto, 11°

A cualquier caleño le han preguntado, al menos una vez en su vida: “¿vé… y uno qué hace en Cali, vé?”. Lamentablemente, la respuesta de muchos, es una y otra vez la misma, “Hmm, no hay nada para hacer”. La triste realidad es que conocemos poco sobre nuestra ciudad. Sin embargo, no te desanimes, al terminar de leer este artículo, tu respuesta, va a ser totalmente distinta.

Cuando decimos que Cali tiene un clima cálido, se nos olvida que esto es solo en la zona urbana. En el plan de ordenamiento territorial está registrado que nuestra ciudad es 30% urbana y 70% rural, es decir, que la naturaleza ofrece un panorama diferente al que pensamos cuando se habla de Cali. Tenemos el Parque Nacional Farallones donde, tanto los turistas como los ciudadanos, disfrutan del ecoturismo y de las caminatas por toda la zona. Cali, siendo la ciudad con más especies de aves en el país (562), tiene diferentes sitios en los que los animales voladores pueden ser QDUGTXCFQURQTGLGORNQNCſPEC#NGLCPFTÈCubicada en el kilómetro 18. Este lugar está ENCUKſECFQEQOQGN RCTCÈUQ FGNQUEQNKDTÈGUallí los visitantes se maravillan con los colores y con las características de esta especie. En ese mismo sector también se encuentra el Bosque de Niebla de San Antonio, uno de los tesoros naturales más sorprendentes para los caleños. Tiene cientos de especies de aves RTQRKCUFGNC\QPCFGN2CEÈſEQ CNTGFGFQTFG260) y es hogar de una gran biodiversidad de ƀQTC[HCWPCGUGNECUQFGNCUDGNNÈUKOCUQTquídeas.

En el corregimiento Los Andes, está el mariRQUCTKQ#0&1-'#NNÈUGQHTGEGPFKHGTGPVGUactividades tanto para niños, como para los adultos. Al interior de la ciudad está BichaEWG;CVJ GPGNFKCNGEVQ2¶G\UKIPKſECUCPVWCTKQFGCXGU [GUGNGFÃPFGſIWTCUOKVQNÎIKcas y musgos donde se encuentran personajes fantásticos en arcilla, como hadas y duendes. En este lugar también se puede hacer avista

miento de aves. Muy reconocido también, está Cristo Rey, considerado de los lugares más atractivos de Cali. Es un mirador en el cerro de los Cristales, desde allí, acompañados por una cálida brisa, se puede admirar el panorama de la ciudad. Al aire libre, está el museo Muli, donde donde cada artista se expresa. Se puede hacer un recorrido a lo largo de la antigua estación del ferrocarril, observar los murales y las obras incluidas en el museo. Las obras del museo libre de Arte Público están presentes en más de 69 espacios distribuidos por la ciudad de Cali.

La música y el baile son parte fundamental de la cultura caleña. En esta ciudad se respira salsa. Contamos con 127 escuelas de salsa en las que se puede aprender a bailar tomando un curso SWGFWTCFGUFGWPſPFGUGOCPCJCUVCWPCÌQtodo de acuerdo a tus posibilidades. Cali cuenta con El museo de la salsa, este espacio gratuito está ubicado en la plazoleta Jairo Varela, fue creado en honor al ícono salsero y protagonista del grupo Niche. Para bailar salsa durante VQFCNCPQEJGJC[NWICTGUEQOQ<CRGTQEQ6KPtindeo, la Topa Tolondra, Cimarrón y Mamut, entre muchos otros. También, se puede asistir a diversos espectáculos de baile como Delirio, Ensálsate, Royal Show o Mulato Cabaret; donde se goza con cada paso que dan los artistas. Para residentes y visitantes, es casi obligatorio bailar un “Cali pachanguero”.

Respecto a la gastronomía Caleña, es necesario nombrar la plaza de mercado Alameda, donde se ofrece la deliciosa y variada comida del PaEÈſEQ 2CTC RTQDCT NQ VÈRKEQ GP %CNK VCODKÃPestá el restaurante Ringlete, allí hay luladas,

marranitas y aborrajados. Restaurantes como Platillos Voladores, La Comitiva, Hacienda del Bosque y Gastroteca son considerados como los más exquisitos en la ciudad. Cali tiene alrededor de 1200 restaurantes, sin embargo, no puedes dejar de vivir la experiencia de comerse un cholado en la calle novena, un pandebono caliente o un champús.

Algunas empresas de turismo ofrecen la opción de realizar un walking tour entre semana por

el centro histórico de la ciudad, es una alternativa para conocer sitios emblemáticos como la iglesia La Merced, el Museo del Oro, la Plazoleta San Francisco, El Parque de los Poetas, la iglesia La Ermita y el Bulevar del Río, en donde constantemente se exponen muestras artísticas. Cali tiene 12 museos, y dos grandes teatros como el Enrique Buenaventura y el Jorge Isaacs. No olvidemos, dentro de nuestro recorrido, que EQPVCOQUEQPGNÕPKEQ\QQNÎIKEQEGTVKſECdo de Colombia, alberga alrededor de 350 animales de 233 especies.

Además de todo lo anterior, aquí hay ferias y festivales a lo largo del año: la feria que va del 25 al 30 de diciembre, la feria del libro, el Festival de teatro, el Festival Blues, el festival Mundial de Salsa, el festival Mercedes Montaño, el festival Petronio Álvarez y muchos otros, a los cuales asisten turistas nacionales e internacionales.

Cali tiene una energía única, es una ciudad maravillosa por su clima, sus ríos, su música y su gente. El sabor y el ritmo de la ciudad la han convertido en la sucursal del cielo.

The automatic doors open and I look out to the sea of unfamiliar faces hoping against hope that I’ll recognize one of them. A small group of people seem to know my parents, and rush over VQJGNR+VT[VQſPFUQOGQPGVJCV+ŏNNTGEQIPK\GPerhaps, the woman on the Skype call I overheard through the half-closed door is here. But I only saw a sliver of her face against VJG DTKIJV TGƀGEVKQP QHthe summer sun on the computer screen, so I doubt I’d remember her face, even if she was. By: Martina Isaksen, 11º

The strangers pick up our luggage. They guide us towards the cars that will take us to what is to become our new home.

As we drive up the highway, a gentle drizzle of rain pats the windows, turning the outside world into a prism of light from the highway against a night sky. The woman who is driving us starts to speak in a strange accent that I can’t place, explaining the minutiae of the next few days of paperwork and settling into our temporary apartment while we look for an adequate house. Her voice becomes a gentle drone as my eyes close on their own and I drift off to sleep.

The antique orange streetlight is our only guide as we drag our suitcases across the road and into an apartment complex. The apartment is UOCNN CPF ETCORGF DWV UQOGJQY YG ſV QWTluggage and all the people who came with us into the bright, orange kitchen. The adults drone on about the usual priorities: where the closest hospital is, where the supermarket is, their phone numbers, and so on. I sit at the table next to my brother, Matias, who’s fast asleep, and wonder if this is all just a dream after all. We’re given a tour of our new home by the friendly people who are tasked with helping us settle in. They guide us through the living room and the two bedrooms.

It’s hard to register anything from the strange haze I’m in. Mattias and I are shown to our bedroom, hardly big enough VQ ſV C DGF OWEJ NGUUtwo. They’re positioned at either side of the door, and squeezed between them is a dresser, cut KP JCNHVQ ſVVJG TQQO CPFOWEJVQQ UOCNNVQhold all our clothes. Matias walks into the room and collapses onto his bed, exhausted from our fourteen hour journey. I’m too tired to see the rest of the apartment, so I go back into the living room and look for my bag, lost in the middle of all the luggage. As I dig, the strangers say goodbye and walk out the door, with a big smile on their faces as if they’re glad we’ve come. I’m not so sure I am.

This article is from: