3 minute read

Crecer y dejar de creer

Por: María Guzmán, 11º De niños soñamos con crecer: queremos tener De niños soñamos con crecer: queremos tener el pase para manejar un carro, símbolo que marca un gran paso hacia la independencia; soñamos con el primer viaje que haríamos con el colegio, solos, sin los papás; queríamos tener RCTCKTCNCUſGUVCUPQEVWTPCUCWPSWGHWGTChasta las 8:00 p.m. En medio de todo eso que anhelábamos, era difícil entender que estábamos en nuestra mejor época, cuando los paseos eran para disfrutar y no para intentar ser la que se toma la foto más linda. Era una época en la que el mayor dolor que experimentábamos era una rodilla raspada y no un corazón roto; cuando el bullying era una palabra más en inglés que PQGPVGPFÈCOQU[PWGUVTCFGſPKEKÎPFGKNGICNera meterse al baño a escondidas para ver si “Bloody Mary” existía. Crecemos, empezamos a madurar y a experimentar los inicios de la independencia. .CUſGUVCUFG[CRCUCTQPGNRCUG[CNQVGPGmos, y ese primer corazón roto ya lo sufrimos. Olvidamos lo que es un raspón en la rodilla y ese primer viaje solos se repite más que los de la familia. ¿Piscina?, se me cae el maquillaje y se me daña el pelo… pero ¿por qué te maquillas para la piscina? ¿Y el pelo? Ese vuelve a crecer. Los marcos de nuestro cuaderno de dibujo se empiezan a transformar en los marcos del celular, del que no nos despegamos, nuestras conversaciones cambian de foco, ya no son acerca de ese diente que se nos cayó, o de qué le vamos a pedir a Papá Noel; ahora son sobre la universidad a la que queremos aplicar y sobre qué haremos este verano además del viaje familiar. Anhelamos ese día donde no tengamos hora de llegada y cuando no tengamos que pedir permiso para salir; exigimos más independencia. Seguimos creciendo y sabemos lo que realmenVGUKIPKſECUGTKPFGRGPFKGPVGU;CVWXKOQUPWGUVTCſGUVCFGITCFQPWGUVTQXKCje de excursión y ya le dijimos adiós a esas 85 personas con las que crecimos durante 14 años. C r e c e r y d e j a r d e c r e e r

Ahora estamos en camino a nuestro nuevo apartamento donde viviremos por cuatro años, residiendo en una nueva ciudad y estudiando en un lugar diferente a nuestro colegio. Dejamos de tener hora de llegada y olvidamos lo que signiſECRGFKTRGTOKUQRCTCUCNKTRGTQ‹CSWÃEQUVQ!Ya los profesores no saben nuestros nombres, caminamos por los pasillos de la universidad y nadie te sonríe, les eres indiferente; tu mejor amiga vive a dos vuelos de distancia y tu familia a más, ahora hacemos nuestro propio mercado, y llegamos a casa esperando ver a alguien… pero está sola. Es irónico ¿no? A quien le enseñamos a crecer y disfrutar es quien lo hace mejor que todos. Cada vez que un bebé reía por primera vez, una nueva hada nacía y un beso de amor verdadero lo curaba todo, pero ¿a dónde hemos mandado toda esa magia? ¿Cuándo dejamos de creer y empezamos a crecer? Papá Noel nunca se olvidó de ninguno, el Ratón Pérez siempre nos dejó ese regalo debajo de la almohada, el Conejo de Pascua siempre escondió y decoró los huevos que con tantas ansias buscábamos, entonces, ¿cuál es tu apuro de crecer? Quítate los zapatos y sal a correr al pasto. Sonríe que es gratis. Ponte esas alas y sal a ver si el viento impulsa tu vuelo. ¿Y si me caigo? Tranquilo, una rodilla raspada duele menos que ese corazón roto. ¿Ese paseo al río dónde quedó? Sí, ese que cancelaste por estudiar para el examen tan imposible de cálculo, repítelo y estudias al día siguiente. ¿Ese día que le cancelaste a tu mamá? Recuerda, mientras tú estás creciendo, ellos han empezado a envejecer. ¿Por qué nos detenemos cuando intentamos volar? ¿Por qué las expresiones crecer y dejar de creer las volvemos sinónimos? Porque al perder ingenuidad también hemos dejado de soñar. Es irónico ¿no? El ser humano siempre quiere estar una etapa más arriba, y cuando llega a la última, daría todo por volver a la primera.

This article is from: