



LA DEL RINCÓN

LOS ARTESANOS LO SABÍAN

Querido lector,
Al hablar de tejer entramos en nuestro propio juego de un textil textual. Tejiendo ideas con palabras. Lo que permitió que este mes albergáramos una mezcla ecléctica de textos, desde los creativos, que entretejen verso y prosa, hasta lo crítico que nos permite profundizar en el tejido de pensamiento de Jose Luis Borges.
Agradeciendo infinitamente a los escritores que participaron en esta ocasión, les invito a leer, apreciando el arte de la unión de hilos, en una curaduría textual en la que todo parece estar conectado, si no es de una forma, lo será de otra.
Gracias.
M.I. Flores Nachón
Obras en portada, índice, carta al lector, y contraportada propiedad de KH Bamba https://www.instagram.com/khbamba/
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y le cambiamos los ovillos por ahi dos o tres veces al mes, según nos acordemos contestó la hermanita.
Suele aparecerse, trayendo su aroma a caramelo, y pregunta por la enfermera. Abajo le decimos.
Y le atraviesan una aguja.
Mantiene reclinada en la silla de reposo, con la boca abierta, recipiente de alados, y la cánula nasal descendiendo al tanque. A nosotros nos ponen a desgranar pastillas vencidas en una coca; luego la pasan a un sartén, le echan agua y la hierven.
Mientras nos aporreamos el hiponiquio la vemos; de reojo es un cúmulo amorfo; de frente es como una luna enruanada, esperando que la muevan. El ovillo es porque enseñaba bordado.
Se lo ponen delante de los ojos y le muestran la aguja:
Aquí la tiene ¿bueno?
El resto del día se compone de atenciones a los comensales eternos, inamovibles por pereza o miedo de perderse el timbre de la sala. La única vez que nos demoramos, para acostar a la viejita, ya habían dejado a mi compañera limpiarle la nalga a uno del primer piso, vimos escenas campestres, ranchitos coloniales y gatos bocarriba en la pared izquierda.
Hacia donde ve la durmiente. Por la noche y por la mañana, sus cuadros le recuerdan los tiempos de niños con piojos, las madres primerizas. O no recuerdan más que la pared y las escenas, y las manos que la sacaban de la cama
Y los ovillos cambiados, el color elegido por el estado anímico de una enfermera o la palidez climática. Las bolsas con pastillas, renovadas con las donaciones, ocupaban el fondo de la sala; y, una vez mecanizado el desgrane, nos preguntábamos cómo sería que enseñaran a bordar en el colegio, que ella fuera nuestra profesora y que, al otro día, fuéramos a hacer una bufanda.
Se la pondríamos...
En cada visita.
»Aunque no sepa quién se la trae.
Ni cuándo nos enseñó a hacerla.
PABLO LÓPEZ
Hay recuerdos que quisiera guardar en la mente quizá abrir un espacio en el espacio y depositar todos los susurros que me acarician Ojalá fuera tan fácil, pero frente a eso, el mejor remedio, la hoja en blanco, acúsome que he amado Tejer es un acto de comunidad, un danzar de hilos que se encuentran para crear un todo En cada cruce hay una historia compartida, y en cada nudo, la promesa de permanecer juntos
PUNTADA Y RISA, RED INVISIBLE SOMOS, MANOS SE ENLAZAN.
Acúsome que he amado, porque las relaciones no son lineales A veces, los hilos se enredan, pero los nudos fortalecen el vínculo Amar es aceptar la imperfección y ver en ella la belleza del entrelazamiento.
Acúsome que he amado, porque los recuerdos son hilos de colores que cruzan épocas Tejer memorias con otros es inmortalizar momentos. En cada cruce de hilos vive una sonrisa un llanto un adiós Y aunque el tiempo avance la tela permanece
Acúsome que he amado, pues el amor, como una madeja, a veces se rompe. Pero siempre hay un hilo que puede reconstruirse Amar es aprender a tejer de nuevo sin temor a los nudos o las imperfecciones
Reflexión sobre comunidad soñada:
Acúsome que he amado, porque al tejer sueños nos volvemos arquitectos de futuros compartidos La urdimbre de una comunidad no se sostiene solo en el presente, sino en la esperanza que se entrelaza y se proyecta hacia lo que vendrá
Acúsome que he amado, porque la hermandad es el nudo que no se deshace En cada apretón hay fuerza y compromiso Tejemos lazos que desafían el tiempo y la distancia, y en ese acto, sellamos un pacto de eternidad
TRENZA QUE UNE, HISTORIAS ENTRELAZADAS, SOMOS UNO.
Acúsome que he amado, pues en la diversidad de hilos se encuentra la unidad. Como una trenza que entrelaza diferencias tejer nos recuerda que somos parte de un todo Cada hilo aporta su color y su fuerza y juntos formamos un tejido indestructible
RECUERDO QUE ABRIGA, NUNCA SE OLVIDA.
Acúsome que he amado, porque hay tejidos que no se desgastan El amor perdurable es esa prenda que abriga el alma, aún cuando ya no está quien la tejió Es un abrazo que trasciende el tiempo y nos acompaña en la memoria
Acúsome que he amado, pues tejer es un acto de fe en el otro Cada puntada es un puente que conecta almas La esperanza crece con cada lazo, recordándonos que la vida misma es un tejido que nunca termina de hilarse
Marcelo Sánchez
Dado su interés por las etimologías, Borges sabría que todo texto es una entretejida trama La trama universal es un motivo del posterior libro de Borges, el poemario Los conjurados (1985) Arancet Ruda (2024) ha analizado varios aspectos de esta cuestión: Los conjurados menciona la “trama”; la estructura de los versos (enumeraciones, anáforas, paralelismos) a veces semejan la de un entramado. Aquí extenderemos este análisis, sin poder confirmar la tesis central de Arancet Ruda: que la muerte – otro motivo del poemario – sea el revés de la trama
En Los conjurados, muerte y trama son motivos fantásticos. La muerte impregna la trama; dice el poema “Doomsday”: “No hay un instante que no esté cargado como un arma.” Y los vivos recuerdan a los muertos, vueltos “sombras” El trance de la muerte no es comunicable, aunque pueda revelar algo. La muerte tornará a Los conjurados epílogo de toda la obra de Borges; es atinado, pues, que aquí él glose el famoso “Epílogo” de El hacedor (1960): en la hora de su muerte, el pintor de “La suma” sopesa su obra y “descubre que esa vasta algarabía/de líneas es la imagen de su cara”
La trama misma es fantástica porque es inasible En “1982” Borges se pregunta: “¿Hay un fin de la trama?” Las respuestas que el Borges crítico habría dado son: no creyendo en la transmigración de las almas, él no puede concebir un tiempo infinito (para adelante, ni tampoco hacia atrás); no siendo cristiano, tampoco creerá en un inicio ni en un final del tiempo. De allí el misterio insondable de la trama. Como es usual en el Borges creativo, Los conjurados intenta que creamos en algún imposible
La indefinida trama universal está hecha de vidas individuales finitas. Los conjurados usa la técnica enumerativa tanto para el todo de “La trama” como en “Haydée Lange” Quizá sea un guiño a la idea del Aleph, que siendo una bolita contiene el universo.
Ya que la palabra trama denota tanto el motivo poético como el objeto que aspira a ser su símbolo, dicho objeto parecería sesgado a ser mera alegoría Sin embargo, como percibe Arancet Ruda, Borges flirtea con la ambigüedad de si pueda haber una trama de ultramundo. No abonaremos aquí que la muerte sea el revés de la
trama, pero evaluaremos si Los conjurados admite dos tramas, una a cada lado de la muerte.
Mientras que en “El hilo de la fábula” y en “Cristo en la cruz” Borges ratifica su rótulo de agnóstico, algunas frases de “Abramowicz” sugieren un sentido trascendente: el alma perdura cuando su cuerpo es caos [ ] tú también estás con nosotros [ ] Estabas ahí, silencioso y sin duda sonriente [ ] ese hecho tan notorio de que nadie puede morir [ ] Cómo puede morir una mujer o un hombre o un niño [ ] me has dicho sin palabras, Abramowicz, que debemos entrar en la muerte como quien entra en una fiesta
El mismo poema, sin embargo, contribuye a echar por tierra la idea del más allá. A cierta incongruencia de la cita anterior entre el “caos” del “cuerpo” y el “sonriente” cadáver, añadamos que los muertos quedan reducidos a “muchedumbres de las sombras”. En la frase “entrar en la muerte como quien entra en una fiesta”, el “como” rebaja mucho la fuerza de lo dicho, que nunca traspasa la muerte misma. Finalmente, hubiera sido de mal gusto, en un poema dedicado a un amigo creyente (“tu Biblia”), inclinar demasiado la balanza en contra de la trascendencia.
Otros aspectos de Los conjurados reafirman su sentido inmanente. “Tríada” celebra repetidamente que la muerte trae “alivio”; esta nos “desat[a …] del peso del universo”. En “Cristo en la cruz”, leemos: “El alma busca el fin, apresurada.” Allí se priva al Cristo (que es crucificado) de toda presciencia: “[n]o le está dado ver la teología” ni la religión cristiana El poeta incluso se mete en la mente de Cristo, del que no sorprende entonces que se diga: “Sabe que no es un dios y que es un hombre que muere” 3
En todo caso, “Abramowicz” aporta cierta ambigüedad al poemario, tonificando así simbólicamente la trama Menos fuerza trascendente tendría la “epifanía” (¿erótica?) abordada en “Reliquias” Otra forma en que Borges busca apuntalar la trama como símbolo se nota en “El hilo de la fábula”; allí él arriesga, como espécimen de trama (Teseo “destej[e] las redes de piedra”), a un prestigioso símbolo suyo: el laberinto
Por un lado, para Arancet Ruda (p 219) la trama lo abarca todo – “las generaciones de las hormigas y las generaciones de los reyes” referidas en “Alguien sueña” Por otro, la crítica (p 220) opone los “dibujos tejidos” y “símbolos [ ] ornamentales, [ ] fútiles” de la trama a su “revés” (muerte), “esa parte llena de cortes y de nudos toscos”
La última frase motiva en Arancet Ruda la impresión de “[l]a súbita y tal vez fugaz certeza –no lo sabemos– de que no termina todo aquí” (p 222)
Estos argumentos amplían la ya extensa reseña crítica del poema por Adur (2024)
Referencias
Adur, L (2024) Cristo en la cruz La carne inquieta Borges poeta
Facultad de Filosofía y Letras – UBA, 2024, 79-102
Arancet Ruda, M (2024) La muerte o el revés de la trama en Los conjurados, libro final de Borges Borges poeta Facultad de Filosofía y Letras – UBA, 2024, 215-230
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Víctor Rivera
De cáñamo y de lino de algodón y de lana se trenzan los días y las noches de la China hasta Egipto y de la pluma hasta Ítaca en las manos astutas de Penélope que con ahínco y cinismo tejía y destejía, día tras día esperando a aquel que nunca vino, al que volvió, pero no como el mismo
Del amor al olvido y del olvido al presente del presente al instante y del instante al recuerdo se deshilacha el sudario de la vida y encuentra por ejemplo,
según lo que cuentan en la tierra que anuncia el amanecer, el camino de regreso al seno materno hilvanado por el ombligo de qué otra forma Odiseo habría vuelto sino a través del lazo irrompible, del hilo rojo, aquel que repatria a los olvidados que refuerza las ramas y los lazos sanguíneos que entreteje el telar de los sueños y la vida el hilo del destino el misterio que entrelaza los dedos de las manos, con suerte, las de dos enamorados Orihime y Hikoboshi y traza, en silencio, los caminos que habrán de cruzarse atravesando el mar, y surcando el cielo entre la guerra y Polifemo cicones y cíclopes las estrellas Circe y lo que haga falta Los artesanos lo sabían por oficio que las puntas que las dos puntas de un lazo habrán de encontrarse de nuevo
Jorge Etcheverry Arcaya
En el seno de una familia de pura cepa de vasta tradición rural la única hija siempre manifestó rarezas La madre quiso que abandonara la hacienda campo y se fuera a educar a la ciudad Eran tiempos duros y gracias a estas crisis corrientes en el campo se empieza a poblar ya desde entonces la urbe de Montreal, en Quebec, la provincia francófona de Canadá Pero no quiso La madre enferma y muere. Se cuenta un episodio de la niña a las puertas de la muerte haciéndose enterrar aún viva por el único criado fiel que no emigró en busca de mejores horizontes. Poca gente queda en los campos y menos aún en los bosques, por la peste y otras cosas Al día siguiente la niña se desentierra del lodo, devora a su perro que habían sepultado junto con ella. Entretanto, el mayordomo de la hacienda se ha ido apoderando poco a poco de las tierras Pero una especie de tormenta aniquila su casa, sepulta a su familia Hace volar cosas con que la niña vuelve a amoblar la vieja casa familiar. Durante la sublevación mestiza los horrendos emisarios de la nueva señora de esas tierras obligan a mercaderes y lugareños a proporcionar armas y pertrechos. La investigadora pudo rastrear en una vieja enciclopedia el nombre de esa familia y su procedencia en un pueblo perdido en las colinas de Alsacia La estudiante graduada asistente de la investigación es descubierta una noche convertida en un ovillo delirante en un rincón de la cocina. Siente que su madre la llama: “mijita, mijita”. Eso fue realmente lo que me despertó (diario del antropólogo que vive en esa pensión)
Andrés Colorado Vélez
“Para M. Mon., por supuesto”
Rosario toma el suéter de lana de fantasía que dejó a medias la noche anterior y poniéndolo a la altura de los ojos mira un momento el tejido y revisa que no haya luz entre las puntadas. Satisfecha, se arrellana en la poltrona de cuero café, retoma la labor y teje sin pausa, esforzándose por concentrar sus sentidos en el suéter amarillo que desde hace una semana le encargaron y no darle cabida al fantasma que, desde hace tres meses, con el filo hilo del engaño, comenzaron a entretejer el azar y ella en torno a su matrimonio con Miguel. El trabajo manual, que se asegura, es ideal para disminuir el estrés y abstraerse de problemas, no surte ese efecto en Rosario, quien hace crochet no por pasatiempo sino por necesidad. Mientras teje bajo las luces de la sala y la cocina, entre el desorden y las sombras del resto del apartamento y el repiqueteo de la lluvia sobre los geranios y los claveles en la terraza, cada tanto, vuelve a cobrar vida el espectro y Rosario se ve, de nuevo, reflejada en el vidrio de la puerta corrediza del balcón de su amante quien, tomando una de sus manos blancas y rollizas, le susurra al oído las frases cursis y jactanciosas que Miguel, tras siete años de matrimonio, por la oxidación del erotismo, no volvió a decir.
Sacudiendo la cabeza, como quien trata de espantar un insecto que da vueltas en torno a unas migajas, queriendo evitar que los recuerdos tomen mejor forma y la película donde su perfidia tiene un rol protagónico corra a todo color en la pantalla de su mente, Rosario vuelve a concentrarse en el tejido y la escena del balcón se esfuma entre el amarillo y la textura suave y delicada del hilo de fantasía que avanzando en sus manos da forma al hombro izquierdo del suéter a medio tejer. Sosteniendo la aguja como si estuviera agarrando un lápiz: con el pulgar e índice derechos ubicados en la empuñadura, Rosario forma un nudo corredizo alrededor de la aguja y envuelve la lana alrededor de ella para tejer una nueva cadeneta y, como si vinieran anudados al hilo de fantasía, asalta a su memoria una maraña de frases que ha estado escuchando en varios Podcasts sobre la infidelidad en busca de esos argumentos que la defiendan ante la culpa que la persigue de sol a sol. Por eso, sin mucho esfuerzo, logra recordar con claridad las opiniones que le escuchó decir a Manuel Vilas en la presentación de su última novela: “ en un montón de matrimonios los besos ya son rutinarios. Es muy triste, pero el mundo está lleno de esos besos entre seres humanos que han perdido la pasión erótica, no hacen el amor, pero siguen juntos”. La rutina, la rutina, la rutina, repite Rosario cual si fuera un mantra que la libera de su falta, pero eso no impide que en cadena regresen a su mente las escenas y secuencias de comedia romántica de la estratagema que hiló cuando se supo presa del anzuelo del erotismo que a la vera del cauce del matrimonio la pescó: el reencuentro con los amigos de la universidad de veinte años atrás y sus citas de los viernes, durante octubre, para rememorar entre cerveza y ron viajes al mar y fiestas de cumpleaños. Noviembre y las notas de WhatsApp para concertar citas a escondidas e intercambiar mensajes de amor con aquel que le cuchichea al oído las expresiones presuntuosas y afectadas que el oxidado Miguel ya no le esputa.
Poniendo el tejido en el muslo derecho, Rosario revisa que el viso de luz que ve entre dos puntadas no sea una de menos o una de más producto de la ensoñación en la que la sumergen los recuerdos. Y luego, para reforzar un borde, decide hacer una puntada invisible: desliza la aguja a través del aro que se formó al inicio de una cadeneta de seis puntos, envuelve la aguja desde atrás hacia adelante y, siguiendo la aguja, jala la lana a través de la puntada y vuelve a verse en esos días, siete años atrás, cuando septiembre corría por el cauce del año 2013 y Miguel aparecía en el horizonte sonriente y bronceado a pesar de los días sin sol y de lluvia: llegaba tarde a una reunión o cruzaba la sala de profesores o aparecía en cualquier momento o circunstancia traído por las ganas que ella tenía de verle para recargar energías y soportar las presiones del mundo escolar al que finalmente renunció para dedicarse al oficio de tejedora.
Revisando el cuello del suéter y verificando que la puntada de crochet doble tenga los eslabones suficientemente sueltos para mayor comodidad al usar la prenda, Rosario vuelve y vuela al Podcasts de Vilas y cual si fuera una lección escolar recita la frase que en torno al divorcio el escritor planteó: “la mayoría de la gente no se divorcia por miedo económico. Sus besos son como decir vamos a seguir pagando el apartamento juntos, porque si nos separamos vamos a morir de frío y más vale seguir viviendo así como vamos que a la intemperie” e invariablemente se ve ahí en el apartamento del barrio Velódromo, en el apartamento de Calasanz, en el apartamento de Florida Nueva discutiendo con Miguel en medio de unos vinos, al final de un desayuno o en medio de los preparativos de un almuerzo, los pro y los contra de seguir pagando arriendo, las ventajas de comprar un apartamento y las desventajas de hacer un préstamo en el banco. Dejando el tejido sobre el mueble, Rosario se pone de pie, toma un cigarrillo de la mesa de centro y, mirando por la ventana de la terraza, se pone a fumar.
Rosario rememora las promesas que Miguel y ella se regalaban: “te amo ” , “acompañémonos para crecer juntos”, “hasta que la muerte nos separe ” y, sin dejar de mirar la ciudad, trata de imaginar en qué bar y con qué mujer bailará salsa Miguel a esa hora y en qué cama irá a dormir. Cierra los ojos para evocar mejor y desea ser ella, sonriente, la que baila con él Un Pedacito, de Monguito “El Único”, que es la canción que el ritmo de su corazón eligió para darle atmósfera a la ensoñación: “ … ya puedo cantar con alegría. Ya tengo el amor que yo quería”. Y en el desorden de los recuerdos, Rosario trata de hacer aparecer en los sesenta metros cuadrados de su apartamento la pareja que entretejió durante siete años con Miguel y que una cadena de decisiones suya intrincó. “Hay otra cosa importante en el amor: la exclusividad, que es uno de los grandes hallazgos del matrimonio. Es como una droga; tú eres el ser más importante para la otra persona y esto también tiene fuerza erótica, aunque luego no vaya acompañado de sexo ” , piensa Rosario en las palabras de Manuel Vilas mientras juega a imaginar cuántos años más podría haber durado en ella la exclusividad de Miguel, de no ser por el nudo de quimeras que ella creó envolviendo la pulsión de sus deseos alrededor de su matrimonio hasta darle forma al nudo corredizo que a inicios de diciembre la llevó a pedir un tiempo, unos días de distancia para oxigenarse y, al final de mes, la condujeron a Cartagena, a una playa paradisiaca, a comer camarones y caminar ocho días ingrávida, cual si flotara en la nube de orgasmos que hiló con los besos y caricias de su amante. “El matrimonio y la convivencia contaminan la sexualidad, el erotismo y la elevación romántica”, concluye de forma lapidaria Vilas y, Rosario, repasando mentalmente la frase y meneando la cabeza en actitud de desaprobación,
hace un aro con la lana de fantasía para que la cola de las lanas caiga detrás del aro, guía la aguja a través del aro bajo la cola y luego jala, ajustando la lana alrededor de la aguja y cortando el sobrante. ¿El matrimonio? murmura Rosario de pie ante el espejo de cuerpo entero del que fuera el estudio de Miguel, poniéndose el suéter amarillo para ver sus dimensiones , falso, señor Vilas: nada contamina más que una mentira para acomodar un relato o para salvarnos del tedio de la pareja; la víctima siempre termina siendo el victimario. Tejer la vida no es como hacer crochet con hilos de lana de fantasía, remata Rosario mientras el espejo le confirma que el suéter le quedó demasiado grande.
Publicado en Revista Universidad de Antioquia, #343, 2021.
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