El canto se hizo grito; La obra de Regina José Galindo
M . I . F l o r e s N a c h ó n
La causa desmorono
A l e j a n d r o Z a p a t a
Una tarde en domingo
M i g u e l J í m e n e z 3 7 8
Versos por Munch
D a m i á n A d r e ñ u k 13
M.I. Flores Nachón
Según el Diccionario de la Real Academia Española, es una "voz muy aguda y levantada que se emite en estado de dolor, miedo, cólera u otra pasión." Pero esta definición fisiológica no alcanza para comprender su dimensión estética ni política. En términos filosóficos, el grito ha sido entendido como el punto límite del lenguaje, aquello que aparece cuando ya no hay palabras posibles. Georges Bataille lo vincula con lo sagrado y lo informe, es decir, con aquello que desborda el orden racional y normativo de la cultura: el grito como exceso, como interrupción de la economía del sentido (cf. "La literatura y el mal"). Michel Foucault también lo sugiere en su análisis del cuerpo como lugar donde el poder y el saber inscriben su violencia: el grito emerge como aquello que no puede ser completamente dominado ni traducido.
En la historia del arte, el grito ha sido una imagen cargada de ambivalencia: símbolo de angustia existencial, como en "El Grito" de Edvard Munch (1893), donde el rostro desfigurado en medio de un paisaje ondulante expresa una ansiedad que trasciende al individuo; o ironía emocional, como en "Crying Girl" de Roy Lichtenstein (1963), donde la estética del cómic congela y estetiza el dolor en una imagen serial
Ambas representaciones, aunque antitéticas en su estilo, comparten la voluntad de capturar aquello que escapa al lenguaje racional. Desde una perspectiva artística-sociológica, el grito es también un dispositivo performativo que visibiliza lo reprimido por las estructuras de poder. Como señala Judith Butler, la performatividad del cuerpo puede interrumpir el régimen de inteligibilidad y abrir un espacio de disidencia (cf. "El poder de la performatividad").
Cuando el silencio se vuelve norma, el grito emerge como fractura. Hay gritos que no vienen de la garganta, sino de la carne, de la historia, del hueco que deja la injusticia. Gritos que no buscan ser escuchados, sino que obligan a ver. En la obra de Regina José Galindo, el grito es un acto de memoria, pero también de insurrección. Ella no representa el dolor: lo encarna. No habla por los cuerpos violentados: se vuelve uno de ellos.
Guatemala, su país de origen, ha sido un territorio marcado por el colonialismo, la guerra, el racismo, la desigualdad. Galindo nació en 1974, en pleno conflicto armado interno, y su arte es inseparable de esa geografía de sangre y silencio. Desde sus primeras performances, entendió que su cuerpo podía ser un canal, una herida abierta, una forma de decir lo indecible.
En sus propias palabras,
“Descubrí el potencial del cuerpo en el arte en los años 90 en Guatemala, y desde entonces ha sido y sigue siendo mi mayor campo de investigación.” En obras como "Lo voy a gritar al viento" (1999)
colgándose de un puente para denunciar la violencia de género, o "El Canto se hizo grito" (2021), donde el canto se transforma en alarido, Galindo construye una gramática del grito: un lenguaje sin palabras que interpela, rasga y sacude.
Sobre el contexto violento que permea su trabajo, ella afirma:
“Vivo en un país violento, y de ahí proviene mi arte violento.”
Su muestra "GRITO" (2022) no es una recopilación de obras: es una orquestación de dolores. Cada pieza es un eco de algo que no se pudo decir. El grito se expande, se multiplica, se vuelve coro. En esa acumulación no hay redención, solo insistencia. Porque hay cosas que no deben ser olvidadas. Porque hay nombres que siguen sin justicia. Porque hay cuerpos que siguen desaparecidos.
El grito, en Galindo, no es descontrol: es estrategia. Es resistencia. Es el último recurso frente a la impunidad. No se trata de gritar para ser escuchada, sino para sobrevivir. Para no dejar que el silencio se cierre como un círculo perfecto. En palabras de la artista:
“Vivo en un país violento, y de ahí proviene mi arte violento.” “Cualquier artista crea desde un concepto, y para un artista latinoamericano es muy difícil mantener al margen las circunstancias que lo rodean. Sin embargo, existe una gran distancia y separación entre ser un artista con un punto de vista político claro y ser un activista.”
Su arte no busca agradar ni conmover, sino incomodar. Golpear. Hacer temblar los cimientos de lo que hemos normalizado.
Gritar, entonces, no es solo un gesto estético. Es una urgencia. Una política. Una forma de existir cuando existir ya es una amenaza. En tiempos donde el ruido digital lo llena todo, Regina José Galindo nos recuerda que hay gritos que no hacen eco, porque vienen de demasiado lejos. Y que escucharlos no es suficiente: hay que dejarlos entrar.
Alejandro Zapata
El Pedregal, mayo de 2025
LA CAUSA DESMORONO
Trata de escuchar la vena que revienta. Otra la ha tocado y ha dicho: “Al parecer duele”. Y no es mentira, duele un poco que el alfiler no la traspase y deshaga el bullicio. Si estuvieras le darías uno de los palmetazos que te das en los muslos cuando el plan se trunca. En esos casos me alivio de sabernos en la desgracia, y recuerdo que eres la acumulación de lo ingrato, y vuelvo al partirme en dos y gritar a las cidras regadas.
Pero no oyes; por eso intento explotar el costado de la nuca y mandar a la pared que odias, angelillo de mármol, la densa capa que comprime. “¡Si a lo menos gritara, gimiera, me quejara y bramara con mi espectral garganta!”, pero ni eso ni los encuentros, que se tornan escasos, ni la lenta llamada a lo que no viene Terminamos quitándole reflejo a los descreídos; tú con ese mirar de reojo a las criaturas que nada malo hacen, yo con mi recogida llama.
Tanto para darle palabras a la angustia; la vez en el circo, la otra en el puente y donde los comensales; de eso no quedó sino el rechazo, la carcajada del que sabía y avisó, nosotros dándonos por indiferencia lo que antes era “infierno sonoro”. Creamos la fórmula, la probamos, la dimos a entender a los creyentes y ahora se las dejamos a ellos para que se equivoquen y piensen que fue suya la culpa; en todo caso tampoco es nuestra, y si quieren saber mi opinión tampoco la tienes, aunque desearía recaer en ti el mazo y la yerba
En todo caso, recuerdo le queda “hasta [al] más lacerado e inerte”. Gozamos, eso sí, y ya que se acabó no queda de otra que lamberse hasta que ya a nada sepa lo lamido, hasta que fastidie la repetición y la era. Sigue creer al que entone la discordia, al bulto, a la luz más apagada, al más falso de los invitados. Porque si no fue de este modo, en que se creía y se mostraba la marca, será escondiendo la mano que hirió de muerte al pordiosero y al pedrusco que lleva racha destapando cráneos.
UNATARDEDE
Miguel Jimenez
En este artículo hablaré sobre la trascendencia emocional histórica que tiene “El Grito” de Edvard Munch. Habla hacia nuestra ansiedad colectiva ante los conflictos bélicos actuales, así como hacia los sentimientos de desesperación que provoca el porvenir de las tecnologías de inteligencia artificial. Partiendo desde la experiencia que el artista tuvo en la colina de Ekeberg, donde sintió “un grito interminable atravesar la naturaleza”, exploraré la evolución desde La desesperación hasta El grito. Analizaré la técnica expresionista y sus interpretaciones clásicas, estableciendo paralelismos con el miedo contemporáneo y finalmente reflexionaré sobre el papel que tiene el arte para canalizar el miedo y cómo podemos buscar esperanzas en la resiliencia personal.
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En octubre de 1891, Munch anotó:
Este episodio, ocurrido en el mirador de Ekeberg en Oslo, revela cómo el impacto emocional del paisaje se tradujo en un grito metafórico de la propia naturaleza.
Este sentimiento de terror existencial es algo que experimenta mucha gente en momentos de soledad, cuando caminamos en un parque un domingo y se oscurece el día, pensamos en todo y en nada y tenemos momentos de paz o de duda. Previo a El grito, Munch pintó La desesperación (1892), en donde aparece un hombre solitario con sombrero de copa frente al mismo horizonte ensangrentado que vimos anteriormente (Munch, 1892). Esta obra intermedia muestra la transición de la contemplación hacia la expresión del pánico interior y nos da una perspectiva diferente sobre el mismo sentimiento de soledad, que puede llegar a la ansiedad.
Desde un análisis formal, lo que hizo Munch en esta obra es emplear líneas ondulantes que resultan en vibraciones de ondas sonoras y una paleta dominante de rojos y naranjas contrastantes con azules oscuros que exaltan el nivel emocional de la obra, nos generan sentimientos intensos con profundidad (Tønnesson, 2002). La figura central, andrógina y sin rasgos definidos, representa al “hombre genérico” atrapado en la ola de su propio terror. Hablando desde un punto de vista “clásico” existen críticos como Werner Hofmann (1973) que consideran El grito como un emblema de la alienación urbana y un claro reflejo de la fragilidad psicológica y el miedo que tiene el ser humano ante el inminente progreso
Por otro lado, algunos estudios ven la obra como la voz de la naturaleza, que exclama el desequilibrio que existe entre humanidad y medio ambiente (Bal, 1993).
En cuanto a las guerras y demás conflictos actuales podemos verlos reflejados a través del rojo sangre del cielo en El grito que remite hoy a imágenes de civiles atrapados en bombardeos y refugiados en tránsito. Así como Munch reflejó su horror personal, artistas contemporáneos utilizan paletas violentas para denunciar la guerra en Siria y Ucrania, especialmente traen al presente imágenes de civiles violentados en el genocidio de palestina, evocando el mismo grito de alerta, la misma cara de desesperación y el terror absoluto (Smith, 2018).
La llegada de tecnologías de IA crea pavor colectivo que se manifiesta en desesperación y miedo por lo que pueda venir, cosas como la obsolescencia laboral, la posible pérdida de control en cuanto a la toma de decisiones criticas y de los dilemas éticos en la guerra algorítmica. Según algunas investigaciones recientes, el miedo ante la irrupción de la IA en la psique humana y en el día a día puede compararse al pánico que hubo por los avances tecnológicos de fines del siglo XIX (Brynjolfsson & McAfee, 2014).
Cuando el arte alcanza a capturar imágenes de miedo, cuando representa el terror en su manera más pura puede tener repercusiones poderosas para la sociedad que la aprecia Dentro de estas consideraciones pueden incluirse vías de resiliencia, de las cuales Colectivos artísticos utilizan performances silenciosas y murales colaborativos para crear espacios de diálogo y sanación, tal como Munch invitó a confrontar la angustia a través de su representación de estas emociones en el grito (Wilson, 2020).
El grito de Munch, nació a partir de una experiencia durante un atardecer sangriento en Oslo, encarno un sentimiento universal de terror y de ansiedad en el que podemos ver reflejadas nuestras propias preocupaciones dos siglos después. La violencia en este mundo parecer no tener fin, estos sentimientos seguirán siendo identificables. Sin embargo, el arte, al dar voz al miedo, también abre caminos de empatía y esperanza para afrontar juntos los retos del presente y el futuro. Puede ser que la próxima vez que te encuentres caminando una tarde de domingo y sientas esa ansiedad puedas sentirte un poco mejor porque sabrás que no estas sola.
Bal, M (1993) Looking In: The Art of Viewing Routledge
Brynjolfsson, E , & McAfee, A (2014) The Second Machine Age: Work, Progress, and Prosperity in a Time of Brilliant Technologies W W Norton & Company
Gombrich, E H (1995) The Story of Art (16th ed ) Phaidon Press
Hofmann, W (1973) Expressionism Thames & Hudson
Munch, E (1891) Diario personal Archivo Munch, Oslo
Munch, E (1892) La desesperación [Pintura] Galería Nacional de Oslo
Munch, E (1893) El Grito [Pintura] Galería Nacional de Oslo
Smith, J (2018) “Art and War: Visual Responses to Modern Conflict ” Art Journal, 77(2), 24–37
Tønnesson, J (2002) Edvard Munch: The Frieze of Life National Gallery of Norway
Wilson, C (2020) “Mending the World Through Art ” Contemporary Art Review, 12(1), 45–60
VERSOS PORMUNCH
*Poema inspirado en la obra “El grito”, de Edvard Munch
Atardecer de puente y lago
un camino terrible de inocencia a calavera un grito de orfandad por una civilización que no ha podido un paseo de personas como espectros lucidez que corroe hasta los huesos (lucidez sin revancha)
belleza sepultada
belleza abrumadora que sólo se advierte desde la quietud después del huracán de ruido y drama del desfile siniestro de disfraces un alma cruza un límite (pierde sus cabales) y ruega enajenada con las palmas en la cara ya nunca regresar a este planeta.
Dirección
María Inés Flores Nachón maines flores@live.com
Diseño de portada Antonella Guagnelli Cuspinera antonella.guagnelli@gmail.com