Una boda impecable

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Una boda impecable

Carlos Casado Valera

Para Idoia y Gonzalo; que siempre sople el viento a favor en las velas de su amor Para Emma y Pepe por muchísimos años de amistad

Como casi todos sabéis, escribo relatos cuando la ocasión lo merece. Antes de empezar quiero recordar a los posibles lectores que es un relato subjetivo, cuya finalidad principal es que con el paso del tiempo su lectura nos evoque los momentos vividos.

1. Prolegómenos (vamos de boda) Emma nos anunció a las 10:45 del 26 de septiembre de 2019 que tenía una buena noticia que comunicarnos. A las 10:50, la noticia era que teníamos boda y un minuto más tarde el mensaje era “Gonzalito se casa”. Seis minutos de incertidumbre.

Así empezó todo.

A mí las bodas me gustan. Supongo que quizás es porque es el inicio de una apuesta, de una inversión, de una decisión. Me gustan las películas de las bodas, me gusta el pensar que tengo que ponerme, no quiero imaginar si fuese una chica la tensión que me provocaría. Me gusta el ambiente que se genera alrededor, las opiniones con fundamento o sin él, el cotilleo que sigue a la celebración. Me gustan las bodas.

Además, esta boda, al menos para mí, era especial porque inaugura las bodas de los hijos de mis amigos. Ya hemos arrancado y esto ya no debe pararse.

2. Espectáculo en la playa El día previo a la celebración, algunos estábamos disfrutando de una tarde en la playa, digamos que de una forma viscontiana; con placidez y abandono cuando un gallego, Sixto, y otro que desciende de otro gallego, Pedro, decidieron que iban a probar la temperatura del agua.

Para los iniciados, esa comprobación no dejaba de ser, cuando menos absurda, el agua por esos lares de la costa española siempre está muy fría.

Por lo tanto, la comprobación, desde mi punto de vista era baladí.

Cuando los comprobadores estaban cerca de la orilla, decidí que me uniría a ellos para hacer la típica gracia de intentar, en un acto de insensatez, meter mis pies en el agua.

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Me levanté, empecé a correr hacía la orilla y cuando mis pies tocaron la arena mojada, dura, la parte de la playa que en estas latitudes, en algunas horas es playa y otras es mar, por culpa de las mareas un arcano que me niego entender ya que no me parece seria esa actitud de ciertos mares u océanos, decía que cuando mis pies tocaron la superficie arenosa dura un resorte se activó en mi cerebro e incrementé el ritmo de mi carrera, de tal suerte que incluso recuerdo que puse las manos en una posición aerodinámica que he visto que adoptan los velocistas en los estadios de atletismo. Uno, dos, tres, cuatro, quizás doce o trece elegantes zancadas que me hicieron sentirme como el hijo del viento, sentirme ágil, vivo.

De repente, algo falló, un disparo, un tiro, una punzada de dolor que impidió que el pie izquierdo tocase la arena y saliese rebotado, un abismo, un precipicio y me vi en dos o tres nanosegundos en el suelo.

Detrás se oían unas risas.

Quizás eran carcajadas.

Me dolía la pierna, en concreto la parte posterior del muslo izquierdo, pero había que disimular.

Hice un gesto a mis divertidos amigos restando importancia a la caída y con la esperanza que pudieran pensar que estaba meditada.

Me levanté y seguí andando hasta la orilla, intentando no cojear demasiado.

Cuando llegué a la orilla, se obró el milagro, metí los pies en el agua y no sentía nada, incluso me pareció que no estaba fría.

Mi cerebro estaba completamente centrado en disimular o directamente se había estropeado en la caída. Lo cual no era descartable.

Caminando de vuelta al grupo confesé a los probadores de agua que me había caído y que me dolía la pierna. Ellos absortos en la verificación de la temperatura no se habían enterado del espectáculo.

Las risas seguían.

De hecho, creo oírlas cuando escribo estas líneas.

Me arrastré al hotel, me puse hielo por recomendación de uno, me tomé un antiinflamatorio por prescripción de otro y le pedí a Lourdes que me comprará una venda compresiva. Percibí cierto cuñadismo médico que sin embargo alivió mi dolor, no así mi destrozado orgullo. Esa noche me acosté pensando en que no podría bailar.

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En resumen, una mezcla explosiva de insensatez, chulería madrileña, herejía deportiva, demostración absurda de antiguas capacidades que acabaron con mis huesos por el suelo y con lo que es aún más grave con mi dignidad en algún lugar de del manto inferior, esto es a unos 2.000 kilómetros de la corteza terrestre.

3. Calamares y Pimientos De todos es sabido que, en Galicia, se come bien, o al menos esa es la fama.

He de reconocer que siempre que he comido en Galicia, lo he hecho bien. De chaval recuerdo un chiringuito en la playa de La Lanzada donde tomábamos unas sardinas asadas con cachelos o en Casa Pepe en O Grove donde mi padre siempre pedía pulpo de primero y luego merluza a la gallega.

Pero parece ser que los platos estrella de este viaje pre boda para algunos han sido los calamares y los pimientos de Padrón, ya se sabe “uns pican e outros non” Mis amigos llevaban una estadística del precio de las raciones de pimientos y valoraban la intensidad de la fritura de los mismos, el crujiente al morderlos y el nivel y la calidad de la sal que los acompañaba.

Por parte de la facción calamarística, tres cuartos de lo mismo, si estaban más o menos gomosos, si el rebozado era el adecuado si necesitaban o no limón.

Me da la impresión que los programas de cocina de la televisión están ejerciendo una influencia mayor de lo esperada.

En cualquier caso, nos gusta comer y nos gusta beber; incluso a algunos, vino blanco.

Este es un tema de reflexión con origen en la ciudad de Palencia; ciudad que ha encontrado en este nupcial viaje a Galicia un protagonismo no deseado.

El vicepresidente de la Asociación Palentina de Trasegadores de Tintorro Fino argumenta que el vino es tinto por definición. El resto de productos comercializados bajo la denominación de vino blanco no se les puede calificar como vino.

Opiniones.

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4. Impecable Ceremonia Amaneció el día de la boda, había que arreglarse para la ocasión: los chicos con un traje oscuro, una camisa y corbata salimos del paso con dignidad, pero las chicas tienen más problemas. A las bodas hay que ir, ya se sabe, monísima de la muerte, pero menos monísima que la madrina y que, por supuesto, la novia.

Esta vez, eso fue fácil porqué, por mucho que alguna hubiese querido, tanto la novia como la madrina estaban espectaculares, radiantes, elegantes, sobrias, insuperables e impecables.

Este último adjetivo me va a servir de hilo conductor de este capítulo.

Todo en la ceremonia fue impecable: la iglesia, Santa María de Baiona, de aspecto fortificado y estilo ojival románico, se construyó en el siglo XIII y fue considerada Colegiata desde 1482 a 1850. Está dividida en tres naves, con sus correspondientes ábsides rectangulares. La nave principal recuerda el estilo cisterciense y el techo de madera provocaba en mí una especie de atracción cuando lo miraba. Dos contrafuertes flanquean la puerta de la fachada, formada por tres pares de columnas, tímpano liso y arquivoltas.

Además, tiene en la fachada un precioso rosetón románico.

La distribución de los asistentes, muy organizada, con sitio para los numerosos testigos. Nos repartieron un librito para seguir la ceremonia, cuyas preciosas ilustraciones son obra de ldoia, en el que figuraba las piezas musicales que nos acompañarían en los momentos claves de la misma.

Ninguna concesión en estás a influencias cinematográficas o radiofónicas.

Impecable selección de la música clásica. Desde el Aleluya de Haendel, pasando por el canon de Pachelbel, el Ave María de Schubert, piezas de Mozart y Bach para la Comunión y como punto final el Salve Regina, en latín.

Ideales las niñas que portaban las arras, los anillos y unos cestos con flores a la Virgen. Su labor durante la ceremonia, también fue impecable y trabajaron mucho.

Sobrios y clásicos el padrino y el padre de la novia y atrevidamente elegante la madre de la novia.

Impecables los contrayentes en el momento de decir sus votos. Emocionados, pero seguros y serenos y creo que sin lágrimas.

Lágrimas que, si aparecieron tímidamente, en los ojos de Lourdes.

El único aspecto que se salió del concepto impecable de la ceremonia vino dado por un comentario, supongo que, del cura párroco de la iglesia, y por lo 5

tanto ajeno a los organizadores. El cura párroco, amablemente, nos indicó la ubicación de los baños por si algún asistente tuviese la imperiosa necesidad de su uso.

No soy un consumidor semanal de misas, pero es la primera vez en mi vida que oigo estas indicaciones. Quizás ocurran más a menudo, pero para mí resulto una curiosa novedad.

La salida de la ceremonia contó con una sorpresa y una novedad. La primera es la música interpretada, en directo, por un par de gaiteros para que nadie tuviese la más mínima duda de dónde estábamos y la segunda es la ausencia de la pareja protagonista quizás para evitar el aluvión de enhorabuenas, besos y abrazos que se prodigan en estas ocasiones y que en estos momentos no son deseables. Acertada e impecable decisión.

5. Zapatones Por deformación familiar tengo, o tenemos Lourdes y yo, especial fijación con los zapatos. Durante el momento de la Comunión en la ceremonia y dada mi ubicación cercana al pasillo central estuve fijándome en los zapatos y sandalias que llevaban las invitadas que hacían cola para comulgar.

No son de mi gusto los que ahora se vienen llevando, plataformas, tacones muy anchos, son una especie de zapatones que incluso me recuerdan los que portaba el monstruo de Frankenstein.

Es la moda, lo sé. He llevado en una lejana época pantalones de campana, he usado trajes de baño imposibles, los cuellos de las camisas parecían cartabones. Pero dado que escribo este relato me permito decir que la moda del calzado de la primavera verano de esta temporada me parece horrorosa.

Quizás sea cómoda, pero queridas, de todas es sabido que el glamour duele.

Haciendo el repaso del calzado de las invitadas durante la cola de la comunión, encontré unos que me gustaban y alcé la vista para apreciar el conjunto, pero me encontré con que el resto no acompañaba a los zapatos.

No había arreglo posible.

Además, la fealdad de los zapatos y sandalias guardaba una estrecha relación con la edad de la portadora de los mismos. Cuanto más feo era el calzado, más joven era la invitada. Algunas excepciones, las conocidas como las hermanas de verde, a la sazón hermanas del novio. que llevaban unos zapatos y sandalias muy correctos y acertados.

En cualquier caso, y en líneas generales, los atuendos de los asistentes estuvieron acordes a la elegancia de la ceremonia. Recuerdo por si acaso, la subjetividad de este relator.

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6. Mesa23 Imagino la complejidad que conlleva el acertar con la elección de los integrantes de cada una de las mesas del banquete nupcial. Hay que empezar a asignar mesas y así una distribución podría quedar como esta: 1. la mesa presidencial 2. la familia allegada de la novia 1 3. la familia allegada del novio 1 4. la familia allegada de la novia 2 5. la familia allegada del novio 2 6. la mesa de los niños 7. los mejores amigos de los novios 1 8. los mejores amigos de los novios 2 9. las mejores amigas de la novia 10. los mejores amigos del novio 11. la familia menos allegada de la novia 12. la familia menos allegada del novio 13. los amigos de ICADE 14. Los de Lancaster 15. los amigos de ICAI 16. los gallegos 17. los vascos 18. los de Panxón 19. los de Roche 20. los amigos de los padres de la novia 1 21. los amigos de los padres de la novia 2 22. los amigos de los padres del novio 1 23. los amigos de los padres del novio 2 A mí me tocó, como amigo de los padres del novio, en la mesa 23, podía haberme tocado en la 22, pero me tocó en la 23. No había mesa 24. No es una crítica, es la constatación de un hecho. La cruda realidad de un analista de datos y observador de la realidad social que me caracteriza.

Cada una de las veintitrés mesas tenía un cartelito, también obra de Idoia, con unas frases, en la nuestra eran unos versos de la canción “Noche de Bodas” del poeta Joaquín Sabina,1.

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Foto. Demi; Traducción de la letra: Mimbi. https://www.youtube.com/watch?v=CpxvHfLe6zU

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Que todas las noches sean noches de bodas Que todas las lunas sean lunas de miel Que el maquillaje no apague tu risa Que el equipaje no lastre tus alas, Que el calendario no venga con prisas Que el diccionario detenga las balas

La lluvia, que bautizó levemente la celebración, colaboró en que las palabras se diluyeran en la cartulina, pero no impidió que supiésemos, tras una sesuda investigación por una profesional de la restauración pictórica, que es lo que ponía.

Yo quería criticar que nos habían sentado en la última mesa, no había mesa 24, pero después de comprobar la inspiración de esos versos creo que quiero sentarme siempre en la mesa 23 y compartir mantel con los comensales que me tocaron en suerte, que como correspondía éramos amigos de los padres del novio2 a los que se añadieron los padres del marido de una hermana de la novia que, deberían haber estado quizás en la mesa 11 pero que acabaron en la 23 vía Palencia.

Aprendí geografía palentina, hostelería palentina y sobre todo no nos movimos de nuestra inicial ubicación, a pesar del sol, que secó las lágrimas de los versos de Sabina.

Creo hablar por todos los de la 23. A pesar de que no había mesa 24, no cambiamos nuestra mesa, ni el número, ni los integrantes y por supuesto el inspirador mensaje de don Joaquín.

Otra vez impecable organización.

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Gon_Padres en la terminología del sudoku organizativo de los novios.

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7. El baile Algunas reflexiones: El padre del novio bailó. Bailar con mascarilla no es bailar. A pesar de mi lesión hice lo que pude.

8. Un paseo nocturno3 Tocaba retirarse y Emma nos pidió si podíamos guiar a su hermana Rocío hasta el hotel. En buena hora.

Nos distribuimos en dos coches uno el que conducía yo y en el que se instalaron en el asiento trasero Tatiana y Maite, con Pedro en el asiento delantero de la derecha y el otro conducido por Rocío a la que acompañaba Lourdes.

Hasta aquí correcto.

Era ya de noche, la celebración estaba siendo larga y yo más o menos sabía la ubicación del Pazo de Cea y la del Hotel Miramar. De día hubiese llegado y de noche también llegué, pero haciendo un recorrido turístico no del todo deseado.

- Pedro ¿sabes ir? -pregunté - Sí Salimos del Pazo vigilando por el espejo retrovisor que el coche de Rocío nos siguiese.

Todo marchaba correctamente en nuestro coche. En el otro no sé.

- Anda- dice Pedro. Era por el semáforo a la izquierda. Pero no pasa nada en la siguiente torcemos.

- De acuerdo. Dije yo Todo marchaba correctamente en nuestro coche. En el otro no sé.

Torcimos en la siguiente calle y yo me di cuenta de que en teoría para llegar al hotel que estaba en la playa había que bajar porque veníamos del Pazo que estaba en una pequeña elevación. No dije nada.

- ¿Y ahora? Pregunté a Pedro - Por la siguiente a la derecha. Dijo con seguridad.

Todo marchaba correctamente en nuestro coche. En el otro no sé.

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Versión libre del redactor. La culpa no es de Pedro solamente

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Lo cierto es que las calles eran estrechas, seguíamos subiendo a veces y bajando en otras, pero la dirección no era mala.

A mí me estaba empezando a entrar la risa. Por el espejo retrovisor comprobaba que el coche de Rocío y Lourdes nos seguía. Empezaba a valorar la amonestación que iba a caernos a Pedro y a mí por este paseo nocturno no previsto.

Tatiana y Maite iban a sus cosas, pero empezaban a preguntar si nos habíamos perdido.

Pedro y yo que hemos estado muchos años en los Scouts nunca nos perdemos. Podemos, quizás, en alguna ocasión estar ligeramente desubicados, pero no era el caso.

Directamente nuestro coche era una fiesta. Risas, chascarrillos, comentarios.

En el otro no sé si había fiesta.

Tras cuatro cambios de dirección, dos estrechas calles y una rotonda mal iluminada, por fin, llegamos.

Desde aquí otra vez nuestras disculpas a Rocío, aunque creo que al final se lo pasó bien con Lourdes.

9. Pazo Bandegui4 La casa de Emma y Pepe en la parroquia de Panxón en el Concello de Nigrán albergó un “picoteo” el día después de la boda. Yo iba con el propósito inicial de criticar y despellejar lo que hubiese asado el día antes.

Incluso me vestí para la ocasión para dar que hablar.

Fracaso absoluto por culpa de la impecable ceremonia, el impecable cóctel, la impecable comida y el impecable baile.

Lo que tienen los pazos es que sus jardines te permiten diversificar los ambientes y así bajo un árbol y en un ambiente boho chic, algo incómodo, nos instalamos los señores y en otro ambiente en la terraza del pazo se acomodaron las señoras.

Nuestra conversación fluyó desde los coches a los vinos pasando por ciertas indumentarias. Así descubrí que la bodega Ramón Bilbao ha obtenido el título de elaborador de vinos en la Universidad Rey Juan Carlos, que los vinos de

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Bandegui es la unión de Bandeira y Eguiraun

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Rueda no son vinos, que no se puede comprar vinos en las grandes superficies.

En alguna ocasión, mi espíritu cotilla me obligaba a indagar que se cocía en el lado femenino de la reunión y con la excusa de que me diera un poco el sol me sentaba en su círculo, pero no saqué nada jugoso. Asquerosamente impecables.

Acabamos luego todos juntos, con una mantita en las piernas y tan a gustito y ahí sí, hubo una moderada crítica.

10. Epílogo Para finalizar no queda sino dar las gracias a Idoia y Gonzalo por permitirme ser testigo de su unión. Que la Fuerza les acompañe.

Ojalá dentro de diez años lean este relato y esbocen una sonrisa cómplice mirándose a los ojos Gracias a Emma y Pepe, por lo que les toca. Como siempre unos magníficos anfitriones.

Gracias a los integrantes del grupo “Buenos amigos siempre” por seguir soportándome.

Hasta el año que viene en que gracias a la generosidad de María Bandegui nos volveremos a reunir para ser testigos de su boda con un gallego de cuyo nombre hay diversas acepciones.

Pozuelo de Alarcón, 4 de septiembre de 2020

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