La singladura del Siloa

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La singladura del Siloa 15-17 de junio de 2019

Carlos Casado Valera

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Para la tripulación del Siloa: Nano, Pepe, Gonzalo, Rodrigo, Jaime, Íñigo y Antonio

Prólogo En febrero, durante la celebración de una costumbre ancestral, Pepe me comentó que si me apetecía me invitaba a navegar unos días. Contesté afirmativamente ya que esta propuesta me la hizo el año pasado, pero no puede asistir por motivos familiares.

Pasaron los meses y, a finales de mayo, Pepe me confirmó que había fechas para la singladura del Siloa.

Cuando colgué, me quedé pensando en la suerte que tenía por poder formar parte de este viaje, digamos que familiar, ya que la mayoría de los tripulantes tenía, como primero o segundo, un apellido en común.

Algo bueno habré hecho, pensé, y desde luego no iba a hacer algo malo ahora, a mi edad.

Lo que el lector encontrará a continuación son una serie de momentos que por diversas circunstancias me parecieron dignos de recordar. Son subjetivos, los escribo yo, y viene siendo una costumbre que practico, con mayor o menor éxito, cuando vuelvo de un viaje en el que han sucedido cosas que creo merecen ser recordadas.

Con el paso de tiempo los vuelvo a leer y me sirven para evocar con nostalgia esos momentos felices.

Pido disculpas anticipadas por las, más que probables, patadas a la jerga náutica que pueda cometer narrando esta experiencia. Son licencias poéticas ya que el día que embarqué conocía donde están babor y proa y por lo tanto, sus opuestos estribor y popa y que a las cuerdas de un barco no se les llama así.

Viernes, 14 de junio Había quedado con Pepe en su casa a las dos de la tarde para salir hacía Panxón, tras comer y mancharme la camisa y el pantalón sirviéndome unas riquísimas judías verdes, salimos de su casa a eso de las tres de la tarde. Cuando llegamos al garaje, enseguida me di cuenta de que el coche no podía salir porque estaba encerrado como consecuencia de la incorrecta situación de otro coche aparcado.

Empezamos bien, pensé, y tras infructuosos intentos, tuvimos que esperar a que el responsable del garaje moviera el coche mal estacionado. Este retraso no tendría mucha importancia si no fuese un viernes a las tres de la tarde, ya que parece ser que, a esa hora las salidas de la capital del Reino de España se complican.

Además, teníamos la competencia del otro coche que transportaba a otros miembros de la tripulación y no era cuestión que éstos gestionaran mejor que nosotros la salida.

Podemos hablar sin temor a equivocarnos que la nuestra fue una especie de tormenta perfecta ya que nada de lo que se intentó salió como se esperaba y a las cuatro y diez de la tarde no habíamos conseguido poner, ni tan siquiera una rueda del coche en la A6.

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Durante el viaje, los otros tripulantes tuvieron la oportunidad de realizar alguna que otra chanza al respecto que, por supuesto y como no podía ser de otra forma, fue obviada. ¡Hasta ahí podía llegar la broma!

No obstante, tuvimos todavía tiempo de desviarnos un kilómetro para contemplar uno de los desatinos en la creación de infraestructuras que se produjeron en la época del despilfarro económico. Una pista de esquí seco en Valladolid y en concreto en el pueblo de Villavieja del Cerro1. Alucinante.

El artilugio Cuando el resto de la tripulación llegó, más tarde que nosotros, a Panxón traían consigo un artefacto artesanal construido por ellos y al que le tenían que dar los últimos retoques.

Cuatro agujeros.

Según ellos era un foil,- todo lo que ahora no tenga nombre en inglés no es digno de mención- pensé yo.

Pero, ¿Qué es un foil? La primera acepción que aparece, si la buscas en un diccionario inglés-español, es el de hoja de aluminio delgada que sirve para envolver comida…es decir, papel albal de toda la vida, y eso no me cuadraba con el aspecto del cachivache.

Me he documentado al respecto y en realidad, la definición más acordé con lo que vi es que se trata de un artilugio usado en los deportes de deslizamiento acuático, que, acoplado a una tabla ya sea de wind, de kite, de surf o de paddle surf – como puede comprobarse cosas muy interesantes y modernas porque están escritas en inglés- te eleva por encima del mar y, supuestamente, te regala nuevas e intensas sensaciones.

“Como volar en una alfombra mágica” lo relatan los que han vivido la experiencia y yo me pregunto ¿Cuántos han volado en alfombras mágicas? ¡Cuanto postureo! ¡Cuánta tontuna!

Lo cierto es que el hidrofoil, este es su verdadero nombre, se inventó en Hawaii, como no podía ser de otra manera, a finales del siglo XX. A los surferos les tentaba la idea de poder surfear olas que no rompieran y así alargar el baño y el tiempo de deslizamiento sobre la ola. Por eso empezaron sus investigaciones y llegaron al nuevo artilugio.

Se trata es un mástil con una aleta delantera y trasera que se acopla a las distintas tablas y permite aumentar la velocidad porque reduce considerablemente la fricción del agua. Cuando el mar o el viento empujan la aleta, el mástil se eleva y el soporte inferior se desliza a gran velocidad. Cuando la fuerza de empuje se agota, o no existe, bombeando la tabla, parece ser que se puede conseguir mantenerla.

Parece ser que el windfoil puede ser olímpico en 2024. Ahí lo dejo.

Después de hacer los últimos retoques, los cuatro agujeros, nos fuimos a cenar, comenzando la cata de vinos de las Rías Baixas que se prolongó durante todo el viaje.

El de esa noche fue excelente. La Val, creo recordar que se llamaba.

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https://www.elmundo.es/espana/2014/08/24/53f8fd8922601dc11a8b4586.html

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Hablando de artilugios, hay otro que se echó de menos esos días: un dron. Frases como las siguientes fueron muy oídas durante la singladura -

Gonzalo ¿Por qué nos has traído el dron?

Si tuviésemos ahora el dron…

Podríamos comprar un dron en El Corte Inglés Con el dron hubiese quedado genial la prueba del foil

Al final no hubo dron, pero quizás hubiese estado bien para poder presumir después de las hazañas acuáticas.

Sábado, 15 de junio Zarpamos del Puerto de Vigo a las 12:30 con rumbo hacia las Islas Cíes, con una joven tripulación. A mí me parecía tarde, pero parece ser que antes de esa hora no es recomendable salir porque no hay el suficiente viento, o eso creo recordar que alguien me dijo. ¿Qué hicimos hasta las 12:30?

Desayunamos, recogimos la casa, fuimos a comprar avituallamiento, a dejar los coches en el Colegio de los Jesuitas de Vigo gracias a la mediación del Pepe con el Hermano Bailón y aparejamos el barco. Nótese el detalle técnico introducido con el verbo aparejar.

Al rato de comenzar la navegación, los jóvenes tripulantes decidieron que era hora de probar el artilugio. Lo unieron a una tabla de madera y con un cabo2 confiaban que, arrastrados por el barco, lograsen convertirse en nuevos Aladinos montados en su mágica alfombra. Habían empleado muchas horas, ilusión, esfuerzo y conocimientos en el artefacto. Tenían fe y confianza en el trabajo realizado.

El artilugio/artefacto/foil y el ingeniero

Yo, no lo hubiese probado en esa agua más que fría que caracteriza a esta zona de la costa.

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Lo que en secano viene siendo mayormente una cuerda.

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Lo probaron los ingenieros constructores y el resto de los menores de 30 años. ¿Podemos hablar de éxito del experimento? ¿Fue un fracaso? ¿Hubo optimismo reprimido como consecuencia de una excesiva tensión?

Hay opiniones contradictorias. El artilugio cubrió las expectativas y funcionó. una vez, si bien es cierto que faltaba fuerza motriz para haber obtenido algo más de velocidad.

El artilugio al final fue el que no soportó la tensión y se partió en una zona cercana a su anclaje en la tabla. Los ingenieros, se pusieron a analizar y comentar los datos técnicos de la rotura. Salvo posterior rectificación de un análisis más detallado en el taller, parece ser que la rotura pudo ser debida la insuficiencia de fibra de vidrio en esa zona, el material con el que estaba construido internamente o el grosor del mástil del artilugio.

Todo muy técnico y profesional.

Mi conclusión, un siete sobre diez.

Acabados los experimentos, nos dedicamos a navegar. El destino era Villagarcía de Aurosa y quedaban millas náuticas por recorrer.

A las órdenes del patrón del barco, los chavales realizaban las maniobras oportunas para que la navegación fuese lo más eficiente posible.

He de decir que había varios patrones, todos fiables. Dedicaré alguna reflexión al respecto más adelante.

Navegar en un velero sin saber hacerlo, consiste básicamente en no estorbar a los que saben, lo que permite dedicar el tiempo a observar, aprender y reflexionar. Este era mi caso.

Cuando se establece un determinado rumbo, los tripulantes y pasajeros nos podemos dedicar a otras cosas. Yo les observaba, y entre el sonido del mar se podía apreciar el silencio de los hombres absortos en sus pensamientos, leyendo, jugando con la tecnología, relajados.

Una travesía es un excelente entrenador de la mirada con atención plena. Hay muchos momentos en los que aparentemente no sucede nada reseñable. Y cada vez que tenía este pensamiento me recordaba a mí mismo que la realidad no está en el horizonte sino en los ojos. Todos los minutos pueden ser parecidos, pero en realidad son diferentes.

La consecuencia de carecer de entrenamiento para apreciar los pequeños detalles es que se puede terminar pensando que no ha sucedido nada. Cada instante es una pequeña metáfora de la vida y sería doloroso llegar a un momento de nuestra vida en el que ante la pregunta “¿Qué ha pasado?” nos dijésemos a nosotros mismos que nada.

Me pido entrenar la mirada para apreciar los pequeños detalles.

En un barco del tamaño del Siloa, ocho son quizás demasiadas personas, pero, aunque parezca mentira, creo que todos nos encontrábamos a ratos solos. Alguien dijo que una de las consecuencias inevitables de la soledad era cierto grado de sabiduría. Ahora también he aprendido que no hacer nada en esos momentos de soledad acelera el proceso de aprendizaje de la única asignatura que hay que aprobar de manera inequívoca: uno mismo y en este sentido esta travesía me ha ayudado.

Me fije especialmente en la relación de Pepe con sus hijos y de Nano con el suyo. Había mucho cariño y complicidad en las miradas, en las conversaciones, en los gestos, en el respeto al patrón/padre respectivo.

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La jerga Todas las actividades tienen su propio lenguaje, sus códigos, sus guiños, su jerga. La navegación no podía ser menos. En concreto lo que para los de secano son cuerdas palabra prohibidísima en un barco- en una embarcación hay al menos, que yo sepa y seguro que hay más, tres palabras. La derecha no existe y no digamos el centro derecha que buscan algunos, el concepto detrás es inexistente. Podría seguir con más disquisiciones similares, pero cuando un novato como yo, oye órdenes como las siguientes: -

Mueve la pasteca en la regala de estribor dos puntos más a popa para que la escota del spi…

La trapa no la caces con el winche Mete el cabo por el seno de la cornamusa Trapa la mayor Suelta el carro

No entiende nada y me he preocupado, preguntando de vez en cuando y ahora escribiendo este relato, de aprender la dichosa jerga.

Hace tiempo leí una novela de aventuras, historia y navegación que se llama La Cacería escrita por el uruguayo Alejandro Paternain en la que ocasionalmente leía una frase y tenía que buscar tres o cuatro palabras en el diccionario, algo así como: “… los métodos de Manuel Pinto para obligar a un cabloco a treparse por el trinquete, alcanzar el mastelero y destrabar el quinal, enredado por el viento...”

Es decir, hay que conocer las palabras y en un barco a vela cazar la escota del Génova significa una orden clara para realizar una determinada maniobra y si el barco garrea puede suponer un peligro si no se toman las medidas adecuadas y si hay que colocarse por la amura de babor para que el barco navegue mejor, pues se hace, pero al principio de todo esto te crees que te llamas Kjetil Gunar Aamodt, has nacido en un pueblo de Noruega y es la primera vez que oyes el idioma que hablan tus compañeros.

Atracando en el puerto de Villagarcía, Rodrigo estaba ayudando a amarrar el barco, cunado alguien desde el barco le dice: -Pasa el cabo por seno de la cornamusa Rodrigo me miró con cara de no entender nada, yo no pude ayudarle, el noruego volvía a aparecer y por fin alguien tuvo a bien traducírselo y ayudarle en el asunto.

Al final del relato hay una relación de las palabras que he aprendido en esta travesía.

La geografía de las rías Navegando por una ría se ven poblaciones a ambos lados del barco, perdón se ven poblaciones a babor y a estribor. En Galicia uno puede decir tranquilamente eso es XXXXeira – sustitúyase las X por lo que quiera- o YYYYiños y te quedas tan a gusto.

Ahora con los sistemas de navegación de los teléfonos, llevamos un mapa a todos los lados y es fácil identificar tal o cual población o accidente geográfico.

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A mí me sirvió para evocar los veranos en esa costa a finales de los años 60 y primera mitad de los 70 del siglo pasado. Iba con mis padre y mu hermano y hay escondidos en mi memoria nombres míticos como La Lanzada, San Vicente do Mar, Cambados, Portonovo, Poio, Combarro, Villagarcía, Sangenjo, que ahora he conocido desde otra perspectiva. Todas las tardes íbamos desde El Grove a visitar una de estas localidades y tienen para mí una especial evocación de la niñez y de los veranos y sus aguas me causaron un trauma infantil del que no creo que me recupere nunca. Son aguas imposibles. Cada vez que vuelvo a Galicia y esto se lo debo a Pepe, creo que mi cara se ilumina y comienzo a recordar cada vez con mas nitidez esos veranos.

Parte del recorrido del día desde que dejamos de probar el artilugio hasta que entramos en la Ría de Aurosa puede verse en el siguiente enlace http://tinyurl.com/y5wj8ld

Domingo 16 de junio de 2019

Las misas con Pepe Mi amigo Pepe va a misa los domingos y las fiestas de guardar, yo no. Pero no sé qué pasa que en bastantes de las veces que estamos juntos, acabo oyendo misa. En esta ocasión no podía ser menos y en Villagarcía de Arousa nos sorprendió el domingo y allá que acompañé a Pepe y Nano. Supuestamente la misa era a las once, pero cuando llegamos, la misa estaba a mitad de la homilía, la iglesia estaba llena y los feligreses no se me antojaban parroquianos habituales.

Había comuniones, esto es niños y sus familias celebrando la primera comunión de éstos. 28 niños y niñas conté cuando fueron diciendo su nombre uno a uno.

Estuve observando el aliño indumentario de los feligreses. Curioso cuando menos.

Mezcla de parroquianos habituales y de invitados a las Primeras Comuniones. Me impacto a la salida una señora en sus veintitantos treinta y pocos con unas correctas sandalias de tacón y un vestido rosa palo de gasa sin mangas que dejaba ver sendos macrotatuajes en sus brazos. Que me perdonen los que se tatúan, pero a mí no me gusta tunearme.

Areoso Salimos de Villagarcía hacía el islote de Areoso, http://tinyurl.com/y2qnweua que según el catálogo de publicidad que cogí en la oficina de turismo, es un privilegio que no debe perderse. El placer de anclar al borde un islote desierto con la arena más blanca y las aguas más cristalinas de la ría. El catálogo no engañaba.

Fuimos navegando a motor entre un mar de bateas, eso si despacito como Luis Fonsi y no deprisa, deprisa como Sito Miñanco.

El recorrido que hicimos desde el islote Areoso hasta la Marina de Combarrro se puede consultar en

Fondeamos, y la tripulación se dedicó a practicar un nuevo deporte, con nombre inglés, inflaron la barca auxiliar y desembarcaron en el islote. Nosotros mientras tanto tuvimos 7

que dialogar con los vigilantes de la playa en versión gallega, ay que parece ser que fondeamos en zona prohibida, por detrás de una línea de boyas.

A de decir verdad tanto los vigilantes como nosotros teníamos razón, quizás estábamos un poco por delante de las boyas, pero éstas no marcaban una línea clara, faltaban de manera clara boyas que señalizaran correctamente el lugar adecuado para fondear. El caso es que movimos el barco unos metros y todo arreglado o eso espero y no les llegue a los patrones una multa marítima.

Al contrario que el experimento del artilugio, el deporte náutico, tablacometa, consistente en subirse a una tabla que es arrastrada por una cometa fue un éxito. Gonzalo y Rodrigo lo hicieron muy bien y los primeros pasos del deporte de Íñigo, Jaime y Antonio fueron prometedores.

Tablacometa o Más que dos. Eran las opciones que se barajaban y yo opté por la segunda acompañada de unas viandas, no en vano era la hora de comer.

La idea era llegar hasta Combarro al fondo de la Ría de Pontevedra y se me antojaba un largo trecho, pero nadie parecía tener ganas de abandonar el pequeño paraíso de Areoso.

A las cinco de la tarde zarpamos del islote rumbo a nuestro destino. Conseguimos unas buenas rachas de viento cuando terminamos de pasar entre la Illa de Sálvora y la península del Grove que continuo durante todo el tiempo que tuvimos a estribor las islas de Ons. El recorrido que hicimos desde el islote Areoso hasta la Marina de Combarrro se puede consultar en http://tinyurl.com/yyws4ozu Merece la pena acercar el recorrido en el interior de la marina.

Nostalgia Desde el Siloa pude ver los lugares en los que de pequeño me bañaba y la verdad es que todo ha debido cambiar mucho en 50 años, pues yo recordaba una costa sin edificaciones y ahora, desgraciada o afortunadamente no es así. Hace poco me mandó mi hermano Alberto una foto que yo hice a mis padres y a él fechada en julio de 1969 en san Vicente do Mar. Enfilamos a la ría de Pontevedra y empezamos otra vez otro curso de geografía de las rías a babor Portonovo, Sanxenxo, Raxó y a estribor Bueu, Aguete y Marín Aunque desde tierra no se ven en el mar hay como caminos establecidos que transcurren entre balizas verdes y rojas. He de confesar que a mí me costaba verlas. El caso es que a bordo del Siloa no se tenía claro si debíamos llegar a Combarro dejando a estribor o a babor la isla de Tambo. El camino más corto era estribor de la isla, pero las cartas digitales de navegación parece ser que indicaban un fondo no excesivamente profundo y con rocas mientras que por babor de la isla la cosa era más larga pero más segura. Lógicamente fuimos a lo seguro, aunque luego confirmamos preguntando a varias fuentes, que se podía pasar por el otro lado.

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Todos menos Rodrigo, que hace la foto aprovechando luz del atardecer y justo antes de entrar en la Marina de Combarro.

Pedimos por radio amarre al Puerto de Combarro y se nos asignó una plaza en el pantalán número 3.

El atraque Esta parte es la última que he escrito y he dudado mucho en incluirla. Lourdes que para quien no lo sepa es mi esposa, la madre de mi hijo y la que me aguanta, conduce muy bien, segura, rápida, pero, aparca no tan bien porque va de garaje en garaje y lo tiene muy medido, con lo que a veces se baja del coche para que lo aparque yo.

Con los barcos intuyo que pasa lo mismo, se puede ser un magnifico navegante, pero si no estás acostumbrado a atracar el barco en un pantalán se puede tener algún que otro problema.

Enfilamos la calle, ¿se dice así?, que correspondía al pantalán asignado. Había que avanzar un poco y luego poner marcha atrás y atracar de popa. Más o menos igual que en cualquier aparcamiento. El caso es que dando marcha atrás casi golpeamos una de las embarcaciones atracadas, pero gracias a la rápida reacción de Íñigo, despreciando su brazo y su pierna, se pudo evitar el golpe.

Intuyo que el problema reside que con un coche puedes frenar, con un barco no. Las reacciones son más lentas.

Todo quedo en familia, a la caña un Bandeira y a la crítica alguno que otro Bandeira. Yo no dije ni mía, pero hubo un instante que lo vi chungo.

Nombres de barcos Paseando por el puerto deportivo, me comentaba un joven tripulante que le parecía muy difícil poner un nombre a un barco. Pensé que en este relato de esta singladura tenía que dedicar unas líneas a este aspecto. Pero en este caso no voy a ser yo quien escriba 9

sino el gran y admirado Arturo Pérez-Reverte, uno de mis escritores favoritos y gran marino. Se trata de un artículo que escribió en 2009 y que se recoge en un libro titulado “Los barcos se pierden en tierra” De nombres y barcos.

En barco, sobre todo si se trata de un velero, es un ser vivo. Fue Joseph Conrad quien dijo que, del mismo modo que los hombres, esos singulares individuos flotantes se mueven en un elemento inestable, sometidos a sutiles y poderosas influencias, y prefieren ver sus méritos apreciados que sus defectos descubiertos. Creo que nunca hubo una verdad como ésa. Hay barcos torpes, lentos, veloces, húmedos, caprichosos, astutos, celosos, ingenuos, ingobernables. Hay barcos felices y barcos tristes. Hasta en el modo de bornear cuando están al ancla se les notan las maneras. Los hay de poco carácter, siempre dispuestos a ser lo que es el hombre que los gobierna; pero también con personalidad propia, acusada, capaces de tomar por sí mismos decisiones fundamentales para su supervivencia y la de aquellos a quienes transportan. Yo mismo he visto, en mitad de un chubasco espantoso y con un viento inesperado, brutal, que rompió el anemómetro en la cifra de 51 nudos y siguió subiendo, a un velero noble gobernarse por sí solo, adoptando la posición correcta a la espera de instrucciones de su patrón, durante el dramático minuto que éste, cegado por una intensa lluvia casi horizontal, tardó en encender el motor, arriar velas y hacerse cargo del timón. Un buen barco piensa por sí mismo, y es capaz, en las condiciones adecuadas y bien gobernado, de hacer cualquier cosa menos hablar. Incluso, para un oído atento al macheteo de la proa y el aguaje en las bandas, el crujir del casco, el vibrar de la jarcia y el gualdrapeo de las velas, algunos barcos hablan. Por eso, cuando hay mal tiempo y las cosas se ponen duras, el navegante experimentado blasfema-nadie tan proclive a eso como un marino- e insulta a Dios, al mar o a su perra suerte. Nunca al barco.

No es casual, por eso, que los barcos tengan nombre propio. Una de mis aficiones es leer amuras y espejos de popa. Cuando un nombre me llama la atención, lo apunto.

Algunos están asociados a malos recuerdos, como el de un petrolero que me hizo pasar muy mal rato entre Menorca y Cerdeña, o un pesquero de Santa Pola con prisas y de regreso a puerto, gobernado por un perfecto hijo de la gran puta, que me pasó, desde babor y yendo yo a vela, a un metro exacto de la proa, dejándome una sensación de furiosa impotencia que no olvidaré en mi vida. En cuanto a los barcos deportivos, es frecuente que sus nombres reflejen el carácter, ensueños o sentido del humor de sus propietarios. Los hay de talante modesto, como Cascarón; musicales -el Syrtaki de mi compadre Luis Salas-, y con sentido del humor, como Socarrao y Saleroso. Tampoco faltan los agresivos -Barracuda, Tiburón-; los tiernos con un toque cursi -Mi sueño-; los patrones ajenos a toda superstición, capaces de llamar a su barco Borrasca o Tormenta; los de manifiesta mala leche -Piraña-, o los que van sobrados por los mares: Love Machine. Otros nombres, como el Viera y Clavijo del capitán Siso, son monumentos flotantes a la nostalgia. Me enternecen los que no se complican la vida: Lola, Carmen, Manolo, Encarni y cosas así; y también los barcos guiris cuyos propietarios se hacen la chorra un lío con los idiomas o el paisaje a la hora de bautizarlos: Bono viento, Gitana mora, Fiesta Hispaniola. En mi lista de nombres tampoco faltan un cinéfilo -Ventury Foxni un indeciso: Depende.

La historia más pintoresca de nombres de barcos la viví en persona hará diez o doce años, cuando escuché por radio una llamada de socorro en los siguientes términos: «Arriba España, mayday, mayday. Latitud tal, longitud cual. Mayday. Arriba España».

Hasta que llegué al lugar del siniestro, dispuesto a prestar auxilio, estaba convencido de que se trataba de un fantasma de la Guerra Civil, y que cuando llegase allí me iba a 10

topar con el espectro del crucero Baleares hundiéndose de proa bajo los focos del Boreas y el Kempelfelt. En vez de eso, lo que encontré fue una embarcación a motor de ocho metros con banderas rojigualdas pintadas a una y otra banda; y a popa, flameando al viento, una enorme enseña franquista con el escudo de la gallina. Había a bordo un tipo flaco y moreno, de edad madura, con gorra de capitán. Sin poder darle crédito a la cosa -apartaba los prismáticos para frotarme los ojos y volvía a mirar de nuevo-, comprobé que el nombre de la embarcación, pintado con letras bien gordas, era precisamente ése: Arriba España. Luego supe que el patrón era miembro de un club náutico próximo, y obviamente más surrealista y facha que la madre que lo parió. Se había quedado al garete por una avería del motor, y derivaba hacia la costa. Le di un cabo hasta que vinieron a remolcarlo, solucionamos el asunto, y allá se fue el hombre con su barco y sus banderas. «Es para joder a los rojos», dijo al despedirse. «Así, cada vez que alguien me llama por radio, lo obligo a decir Arriba España.»

Lunes 17 de junio de 2019 http://tinyurl.com/y6muwfs4 Nuestro último día de navegación comenzó dando un paseo por el caso antiguo de Combarro, que ha devenido es una especie de parque temático en el que en cada portal o tienda se vende orujo de la casa, brujas de la suerte, artesanía típica (los mimos collares y pulseras de todos los chiringuitos de la playa). Es una pena aunque el casco conserva, su aspecto original de casas marineras, pequeñas villas adosadas con elaborados trabajos de cantería y en el que destacan sus balconadas de piedra (solainas). Todas estas casas estaban orientadas al mar y poseen una planta baja dedicada al almacén de utensilios de pesca y aperos de labranza. Parece ser que las balconadas eran indicativo de la posición social de la familia, de piedad las más pudientes, de hierro o madera los marineros que las pintaban de vivos colores que sobraba de la pintura de sus barcas.

Combarro es famoso por sus hórreos y sus cruceiros. Estos últimos son considerados una de las más genuinas manifestaciones de la arquitectura popular gallega. Poseen un carácter simbólico sagrado y una función protectora. Situados en las encrucijadas, se cree que su función principal era cristianizar lugares de culto paganos. En Combarro se conservan siete y en todos ellos se representa la crucifixión de Cristo en su anverso que mira a la tierra y la figura de la Virgen en el reverso mirando al mar.

Terminado el paseo recogimos nuestras pertenencias de la casa del Puerto, la modesta casa de huéspedes conde dormimos los mayores, u nos encaminamos al barco. A media que nos acercábamos comenzamos a oír la música que se escuchaba desde el Siloa. Música de hoy para jóvenes de hoy que se mezcló con la música que Pepe puso a raíz de una suerte de fiesta que se estaba organizando por sus amigos de la primera Juventus y tardía adolescencia, música de finales de los 70 y primeros 80 y que terminamos casi todos tarareando y cantando mientras nos preparábamos para zarpar.

A mí me pareció un momento maravilloso y pensé en la cursilería que ahora voy a a dejar escrita: El barco es un territorio donde los hombres comparten su vida.

Los mayores, seguro que lo recuerdan y los jóvenes espero que hayan oído hablar de un anunció de un bollo que de camino al colegio (y para ir al colegio, según la publicidad, lo imprescindible es la cartera). El niño se sorprende de haber olvidado sus donuts. En otra escena se muestra el niño con un donut, pero acaba dándose cuenta de que se ha

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olvidado de la cartera. En resumen, según este anuncio, es que hay algo tan imprescindible como la cartera: los donuts.3 Pues bien algo así debí de decir yo cuando ya habíamos abandonado la Marina de Combarro. ¡Anda mi anorak! Me lo había dejado olvidado donde dormimos.

Rápidamente dimos la vuelta, atracamos sin sobresaltos, salte al pantalán, corrí, recuperé mi anorak y subí al barco. En ese momento no me di cuenta, pero cuando llegué a Madrid, también comprobé que dejé olvidado el cargador del teléfono en esa habitación ¡anda el cargador!

Zozobra e inquietud en Marín Pusimos rumbo hacía Marín donde se ubica la Escuela Naval Militar de la Armada Española. Intercambiamos el pabellón de popa por otro más grande y con el escudo constitucional en lugar de la corona real.

El Real Decreto 2335/1980, de 10 de octubre regula el uso de la Bandera de España y otras banderas y enseñas a bordo de los buques nacionales.

Y así con una gran bandera enfilamos el puerto de Marín, que es una zona militar, en fin, en mi interior anidaba una cierta inquietud y zozobra a medida que nos íbamos acercando a la bocana del puerto.

España nos frena Después de nuestra incursión exploratoria por la bocana del puerto militar, quitamos el motor, izamos las velas y Gonzalo que llevaba la caña comenzó a dar órdenes.

Sacamos Génova, cazamos mayor, apaga el motor, necesito GPS, quiero ceñir al máximo que nos dé, siempre tensión en las velas, Jaime un poco de carro, esa mayor va echa un trapo…

Todo así seguido y en jerga. Yo creo que alguno le miró mal, pero obedecieron. Es lo que tiene un barco, se obedece al que ostenta el mando.

Hacía frío.

Nos cruzamos don dos buques de guerra en la ría que gracias a internet y por la numeración que llevan escrita en su caso comprobamos que se trataban de dos buques contra minas M-31 Segura y M-34 Turía que desplazan 55 toneladas, miden 54 metros de eslora y 10,7 de manga estás propulsadas por dos motores diésel y dos motores eléctricos y cuentan con una autonomía de 2.000 millas.4 El pedazo de bandera que llevábamos a popa cuando nos cruzamos con los buques de la Armada nos frenaba, o eso dijo alguien, y rápidamente asocié la frase acuñada por el independentismo catalán de “Espanya ens roba”5`por esta otra de “España nos frena” en alusión a efecto que estaba causando nuestra flamante y flameante enseña patria.

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https://www.youtube.com/watch?v=d2yugfYem9I http://www.armada.mde.es/ArmadaPortal/page/Portal/ArmadaEspannola/buquessuperficie/pref Lang-es/07medidas-contra-minas 5 España nos roba 4

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Obsérvense las caras de frío y la ausencia del pabellón de popa en la foto de la derecha.

Fuimos dando bordos hasta la salida de la ría pasando cerca del Cabo Udra, para dejar posteriormente a babor la Punta Couso y la Punta Robaleira y desembocar en la ría de Vigo.

Las conversaciones en el barco Ya en la ría de Vigo y a proa tuve una conversación con los jóvenes hijos de mis amigos Emma y Pepe. A mí me pareció una conversación que se produjo en ese entorno y que quizás en otro hubiese sido difícil ¿o no? Yo disfrute mucho esa charla con dos personas a las que he visto nacer y a las que aprecio mucho.

Tocaba prepararse para entrar a puerto, recoger el spi, quitar la manobra del tangón, arriar la mayor…

Esto se acaba pensé, finalizaba la vida pirata y unos maravillosos días de mar, amigos, familia y compañerismos a bordo.

Ojalá no sea la última.

Pozuelo de Alarcón, 1 de julio de 2019

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Conclusiones del viaje -

Hay ya vino elegido para una boda

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Los padres que navegan con sus hijos establecen una relación especial.

Me gusta navegar y la próxima vez que me embarque colaboraré activamente en el manejo, si me dejan.

La vida pirata es la vida mejor (bis) Sin estudiar, (bis) Sin trabajar, (bis) Con la botella La Val (bis)

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Agradecimientos Nos suelo incluir este apartado en mis relatos, pero la ocasión lo merece.

Gracias a Antonio, Rodrigo y Jaime a los que no conocía antes de la singladura, pero que después de estos días forman ya parte de las aventuras de mi vida.

Gracias a Nano por aceptarme en la tripulación. Gracias por enseñarme algunas cosas sobre los vinos, los corchos de los vinos y por los recorridos que grabó en una aplicación y que me han permitido escribir algunas cosas d este relato.

Gracias a Gonzalo e Íñigo por las confidencias y por dejarme esquiar con ellos a veces.

Gracias a Pepe por invitarme a compartir un viaje tan familiar y por la amistad de tantos años.

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Relación de palabras aprendidas. (las definiciones son para que yo las entienda) Aletas. Las aletas son las zonas más curvadas de popa. Existe una aleta de babor y otra de estribor, lo mismo ocurre con las amuras, pero en la parte de proa.

Amantillo. Cabo que se utiliza para sujetar la botavara cuando la mayor no está izada Amollar. Soltar poco a poco un cabo. Es lo contrario de cazar.

Amurar. Llevar a barlovento los puños de las velas y aguantarlos así para ceñir más.

Arribar. Aumentar el ángulo que forma la proa con el viento. Es lo contrario de orzar o ceñir.

Barlovento. Parte de donde viene el viento respecto a un punto determinado Cabo. En una embarcación, cualquiera de las cuerdas que se usan a bordo del barco.

Carro de escota. Carro que permite desplazar la escota horizontalmente para ajustar (trimar) la vela mayor.

Cazar. Tirar de un cabo, escota, driza, Ceñir. Se dice que un barco ciñe cuando su rumbo forma el menor ángulo posible con la dirección del viento.

Cornamusa. Pieza metálica que se encuentra en los muelles, pantalanes o en las propias embarcaciones sobre las que se sujetan los amarres.

Driza. Cabo o cable que se usa para izar o subir la vela.

Escota. Cabo que sirve para realizar el ajuste del ángulo de la vela con respecto al viento. La escota de la vela mayor está fijada normalmente mediante un sistema de poleas a la botavara.

Garrear. Cuando debido a la fuerza del viento o corriente, el barco arrastra su ancla sin que ésta agarre al fondo. [ Guardamancebo. Cable que va de proa a popa por ambas bordas y está sostenido por candeleros para seguridad de la tripulación, La valla del barco.

Largar. Soltar o dejar totalmente libre un cabo.

Lechera. Baliza de color blanco en mitad del mar que indica direcciones Orzar. Disminuir el ángulo que forma el rumbo del barco con respecto al viento, sin aproarse.

Pasteca: Polea que puede abrirse por un lateral para pasar un cabo por ella Puño de amura. Punto delantero inferior de las velas triangulares.

Puño de driza. Punto superior de las velas triangulares por el que se izan.

Puño de escota. Esquina inferior de una vela donde se afirma la escota. En el spinnaker ambas esquinas inferiores son puños de escota y en el del Siloa, que es muy bonito, el puño de driza es azul, y los inferiores uno es verde estribor y otro rojo babor.

Rizar. Reducir la superficie de la vela expuesta al viento mediante la toma de rizos.

Sotavento. La parte opuesta de donde viene el viento, con respecto a un punto o lugar determinado.

Tangón: Palo horizontal que se articula en un extremo al palo y en el otro extremo se sujeta el puño de velas tales como el spinnaker.

Trapa. También denominada Contra de la botavara o contra de mayor. Aparejo o sistema hidráulico que se toma del palo y va a la botavara, evitando que ésta se levante. Con ello se evita la torsión de la vela Trimar: Ajustar las velas.

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