Porto calus

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Porto Calus

Carlos Casado Valera

Para Lourdes, Beatriz y Jesús, Gema y Alberto que lo vivieron Para Ana y Matías que no pudieron vivirlo

Septiembre 2000 Un día de septiembre del ya lejano año 2000, mi hijo Alberto fue al Colegio por primera vez en su vida. En este acontecimiento, clave en su desarrollo posterior, estuvo acompañado de sus queridos padres que entraron con él en el aula y le dejaron sentado en una mesita, ahora no recuerdo bien si redonda o hexagonal, con otros niños y niñas que igual que él estrenaban uniformes, lápices y vida académica.

Hasta aquí, todo normal, algunos niños con carita de susto, otros con carita de pena, los más con los ojos muy abiertos intentando asimilar que estaba pasando y todas, todas las madres, con una sonrisa floja intentando animar a sus criaturas y con sus lágrimas a punto de saltar en una mezcla entre emoción, preocupación y orgullo. Había también algunos padres, yo estaba. Por si hubiera alguna duda al respecto, yo aprendí gracias a un cantante, que los chicos no lloran.

Los caprichos del destino quisieron que, en esa mesita redonda o hexagonal, se sentara al lado de mi hijo Alberto, otro niño con el mismo nombre y cuyos padres también estaban allí compartiendo y viviendo ese hito en la vida de su criatura.

Los años han pasado y esos Albertos son, hoy ya, universitarios y los padres de esos niños de la mesita, redonda o hexagonal, junto con otros padres de otros niños que también se sentaron en mesitas similares ese mismo día formamos un grupo que, gracias a nuestros hijos o a pesar de ellos, nos juntamos a cenar y charlar con relativa frecuencia y que en un fin de semana de septiembre compartimos unos días en la portuaria ciudad portuguesa de Porto.

Al igual que cuando miras fotos antiguas de algún viaje o acontecimiento familiar, éstas te ayudan a recordar los momentos vividos y siempre, a renegar de la moda pasada, a mí me divierte escribir relatos basados en los viajes para que, al igual que con las fotos, sirvan de ayuda para recordar algunos momentos. Como es lógico, este relato será subjetivo y desde la óptica, a veces grande, a veces pequeña, de éste que escribe y en algún caso suscribe.

Un poco de historia Oporto, la ciudad que ha dado nombre a Portugal, antiguamente Cale, era una pequeña aldea celta ubicada en la desembocadura del Duero a la que los romanos añadieron un puerto, puerto de Cale "Portus Cale", origen del topónimo Portugal.

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La pequeña aldea fue ocupada por los romanos convirtiendo a Portus Cale en parada obligada en la ruta entre Braga y Lisboa.

En el año 456 fue tomada por el rey visigodo Teodorico II. Los visigodos gobernaron la ciudad hasta el año 716 en que fue conquistada por los árabes, que permanecieron en Oporto hasta que fue reconquistada por el rey Alfonso I de Asturias. Tras la reconquista quedó casi abandonada hasta que, en el 880, el último rey asturiano Alfonso III el Magno la mando repoblar. En 1096, el rey Alfonso VI de Castilla y León casó a su hija Teresa con Enrique de Borgoña y les concedió un condado, el "Condado Portulacense", con capital en Oporto.

La independencia del Reino de Castilla y León La malvada Teresa y su artero marido tuvieron un hijo que fue el artífice de la independencia del Condado Portulacense del reino de Castilla y León, Alfonso Enríquez, que en 1138 venció en la batalla de Ourique a los sarracenos. Esta fecha es considerada la base de la independencia de Portugal. Cinco años después, en 1143, el famoso Alfonso Enríquez consiguió ser reconocido como rey de Portugal por el rey Alfonso VII de Castilla y León, con el nombre de Alfonso I Enríquez, consolidándose la independencia de Portugal. Esta nomenclatura real, con nombre y apellido, es poco noble desde mi plebeyo punto de vista.

En 1387 Juan I de Portugal se casó con Felipa de Lancaster (la famosa Filipa de Lancastre de los carteles de las calles), nieta del rey Enrique III de Inglaterra, matrimonio del que surgió el Tratado de Windsor y con él la alianza militar en vigor más antigua del mundo entre Portugal e Inglaterra.

En 1394 nació en Oporto Henrique "el Navegante", hijo de Juan I de Portugal. Los descubrimientos enriquecieron a Portugal que se convirtió en el centro europeo del comercio marítimo, y sus puertos, entre ellos el de Oporto, vivieron una época de fuerte dinamismo, desarrollándose una gran actividad marítima y comercial que la puso a la cabeza de la industria portuguesa de construcción de buques.

Esta ya nos suena a todos.

Oporto español Durante 60 años, de 1580 a 1640, España y Portugal estuvieron unidos en el imperio más grande jamás conocido. La dominación española supuso un gran crecimiento urbano y administrativo para Oporto. Los dos países unidos eran la envidia del mundo.

Durante la invasión napoleónica, los españoles ocuparon Oporto en 1807. Dos años después, en 1809, fue recuperada por el general Soult para los franceses.

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El siglo XVIII, época dorada de Oporto, la ciudad experimentó un cambio colosal, llenándose de bellos edificios de corte neoclásico y barroco. El motor de la pujanza económica se debió al desarrollo de la industria asociada a sus famosos vinos.

Oporto ciudad liberal y progresista.

Su tradición de lucha por los derechos civiles ha dado a Oporto su fama de liberal y progresista. Durante el siglo XIX fue cuna de importantes poetas y escultores.

En el año 1820, Oporto es escenario de un levantamiento militar que acaba con la monarquía absoluta dando paso a una constitución liberal.

Oporto fue el bastión de Pedro IV de Portugal y I de Brasil, en las luchas entre liberales y absolutistas. De 1832 a 1833 la ciudad aguantó el asedio de los absolutistas.

En 1890 se construyó el puerto de Leixoes (donde el puente se nos abrió ante nuestros ojos) que impulsó el crecimiento económico de Oporto y, a principios del siglo XX con la llegada de la República, la ciudad se transformó. Símbolo de esta época es la construcción de la Avenida de los Aliados.

Oporto a partir del siglo XX En 1919, un intento de independencia de Lisboa llevado a cabo por Paiva Couceiros, convirtió a Oporto, provisionalmente, en capital del Norte de Portugal. La inmediata reacción republicana acabó con el levantamiento. Durante la dictadura de Salazar, que perduró hasta la Revolución de los Claveles de 1974, se mejoraron mucho las infraestructuras, destacando en Oporto la construcción del puente de Arrábida en 1963.

Viernes 9 de septiembre de 2016 Después del aterrizaje en Oporto, el trayecto en taxi acelerado, en el que nos dimos cuenta de que no teníamos ni idea de dónde estaba el hotel en el que nos íbamos a alojar y tras el encuentro con Gema y Alberto, nos adentramos a conocer la ciudad de Oporto.

Cuando se viaja, lo mejor es andar, con rumbo o sin él, por las calles de la ciudad intentado impregnarse del encanto de las mismas y, en mi caso, intentado pensar que no parezco un turista sino que pudiera confundírseme con alguien local. No he estado en el África negra ni en Asia.

Pues bien desde la Rúa del Rosario y a través de la Calle Miguel Bombarda se desembocaba en una calle semi peatonal, Rúa de 4

Cedofeita, que prácticamente te dejaba en la Plaza de Carlos Alberto al ladito de la plaza Gomes Teixeria, también conocida como plaza “Os Leoes” por las figuras que decoran su fuente o plaza de la…………

(A rellenar por el viajero) El primer hito reseñable fue pagar tres euros por cabeza y entrar en la famosísima librería Lello. ¿Pagar por entrar en una tienda?

Pues sí, queridos lectores, se paga por entrar y la culpa la tiene el cine, en concreto una saga sobre un niño mago.

Me compré un libro, más que nada por amortizar la entrada y por mantener cierta aura de intelectual progresista de sofá que me gusta cultivar. En cualquier caso la librería merece la pena aunque hubiera sido maravilloso que hubiese habido menos gente, menos turistas, menos cazadores de fotos. Recuérdese que yo estaba ya impregnado de la saudade portuense y que por lo tanto, ya no era un turista.

Una de las características de la ciudad de Oporto y de muchas ciudades de Galicia y Portugal es cubrir las fachadas exteriores de los edificios con azulejos. Yo me fui fijando y pude comprobar que los había de todas las formas, colores, tamaños, con y sin relieve, más bonitos o más feos, recuérdese que este relato es subjetivo, y luego estaban las composiciones con azulejos en blanco y azul.

Desde el punto de vista práctico tiene el valor de ser un medio económico, que protege los muros de la humedad y contribuye a crear un mundo lleno de color, en el que se mezclan el arte popular y el intelectual de forma natural. Y es verdad, yo miraba y me encontraba con acontecimientos históricos o leyendas que me invitaban a pararme y hacer alguna foto, dada la sugestión que me provocaban algunos de estos paneles de azulejos.

Contemplamos los de la Iglesia del Carmo, San Ildefonso, San Juan de los Congregados, la Catedral, San Nicolau, y sobre todo los de la Estación de trenes de San Bento que, con hasta 20.000 azulejos, representan escenas históricas de Portugal o escenas costumbristas.

Me impacto notablemente una de ellas y es la que representa una escena del siglo XII en la que un noble portugués Egas Moniz presenta a sus hijos y su mujer al rey de León, el cual mira con displicencia desde su trono. Yo creo que el que hizo esta cuadro tenía manía a los leoneses porque el citado rey tiene una pinta de sarraceno patibulario que daba un poquito de miedo Hace unos años oía a mis padres, a la vuelta de algún viaje, comentar dos aspectos claves del mismo: la comida y el clima. ¡Qué

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bien se come en tal sitio! ¡Qué tiempo tan bueno nos hizo! o incluso sus contrarios, si fuera el caso.

El caso es que en este viaje, debe ser por la edad que voy teniendo, ya valoro lo que mis padres valoraban y me he encontrado hoy comentado con algunos compañeros del trabajo lo bien que he comido y lo bueno que nos ha hecho en este viaje a Porto Calus.

Uno de los platos típicos portugueses es el bacalao, que lo preparan de muchas maneras y que, casi siempre, suele estar muy rico. Si te gusta el bacalao, claro ¿Verdad Alberto? En un establecimiento al lado de la torre de los Clérigos, a la que no subimos pero que deberíamos haber subido, inauguramos su degustación se trataba de una croqueta rellena de bacalao y queso acompañada de una copita de vino de oporto blanco que se servía en una especie de paleta de pintor que tentado estuve de traerme de recuerdo ¡Qué rico!

Otro de los platos típicos que me metí entre pecho y espalda, en realidad nos metimos ¿Verdad Alberto? Fue una francesinha. Que no es una francesita sino que se trata de una rebanada de pan de molde tostada, rellena de diversos tipos de embutidos y carne: jamón cocido, salchicha fresca, mortadela, un filete de ternera o cerdo, recubierta con otra rebanada de pan de molde tostada y con lonchas de queso gratinado y bañado en una salsa picante hecha a partir principalmente de cerveza y tomate; en algunos casos se le agrega un huevo frito y, para remate, se suele acompañar la francesinha con patatas fritas.

Lo que viene siendo mayormente una bomba de relojería. Menos el huevo frito lo tenía todo. Seguro que volveré a Oporto pero no estoy tan seguro que vuelva a pedir una francesinha para mí solo.

Después de cenar en el Café Guarany, que resultó ser unos de los cafés más famosos de la ciudad, fundado en 1933 y más conocido como el café de los músicos, esto es, un lugar de rancio abolengo en la ciudad, justo al lado y por obra y gracia del ayuntamiento de Porto se celebraba en el marco de los Conciertos en la Avenida uno a cargo de la OJM que tenía como artista invitado a Sérgio Godinho, del que ninguno de los componentes de mi grupo había oído hablar. Yo tampoco.

Había mucha gente y cuando apareció Sérgio yo intuí que era un cantante con cierto predicamento entre el gentío congregado.

Comenzó su actuación junto con la Orquesta de Jazz de Matosinhos (OJM) y sorprendentemente, mis amigos no supieron apreciar el arte de Godinho. A mí me gustaba, pero nos fuimos. Si tenéis curiosidad,

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entrad en la red1 para averiguar un poco la carrera profesional de este artista y os daréis cuenta de lo que nos perdimos ¿o no?

Huyendo de los compases de la OMJ y su artista invitado nos adentramos en la zona de ambiente nocturno de Porto y, a fe mía, que había ambiente. Llegamos en el momento justo, aunque nos costó elegir el garito, dada la oferta que se ofrecía en las calles Galerías París, Cândido Reis y Conde Vizela y la exquisitez y agrado de excelencia demandado por algunos d los integrantes de mi grupo.

Nos sentamos, al fin, en una terraza y nos dedicamos al noble arte de ver pasar gente. Había gente, mucha, cada vez más y la gente se convirtió en una riada humana cuando, creo yo, acabó la actuación de la OMJ y su artista invitado, lo que es un claro indicador de la contemplación del arte que habíamos dejado escapar.

Sábado 10 de septiembre de 2016 Desayuno. Este cotidiano hecho merece, siquiera, un breve momento de reflexión. Yo, habitualmente sólo desayuno un café con leche, pero cuando viajo y me hospedo en un hotel, las más de las veces me tomo tres o cuatro platos, dos vasos de zumos y me levanto seis o siete veces. La reflexión que quiero compartir es la siguiente: ¿es por vagancia o por avaricia este comportamiento? ¿Soy acaso el único que se comporta de esa manera?

Una buena manera de conocer una ciudad es contratar un servicio de autobús turístico que recorre los lugares más emblemáticos de las mismas y que te otorga, además, la facilidad de subirte y bajarte cuántas veces quieras. Gema y Alberto llegaron a Oporto unas horas antes que el resto del grupo y propusieron al resto de los viajeros la posibilidad de realizar esta actividad. Tras la respuesta afirmativa, y supongo que, después de un análisis económico y financiero de la oferta de este tipo de autobuses que tiene la ciudad, optaron por la compañía amarilla que tenía dos líneas, la naranja y la morada frente a la compañía roja que tenía también dos líneas la azul y la roja y frente a la tercera compañía que era la azul. Esto, que ahora parece un trabalenguas, fue luego de cierta importancia.

Pues bien, con nuestros billetes adquiridos de la compañía amarilla nos dispusimos a esperar a los autobuses que fueron apareciendo; los de la compañía roja, eran rojos, los de la compañía azul eran más amarillos que azules y los de la compañía amarilla, la nuestra, no aparecían. Poco a poco se iban congregando más usuarios en la parada de autobús que era compartida con las líneas no turísticas de la ciudad. La cola no estaba bien definida y a pesar que los autobuses rojos aparecían, los azul-amarillos de la azul también y los urbanos tres cuartos de los mismo, el número de usuarios que esperábamos el 1

https://es.wikipedia.org/wiki/Sérgio_Godinho 7

autobús no descendía. Claramente Alberto y Gema habían elegido bien a la compañía amarilla. Fue esta última, cuando al ver aparecer el autobús amarillo de la compañía amarilla dijo una frase, que permanecerá siempre en mi memoria. Gema dijo: - El que llegue arriba que escupa todos los asientos.

Reconozco que no me esperaba esta frase y menos en la boca de una dama. Hay más frases extrañas que se pueden encontrar en un anexo para reflexionar al final de este relato.

Subimos al autobús amarillo de la línea naranja los primeros por lo que no hubo necesidad de obedecer a la orden de nuestra querida compañera.

Estos autobuses proporcionan al usuario unos auriculares que van informando de los principales monumentos y acontecimientos históricos de los sitios por los que va discurriendo el trayecto del vehículo. Yo iba atento a las explicaciones y con el mapa abierto ubicándome por el recorrido, cuando en búsqueda de un edificio sobre el que estaba dando explicaciones el guía virtual de la línea naranja de la compañía amarilla, observo que una de mis compañeras iba leyendo el ¡HOLA! ¿?

Parcialmente sobrepuesto de esa sorprendente visión, intenté volver a concentrarme y disfrutar del recorrido y he aquí algunas de las indicaciones o comentarios que me sorprendieron y que reproduzco a continuación.

Al pasar por la estatua de Pedro IV el guía virtual comentó que este rey entregó su corazón a la ciudad de Oporto. Hasta aquí es una frase hecha, el problema es que lo entregó de verdad, entregó ese músculo imprescindible en nuestro organismo a la ciudad. Eso sí lo entregó una vez muerto. Tal era su amor por la ciudad.

En la plaza de Plaza Joao I el comentario virtual dijo “se contempla la modernidad urbana inscrita en la tradición” a mí me pareció poco moderna, pero por lo menos había una instalación temporal del ayuntamiento con actividades deportivas. Al pasar por el Hospital de Santo Antonio, me hizo gracia como describió el edificio con tres palabras que empezaban por ese “sólido simple y simétrico” Tras ascender por la calle Júlio Dinis y llegar a la plaza Mousinho Alburquerque donde una grandiosa columna coronada por un León (británico) aplasta a un águila (napoleónica) y sobrepasar la Casa de la Música e introducirnos en la avenida de Boavista, nuestro virtual guía se explayó con una descripción de las fiestas de San Juan, que Oporto celebra como un ritual, gloriosa onomástica que en mi casa se 8

celebra mucho. Me he documentado al respecto y quisiera compartir con los futuros lectores de este relato un texto de Margarita Cardoso de Meneses.

Las verbenas surgen por todos los rincones y la música anuncia una noche de fiesta imparable. Hacia el ocaso se empieza a sentir en el aire el olor a sardinas asadas que preparan a los estómagos para recibir la dosis de vino tinto que exige la ocasión.

Es la noche más esperada por los enamorados, que han hecho de este santo su patrón y la ciudad se ilumina con una explosión de alegría que se mide por el ritmo frenético de los tradicionales martillos, por el estrépito de los cohetes y por el poder de la música popular. Se preparan las hogueras y a saltar, que el fuego se muere con la luz del día y sólo renace una vez por año.

Para empezar la noche es obligatorio cenar antes. Pero la cena significa sentarse en un «arraial», bajo los farolillos de colores que adornan las plazas donde se montan los restaurantes, pedir sardinas con ensalada de pimiento y una jarra de vino tinto.

Después de cenar, sin olvidarse de tomar el «cimbalino» (café expreso, delicioso), llega el momento de bajar al puente D. Luís, en la zona de la «Ribeira», a orillas del Duero, el eterno compañero de Oporto. Aquí, a las doce de la noche empiezan los fuegos artificiales que caracterizan a las fiestas populares. Pasado el estrépito y el espectáculo de lucecillas de colores reflejadas en el agua del río, empieza la noche...

Es el momento de ir a bailar. Las «festarolas» están por toda la ciudad. La más típica es la de Miragaya, aunque en las Fontaínhas (se recomienda la terraza Guindalense, junto al puente D. Luís) se encuentran innumerables verbenas para mover un poco el esqueleto (conviene observar a los vecinos para aprender a bailar como manda la ocasión), recuperar el aliento y matar la sed.

En casi todas estas paradas se encontrará también una hoguera, que habrá que saltar sin quemarse, por lo menos una vez. Hay fuego para todas las estaturas, con lo que los menos atrevidos no tendrán excusa para renunciar. El ritual de saltar el fuego está relacionado con la asociación de San Juan al Sol. También encuentra su origen en la práctica ancestral de reproducir al astro-padre en la Tierra, como homenaje a los beneficios que nos trae. Por otra parte, representa el fuego de la virilidad y su poder protector.

La noche de San Juan también es una celebración del solsticio de verano, una razón más para asociar al santo con poderes de fecundidad, que se reflejarán tanto en los hombres como en las tierras que estos han labrado durante la primavera. Y en el fondo, las hogueras son una manera de demostrar que la llama de San Juan sigue viva en Oporto.

Que nadie se asuste si algún desconocido le golpea la cabeza con un «martelinho» de plástico de colores que hace ruido. Esta es otra de las 9

tradiciones sanjuaneras que, por muy desagradable que pueda resultar al principio, acaba por pegarse como un terrible vicio y todos los verbeneros acaban por sucumbir a la tentación de sorprender a los distraídos con un golpe certero. Mejor un objeto de plástico que un puerro, como se hacía en un principio, pues según mandaban las reglas de antaño, la planta se daba a oler al compañero y luego... pam! puerrazo al canto, otro sorbo de vino y otro salto a la hoguera.

En 2018 voy a intentar pasar la noche de San Juan en Oporto.

Por cierto, la Avenida de Boavista se me antoja un buen lugar para retirarme.

Dentro de nuestra ruta cambiamos nuestro autobús amarillo por un barco, a semejanza de los que con barriles de oporto navegaban, que desde dentro del Río Duero nos mostraría la belleza, el abandono, la regeneración y la modernidad de la ciudad.

La ciudad de Oporto también es conocida por la imponencia, innovación y belleza de sus puentes, fechados en distintas épocas y de distintos estilos arquitectónicos, nosotros fuimos pasamos por los siguientes: Puente Don Luis I El puente Luis I, sustituye el antiguo Ponte Pênsil, y fue proyectado por el ingeniero Teófilo Seyrig, el mismo que había ya proyectado el Ponte Maria Pia. Su característica más destacable, es el hecho de tener dos tableros. Actualmente por el tablero superior cruza la línea amarilla del Metro de Oporto, y el inferior está abierto al tráfico rodado. Desde este puente unos niños se tiran al río por unas monedas. La miseria y la desidia gubernamental es lo que tiene.

Puente do Infante El puente do Infante así llamado en honor de Enrique el Navegante, que nació en Oporto en el siglo XIV, es la de más reciente construcción de los puentes entre Oporto y Vila Nova de Gaia.

Sustituye el tablero superior del Puente Don Luis I desde la construcción del Metro de Oporto.

Ponte Maria Pia Ponte Maria Pia, así llamado en honor a María Pía de Saboya es una obra arquitectónica proyectada por el ingeniero Théophile Seyrig y construida entre 1876 y el día de San Carlos de 1877 por la empresa de Gustave Eiffel – el de la torre. Fue el primer puente ferroviario en unir las dos márgenes del río Duero. En el último cuarto del siglo XX era evidente que el puente ya no respondía a las necesidades. Está dotado de una sola línea y sólo permitía ir a 20 km por hora, con cargas muy limitadas. Se encuentra en desuso desde la apertura del

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puente São João, en 1991. Pese a la importancia arquitectónica de la obra, actualmente se encuentra en proceso de degradación debido al abandono causado por la falta de utilización práctica.

Ponte da Arrábida El de Arrábida, proyectada por el ingeniero de puentes Edgar Cardoso, a la fecha de su construcción, en 1963, era el puente con el mayor arco de hormigón del mundo. Tiene 615 metros de largo, y una anchura de 27 metros. Es el más occidental de todos los puentes que conectan Oporto con Vila Nova de Gaia, estando a corta distancia de la foz del Río Duero. De la desembocadura del río.

Una vez desembarcados, la deshidratación producida por la confluencia y mezcla de las brisa marina de la desembocadura y la fluvial del propio río, nos vimos en la obligación de reponer líquidos.

Elegimos uno con sombrillas azules que luego averigüe que se llama Taberna explanada. Nos sentamos y una pléyade de camareros coloniales subsaharianos se paseaba. Uno nos tomó nota, pero no debió surtir efecto, otro nos cambió de sitio a otra mesa, volvimos a pedir y nada, otros pregunto que queríamos y le dijimos que ya habíamos pedido dos veces. Todos ellos, eso sí, con su dispositivo informático para apuntar el pedido. Mi deshidratación iba en aumento, así como la del resto del grupo expedicionario. Al rato conseguimos nuestro objetivo y parece ser que la innovadora Lourdes tuvo una experiencia interesante con su sidra al limón.

Pero había que comer y ver las bodegas, así que cruzamos el Duero por el puente de Don Luis I donde unos niños se arrojaban al río desde una considerable altura por unas monedas. La miseria sigue existiendo en la vieja Europa. Impactante.

Bodegas Cálem Oporto es mundialmente conocida por sus vinos, a los que da nombre, y es obligatorio para todo turista que se precie de serlo el visitar alguna de sus bodegas. Recuérdese que yo estaba mimetizado y ya era un portuense más, pero la entrada a las Bodegas Cálem estaba incluida en el precio del billete de la compañía amarilla de autobuses y luego nos darían unos vinitos de degustación, así que disimulé y me convertí en turista un ratito. Superturista ilustrado porque las explicaciones de la bodega fueron en inglés. A mí de toda la visita lo que más me impacto fue la amortización de las barricas. El guía nos contó que primero se llenan de agua y vino malillo para prepararlas, son barricas de roble francés y nuevas parece ser que cuestan 12.000 euros cada una. Pues bien, después de 50 años de sereno trabajo en la bodega conteniendo oporto, son vendidas a destilerías escocesas donde las rellenan de whisky, tras unos años en Escocia, ponen rumbo a Francia para albergar en su interior coñac.

Más tarde algunas de estas barricas cruzan el Atlántico buscando el 11

ron y por último en su vejez reposan en una abadía belga conteniendo cerveza. Esto es reciclaje y lo demás son tonterías.

Mención especial merece la cena del sábado, que obviamente no estuvo mal. Elegimos un garito en la zona con más actividad nocturna de la ciudad, un restaurante con paredes completamente cubiertas de estanterías en las que descansabas los más variados objetos, juguetes, máquinas de escribir, muñecas con caras inquietantes, juegos de mesa, y en el que reinaba María la Portuguesa. En realidad no sé cómo se llama, pero utilizaré el título de esa canción de Carlos Cano para referirme a ella. María la portuguesa es la responsable de las camareras del restaurante, o quizás una camarera más, pero a todos nos cautivó, tanto a hombres como mujeres, su sonrisa, su profesionalidad, su forma de moverse.

Gema se quedó esa noche sin copita, las castigamos por el cansancio y por su intento de cleptomanía.

Domingo 11 de septiembre de 2016 En Portugal hay una hora menos que en España. Si en Portugal son las nueve de la mañana en España son las diez de la mañana. Si en España son las diez de la mañana en Portugal son las nueve. Fácil, ¿no? Pues no, varios componentes de este grupo expedicionario no se aclaraban. ¿Por qué? Un arcano.

Nos quedaba por visitar la Catedral de Oporto, la Se, y allá que fuimos a primera hora porque luego queríamos coger la ruta morada de la compañía de los autobuses amarillos, que nos iba a llevar a Matosinhos, municipio cercano a Oporto famoso por su restaurantes de pescado.

La ruta morada de la compañía de los autobuses amarillos, según nos informamos tiene una frecuencia horaria de una hora. Claro, una vez en la parada nos asaltó la duda, llegará nuestro amarillo transporte en cinco o en cincuenta y cinco minutos. Hay una costumbre no escrita y que yo práctico que consiste en que las mujeres suelen preguntar cómo ir a los sitios al primero que pasa y los hombres pensamos que para eso existen los mapas. Esto es así, salvo en dos amigos que tengo uno de los cuales ante la absurda conversación entre los cinco y los cincuenta y cinco minutos de espera y mientras esperábamos a nuestro autobús y fueron apareciendo el resto de autobuses de las diferentes compañías, la roja, la azul, desapareció y se fue a preguntar a una caseta que parece ser que estaba al otro lado de la calle cuanto quedaba para que nuestro ya famoso autobús amarillo de la línea morada pasase.

- Quedan cinco minutos dijo Alberto

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Y en cinco minutos apareció. ¿Preguntar o no preguntar? Esa es la cuestión.

Las Gaviotas de Matosinhos El día estaba despejado en Oporto pero a medida que nos íbamos acercando a la costa atlántica el cielo fue cambiando su color. Se fue volviendo plomizo y brumoso. Muy brumoso, muy gris, melancólico, triste. Este es un relato subjetivo.

El guía virtual del autobús nos contaba la importancia de la antigua industria conservera de Matosinhos y como ese núcleo de pescadores y fábricas ha ido derivando en el tiempo en un lugar de recreo y con un urbanismo medianamente pensado. Me sorprendió la decoración de una rotonda, en España la decoración de las rotondas es el museo de los horrores, con una escultura que cuelga y que el gracejo popular ha venido en denominar la anémona. Es grande esa anémona y se ve. Aunque hubo algunas compañeras que por culpa de la animada conversación que mantenían no la vieron. Curioso.

Nos bajamos en la parada denominada restaurantes. A eso íbamos.

No los usamos. Quizás fueron culpables las gaviotas, quizás el olor a puerto, quizás la exquisita educación de algunos y algunas, quizás una mezcla de todo esto, el caso es que en la playa de Matosinhos y mientras yo admiraba el grupo escultórico “Tragedia do Mar” otros se acercaron a un punto de información que estaba al lado, inicialmente a aliviarse, pero acabaron informándose de dónde comer. Habíamos pasado por delante de 48 restaurantes. Pero preguntaron, yo creo que por uno sin gaviotas. Salieron muy contentos porque les habían recomendado uno en el Puerto de Leixoes.

A mí me parecía que estaba lejos, pero bueno allá que fuimos.

Volvimos a pasar por los 48 restaurantes, volvimos a aspirar el olor a mar, volvimos a elucubrar sobre la probabilidad de que una gaviota se aliviase encima de nosotros, y anduvimos hasta al puente que nos permitía sortear la desembocadura del rio que hace las veces de puerto. Es un puente móvil, que se movió, se abrió antes nuestros ojos para permitir el paso del buque Pilica construido en 1999 y registrado con el número IMO 9154282 y MMSI 248599000, que se dedica a “general cargo ship” y que en la actualidad navega bajo bandera de Malta y está matriculado en La Valetta. El Pilica era ayudado por dos remolcadores gemelos Aquiles y Nereu de la clase azimutal, construidos en 2012, propiedad de la administración de los Puertos de Douro y Leixoes, con una eslora de 25 metros y una manga de 11 metros.

Encontramos el restaurante, sin preguntar, con la ayuda de la cartografía, pero se nos olvidó llamar para reservar mesa y desgraciadamente no pudimos comer en él. Tuvimos que 13

conformarnos con un que estaba en mitad de la playa de Leça da Palmeiras mirando el océano embravecido en ese brumoso domingo de septiembre.

Comimos fenomenal, bebimos mejor, nos reímos como siempre e hicimos una foto al plato de las almejas.

En mi subjetivo parecer, poder comer mirando el mar en una brutal playa, con un día con encanto como ese que tuvimos la suerte de disfruTar, rodeado de amigos, compartiendo la comida, el vino y la amistad, es de las mejores experiencias vitales que una persona puede gozar. Por cierto, sin ser María la portuguesa, la camarera de ese chiringuito de playa también merece la pena ser recordada. ¡Hasta la próxima!

Anexo para reflexionar  Las mujeres somos peores en todo. Gema  Yo presumo que he estado en todos los McDonald del mundo, que eso da cultura. Beatriz  A Alberto creó que le terminó gustando el bacalao.  Me estoy cogiendo una trompa. Jesús enle chiringuito de la playa de Leça Palmeiras Anexo para aprender En Oporto en y la mayoría de las ciudades del Norte de Portugal, las casas están numeradas en el estilo norteamericano, con el número asignado es proporcional a la distancia en metros desde la línea de fondo de la calle, además cada puerta de acceso a la calle se numera.

Pozuelo de Alarcón, 25 de septiembre 2016

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