El extraño caso de las flores de plastico en la tumba de mi padre

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El EXTRAﾃ前 CASO DE LAS FLORES DE PLASTICO EN LA TUMBA DE MI PADRE

Carlos Casado Valera

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Para Mercedes y Jesús, que otra vez lo hicieron posible y para los jóvenes integrantes de la tertulia del Salón Alegre (Mónica, María, Íñigo, Mecha, Alberto y Alejandra)

Quienes acostumbran a leer mis relatos1 les habrá sorprendido el título de éste. La explicación es fácil, o no, según se mire. El Sábado Santo del año de Nuestro Señor de 2014 comenté este curioso caso a los hijos de mis amigos en la casi abandona iglesia de San Juan Bautista que se encuentra situada a 500 metros del barrio de la Revilla, en la localidad de Orejana, en la provincia de Segovia y es una muestra de primer orden del románico castellano, levantada en los últimos períodos de esta etapa arquitectónica, siglo XII o comienzos del XIII. Parece ser que el pórtico, labrado en tierra caliza, constituye uno de los conjuntos escultóricos más ricos del románico segoviano y que fue declarada Bien de Interés Cultural en 1998 como así lo refleja el BOE número 236 de 2 de octubre, en su página 33.007. Pues bien, como decía, comenté este extraño caso al contemplar a través de la reja de la puerta del cementerio anexo a la iglesia que la mayoría de las tumbas estaban cubiertas por una gran cantidad de flores de plástico.

Cuando acudía al cementerio con mi madre a visitar la tumba de mi padre comprábamos a la entrada una docena de claveles rojos y un poco de verde, que es como las gitanas se refieren a las ramitas verdes que aportan un poco de volumen a los doce claveles rojos. A mi padre le gustaba esa flor, y siempre, que se vestía de chulapo, bien por San Isidro o por La Paloma, adornaba su chaqueta con un clavel rojo en la solapa. El caso es que no acudíamos con mucha frecuencia al cementerio, un par de veces al año por Los Santos y por el cumpleaños de mi padre, más o menos, y al llegar sustituíamos los doce marchitos claveles, que ya no eran rojos de la vista anterior, por los doce claveles rojos frescos recién comprados. Hasta aquí nada raro, pero una vez nos encontramos junto a nuestros doce claveles marchitos unas flores de plástico que asemejaban rosas de un color difícil de calificar que podía definirse entre la escala cromática que discurre entre el melocotón desvaído y el azul cielo de bebé.

Mi madre y yo nos miramos a la cara a través de nuestras respectivas gafas de sol, que recuerdo perfectamente ambos nos quitamos, para apreciar mejor lo que acabábamos de ver.

Allí estaban unas flores de plástico que nosotros no habíamos puesto pero que podían haber puesto alguno de mis hermanos, o eso dijo mi madre, mientras yo sabía que no habían sido ellos.

Sustituimos nuestros doce claveles marchitos y dejamos las flores de plástico.

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London Calling, La Llamada de Jesús, La Guasap de Córdoba, Momentos Gallegos http://issuu.com/casadolibros

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Los años pasaron y sistemáticamente fuimos reponiendo nuestros claveles rojos, sabiendo ya que nadie que nosotros pudiésemos conocer era el responsable de las flores de plástico, que seguimos dejando en su lugar.

Incluso una vez, tentados estuvimos de quitarlas ya que estaban sucias y descoloridas, pero allí las dejamos por respeto a la persona que las había puesto y la sorpresa continuó cuando otro día aparecieron junto a nuestros doce claveles rojos marchitos nuevas flores de plástico.

La imagen de las flores de plástico del pequeño cementerio de Orejana me sugirió el relato de esta anécdota y que he decidido ponga nombre a estas reflexiones.

En 2014, la Semana Santa ha caído tarde y mi tradicional esquiada Santa no ha sido posible, no por falta de nieve, sino porque la Diosa con la que vivo y el hijo de ésta, no se alinearon con los astros para conducirnos a mi blanco retiro. Circunstancia ésta que me ha permitido acudir al afamado Vía Crucis de Pedraza de la mano de Mercedes y Jesús que, como siempre, consiguen en mí una incondicional respuesta positiva a sus llamadas Habitualmente la mayoría de estos encuentros me impulsan a poner negro sobre blanco algunas circunstancias acontecidas y quién sabe si dentro de unos años ante su futuros lectores esbocen una sonrisa y permitan recordar estos maravillosos momentos tanto a aquellos que los vivieron como a los que no.

Pues bien, como decía, el Viernes Santo nos presentamos en la solariega mansión de los Marqueses de Tejadilla2.

La Vigilia se impuso y no hubo carne, aunque si hubo leche blanca.

Antes del Vía Crucis nos volvimos a reunir a la mesa para una no cena ¿o sí? o una merienda tardía ¿o no? el caso es que había bollos, bizcochos, pasteles caseros y leche blanca.

Este humilde relator en su media centenaria vida jamás había escuchado esa expresión ¿existe la leche de otro color? Cierto es que en mis tiempos universitarios las chicas pedían un bebedizo denominado leche de pantera que no era blanco, sino rosa, pero tampoco era leche. ¿Leche blanca? Desnatada, semidesnatada, entera, de soja, con calcio, con isoflavonas activas, iones isotópicos, con vitamina B12, B2 o z minúscula pero insisto ¿leche blanca?

Hasta ese día la leche al mezclarla con otro producto adquiría otro color y se convertía en un producto diferente, café con leche, batidos de fresa o plátano, café manchado, corto de leche. Yo todavía estoy por oír en algún establecimiento ¿quiere un poco de leche blanca para su café? o ¿quiere usted leche blanca en su chocolate?

Me superó, lo reconozco, porque decir leche blanca es redundante ¿o no?

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Ver la Guasap de Córdoba.

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El Vía Crucis y la Matanza Los que somos más de cuidad que los semáforos, lo que los modernitos denominan urbanitas, sentimos la necesidad, propia o creada, de salir al campo y de encontrarnos con las tradiciones que se conservan de mejor manera en los medios rurales. Una de estas tradiciones es la matanza y ya sólo el nombre da miedo: LA MATANZA. Sé que la matanza del cerdo es un procedimiento habitual de sacrificio de uno o varios cerdos con el objeto de aprovechar su carne y a menudo para proporcionar embutidos durante un año para la alimentación de una familia y que es una costumbre popular existente en diversos países europeos, generalizada desde tiempos remotos y realizada de forma artesanal, con diversas peculiaridades en función del lugar en que se celebra. Se efectúa una vez al año, generalmente coincidiendo con los meses más fríos del invierno y suele tener un lado festivo y de celebración.

A mí, la matanza, me sugiere muertos y muertos por doquier en un campo sembrado de cadáveres tras una batalla, en donde los vencedores pasean cabizbajos entre columnas de humo que se elevan y cuerpos inertes de amigos y enemigos.

Quizás esta fue mi sensación tras la matanza en La Velilla. Una amarga sensación de victoria del mayor depredador sobre la faz de la Tierra. Una fiesta alrededor de la muerte de un integrante de una especie inferior.

Un rito antiguo y animal, entre animales, que en algunos casos disfrutaban del momento, inmortalizando para la posteridad a través de sus dispositivos electrónicos perdiendo de esta manera, desde mi punto de vista, el respeto por el animal que tanto iba a proporcionar a la familia durante un año.

He de reconocer que caí en la trampa y tengo una de estas fotos guardada en mi teléfono, en las que se ve a un ser humano con una expresión nada humana y que no he borrado hasta que no he escrito estas líneas.

Ya he asistido a una matanza, ya lo he visto, no creo que repita aunque como es de todos sabido si uno recibe la llamada de Jesús, Olmos no El Otro, se debe acudir; y ya que lo menciono, Jesús me ha preguntado en varias ocasiones mi opinión sobre la matanza, incluso si pensaba escribir algo al respecto. Bueno pues al final aquí está mi reflexión que es mía y sólo mía. Sin embargo, he de resaltar que hubo una estupenda lección de anatomía a la que mi estómago y nariz no me permitieron asistir pero que de alguna manera me reconcilió con la especie humana que no en vano es la mía. El año que viene, si recibo la llamada acudiré, pero en el momento crítico me iré a comprar el pan con Mercedes.

La otra tradición es el Vía Crucis y el más cercano que yo había medio visto era el que retransmite la tele desde el Coliseo de Roma.

Un viacrucis, vía crucis o camino de la cruz se refiere a las diferentes etapas o momentos vividos por Jesús desde el instante en que fue aprehendido hasta su crucifixión y sepultura. La expresión se usa también comúnmente para expresar todo tipo de dificultades que se presentan en la vida cuando se quieren alcanzar ciertos 4

objetivos. Se trata de un acto de piedad, un camino de oración que busca con la meditación revivir la pasión y muerte de Jesucristo en su camino al Calvario. El camino se representa con una serie de catorce imágenes de la Pasión, denominadas estaciones correspondientes a incidentes particulares que, según la tradición cristiana, Jesús sufrió por la salvación de la humanidad basados en los relatos evangélicos y la tradición. También se llama Viacrucis al recorrido de cruces que señalan un camino o una ruta donde se puede realizar este ejercicio piadoso.

El objetivo fundamental de este viaje era asistir al afamado viacrucis de Pedraza y allí nos fuimos provistos de nuestra velas, después de la cena de la ¿leche blanca? dispuestos a recorrer las catorce estaciones y aunque llegamos un poco tarde, nos enganchamos si no recuerdo mal en la cuarta estación, la experiencia me gustó y me hubiera gustado más si Wilson Edgar Fuentes Jaramillo, el cura, supiese entonar cuando lee.

Los curas tienen que saber hablar, transmitir, comunicar, predicar y se valen de una herramienta imprescindible: la voz para relatar la palabra de Dios.

Yo no soy muy aficionado pero reconozco a los que cuando hablan lo hacen con pasión, con fe, con ilusión ya sean políticos, compañeros, amigos, curas o entrenadores de fútbol, Grande Cholo, y es fundamental para los que están oyendo pues de oyentes se conviertes en escuchadores y de esta forma reciben el mensaje permaneciendo atentos.

Insisto, me gustó, a pesar de don Wilson Edgar al que también tuve que soportar en mis primeros oficios de Viernes Santo a los que también acudí. Tengo la impresión que existe cierta labor evangelizadora en estos viajes.

Una vez repuestos del viacrucis y de vuelta a Tejadilla, abandonamos la vigilia y nos dimos al chorizo, la parte buena de la matanza, y no sé si como consecuencia de los efectos de S.M el Marrano, Cochino, Cerdo o Guarro en nuestros cuerpos o por otros insondables motivos mantuvimos una interesante tertulia conducida por el gran provocador, si, ese en el que todos estáis pensando.

El Almirante y la de Zubieta se la perdieron quien sabe si por culpa de Los Vizcondes de los Altos de Escarrilla3 que usurparon, me temo, sus aposentos.

El caso es que allí nos juntamos en el Salón Alegre, esto de que los salones tengan apellido sería motivo de una reflexión, y alrededor del chorizo, los jóvenes y lo no tanto, y entre raja y raja del porcino producto, la conversación derivó como derivan muchas otras y no sabes porque en un determinado momento te encuentras hablando de lo que estás hablando y que extrañas conexiones han propiciado que se hable de tal o cual tema.

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Ver la Guasap de Córdoba

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Yo ahora he divagado y lo que quería relatar es la conversación alrededor del chorizo en el Salón Alegre después del viacrucis.

Como decía, no sé como acabamos hablando de lo que ahora intentaré narrar, mas lo interesante es que todos participaron, incluso lo hizo en algún momento la muy joven y prometedora Ale. Pues bien, hablamos de las relaciones entre chicos y chicas en la primera mitad de la década de los diez del siglo XXI e inevitablemente, y por alusiones, como eran esas mismas relaciones en la década de los ochenta del pasado siglo XX, esto es treinta años atrás.

Mi conclusión, subjetiva y quizás sesgada por mi sexo, que no genero, como dicen los modernos y los que no saben usar el lenguaje, es que no hay excesivos cambios al menos entre el comportamiento de los jóvenes que hablaban en el salón ¿serán representativos de su generación? ¿Seríamos nosotros representativos de la nuestra?

Para mí el gran cambio es el teléfono. Hace treinta años no había móviles por lo que si yo quería llamar a una chica tenía que pagar el peaje de marcar el número del teléfono de su casa y en el caso de que no fuera ella la que respondiera a la llamada, preguntar los más educadamente posible por ella y decir mi nombre ante la típica pregunta ¿de parte de quien?

Ese nombre solía quedar anotado entre los parientes y uno oía como llamaban sus familiares a la persona con la que tú querías hablar y escuchaba frases como: -

Niña, el chico de la Universidad Cuca, es Carlitos Hija, alguien pregunta por ti Antoñita, el pesao de tu novio

La cuestión es que a la segunda o tercera llamada te tenían más fichado que al difunto Bin Laden, ya existías y en las sucesivas llamadas la ironía iba aumentando.

Cuando era al contrario, esto es una chica llamaba a mi casa, yo intentaba coger el teléfono para evitar que mi padre o mi madre atendieran a la llamada. Cuando no era lo suficientemente rápido y era mi madre la que levantaba el auricular, dependiendo de quién era, podía estar hablando con mi llamadora tres o cuatro minutos antes de pasármela y si era mi padre el peligro era máximo puesto que el timbre de voz entre él y yo parece ser que era extremadamente similar y si la llamadora pensaba que era yo empezaba la conversación con el interlocutor equivocado.

Ahora los móviles lo han solucionado todo, íntimos, silenciosos, sin posibilidad de error aunque también tiene sus pegas que ya relataré.

Pero, he vuelto a divagar, la conversación no giró sobre esta cuestión aunque se rozó tangencialmente sobre quién debe llamar primero ¿hay que llamar, o por el contrario

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esperar a ser llamados? ¿Doy el primer paso yo o espero a la otra parte? Pero, ¿y si no llamo yo y llama Peláez? Que es un guapito de cara y lo mismo triunfa.

Dudas, muchas dudas, no sabe uno como acertar. Si uno es galante, le pueden tildar de cursi, si por el contrario opta por una estrategia más conservadora se le puede acusar de que sólo va a lo que va.

Quizás una estrategia intermedia en función de la otra parte y contraatacar puede que no sea la adecuada si la otra parte piensa lo mismo.

Si llamo yo primero descubro mis cartas, pero si no llamo puedo dar la impresión de ser un borde o un “sobrao” ¿qué hago, llamo o no? mira que si mientras estoy aquí decidiendo mi estrategia llama el guapito de cara de Peláez y triunfa…

Dudas, muchas dudas, no sabe uno como acertar.

Difícil, muy difícil, o fácil según se hayan alienado los astros y el primer cruce de miradas haya sido lo suficientemente revelador.

Ahora con los teléfonos móviles todo es distinto. Imaginémonos en 1985, con novia o novio según el caso. Salías un fin de semana al cine, un concierto, un paseo, una más o menos despedida larga en el coche o en el portal y hasta la siguiente vez que quedabas o llamabas por teléfono o te llamaban, al fijo recuérdense los peajes, la conexión se interrumpía. Ahora no, después de hacer más o menos lo mismo, el móvil sigue dejando huellas de tus andanzas. ¿Ha estado conectado hasta las 3 de la mañana u no era conmigo? ¿Será el grupito ese que tiene con sus best friends forever o bff si eres muy it? ¿O no? y lo mismo en el caso contrario ¿con quién hablabas ayer a las cinco de la tarde si se suponía que estabas en el Calderón? La excusa del grupo de los del Atleti, no vale, estamos todos juntos, y claro no puedes decir cualquier cosa.

Complicado y peligroso.

Comentaba esta cuestión con mi heredero y la respuesta que me proporcionó no me acabó de convencer. Apagar el teléfono, no responder, no sé, no sé, lo mismo funciona aunque…

En fin, menos mal que no me toca, ya que tendría una sensación de pérdida de intimidad, por no hablar de las cartas que antes nos enviábamos en las vacaciones o en periodos de ausencia prolongada, ahora todo lo resuelve el guasap.

Dejo abiertas preguntas y temas de conversación para futuras tertulias, y debo reconocer que disfruté mucho esa noche en el Salón Alegre, quizás sería por el nombre.

Por cierto, el misterio de las flores de plástico en la tumba de mi padre no se resolvió, ni se resolverá, es lo que tienen los misterios.

Pozuelo de Alarcón 2014 7