Los reyes de la arena GEORGE R. R. MARTIN
Simon Kress vivía solo en una gran mansión que se extendía entre las áridas colinas rocosas a cincuenta kilómetros de la ciudad. Así que cuando tuvo que ausentarse inesperadamente por asuntos de negocios no tenía vecinos que cuidaran de sus mascotas. El halcón carroñero no suponía ningún problema; anidaba en el campanario en desuso y de todas formas tenía por costumbre conseguirse su propia comida. En cuanto al arrastrapiés, Kress simplemente lo atrajo fuera de la casa: dejó que se las arreglara: el monstruito se alimentaría de babosas, pajaritos y carretones de las rocas. Pero la pecera, que contenía auténticas pirañas de la Tierra, era un problema. Kress finalmente tiró una pierna entera de vaca en el enorme tanque.