LA GRANDEZA DE UN HUMANISMO HUMANO Y NO INHUMANO
Isidro Puig Sanchis
Josep Antoni Clúa Serena (ed.): Humanismo. Conversaciones con Ximo Company, Lleida, Cátedra de Filología Griega, Universidad de Lleida, 2023.

UN LIBRO DIFERENTE
El hecho de estar ante un libro extremadamente diferente es lo primero que se comprueba cuando empiezas a leer sus primeras páginas. Cada una de sus ingeniosas preguntas despierta un interés algo así como inaplazable y cuya respuesta parece que no pudiera esperar. De pronto quieres saber cómo continua, qué se pregunta, qué se responde y por qué. Es, en definitiva, un texto original, sincero. Y eso se agradece. Estamos ante un libro que está vivo y que transmite vida. Inteligentemente pensado, preparado y editado por el profesor Josep Antoni Clúa Serena, catedrático de Filología Griega de la Universitat de Lleida, el libro Humanismo. Conversaciones con Ximo Company (Lleida, UdL, 2023), sigue el atractivo género amebeico que conforma ese tipo de conversaciones abiertas y distendidas, aunque no exentas de profundidad que, en este caso concreto, tratan de descarnar y redescubrir un nuevo significado para ese amplio y plural concepto que hemos convenido en llamar Humanismo
HUMANISMO = CRECER EN HUMANIDAD
¿Qué tipo de Humanismo es el que más nos conveniente para la sociedad del siglo XXI? Ximo Company responde con tanta audacia como claridad: “el Humanismo que más necesitamos en estos momentos se traduce en un deseo sincero —y urgente— de crecer en humanidad. Todo lo demás, ahora mismo, resulta accidental y puede esperar” (pág. 12). Me atrevería a señalar que, tal y como está planteado el singular y atractivo contenido de este libro, no concibo demasiadas editoriales que pudieran “encargar” un texto así. ¿Quién podría hablar así en nuestro país?, ¿quién podría preguntar y responder así? Insisto en que es un libro diferente. Subrayo, pues, para empezar, la decidida, acertada y bienvenida apuesta editorial de la “Càtedra de Filologia Grega de la Universitat de Lleida” y del “Centre d’Art d’Època Moderna” (CAEM), de la misma universidad, amén de los otros centros o núcleos universitarios de la UdL que también han apoyado esta peculiar iniciativa editorial, como el “Vicerectorat de Cultura”, la “Càtedra Màrius Torres”, el “Institut de Desenvolupament Social i Territorial (INDEST)”, o el Ministerio de Ciencia e Innovación del Gobierno de España. Quiero decir, que estamos ante un libro pensado y hecho a medida para tratar un tema candente, importantísimo (el lector pronto lo advertirá), y deliberadamente hecho, como acabo de señalar, a la sincera medida del pensamiento del profesor Company, y magníficamente conducido por el profesor Clua. Confieso que no es nada frecuente toparse en la universidad española con libros de tamaña originalidad y con un relato tan claro, oportuno y enjundioso.
UN PEQUEÑO TESTAMENTO DEL IDEARIO VITAL DEL PROFESOR XIMO COMPANY
En el fondo, también podría decirse que estamos ante una especie de testamento vital e intelectual del profesor Ximo Company, tras más de 40 años en la universidad (primero en la de Barcelona, después en la de Lleida, sin olvidar su fecundo interludio como director del Museo de Bellas Artes de Valencia).

En este libro (o en este pequeño y sincero testamento) se emplea un método muy claro y directo, inteligible por todos: el profesor Clúa suscita preguntas con verdadero tino y sustancia, y Company responde de un modo pausado, crítico, pero sobre todo profundamente reflexivo (quizá por eso resulta bastante evidente que Company se ha relacionado intelectualmente con el rico magisterio del gran historiador Miquel Batllori, pág. 15). En el libro se formulan hasta un total de 104 cuestiones en las que el lector pronto percibe que no son preguntas-respuestas baladís, sino que estas, sin excepción (incluidas las referidas a la Universidad y a la Historia del Arte, partes segunda y tercera del libro), nos atañen e interpelan a todos cuantos transitamos por el movedizo y desde luego inestable siglo XXI.
PRIMERO: EN FAVOR DEL HUMANISMO CLÁSICO DEL RENACIMIENTO
En principio, el libro defiende y propone mantener el buen cultivo del Humanismo clásico, digamos, “el de siempre” (o el oficial), o sea, el Humanismo erudito y culto (como el practicado, por ejemplo, en la Italia del Renacimiento). Nada que objetar, pues, al extraordinario e impagable Humanismo practicado por Dante, Petrarca y Bocaccio… Nada que objetar a la grandeza educativa de pensar y escribir bien, como hicieron los griegos clásicos o como hicieron tantos pensadores del Quattrocento italiano. O como, en buena ley, deberíamos hacer y practicar también en nuestro siglo XXI.

SEGUNDO: UN HUMANISMO, ADEMÁS, CENTRADO EN EL BIEN MORAL DE LA PERSONA
Sin embargo, quien maneje este libro, de inmediato comprobará que los dos autores van mucho más allá del referido Humanismo clásico. Es decir, a lo largo de una entrevista, o más bien de un ameno e interesante coloquio completamente abierto, sincero y directo, Company subraya e incide mucho más en la urgente conveniencia de practicar un Humanismo estrictamente centrado y preocupado por el “bien” (físico y moral; inmanente y trascendente) de la criatura humana. Porque, este “bien”, según Company, es mucho mayor, más importante y bastante más necesario en estos precisos momentos, que lo que podríamos considerar como un estricto bienestar puramente material, social e incluso cultural y profesional. En nuestro caso, se trata de un “bien moral”, prioritario e imprescindible, que atañe, fortalece y transforma, en positivo, “todo lo que constituye el hecho de ser hombre o mujer”; o sea, que atañe a “toda” la persona humana en su conjunto (cuerpo y espíritu; parte inmanente y parte transcendente). Es decir, Company y Clúa no se detienen únicamente en las muchas e indiscutibles bondades del Humanismo clásico y convencional del Renacimiento, sino que nos invitan a practicar un Humanismo centrado en la concreta humanidad de las personas de “cada día”. Una suerte de Humanismo —dicen los autores— que nos pudiera devolver el derecho a ser auténticamente felices; o sea, a vivir en una renovada atmósfera humana (y no inhumana), sana, con buen humor (hoy, tanto el buen humor como las francas sonrisas están en crisis, o por los suelos), y en el clima de una auténtica alegría personal, colectiva y familiar. Un Humanismo, en definitiva, entendido como un verdadero “respeto y amor a la dignidad de todo ser humano”. Un amor desinteresado, noble y veraz (philía, como proclamaban los griegos), a todo aquello que tiene rostro de hombre o de mujer (punto 2, p. 16).
UN HUMANISMO QUE NOS ILUMINE Y QUE NOS ORIENTE CON UNA SEGURA Y APETECIBLE FIABILIDAD

¿Qué preferimos, unos hijos altos, guapos, inteligentes, pero de reiterado mal humor, insolidarios, pedantes, arrogantes y autosuficientes…, o unos hijos de estatura normal, buenos, generosos, inteligentes, comedidos, educados, simpáticos, respetuosos, trabajadores y abiertos al bien y a los demás? Creo que la respuesta no ofrece dudas. Pues bien, el libro del que me estoy ocupando, o cuando menos algunas de sus punzantes y clarividentes preguntas-respuestas, nos permiten entrever en este nuevo Humanismo una luz fiable y esperanzadora en el túnel oscuro, incierto, apático y escéptico de una cultura occidental que, confesémoslo, ya lleva algunos decenios extraviada, insegura y lábil; sin duda, con algunos picos de un muy peligroso egoísmo y narcisismo que bien poco contribuyen a nuestra auténtica estabilidad y fe-

licidad humana. ¿A quién puede beneficiar, por ejemplo, un mundo repleto de personas arrogantes, sin apenas “voluntad” y con cada vez más progresivos tintes de indolente narcisismo?, comentan los autores del libro (punto 53, pp. 92-93).
¿SIEMPRE DE ESPALDAS A DIOS? ¿ES ESO LO QUE DE VERDAD NOS CONVIENE I NOS HACE FELICES?
Los dos profesores, Clúa y Company, parecen coincidir en la urgente necesidad de cultivar un nuevo Humanismo —un Humanismo que ellos convienen en llamar, “del día a día”—, o sea, concreto, práctico, que oxigene y airee tantas situaciones tristes y viciadas de nuestros cotidianos escenarios políticos, laborales, sociales y por supuesto personales y también familiares (punto 36, pp. 66-69).

A mi modesto entender, subyace en todo el libro una pregunta subrepticia, si bien neurálgica y medular, a saber, ¿somos, ahora, en clave predominantemente narcisista, como acabamos de señalar, además de —a juicio de los autores— demasiado arrogantes y autosuficientes, y casi siempre permaneciendo altivos y de espaldas a Dios, realmente más felices? ¿Estoy yo —esta vez formulando la pregunta para cada uno de nosotros en singular—, así, de verdad, más satisfecho y más plenamente realizado? ¿Me siento más a gusto de ese modo, actuando y contemplándome a mí mismo, en exclusiva, en “modo selfi”? (o en modo egoísta como diría Leszek Kolakowski) (punto 31, pp. 55-57).
¿O acaso no descubrimos —como incide el profesor Clúa y responde el profesor Ximo Company— que para respirar en un clima de verdadera y auténtica libertad necesitamos un Humanismo que realmente nos ayude a ser más humanos, que contribuya a salir de “nosotros mismos” —de nuestro obstinado y aludido narcisismo egoísta—, que nos lleve a pensar más en “el bien del que tengo al lado”, y que de verdad nos motive y nos devuelva el optimismo; que nos haga crecer; que sea limpio, veraz y fiable? (puntos 51 y 52, pp. 90-93).
Según Clúa y Company, urge —especialmente en este desbocado y frenético siglo XXI— la práctica de un Humanismo sereno que ame y desee un verdadero bien para “todos” los humanos e incluso para nuestro fatigado planeta Tierra. Que nos dé seguridad y nos cubra con garantías las espaldas de los unos y los otros. Que nos ayude a todos a vivir en paz, a ser más personas. Que nos devuelva la frescura de la honradez y de la serena confianza en nosotros mismos (punto 52, pp. 92-93).
EL AZOTE DEL RELATIVISMO Y SU INFALIBLE ANTÍDOTO
Desde luego, convendremos en estar de acuerdo en que todo eso —según los autores— no puede alcanzarse permaneciendo en el aludido “modo selfi” (o sea, en un exacerbado “modo egoísta”). Es decir, no puedo estar, a todas horas, pendiente en exclusiva de mí, mirándome y contemplándome a mí mismo como si fuera una pieza de museo única y excepcional. Eso es un craso error. Y eso, además, poco a poco, nos carcome, nos debilita, nos desdibuja, nos neutraliza y acaba despersonalizándonos, nos hace infelices. Nos convertimos entonces en puras marionetas de papel, vulnerables y a merced de nuestros gustos y de nuestras apetencias más primarias. Y, de acuerdo con los citados
Fig. 5 Josep Antoni Clua y Ximo Company (2023).autores, acabamos completamente encadenados a una triste y perniciosa “dictadura del relativismo” (punto 31, p. 58).
A juicio de Company, el buen y verdadero Humanismo tiene un truco benigno e infalible, y es que solo amando al otro/a, se encuentra la propia felicidad, la auténtica libertad y el verdadero sentido de nuestra existencia. Solo así se sale del pérfido agujero selfi. Y ese es —según el libro—, a la postre, el sueño y la aspiración de una nube incalculable de buenas personas, normales, del día a día, que continúan creyendo en el “Bien” y que, a pesar de los pesares y de tantas adversidades, creen también en la extraordinaria grandeza del ser humano. Sí, cuando uno lee este libro descubre que hay mucha gente, hombres y mujeres, que creen en el Humanismo formulado por Clúa-Company, y que lo desea con ahínco, de todo corazón, para poder respirar aire noble y fresco (punto 52, p. 93).
LA RAZÓN EN ENTREDICHO Y EL LOGOS REPARADOR DE PLATÓN
De estas extensas conversaciones entre los profesores Clúa y Company también se desprende una realidad meridiana: y es que dos de los grandes ejes sobre los que se sostiene y se cimienta nuestra ebria contemporaneidad, la “razón” y la “ciencia”, están en la actualidad un tanto erosionadas y en un indiscutible descrédito, necesitan ayuda, necesitan “desmaquillarse”, redescubrirse, regenerarse y purificarse. Quizá, pues, un buen punto de apoyo para revitalizar toda la grandeza de una “razón” y una “ciencia” en estos momentos demasiado extraviadas —y, reconozcámoslo, envanecidas y por lo tanto faltas de humildad—, pasa por la práctica de este nuevo Humanismo propuesto por Ximo Company (inspirado en el francés Éloi Leclerc y en la sabiduría del pensamiento griego clásico). Un Humanismo sincero que vaya a favor de lo verdaderamente humano y que desee, con generosidad, con sensatez y sin complejos, el bien cotidiano —y real— de “todas” las personas del planeta Tierra (punto 29, pp. 219-221). Un Humanismo —concluyen los autores— que tuviera mucho más en cuenta los “razonamientos” de ese Dios Logos, bueno y bondadoso, que nos han descubierto grandes pensadores como Platón, Max Weber, el citado Leszek Kolakowski, Miquel Batllori o David Jou. Ellos, y muchísimos más, consideran que la incorporación en nuestra mochila de los criterios de ese buen y benigno Logos, para nada estorbaría al buen rumbo, al equilibrio y a la verdadera prosperidad de la criatura humana. Muy al contrario, ellos consideran que los criterios de ese ecuánime Logos nos harían un gran bien, precisamente porque nos reorientarían con acierto, nos reordenarían y nos pacificarían; nos pondrían, de verdad, en la buena y conveniente horma de nuestros zapatos; de cada uno de nuestros pies y de cada uno de nuestros zapatos. Un Logos, en definitiva, que podría convertirse, además, en un potente, seguro e inalterable faro en alta mar que posibilitaría una gran serenidad y seguridad antropológica y una óptima convivencia entre las legítimas diversidades de todos los humanos; un buen Logos, en suma, totalmente abierto a un sano ecumenismo (punto 41, p. 73), y que nos señalaría el buen rumbo y un destino verdaderamente feliz para “toda” la humanidad y para esa casa común, la nuestra, que llamamos planeta Tierra (punto 51, p. 92).
UN RENOVADO HUMANISMO SI DEUS DARETUR
De acuerdo con Clúa y Company, según el gran sociólogo alemán, Max Weber (1905), “ausente Dios, el mundo está gobernado por los demonios”, es decir, por el mal, por las ideas y los comportamientos perversos; o, de acuerdo ahora con el citado filósofo polaco, marxista, Leszek Kolakowski, un mundo sin el Logos platónico estaría gobernado por “el puro egoísmo individualista” (1985). Todo, a la postre, parece confluir en lo perverso, en el mal, en lo demoníaco. ¿Nos conviene esto? ¿Nos beneficia o nos hace algún bien permanecer en ese perturbado modo “selfi” y “demoníaco”? (punto 31, p. 56).
¿Sería, pues —concluyen los autores—, positivo y bueno para todos, suplantar lo demoníaco por lo veraz, y retomar el cultivo de un nuevo Humanismo si Deus daretur, “como si Dios existiese y fuese
real”, y que en verdad fuese, además, un padre bueno y misericordioso? ¿Qué podríamos perder? Según Clúa y Company solo así podríamos estar correctamente orientados por una segura, estable y muy fiable estrella polar (punto 51, p 90).
EL “CAEM” COMO PARADIGMA HUMANISTA

Añado una última y para mí importante consideración, que, además, es absolutamente cierta, verificada, contrastada, empírica, y que coadyuva a refrendar las bondades del Humanismo —real y posible— que aquí se está proponiendo. Es decir, cuando uno examina la trayectoria y los sólidos estudios científicos que el Centre d’Art d’Època Moderna (CAEM) de la Universitat de Lleida (fundado en el 2000 bajo la dirección de Ximo Company) ha venido —y viene o sigue— realizando durante todo el primer cuarto de nuestro siglo XXI, y relee, además, su vigente código ético (http://www. caem.udl.cat/es/codigo-etico/), construido sobre los firmes cimientos del respeto, la honestidad, el buen servicio, la transparencia y el trabajo científicamente y honradamente bien resuelto, bien hecho, y así, desde hace un cuarto de siglo (todo lo que precisamente llevamos del siglo XXI), concluye que el Humanismo que aquí se está proponiendo no es en absoluto un sueño, o un espejismo retórico, ni tampoco un brindis al sol teórico y efímero, sino una desiderata real y verdadera, cumplida y día a día verificada y revirificada por un grupo de personas (profesores, graduados, restauradores, técnicos e investigadores), que creen en la grandeza de la “razón-ciencia” del ser humano, y que palpan, a diario, las infinitas bondades de un Humanismo como el aquí propuesto por los profesores Josep Antoni Clúa y Ximo Company. Y adviértase, además, que núcleos humanos como el CAEM, hay muchos, muchísimos más, y por supuesto enormemente mejores y todavía más auténticos, más bien fundamentados y “humanizados”. Y ocurre lo mismo, en otros múltiples escenarios de nuestra plural sociedad, es decir, en tantos y tantos grupos de personas, hombres y mujeres, que, para nuestra más sincera satisfacción —y convicción y plena alegría—, practican por doquier, a diario, y de manera invariable e indeficiente, un verdadero —y sacrificado, y por lo tanto aún más fecundo— Humanismo. Ellos son y se constituyen, a la postre, en nuestra más serena y confiada esperanza en un mundo —completamente real— en el que, a pesar de los pesares, se continúa creciendo en una transparente, sabia, y auténtica humanidad. Es decir, practicar un Humanismo como el que aquí se propone es una garantía infalible de estar en el buen camino profesional, científico y afectivo; y eso, sin atisbos de dudas, equivale, indiscutiblemente, a más felicidad. Del mismo modo que un aleja-

miento progresivo de este positivo ideario, conlleva una inequívoca infecundidad y una mortífera abulia. Es decir, lo inhumano genera tristeza y pesimismo. El verdadero Humanismo, en cambio, expande el alma (punto 83, pp. 143-146).
LA UNIVERSIDAD DEL SIGLO XXI
También las punzantes alusiones que se expresan en la segunda parte de este libro, referidas al papel de vanguardia educativa que sigue ejerciendo la actual Universidad, confluyen en la urgente necesidad de untar con el bálsamo de un Humanismo estimulante, veraz, reparador y entusiasta, a todos y cada uno de los rincones docentes e investigadores del tejido universitario. No solo estamos en la bienvenida era digital (repleta de ventajas y claras ganancias docentes e investigadoras), sino que la creatividad y el trabajo bien hecho, con empeño y con un verdadero amor, también son urgentes en la universidad del siglo XXI. Y que no se nos escape —proclaman y nos recuerdan Clúa y Company— que los estudiantes deben ocupar un papel primordial. Nos debemos a ellos. Y ellos se lo merecen todo (puntos 58-69, pp. 105-114).
Sorprende enormemente, por ejemplo, que un profesor funcionario como Ximo Company se salte todas las barreras normativas y administrativas y proclame con autoridad y serena convicción que las buenas tareas docentes deberían premiarse económicamente: “Quizá debería incentivarse mejor el esfuerzo docente. Hablo, por supuesto, no solo de incentivos morales (que son muy importantes), sino también de premios y recompensas económicas. Rápidamente podríamos encontrar los mecanismos más ajustados para que esta baremación fuera objetiva, justa y positiva. Y fértil. Incluso le diría, que en cada nuevo curso debería de poder renegociarse los honorarios docentes de cada profesor, de acuerdo con los resultados obtenidos en el curso anterior, y, no lo perdamos de vista, de acuerdo también con las expectativas y objetivos trazados para un nuevo curso. Este tipo de actitudes refrescarían e incentivarían la salud y la vitalidad universitaria de un modo extraordinario. Correría el viento fresco y una franca y renovada ilusión por superarnos en bien de nuestros estudiantes” (punto 63, p. 108). Me parece francamente increíble la bienvenida frescura y la libertad de promover algo tan novedoso, claro, positivo y oportuno. De lo contrario, la abulia, también en la Universidad, lo enseñorea todo.
UNA GRAN ESTIMA POR LA HISTORIA Y LOS HISTORIADORES DEL ARTE

En la tercera parte de este libro se habla del oficio concreto de Ximo Company. Desde luego, hay muchas maneras de referirse y hablar de la disciplina de la Historia del Arte, pero muy pocas destilan un amor tan franco, sincero y agradecido como el practicado en este libro por el profesor Company (puntos 70-83, pp. 117-146). Copio un pequeño fragmento que me exime de insistir en lo dicho: “
¿Cómo ve usted, y cómo la percibe, hoy, ahora mismo, la Historia del Arte?”, pregunta el Dr. Clúa. Responde el Dr. Company: “Con un gran y sincero sentimiento de profunda gratitud. Profesionalmente hablando, todo se lo debo a esta hermosa disciplina humanista. Ella me ha hecho un bien in-
Fig. 8 Estudiantes de la UdL con su profesor X. Company (2023).calculable. He aprendido mucho y ha contribuido a hacerme más persona. Además, aquí he forjado grandes y duraderas amistades” (p. 117).
UN HUMANISMO APASIONADO POR “EL BIEN”
Pero, por si todo lo que he ido señalando en las páginas precedentes fuera poco, el libro aquí reseñado sostiene un axioma precioso, básico y fundamental que no podemos soslayar y que —de acuerdo con los autores— todavía nos afianza más en un sereno e indestructible optimismo: y es que la “bondad” y el “bien” son siempre, tarde o temprano, superiores al mal y a la indolencia. Y que ese “bien”, además, es “bello”, “veraz” y “atrayente”. Y que conlleva, sin fisuras, y con absoluta seguridad, al camino de la auténtica felicidad y plenitud humanas.
Todo esto, de verdad, y mucho más, se aprende reflexionando (me atrevo a decir, “saboreando”), con paz y pocas prisas, al calor de la benigna literatura de este bienvenido libro sobre el Humanismo de Josep Antoni Clúa y Ximo Company (punto 33, pp. 59-60).
Isidro Puig Sanchis
Profesor Titular de Historia del Arte de la Universidad Politécnica de Valencia
8 de junio de 2023