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EL ÉXODO

característico bus escolar amarillo estadounidense para convertirlo en el colorido y abrumador camión de pasajeros que se ganó por méritos propios su rotundo sobrenombre. En 2013 el Gobierno los retiró de la circulación y, a la espera de ser convertidos en chatarra, dibujan un panorama desolador en el patio de atrás de la modernidad panameña, como viejos leones que ya no rugen, esperando su muerte, o más bien su entierro.

El éxodo

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"Tuve una infancia normal, con amigos del barrio en un bonito vecindario de los suburbios, con césped bien segado. Y de repente todo el mundo se había ido", dice Zach Kunkel, quien nació en 1976. "De un día para otro, quedó claro que todo había cambiado y que no había vuelta atrás".

Márquez, cuya familia también se quedó en Panamá, recuerda cómo de los 180 alumnos de su clase 160 se fueron.

Como residentes de la Zona, su familia tuvo en su momento la opción de comprar uno de los dúplex blancos idénticos del área residencial. Después lo vendieron y se mudaron a la ciudad.

Ahora aquellas casas lucen de colores y ya no son iguales. Muchos las personalizaron, añadiendo porches y otros elementos, para olvidar la uniformidad que reinó en otra época en la Zona del Canal.

Pero Panamá también dejo su marca en los zoneítas que regresaron a EE.UU.. Cada año cientos de ellos se reúnen en Tampa (Florida, EE.UU.).

"Si hubiera sido mayor, nunca me hubiera ido de Panamá", dice Bany, quien tuvo que mudarse con su familia a Tulsa (Oklahoma, EE.UU.). "Era un lugar perfecto".

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