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A veces, todo era como un laberinto
maría casas Enfermera Sanitas 24 horas Sanitas Seguros
Trabajo atendiendo urgencias telefónicas. No he vivido la pandemia de la misma forma que quienes han visto a los pacientes, pero hemos tenido que ofrecer el servicio a los familiares que no podían ir a los hospitales o hacer la atención telefónica ante la saturación de los establecimientos. A todo el personal de este servicio nos mandaron a casa, nos entregaron unos portátiles y nos convertimos en la urgencia 24 horas telefónica. Al principio había demasiadas llamadas, ya no de síntomas, sino esencialmente originadas por el miedo: que he viajado o he estado en contacto con alguien que ha viajado; que fui a Italia… Les decíamos que si no tienen síntomas de gravedad, como crisis respiratorias o fiebre, tenían que quedarse en casa. También les pedimos aislarse dentro de lo posible. Lo más grave sucedía cuando el personal sanitario se infectaba, pues todo se tornaba aún más complicado. No había equipos sanitarios para atender, ni sabías dónde derivar a los pacientes. Incluso se montaron hospitales de campaña, porque los construidos no daban abasto. Muy pronto se conformaron equipos nuevos para hacer seguimientos a personas que estuvieran en casa con coronavirus.
Creo que mi estado de ánimo A veces, todo era como un laberinto. fue cambiando. Al principio Por ejemplo, una familia tenía que mandar en no había ni tiempo de pensarlo, las llamadas eran ambulancia a una pareja de adultos mayores, no podían acompañarlos; en principio, nosotros y la familia sabíamos a qué hospital irían, pero a veces muchas, las horas frente al perdíamos el rastro. No sabíamos si tendrían cama ordenador también, una no se podía poner a pensar. al llegar en la ambulancia, entre tanto la familia me insistía: por favor, anota este teléfono y nos llamas con lo que pase. Esos familiares sabían que, en el momento en que sus enfermos se iban en la ambulancia, era posible que no los volvieran a ver. Todo estaba aconteciendo en medio de una incertidumbre total, el conductor de la ambulancia les podía decir: me llevo a su padre a tal hospital. Pero tampoco podías saber cuánto tiempo iba a estar ahí o cómo evolucionaría, o si estaba con auxilio de respirador, o si luego sería derivado a otro. Y eso ocurriendo al inicio con centenares o miles de personas. Era extremadamente complejo. Las preguntas de las familias eran múltiples al no saber de su familiar: ¿Estará muy solo? ¿Necesitará algo? ¿Sufrirá? ¿Se habrá dado cuenta de todo? ¿Tendrá atención de sus necesidades? Y todo ello se canalizaba mediante consultas telefónicas. Poco a poco, todo se fue organizando, se fueron centralizando los ingresos por coronavirus y eso hizo más rápido y seguro ubicar a las personas. La verdad es que era una sensación de impotencia total, al estar con el ordenador en casa, sabes que el servicio está continuamente falto de personal, hacías más horas para ayudar y seguir frente al teléfono. MADRID — ES Recibíamos en total unas ocho mil o 10 mil llamadas al día. En general la gente era bastante comprensiva y estaba más bien asustada, pero también había personas muy enfadadas. Al final entendías que atravesábamos una situación muy extrema. Creo que mi estado de ánimo fue cambiando. Al principio no había ni tiempo de pensarlo, las llamadas eran muchas, las horas frente al ordenador también, una no se podía poner a pensar. Fue necesario irme a pasar el confinamiento a casa de mis padres y recién ahí tuve más respiro. Luego, tuvimos un mes y medio o dos en que había un volumen de trabajo más o menos normal, equivalente a otros años en la misma época, pero desde principios de julio más o menos, otra vez se incrementó. Ha vuelto el miedo, han aumentado los casos otra vez; están más leves, no precisan de ingreso, pero pacientes enfermos los hay igualmente. Ahora, a mediados de agosto, están volviendo a haber muchos casos y llamadas. Se ha extendido la sintomatología, desde que se ha podido retornar a la vida “normal”, todo se ha vuelto a incrementar y eso se nota en el volumen del trabajo.
Hoy sigo necesitando la ayuda de mis padres, que ya son mayores. Si mi hija se infectara en la guardería, a lo mejor para ella sería algo leve, pero no para mis padres. Entonces también me da miedo. Porque los niños comparten todo, recogen las cosas y las chupan, es muy difícil tenerles separados, ¿cómo vigilas que no se cambien el chupete, que es algo tan básico? Como enfermera he trabajado muchos años en hospital y en urgencias y según ves a una persona entrar por la puerta ya tienes una idea de cómo se encuentra, qué es lo que le pasa, ese es nuestro conocimiento. Mi trabajo me ha resultado importante, porque pude contribuir a que no colapsaran los servicios de urgencia en los hospitales. �
