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A cada paciente lo tratamos como si fuera el único

adolfo vásquez Enfermero Clínica Bupa Reñaca

Entré a la clínica el año pasado, antes de que empezara la pandemia. Me pidieron cubrir los pisos médico-quirúrgico, que son de pacientes que están hospitalizados y que si bien tenían Covid positivo, no estaban tan sintomáticos, no tenían tantos problemas respiratorios ni estaban descompensados metabólicamente. Para nosotros eran de mediana-alta complejidad.

Esas personas estaban totalmente aisladas, la única oportunidad que tenían de ver gente era cuando se relacionaban con alguien del equipo de la clínica, generalmente era el enfermero que entraba a tomarles los exámenes o a pasarles un medicamento. A algunos los vi muy angustiados, otros tenían muy buen ánimo. Uno podía empaparse de sus realidades, porque eran buenos conversadores y no habían visto a su familia en una o dos semanas; en esos encuentros les iba tomando cariño y eran momentos muy gratos en nuestros turnos.

Lo no grato y penoso era que a veces llegaba, por ejemplo, a la habitación 405, donde estaba un paciente que había visto toda la semana y no lo encontraba. Preguntaba: oye, ¿qué pasó con el paciente?, había sido trasladado a intermedia porque se había complicado. Después preguntaba en intermedia y había pasado a la uci y de repente había fallecido.

REÑACA — CL

En esas ocasiones pensaba en nuestros pacientes fallecidos y con hijos. Soy de Villa Alemana y tengo dos retoños. Al volver a casa, me trataban como infectado, igual eso podía entenderse positivamente, porque significaba que estaban tomando conciencia, pero a la vez uno sólo quería llegar, descansar y abrazarlos.

Creo que elegí una buena carrera y destaco el espíritu de entrega de la gente que se desempeña en salud. De todos, porque hay personas de aseo que trabajan en Covid, hay auxiliares de servicio, técnicos paramédicos, enfermeros y médicos. Los he visto a todos sumamente profesionales y muy preocupados, pendientes de lo que necesite cada persona: si tiene dolor, ahí están; si se complicó, rápidamente le dan una interconsulta.

Aunque los pacientes sean muchos, cada uno se trata como si fuera el único, por eso cada nueva alta nos llena el espíritu, es un regocijo para el alma y la certeza de que se hicieron bien las cosas, que ganó la vida. �

Turno nocturno, trauma posterior

MADRID — ES

mª eugenia fernández Supervisora Asistencial Sanitas Seguros

«Trabajo en el ámbito de gestión y cuando empeoró la crisis de Covid vi que faltaba gente en los hospitales, me puse a disposición para cubrir los turnos que se necesitara. Y ahí estuve en el hospital Virgen del Mar. Ahora necesito descansar, estar con mi familia, leerme un libro o simplemente dormir. Tengo una pena muy grande, porque tengo grabado el terror en esos rostros, como en una guerra. No se me van a olvidar, tengo mis recuerdos apuntados en una libreta, porque cada uno tuvo su historia y los llevo en el corazón. Recuerdo a una señora que se quedó viuda. Estuvo muchos días antes de irse de alta, tenía miedo de volver a su casa, porque ya no estaba su marido».

Me saco el sombrero por mi equipo

yolanda huerta Enfermera Clínica Bupa Antofagasta

Nuestro trabajo fue dar seguridad y tranquilidad al paciente oncológico, porque pensaban que al decir pandemia o cuarentena se iban a suspender los tratamientos.

ANTOFAGASTA — CL

La primera indicación fue llamar a todos nuestros pacientes oncológicos, reiterando las medidas de prevención del contagio y coordinar con ellos cómo íbamos a programar sus controles médicos, qué documentación necesitaban para venir al centro, pedirles que no salieran de sus casas a menos que fuera estrictamente necesario y, por último, poner a disposición nuestros números de celulares para que pudieran esclarecer cualquier duda. Fue una tarea maratónica.

Nuestros pacientes van desde los 26 años hasta el de mayor edad que tiene 90 años, y por supuesto son todos pacientes inmunodeprimidos, por lo tanto extremadamente frágiles frente al Covid.

Si alguien estaba enfermo y tenía que venir a urgencia, tratábamos de que la coordinación fuera lo más óptima posible con el jefe de urgencia, para que el paciente no tuviera que esperar e ingresara de inmediato. Nuestro propósito siempre ha sido evitar exponerlos a riesgos innecesarios.

Ha sido triste ver cómo a la gente le ha costado tomar conciencia, ver en la calle a tantas personas que andan circulando. Y eso en paralelo a que nosotros hemos estado aquí al pie del cañón, dejando de lado familias, adecuando nuestra forma de vivir y trabajando el doble o el triple.

Para la mayoría de nuestros pacientes oncológicos el centro es como su segunda casa. Es una relación muy cercana, ellos nos dicen: ustedes nos alegran el día, nos solucionan nuestras cosas, siempre tienen una sonrisa. Por eso la muerte de un paciente no es algo fácil de llevar o de comunicar a la familia. Uno sufre, porque también se encariña, pero a la vez hay que estar feliz y ser positiva. En esos momentos un abrazo lo es todo y hoy no podemos hacerlo.

Los médicos han sido bien protectores con nosotros para cuidarnos del Covid y también para evitar el contagio a los pacientes. Por eso tuvimos turnos de 14 días.

Como coordinadora del centro oncológico estoy muy feliz con mi equipo, porque pese a lo duro de estos meses, se han portado un siete. Hemos apañado a las compañeras y gracias a Dios nadie se ha contagiado. Las familias del equipo también han andado súper bien, me saco el sombrero por todos ellos. �

Cuando estás atendiendo a la gente no tienes ningún miedo

natalia sáez Enfermera Hospital Sanitas La Moraleja

El quirófano se paró y en una semana transformamos toda esa zona en una uci y desde ahí nos tocó hacer de enfermeras de uci. El trabajo era completamente distinto, tuvimos que cambiar nuestros métodos y aprender a movernos con toda la indumentaria de seguridad que rigidizaba los movimientos y hacía más lento todo. Al principio nos decían que era gente mayor la más afectada, y muy luego comenzaron a llegar pacientes de nuestra edad, entonces ya el miedo se acrecentó. Era una sensación de mucha pena, porque ingresaba gente muy joven, con hijos, y en muy mal estado. Nosotras estábamos acostumbradas a ver a los pacientes una, dos horas a lo más. Con los nuevos nos pasábamos ocho horas todos los días. Fue muy singular lo agresivo del virus, la gente entraba de una manera y en cuestión de pocos días se ponía muy mala y luego no se veía mejoría. Estaban semanas y no mejoraban. Eso no lo habíamos vivido nunca. Le contaba a mi familia que, aunque nunca había vivido una guerra, imaginaba que era la situación más parecida a una enfermería de guerra. Después de salir de la casa llegabas al hospital y pensabas: ¡madre mía, qué miedo entrar! Pero es verdad que una vez que ingresabas te olvidabas de esos temores. Cuando estabas atendiendo a la gente no tenías ningún miedo, hacías el trabajo lo mejor que podías. Después, salías de allí y era volver a pensar en el miedo a contagiar a los que te esperaban en casa.

Recién en abril comenzamos a controlar la situación. Desde ahí empezamos a ver que la gente se iba mejorando, me parece que un pelín antes de Semana Santa, o sea, por el 7 o el 8 de abril conseguimos extubar al primer paciente que teníamos en la uci, y eso fue una alegría inmensa, porque ver que la gente se iba curando, que iba saliendo, nos dio muchas esperanzas a todo el equipo. Normalmente trabajaba en los turnos de la mañana, pero aquí ya no teníamos horarios, se podía ir de mañana, de noche o de tarde, en función de las necesidades que hubiese. A veces hacíamos dos turnos seguidos. Hoy a nivel hospitalario ya no estamos colapsados. En general ahora hacemos más pcr y vemos que hay gente contagiada que antes no se hacía el examen. Evidentemente no estamos como en marzo, ahora la gente ingresada no está tan grave. A lo mejor dentro de un mes estaremos como estábamos a finales de marzo otra vez, eso sería fatal. Recuerdo a un paciente que era un par de años mayor que yo que cuando despertó tenía una traqueotomía y no podía hablar. Él estaba enfadado con todo el mundo y no lo entendíamos, le decíamos:

Conseguimos extubar bueno hombre, ya estás despierto, todo va bien. al primer paciente que No entendíamos por qué estaba tan enojado, le teníamos en la uci, y eso dimos una pizarra y nos escribió. Estaba molesto porque no sabía nada de su familia y pensaba que fue una alegría inmensa. su mujer y sus hijos habían muerto por el Covid. Ese para mí ha sido el momento más emotivo, lo recuerdo todavía y se me ponen los pelos de punta. Él sabía de memoria el número de teléfono y me lo apuntó en una hoja y llamamos a su mujer y a sus hijos de 15 o 16 años. Todos se pusieron a llorar juntos. Les preguntaba por sus propios padres y estaban muy bien. De toda su familia el único que estaba malo era él. Después, cuando ya se puso bien nos mandó una carta muy emotiva junto a unos dulces. Para mí lo más significativo fue el trabajo en equipo y el apoyo de los compañeros. A veces ocurre que con uno te llevas mejor y con otros peor; pero fue tal la situación que ahora estábamos todos tan unidos que había una muy estrecha cooperación. Ese fue un momento único, no lo he vuelto a vivir, porque luego vuelves a tu vida cotidiana y cada uno retorna a su rol habitual y se olvida de ese momento único. No sé cómo superaremos todo esto, me gustaría saberlo. Espero que saquen una vacuna, para que pueda ponérsela el mayor porcentaje de la población, pero no creo que sea la solución inmediata. Imagino que será a largo plazo, en un año o en dos. Ahora me preocupa que en 15 días más vuelven los niños a sus clases, quizás no tanto por ellos, sino por los mayores. Creo que las medidas que están poniendo para empezar son acertadas y aparte creo que los niños necesitan relacionarse con sus iguales. Mi hija de 10 años quiere retornar, en cambio el más pequeño, de cinco, está muy a gusto con nosotros en casa. Mi esposo ha estado con teletrabajo y se encargó de todo: de la casa, de los niños… de todo. El hospital nos dio la oportunidad de alojarnos en forma gratuita en pisos que habían alquilado para nosotros. Pero mi marido dijo que prefería arriesgarse a que estuviera con ellos, y yo compartía lo mismo. Hemos tomado un pequeño descanso, en un MADRID — ES pueblecito de Ávila, de donde son mis padres, muy cerquita de Madrid. Ya entero 22 años como enfermera y creo que ahora he vuelto con más ganas a trabajar. �

Las personas llamaban con mucha angustia

alejandra llorente Proyectos e Innovación Sanitas Seguros

Al principio fue difícil, porque en el servicio 24 horas veníamos atendiendo una media de 1.000 y pico llamadas diarias y llegamos a gestionar hasta 4.500. Todos tuvimos que atender, independiente del área de trabajo, lo importante era evitar que colapsara nuestro centro sanitario.

En medio de la pandemia hemos podido atender a través del teléfono gracias a la digitalización de nuestros programas de salud. Llevamos trabajando 10 años en estos sistemas, en algún momento incorporamos también la videollamada y muy pronto esperamos digitalizar los programas de salud hasta el punto de trabajarlos a través de una app.

En el servicio de promoción de la salud damos soporte a través de una plataforma on-line con un equipo de profesionales sanitarios compuesto por médicos, enfermeros, nutricionistas y psicólogos. Todos trabajamos a través del teléfono, videoconsulta y por chat con las personas que nos demandan. También tenemos un servicio 24 horas para gestionar posibles urgencias, envío de ambulancias o profesionales a domicilio, como médicos, enfermeros e incluso oxigenoterapia.

El crecimiento exponencial del número de llamadas se originaba en la angustia que sentían las personas. Para nosotros era muy difícil contestarles rápido, y a veces tenían que esperar mucho tiempo o le devolvías la llamada imaginando: ¡Madre mía! ¿Cómo me va a contestar esta

MADRID — ES

persona? Y luego, al otro lado del teléfono te encontrabas con una persona que te acogía de una manera asombrosa, porque lo único que quería era saber si lo estaba haciendo bien.

Ahora en el mes de agosto estamos viendo un repunte muy grande, cada vez más casos. Hay muchos rebrotes en España y es de mucha preocupación qué puede llegar a pasar a partir del mes de septiembre. Ahora que se están detectando asintomáticos, hay más incertidumbre en la gente de lo que puede llegar a pasar. Esa es la consulta que más nos realizan, porque es lo que nos está pasando ahora como país.

Vivo con mi marido y mis dos hijos. Nos hemos tenido que readaptar. Es difícil, sobre todo cuando los niños son tan pequeños. Pero bueno, si aparecen en una reunión o se los oye, no pasa nada. Todo el mundo entiende que estás en casa y que la escena es diferente.

Creo que hemos podido funcionar a pleno rendimiento y ahora tenemos que continuar e ir un pasito por delante, siempre intentando dar lo mejor. �

He tenido suerte de ser enfermera

laura alvargonzalez Directora de Enfermería Hospital Sanitas La Moraleja

Nosotras teníamos que mantenernos –hablo de mis supervisoras y de mí– como las firmes, las que dábamos respuesta, aunque estuviésemos igual de afectadas que el resto. Pero es indescriptible la actitud y la entrega de todo el personal, no puedo expresar lo orgullosa que me he sentido de nuestra gente, las sorpresas tan positivas que me he llevado y lo que en este momento de crisis nos hemos podido conocer entre todos. El Covid se presentó de repente en nuestro hospital y tuvimos el primer caso un viernes. A la semana siguiente se habían multiplicado por 50 y así sucesivamente durante las dos primeras semanas. El 11 de marzo fue declarado el estado de alarma en España y el 18 estaba todo el hospital con pacientes Covid. Por esta razón nos vimos obligados a suspender el resto de las actividades programadas, salvo las urgencias. Fue necesario crear nuevos circuitos y procedimientos, diseñando una organización totalmente distinta. Abrimos unidades extras, tuvimos que doblar las camas de hospitalización y de uci e incluso fortalecer la atención de la urgencia. Madrid fue una de las zonas más afectadas de España. No había personal, porque tú les llamabas y ya la sanidad pública había reenganchado a todo el mundo. Teníamos más y más pacientes que atender, desde las áreas de gestión de la compañía nos pedían que abriésemos más y mi reacción ante la dificultad muchas veces era enfadarme con mi jefe, como si él fuese el responsable y no esta pandemia. Pero había que ir adecuando todo, estábamos acostumbradas a tener habitaciones individuales y las doblamos. Además del trabajo asistencial, estaba la carga psicológica.

MADRID — ES

Nosotras veníamos a trabajar a las siete de la mañana y nos íbamos a medianoche o a la una del día siguiente. Estuvimos así seis semanas, sin librar ni un solo día, porque no éramos capaces de quedarnos en casa. Pero no fuimos las únicas, la actitud de todos los profesionales -salvo contadas excepciones- era la misma. Asumían el doble de trabajo tanto físico como psíquico, y claro que se quejaban, pero no era por el trabajo en sí, sino por la impotencia que todos sentimos al vivir una situación que se escapaba totalmente de nuestras manos, de nuestro control y conocimiento. Hemos tenido una evolución en el conocimiento del Covid y, por lo tanto, ha existido una modificación de resultados. Al principio estábamos aplicando tratamientos fallidos y el resultado era malo. Poco a poco empezaron a ajustarse los procedimientos, a conocer lo que enfrentábamos y eso psicológicamente animó mucho al personal. Un hito fue la recuperación de Juan Antonio, un hombre de 53 años, que fue nuestro primer paciente en la uci nueva, que era el quirófano reconvertido. Eso sucedió un 29 de marzo. Que se mejorara fue una inyección de fuerza para todos. Además de una gran y merecida recompensa para los profesionales que habían cogido experiencia ahí. Fueron las enfermeras del quirófano la que consiguieron salvar a un tío majísimo, ¡qué cuernos! ¡Qué suerte trabajar en esta compañía! Tuvimos mucha gente ayudándonos, solo tenías que levantar un teléfono y decir: necesito mascarillas, más camas, cuidadores para los hijos, para que nuestro personal pudiese venir a trabajar tranquilo; incluso alquilar hoteles o pisos para que no tuviesen miedo de contagiar a sus familias. También fue muy importante que Sanitas llevaba trabajando bastante tiempo con las consultas por videollamada. Nuestro consejero delegado nos insistía en la incorporación de nuevas tecnologías digitales. La verdad es que los profesionales sanitarios somos muy reticentes en esos aspectos, porque nos gusta ver y tocar, por lo que llevábamos más de un año incorporando la digitalización y seguíamos arrastrando los pies. Y de repente, el Covid nos obligó en una semana a realizar lo que hubiese tardado 10 años. Quizás nunca seremos capaces de valorar todo el camino que ya teníamos recorrido y que nos facilitó el continuar con las consultas a distancia. No podemos olvidarnos que todos nuestros pacientes no Covid también necesitaban y merecían nuestra atención. En las dos primeras semanas el mundo se cerró y el paciente entraba solo, no podíamos dejarle ingresar con un acompañante, porque no éramos capaces de controlar lo que tocaban o si se protegían bien o no, y no podíamos descuidarnos en la propagación de la enfermedad.

¡Qué suerte trabajar en esta compañía! Tuvimos mucha gente ayudándonos, solo tenías que levantar un teléfono y decir: necesito mascarillas, más camas, cuidadores para los hijos, para que nuestro personal pudiese venir a trabajar tranquilo.

El trato humano que estamos tan acostumbrados a ofrecer a nuestros pacientes tuvimos que apartarlo. En los casos en que apreciábamos que la persona no se recuperaría y el deceso era inminente, llamábamos a los familiares para que vinieran a despedirse, pero todo era muy frío. Al final solo les dejabas entrar 20 minutos y sin acercarse. Pero intentamos compensarlo nuevamente con la “bendita tecnología”. Ahí utilizamos de todo: los teléfonos, las tablets que nos puso la compañía estaban que quemaban. Hubo muchas despedidas desde esos artefactos y tú tenías que estar ahí invadiendo un espacio que idealmente debía ser solo de ellos. Me quedo con los momentos buenos y he tenido muchos. Hemos acompañado a múltiples pacientes que se han recuperado, personas que han salido fortalecidas y, a la vez, eso nos ha alentado a salir adelante a nosotras. De mi familia solo recibí apoyo. Estoy casada, tengo tres hijos de 17, 15 y 13 años. Mi marido es asmático, mi gran miedo era contagiarle. Jamás podré agradecerle lo fácil que me hizo todo. Las primeras semanas se quedó trabajando en casa, eso me dio mucha flexibilidad, no me tenía que encargar de absolutamente nada. Yo llegaba por la puerta de mi casa, abría y me metía en mi habitación. Al día siguiente, me duchaba y me iba. Así fue mi relación familiar durante dos o tres semanas; o sea, no existió. Mi marido me dijo: olvídate, yo me encargo de la casa, tú al hospital. Esto me permitió estar más presente con mi gente, que estaba muy sobrecargada. Entonces intentaba alivianarles la carga haciendo las analíticas y ayudándoles con los fallecidos, para que ellas, que ya habían entablado una relación personal con los pacientes, no sufrieran más. Le teníamos más miedo al mañana que al presente. Había momentos en que no veías la luz al final del túnel, pero a las cuatro semanas del confinamiento de España, empezamos a ver un rayito de sol, porque donde teníamos a 100 pacientes Covid esperando ingresos, nos reducimos a 20. Creo que el Covid me devolvió la oportunidad de estar en primera línea con mis pacientes. Antes pensaba: para qué habré estudiado Enfermería si ejerzo de empresaria. Tendría que haber estudiado empresariales, solo hago planificación de proyectos, relaciones laborales, pero no hago nada de enfermería. Pero después de todo lo que hemos pasado solo puedo decir: ¡Qué suerte que he tenido de haber estudiado Enfermería! Lo que ha pasado es lo más difícil y gratificante que he hecho en mis 10 años de directora. Es una gran satisfacción que el personal que está a tu cargo te diga que se han sentido muy apoyados y que saben que no han estado solos. �

Mamá, ¿cuándo va a terminar esto?

esther ulloa Enfermera Clínica Bupa Reñaca

«En la uci Pediátrica hemos tenido el desafío de recibir pacientes adultos. Actualmente aún tenemos un grupo reducido de niños, mientras trabajamos casi como un intermedio de adultos. Soy mamá de mellizos de cuatro años. Además de los turnos adicionales por pandemia, en estos meses, como no están abiertos los colegios se agregó el estrés de ser casi la profesora de mis hijos. Para ellos ha sido muy duro que estén sus amiguitos en la casa de abajo y no puedan juntarse. Me preguntan: ¿Cuándo se va a terminar esto? ¿Cuándo se va a ir el coronavirus? Una se angustia, porque se agotan las ideas para entretenerlos. Mientras no esté la vacuna seguiremos en ascuas».

REÑACA — CL

Enfrentando la contingencia como equipo

betsy moraga Enfermera matrona Clinical Service

SANTIAGO — CL

Lo que se ha podido realizar ha sido sobre la base del trabajo colaborativo, si no contáramos con el compromiso y el esfuerzo del equipo de enfermeras, técnicos paramédicos y del equipo de coordinación que trabaja para supervisar, habría sido imposible enfrentar esta contingencia.

La pandemia para nosotros ha sido un escenario complejo, porque en los domicilios todo es distinto. Va una enfermera a una casa donde está el paciente, muchas veces crónico y acompañado de su familia. Nuestro servicio debe ingresar a un hogar donde no hay un ambiente hospitalario normal y es preciso hacer la asistencia clínica en ese contexto. Si ocurre algún problema, tienes que saber resolverlo con autonomía, porque no tienes un médico al lado al cuál preguntarle.

Somos un área distinta a cualquier otra, es un servicio que lleva la atención a los domicilios, en un rango de baja y alta complejidad y a pacientes muy diversos. Constituimos una red nacional, aunque la mayor concentración esté en Santiago. Atendemos en Antofagasta, La Serena, Viña del Mar, Puerto Montt, Concepción y Temuco, y el modelo de trabajo es exactamente el mismo.

Una las mayores complejidades ha sido el contar con la dotación necesaria para poder responder a la demanda. Había que recibir entre ocho y 10 pacientes diarios para liberar camas hospitalarias y continuar las atenciones y cuidados en domicilio.

No tengo ninguna duda de que el compromiso del equipo nos ha mantenido en pie y nos ha puesto a trabajar con fuerza, ánimo y entusiasmo. Se ha formado una red de lealtades potente y eso nos ha hecho muy fuertes. �

Me gustó asumir este rol desde mi especialización de matrona

paulina roa Matrona Clínica Bupa Santiago

Antes trabajaba como matrona de urgencia en la misma clínica. Pero en junio me pidieron asumir un nuevo rol para apoyar la pandemia. En ese minuto estaba terminando mi posnatal en mi casa, mi guagua chica tenía ocho meses y tengo otra niña de cuatro años. En ese momento podía usar la licencia de emergencia que se había habilitado, pero me llamaron para este cargo de matrona residente, que era como tomar el buque, y yo dije: ya, vamos para adelante, voy a tomar este desafío. Porque este es un desafío, sobre todo porque siendo matrona podía ser más complejo, ya que hay ciertas aristas del área de enfermería que uno no conoce. Pero afortunadamente fue un rol súper gratificante, porque pude relacionarme con los distintos líderes de los servicios en un ambiente muy grato, pese a la complejidad de lo que estábamos viviendo. Mi labor era gestionar las camas a nivel transversal de la clínica, sumado a trabajar las dotaciones del personal, porque tú tienes la visión global y haces la recepción de todos los servicios de la clínica, pasas a tomar el mando. Es una carga de trabajo súper grande, porque vas planificando y también apagando los “incendios” en cada uno de los sectores. Lo que hacíamos los residentes era recibir todos los turnos, posteriormente pasábamos por cada servicio viendo las dotaciones de personal, sus camas, evaluando si tenían algún tipo de dificultad. Una pasa a ser un poco la mamá de la organización. Dentro de las cosas más difíciles que me tocó vivir es que cuando un paciente fallecía por Covid, la residente tenía que ser testigo

presencial. Luego había que contener a los familiares, muchos de ellos llegaban sin haber visto a la persona antes de que muriera; era el último espacio para aportar un granito de arena en ese momento tan difícil. Durante los siete meses no Nadie te enseña cómo contener, menos vi a mis papás, porque son en una situación así, entonces uno lo trabaja pacientes de riesgo, ambos con desde la improvisación. A veces hay situaciones tan tristes, en las que empatizas tanto que cáncer. Yo decía prefiero no yo pensaba: si fuera él o ella qué me gustaría verlos porque los amo, de respuesta o qué es lo que necesitaría. Había veces que decidía solo escuchar, porque no te fue difícil. sirven las palabras, quieres botar y que alguien esté ahí contigo, con eso ya te sientes mejor. Sentía que la escucha desde la comprensión les ayudaba más. Además, esa contención tenía que ser con distancia social y eso genera angustia. Te abrazaría si pudiera, no puedo, pero estoy aquí. Nadie te prepara para un momento así, para este nivel de crisis sanitaria. Emocionalmente uno está siempre un poco dividida, hay situaciones que te llegan y una dice: la señora Marcela de la habitación 540 podría ser mi mamá y está viviendo esto. Y es súper chocante, una llora después, porque la idea es ser una ayuda, no un estorbo. Pero es difícil, a todos nos afecta. Con todas sus complejidades, me gustó asumir este rol desde mi especialización como matrona, si bien hay cosas que desconozco de la enfermería, creo que tener una formación distinta me ayudó a desenvolverme bien. Por ejemplo, el hecho de que las matronas tenemos más autonomía en ciertos procedimientos respecto de los médicos, entonces eso te prepara para tomar decisiones que era algo que había que estar haciendo todo el tiempo en esta crisis. Desde lo personal, estaba un poco complicada de dejar a mis hijas 24 horas. Yo hacía todas mis labores en la clínica y, al mismo tiempo, tenía que hacer mis extracciones de leche en cualquier minuto que tuviera un tiempo para descansar, porque mi gordita tenía alergia a la proteína de la leche, no era algo que pudiera descontinuar. Mi marido me brindó el 100% de apoyo. Me dijo que él se hacía cargo de las niñitas. Es dentista y al principio no se podían abrir las consultas, entonces él estuvo con ellas el primer mes, después cuando ya podía trabajar las cuidó la persona que me ayuda con el aseo. Ella y mi marido fueron un apoyo incondicional. A mi hija de cuatro años le costaba este tema de no ver a la mamá en las noches, porque típico que las acuesto, les leo un cuento. La más chiquitita lloraba mucho para dormirse, pero mi marido siempre logró subsanar que yo no estuviera. Cuando llegaba a mi casa ya llevaba 24 horas despierta, pero me duchaba y partía el día jugando con mis hijas.

SANTIAGO — CL

Al final hacía muchas horas seguidas de actividad, estaba muy cansada. Durante los siete meses no vi a mis papás, porque son pacientes de riesgo, ambos con cáncer. Yo decía prefiero no verlos porque los amo, fue difícil, porque no los tenía para desahogarme, también era complejo explicarles a mis hijas por qué no podían ver a sus abuelos. Fue difícil, pero fue una buena oportunidad, porque quizás eso me permitió estar en este rol ahora de matrona supervisora transversal, en un horario que me acomoda mucho más, porque ya no hago turnos de noche. Aquí en la clínica nos estamos preparando para la segunda ola, y una dice vamos a volver a estar en esa situación tan difícil, quizás desde otra perspectiva, con más experiencia, pero también más cansados, porque fue algo que nos shockeó a todos. El impacto principal en el personal de salud es el estrés, sentirse agotados. Incluso hay gente que sigue sin ver a su familia, eso también te genera un estrés, porque esa familia muchas veces es tu red de contención, entonces no solo no los ves, si no que no puedes contar con ellos. Estoy agradecida de la experiencia de trabajar con súper buenos equipos a los que vi dar el 200% de forma transversal para sortear esta crisis. Reafirmé que ser matrona es lo que me gusta, porque lo pude trabajar desde la gestión. Creo que pude ser un aporte. �

Un granito de arena en la lucha contra la pandemia

SANTIAGO — CL

gianina espinoza Coordinadora Territorial de Calidad Bupa Chile

«Aunque mi trabajo actual no es en el ámbito clínico, se desarrolla mejor en terreno, en contacto directo con la gestión asistencial. Toda mi vida profesional se ha centrado en ese aporte directo y por eso me hizo muy feliz durante esta contingencia poder estar presente con los equipos y agregar mi granito de arena en la lucha contra la pandemia. Estando en terreno pude aportar con una mirada distinta, mirando desde fuera de la operación diaria, pero aplicada en ella, con el conocimiento de los protocolos y con sugerencias de mejora e innovación en el aquí y ahora. He trabajado codo a codo con las clínicas y centros médicos donde, por ejemplo, hemos generado un sistema de puntos de control para minimizar el contagio».

Cuando pasas a ser paciente te sientes vulnerable

claudia escobar Enfermera Clínica Bupa Santiago

Una semana antes de que empezara con síntomas evidentes tenía un dolor en la espalda, pero pensé que era por el tema de trasladar pacientes. Pero en la noche le dije a la doctora que me revisara y me encontró un ruido en el pulmón.

SANTIAGO — CL

Cuando pasas a ser paciente te sientes muy vulnerable a todo. Fui una de las primeras en hacerme exámenes. El escáner salió bien y la pcr negativa. Una semana después me sentí rara, con escalofríos y cefalea. En la tarde me controlé y tenía fiebre. Luego, tuvieron que sacarme del turno. Me daba tristeza dejar a mi equipo de trabajo abandonado, porque implicaba una sobrecarga para ellos.

Me derivaron al centro médico, pero ahí la doctora me revisó y me envió nuevamente a la urgencia para una radiografía, porque estaba con una frecuencia cardíaca muy alta. Tuve que ingresar como paciente otra vez y me evaluó el mismo equipo con el que trabajo.

Después de los exámenes volví a mi casa, donde vivo con mis padres. Me encerré en mi pieza hasta ver el resultado del pcr. Me enfermé de las primeras, por eso opté por quedarme en casa. La segunda pcr también salió negativa, pero seguía con fiebre. Estuve 11 días con fiebre. Me sentía muy mal y mis papás decidieron llevarme a urgencia nuevamente. Ese día me levanté y fui a bañarme y no pude terminar. Ya tenía disnea y dificultad respiratoria. Era como una anciana sin siquiera fumar ni tener otra enfermedad.

Me recibió mi compañero Bartolomé. Ese día me atendió la doctora Vargas. Ella misma me llevó al escáner. En los resultados se evidenciaba la neumopatía multifocal y escucho afuera del box que dicen: oh, la Claudia está súper mal. Me pusieron oxígeno, estuve como una semana hospitalizada. Bajé cinco kilos, porque no tenía apetito. Me dieron un mes de licencia. Mi familia estuvo muy preocupada, mi madre me cuidó. Por suerte ninguno de ellos se enfermó, tampoco mi hermano.

Volví con todas las ganas de luchar contra la pandemia y siempre empatizar con los pacientes, poder entregar lo que les hacía falta, particularmente en acompañarlos y en conversar. Porque la persona en el box está perdida totalmente, desorientada en tiempo y espacio. La enfermedad te obliga a estar sola. Yo lo viví. �

Recuerdo la soledad de los pacientes

claudia collao Enfermera Clínica Bupa Santiago

Antes de la pandemia siempre había trabajado en el área de riesgo clínico, que tiene que ver principalmente con los eventos adversos que se producen en la atención sanitaria, y en especial con la prevención y la monitorización de la ocurrencia de esos casos. Soy enfermera desde el 2001 y tengo una trayectoria muy asistencial, he trabajado en diversas uci y en distintos hospitales. Llevo en el corazón el querer atender directamente a los pacientes. En cambio, el rol de calidad es de perspectiva, de observar lo que pasa. Es en ese contexto que quise retomar el trabajo en turnos para participar más de cerca ante la pandemia. Fue Carla, la directora de Enfermería, quien se enteró de que andaba buscando participar más activamente y me dio la oportunidad de asumir un nuevo rol que se abrió en la clínica: ser enfermera residente, ad portas del peak de la pandemia. Lo conversé con mi familia, la verdad es que ellos no tenían muchas ganas. Mi esposo me dijo: vas a estar más expuesta al contagio, pero si tú quieres y es lo que te nace, hazlo.

En mi rol de residente debía Conformamos un grupo de cuatro pasar visita por toda la clínica personas y asumimos este nuevo rol. En la y particularmente en urgencia medida en que empezaron a aumentar los casos, subió la temperatura de la situación. En daban ganas de llorar. Me esa tarea fuimos constatando cómo el personal emociona acordarme de esos daba hasta la última gota de sudor durante los turnos; a momentos todo tenía una apariencia días, porque fue una situación caótica. Era una situación muy estresante para al límite. todas las partes: los pacientes, los equipos de salud y también para los equipos administrativos que, aunque fueran “invisibles”, estaban dando soporte con las normativas de ese momento. Entremedio se iban generando eventos adversos. Mi jefa se hizo cargo de las cosas que antes hacía yo, para que pudiera ejercer este nuevo rol plenamente. Todos en el fondo nos vimos muy exigidos. Por ejemplo, hubo un momento en que fue necesario implementar una preurgencia, donde instalamos unos sillones antes de pasar a la urgencia tradicional, porque ya no había más cupos. Las enfermeras hacían turnos de 24 horas y muchas veces no podían descansar; todo era continuo. A las cinco o seis de la mañana estábamos trasladando pacientes. Se las veía agotadísimas, con todo el cansancio a cuestas. Se recibían y recibían nuevas personas y se hospitalizaban transitoriamente en la urgencia.

SANTIAGO — CL

Una observaba la incomodidad de andar todo el día con la mascarilla, sentir la sensación de estar ahogada, y eso acentuado en los colegas que hacían 24 horas. De repente una encontraba a profesionales que estaban sin su mascarilla y me decían: estoy descansando, me siento ahogado. Mientras estuvieran alejados de otras personas se podía ser un poquito más permisiva, para que tomaran aliento y muy pronto volvieran a ponerse la mascarilla. Muchos colegas quedaban con lesiones en el puente de la nariz, aunque se pusieran unos parches para protegerse. En mi rol de residente debía pasar visita por toda la clínica. Particularmente en urgencia daban ganas de llorar. Me emociona acordarme de esos días, porque fue una situación al límite, de angustia y, a momentos, hasta de descontrol. Rememoro la actitud de las personas por querer sobrevivir. Recuerdo la soledad de los pacientes en las habitaciones de urgencia, estaban sin luz para que descansaran y una abría la puerta despacito y ahí estaba una persona, enrolladita y respirando apenas. En este periodo vivimos angustia y tristeza, pero también contenciones inesperadas y hasta mágicas. Situaciones que reconfortan, donde una se va haciendo partner de sus compañeros. Recuerdo a una colega que también era residente, cuando yo estaba de turno ella me decía: Claudia, estoy acá, ¿quieres que te vaya a ayudar? Ella había terminado y también estaba cansada, pero hicimos una pausa y nos tomamos un café juntas. Para mí esos gestos fueron muy valiosos. Respecto de los triunfos, los aprecio de turno en turno, finalizarlos siempre era un pequeño logro. Poder decir en la mañana: movimos estos pacientes; este otro se agravó y lo trasladamos; faltaba personal y trasladamos a esta persona de un lado para otro. En ese momento se valoran los pequeños y cotidianos avances. Obviamente, este es el trabajo de toda una organización. Hubo un periodo de adaptación y de a poco se generó una forma de trabajo. Ese fue nuestro triunfo: llegar a un flujo de procesos en la emergencia, que significaba que ya se dominaba la pandemia. Ahora, la clínica vuelve a readaptarse a condiciones de mayor normalidad y a mediados de agosto estamos en la tarea de evaluar y hacer los ajustes requeridos. No quiero que la gente me vea como una heroína, porque finalmente es mi vocación y profesión. Estudié para atender pacientes, no para aspirar a una estatua. Cuando postulé a la universidad ¿por qué puse Enfermería dentro de mis opciones? Porque mi madre era auxiliar de enfermería y fue ella quien me orientó. Después, me fui dando cuenta que desde niña eso que hacía cuando mi mamá tenía fiebre y le ponía pañitos, era lo que quería estudiar y hacer. Estoy feliz de haber tenido la oportunidad de participar donde las papas queman, y eso me va a marcar toda la vida. �

Nunca abandoné la fuerza

violeta carrión Enfermera Sanitas Jardines de Sabatini

Los familiares nos llamaban porque necesitaban que fuéramos el puente, que les diera a los pacientes confianza y tranquilidad. A veces ni tú misma tenías esa tranquilidad y costaba trabajo transmitirla.

MADRID — ES

Una mañana en mi turno, a finales de marzo, estaba controlando la temperatura otra vez a mis pacientes y uno de nuestros residentes más antiguos marco 38,3. En ese momento me asusté, dije es un error del termómetro, voy a probar con otro, pero no, efectivamente, marcaba 38. En cuestión de segundos se empezó a poner súper malo y comenzó a toser. Se desestabilizó completamente, le bajó la saturación de oxígeno. De esa mañana tengo recuerdos de algo caótico. Tuve la suerte de que en ese momento acudió un médico, le hizo una evaluación y le mandamos al hospital. Cuando se lo llevaban en la camilla, prácticamente todo el personal se acercó a despedirlo, porque teníamos la sensación de que algo no iba bien.

Pronto nos comunicaron que era Covid positivo; y al cabo de unos días, falleció. Por desgracia, desde el momento en que hubo ese positivo, en cuestión de días fueron brotando más casos en la residencia.

Tengo 28 años y vivo sola, obviamente no quise visitar a mis padres ni a mi familia. En abril, cuando estuvimos en el máximo brote estuve fatal, con un estrés horrible, porque además mi hermana me dijo que mis padres tenían síntomas de Covid. Llegó un momento en que dije: si le pasa algo a mi familia esto no tiene ningún sentido. Ahí fue cuando perdí siete kilos, no tenía ganas de comer, ni de nada.

Al final mis padres fueron positivo, pero no tuvieron nada grave. Cuando fui consciente hasta qué punto estaba mal, sobre todo cuando conversaba con mi hermana que me daba ánimo, decidí cambiar el chip. Entonces fui intentando en mis ratos libres mantenerme ocupada en alguna cosa que me gustase. Luego empezaron a bajar un poquito los contagios y comencé a sentirme mejor.

Nunca abandoné la fuerza, en el sentido de decir: estos pacientes a los únicos que tienen es a nosotros, no nos podemos venir abajo, tenemos que hacer todo lo que está en nuestras manos por ellos.

Ahora que las familias ya pueden visitar a sus mayores y han visto que les hemos cuidado lo mejor que hemos podido, me siento muy reconfortada. �

Con todo, no cambio lo que me tocó vivir

constanza núñez Enfermera Clínica Bupa Reñaca

El 10 de junio desperté y no tenía ni gusto ni olfato, eso se llama anosmia y ageusia. No sentía los sabores. Ahí, llame a mi jefa Carol y le dije: no tengo ni olfato ni gusto, estoy asustada. Me respondió: vente a la clínica de inmediato y te tomamos la pcr. Después, comencé una cuarentena preventiva. Mi primera pcr dio negativa y una segunda, 15 días después, dio positivo. Me contagié por un paciente que estaba con Covid y tenía un trastorno ansioso no bien tratado, venía saliendo de mi horario de colación y él estaba experimentando una crisis en la mitad del pasillo y me tocó ponerle paños fríos. Él había ingresado caminando y una hora después se desorientó, se puso agresivo y lo tuvimos que conectar al ventilador. Una persona de 58 años y sin ninguna patología crónica. Eso sucede con la hipoxia: la falta de oxígeno en el cerebro los desorienta y desespera. Fue súper difícil mantener a mi familia alejada. Sabía que tenía Covid, aunque la primera pcr estuviese negativa, porque los síntomas eran demasiado claros. Soy la hija mayor, tengo una hermana de 21 y mis papás son jóvenes, entonces tenemos una relación súper de piel; explicarles a mis papás que estaba enferma, que no podían venir a verme y mantenerlos tranquilos creo que fue lo más difícil. Ellos me

REÑACA — CL

dejaban la comida en la puerta, yo sólo sacaba la basura. Estuve un mes recuperándome, pero fue el más eterno que he vivido. Tenía la convicción de que no me iba a morir de Covid. Reconozco que me daba pánico el tener trombosis, era mi máximo miedo, entonces intentaba hacer ejercicio de kinesioterapia acostada, porque estaba con reposo absoluto. No me podía levantar. Hacerlo requería un esfuerzo respiratorio que no aguantaba, ir al baño era terrible, me duchaba sentada en la tina, me ahogaba el vapor. Todo era horrible. Bajé seis kilos, pero salí adelante. Como la fiebre era muy alta no sabía ni de mí misma; si el mundo se hubiese acabado yo me hubiese acabado con el mundo, porque no me daba cuenta de nada. El día 30 de junio recién comencé a sentir algunos olores. Recuerdo que lloré cuando fui capaz de oler el café. Retorné a trabajar el 13 de julio. Y como tenía que acostumbrarme a usar mascarilla, me preparé dos días antes y estuve todo el día con ella puesta para poder volver full. Soy de las afortunadas que luego de recuperarme Si el mundo se tengo mi escáner de alta limpio. No tengo otra secuela hubiese acabado yo me hubiese acabado que no sea una tos residual que posiblemente va a continuar por un tiempo. Como clínica, en la Región de Valparaíso hasta con el mundo, marzo funcionábamos con una sola urgencia, ahí se porque no me daba atendía de todo. Pasamos de una semana a otra a dividir los flujos en las urgencias y fue el momento en cuenta de nada. que todos comenzamos a emplear mascarilla quirúrgica y un traje completo. Durante las dos primeras semanas de abril el virus ya se nos había arrancado de las manos y empezábamos a reconocer una mutación de diversas sintomatologías: solo fiebre y síntomas respiratorios; después las primeras semanas de mayo empezaron los síntomas gastrointestinales y, por lo tanto, quienes tuvieran diarreas o vómitos también comenzaron a ser sospechosos de Covid. En abril conocimos las primeras dificultades respiratorias: una persona que ingresaba a la clínica saturando normal en menos de una hora o de minutos se descompensaba y requería ventilación mecánica urgente. En julio siguieron llegando pacientes más descompensados, porque la gente parece que tenía miedo de consultar y esperaba hasta el último momento en su casa y entonces llegaban a la urgencia en muy malas condiciones. El Covid genera aerosoles; por ello, aunque en las terapias respiratorias las nebulizaciones son muy útiles, no se podían hacer, porque el bicho vive en el aerosol y permanece más tiempo suspendido en el aire.

Otra situación muy compleja en pandemia fue la atención de enfermos no Covid; cualquier atención debía ser con restricción de acompañantes y visitas, por lo que las personas preferían no acudir a consultar si podían evitarlo. Soy de la opinión que junto con la vacuna es la educación en salud lo que va a generar algún cambio. Son cambios pequeños, pero muy necesarios y tendremos que convivir con ellos. Por ejemplo, el lavado de manos, que antes no era algo tan obvio y que ahora es parte esencial en los hábitos de todas las personas. Somos entes biopsicosociales y estar separados ha sido difícil, por ello considero que tendremos secuelas, la desconfianza de estar cerca de otras personas. Al retornar al trabajo, por ejemplo, me enteré que a una paramédico de nuestro equipo le diagnosticaron un melanoma en etapa terminal, estamos apoyándonos entre todos, viviendo el día a día. Tenemos aromaterapia, se pone música de fondo, se hacen actividades grupales, pero creo que el trabajo grueso de la pospandemia tiene que ser más personal, volver a estar cerca. Me desempeño como enfermera de urgencia en la clínica desde hace cinco años. Tengo 28 años y no he dudado en ningún momento que existo para hacer esto, que la enfermería es lo que respiro y lo que me gusta hacer. Con todo, no cambio la enfermería ni lo que me tocó vivir. Estoy agradecida de la oportunidad de desarrollarme profesionalmente y mi vocación no la cambio por nada en el mundo. �

Me presenté como voluntario, me decidí por apoyar a mis compañeros óscar cruz Coordinador Sanitas 24 horas Sanitas Seguros

Acostumbrábamos recibir llamadas de tres o cuatro minutos, eran de urgencia, pero las nuevas duraban hasta 10 o 15 minutos por un componente ansioso de los pacientes.

MADRID — ES

El 8 de enero fui papá de gemelos: Mateo y Bruno, que hoy tienen seis meses y medio. Mi pareja se llama Natalia y es nutricionista. Ambos estábamos en casa con el permiso posnatal. Tenía que reincorporarme el 12 de mayo, pero después de acordarlo con ella, me presenté como voluntario para hacer triaje por telefonía. No podía quedarme mirando televisión, me decidí por apoyar a mis compañeros, porque me preocupaba mucho que mi servicio se desmoronara. Estábamos acostumbrados a recibir entre 800 y 900 llamadas diarias, con una media de entre 20 y 30 video-consultas de urgencia, ahora el día finalizaba con unas 6.500 llamadas y más de 200 videoconsultas.

Fui a la oficina a recoger el equipo de sobremesa e instalé la nueva oficina en la habitación de los niños, que teníamos desocupada, porque al ser gemelos y muy pequeños, habíamos decidido tenerlos en una cuna a cada lado de la cama matrimonial. Así comencé a hacer el triaje.

Al principio me dedicaba a hacer sólo llamadas, porque había muchas en espera de ser atendidas. Estábamos acostumbrados a contactos de tres a cuatro minutos, lo usual en las llamadas de urgencia: pacientes con dolor de cabeza o un inconsciente. Pero las llamadas nuevas llegaban a los 10 o 15 minutos y tenían un fuerte componente ansioso.

Luego, en conjunto con mi responsable, decidimos que me dedicara nuevamente a enseñar el programa informático a quienes se incorporaban, porque con la cantidad de llamadas ya no dábamos abasto. Incluso, solicitamos voluntarios a otros departamentos de Sanitas para reforzarnos. Antes, al personal sanitario se le prepara en lo presencial, no en la atención a distancia, ese fue un cambio muy importante.

En mi caso, tenía las tareas de papá, por eso no podía seguir un horario estricto de trabajo, lo hacía a intervalos algunas horas al día. Uno imagina la primera experiencia de la paternidad como hermosa y aislada de todo, aunque siempre estás con la preocupación de que tus niños nazcan y crezcan sanos. Mi experiencia está siendo diferente, lo que estamos viviendo hoy es único en todo sentido. �

Apoyo psicológico

purificación loeb Enfermera Hospital Sanitas La Zarzuela

«Durante la pandemia hemos tenido un teléfono de contacto con psicólogos con los que podíamos hablar. Tengo compañeras que están de baja porque les afectó muchísimo todo el cambio organizativo y el temor reinante. También, he sabido de médicos que están necesitando ayuda de psicólogos, sobre todo ante el temor de los rebrotes. En mis 35 años de experiencia como enfermera, lo más cercano a esto fue la experiencia con el vih. Cuando comenzó yo recién terminaba los estudios y estaba el miedo a pincharnos, pero con el vih la posibilidad de contagio era mucho más acotada».

MADRID — ES

Me contagié de Covid

rosa larios Enfermera Hospital Virgen del Mar

La fatiga la tengo controlada, hago mis ejercicios inhalatorios y todo eso, pero muscularmente tengo dificultades en las piernas, me siguen doliendo.

Cuando comenzábamos el año nos enteramos por la televisión del virus en China, jamás imaginé que nos iba a afectar tan fuerte. Fue muy de improviso: llegaron dos, tres pacientes y muy luego se multiplicaron. De pronto, todos los espacios se llenaron de personas en mal estado, con fiebre y problemas de saturación. No sabíamos qué hacer, salías de una habitación y te enterabas que había fallecido otra persona.

Llevo 12 años viviendo en España y 10 en la clínica, soy soltera y toda mi familia, que vive en Perú, ha estado muy preocupada, acá solo tengo amistades. En octubre pensaba viajar de visita a mi país, pero no se pudo.

A finales de marzo empecé a sentir todos los síntomas luego de un turno de noche. Me hice el pcr en el mismo hospital y salió positivo. Cuando me fui a casa pensé que lo iba a superar, que iba a poder controlarlo, pero no pude, volví al hospital y, en total, estuve un mes y cuatro días hospitalizada.

Mis compañeros me arropaban con todos sus cariños. Sé que era algo muy impresionante para ellos que ahora fuera paciente. Pero no alcancé a estar intubada, solo con oxígeno. Lo que alargó mi estancia en el hospital fue la fiebre. Después, fui mejorando y pude salir.

MADRID — ES

En abril estuve de baja, porque casi no podía caminar, tenía mucha dificultad en las piernas, y además fatiga. Programé mis horarios para hacer ejercicios en la mañana y en la tarde, progresivamente comencé a sentirme mejor.

A finales de junio volví a trabajar. Sabe Dios que yo estaba con ganas de retornar, aún así, ahora tengo un poco de incertidumbre.

El contagio no me sucedió solo a mí. Un compañero estuvo intubado, otra colega estuvo siete días hospitalizada y ya volvió a trabajar. Mi compañero superó la enfermedad, pero no está trabajando, parece que tiene problemas neurológicos. Este virus deja muy diversas secuelas: a veces fatiga; en mi caso, dolores en las piernas.

Mis compañeros estuvieron conmigo, yo fui la paciente y ellos los enfermeros. �

Amo lo que hago, siempre quise ser enfermera

grace vera Enfermera IntegraMédica

Tengo 33 años, hasta el 2014 era técnico, luego pude estudiar Enfermería. He estado activa desde el comienzo de la pandemia, cuando mi bebé tenía tan solo cinco meses y medio. En esos momentos tuve que enfrentar muchas críticas de mi familia, incluso de mi madre, que me decía que por qué no pedía licencia, que cómo iba a exponer a mi hijo que era tan chiquitito. Mi pequeño se llama Dante y nació el 27 de julio del año pasado (2019). Apenas terminé el posnatal retorné a trabajar y en ese momento tuve que dejar de amamantarlo. Se quedó en mi casa en Buin, a cargo de Carolina, que es su cuidadora. Personas de mi familia me tacharon de mala madre, pero yo les decía: si yo me cuido, soy profesional, usando mis elementos de protección personal, no me voy a contagiar. Decidí estudiar esto y tengo que estar en estos momentos dando la cara, porque es lo que quise. No puedo escapar a la primera, lo hago con cariño. Debido a todo lo que estaba pasando dentro, de mí siempre fue más fuerte el deseo de venir al trabajo. Además, tengo una muy buena relación con mi equipo de trabajo; entonces también sentía que los ayudaba a bajar los niveles de estrés. Tuve la suerte de que mi pareja entiende esto y siempre me apoyó. Hasta marzo me desempeñaba normalmente en el pabellón de endoscopía, pero con la pandemia obviamente se suspendieron esas prestaciones por el riesgo, y ahí comencé a tomar los pcr para detectar

La decisión de estar en el el Covid. En la normalidad trabajaba con las trabajo la he defendido desde medidas de seguridad básicas, luego todo cambió. el corazón, porque siempre Comenzamos a usar el escudo facial, mascarillas especiales como la N°95 y a tener cuidados he querido ser enfermera, extremos al ponernos y retirarnos los trajes de desde muy niña nunca soñé protección. Todos los días había nuevos protocolos y eso estresaba al equipo. Lo más difícil sucedió con otra profesión. cuando se contagiaron mis dos colegas y me quedé trabajando sola. Buin fue parte de las comunas en cuarentena y eso afectó la locomoción colectiva. Me obligó a empezar a manejar, tenía licencia de conducir, pero no manejaba, porque me daba terror hacerlo por la autopista, apenas iba al supermercado en Buin. Por otro lado, andar en el Metro era exponerme, así que de un día para otro me puse a conducir por la autopista. Al principio lentito y por la pista de la derecha, de a poco, logré ir y volver de mi trabajo. Todo por mi hijo, como una forma de estar más protegida. Tuvimos la suerte de que a mi esposo le redujeron la jornada laboral y podía pasar más tiempo con nuestro hijo. Además, estaba Carolina, en quien confío plenamente. Cuando me vengo a trabajar, él no se queda llorando y ese es un signo de que está bien. Durante el día estamos en comunicación. Ella también confía en mi trabajo, porque conoce que tomo los resguardos para protegerlos. Al principio la demanda de exámenes fue un caos, entre marzo y abril fue muy elevado, porque toda la gente iba por el examen, en un momento llegaron a ser 100 diarios. Luego todo fue más selectivo, porque nosotros comenzamos a hacer un triaje más específico, considerando los síntomas de cada persona. Primero tomábamos pcr con una tórula o un cotonito, después en abril comenzamos a realizar exámenes por aspirado, o sea, con una jeringa que saca secreciones. Y, por supuesto, seguíamos con los mismos elementos de protección. Ahora, en agosto, bajó mucho, desde hace tres semanas el piso 7, que es el de Covid, está con baja actividad, a lo más cinco exámenes al día. Hoy el resultado de un pcr está en 48 horas. Es efectivo, pero eso no descarta que puedan fallar algunos. Los médicos nos han dicho que hay un porcentaje de falsos negativos. Conocemos casos con tres pcr negativos y, en paralelo, toda la sintomatología positiva: fiebre, tos, etc. Respecto de mi salud mental, soy mucho de hablar con Dios, pero también exploto y hay días en que he llorado. Considero que tengo un ambiente laboral muy bueno. En algunos de mis

SANTIAGO — CL

días más atroces tuve el apoyo del equipo de trabajo, personas con las que me río y lo pasamos bien. En los momentos de colapso me tenía que encerrar un momento en el baño para rezar y pedirle tranquilidad a Dios y luego retornar a mi turno con otra actitud. En medio de esta pandemia hemos creado un ambiente de confianza extraordinario. En un momento tuve que hacer un reemplazo de jefatura, porque mi jefa se contagió. Siempre he sido de muy bajo perfil. Hace dos semanas me llamaron para invitarme a postular a un cargo de jefatura dentro del Centro Médico; me sentí muy reconocida, logré mostrar una parte de mí que no conocía, la capacidad de tomar decisiones y asumir el liderazgo. Dentro de todo lo estresante que ha sido la pandemia, esto ha sido algo positivo para mí. La decisión de estar en el trabajo la he defendido desde el corazón, porque siempre quise ser enfermera, desde muy niña, nunca soñé con otra profesión. Recuerdo que cuando salí de cuarto medio no tuve dudas sobre lo que quería estudiar. Si primero estudié técnico en enfermería fue por una razón económica, pero siempre quise hacer lo que hago, ser enfermera. �

Educando, guiando y acompañando a nuestros pacientes

angélica rodríguez Enfermera IntegraMédica

SANTIAGO — CL

Soy parte de un call especializado para hacer triage a todos los pacientes positivos, y luego hacer los seguimientos de su evolución.

Nuestra principal preocupación han sido los adultos mayores, porque son la población con más tendencia a enfermarse de gravedad. Además se asustan, por eso debemos manejar esa ansiedad y el miedo a través de nuestro contacto telefónico. Hacemos una evaluación completa sobre su estado de salud, enfocada a definir la derivación en caso de gravedad. Para ello existe un protocolo de preguntas destinado a obtener la mayor cantidad de información, lo más rápido posible. En los casos en que la persona presente síntomas como dificultad respiratoria, la derivamos inmediatamente para ingresarla a una urgencia.

Cuando a un paciente positivo le hemos recomendado un aislamiento obligatorio durante una cantidad de días, en general lo entiende. Pero hay algunos a los que he llamado y me responden desde la calle. En esos casos, les digo: aunque usted se sienta muy bien eso no significa que al salir no contagie a otras personas.

También nos corresponde gestionar atenciones médicas domiciliarias o videoconsultas o apoyar los trámites de las licencias médicas, en esos casos aparte de la enfermedad está la preocupación de perder su trabajo.

Egresé hace apenas un año, llevo muy poco tiempo como enfermera, entonces enfrentarse a una pandemia ha sido súper fuerte, porque el sufrimiento de las personas es muy alto. Junio fue el mes más duro emocionalmente. Me pasó que llamé a algunos de los pacientes a los que estaba haciendo seguimiento y habían fallecido. Llegué a imaginar que podíamos estar en una situación de apilar cuerpos sin poder darles una muerte digna. Me daba mucha angustia que se viviera de esa forma, por suerte no llegamos a eso.

A la enfermería le ha tocado estar de frente al paciente. En nuestro call hicimos un protocolo completo, una especie de guía Covid con un lenguaje muy cercano, para que al leerlo a las personas les fuera muy fácil de entender.

Creo que no solo en el trabajo asistencial de enfermería hemos sido fundamentales en estas circunstancias, sino que también en nuestra labor en educación y promoción. �

Tiempo de aprendizaje rápido y de gran compañerismo

maría gonzález Enfermera Hospital cima Sanitas

Soy enfermera de quirófano y durante la pandemia nos convertimos en hospital de referencia Covid, por lo tanto, recibíamos pacientes de todos los sectores: públicos y privados. Nuestro hospital tiene unas seis plantas, no es muy grande, pero tiene una gran actividad quirúrgica, con 10 quirófanos y unas 87 camas. Tuvimos que transformar esos quirófanos en uci, sobre todo el espacio de reanimación y otro más de inducción a los pacientes. Ahí teníamos a las personas intubadas. Además, tuvimos que adaptar máquinas de anestesia como respiradores. Cuando me contagié a finales de enero o principios de febrero. Me puse muy mala, pero todavía no había llegado así tan abiertamente el Covid. En mi caso tuve síntomas: sentía que me faltaba el aire, muy cansada y luego me dio fiebre de 38 y medio; estuve dos días en cama. Nunca suelo ponerme así de mal, estuve dos días sudando, decaída y con tos seca. Empecé a tomar un montón de cosas, incluidas hierbas

Al principio tuvimos naturales y otras que habitualmente uso. Cuando mucho miedo y se nos me mejoré no percibía ni olores ni sabores, todo notaba en la cara, pero nos eso fue cuando aún no se sabía del Covid. Cuando se declaró la pandemia nos hicieron los test y di apoyamos muchísimo, nos con anticuerpos. enseñábamos entre nosotros. Al principio tuvimos mucho miedo y se nos notaba en la cara, pero nos apoyamos muchísimo, Lo que no sabía uno lo sabía nos enseñábamos entre nosotros. Lo que no sabía el otro. uno lo sabía el otro. Hay que precisar que al inicio no éramos enfermeras de uci ni de anestesia, pero aprendimos muy rápido y llevábamos respiradores y bombas de medicación. Les cambiábamos de posición de supino a prono, y así fuimos dominando los cuidados que conlleva un paciente crítico. Todo eso lo aprendimos en menos de nada. Me acuerdo una vez en la uci que había un chico joven al que le estábamos haciendo un procedimiento y vino una psicóloga con un móvil. Grababa a las familias y retornaba con esas voces donde los pacientes. Usaba un iPad para que ellos pudieran ver a sus familias que les animaban para que se recuperasen pronto. Lo hacía estuvieran dormidos o despiertos, pero sobre todo dormidos. Les ponía el móvil y por ahí hablaban los nietos, los hijos, su mujer, el que fuera cercano. Una vez tuve que salir de la habitación e ir al baño a llorar y llorar, no podía parar cuando escuché a una hija de cuatro años hablarle a su padre: papá, por favor, recupérate, estamos esperándote. Los pacientes que se han mejorado han salido caminando, sin ningún tipo de secuela, pero en apariencia se iban muy débiles. Algunos han venido a vernos, nos han traído bombones y han escrito cartas para felicitarnos. Gracias a Dios, tengo una pareja bastante fuerte en casa que me apoyó mucho. También es profesional de la salud y tiene una psicología muy buena. Todos los días después de llegar a casa hablábamos. Además, hice mucho deporte y también meditaba un poco. Hace poco me fui a escalar a un nivel muy duro, que es casi un siete y medio, que es bastante para mí; incluso me caí de la cuerda, pero ya estoy bien. Tengo las imágenes del confinamiento en Barcelona, al inicio no había nadie en las calles. Iba en coche al trabajo y la policía nos paraba, había que enseñar el salvoconducto. En el supermercado se respetaban las colas. Una vez que se levantó el estado de alarma, la gente volvió de repente a recuperar su vida normal.

BARCELONA — ES

Soy española, originaria en las Islas Canarias y me he venido a la Isla del Hierro, que en principio se había declarado como Covid free. Mi familia está aquí, muy apartada de la realidad que vivimos en Barcelona, incluso vamos a la playa. Ahora llevamos mascarilla, pero los primeros 20 días de agosto la gente tenía vida prácticamente normal. Estamos hacia fines de agosto y creo que va a haber un rebrote, pero que no va a ser tan fuerte como lo que vivimos antes. Por último, quisiera destacar que tenemos un equipo de compañeros en cima muy bueno. Seguramente gracias a ello hemos podido sacar este trabajo adelante, porque todos son lo máximo. ¡Que están dando el callo todos los días! Y hay un compañerismo excelente. Nunca había encontrado un lugar de trabajo así y he trabajado en Holanda, Bélgica y, en España, en Madrid y Canarias. �

Más cerca de nuestros pacientes oncológicos

sonia guerrero Enfermera Clínica Bupa Santiago

Algunos pacientes oncológicos llevan más de uno o dos años viviendo con nosotros, hay de todas las edades, desde un adolescente de 17 años hasta adultos mayores. Otras personas de riesgo que tratamos son los inmunodeprimidos con vih y que, además, son oncológicos. Todos requieren un cuidado integral ante los riesgos del Covid.

Nuestros pacientes han estado aislados socialmente desde casi el inicio de su enfermedad, lo positivo es que entienden muy bien que no pueden recibir visitas. En algunos casos, se les ha permitido la visita de algún familiar. Son encuentros muy estrictos: con control de temperatura, cambio de mascarilla, uso de pecheras plásticas y prohibición de acercarse a más de un metro de distancia. Nuestros pacientes han requerido aislamiento desde el inicio de su enfermedad y son conscientes de que en general no deben recibir visitas. En casos especiales se ha podido permitir la visita de un familiar con medidas de protección estrictas

SANTIAGO — CL

(mascarillas, pechera, con distancia) y en muchos otros casos ni siquiera eso es posible por el alto riesgo que genera la baja de defensas. Son personas muy responsables, que asumen las medidas de seguridad con gran conciencia de la necesidad del autocuidado y ellos mismos educan a sus familiares

Las personas que cuidamos experimentan momentos fluctuantes de altas y de bajas, y pueden desestabilizarse muy rápido. Por ejemplo, en oncología es frecuente la fiebre, que obliga a iniciar tratamiento con antibióticos. Por otra parte, los pacientes se ven expuestos constantemente a mensajes de tv, prensa y otros que les recuerdan su condición de vulnerabilidad. Para contener eso ha sido necesario trabajar en conjunto con la psicooncóloga y el psiquiatra.

En nuestra área se da la oportunidad de tener una muy estrecha relación entre paciente y enfermera, porque las permanencias son extendidas y tenemos pocas personas internadas. Eso nos da tiempo para trabajar con ellos adecuadamente y cuidarlos de manera integral.

Afortunadamente, ningún paciente se ha contagiado y creo que eso es el resultado de un trabajo responsable y conjunto, tanto del equipo de oncología como de los pacientes y sus familias. �

Nadie te orienta cómo afrontar esto

tamara casado Enfermera Residencia Almenara Sanitas

Soy enfermera y supervisora de la residencia Almenara. Antes de la llegada del Covid todo era tranquilo, muy bien organizado en la residencia, además, estamos en un pueblo pequeño, quizás hasta un poco aislados y con un movimiento reducido de familiares. Estábamos a la expectativa de qué pasaría cuando llegara el virus. A principios de marzo teníamos 106 residentes, todo cambió a finales del mes, en torno al 21 más o menos: un par de pacientes empezaron con tos, pero no tenían fiebre. De inmediato las aislamos, un poquito por el desconocimiento de la sintomatología clínica que había respecto del Covid. El 25 de marzo empecé a ver que la cosa se iba complicando y decidí dejar a Martín, mi niño, en casa de mis padres. En tanto, solamente compartía con mi pareja. A fines de marzo ya teníamos prácticamente un 80% de la residencia enferma, tuvimos que buscar personal nuevo, porque había muchas bajas. Al inicio las personas no querían venir a trabajar en la residencia por el Covid. En torno al 28 de marzo, casi por un acto de magia, aparecieron un montón de jóvenes originarios de El Salvador,

MADRID — ES

en Centroamérica (les llamo mis ángeles), que hace poco vivían en España. Cuando estos jóvenes ingresaron al centro los capacitamos en los cuidados: cómo se hacía una higiene, cómo se les daba de comer y cómo se les cuidaba. Aprendieron muy rápido, eso nos ayudó, porque necesitábamos manos para cuidar a los pacientes, de la parte asistencial ya nos encargábamos nosotras. En la residencia teníamos dos zonas, una de Covid y la otra sin; aunque luego cuando hicimos el mapa serológico, realmente todos habían estado en contacto, excepto cinco de los 106. Todo quedó sectorizado. El personal no se podía mezclar en ningún momento, ni aunque fuesen al descanso, nunca. El día más duro que recuerdo fue en abril, cuando fallecieron siete residentes. Recuerdo especialmente a uno de ellos, porque era muy cálido y llevaba mucho tiempo con nosotros, una mañana me contaron que había pasado mala noche, a las ocho y cinco de la mañana cuando entré a verle, estaba muy malo… recuerdo la impotencia de ese momento, de echarme a llorar y preguntarme: ¿adónde va todo esto?

La descompensación era muy rápida, desde estar bien a estar muriéndose. Personas de más de 71 años hasta gente de 95 o 96, y hemos tenido residentes de 100 años que han salido adelante. ¿De qué dependía? Aún no hemos llegado a descubrir esa causalidad. A mi hijo Martín no lo pude ver en un largo y difícil mes. En ese transcurso cumplió su primer añito y empezó a caminar, y yo sin verle. Son cosas que te duelen, pero al final es lo que nos ha tocado vivir. Antes de volver a verle me acercaba a casa de mis padres a dejarles una compra, pero todo de lejos, sin entrar en casa ni nada, y él se ponía a llorar y me echaba sus manitas.

Alguna vez estuve en una clase de enfermería tropical donde te explicaban un poquito de enfermedades importantes en otros continentes. Pero nadie te orientaba ni clínica ni psicológicamente en cómo se afronta esto, porque al final no solamente es una cosa asistencial, sino que importa mucho lo que le sucede a una enfermera, luego de ver morir a 20 personas se siente una gran impotencia . Esa intensidad emocional es lo difícil. Respecto de la salud mental, nos han dado las pautas de Sanitas. También ha habido sesiones de psicología, pero creo que hasta que no pase todo y no volvamos a una normalidad real, es difícil sentarse y hacer un balance o ver qué es lo que está fallando psicológicamente en cada una. Aún lo estamos vivenciando. Llevo meses sin poder dormir ocho horas de un tirón, esa es una repercusión evidente, pero ahora tampoco tengo tiempo de pensar mucho en eso. No sé cómo será en otros países, pero en España o lo sufres o a los dos días ya está olvidado, porque eso es así. ¡No todo el mundo imagina tener habitaciones llenas de cadáveres! Es lo mismo que ha ocurrido con las noticias, informan como si en las residencias no estuviéramos haciendo nada. Todo eso duele mucho. Soy una fiel de las residencias de Sanitas y siento pasión por mi trabajo, al final dices ¡jolinas! Me he sacado de mi hijo un mes y pico, me he perdido lo importante del principio de mi niño y no tengo ningún reconocimiento y más encima ¡tengo que escuchar esas noticias! Creo que para el retorno a la normalidad falta que la gente tenga conciencia de lo que ha pasado con el Covid, y espero que con todo esto, algún día, de verdad, se reconozca el trabajo, no solo a nivel hospitalario, sino de todos los sanitarios. �

Llevo meses sin poder dormir ocho horas de un tirón, esa es una repercusión evidente, pero ahora tampoco tengo tiempo de pensar mucho en eso. MADRID — ES

La pandemia de la soledad

andrea espiñeira Responsable Asistencial Sanitas Seguros Cuando empezó la pandemia surgió la necesidad de colaborar con el servicio 24 horas, porque nuestros compañeros estaban saturados de llamadas. Mi director de zona de la dirección médica asistencial me preguntó si me interesaba apoyar y en ningún momento lo dudé.

GIJÓN — ES

Siempre me encantó ser enfermera y cuidar, ahora lo estoy haciendo quizás desde otra perspectiva. Empecé a trabajar en el servicio 24 horas, recabando información para saber cómo funcionaba todo el sistema. Inicialmente sabíamos que era un virus que tenía síntomas parecidos a la gripe, después se fueron agregando nuevos protocolos que iba pegando en la pared de mi cocina, donde tenía mi ordenador.

Tengo una hija de 10 años con la que vivo en Avilés, Asturias. Mi exmarido vive muy cerca y eso nos ha permitido que ella pase una semana con cada uno, lo que ha sido muy bueno para todos.

Una de las llamadas que me quedó marcada fue la de un matrimonio joven. La chica estaba con muchísimo miedo y ansiedad. Luego, me pasó al marido, quien me dijo que tenía que trabajar de noche y ella se iba a quedar sola en casa. Yo le contesté que éramos un servicio de 24 horas y vuestra esposa nos podía llamar en el momento que fuera; nosotros íbamos a movilizar todos los recursos que ella necesitara. Así, ella se quedó tranquila y su marido nos agradeció el estar ahí.

Otra chica me decía que si podíamos hacerle algún tipo de prueba para que pudiera volver con su familia en Madrid. Sufría por el duelo de su padre, no había podido estar con él, y estaba pasando la cuarentena sola. Todas eran historias difíciles. Sin ninguna duda, una de las mayores tragedias de este confinamiento y pandemia es la soledad, el aislamiento de los enfermos y de sus familias.

Hubo momentos particularmente estresantes, pero tuvimos la suerte que desde la compañía nos facilitaron cursos de gimnasia a través de internet y asesoramiento psicológico por videollamadas. También hicieron una serie de conferencias con una psicóloga que fueron fantásticas.

He sentido que nos han dado seguridad plena desde el primer día, porque en ningún momento hemos pasado esa ansiedad de quedarnos sin trabajo y reconozco el hecho de que me hayan dado la oportunidad de colaborar en Sanitas 24 horas. �

Cada alta se celebra con música y aplausos

covadonga medrano Enfermera Hospital Virgen del Mar

He trabajado 10 años en la Unidad de Cuidados Intensivos, es una labor que me encanta, para mí es lo mejor que hay, nunca me ha costado trabajar bajo la presión que implica. En determinado momento decidí cambiar un poco el rumbo y me cambié a rayos y ahora estoy en consultas. Además del hospital, trabajo en una residencia de ancianos. Por cierto, tuvimos miedo de que el coronavirus llegara, íbamos con nuestras mascarillas y precauciones, hasta que un día de repente nos dijeron: ¡El Covid!, dejas de estar en consulta para ocupar tu puesto en la uci, que es donde más conocimiento tienes y donde más puedes apoyar a tus compañeros. Recuerdo muy bien ese día, porque fue de una gran velocidad, porque sabías que las cosas estaban pasando a 100 por hora, ¡Dios mío! Se estaba muriendo la gente… Ya había trabajado como enfermera en la uci, había estado en paradas, o sea, infartos, cosas muy fuertes, pero todas eran puntuales. En 10 años nunca vi nada semejante a las semanas críticas, es decir, a tener a diario: paradas, intubaciones y ver gente morir. Considero que esto es lo más duro que hemos vivido.

Hacía mucho tiempo que no lloraba, creo que desde que falleció mi madre, y en este tiempo ha sido mucho, he tenido mucho miedo, mucha incertidumbre; miedo al retornar a casa porque pensaba: ¿y si contagio a mis hijas? Siempre me he enfrentado mucho a mis miedos, he tenido muchos en la vida, pero esto me ha hecho valorar que lo más importante es la salud y tu familia. Sin eso, no eres nada. Cuando estábamos en la uci, muchos Cada alta en la uci la hemos compañeros no estaban de acuerdo en ponerles vivido como si fuera un fin las tablets con el videollamada y los audios de de año, con música y aplausos. las familias, porque decían que los pacientes se alteraban mucho. Por mi parte, he visto a la gente reaccionar positivamente, simplemente que movieran un dedo o ver que la frecuencia cardíaca cambiara ha sido muy importante para mí. Todos los días que he estado en esa uci he intentado que los pacientes tuvieran contacto con sus familias. Junto con una compañera auxiliar siempre hemos creído que eso funcionaba y que es un gran apoyo para los pacientes. Cada alta en la uci la hemos vivido como si fuera un fin de año, con música y aplausos. Muchos de los que han salido adelante, solo hacía unos días, en apariencia, no tenían futuro. Son muchas las emociones bonitas: como ese paciente que al mes de darle el alta retornó a la consulta de enfermería solamente a darnos las gracias. O cuando recuerdo a Víctor, el compañero que es auxiliar y que estuvo muy malito, me manda un mensaje que me dice: ¡gracias! O como soy de las poquitas que tengo familia, cuando mis compañeros han realizado cambios de turnos para que yo tuviera más días libres. Creo que fui asintomática, no sé ni cuándo fue, en un momento me encontraba mal, estaba cansada, pero pasó. También hubo tiempos en que me pasaba semanas seguidas trabajando, y en dos lugares. Además de la casa... entonces pensaba: ¿Será lo normal? A veces necesitaba distraerme, solo quería hacer algo en casa, y le decía a mi esposo: déjame al menos fregar. Mi marido se llama Alberto y mis hijas Covadonga, de siete años, y Carlota, de cinco, además está Bruno, nuestro perro. El nombre Covadonga es asturiano y el origen está referido a una batalla. La que peor lo ha pasado es mi hija mayor, es una persona súper sensible y todo el rato me decía: mamá, por favor, no te contagies, por favor deja de ayudar a la gente, ¿por qué no has decidido hacer otra cosa en la vida? Mamá, por favor, ayuda a los que puedas, pero sin que te toque el bicho.

MADRID — ES

Creo que si me muero, 100 veces volvería a ser enfermera, y se los reitero a mis hijas, a mis compañeros y a todo el mundo. La canción Resistiré se transformó en nuestro himno. Las penas que me quedan son muchas y la principal es sentir que cada muerte que hemos tenido para mí ha sido una derrota. A la vez, hago la reflexión que como la gente ha luchado tanto, considero que todos han sido ganadores en medio de lo duro de la situación. Me han operado hace poquito de las manos, porque tenía el síndrome del túnel del carpo, pero ya estoy mejor. El día 10 de septiembre probablemente voy a reincorporarme, porque todavía tengo los puntos. Hablé con mi supervisora y me ha dicho que las cosas estaban bastante mal otra vez, en lugar de tener una planta como teníamos ocupada, ya hay dos. Espero que si las cosas se vuelven a poner mal, pueda retornar a ayudar. �

Sin capacidad de reflexionar

clara gonzález Supervisora Asistencial Sanitas Seguros Pienso que la compañía desde el minuto uno estuvo por defender la salud de sus asegurados. Se nos dijo que intentáramos que a ningún enfermo le faltara nada, que evaluáramos todo lo solicitado y que ya veríamos la forma de abordarlo.

Soy enfermera y trabajo en gestión sanitaria desde hace 17 años. Aquel día de marzo en que nos dijeron que nos iban a confinar me llevé a casa lo justo: el portátil y pare de contar. Recuerdo que fue un jueves, pensé que serían 15 días y resulta que no volví a pisar la oficina hasta el 22 de junio.

La central de Madrid no daba abasto para contestar las llamadas, se pidieron voluntarios a nuestro equipo para hacer apoyo en la unidad telefónica y en las videoconsultas. Mientras, el resto asumíamos el trabajo de las personas que eran trasladadas por la emergencia.

De a poco empezaron a colapsar los hospitales y a producirse carencia de camas. Se necesitaron traslados de unos centros a otros. El de aquí en Barcelona, que es el buque insignia de Sanitas Seguros, se convirtió en el referente para ingresos Covid. Multiplicamos la capacidad de este hospital por tres, fue una experiencia bastante angustiosa, sobre todo los primeros días y semanas, hasta que vimos que la curva se estabilizaba.

Cada día revisaba el censo de pacientes. Recuerdo una oportunidad en que una persona no figuraba ingresada ni de

BARCELONA — ES

alta. Era un paciente de mi edad y estaba en la uci hacía casi un mes. Conocí su situación personal, era un señor viudo que tenía un hijo de la edad de mi hija: 17 años. Lo que más me angustiaba era pensar que ese niño podía quedarse sin sus padres. Afortunadamente esto no sucedió y el hombre pronto se fue de alta.

Al principio, para las familias fue algo estresante convivir 24 horas al día con todos en casa, pero creo que hemos aprendido que vivíamos muy de prisa, que no teníamos la capacidad de reflexionar sobre lo que estaba pasando en nuestro día a día.

También al principio me angustiaba el estrés de mi hija adolescente, pero pronto estuvo mucho más tranquila, reflexiva y colaboradora, eso nos permitió tener una mejor convivencia. Mi marido estuvo un tiempo corto en el erte (que es estar desempleado con derecho a parte de su anterior sueldo), afortunadamente luego volvió a trabajar.

Aunque todo ha sido muy enriquecedor, no quisiera repetir esto de estar confinados. �

Unidos como equipo

ARICA — CL

hilda vargas Jefe Unidades Clinicas Clínica San José

«Nuestra profesión es súper estructurada, trabajamos con normas y protocolos que no pueden cambiarse. Tenemos unos paradigmas muy cerrados, por lo tanto, la sola palabra incertidumbre es un factor de mucho estrés para los equipos de salud. Por eso ha sido tan importante el rol de mantener al equipo unido, ofreciendo los espacios para que todos se expresen y escuchen».

El amor es lo que nos sostiene

judith aguilera Jefe Unidad Paciente Crítico Clínica Bupa Antofagasta

Soy enfermera jefa de la unidad de pacientes críticos. Tengo 25 años trabajando en enfermería, siempre en intensivo en la Clínica Bupa Antofagasta. Mi unidad la conforman tres subunidades que, basalmente, eran una uci y dos intermedios, pero que con el Covid se transformaron en tres unidades de intensivo más una unidad de intermedio, incrementando nuestras camas en un 100%. Este cambio lo hicimos entre febrero y parte de abril, y el equipo de salud siempre se mostró muy interesado en cooperar en todo lo relacionado con la pandemia, de hecho, hubo varios que desde el principio participaron activamente en los cambios. Pese a que hemos tenido muy pocas bajas en el equipo por Covid, tuvimos que incorporar más personas debido a los cambios y problemas que empezó a mostrar el personal producto del desgaste:

En la vocación de ser dolencias físicas, lumbago o dolores en hombros enfermera siempre debe (manguito rotador), porque la movilización de primar el amor por el otro, pacientes, sobre todo sedados, es muy pesada. Esto implicó organizar planes de formación, saber que nuestra formación inducción y apoyo emocional especializado para es para cuidar personas, los nuevos compañeros. También involucrar a los más antiguos, gente que lleva trabajando 30 independiente de si hemos o 35 años en una unidad intensiva, cambiar sus cuidado para mejorar o para métodos y lograr puntos de equilibrio. acompañar cuando fallece o la En general, nuestra mortalidad había sido muy baja, pero este último tiempo ha aumentado, persona ingresa a otra etapa. eso nos preocupa. El momento más duro fue cuando alcanzamos el peak de la pandemia, que para nosotros fue bastante tardío, lo esperábamos entre junio y julio, y lo vivimos entre julio y agosto. En esos meses, los equipos de salud estaban cansados, no solo físicamente, sino también emocionalmente, ya que todo se siente más complejo cuando se enferma alguien cercano, como aconteció con nuestro compañero que tiene 47 o 48 años. No fue sencillo atenderlo estando grave. Creo que para todos fue el minuto más duro. Él es auxiliar de servicio de la uci y lleva los mismos 25 años que tengo yo en la clínica, de hecho, llegamos casi juntos a trabajar. Estuvo grave, pronado, con ventilación mecánica y drogas. Nuestros equipos hicieron de todo para sacarlo adelante. Recién a comienzos de agosto lo extubamos. Cuando por fin lo dimos de alta, fue un momento de alegría y esperanza para todos. Es muy importante considerar que cada persona que forma parte en un equipo es un mundo distinto, que tiene familia, preocupaciones y necesidades. A veces basta con que uno se acerque, le toque el hombro y le pregunte: ¿Cómo estás? Aquí el 98% son mujeres, adultas jóvenes en su mayoría, con niños de dos a cinco años. Había que empatizar con la preocupación de muchas de ellas. Algunas decidieron dejar a sus hijos en otras ciudades con familiares y se quedaban viviendo solas; otras, dejaron a sus parejas a cargo de los hijos. Hubo mucho apoyo familiar. Soy mamá de dos niños, Gabriela de nueve y Tomás, el mayor, de 14 años. Estoy llegando a casa tipo ocho de la noche todos los días, tengo todo un protocolo de cuidado y desinfección, y solo después de esto nos abrazamos y conversamos. Ese es el momento de compartir. A las 10 de la noche ya estoy muerta. Creo que me sostengo en el amor que recibo de mi familia, el apoyo de mi esposo; sin él, sacar a los niños adelante hubiera sido imposible. En esta etapa, los dos hemos estado trabajando por igual, mi marido no es del área de la salud, pero me conoció como enfermera intensivista de varios años y, gracias a Dios, entiende mi

ANTOFAGASTA — CL

trabajo. Él se llama Patricio y tuvo Covid y neumonía a principios de la pandemia y las secuelas físicas son impresionantes, porque la persona nunca queda igual. Es un hombre de 42 años, súper deportista, ha jugado rugby toda su vida, pero su rendimiento físico cambió: se siente más cansado, con menos ánimo, más ganas de dormir e incluso más irritable. Estuvo siempre en casa con nosotros. Le detectaron el virus porque empezó con cólico renal. Nunca vamos a saber quién contagió a quién, los niños y yo fuimos asintomáticos. Él emocionalmente es muy fuerte, justamente anoche estábamos conversando de eso, yo le preguntaba qué cómo estaba y él me respondía que bien. No te veo bien –le dije–, te veo distinto. Después de una pausa, me miró y dijo: en septiembre voy a retomar los entrenamientos. En la vocación de ser enfermera siempre debe primar el amor por el otro, saber que nuestra formación es para cuidar personas, independiente de si hemos cuidado para mejorar o para acompañar cuando fallece. En mis 25 años de experiencia, todavía me afectan las muertes. Creo que hay que sentirse tranquila después que una sabe que ha hecho las cosas lo mejor que pudo. La persona trasciende más allá del cuerpo, trascienden los sentimientos y el legado que deja es más importante que lo físico. �

Prevenir y cuidarnos con empatía

juan pablo vásquez Enfermero Clinical Service

Lo singular de llegar a un domicilio en pandemia y con pacientes en rehabilitación de Covid es que uno habitualmente se dedica a la parte clínica, pero acá es casi 100% educación.

Cuando tomamos un paciente se realiza un ingreso protocolar, siempre tratamos de que haya un familiar responsable o un tutor, pero además que esté presente toda la familia. Se les dicta el programa de la hospitalización domiciliaria, y en ese contexto, se les educa de manera presencial en conjunto para que sepan lo que deben hacer: ¿Cuáles son los signos de alarma? ¿Cuándo nos deben avisar? El momento de acudir a un servicio de urgencia, etc. En cada ingreso nos quedamos con el nombre del tutor familiar responsable y les entregamos un número de celular que está encendido las 24 horas.

SANTIAGO — CL

La secuela principal de los pacientes es la respiratoria; la segunda –diría yo– es la motora, porque pierden mucha movilidad, sobre todo los adultos mayores; la tercera es el trastorno de deglución, que ocurre en pacientes que estuvieron mucho tiempo inducidos por el ventilador mecánico. No pueden comer solos y tienen que estar con sonda mucho tiempo, en algunos casos con gastrostomía. Son personas que luego necesitarán rehabilitación con distintos especialistas.

Me acuerdo de una paciente que estaba con ventilación mecánica y la tuvimos que llevar a hospitalización domiciliaria. Cuando llegamos en ambulancia al hogar, su familia no la quería recibir. Me exigían llevarla de vuelta al hospital, pese a que se les había avisado con anterioridad de su traslado. Ellos ya tenían preparada una habitación, pero el temor los había invadido. Finalmente, luego de mucho conversar, accedieron y se pudo quedar. Esas son experiencias que uno no esperaría que sucedan.

En mi casa siempre he tenido mucha preocupación, sobre todo de mi pareja. También me contagié y estuve un par de semanas en cuarentena, pero por suerte lo mío fue leve.

Nosotros, como personal de salud, hemos tenido que aprender a vivir con todas las medidas e implementos de seguridad para darles tranquilidad a los más cercanos y uno ya lo internaliza. Creo que el método para cuidarse es siempre la educación y la prevención. Para ello, todos debemos respetar las medidas preventivas y de cuidado y mostrar respeto y empatía hacia los demás. �

La persona debajo de un EPI

MADRID — ES

beatriz estéfani Enfermera Hospital Sanitas La Zarzuela

«Los primeros días la sensación de miedo y desconocimiento se percibía en todos nosotros. Al agobio emocional había que sumarle el cansancio físico que supone llevar un epi, dos calzas, mascarillas, gorro, doble guante y demás equipo de protección. Con todo eso, no era fácil comunicarnos entre nosotros, muy pronto comenzamos a subir la voz, era la única manera. En tanto, para que nos reconocieran los pacientes teníamos nuestro nombre en las máscaras o en el epi. Siempre les hablamos para darles seguridades, les decíamos que éramos la misma persona que a lo mejor los había llevado la noche anterior, les animábamos mucho, obviamente a los que no estaban ni intubados ni sedados. Porque ese aspecto de astronauta o extraterrestre había que humanizarlo y para ello teníamos los ojos y la voz».

Todos juntos superamos este momento

alejandro lleixa Supervisor Asistencial Sanitas Seguros

Trabajo en el departamento asistencial en Barcelona, pero estuve mucho tiempo en Madrid en el servicio de promoción de la salud, que es un servicio en línea no presencial y que también sostiene el servicio 24 horas, que es de urgencias telefónicas y de videoconsultas para pacientes de Sanitas. Al inicio de la pandemia nos enviaron a casa, no teníamos muy claro cómo iba a evolucionar todo esto, mi antigua jefa solicitó ayuda y a mí me dijeron: tú apoya el servicio 24 horas que lo conoces bien. Es verdad que estuve cogiendo llamadas cuando había momentos de saturación, pero sobre todo hice de nexo con todas aquellas personas que estaban colaborando debido al volumen de llamadas, lo mío fue dar una mano para organizar eso. En un día normal había 600 o 700 llamadas, en un periodo de gripe subían hasta unas 1.200 y ahora llegamos a tener entre cinco mil y seis mil llamadas diarias, ese fue nuestro peak. El 90% estaba relacionadas a Covid.

BARCELONA — ES

Al principio, las preguntas eran muy diversas, pero se fueron complicando con el tiempo. Nos llamaban y consultaban: ¿Qué tengo y qué puedo hacer?, ¿qué riesgos hay?, ¿estoy sano o estoy muy leve? Y muchas otras de ese tipo. De alguna manera lo nuestro fue ser educadores u orientadores. Cuando te llamaban familiares es que la cosa estaba fastidiada. Recuerdo el caso de un joven que tenían aislado en la habitación de su casa, nadie quería tocar nada de él, era un chico que estaba súper preocupado por su familia: me tienen aquí medio encarcelado. También se comunicaba gente mayor pluripatológicos, que estaban muy ansiosos. Como coordinador, a primera hora teníamos un reporte de cómo estaba la situación en cada hospital, a cuál se podía enviar y a cuál no. A las personas que no tenían una condición de gravedad intentábamos indicarles las primeras recomendaciones: uso de paracetamol, aislamiento domiciliario y reposo. Mientras que a quienes requerían de asistencia hospitalaria, las derivamos con la mayor premura. De marzo a abril todo se fue complicando. A finales de abril, más o menos, era la gorda… la gorda. Después, en la primera semana de mayo pude retornar a mi trabajo habitual. Habíamos llegado a un nivel de cero ingresados de Covid, pero la última semana que trabajé ya volvíamos a tener nuevos ingresos. En este momento, a inicios de agosto, estoy de vacaciones y pronto iremos a la casa de los padres de mi pareja. Mi apreciación es que hay muy poco movimiento. Soy de Barcelona y estamos con un rebrote importante que al parecer está siendo complicado de controlar. Tengo la sensación de que la gente lo intenta, pero que no hemos aprendido a convivir con ello, pareciera que no sabemos tomar las precauciones necesarias y simultáneamente intentar hacer una vida más o menos normal. Considero que lo anterior tiene que ver con la educación y el rango de edad. Las personas de 25 años para arriba son muy conscientes, saben las medidas sanitarias que hay que tener en cuenta, pero los adolescentes son el gran problema, porque muchos son asintomáticos y transportan esta enfermedad. Como enfermero empecé hace 20 años, pero nadie a uno lo prepara para esto. Me he enterado que desde Rusia han dicho que van a empezar esta semana, o la que viene, con la vacuna. En tanto, la oms habla del 2022. Creo que es más probable lo del 2022 que el primer trimestre del 2021. En todo esto hay una parte de ensayo y error que nos estamos saltando, las vacunas puedan funcionar en ciertas personas y en otras no.

Creo necesario que todo Nosotros no hemos tenido el miedo de el sistema y la sociedad se contagiarnos o de contagiar a nuestro círculo hagan conscientes de la más inmediato, porque hemos estado en teletrabajo, pero al final, cuando has hablado gravedad y letalidad de la de lo mismo con 50, 60 o 70 personas, sientes situación, de la importancia mucho miedo al ver cómo no se detiene el contagio. Ningún sistema está preparado, a que tiene el comportamiento pesar de que Sanitas reaccionó de forma rápida individual, para que a nivel y adecuada, en todo el sistema de salud el grupal podamos superar impacto ha sido muy grande. Creo necesario que todo el sistema y la este momento. sociedad se hagan conscientes de la gravedad y letalidad de la situación, de la importancia que tiene el comportamiento individual, para que a nivel grupal podamos superar este momento. Si no se evita la transmisión, veo muy complicado que podamos retornar a una vida parecida a la que hacíamos antes. �

Soy más fuerte de lo que creía

mª jesús puyol Enfermera Centro Residencial Ferraz

MADRID — ES

Suponía que en mi carrera tendría que enfrentar momentos difíciles, pero ahora es muy duro pensar incluso con qué me voy a encontrar mañana... esa angustia diaria no te deja descansar.

Hemos tenido momentos muy duros, porque el Covid es un poco caprichoso, tienes bien a tu paciente y en cuatro o cinco días empeora de manera muy brusca. No esperaba tener que trabajar en algo así. Una conoce la labor que desempeña, pero no cómo actuar en una pandemia: ¿de qué forma atender al paciente Covid? o ¿cómo comunicas a la familia ciertas cosas? Esos son algunos de los muchos aprendizajes de estos meses.

También, está la preocupación por mi propia familia, porque no soy de Madrid, sino de Granada. Aquí, vivo sola con mi pareja. Algunos días me hago una foto en un espejo, después de terminar de hacer todo, y se la envío a mi mamá para que vea que estoy protegida con los epis y ella me dice: no te reconozco por el montón de cosas que llevas puestas.

Una conoce la labor que Cuando se dio el primer caso en desempeña, pero no cómo Madrid teníamos 68 residentes, porque además de pacientes con alzhéimer actuar en una pandemia: ¿de atendemos a personas en rehabilitación qué forma atender al paciente de fractura de cadera. Antes de que Covid? o ¿cómo comunicas a se suspendieran las visitas algunos la familia ciertas cosas? Esos son algunos de los muchos familiares se llevaron a los suyos. Finalmente se quedaron 48 residentes, a los que sus familias no podían visitar. aprendizajes de estos meses. Les hemos compartido todo lo que hemos podido para que estuviesen tranquilos, pero a veces no hay buenas noticias y es duro tener que decirle a una hija: a tu padre le quedan muy pocas horas de vida. Recuerdo a una paciente del centro con un alzhéimer muy avanzado que tuvo unos días muy malos. Yo pensaba que se nos iba a ir, que no podría aguantar. Pero fue muy fuerte y salió adelante. Es cierto, con pérdida de peso y una inmovilidad producto de la situación que ha vivido. Ahora, cuando la veo me digo: mírenla, aquí está. Pienso que todo esto no se ha terminado, que la baja es solo una tregua. Creo que va a ir a más, porque la gente está muy cansada de las mascarillas, les cuesta entender que hay que cumplir ciertas normas y muchas veces no lo hacen. Nosotros tenemos que seguir alertas. �

Sacando enseñanzas

SANTIAGO — CL

raquel pérez Subgerente Seguridad del Paciente Bupa Chile

«Creo que hemos constatado, una vez más, que el trabajo en equipo es muy significativo en todas las áreas, incluyendo tanto a quienes trabajan en terreno como a quienes lo hacen desde el área administrativa y quienes prestan apoyo remoto. De aquí sacaremos muchas enseñanzas para prepararnos para lo impensado por un lado y, por otro, para seguir insistiendo en que todos, desde el lugar en que estemos, podemos aportar a que las cosas siempre salgan lo mejor posible».

Enfermera siempre, con o sin pandemia

mª francisca castillo Enfermera IntegraMédica

Tengo 32 años y ocho de experiencia como enfermera. Nuestro centro es el más grande de todas las sedes y considero que no estábamos preparados para enfrentar esta pandemia. Lo que tuvimos que hacer fue colocar, en primer lugar, la calidad y seguridad en la atención del paciente. En febrero comenzamos a hablar de cómo íbamos a prepararnos para esto. En la tercera o cuarta semana comenzaron a llegar los primeros casos de Covid. En marzo llegó como una avalancha y pasamos de tener uno o dos pacientes sospechosos a 15 o 20 por día. Marzo fue un mes súper complejo, en muchos instantes me vi al borde de la emoción. Ese mes se caracterizó por ser una mezcla entre exámenes de pcr y pacientes que llegaban por sus consultas crónicas: hipertensos, diabéticos, etc. Durante marzo y abril empezaron a llegar los protocolos ministeriales, donde nos daban las directrices de cómo abordar la pandemia en los diferentes procedimientos y áreas del centro médico. En abril pudimos ordenarnos con eso. Con el tiempo, hubo muchas situaciones que se fueron afinando.

Una de las cosas más complejas fue nuestra comunicación con la seremia para notificar correctamente y que no hubiese subnotificación a nivel nacional. Considero que entre abril y mayo la gente tomó más conciencia de la pandemia y comenzaron a ir al centro médico a lo estrictamente necesario. Durante la primera quincena de junio hubo muchos contagios y exámenes. Todo se desbordó. Eran bastantes por día y además resultaban positivos en su gran mayoría. La necesidad de la contención seguía latente, porque fallecieron muchas personas por día; en mayo había 50 diarios, a principios de junio alrededor 100, y 200 en la quincena. En julio se calmó y los pacientes disminuyeron la concurrencia al centro médico y hubo una baja importante en la cantidad de pacientes diagnosticados por pcr. A nivel mundial no es posible decir que no existe una reinfección o que el paciente que tuvo coronavirus queda con la inmunidad, pero hoy los exámenes igg y de igm nos permiten ver la inmunidad que creó el paciente.

A nivel mundial no es posible decir que no existe una reinfección o que el paciente que tuvo coronavirus queda con la inmunidad, pero hoy los exámenes igg y de igm nos permiten ver la inmunidad que creó el paciente.

Desde hace 10 años no me resfrío, nunca he tenido una bronquitis en mi vida, además soy vegetariana, cuido mucho mi alimentación. Confiaba en que no me iba a enfermar, pero mi familia tuvo miedo. Mi mamá, en vez de contenerme, me angustiaba, porque su tema era todo el rato: que te puede pasar algo con el Covid… ¿cómo vas a reaccionar? ¿Y si te contagias? Las enfermeras siempre estamos educando; incluso en el correcto lavado de manos. Hasta antes del coronavirus había personas que aún no sabían estornudar. Cuando converso con la gente les digo: ¿Usted sabe que para enfermarse de un virus tiene que haber ingerido una microsecreción de alguien que lo dejó en alguna superficie? Me responden: ¡Qué asco! Y ¿cómo creen que nos contagiamos de las enfermedades? En estricto rigor, confío más en el uso común del escudo facial que en la mascarilla, porque hemos visto que la mascarilla no siempre se usa correctamente, algunas personas la andan trayendo bajo la nariz o colgando al lado, finalmente pasa a ser más un vector de virus que un protector. Lo mismo con el

SANTIAGO — CL

uso de los guantes: tiene que ser solo de uso clínico, porque reúnen microorganismos y también se transforma en un vector de contagio. Como nos desconfinaron la semana pasada comencé a salir en bicicleta y aún tengo que retornar a mis temas: hago pilates y yoga, en estos meses no los había podido practicar. En términos emocionales, para mí, la mayor contención ha sido el estar súper aferrada a mi familia, mi hogar y a mi esposo. Además de mis dos perritos. A quienes me preguntan si con la pandemia he llegado a dudar de seguir siendo enfermera, les he respondido que no tengo ninguna duda, que seguiría una y mil veces, con o sin pandemia. �

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