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En la cercanía con la muerte se valora más la vida

sofía gaete Enfermera Clínica Bupa Santiago

Soy enfermera desde hace 10 años y trabajo en la Unidad de Cuidados Intensivos de Clínica Bupa Santiago. En mi trabajo siempre me ha gustado atender a los pacientes como si fueran familiares, preocuparme de sus necesidades y tratarlos como me gustaría que trataran a mis seres queridos. La clínica, además se caracteriza por espacios en que se involucra a la familia. Me ha pasado muchas veces que pacientes me dicen no quiero molestarla, señorita, y quiero que haga su trabajo tranquila, pero mi trabajo es ese, estar con ellos, hacerlos sentir bien y acompañarlos. La pandemia ha sido una situación que nunca imaginamos vivir. Desde principios de este año empezamos a prepararnos para lo que se venía, capacitando personal adicional, y tratando de anticipar cómo se iba a comportar la pandemia en Chile cuándo tendríamos el peak y cómo lo manejaríamos. Resultó ser más duro de lo que esperábamos. Durante junio y julio estábamos viviendo la peor parte, muchas personas ni siquiera alcanzaron a llegar a la uti, y con otros se hicieron todos los esfuerzos y aun así no conseguimos recuperarlos.

SANTIAGO — CL

Nos tocó recibir pacientes que tenían la urgente necesidad de un ventilador. Venían despiertos y teníamos momentos previos donde les explicábamos lo que íbamos a hacer. Eran personas que estaban conscientes, de edades entre 35 y 80 años. Para varios, estas fueron sus últimas conversaciones, esos diálogos se alojarían en nuestros recuerdos. Cuando una hablaba con los pacientes, antes de que los intubasen o los sedaran, no pensaban en tener una última voluntad, sólo nos pedían que los cuidáramos y que les transmitiésemos a sus familiares que los querían mucho y que ojalá después se volviesen a reunir. Me marcó un paciente que tuvimos de 75 años, que no quería intubarse, nos llamaba su hija, muy desesperada: por favor, convenzan a mi papá de que esa es la única opción. Me tocó ir a hablar con él, había que explicarle que no conectarse al ventilador significaba que había que sacarlo de la uci, porque había siete u ocho personas esperando ese cupo. Todo era dramático. Finalmente logramos que hablara con su hija por teléfono y ella lo convenció, en ese momento fue que los tres lloramos. Luego, Don Raúl dijo: acepto, conéctenme y háganme lo que tengan que hacer para recuperarme. Antes de que lo conectáramos a la ventilación mecánica, nos pidió un papel y un lápiz para escribir una carta a su familia. Dejó un mensaje precioso diciendo que iba a estar bien, que los quería mucho y que lo esperaran para que lo pudieran venir a buscar cuando se fuera de alta. Lamentablemente, falleció.

Con todo lo que ha pasado La familia no pudo venir a buscarlo, y he aprendido que hay que estar pensé que esa carta se podía perder, ya que consciente de lo que estamos al fallecer una persona los objetos personales se guardan en una bolsa. Entonces le pedí viviendo, qué es lo que vamos autorización a mi jefe para tomarle una foto a aprender, cómo vamos a ver y hacérsela llegar a la familia por correo electrónico. Su hija me agradeció, me dijo: la vida de aquí en adelante y, Sofía, no sabes cuánto te agradezco, es una de por supuesto, la fragilidad las formas en que me siento cerca de mi papá y del ser humano. sé que tú le hablaste como yo lo hubiera hecho si lo hubiera tenido al lado, te lo agradezco de todo corazón. Nuestra profesión no es comparable con otros trabajos, muchas veces, independiente de la calidad de la atención, hay cosas que van a ocurrir, hay situaciones que ya no van de la mano del ser humano. Durante este período no sólo hemos tenido momentos difíciles, también tuvimos grandes triunfos recuperando pacientes. Hubo un paciente, más que su nombre recuerdo su rostro. Tenía 33 años. Ingresó durante un turno de noche, muy angustiado, me contó que siguió trabajando porque quería comprarse un departamento y en una de esas salidas finalmente se contagió. Luego, se agravó, era joven, pero con factores de riesgo. Después de casi un mes y medio empezó a despertar, yo le decía: tranquilo, estamos aquí para cuidarte. Él sentía vergüenza porque teníamos que bañarlo; ahí ellos sienten que pierden su dignidad, pero una siempre puede hacerlos sentir mejor. Poco a poco se fue recuperando. Un día, a través de la mampara, me hizo un gesto con la mano y me dijo: gracias, Sofía. Se me cayeron las lágrimas. Con todo lo que ha pasado, he aprendido que hay que estar consciente de lo que estamos viviendo, qué es lo que vamos a aprender, cómo vamos a ver la vida de aquí en adelante y, por supuesto, la fragilidad del ser humano. �

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