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Tu madre estuvo acompañada en todo momento
marta rodríguez Enfermera Centro Residencial Las Rozas
Hay instantes en que no son necesarias las respuestas y solo resta escuchar, porque las palabras sobran. Sencillamente, se trata de estar al lado de esa persona para que no se sienta sola. Creo que para nuestros residentes este lugar es como su hogar. Aquí, aparte de tener su habitación, cuentan con grandes áreas comunes y un jardín con árboles, césped y flores, además de un huerto. Tenemos residentes de 73 años para arriba, incluso tuvimos una paciente de 101 años. Los que son autónomos totalmente, no llegan a la mitad. Ahora, en agosto, tenemos 109 residentes. Toda esa paz y cotidianeidad se rompió en el mes de marzo, cuando el Covid llegó a nuestras vidas. Las decisiones las encabezó Eva, nuestra directora. Hubo que tomarlas con rapidez y seguridad. Fue necesario movilizar a muchos pacientes de sus habitaciones para ir configurando una zona de aislados. Paralelamente, tenías que decirles el motivo y hacerlo de forma entendible para cada uno. Tuvimos que hacer test rápidos a toda la residencia, el resultado fue un shock. Era una situación desconcertante, había que comunicar al equipo y a las familias de los residentes que teníamos muchos contagiados. No quisiera volver a sentir esa tristeza, me angustiaba pensar que podíamos pasar de cuidar a nuestros residentes a tener que meterlos en bolsas. Eso para mí ha sido lo más duro de todo. Recuerdo que bajé a mi despacho y me encerré a llorar. La directora me mandaba para la casa: vete, porque no estás bien. Y yo: que si estoy bien, sólo necesito llorar, ¿me puedes



MADRID — ES
permitir que llore? No quería trasladar mi sufrimiento, no la quería angustiar, pero me vi en la necesidad de hacerlo para que me entendiera y así enfrentar la situación. Hay que destacar que muy temprano Sanitas activó un teléfono de atención con psicólogos para todos quienes lo necesitasen. Tengo 42 años y en Sanitas estoy hace 16. Considero que la enfermería ha dado el 100 por 100 a nivel asistencial y en el cuidado de las personas, adaptándonos a un entorno que nos cambió radicalmente (perchas por pies de suero, equipo de protección individual [epis], salones desiertos, todo transcurría en cada habitación, pasillos ocupados y no por residentes...). Pese a esta vorágine vivimos momentos muy hermosos. Por ejemplo, el de la esposa hospitalizada de uno de nuestros residentes que no conseguíamos contactar. Al final, desde mi teléfono móvil lo volví a intentar y afortunadamente me cogió la llamada. Le dije: te llamo para que hables con tu marido, porque él no se encuentra muy bien, ¿le paso el teléfono?, me respondió: si, sí, pásamelo… quiero hablar con él. Luego, nuestro residente no me cogía el teléfono, fue entonces que tuve que poner “el manos libres”… ¡Cuánto amor había entre esas dos personas! Tuvieron una conversación emotiva y estremecedora, lamentablemente lo que se dijeron sería su despedida, porque horas después él falleció. En algún momento, en una reunión de equipo, nuestra directora nos hizo la propuesta para que en los minutos finales de un residente


Me gusta mi profesión, autorizáramos a un miembro de la familia a llevo la enfermería muy despedirse. Muy pronto llegaron familiares a dentro. Hay quienes nos esas despedidas. Darles esa oportunidad y su momento de despedida fue muy significativo, han puesto de superhéroes. pese a no haber abrazos, besos y estar enfundados No, no somos superhéroes, en epis. Recuerdo a la hija de una residente decirme: somos enfermeros y lo único que te pido y quiero es que si a mi madre enfermeras, que ya es una le llega ese último momento, que no esté sola. Le palabra suficientemente respondí: hoy la he visto unas 10 veces y te estoy diciendo poco, y cuando entro a su habitación no es grande para mí. solamente a colgar un suero o ponerle el antibiótico intravenoso… Cada vez le he tomado la mano y he hablado con ella. Quiero que sepas que tu madre ha estado acompañada en todo momento. Recién en julio pasado pudimos hacer una despedida con los familiares de aquellos residentes que fallecieron. Se plantó un árbol de granado en la residencia como símbolo de resiliencia, creo que ese ritual nos hizo bien a todos, familiares y personal. Estoy casada y tengo dos hijos: una niña de ocho años y un niño de seis. Durante dos meses hemos tenido un confinamiento dentro de casa, incluso al inicio dormía en una habitación separada. Los niños llevaban muy bien que yo me fuese a trabajar. Se me quedó marcado un día que estaba en la ducha y subió el pequeñajo, que desde que nació tiene un dudu (su Keko)… Entró a hacer pis y dejó su muñequito al lado de mi ropa limpia. Yo estaba duchándome y le miré de reojo y vi cómo con sus deditos cogió al muñequito y lo separó de mi ropa ¡eh! ¡Estaba tocando la ropa de mamá! Mi marido, mi gran apoyo, nunca me trasladó la palabra miedo, pero en su cara me hacía saber su preocupación. Después, nos hicieron serología a todos los trabajadores, al recibir el resultado le dije: me han dado los resultados de la serología y estoy negativa. La decisión de seguir en esa anormalidad debía ser de los dos. Dos días después él les dijo a los niños: ya se puede salir a la calle, creo que en casa también podemos volver a la normalidad… Han sido días duros y difíciles, pero me siento satisfecha, reforzada y orgullosa de estar donde estoy. Me gusta mi profesión, llevo la enfermería muy dentro. Hay quienes nos han puesto de superhéroes. No, no somos superhéroes, somos enfermeros y enfermeras, que ya es una palabra suficientemente grande para mí. La enfermería no solo cura, cuida.�
