Boletin salesiano julio 2017

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FAMILIA EN OBRA

Uruguay:

un país de ida y vuelta Cada vez se me hace más difícil explicar a los jóvenes de 3ro. en Historia que hubo una época, a mediados del siglo XIX, en que a Uruguay llegaban muchos europeos en busca de trabajo y de un futuro mejor. No lo pueden creer, la realidad que ven es en general todo lo contrario. e cuentan que tienen tíos, primos o algún amigo que se fue a otro país a buscar un mejor pasar. En el Cerro me resulta un poco más sencillo explicar esto, las calles del barrio nos recuerdan permanentemente el país de origen de los inmigrantes que fueron poblando Villa Cosmópolis desde mediados del Siglo XIX. Los procesos migratorios influyeron en el lento crecimiento demográfico uruguayo, así como en la cultura y economía de nuestro país.

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La migración ha sido practicada por las sociedades humanas a lo largo de la historia. Sin embargo, los cambios de los últimos tres siglos relacionados con el desarrollo del capitalis‐ mo, la industrialización, la expansión del comercio internacional y las transformaciones demográficas, tuvieron consecuencias en los movimientos migratorios. Estos condujeron al traslado de 56 millones de personas fuera del continente europeo entre 1821 y 1932, y en su gran mayoría hacia América. De ellos, el 22% partió hacia América Latina, recibiendo Uruguay el 6% de esa población. Desde 1950, el proceso migratorio atlántico se detuvo definitivamente, y desde la década siguiente Uruguay se transformó en un país de emigra‐ ción. Este fenómeno transformó las sociedades de los países que recibieron a los migrantes, así como sus lugares de origen. Las migraciones de la historia más reciente se originan en países o regiones menos desarrolladas, y son portadoras de culturas, religiones, lenguas diferentes, cambiando el perfil demográfico y social de las ciudades del mundo desarrolla‐ do. Según recientes estimaciones, entre 1968 y 2002 abandonaron el país 498.684 ciuda‐ danos por motivos políticos y económicos. Una “sangría demográfica” para los expertos en el tema. Sin embargo en el 2009 se ven indicios de un cambio de tendencia, ya sea por la disminución de la corriente emigratoria, como por el aumento de la inmigración latinoame‐ ricana, o incluso, el retorno de muchos emigrados, que motivados por razones fundamen‐ talmente afectivas, deciden volver al país. Es interesante la apreciación que hace el historiador Hobsbawm acerca de las migraciones del siglo XXI. Dice que gracias a los cambios en la velocidad de las comunicaciones y del transporte, los emigrantes con intención de instalarse en el país de acogida ya no sienten, a 8

diferencia del siglo XIX, añoranza de su patria, salvo cuando reciben cartas o alguna visita esporádica. Los emigrantes más prósperos viven a caballo del viejo y del nuevo continente. En las fiestas se llenan los aeropuertos y se multiplican las llama‐ das por teléfono. El número de países que permiten la doble nacionalidad se ha duplicado entre 1994 y 2004. Hoy, la emigración no implica hacer una elección para un período largo de tiempo entre dos países. La movilidad a través de las fronteras a partir de los viejos conceptos de naciones y nacionalismos ha ido cambian‐ do. Como ha observado Benedict Ander‐ son, la identidad en el siglo XXI no es la partida de nacimiento del estado ‐ nación, sino el documento de identidad internacio‐ nal, el pasaporte. Todo esto estimula los traslados estacionales o pendulares, y las migraciones, entendidas en el sentido de traslado definitivo, es una forma extrema de esa movilidad, pero no la única.

Victoria Fagúndez Profesora de Historia, egresada del IPA. Docente en el Juan XXIII y en el liceo Nº61. Coordinadora de los grupos asociativos del Juan XXIII.


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