¡Auxilium Christianorum...
Auxilio de los cristianos!
Escribe: P. Alejandro Arango sdb arango@salesianos.pe
A
sí quería la Virgen María darse a conocer al mundo por medio de la Familia Salesiana. Los que nos reconocemos herederos espirituales del carisma salesiano, acogemos a María como Madre y Maestra. Madre que nos engendra a la vida de fe en Jesucristo, Señor, Salvador y Hermano nuestro, y a la pertenencia eclesial. Maestra de vida espiritual, es decir, aquella que nos señala las rutas adecuadas para vivir la propia experiencia humana con sentido y en determinación constante en el bien. Maestra de vida que nos advierte y corrige cuando nuestro corazón desvaría y se inclina hacia el mal, pervirtiendo su propia identidad. Mayo ha sido un mes marcado por el nombre de María y por la delicada e íntegra presencia en quien Dios ha querido habitar, convirtiéndola en el primer santuario peregrinante de la divinidad. María es ese dulce abrazo entre Dios y el hombre, porque Jesús de Nazareth es el Dios-Hombre que anuncia una nueva Era en la que el amor y no el odio habrán de prevalecer. La cuestión no es política sino espiritual. La lucha entre el bien y el mal; lo noble y lo innoble; lo puro y lo impuro pasa por el corazón del hombre. Pasa por nuestro mundo interior, allí donde la mirada ajena es superficial y fugaz; allí donde la mirada de Dios está expectante y anhelante de nuestro sí filial a su Presencia paterna. En María, Dios ha encontrado la inteligencia lúcida, el corazón maduro, los afectos más nobles y puros que ser humano haya sido capaz de elaborar a golpes de libertad. En María, Dios encontró a la más libre, y por eso, a la mujer con mayor capacidad de entrega. A mayor libertad interior, mayor capacidad de don, de amor. Mirando a María, aprendemos a ser mejores personas. Aprendiendo a ser mejores personas amanecemos a la conciencia filial de ser hijos en el Hijo, entonces, inauguramos una nueva creación, el Hombre Nuevo comienza a caminar
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