BCNROSA gastronomia
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del siglo XIX, el que fundó las bases de la escena catalana con sus obras -de las primeras- escritas en catalán allá por 1860. Y fue también, lo comentamos en otro artículo de este número, uno de los responsables de poner en el mapa el Teatro Romea. Serafí Pitarra, o Frederic Soler si nos ponemos oficialistas, vivió de joven en el edificio que hoy ocupa el restaurante de su mismo nombre. Él nunca regentó un establecimiento gastronómico, pero sí una relojería heredada de su tío (que también hacía las veces de vivienda) en cuya trastienda se organizaban celebraciones teatrales con amigos. Y en donde se servía un pica-pica, al parecer generoso. Fue en 1898 cuando Pitarra dejó el local para centrarse de lleno en su faceta de creador y empresario teatral. Y fue en ese momento cuando el establecimiento se convirtió en el Restaurante Cisco. Así lo fue hasta 1953, fecha en la que fue traspasado pasando a denominarse Restaurante Sogas, bajo la tutela de Miquel Sogas. Pero la sombra de nuestro protagonista era alargada y el local siguió conociéndose como “la rebotiga d’en Pitarra”. Sogas era punto de encuentro de cantantes, escritores y políticos y en sus paredes se contemplaban relojes de la época anterior. En los años 80 el maître del establecimiento era Jaume Roig. Él y su hermano Marc son los actuales responsables del Restaurante Pitarra, que pasó a sus manos y cambió de nombre en mayo de 1987. Desde entonces, su seña de identidad -además de una cocina tradicional catalana y de mercado, con atención especial a la temporada de caza- es la figura del autor teatral. Los Roig mantienen vivo el recuerdo de Serafí Pitarra gracias a numerosos recuerdos que cuelgan de las paredes del local. Unos objetos que pueden contemplarse mientras se degustan platos típicos de la cocina catalana de toda la vida. Como pasa en este tipo de establecimientos con solera, de carta sobria y sin sorpresas, el problema viene cuando hay que concretar la demanda: ¡hay tanto donde elegir! No se vea esto como algo negativo,