

Hoy Blackville, la mansión del final de la calle estaba iluminada y también había muchas flores; qué raro... Normalmente está siempre oscura y no llama la atención. Como somos unos cotillas y no queríamos ir a clase, mis amigos y yo fuimos a ver qué estaba pasando y tocamos a la puerta.
La señorita Black, al vernos, nos dijo que fuéramos a clase y que ya vendríamos por la tarde. Pero nosotros queríamos saber ya qué estaba pasando, aunque no cualquiera desobedece a Lisbeth. De camino a la escuela, vimos pancartas y carteles sobre un circo. ¿Viene el circo?
—Chicas, pone que viene el circo, ¿qué es eso? —dijo Rufus.
—No lo sé, pero vamos a descubrirlo —dije yo.
Al llegar a la escuela, todos estaban muy nerviosos y no paraban de hablar, hasta que entró la profesora Sara y se hizo el silencio.
Como si fuera un desierto, ni la brisa del aire se escuchaba. Yo seguía pensando: «¿Qué es un circo? No he visto ninguno nunca. ¿Qué hacen allí? ¿Qué se come? ¿Viene un circo a Chandra?». Me quedé embobada mirando a la nada cuando, de repente...
—Ahora, Lucía, seguirás leyendo, ¿verdad? —dijo Sara.

—Verás... mmm... —tartamudeé.
Entonces Martín, que siempre me salva de todo, intervino para ayudarme:
—¿Por dónde íbamos? —pregunté.
—Las plantas obtienen la luz solar a través de la clorofila y, con ella, llevan a cabo la fotosíntesis... —Martín comenzó a explicar mientras yo seguía leyendo hasta que terminó la lección y empezamos a hacer los ejercicios.
—Muchas gracias, Martín. Me hubieran dejado sin recreo si no me hubieras echado un cable. Te debo una bien grande —le dije a Martín susurrando para que nadie me escuchara.
—Tranquila, Lupiruja; algún día podrás devolverme todos los favores que te hago —rio Martín en voz baja.

—Menos mal que tienes al pelota de Martín al lado, porque si no... hoy no ves la luz de este maravilloso sol y, al salir de clase, te hubieras quedado limpiando hasta las mil —dijo Giselle.
—Giselle, Martín no es un pelota, simplemente le caigo bien y, como me ha visto en apuros, me ha echado un cable —le repliqué.
—Dejando a un lado este tema, creo que es más importante saber qué está pasando en Blackville. ¿Por qué está toda iluminada? ¿Por qué tiene flores? —dijo Maia.
—No lo sé, Maia —dijo Rufus—. Lo que está claro es que va a pasar algo, pero nos vamos a enterar, está clarísimo.
—Club de las trolas —dijo Eric—. ¿Sabéis que viene el circo a Chandra?
—¿Trolas? Tú sí que eres un trolas —dije enfadada—. Como siga llamándonos así, al final lo convierto en un pato.
—Resulta que viene Marc Mac, que es un mago, como vosotros —rio Eric.
—¿Como nosotros? —dijo Giselle, enfadada—. Nosotros somos personas normales como tú, no tan paletas, pero normales al fin y al cabo.
—¿Que viene Marc? —dije ilusionada—. ¡Que viene Marc Mac! Me va a dar un infarto, me desmayo... siento que me pesa la cabeza, y la pierna y el brazo... Me está a punto de dar un patatús...
—Qué exagerada —dijo Rufus—. De verdad, Lu, estás fatal.
—Pero ¿sabes quién es Marc Mac? Me parece increíble que, leyendo todos los libros de magia y brujería que lees y toda la información que sabes sobre este tema, no sepas quién es —dije yo.
Madre mía, ¿sabéis quién es Marc Mac?
Solo os diré que yo soy su fan número uno; desde que tengo memoria, lo sigo y compro todos sus libros, que son de magia y hechizos. Es un mago brillante, sabe hacer tantas cosas... y encima es supersimpático y le encanta ayudar a los demás... además, es guapo; pero guapo de los que no quedan,

tiene los ojos verdes y una nariz preciosa.
Sí... estoy muy pesada con Marc Mac, pero es que soy tan fan... Tengo la habitación llena de pósteres suyos.
¿Y viene aquí? ¿Viene a Chandra? ¿Y va a hacer un circo? Pero ¿qué es un circo?

Después del colegio, fuimos a Blackville. Hoy no parecía muy «Black», pues, como ya sabréis, de repente estaba toda iluminada y con flores de colores. ¿Qué estará pasando? Al llegar a Blackville, estaban las puertas abiertas. Qué raro lo que está pasando hoy.
Entramos y, nada más pasar el pasillo de la entrada, nos encontramos con Marc Mac.
—Ho... Hola..., Ma... Marc —intenté decir.
—Hola, tú debes ser Marc Mac, yo soy Rufus, el mejor amigo de Lucía y aprendiz de brujo; este es nuestro club de magia y no entendemos muy bien qué haces aquí. ¿No estás haciendo un circo? —dijo Rufus.
—Soy Lucía, Lucía, aprendiz de bruja también —conseguí decir antes de que Marc abriera la boca y quedara como una tonta.
—Encantado, soy Marc —dijo con una voz angelical—. Soy mago, me encanta la magia y este fin de semana voy a hacer un circo. Soy amigo de Lisbeth Black y, por eso, estoy aquí. Ella siempre que vengo por la zona me invita a su casa para no tener que hospedarme en un hotel. Al ser tan famoso, a veces es difícil encontrar tranquilidad en un sitio así. Pero Lisbeth siempre me acoge como si fuera mi hogar. Mirad qué bonito es todo —dijo ilusionado—. Mirad las orquídeas y amapolas del pasillo y esas luces tan estridentes; parece un sitio lleno de vida y buenas energías. Me encantan las buenas energías.
—Sí, Blackville se ve muy diferente así, tan iluminada. Parece un hostal —rio Giselle.
Así que energías, eso es lo que le pasa a Blackville... Lisbeth conoce tan bien a Marc que ha cambiado la mansión entera. Es que no parece el mismo lugar. Normalmente es un poco siniestro y da miedo acercarte a Blackville, pero ahora parece una guardería o algo así; da todo menos miedo.
Pero dejando esto a un lado, ¡he conocido a Marc Mac! Casi me da algo... Lo he tenido delante, ¡lo he escuchado! Estoy en una nube de purpurina.
—Pasad, chicos, no os quedéis ahí —apareció por la escalera Lisbeth—. Podemos empezar la clase, tendremos compañía.

¿Pero qué le pasa a Lisbeth hoy? Tiene una luz diferente en su mirada y en su cara. ¿Será por Marc?
Entramos todos a la sala donde siempre hacemos nuestras clases de magia. Hoy estaba Marc con nosotros. ¡Qué fuerte, el mejor mago del mundo ha venido a Chandra, pero no solo eso! ¡Está en Blackville con nosotros! ¡Me pinchas y no me sale sangre!
—Muy bien, chicos, hoy vamos a aprender a hacer desaparecer algún objeto, de cualquier peso o tamaño, y también se puede hacer que vuelva a aparecer. La única cosa que hay que tener en cuenta es: si te pillan haciendo desaparecer algún objeto, no podrás saber a qué lugar fue a parar. Nunca más volveremos a ver ese objeto. ¡Se queda en el limbo del hechizo! —dijo Lisbeth.
Tal como nos dijo, empezó a enseñarnos a hacer desaparecer un ojo de avestruz que tenía en la sala de magia. Nos explicó que ese ojo de avestruz era de su tatarabuela y había ido pasando de generación en generación hasta llegar a las manos de Lisbeth. Así que es un objeto al que ella le tiene cariño. ¡Está loca!
—He decidido enseñaros el truco con este objeto para que veáis que mi confianza con él es plena y que es muy difícil hacerlo mal. «Bidibadi ala de murciélago. Bidibu luz de unicornio, deseperecere eremesme bidibu».
Lisbeth dijo el hechizo con una fuerza que titilaban las luces de la sala. ¡Qué mal rollo! Pero al chasquear sus dedos, desapareció el ojo de avestruz.
—¡Qué pasada! —dijimos todos a la vez.
—Ahora os enseñaré cómo se hace para que aparezca. ¡Es tan importante saber recuperar las cosas como saber extraviarlas! «Bidibadi luz de unicornio, bidibadi ala de murciélago, deperecere eremesme bidibu» —tras pronunciar esas palabras y hacer un breve chasquido con sus dedos, el ojo de avestruz volvió a aparecer en el mismo sitio de antes.
—¡Ala! ¡Increíble! —aplaudimos ilusionados.
—Ahora es vuestro turno, queridos míos, pero no con mi ojo de avestruz, sino con algún objeto que hayáis traído hoy en vuestra mochila. Seguro que hay algo que podamos utilizar —dijo Lisbeth.
Empezó Rufus con sus artes mágicas; él siempre tan dispuesto a ser el primero. Sacó de su mochila una linterna y dijo las palabras que nos había dicho la señorita Black, y desapareció la linterna.
