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Elisa Vázquez de Gey Un cuadro y una esmeralda
28 | EFEMÉRIDES / ANS MAGAZINE JULIO 2020
Un cuadro y una esmeralda
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POR ELISA VÁZQUEZ DE GEY
En una de mis visitas a Málaga, admiro en el Palacio de la Aduana el impresionante retrato que el pintor Federico Beltrán Masses (Cuba 1885 – Barcelona 1949) realizó a una exótica malagueña en el Paris de 1919. La obra se titula Retrato de Anita Delgado, la de pelota vasca y, en la puerta del local, el azar
Maharaní de Kapurthala, y es un óleo sobre tela que mide 214 x 161 cm.
Recuerdo haber contemplado este mismo lienzo hace tiempo en otro museo, también de Málaga, el de Artes y Costumbres Populares, en compañía de Doña Victoria Winans, la única sobrina de Anita Delgado. Haciendo referencia a las joyas que luce la Princesa en el retrato, ella soltó con toda su gracia: «Él pedrusco de la frente lo llevaba un elefante en el testuz. A mi tía le gustó y se lo pidió a su marido». Muy pocos saben que Doña Victoria Winans Delgado fue la persona que donó esta obra a Patrimonio Nacional, con la condición de que estuviese expuesta en la ciudad que vio nacer a la Princesa.
En cuanto a mí, debo confesar que cada vez que me enfrento a este retrato, su simple contemplación me retrotrae a los inicios del siglo pasado.
Mayo de 1906. La carroza del Rajá Jagatjit Singh de Kapurthala atraviesa lentamente Madrid en cortejo de personalidades. Va camino del Palacio Real para presentar sus credenciales ante el Rey de España. El Rajá está invitado al enlace del Rey Alfonso XIII y forma parte del séquito de la novia, Victoria Eugenia de Battemberg.
Pero el amor es caprichoso y hoy un encuentro inesperado va a trastocar su vida: En la esquina gentío que llena la calle una joven asiste al desfile; va vestida de negro, con el cabello recogido en dos trenzas y mira con asombro el turbante engalanado de diamantes, broches, perlas y plumas del caballero que la observa a través de la ventana.
Ese mismo día, por la tarde, el Rajá llega al Frontón del Central Kursaal para asistir al juego de Montera y Sol su carruaje se detiene. Entre el
hace que encuentre de nuevo a la muchacha. De inmediato reconoce a la joven que ha visto esa mañana, pregunta quién es, le informan de que se llama Anita y que actúa en el local a medianoche formando parte de Las Hermanas Camelias. Jagatjit Singh ordena reservar un palco.
A partir de ahí es historia conocida: El Príncipe se enamora «de vista y sin palabras, que es como nace el amor verdadero» de la menor de las dos hermanas que actúan de teloneras. Tras no pocas anécdotas y múltiples peripecias consigue que se instale en París,
Retrato de Anita Delgado como maharaní ataviada con la esmeralda
que aprenda idiomas, la educa para ser princesa y al cabo de unos meses le propone matrimonio. Así es como el 28 de enero de 1908 la malagueña Anita Delgado se convierte en la famosísima Maharaní Prem Kaur de Kapurthala.
Llegados a este punto es cuando el amor, la historia, la vida cotidiana y el arte, se entrelazan hasta convertirse en materia literaria porque, la Princesa, ya instalada en su palacio, perfectamente adaptada a su tierra de adopción y poco después de haber dado a luz a su hijo, nos deja para el recuerdo esta curiosa historia:
«En el año nueve se me antojó con todas mis ansias una esmeralda muy original que yo había visto. La piedra formaba parte de los adornos que servían para enjaezar la cabeza del elefante más anciano de palacio, a modo de talismán musulmán para proteger al animal. La primera vez que me subí al elefante para uno de los desfiles procesionales de la familia me llamó la atención esa esmeralda que brillaba cosida en un arnés de seda y rodeada de perlas entre sus ojos. Tenía forma de medialuna y estaba sin tallar. Me encapriché de ella, pues yo creía que era una pena que una piedra tan hermosa la luciese un elefante, y se la pedí al Maharajá, pero me contestó que era demasiado grande y tosca y que no podría utilizarla porque no servía para adornarme.
Como quiera que insistiese tanto en que me fuese regalada, el Maharajá prometió que me la daría cuando yo aprendiese a hablar bien el urdú. Me apliqué de tal manera para conseguir mi medialuna que me pasaba las tardes estudiando en la alcoba, con la sola compañía de los ventiladores 1 . Pero la cosa, por la dificultad que entrañaba, iba muy lenta. ANS MAGAZINE JULIO 2020 / EFEMÉRIDES | 29
Se acercaba mi diecinueve cumpleaños y Su Alteza me preguntó qué deseaba recibir como regalo. Con gran atrevimiento le espeté: “Yo sólo tengo un capricho y vos ya lo conocéis, así que no debéis preocuparos por mi regalo, que en vuestra mano está y me pondrá
1. Sirvientes que, en la estación de calor, dedicaban su jornada a balancear enormes piezas de tela de algodón húmedas que colgaban del techo para proporcionar aire fresco a las estancias de palacio. Tenían prohibido hablar y, en muchos casos, se les cortaba la lengua para que no pudiesen comentar lo que escuchaban.

Detalle del retrato de Anita Delgado como maharaní, pintado por Federico Beltrán Masses, 1919
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muy contenta” Él no dijo nada, pero cuando llegó el día irrumpió en mi alcoba muy temprano para felicitarme, le seguía el tesorero de palacio que portaba una gran bandeja de plata con un envoltorio en el centro. Lo abrí y comprobé con alegría que la deseada esmeralda estaba en su interior. Llena de gozo me arrojé a los brazos de mi marido: “Ya puedes decir que has conseguido la luna, pequeña caprichosa —dijo―, me ha costado trabajo dártela, porque no vas a poder lucir mi regalo esta noche en tu fiesta, como sería mi deseo. Pero, en fin, me complace que estés satisfecha.”
Me quedé a solas y analicé detenidamente la magnífica piedra, que era enorme y con los bordes engarzados en un finísimo cerco de oro. Observé que en las esquinas había dos pequeños orificios; con sumo cuidado, conseguí hacer un boquetito y deslizar un hilillo dorado entre el engarce y la piedra, a la altura de los picos de la luna, de este modo una vez peinada y oculto el hilo entre mis cabellos, la esmeralda resplandecería colgada sobre mi frente como si verdaderamente fuese un atavío oriental.
Por la noche me vistieron con un sari verde, a juego con el color de mi medialuna y aparecí en la fiesta luciendo el regalo de mi esposo, orgullosa de mostrar mi nueva joya, como era deseo del Su Alteza el Maharajá. Cuando fuimos a París la hice montar en parure de diamantes sobre varios soportes, de forma que puedo llevarla de diadema, de collar, como brazalete o de broche. Esta esmeralda es mi joya preferida, por su historia y por lo que significa para mí. Siempre la luzco en los actos importantes. Me gusta tanto que me hice fotografiar con ella en numerosas ocasiones y el magnífico pintor cubano Federico Beltrán Massés, en 1919, me retrató en un precioso cuadro con mi medialuna en la frente.
Por muchas joyas que me compre o me regalen la esmeralda de la medialuna siempre será mi talismán porque fue un regalo de amor y me trae buena suerte.» [Del libro La princesa de Kapurthala, de E. Vázquez de Gey].
Tanta suerte le trajo que todavía hoy, más de un siglo después, nos la sigue mostrando orgullosa desde su flamante retrato. Grande Anita.
Elisa Vázquez de Gey es autora de Anita Delgado, Maharaní de Kapurthala (Planeta, 1998), El sueño de la Maharaní (Grijalbo, 2005), La princesa de Kapurthala (Planeta, 2008).