Lectiva Nro. 31

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PENSAMIENTO CRÍTICO Y EDUCACIÓN VIRTUAL: UN CONTRASENTIDO María Nelsy Rodríguez Lozano*

El filósofo alemán Markus Gabriel, precursor de una novedosa corriente filosófica denominada “Nuevo realismo” nos alerta de dos grandes peligros para la humanidad: el neurocentrismo y la inteligencia artificial. La gran falacia que han promovido es hacernos creer que el pensamiento está en el cerebro, cuando pensar significa “pensar en contexto”, es decir, no podemos hablar de pensar y menos pensar críticamente aislados del contexto que habitamos. El término que acuña Markus Gabriel es el de “territorio del pensar” y es justo esta dificultad la que estamos vivenciando los profesores ante la obligatoriedad del teletrabajo y la educación virtual, y en particular, en los procesos de formación de maestros. Enseñar a aprender a pensar como un elemento sine qua non de la práctica reflexiva, implica en palabras de Giroux una relación no solo con el conocimiento, o mejor, con nuestro propio saber, sino también, una relación con los otros y con el contexto que habitamos. Mi experiencia con grupos de más de 40 estudiantes conectados a través de una plataforma X, es precisamente la no presencia, porque aunque “supuestamente” están, es imposible en un espacio de 2 horas (si tienes suerte que la conexión no se caiga) que todos participen o pregunten.

Un espacio de docencia directa virtual no ofrece las posibilidades de la presencialidad en cuanto a estrategias discursivas dialógicas-colaborativas y cooperativas, que implican también una corporeidad y una manera de ser y estar en el espacio y tiempo de la clase. Ante esta dificultad pensé que necesitaba autoformación, ver cómo lo hacen otros, así que decidí participar, en este tiempo de cuarentena, en varios cursos virtuales sobre cómo afrontar la educación virtual y, ¡vaya sorpresa!, ¡que decepción!, los cursos también son masivos, por lo que ingresas al espacio virtual con el micrófono apagado previamente por el administrador del curso, este solo está habilitado para los panelistas, el resto puede hacer preguntas por el chat, y si tienes suerte, leerán y responderán la tuya, pues siempre dicen lo mismo “lo sentimos, es imposible dar respuesta a todas las inquietudes, pero les mandamos las presentaciones”. En estos cursos no hay posibilidad para la conversación, ni para la interacción dialógica; es una educación sin contexto, por lo tanto, son cursos de información, más no, de formación, lo que hace una gran diferencia. Si esto es lo que se pretende que hagamos los profesores en las clases virtuales, pues estamos, evidentemente, ante un contrasentido.

* Profesora titular, Universidad Nacional de Educación del Ecuador (UNAE).

Medellín • No. 31 • Diciembre de 2021

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