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Reseñas Retos y Posibilidades
Hacia un
Quintero, Ana Helvia. (2014).
Hacia un Plan Educacional de Puerto Rico: retos y posibilidades. Río Piedras:
Publicaciones Puertorriqueñas.
Fernando Picó
El autor de la reseña es historiador, catedrático de Historia en la Universidad de Puerto Rico de Río Piedras y, entre muchas distinciones, es Humanista del Año (2004) de la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades.
Explicar por qué, a pesar de que la autora deplora la demasiada planificación en nuestras escuelas, hay todavía posibilidad de un plan educacional a largo plazo constituye el reto de presentar este libro. Este debate sobre planificación educativa es un asunto para gente que se conoce su Piaget de atrás para adelante, y puede explicar el constructivismo más rápido que uno puede pedir una copa de sauvignon blanc très sec. Me imagino, sin embargo, que mi rol como presentador de este libro profundo y desestabilizador no es lanzar una revolución de sombrillas demandando que la imaginación llegue al poder. Creo que se trata más bien de enaltecer el poder de la imaginación de la autora. Cavilé largamente cómo podía cumplir ese cometido. Si ustedes la audiencia son los estudiantes del libro de Ana Helvia tengo que partir de sus experiencias y expectativas. Sus experiencias son que las presentaciones de libros son largas y tediosas, y sus expec
tativas que presumiblemente el rito llega a su fin y uno puede compartir los entremeses con la gente que uno no ha visto en años. Esta realidad me hizo descartar varias de las tácticas que se presentaban para mostrar las posibilidades del aprendizaje esbozadas en el libro. Una de ellas era repartir barajas españolas entre los presentes, y preguntar súbitamente: ¿Qué puede decir el Tres de Copas sobre su aprendizaje del punto decimal? El o la presunta detentora de la baraja Tres de Copas tendría que ponerse de pie y confesar ante todos que, a pesar de los desesperados esfuerzos de su maestra de quinto grado todavía confunde .1 con .01 y por eso perdió su trabajo de anaquelar libros en la Colección Puertorriqueña de la Biblioteca Lázaro. Estas admisiones tendrían un valor catártico que dejaría a todos en condición ideal para acometer piscolabis. Una de las contenciones de Ana Helvia es que los currículos escolares tratan de cubrir demasiados asuntos y que generalmente tratamos de endilgarle a la próxima generación la retahíla de nombres, fechas, títulos, causas y consecuencias que la generación previa nos endilgó a nosotros, con el inconveniente de que han pasado muchas cosas en los últimos veinte y cinco años y, por lo tanto, el material a cubrir es mayor. El ejemplo de los holandeses y de los chinos es tratar menos temas, pero con mayor profundidad. De acuerdo, pero una consecuencia pudiera ser que en vez de estudiar los Diez Mandamientos nos quedemos solo con dos o tres de ellos, pero esos bien aprendidos. Oliver Cromwell y sus secuaces en el siglo 17 hicieron algo parecido; creo que solo se cifraron en el tercero y el sexto, que constituyeron el sustento de la sociedad inglesa hasta que llegaron los Beatles. Mientras tanto, los descendientes de los puritanos se habían esparcido por el mundo para detrimento de los que en otras latitudes poseían bueyes y asnos. Es la insistencia de Ana Helvia que la letra no debe entrar con sangre, sino con juego. El elemento lúdico en el aprendizaje fue valorado por aquellos educadores de los siglos 16 y 17 que hacían competencias de gramática y matemáticas entres sus estudiantes con equipos de Roma y Cartago. Desafortunadamente, la noción de que el estudio y el juego pueden ir juntos se abandona en la transición de kindergarten a primer grado, y el tedio se impone desde muy temprana edad entre nuestros escolares. Ana Helvia exhorta a que aprendamos de los modelos exitosos en Puerto Rico de salones de clases vivos y vibrantes. Unas páginas muy alentadoras de libro son las que tratan de las responsabilidades sociales de la Universidad. El que los estudiantes universitarios lleven a cabo algún tipo de servicio a la comunidad como requisito de graduación está latente en nuestro ambiente, y creo que este libro ayudará a convencer a los dudosos de la conveniencia de instaurar un dispositivo social en nuestros currículos. Una mayor conciencia delas necesidades de sectores marginales de nuestra sociedad y una experiencia satisfactoria de ayudar a otros puedan orientar carreras hacia el servicio público. También, son importantes los señalamientos que se hacen en el libro sobre la educación para la paz. No se trata de frenar la guerra mundial, sino de desalentar el acoso, la arrogancia y el abuso que tanta violencia suscitan en nuestras escuelas. El maestro ahí tiene un rol importante. Si él o ella con sus comentarios y su lenguaje no verbal fomenta la homofobia, el racismo, el sectarismo político o el machismo, entonces es parte del problema de la violencia escolar y no de su solución. La diversidad es algo que se tiene que aprender a respetar, y si el docente inculca en su auditorio el desprecio por quien es diferente entonces se constituye como responsable del acoso y la agresión de sus discípulos. Las páginas que Ana Helvia dedica a los problemas internos de la comunidad escolar merecen cuidadosa atención. Finalmente, quiero señalar la insistencia de la autora en las fortalezas de nuestro Sistema Educativo. Nos hemos acostumbrado a deplorar y se nos ha olvidado el apreciar los logros, los recursos, las metas y las aspiraciones de nuestra sociedad, y especialmente del Sistema Educativo que generaciones previas montaron con tanto anhelo y esfuerzo. En vez de construir monumentos pomposos y ejércitos de fantasía, nuestra sociedad ha dedicado sus mejores recursos a la Educación. Nuestra inconformidad con lo que no se ha logrado aún es real, pero mide también la amplitud de nuestras aspiraciones. Que esa estrella a la que hemos amarrado el carro de nuestros deseos nos urja a una sociedad escolarizada más justa, más ecuánime y más libre.